Pedro Velarde Santillán

NACE PEDRO VELARDE SANTILLÁN (19 DE OCTUBRE DE 1779)


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En el seno de una familia de la nobleza local, nació en octubre de 1779,Pedro Velarde Santillán. Para los que hayan seguido los estudios actuales, probablemente no tendrán ni idea de quien fue este hombre. Humildemente vamos a poner un poco de luz sobre esta figura de la historia española.

El linaje de los Velarde en Cantabria, era conocido por acoger a mecenas interesados en el bien común y prosperidad de la comunidad. Hubo fundadores de hospitales, conventos, monasterios y colegios. Lo que no abundaba era en militares. Pedro fue la excepción.

Entró en Real Colegio de Artillería de Segovia con catorce años y debió ser un cambio importante en su vida, porque todos los estudios anteriores los había realizado en su casa solariega de Muriedas. Nunca había salido de su terruño natal. Ello no fue obstáculo para que se adaptara a la situación y que en 1798 fuera nombrado brigadier de cadetes, y en 1799 ascendiera a subteniente, siendo el segundo en su promoción.

No era una persona a la que tan solo le interesaran las matemáticas, propias del Arma de Artillería, le gustaban también las lenguas, la historia y la política. Acabó sus estudios con una cierta aureola de sabio y fuera considerado como uno de los oficiales más distinguidos del Cuerpo de Artillería.

Fue destinado al Ejército Expedicionario de Portugal en 1800, donde ascendió por antigüedad a teniente en 1802, y a capitán en 1804. Esto parece indicar que no participó en ninguna acción directa, ni se distinguió en el campo de batalla, a pesar de que en la historiografía se le presenta como personaje muy vehemente. Puede que no se sepa nunca realmente como era realmente pero el hecho es que en 1804 se le envió como profesor de matemáticas en el Real Colegio de Artillería. Tenía 25 años.

No se conforma con la rutina de la docencia y publica el diseño de una nueva cuña para facilitar la puntería de los cañones y envía a la Academia de Ciencias de Paris, un documento en el cual corrige el proyecto del coronel Jacques Grouver que describía un mecanismo para la medida de la velocidad inicial de los proyectiles a la salida de la boca de los cañones. Dicho documento fue contestado por la Academia, dándole la razón y agradeciéndole el trabajo. Nada parece indicar que Velarde fuera un exaltado.

Sin embargo algo cambio en su interior cuando fue destinado en 1806 como secretario de la Junta Superior Económica del Cuerpo de Artillería. O sea, pertenecía al Estado Mayor y su puesto de trabajo se encontraba en Madrid. Desde esta privilegiada posición, tenía acceso a la disposición de las tropas francesas y también a las intenciones de estos, ya que participaba en las reuniones mixtas con los franceses. Velarde empezó a manifestar públicamente su malestar ante la invasión encubierta de España y privadamente ante el Ministro de la Guerra, O’Farril, un plan para acabar con el dominio francés en España. Éste comunicó el hecho a Murat, el cual lejos de ponerle en la cárcel, le propuso un ascenso a comandante de batallón y ayudante de campo si solicitaba pasar al servicio de Napoleón. O sea, intentó sobornarle.

La mañana del 2 de mayo de 1808, Velarde se encontraba en su oficina de la Junta de Artillería situada frente al Noviciado de la calle san Bernardo. Sobre las once de la mañana el tiroteo en Madrid era generalizado y perdiendo la paciencia al no recibir órdenes, se fue al vecino Parque de Artillería de Monteleon. Allí se encontró con el capitán Daoiz y juntos desarmaron a la compañía francesa que, muy superior en número, vigilaba las actividades de fabricación de cartuchería.

Juntos organizaron la defensa del Parque contra dos ataques franceses con fuerzas muy superiores. Juntos murieron en la lucha. Su cadáver sufrió el escarnio de ser despojado de sus ropas por la soldadesca francesa.
No creo que Velarde fuera un exaltado. Fue un español de Cantabria, que en un día de cólera, como diría Pérez-Reverte, decidió que no podía seguir cruzado de brazos, mientras los dirigentes de la nación española miraban hacia otro lado.


Manuel de Francisco Fabre


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