Godofredo, vuelve!!!!!
Godofredo de Bouillon, fue el primer rey de Jerusalén, después de la liberación de los Santos Lugares del dominio musulmán. Natural de la Borgoña, Godofredo personificó en su persona el ideal caballeresco de entrega y obediencia a la Iglesia. Su ejemplo sería divulgado como ejemplo para los caballeros europeos, entretenidos en lucha estériles, mientras otros subordinaban sus virtudes guerreras en beneficio de los más débiles, los cristianos de Tierra Santa.
Nació en Boulogne-sur-Mer en 1060, hijo de Eustaquio II, Conde de Boloña, y de Ida, hija de Godofredo el Barbudo, duque de la Baja Lorena. Godofredo, como vasallo del Sacro Imperio Romano Germánico, apoyó las pretensiones de Enrique IV en la Guerra de las Investiduras contra el Papa Gregorio VII (1080-1084). En pago, el emperador devolvió el ducado de la Baja Lorena, que había anexionado, y del cual era heredero el joven noble valón. El nuevo duque de la Baja Lorena, de espíritu idealista y extremadamente religioso, vio removerse su interior ante las predicas iniciadas a favor de recuperar los Santos lugares. El Papa Urbano II suplicaba a la nobleza europea porque se sumasen a una Cruzada que permitiese la libre peregrinación delos cristianos a Jerusalén, que los principados turcos impedían con su fundamentalismo. En 1096, Godofredo, junto a sus hermanos Eustaquio y Balduino, tomó la cruz. El 15 de agosto de 1096 un ejército de cerca de cuatro decenas de miles de cruzados se ponía en camino hacia Oriente.
El otoño, los cruzados negociaron con el rey Coloman el paso libre a través del reino húngaro. El ejército pasó con estricta disciplina, a diferencia del contingente popular que anteriormente había seguido a Pedro el Ermitaño, quienes tuvieron que ser atacados por sus saqueos y desmanes con la población campesina. El emperador bizantino, Alejo I Comneno, abasteció de tropas al contingente cruzado, pero estrechamente vigilado por las tropas pechenegas, que hacían su labor de policía, deteniendo a los rezagazos e incluso matando a los cruzados que realizaban actos de saqueo. No obstante, el 23 de diciembre, el ejército de cruzados flamencos y valones estaba en los arrabales de Constantinopla, la segunda Roma. El emperador quiso evitar que el contingente borgoñón se juntase con el normando-siciliano y el aquitano. Los recelos con los bizantinos eran constantes. Los caballeros del norte, eran vistos por los educados griegos, como bárbaros semisalvajes, que en poco se diferenciaban de aquellos que en el siglo V habían arruinado la parte occidental del Imperio Romano. Por su parte, los cruzados veían en aquellos griegos cultivados, hombres pragmáticos, enriquecidos por el comercio con el Oriente, tolerantes con las otras culturas, y desconfiados de todo ideal. La muerte en combate, era algo honorable para un guerrero germano, sí, además se hacía por liberar los Santos lugares, el motivo contraía un mayor honor. Por el contrario, los bizantinos no consideraban la muerte en combate como honorable, ni siquiera si se había luchado en defensa de la religión frente a las tribus nómadas turcas, de religión musulmana. La divergencia de mentalidades debía contraer problemas. Además, Alejo I, como emperador bizantino exigía el juramento de vasallaje de los cruzados en su marcha hacia oriente. Ante la superioridad militar del ejército bizantino, los jefes de la cruzada debieron jurar su fidelidad al emperador. Godofredo, fue uno de los que intervinieron a favor de realizar el juramento, para evitar problemas y asegurar el abastecimiento de los bizantinos a su ejército.
La cruzada estaba bajo la dirección de Raimundo IV de San-Gilles, Conde de Tolosa, de Bohemundo de Sicilia, de Roberto de Flandes y de Roberto de Normandía. Los cruzados fueron enfrentándose con éxito a las tropas turcas que les hicieron frente, y que anteriormente habían exterminado los veinte mil peregrinos que había dirigido Pedro el ermitaño. Los cruzados, no tuvieron un jefe efectivo, aunque Raimundo de Tolosa, destacaba sobre todos ellos. Sin embargo, su jefatura tenía que ser colegiada por la presencia del conde Normandia, jefe natural de los normandos; del de Flandes, que lideraba a los borgoñones; la de Bohemundo, que venía con sus normandos sicilianos y en un grado menor, Godofredo con sus loreneses, aparte de contingentes menores de alemanes e italianos. A pesar de la división en el mando, los cruzados consiguieron derrotar a los turcos seleúcidas en Nicea y en la batalla de Dorylæum (el 1 de julio de 1097).
La travesía del Asia Menor fue dura. La península de Anatolia estaba arrasada por los ataques de los nómadas turcos y los contraataques bizantinos. En aquel momento, la región se encontraba dividida en pequeños señoríos turcos y armenios cristianos. La principal acción de la cruzada fue la recuperación de la ciudad de Antioquia. Antioquia fue una de las antiguas ciudades del Imperio, Sede de un patriarcado y uno de los centros culturales helénicos. La toma de la gran ciudad se contó con la valentía de Godofredo y sus loreneses que consiguieron asaltar sus fuertes murallas. No obstante, la toma de la ciudad contraería el problema de no devolver Antioquía al Imperio, contrariando al emperador, quien vería, como los cruzados no serían vasallos suyos, sino que se comportarían como señores independientes de un nuevo poder cristiano en la zona. En Antioquía el poder político estaría en manos de los cruzados latinos, pero compartido en el aspecto eclesiástico con los griegos, proimperiales. Godofredo, entretanto, se dirigió hacia Edesa, donde ayudó a su hermano Balduino a establecer otro señorío latino. Edesa sería el principado más adelantado de los señoríos que se conformaran por la irrupción de los cruzados. En este caso, Edesa, la más expuesta en el interior musulmán, contaría con la menor presencia de caballeros francos, pero a su vez, sería el señorío más orientalizado por la colaboración con los francos de la población armenia cristiana. De regreso a Antioquía, participó junto a Roberto, Duque de Normandía, en el consejo de arbitraje organizado para reconciliar la fuerte rivalidad entre Bohemundo y Raimundo de Tolosa. Después del 23 de noviembre de 1098, los provenzales abandonaron Antioquía con Raimundo, pero Godofredo de Bouillon y Roberto, Conde de Flandes, iniciaron la marcha hacia Jerusalén a finales de febrero de 1099. Después de sitiar Gibel, el ejército principal se reagrupó ante Arka (el 12 de marzo), después de un recorrido triunfador que les dio la posesión de las principales ciudades de la costa levantina, como Trípoli y Beirut.
El 7 de junio, los cruzados llegaron ante Jerusalén e iniciaron el sitio de la ciudad. El 15 de julio de 1099, Godofredo y su hermano Eustaquio colocaron una torre de asalto en los muros, siendo los primeros en entrar en la ciudad. La conquista de la ciudad se hizo de manera sangrienta, los musulmanes fueron exterminados y la minoría judía, refugiada en la principal sinagoga, lo fue también por su colaboración con el poder islámico. Únicamente las minorías cristianas árabes fueron respetadas (jacobitas, ortodoxos y armenios). Godofredo, por su parte, se despojó de sus armas y, descalzo y en camisón, se dirigió a rezar al muro del Santo Sepulcro. Los cruzados victoriosos decidieron nombrar un rey que administrase el nuevo estado formado por los territorios conquistados de Palestina. El jefe reconocido de la cruzada era Raimundo IV de San-Gilles, quien rechazó la corona, al saber que no contaba con la unanimidad de todos los componentes de la cruzada. Finalmente, se establecería con sus caballeros provenzales en Trípoli, donde establecería otro señorío latino, donde la lengua de la nueva nobleza fue la lengua de Oc. Con respecto a Roberto de Normandía y a Roberto de Flandes, los otros dos jefes de peso de la cruzada, cumplida la finalidad de liberar Jerusalén y los santos lugares, sólo deseaban volver de nuevo a su dominios europeos, tanto tiempo fuera de ellos. Finalmente, Godofredo de Bouillon fue elegido por unanimidad, aunque rechazó utilizar el término de rey, donde el Señor había sido coronado en con la Corona de Espinas. Godofredo se establecería como defensor del Santo Sepulcro.
Godofredo de Bouillon era el único de los grandes que estaba dispuesto a quedarse, a diferencia de su hermano, Eustaquio, quien volvió a Europa. Godofredo era duque de Lorena, por herencia materna, descendiente del propio Carlomagno. No obstante, este señorio había sido conquistado por el emperador, quien se lo había enfeudado de nuevo, por su lealtad en la guerra de las Investiduras contra el Papa, pero sin carácter hereditario. Por tanto, a Godofredo más le convenía quedarse en Tierra Santa, que volver a tomar el mando de un territorio cuestionado por la autoridad imperial. En cuanto, a su persona, era el único que podía tener la unanimidad del resto de los componentes de la cruzada. Su idealismo caballeresco siempre se había resaltado, intercediendo en las disputas de los compañeros y demostrando su adhesión a la cruzada por su noble religiosidad. Este aspecto era visto por sus soldados hasta como un defecto, por ser Godofredo, famoso por su intensa vida religiosa y llevar una vida ascética. A diferencia de su hermano, Balduino, señor de Edesa, quien era más político y pragmático en el arte de gobernar. Sin embargo, su aspecto físico impresionó a los cristianos árabes, su altura y rubia cabellera, adornada por una barba dorada, representaba la imagen del guerrero venido del norte de Europa, que llevaba pocas generaciones cristianizado, pero que conservaba las virtudes guerreras de sus antepasados.
Godofredo resultó una persona de grandes cualidades, y un gran guerrero, pero siempre se mostró sensible ante las peticiones de la Iglesia, que ante la fuga que había protagonizado la jerarquía griega ante los musulmanes, el patriarcado y el resto de las sedes episcopales fueron ocupadas por francos de rito latino. Godofredo realizó numerosas donaciones al patriarcado, convirtiendo a la Iglesia en uno de los pilares económicos y políticos del nuevo Estado. Como guerrero, Godofredo consiguió derrotar a los egipcios, quienes siempre habían ejercido de potencia regional en la zona. La conquista de la fortaleza de Ascalón, proporcionaba la seguridad del Estado ante una posible invasión egipcia, proveniente desde el desierto del Sinai. Después buscó una salida segura en la costa, por donde pudiesen venir las peregrinaciones y las ayudas militares al nuevo reino, para cuya defensa resultaban imprescindibles. Para ello reconstruyó Jaffa, que se convirtió en el nuevo puerto del reino de Jerusalén. Por la mejor bahía, pensó en sitiar Acre, para lo que solicitó la ayuda de los venecianos. Venecia, Génova, Pisa y Amalfi pronto acudieron a las costas del nuevo reino, solicitando privilegios para sus comerciantes, quienes se instalaron en barrios separados, en las ciudades de la costa. Ellos harían de intermediarios entre las caravanas procedentes de Asia y los consumidores del occidente europeo. A cambio, los señoríos italianos, que rivalizaban entre sí, proporcionaban su ayuda naval a las operaciones militares del nuevo reino. Sin embargo, Tierra Santa se mostrará una tierra fatal para los cruzados. El clima y las enfermedades daban pronto con la vida de los cruzados. La población latina establecida en Palestina, siempre fue poco numerosa y la mortalidad de los niños varones fue grande. Además, la vida guerrera traería siempre un fuerte déficit de caballeros en el reino. Los estados latinos siempre dependerían para su defensa de la ayuda exterior de sus hermanos europeos. El 18 de julio de 1100, Godofredo moría en Jerusalén, un año después de la conquista de la ciudad Santa. El primer monarca jerosolomilitano sería enterrado en la iglesia del Santo Sepulcro, siendo sucedido por su hermano Balduino, señor de Edesa. Godofredo pasaría a la leyenda, como el ideal del caballero cruzado, idealista, cumplidor de su palabra, fiel a la Iglesia, obediente a la autoridad imperial y buen amigo de sus compañeros. Aunque, su corta vida como mandatario no reflejo categoría de estadista, su vida si demostró las cualidades que debía adornar a un guerrero y aun fiel servidor de la Iglesia.
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Tomado de Revista Arbil
Publicado por Cruzamante.
Godofredo de Bouillon en la cruzada contra los sarracenos, miniatura de un manuscrito gótico de 1337.
Si levantara la cabeza, lo primero que haría sería cargarse media Europa.
"El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros".
http://fidesibera.blogspot.com/
Godofredo, vuelve!!!!!
Maravilloso aporte, hermano Mazadelizana: Siempre me gustaron los nombres tales como Sigfrido y Godofredo, por lo que cuando me metí en esto de Internet, decidí usar el nick Godofredo. Antes de ello decidí averiguar la etimología del nombre, por lo que recurrí a la enciclopedia Salvat, donde en una breve descripción de su vida decía que Godofredo de Bouillón fue un noble, etc. Lo que me llamó la atención fue que uno de los pocos datos que daba era que Godofredo se había aliado al Emperador Enrique IV en su lucha contra el Pontífice Gregrorio VII.
Tu post me puso más a conciencia de quién fue Godofredo de Bouillón.
!!Tremendo hombre elegí para modelo!!!.
Toda la razón, hermano Kurt. Solo te faltaron dos una palabras:!!Godofredo,vuelve yá mismo!!.
Podrías, ya que tocaste el tema, abrir un hilo acerca de caballeros heróicos de la Santa Madre Iglesia.
Castillo de Bouillon, BÉLGICA (S.X)
Última edición por Reke_Ride; 20/01/2009 a las 14:55
"De ciertas empresas podría decirse que es mejor emprenderlas que rechazarlas, aunque el fin se anuncie sombrío"
Voy a seguir la idea que ha dado el hermano Godofredo, por lo que ruego a Donoso que cambie el nombre de este hilo por el de: Prototipos de caballeros Cristianos. Asi aprovecho la biografia de Godofredo De Buillon.
Excusad las faltas, estoy en un teclado sajon.
"El vivir que es perdurable
no se gana con estados
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Los caballeros cruzados y la época de las cruzadas
Las cruzadas sucedieron entre los siglos XI y XIII. Fueron expediciones religioso-militares organizadas por los cristianos en contra del Islam. Los caballeros cruzados eran aquellos hombres que combatieron en alguna cruzada. El caballero fue un personaje tan importante que hoy en día sigue presente con su simbolismo.
¿Qué fueron las Cruzadas?
Se designan con este nombre a las expediciones religioso-militares, organizadas durante los siglos XI al XIII por los cristianos contra el Islam, con el fin de rescatar el Santo Sepulcro y defender luego el reino cristiano de Jerusalén. Fue la guerra a los infieles o herejes, hecha con aprobación y en defensa de la Iglesia. Aunque durante la Edad Media las guerras de esta naturaleza fueron frecuentes y numerosas, sólo han conservado la denominación de cruzada las que se emprendieron desde 1095 a 1270.
Las cruzadas fueron ocho, cuatro a Palestina, dos a Egipto, una a Constantinopla y otra a áfrica del Norte. Las causas de las cruzadas no sólo se basaban en el fervor religioso de la época, sino también en la oposición creciente del Islamismo y en el deseo de los pontífices de extender la supremacía de la Iglesia católica sobre los dominios del Imperio Bizantino.
Los papas concedían importantes beneficios espirituales y temporales a los combatientes cristianos. Así se despertó un gran fervor por toda Europa, por lo que tanto grandes señores como siervos acudieron al llamamiento, en principio, del Papa Urbano II. Los caballeros aspiraban con combatir para salvar su alma y ganar algún principado, los menestrales con hacer fortuna en el Oriente -país de las riquezas- y, por último, los siervos deseaban adquirir tierras y libertad.
Las cruzadas, aparte de su valor como exponente de la fe religiosa, tuvieron repercusión en varios aspectos de la civilización. Las ciudades se enriquecieron y vieron aumentados sus privilegios a costa de los príncipes y señores ausentes; los reyes aumentaron su poder por igual motivo, lo que inició la decadencia del feudalismo. Se desarrolló el comercio, se avivó el espíritu caballeresco, se amplió el campo de los conocimientos humanos, etc.
Los caballeros cruzados
Fueron así llamados los hombres que combatieron en alguna cruzada. Y fue en ellas donde nació este personaje que aún hoy, después de tanto años, sigue presente con su simbolismo. Es imposible definir a un caballero sin tener en cuenta el caballo y la armadura. Durante las batallas en que se disputaron los territorios ocupados por los bárbaros tras la caída del Imperio Romano, el caballo fue fundamental. Su uso se originó para labores cotidianas, y recién al inicio de estas confrontaciones entre las aldeas -originadas en la invasión bárbara-, fue que el caballo se comenzó a utilizar como un arma.
Entrado el siglo XII, pasaron los guerreros bárbaros y llegaron los jinetes y los señores feudales, cuyo código de lealtad se había ampliado y refinado por la influencia de la iglesia y de las damas. Así ellos lograron formar parte de una clase social orgullosa, con sus características específicas, manifestadas principalmente en reuniones propias como los torneos, en donde se distinguían por sus armaduras y sus armas. La simbología había conseguido más preferencia, gracias al intercambio social y cultural entre clases y costumbres.
Así lo testifica la literatura de la época con el "Libro de la orden de Caballería", escrito por Ramón Lull (nacido en 1235, hijo de uno de los caballeros que ayudó al rey de Aragón a recuperar Mallorca de manos de los musulmanes). éste, a través de su narración, daba lecciones de caballería. En la historia un aprendiz de caballero se interna en un bosque, en el que encuentra a un ermitaño, quien le enseña todo lo que un caballero debe saber.
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Va un pequeño aporte, hermano Mazadelizana, de paso estreno mi avatar, el cual tengo gracias a la paciencia, buenos oficios y diligencia del hermano y amigo Reke Ride.
Gracias Reke.
Sería un muy buen hilo, hermano Mazadelizana: serviría también para tratar de clarificar algunos malos filmes de Holliwood, donde nuestros caballeros Cristianos dejan mala imagen. Trataré de aportar, aunque, como le dije al hermano Reke Ride, en esto de la Internet, el Buen Señor me dejó en Edad del bronce!!!.
El tema que proponéis es bastante interesante, incluso como dices hermano Godofredo, el tema de Hollywood y sus meteduras de pata: hace poco leí una no sé dónde, en la que se explicaba que en la época de William Wallace aun no se usaba el tartán de cuadros, identificativo de los clanes, por tanto en la peli, es una cagada (con perdón). No sé si será verdad.
PD. Amigo y hermano Godofredo, si tu afirmas que estás en la Edad del Bronce (ya será para menos!!) yo estoy en la Edad Antigua, no te creas. Muchos hermanos y correligionarios del foro está ya en la Edad Contemporánea . Mi ayuda ha sido gustosa y un placer.
Un abrazo buen Godofredo
"De ciertas empresas podría decirse que es mejor emprenderlas que rechazarlas, aunque el fin se anuncie sombrío"
Caballeros cristianos ¿pero de la Edad Media?
"De ciertas empresas podría decirse que es mejor emprenderlas que rechazarlas, aunque el fin se anuncie sombrío"
Mi idea es hasta la revolución francesa. Aunque es en la Edad Media cuando más abundan y es en el período sobre el que voy a buscar y postear.
Ahora mismo, estoy con los exámenes del semestre y tal, así que postearé poco.
El castillo es muy bonito.
"El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros".
http://fidesibera.blogspot.com/
Hermanos mazadelizana y Reke Ride: amén de conocer los modelos de cristianos, decía que este post serviría para desvirtuar ciertas súper producciones yanquis en las que casi siempre se atribuyen las partes oscuras y pérfidas a la Iglesia católica.
Esto viene a cuento por una situación que viví hace unos días, cuando viendo una película junto a un par de amigos, debí explicar algunos puntos de la misma.
La pelicula en cuestión (cuyo título no se cual es, ya que se la anunciaba como "Batallas de Fé", pero fue presentada con un nombre más romántico para darle más "gancho" publicitario, supongo). El film está interpretado por Orlando Bloom y Eva Green.
Bloom interpreta al caballero noble y cruzado Balian(el guionista lo ubica como hijo de Godofredo de Bouillón). Lo cierto es que cuando Balian, en posesión de Jerusalén, se encuentra sitiado por las huestes de Saladino, toma la heroica desición de pelear hasta morir antes que entregar la ciudad santa. En esto interviene "su eminencia", un obispo que a la sazón debía fortalecer a los hombres de Balian con su prédica. Su eminencia se halla presa de terror al ver los centenares de miles de moros que rodean la ciudad, es aquí donde el guionista pone en palabras de religioso la siguiente prposición para Balian:"Por qué morir. Rindámonos, abjuremos de Cristo para salvar la vida, y luego nos confesamos!!!".
Debí explicar a mis amigos que eso es incongruente y disparatado, que a las Cruzadas se iba a matar o morir por la fé. Que incluso había dispensas y beneficios celestiales especialísimos para quienes cayeran en esas circunstancias. De nada sirvió. Mis amigos son de la generación de Holliwood, y creen que los guionistas se rigen rigurosamente por la historia fiel. hasta me acusaron de querer salvarle las papas al aterrado obispo!!!.
Entonces como podemos olvidar al héroe y caballero católico por excelencia:
JACQUES CATHELINEAU
Generalísimo de la Armada Realista y Católica de la Región de la Vendeé, decía Su Eminencia, el Cardenal Paul Popard, Presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, que los restos mortales del mártir de la Vendeé reposan en espera de la resurrección.
Héroe de Vitral.
Hoy, el aniversario que nos reúne, en el fervor del recuerdo y en la fidelidad de la gratitud, es el de la muerte de Jacques Cathelineau, en Sant-Florent-Le-Vieil, hace dos siglos, el 14 de julio de 1793. Su existencia tan breve, exactamente 34 años de edad, su infancia escondida en el corazón de la campiña de Anjou, el repentino surgimiento de un joven sin instrucción militar y sin relaciones políticas, la carga victoriosa que, en un hace de los campesinos un ejército temible; y de un joven de los Mauges sin preparación, un general de un ejército Católico y Monarquista para la defensa de la fe de Cristo, por la fidelidad al Pontífice Romano y por la libertad de profesar la religión con los sacerdotes fieles a la Iglesia de Dios y decir un no absoluto a una Republica persecutoria; esta epopeya, gracias a su carácter y a su dimensión, a su inspiración y a su decisión, evoca irresistiblemente el misterio de una Juana de Arco.
Nacido de una familia de artesanos, el joven Jacques crece en el seno de una familia Cristiana, donde aprende, como sucedió a muchos en Anjou, reverenciar en un solo amor a los padres terrenos y al Padre Celeste, a recitar el rosario por la tarde y a no comer el pan sin persignarlo antes y a no pasar delante de un crucifijo sin reverenciarlo. Entre su padre Jean y su madre Perrine Hudon, el hermano mayor Jean y la hermana menor Marie-Jeanne trascurren sus días felices como en todas las casas en que existe el cariño. Pero a los doce años en los Mauges, era necesario ganarse la vida. El párroco de la Capilla de Genet, Don Marchais, amigo del párroco de Le Pin, lo toma consigo a su servicio. En cinco años su fe se refuerza. A Le Pin regresa un joven alto y apuesto, de ojos claros con los cabellos rizados y que sabe expresase, compañero alegre y cantor en la iglesia del pueblo. A los 18 años se casa con su vecina Louise Godin, 8 años mayor que él, que le da once hijos de los cuales en 1793, quedaban solo cuatro hijas y un hijo.
Jacques es vendedor ambulante. Atraviesa el país, los pueblos para vender telas, jabones, hilo, aguja, lana y pañoletas de Cholet, azúcar y sal, medallas y coronas del Rosario. Jovial y servicial, franco y leal, robusto y fino, con el rostro vivaz y dulce, la voz clara, vende su mercancía y comenta las novedades. Que son malas. La Constitución Civil del Clero quiere separar a los obispos y sacerdotes de Roma y les impone el juramento al que tanto Le Pin como La Capilla de Genet se rehúsan. Es hora de la prueba y de la persecución. Cathelineau multiplica los peregrinajes a Notre Dame de Charité, a Saint-Laurent de la Plaine y a Notre Dame de Bon Secours en Bellefontaine. De noche, con la cruz procesional por delante, los parroquianos suplican a la Virgen conservar la fe Católica: “Confío, SantaVirgen, en vuestro socorro”. Un amigo suyo, Cantiteau, da su testimonio: “Casi siempre sólo él era el guía, el conductor de centenares de personas que lo seguían. Ya sostenido – como parece – por algo más que humano, recorría hacia atrás y hacia delante, por quince o dieciocho veces, tres leguas, cantando y haciendo de este modo el viaje”. Hoy no es un sacerdote el que guía la procesión. Mañana no será un noble el que guiará la insurrección. Es Jacques Cathelineau, un laico, un simple fiel, fiel a su fe y a su conciencia delante de Dios y delante de los hombres.
De París no sólo llegan malas noticias también llegan medidas persecutorias. Cantiteau se tiene que esconder. Cathelineau le da valor: “Estése tranquilo, señor Párroco, con mi caja de mercancía llevaré de casa en casa la verdadera fe”.
El Combate por Dios
Esta fue, repentinamente, la chispa. La Convención decreta el reclutamiento en masa de los ciudadanos para cortar el camino del Oriente a la invasión extranjera, 6,022 voluntarios de Maine-et-Loire, de los cuales 701 eran sólo del distrito de Saint-Florent. Son los jóvenes del pueblo los que se sublevan. La pequeña nobleza que no había podido emigrar, buscaba hacerse la desentendida. El clero que no había podido salir y que se rehúsa a prestar juramento se esconde y trata de calmar los ánimos. La gente del pueblo cansada llega a la indignación y los jóvenes campesinos, artesanos y comerciantes se niegan a servir a un régimen que los desprecia y los persigue. Un grito unánime en todos esos pueblos sale de las casas:
“¡NO IREMOS!”.
El 12 de marzo de 1793, en Saint Florent se da la escaramuza tantas veces descrita y narrada. A partir del dia siguiente, según Jean Blon, su primo, la decisión de Cathelineau largamente madurada es tomada. El se estaba quitando de las manos la masa para el pan que estaba por cocer en el horno. La esposa se le abraza al cuello, le suplica no dejarla sola con los cinco niños menores de doce años. “Ten fe – responde – Dios por quien voy a combatir, los cuidará a ustedes”. Toma una espada, se pone un rosario al cuello, se coloca un Sagrado Corazón al pecho y parte, por la causa de Dios, seguido de veintisiete hombres sin fusiles, con un trinche, y en el corazón una fe invencible. Entre ellos no hay oficiales, ni nobles ni sacerdotes. Es el pueblo, el buen pueblo de Mauges, son laicos, buenas personas, de condición modesta, tejedores, carpinteros, albañiles, campesinos. Cathelineau hace abrir la Iglesia “Ustedes no pueden combatir, dice a los viejos, a las mujeres y a los niños – rogad por el éxito de nuestras armas”. Los hombres, que se habían cortado el cabello delante del Crucifijo, cantan el himno de La Pasión con Cathelineau, que los anima a combatir por el Rey ciertamente, pero se trata de Cristo Rey.
Vexilla regis prodeunt
Fulget Vía mysterium
Qua vita morten pertulit
Et morte vita protulit
Avanzan los estandartes del Rey
Brilla el misterio de la Cruz
Sobre la cual la vida ha soportado la muerte
Y con su muerte da la vida.
Y así se dará, bajo el estandarte del Rey del Cielo, la victoria de estos jóvenes campesinos inexpertos y la derrota de los republicanos, vencidos de los irresistibles golpes del jefe mas prestigiado y más popular de la guerra de La Vendeé, conducida por hombre y de jefes entre los dieciocho y los treinta y cuatro años. Cathelineau se merecerá el título de “Santo de Anjou”.
El Soldado de Dios
Cathelineau se persigna y se lanza. Lo siguen todos. La guerra de La Vendeé comienza. Una increíble y victoriosa epopeya que lleva a estos hijos de Dios, desde Jallais a Chemillé y vuela de victoria en victoria desde Cholet a Saumur y a Nantes, donde el 29 de junio de 1793 un golpe mortal pega en el pecho del general. Llevado a Saint Florent, muere el 14 de julio.
“El buen Cathelineau – anuncia su primo Jean Blon – ha entregado su alma a Dios, que se la había dado para reivindicar su gloria”.
Napoleón que era un experto en hombres y soldados, escribirá en sus Memorias: “Cathelineau había recibido de la naturaleza las principales cualidades de un jefe militar: la inspiración de no dejar jamás descansar ni a los vencedores ni a los vencidos. Nada habría podido parar la marcha de los ejércitos Realistas. La bandera blanca habría ondeando sobre las torres de Notre Dame antes de que fuese posible que los ejércitos de Reno corrieran en ayuda de su gobierno”.
(De la Revista italiana Cristianità)
"¡Amigos míos, si avanzo, seguidme, si me repliego, matadme y si me matan, vengadme!" - Henri du Vergier, Conde de La Rochejacquelein, General mas joven del Ejército Católico y Monárquico de La Vendée.
Última edición por Reke_Ride; 21/01/2009 a las 18:23
"De ciertas empresas podría decirse que es mejor emprenderlas que rechazarlas, aunque el fin se anuncie sombrío"
San Luis
Rey de Francia
Año 1270
Quiera Dios enviarnos muchos gobernantes tan santos
y tan caritativos y buenos católicos,
como San Luis rey de Francia. San Luis fue un hombre excepcional dotado por Dios de una gran sabiduría para gobernar, una enorme bondad que le atraía las simpatías de la gente, y una generosidad inmensa para ayudar a los necesitados, unido todo esto a una profundísima piedad que lo llevó a ser un verdadero santo.
Una madre ejemplar. Tuvo la dicha San Luis de tener por madre a una mujer admirable, Blanca de Castilla, que se preocupó por hacer de él un cristiano fervoroso y un gobernante intachable. Esta mujer formidable le repetía a su hijo: "Te amo muchísimo, pero preferiría mil veces verte muerto antes que saber que has cometido un pecado mortal".
Era un hijo del rey Luis VIII de Francia, y nació en 1214. Toda su vida sintió una gran veneración por la Iglesita donde fue bautizado y allá iba cada año a darle gracias a Dios por haberle permitido ser cristiano.
Una vez preguntó a un empleado qué preferiría, si cometer un pecado mortal o volverse leproso. El otro le respondió que preferiría el pecado. San Luis lo corrigió diciéndole: "No, no hay desgracia ni enfermedad mayor ni más horrorosa que cometer un pecado grave".
A los 12 años quedó huérfano de padre, y su madre Blanca asumió el mando del país mientras el hijo llegaba a mayoría de edad. Al cumplir sus 21 años fue coronado como rey, con el nombre de Luis IX.
Buen guerrero pero generoso. San Luis fue siempre un guerrero hábil, inteligente y valeroso, pero supremamente generoso con los vencidos. Cuando él subió al trono muchos condes y marqueses, imaginándose que sería un joven débil y sin ánimos para hacerse respetar, se declararon en rebelión contra él. Luis organizó muy bien su ejército y los fue derrotando uno por uno. El rey de Inglaterra invadió a Francia, y Luis con su ejército lo derrotó y los expulsó del país. Pero estaba siempre dispuesto a pactar la paz con sus enemigos tan pronto como ellos lo deseaban. Decía que sólo hacía la guerra por defender la patria, pero nunca por atacar a los demás.
Amigo de la religión. Pocos gobernantes en la historia han sido tan amigos de la religión católica como el rey San Luis. Le agradaba mucho ir a los conventos a rezar con los religiosos y asistir con ellos a las ceremonias religiosas. Alguien le dijo que había gente que le criticaba por ser tan piadoso y asistir a tantas reuniones donde se rezaba, y él le respondió: "De eso no me avergüenzo ni me avergonzaré jamás. Y esté seguro de que si en vez de ir a esas reuniones a orar, me fuera a otras reuniones a beber, bailar y parrandear, entonces sí que esas gentes no dirían nada. Prefiero que me alabe mi Dios aunque la gente me critique, porque por El vivo y para El trabajo, y de El lo espero todo".
Padre y esposo. A los 19 años contrajo matrimonio con Margarita, una mujer virtuosa que fue durante toda su vida su más fiel compañera y colaboradora. Su matrimonio fue verdaderamente feliz. Tuvo cinco hijos y seis hijas. Sus descendientes fueron reyes de Francia mientras ese país tuvo monarquía, o sea hasta el año 1793 (por siete siglos) hasta que fue muerto el rey Luis XVI, al cual el sacerdote que lo acompañaba le dijo antes de morir: "Hijo de San Luis, ya puedes partir para la eternidad". A sus hijos los educó con los más esmerados cuidados, tratando de que lo que más les preocupara siempre, fuera el tratar de no ofender a Dios.
Sus leyes especiales. San Luis se propuso disminuir en su país la nefasta costumbre de maldecir, y mandaba dar muy fuertes castigos a quienes sorprendían maldiciendo delante de los demás. En esto era sumamente severo y fue logrando que las gentes no escandalizaran con sus palabras maldicientes.
Otra ley que dio fue la prohibición de cobrar intereses demasiado altos por el dinero que se prestaba. En ese tiempo existían muchos usureros (especialmente judíos) que prestaban dinero al cinco o seis por ciento mensual y arruinaban a miles de personas. San Luis prohibió la usura (que consiste en cobrar intereses exagerados) y a quienes sorprendían aprovechándose de los pobres en esto, les hacía devolver todo lo que les habían quitado. Un rico millonario mandó matar a tres niños porque entraban a sus fincas a cazar conejos. El rey San Luis hizo que el rico le quitaran sus haciendas y las repartieran entre la gente pobre.
La gran cruzada. Sabiendo que era un hombre extraordinariamente piadoso, le hicieron llegar desde Constantinopla la Corona de Espinas de Jesús, y él entusiasmado le mandó construir una lujosa capilla para venerarla. Y al saber que la Tierra Santa donde nació y murió Jesucristo, era muy atacada por los mahometanos, dispuso organizar un ejército de creyentes para ir a defender el País de Jesús. Esto lo hacía como acción de gracias por haberlo librado Dios de una gran enfermedad.
Organizó una buena armada y en 1247 partió para Egipto, donde estaba el fuerte de los mahometanos. Allí combatió heroicamente contra los enemigos de nuestra religión y los derrotó y se apoderó de la ciudad de Damieta. Entró a la ciudad, no con el orgullo de un triunfador, sino a pie y humildemente. Y prohibió a sus soldados que robaran o que mataran a la gente pacífica.
La hora del dolor y de la derrota. Pero sucedió que el ejército del rey San Luis fue atacado por la terrible epidemia de tifo negro y de disentería y que murieron muchísimos. Y el mismo rey cayó gravemente enfermo con altísima fiebre. Entonces los enemigos aprovecharon la ocasión y atacaron y lograron tomar prisionero al santo monarca. En la prisión tuvo que sufrir muchas humillaciones e incomodidades, pero cada día rezaba los salmos que rezan los sacerdotes diariamente.
Rescate costoso. Los mahometanos le exigieron como rescate un millón de monedas de oro y entregar la ciudad de Damieta para liberarlo a él y dejar libre a sus soldados. La reina logró conseguir el millón de monedas de oro, y les fue devuelta la ciudad de Damieta. Pero los enemigos solamente dejaron libres al rey y a algunos de sus soldados. A los enfermos y a los heridos los mataron, porque la venganza de los musulmanes ha sido siempre tremenda y sanguinaria.
El rey aprovechó para irse a Tierra Santa y tratar de ayudar a aquel país de las mejores maneras que le fue posible. El ha sido uno de los mejores benefactores que ha tenido el país de Jesús. A los 4 años, al saber la muerte de su madre, volvió a Francia.
Obras de caridad admirables. En su tiempo fue fundada en París la famosísima Universidad de La Sorbona, y el santo rey la apoyó lo más que pudo. El mismo hizo construir un hospital para ciegos, que llegó a albergar 300 enfermos. Cada día invitaba a almorzar a su mesa a 12 mendigos o gente muy pobre. Cada día mandaba repartir en las puestas de su palacio, mercados y ropas a centenares de pobres que llegaban a suplicar ayuda. Tenía una lista de gentes muy pobres pero que les daba vergüenza pedir (pobres vergonzantes) y les mandaba ayudas secretamente, sin que los demás se dieran cuenta. Buscaba por todos los medios que se evitaran las peleas y las luchas entre cristianos. Siempre estaba dispuesto a hacer de mediador entre los contendientes para arreglar todo a las buenas.
Agonía en plena guerra. Sentía un enorme deseo de lograr que los países árabes se volvieran católicos. Por eso fue con su ejército a la nación de Túnez a tratar de lograr que esas gentes se convirtieran a nuestra santa religión. Pero allá lo sorprendió su última enfermedad, un tifo negro, que en ese tiempo era mortal
Su testamento. Dictó entonces su testamento que dice: "Es necesario evitar siempre todo pecado grave, y estar dispuesto a sufrir cualquier otro mal, antes que cometer un pecado mortal. Lo más importante de la vida es amar a Dios con todo el corazón. Cuando llegan las penas y los sufrimientos hay que ofrecer todo por amor a Dios y en pago de nuestros pecados. Y en las horas de éxitos y de prosperidad dar gracias al Señor y no dedicarse a la vanagloria del desperdicio. En el templo hay que comportarse con supremo respeto. Con los pobres y afligidos hay que ser en extremo generosos. Debemos dar gracias a Dios por sus beneficios, y así nos concederá muchos favores más. Con la Santa Iglesia Católica seamos siempre hijos fieles y respetuosos". Estos consejos dichos por todo un rey, son dignos de admiración.
Santa muerte. El 24 de agosto del año 1270 sintió que se iba a morir y pidió los santos sacramentos. De vez en cuando repetía: "Señor, estoy contento, porque iré a tu casa del cielo a adorarte y amarte para siempre". El 25 de agosto a las tres de la tarde, exclamó: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", y murió santamente.
El Sumo Pontífice lo declaró santo en el año 1297.
"El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros".
http://fidesibera.blogspot.com/
Un gran Rey.
Llevamos 3, y los 3 son franceses (con razón se decía antaño, "Francia, hija primogénita de la Iglesia": buenos frutos ha dado)
"De ciertas empresas podría decirse que es mejor emprenderlas que rechazarlas, aunque el fin se anuncie sombrío"
Y ya que está San Luis, no podía faltar San Fernando.
SAN FERNANDO III DE CASTILLA Y LEÓN(† 1252)
San Fernando (1198?-1252) es, sin hipérbole, el español más ilustre de uno de los siglos cenitales de la historia humana, el XIII, y una de las figuras máximas de España; quizá con Isabel la Católica la más completa de toda nuestra historia política. Es uno de esos modelos humanos que conjugan en alto grado la piedad, la prudencia y el heroísmo; uno de los injertos más felices, por así decirlo, de los dones y virtudes sobrenaturales en los dones y virtudes humanos.
A diferencia de su primo carnal San Luis IX de Francia, Fernando III no conoció la derrota ni casi el fracaso. Triunfó en todas las empresas interiores y exteriores. Dios les llevó a los dos parientes a la santidad por opuestos caminos humanos; a uno bajo el signo del triunfo terreno y a otro bajo el de la desventura y el fracaso.
Fernando III unió definitivamente las coronas de Castilla y León. Reconquistó casi toda Andalucía y Murcia. Los asedios de Córdoba, Jaén y Sevilla y el asalto de muchas otras plazas menores tuvieron grandeza épica. El rey moro de Granada se hizo vasallo suyo. Una primera expedición castellana entró en Africa, y nuestro rey murió cuando planeaba el paso definitivo del Estrecho. Emprendió la construcción de nuestras mejores catedrales (Burgos y Toledo ciertamente; quizá León, que se empezó en su reinado). Apaciguó sus Estados y administró justicia ejemplar en ellos. Fue tolerante con los judíos y riguroso con los apóstatas y falsos conversos. Impulsó la ciencia y consolidó las nacientes universidades. Creó la marina de guerra de Castilla. Protegió a las nacientes Ordenes mendicantes de franciscanos y dominicos y se cuidó de la honestidad y piedad de sus soldados. Preparó la codificación de nuestro derecho e instauró el idioma castellano como lengua oficial de las leyes y documentos públicos, en sustitución del latín.
Parece cada vez más claro históricamente que el florecimiento jurídico, literario y hasta musical de la corte de Alfonso X el Sabio es fruto de la de su padre. Pobló y colonizó concienzudamente los territorios conquistados. Instituyó en germen los futuros Consejos del reino al designar un colegio de doce varones doctos y prudentes que le asesoraran; mas prescindió de validos. Guardó rigurosamente los pactos y palabras convenidos con sus adversarios los caudillos moros, aún frente a razones posteriores de conveniencia política nacional; en tal sentido es la antítesis caballeresca del "príncipe" de Maquiavelo. Fue, como veremos, hábil diplomático a la vez que incansable impulsor de la Reconquista. Sólo amó la guerra bajo razón de cruzada cristiana y de legítima reconquista nacional, y cumplió su firme resolución de jamás cruzar las armas con otros príncipes cristianos, agotando en ello la paciencia, la negociación y el compromiso. En la cumbre de la autoridad y del prestigio atendió de manera constante, con ternura filial, reiteradamente expresada en los diplomas oficiales, los sabios consejos de su madre excepcional, doña Berenguela. Dominó a los señores levantiscos; perdonó benignamente a los nobles que vencidos se le sometieron y honró con largueza a los fieles caudillos de sus campañas. Engrandeció el culto y la vida monástica, pero exigió la debida cooperación económica de las manos muertas eclesiásticas y feudales. Robusteció la vida municipal y redujo al límite las contribuciones económicas que necesitaban sus empresas de guerra. En tiempos de costumbres licenciosas y de desafueros dio altísimo ejemplo de pureza de vida y sacrificio personal, ganando ante sus hijos, prelados, nobles y pueblo fama unánime de santo.
Como gobernante fue a la vez severo y benigno, enérgico y humilde, audaz y paciente, gentil en gracias cortesanas y puro de corazón. Encarnó, pues, con su primo San Luis IX de Francia, el dechado caballeresco de su época.
Su muerte, según testimonios coetáneos, hizo que hombres y mujeres rompieran a llorar en las calles, comenzando por los guerreros.
Más aún. Sabemos que arrebató el corazón de sus mismos enemigos, hasta el extremo inconcebible de lograr que algunos príncipes y reyes moros abrazaran por su ejemplo la fe cristiana. "Nada parecido hemos leído de reyes anteriores", dice la crónica contemporánea del Tudense hablando de la honestidad de sus costumbres. "Era un hombre dulce, con sentido político", confiesa Al Himyari, historiador musulmán adversario suyo. A sus exequias asistió el rey moro de Granada con cien nobles que portaban antorchas encendidas. Su nieto don Juan Manuel le designaba ya en el En-xemplo XLI "el santo et bienaventurado rey Don Fernando".
Más que el consorcio de un rey y un santo en una misma persona, Fernando III fue un santo rey; es decir, un seglar, un hombre de su siglo, que alcanzó la santidad santificando su oficio.
Fue mortificado y penitente, como todos los santos, pero su gran proceso de santidad lo está escribiendo, al margen de toda finalidad de panegírico, la más fría crítica histórica: es el relato documental, en crónicas y datos sueltos de diplomas, de una vida tan entregada al servicio de su pueblo por amor de Dios, y con tal diligencia, constancia y sacrificio, que pasma. San Fernando roba por ello el alma de todos los historiadores, desde sus contemporáneos e inmediatos hasta los actuales. Físicamente, murió a causa de las largas penalidades que hubo de imponerse para dirigir al frente de todo su reino una tarea que, mirada en conjunto, sobrecoge. Quizá sea ésta una de las formas de martirio más gratas a los ojos de Dios.
Vemos, pues, alcanzar la santidad a un hombre que se casó dos veces, que tuvo trece hijos, que, además de férreo conquistador y justiciero gobernante, era deportista, cortesano gentil, trovador y músico. Más aún: por misteriosa providencia de Dios veneramos en los altares al hijo ilegítimo de un matrimonio real incestuoso, que fue anulado por el gran pontífice Inocencio III: el de Alfonso IX de León con su sobrina doña Berenguela, hija de Alfonso VIII, el de las Navas.
Fernando III tuvo siete hijos varones y una hija de su primer matrimonio con Beatriz de Suabia, princesa alemana que los cronistas describen como "buenísima, bella, juiciosa y modesta" (optima, pulchra, sapiens et pudica), nieta del gran emperador cruzado Federico Barbarroja, y luego, sin problema político de sucesión familiar, vuelve a casarse con la francesa Juana de Ponthieu, de la que tuvo otros cinco hijos. En medio de una sociedad palaciega muy relajada su madre doña Berenguela le aconsejó un pronto matrimonio, a los veinte años de edad, y luego le sugirió el segundo. Se confió la elección de la segunda mujer a doña Blanca de Castilla, madre de San Luis.
Sería conjetura poco discreta ponerse a pensar si, de no haber nacido para rey (pues por heredero le juraron ya las Cortes de León cuando tenía sólo diez años, dos después de la separación de sus padres), habría abrazado el estado eclesiástico. La vocación viene de Dios y Él le quiso lo que luego fue. Le quiso rey santo. San Fernando es un ejemplo altísimo, de los más ejemplares en la historia, de santidad seglar.
Santo seglar lleno además de atractivos humanos. No fue un monje en palacio, sino galán y gentil caballero. El puntual retrato que de él nos hacen la Crónica general y el Septenario es encantador. Es el testimonio veraz de su hijo mayor, que le había tratado en la intimidad del hogar y de la corte.
San Fernando era lo que hoy llamaríamos un deportista: jinete elegante, diestro en los juegos de a caballo y buen cazador. Buen jugador a las damas y el ajedrez, y de los juegos de salón.
Amaba la buena música y era buen cantor. Todo esto es delicioso como soporte cultural humano de un rey guerrero, asceta y santo. Investigaciones modernas de Higinio Anglés parecen demostrar que la música rayaba en la corte de Fernando III a una altura igual o mayor que en la parisiense de su primo San Luis, tan alabada. De un hijo de nuestro rey, el infante don Sancho, sabemos que tuvo excelente voz, educada, como podemos suponer, en el hogar paterno.
Era amigo de trovadores y se le atribuyen algunas cantigas, especialmente una a la Santísima Virgen. Es la afición poética, cultivada en el hogar, que heredó su hijo Alfonso X el Sabio, quien nos dice: "todas estas vertudes, et gracias, et bondades puso Dios en el Rey Fernando".
Sabemos que unía a estas gentilezas elegancia de porte mesura en el andar y el hablar, apostura en el cabalgar dotes de conversación y una risueña amenidad en los ratos que concedía al esparcimiento. Las Crónicas nos lo configuran, pues, en lo humano como un gran señor europeo. El naciente arte gótico le debe en España, ya lo dijimos, sus mejores catedrales.
A un género superior de elegancia pertenece la menuda noticia que incidentalmente, como detalle psicológico inestimable, debemos a su hijo: al tropezarse en los caminos, yendo a caballo, con gente de a pie torcía Fernando III por el campo, para que el polvo no molestara a los caminantes ni cegara a las acémilas. Esta escena del séquito real trotando por los polvorientos caminos castellanos y saliéndose a los barbechos detrás de su rey cuando tropezaba con campesinos la podemos imaginar con gozoso deleite del alma. Es una de las más exquisitas gentilezas imaginables en un rey elegante y caritativo. No siempre observamos hoy algo parecido en la conducta de los automovilistas con los peatones. Años después ese mismo rey, meditando un Jueves Santo la pasión de Jesucristo, pidió un barreño y una toalla y echóse a lavar los pies a doce de sus súbditos pobres, iniciando así una costumbre de la corte de Castilla que ha durado hasta nuestro siglo.
Hombre de su tiempo, sintió profundamente el ideal caballeresco, síntesis medieval, y por ello profundamente europea, de virtudes cristianas y de virtudes civiles. Tres días antes de su boda, el 27 de noviembre de 1219, después de velar una noche las armas en el monasterio de las Huelgas, de Burgos, se armó por su propia mano caballero, ciñéndose la espada que tantas fatigas y gloria le había de dar. Sólo Dios sabe lo que aquel novicio caballero oró y meditó en noche tan memorable, cuando se preparaba al matrimonio con un género de profesión o estado que tantos prosaicos hombres modernos desdeñan sin haberlo entendido. Años después había de armar también caballeros por sí mismo a sus hijos, quizá en las campañas del sur. Mas sabemos que se negó a hacerlo con alguno de los nobles más poderosos de su reino, al que consideraba indigno de tan estrecha investidura.
Deportista, palaciano, músico, poeta, gran señor, caballero profeso. Vamos subiendo los peldaños que nos configuran, dentro de una escala de valores humanos, a un ejemplar cristiano medieval.
De su reinado queda la fama de sus conquistas, que le acreditan de caudillo intrépido, constante y sagaz en el arte de la guerra. En tal aspecto sólo se le puede parangonar su consuegro Jaime el Conquistador. Los asedios de las grandes plazas iban preparados por incursiones o “cabalgadas" de castigo, con fuerzas ágiles y escogidas que vivían sobre el país. Dominó el arte de sorprender y desconcertar. Aprovechaba todas las coyunturas políticas de disensión en el adversario. Organizaba con estudio las grandes campañas. Procuraba arrastrar más a los suyos por la persuasión, el ejemplo personal y los beneficios futuros que por la fuerza. Cumplidos los plazos, dejaba retirarse a los que se fatigaban.
Esta es su faceta histórica más conocida. No lo es tanto su acción como gobernante, que la historia va reconstruyendo: sus relaciones con la Santa Sede, los prelados, los nobles, los municipios, las recién fundadas universidades; su administración de justicia, su dura represión de las herejías, sus ejemplares relaciones con los otros reyes de España, su administración económica, la colonización y ordenamientos de las ciudades conquistadas, su impulso a la codificación y reforma del derecho español, su protección al arte. Esa es la segunda dimensión de un reinado verdaderamente ejemplar, sólo parangonable al de Isabel la Católica, aunque menos conocido.
Mas hay una tercera, que algún ilustre historiador moderno ha empezado a desvelar y cuyo aroma es seductor. Me refiero a la prudencia y caballerosidad con sus adversarios los reyes musulmanes. "San Fernando —dice Ballesteros Beretta en un breve estudio monográfico— practica desde el comienzo una política de lealtad”. Su obra "es el cumplimiento de una política sabiamente dirigida con meditado proceder y lealtad sin par”. Lo subraya en su puntual biografía el padre Retana.
Sintiéndose con derecho a la reconquista patria, respeta al que se le declara vasallo. Vencido el adversario de su aliado moro, no se vuelve contra éste. Guarda las treguas y los pactos. Quizá en su corazón quiso también ganarles con esta conducta para la fe cristiana. Se presume vehementemente que alguno de sus aliados la abrazó en secreto. El rey de Baeza le entrega en rehén a un hijo, y éste, convertido al cristianismo y bajo el título castellano de infante Fernando Abdelmón (con el mismo nombre cristiano de pila del rey), es luego uno de los pobladores de Sevilla. ¿No sería quizá San Fernando su padrino de bautismo? Gracias a sus negociaciones con el emir de los benimerines en Marruecos el papa Alejandro IV pudo enviar un legado al sultán. Con varios San Fernandos, hoy tendría el Africa una faz distinta.
Al coronar su cruzada, enfermo ya de muerte, se declaraba a sí mismo en el fuero de Sevilla caballero de Cristo, siervo de Santa María, alférez de Santiago. Iban envueltas esas palabras en expresiones de adoración y gratitud a Dios, para edificación de su pueblo. Ya los papas Gregorio IX e Inocencio IV le habían proclamado "atleta de Cristo” y "campeón invicto de Jesucristo". Aludían a sus resonantes victorias bélicas como cruzado de la cristiandad y al espíritu que las animaba.
Como rey, San Fernando es una figura que ha robado por igual el alma del pueblo y la de los historiadores. De él se puede asegurar con toda verdad —se aventura a decir el mesurado Feijoo— que en otra nación alguna non est inventus similis illi.
Efectivamente, parece puesto en la historia para tonificar el espíritu colectivo de los españoles en cualquier momento de depresión espiritual.
Le sabemos austero y penitente. Mas, pensando bien, ¿qué austeridad comparable a la constante entrega de su vida al servicio de la Iglesia y de su pueblo por amor de Dios?
Cuando, guardando luto en Benavente por la muerte de su mujer, doña Beatriz, supo mientras comía el novelesco asalto nocturno de un puñado de sus caballeros a la Ajarquía o arrabal de Córdoba, levantóse de la mesa, mandó ensillar el caballo y se puso en camino, esperando, como sucedió, que sus caballeros y las mesnadas le seguirían viéndole ir delante. Se entusiasmó, dice la Crónica latina: “ irruit... Domini Spiritus in rege". Veían los suyos que todas sus decisiones iban animadas por una caridad santa. Parece que no dejó el campamento para asistir a la boda de su hijo heredero ni al conocer la muerte de su madre.
Diligencia significa literalmente amor, y negligencia desamor. El que no es diligente es que no ama en obras, o, de otro modo, que no ama de verdad. La diligencia, en último término, es la caridad operante. Este quizá sea el mayor ejemplo moral de San Fernando. Y, por ello, ninguno de los elogios que debemos a su hijo, Alfonso X el Sabio, sea en el fondo tan elocuente como éste: “no conoció el vicio ni el ocio”.
Esa diligencia estaba alimentada por su espíritu de oración. Retenido enfermo en Toledo, velaba de noche para implorar la ayuda de Dios sobre su pueblo. "Si yo no velo —replicaba a los que le pedían descansase— ¿cómo podréis vosotros dormir tranquilos?" Y su piedad, como la de todos los santos, mostrábase en su especial devoción al Santísimo Sacramento y a la Virgen María.
A imitación de los caballeros de su tiempo, que llevaban una reliquia de su dama consigo, San Fernando portaba, asida por una anilla al arzón de su caballo, una imagen de marfil de Santa María, la venerable "Virgen de las Batallas" que se guarda en Sevilla. En campana rezaba el oficio parvo mariano, antecedente medieval del santo rosario. A la imagen patrona de su ejército le levantó una capilla estable en el campamento durante el asedio de Sevilla; es la “Virgen de los Reyes", que preside hoy una espléndida capilla en la catedral sevillana, Renunciando a entrar como vencedor en la capital de Andalucía, le cedió a esa imagen el honor de presidir el cortejo triunfal. A Fernando III le debe, pues, inicialmente Andalucía su devoción mariana. Florida y regalada herencia.
La muerte de San Fernando es una de las más conmovedoras de nuestra Historia. Sobre un montón de ceniza, con una soga al cuello, pidiendo perdón a todos los presentes, dando sabios consejos a su hijo y sus deudos, con la candela encendida en las manos y en éxtasis de dulces plegarias. Con razón dice Menéndez Pelayo: "El tránsito de San Fernando oscureció y dejó pequeñas todas las grandezas de su vida". Y añade: "Tal fue la vida exterior del más grande de los reyes de Castilla: de la vida interior ¿quién podría hablar dignamente sino los ángeles, que fueron testigos de sus espirituales coloquios y de aquellos éxtasis y arrobos que tantas veces precedieron y anunciaron sus victorias?"
San Fernando quiso que no se le hiciera estatua yacente; pero en su sepulcro grabaron en latín, castellano, árabe y hebreo este epitafio impresionante:
"Aquí yace el Rey muy honrado Don Fernando, señor de Castiella é de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia é de Jaén, el que conquistó toda España, el más leal, é el más verdadero, é el más franco, é el más esforzado, é el más apuesto, é el más granado, é el más sofrido, é el más omildoso, é el que más temie a Dios, é el que más le facía servicio, é el que quebrantó é destruyó á todos sus enemigos, é el que alzó y ondró á todos sus amigos, é conquistó la Cibdad de Sevilla, que es cabeza de toda España, é passos hí en el postrimero día de Mayo, en la era de mil et CC et noventa años."
Que San Fernando sea perpetuo modelo de gobernantes e interceda por que el nombre de Jesucristo sea siempre debidamente santificado en nuestra Patria.
JOSÉ Mª. SÁNCHEZ DE MUNIÁIN
Pongo una dirección de una página web,que está muy bien y que habla de una Orden a la que admiro: La Orden de Malta
http://www.blasoneshispanos.com/Orde...ta/OmMalta.htm
¡Por España Siempre!
Esteban de Hungría, SantoRey de Hungría
Martirologio Romano: San Esteban, rey de Hungría, que, regenerado por el bautismo y habiendo recibido la corona real de manos del papa Silvestre II, veló por la propagación de la fe de Cristo entre los húngaros y puso en orden la Iglesia en su reino, dotándola de bienes y monasterios. Justo y pacífico en el gobierno de sus súbditos, murió en Alba Real (Székesfehérvár), en Hungría, el día de la Asunción, entrando su alma en el cielo (1038).
Etimología: Esteban = coronado (estebo= corona). viene del griego
Este santo tiene el honor de haber convertido al catolicismo al reino de Hungría.
Fue bautizado por San Adalberto y tuvo la suerte de casarse con Gisela, la hermana de San Enrique de Alemania, la cual influyó mucho en su vida.
Valiente guerrero y muy buen organizador, logró derrotar en fuertes batallas a todos los que se querían oponer a que él gobernara la nación, como le correspondía, pues era el hijo del mandatario anterior.
Cuando ya hubo derrotado a todos aquellos que se habían opuesto a él cuando quiso propagar la religión católica por todo el país y acabar la idolatría y las falsas religiones, y había organizado la nación en varios obispados, envió al obispo principal, San Astrik, a Roma a obtener del Papa Silvestre II la aprobación para los obispados y que le concediera el título de rey. El sumo Pontífice se alegró mucho ante tantas buenas noticias y le envío una corona de oro, nombrándolo rey de Hungría. Y así en el año 1000 fue coronado solemnemente por el enviado del Papa como primer rey de aquel país.
El cariño del rey Esteban por la religión católica era inmenso; a los obispos y sacerdotes los trataba con extremo respeto y hacía que sus súbditos lo imitaran en demostrarles gran veneración. Su devoción por la Virgen Santísima era extraordinaria. Levantaba templos en su honor y la invocaba en todos sus momentos difíciles. Fundaba conventos y los dotaba de todo lo necesario. Ordenó que cada 10 pueblos debían construir un templo, y a cada Iglesia se encargaba de dotarla de ornamentos, libros, cálices y demás objetos necesarios para mantener el personal de religiosos allá. Lo mismo hizo en Roma.
La cantidad de limosnas que este santo rey repartía era tan extraordinaria, que la gente exclamaba: "¡Ahora sí se van a acabar los pobres!". El personalmente atendía con gran bondad a todas las gentes que llegaban a hablarle o a pedirle favores, pero prefería siempre a los más pobres, diciendo: "Ellos representan mejor a Jesucristo, a quien yo quiero atender de manera especial".
Para conocer mejor la terrible situación de los más necesitados, se disfrazaba de sencillo albañil y salía de noche por las calles a repartir ayudas. Y una noche al encontrarse con un enorme grupo de menesterosos empezó a repartirles las monedas que llevaba. Estos, incapaces de aguardar a que les llegara a cada quien un turno para recibir, se le lanzaron encima, quitándole todo y lo molieron a palos. Cuando se hubieron alejado, el santo se arrodilló y dio gracias a Dios por haberle permitido ofrecer aquel sacrificio. Cuando narró esto en el palacio, sus empleados celebraron aquella aventura, pero le aconsejaron que debía andar con más prudencia para evitar peligros. El les dijo: " Una cosa sí me he propuesto: no negar jamás una ayuda o un favor. Si en mí existe la capacidad de hacerlo".
A su hijo lo educó con todo esmero y para él dejó escritos unos bellos consejos, recomendándole huir de toda impureza y del orgullo. Ser paciente, muy generoso con los pobres y en extremo respetuoso con la santa Iglesia Católica.
La gente al ver su modo tan admirable de practicar la religión exclamaba: " El rey Esteban convierte más personas con buenos ejemplos, que con sus leyes o palabras".
Dios, para poderlo hacer llegar a mayor santidad, permitió que en sus últimos años Esteban tuviera que sufrir muchos padecimientos. Y uno de ellos fue que su hijo en quien él tenía puestas todas sus esperanzas y al cual había formado muy bien, muriera en una cacería, quedando el santo rey sin sucesor. El exclamó al saber tan infausta noticia: "El Señor me lo dio, el Señor me los quitó. Bendito sea Dios". Pero esto fue para su corazón una pena inmensa.
Los últimos años de su vida tuvo que padecer muy dolorosas enfermedades que lo fueron purificando y santificando cada vez más.
El 15 de agosto del año 1038, día de la Asunción, fiesta muy querida por él, expiró santamente. Desde entonces la nación Húngara siempre ha sido muy católica. A los 45 años de muerto, el Sumo Pontífice permitió que lo invocaran como santo y en su sepulcro se obraron admirables milagros.
Que nuestro Dios Todopoderoso nos envíe en todo el mundo muchos gobernantes que sepan ser tan buenos católicos y tan generosos con los necesitados como lo fue el santo rey Esteban.
http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=559
Nuno de Santa Maria Álvares Pereira, BeatoCarmelita, 1 Noviembre Nuño de Santa Maria Alvares Pereira, BeatoFundador de la casa de Braganza, nació en Sernache de Bomjardím, Portugal, el 24.6.1360 del noble caballero D. Alvaro, Gran Prior de los Caballeros de San Juan de Jerusalén.
A los trece años entró a formar parte de la familia real. Quería ser célibe, pero, por obedecer a su padre, contrajo matrimonio en 1376 y tuvo tres hijos. Luchó denodadamente por los derechos de su patria, por la que es consiaerado "héroe nacional".
Este héroe portugués y carmelita fue el elegido por la providencia para liberar a su patria y conseguir su independencia.
Elegido también para que fuera su ejemplo y voluntad quien opusiera un dique a la desenfrena~a licencia de costumbres de aquellos tiempos.
Quien con su vida mortificada y austera condenara la molicie de la nobleza.
Quien con su profunda humildad reprobara el dominio de la altivez y soberbia.
Quien con su caridad hacia los pobres solventara los pavorosos problemas sociales que aquejaban al país.
El pueblo portugués, ya en vida, le llamaba "el santo Condestable", porque había comprendido que en el guerrero y en el heroico capitán se escondía el santo.
Su esposa murió en 1387 y él continuó ocupándose de la defensa de su patria.
El 1423, mandó construir un grandioso templo que confió a los carmelitas.
Ingresó en la Orden del Carmen, atraído especialmente por el culto que los carmelitas daban a la Virgen María y por lo bien que realizaban la liturgia.
Fue para todos los religiosos un perfecto modelo de observancia y de todas las virtudes.
Pasaba largas horas ante el Santísimo Sacramento, rezaba todos los días el oficio divino y asistía a cuantas misas podía.
Su última enfermedad fue breve y se vio rodeado del rey y de todos los magnates del reino, a quienes dirigió muy sentidas y edificantes palabras.
Murió el 1.4.1431.
Luego de su muerte recibía culto público, pero el Papa Urbano VIII (1623-1644), mediante una serie de decretos y disposiciones, quiso impedir abusos en la veneración de ciertos siervos de Dios que murieron con fama de santidad pero que no habían sido beatificados o canonizados por la Santa Sede. Al mismo tiempo ordenaba cómo debían tratarse las causas de canonización, además de prohibir que se continuase dando culto a aquellos que no había sido beatificados ni canonizados por la Santa Sede.
A finales del siglo XIX se introdujo la solicitud para la beatificación de Nuño de Santa Maria a fin de poder continuar con la práctica del culto al Santo Condestable. Se cumplieron todas las formalidades requeridas y el 15 de enero 1918, en sesión plenaria de los miembros de la Congregación de Ritos, se aprobaba , por aclamación unánime, el reconocimiento del culto al Beato Nuño de Santa María Alvares Pereira. El Santo Padre Benedicto XV, el día 23 del mismo mes, ratificaba la sentencia de la Congregación con el decreto Clementissimus Deus.
El día 13 de julio de 2003 fue abierto el proceso sobre la actualidad de la fama de santidad y del culto al Beato Nuño para la canonización. Dicho proceso se concluyó el día 3 de abril de 2004.
Mientras se está elaborando la Positio o Ponencia de dicho proceso, se ha hecho el proceso sobre una curación científicamente inexplicable quoad modum, atribuida a la intercesión del Beato Nuño como un presunto milagro. Dios quiera que el juicio de los expertos sea favorable y, aunque se haya de esperar el tiempo necesario para los trabajos, estudios y revisiones pertinentes, se llegue al reconocimiento de parte del Santo Padre y conceda la canonización.
Su espiritualidad
Según refieren sus biógrafos, sus costumbres fueron integérrimas.
Grande y firme su fe.
Acendrada su piedad, teniendo siempre sobre todas las aspiraciones a Dios y la Patria.
Devotisimo de la Virgen María, a cuya protección, después de Dios, atribuía todas las victorias; en reconocimiento, levantó muchas iglesias, dedicadas a María.
Observaba rigurosamente todas las leyes de la Iglesia, ayunaba todos los días prescritos y a pan y agua las vigi:ias de las festividades de la Virgen.
Casto en su triple condición de célibe, de esposo y de viudo, como lo atestiguan las crónicas de su tiempo.
Valiente y leal caballero en el campo de batalla, vivió sin man cilla en una corte corrompida entre las grandezas y honores que la vida le tenía preparados.
También fue admirable su caridad con los pobres, a quienes socorría con largueza viendo en ellos la imagen de Jesucristo.
Particularmente devoto del Santísimo Sacramento, preparándose siempre a la comunión con largas oraciones.
Una vez que vistió el hábito de carmelita su penitencia fue más rigurosa y ayunaba con mayor frecuencia.
Para satisfacer sus ansias de soledad, ocupó una celdilla en el lugar más apartado, de donde salía solamente para cumplir con sus devociones y caridad con los pobres.
http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=33557
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