Re: Madrid, villa castellana

Iniciado por
jasarhez
Pues, yo tampoco lo habría expresado mejor ni con menos palabras. Uno de mis muchos defectos es extenderme demasiado (soy consciente de ello). Pero es verdad, Castilla es la columna vertebral de España, y eso lo han sabido siempre sus enemigos. Por eso la han odiado tanto... Y por eso el proceso autonómico emprendido a todas luces contra España y contra Castilla, como tu bien recuerdas, fué así de vergonzante.
No sé qué leches está pasando en este país... Parecería que nos hubiéramos vuelto todos lerdos. Le desgajan a Castilla la tierra que fué cuna de su nacimiento (me refiero naturalmente a la provincia de Santander, por si a alguien le cabe alguna duda...), le desgajan Madrid que es la capital, le desgajan Logroño, que es también tierra castellana por historia... y aquí todo el mundo cogiéndosela con papel de fumar para que no se molesten los sentimientos de algunos. Eso sí, los sentimientos de los castellanos (que son los primeros y los mejores españoles donde los haya, porque viven en una tierra que es su columna vertebral) parecen no importarle a nadie. Y luego, como si estuviéramos en una concentración en la calle Génova, se agitan muchas banderas españolas como si así se espantara a los malos espíritus. Sin querer darse cuenta de que, como tu muy bien has dicho, "la recuperación de la identidad castellana en Madrid es algo fundamental si se quiere que este país tenga alguna posibilidad de ser en un futuro". ¡Es de locos!
Nadie que diga amar a España puede dejar de desear ver nuevamente a Castilla fuerte y unida.
Nada, absolutamente nada, de todo esto tiene algo que ver con lo que yo dije. Cuando puse sobre la mesa que Madrid es una megalópolis no me estoy inventando nada, cuando dije que esa condición es lo que la ha separado de la idea unitaria que se tiene sobre Castilla, tampoco me he inventado nada. Por otro lado, el hecho de la reivindicación de Castilla tal como lo hacéis es nacionalismo, al igual que el que se ha fabricado en Cataluña. hay una diferencia enorme, inmensa, entre Madrid ciudad y Barcelona ciudad: Barcelona es la cuna y sostén del nacionalismo separatista catalán. De ella irradia esa filosofía parda que pretende desgarrar Cataluña del resto de España. Y a los catalanes que no son barceloneses, y dicho esto en sentido muy general, les importa un bledo ese independentismo. En resumen, en Barcelona anida el espíritu cicatero, aldeano, ridículo y chabacano.
Castilla estuvo abierta a la Hispanidad, a la difusión del cristianismo, pero no olvidemos que Madrid pintó poco en esa empresa. Lo que ha hecho de Madrid lo que es, no ha sido una autonomía, sino el hecho histórico de que en su suelo se estableciese la sede del gobierno, aunque éste se alternase con San Lorenzo de El Escorial, La Granja y con Aranjuez. Y esa persistencia a lo largo de esos cuatro siglos es lo que le ha dado esa característica, pero no fue el carácter y el espíritu de Castilla, nunca nacionalista.
Como dice Mefistófeles, salvo por la geografía, y ello engloba la orografía, el clima y la altura sobre el nivel del mar, lo real es que hay dos "Madrid": de una parte la que si es Castilla, como lo son la mayor parte de los pueblos de la mal llamada "Sierra de Madrid" que antaño fueron tierras segovianas, al igual que las zonas de las vegas del Alberche, Toledo cien por ciento, o las comarcas del Oeste limítrofes con Ávila, para añadir, finalmente, todas las comarcas del Sur y el Este, que son Guadalajara. Y, el otro Madrid, el correspondiente a la megalópolis que vive mirando hacia su centro de negocios, sus servicios, su posición administrativa estatal, su cinturón industrial, su turismo y su ocio.
Dice Luis de Lucena que en Londres, o sea Inglaterra, de vez en cuando se ve una bandera inglesa -hay que suponer que no la "Union Jack"-, esa que es una cruz sobre un fondo blanco con el escudo inglés en la junta de la cruz. Pues si es algo extraordinario, porque los "ingleses, ingleses, o sea, los "ingleses de Inglaterra", esos, ya no viven en Londres. Y es que geográficamente sigue estando en Inglaterra e históricamente también, pero demográficamente tiene poco de inglés.
Y en Madrid y su conurbación ha venido a suceder lo mismo. ¿Cuántos "gatos" quedan en Madrid? ¿cuánta gente que no se agrupe en la zona de las Vistillas o Plaza de Cascorro? Por cada bar en el que se puedan degustar gallinejas o beber agua de cebada, hay cien restaurantes chinos, o doscientos "burguers". Y es que los madrileños, madrileños, o sea, los madrileños de Madrid o madrileños castellanos, hace mucho tiempo que se encogieron hasta el tamaño de los actuales elfos. Y a la mayoría de los habitantes de Madrid conurbación, procedentes de mil orígenes, les tiene completamente sin cuidado "eso" de Castilla. Ellos se expresan hablando de "SU ciudad" que vive autónomamente de espaldas al resto.
Por último, lo único que puede dar cohesión de verdad es que España recupere su Tradición, su esencia y sus valores. Todo lo demás no son más que obviedades y entelequias de nuevo cuño.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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