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Tema: Vázquez de Mella: "Cataluña NO es una nación"

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    Vázquez de Mella: "Cataluña NO es una nación"

    Lo que iba de Vázquez de Mella a un moderno “nacionalista vasco” ( y también “demócrata-vaticanista”):


    Revista FUERZA NUEVA, nº 438, 9-Ago-1975


    ¿”NACIONALIDADES”? ¿QUIEREN DESCUARTIZAR ESPAÑA?

    Carlos Santamaría, vicepresidente de Justicia y Paz, miembro de la Real Academia de la lengua vasca, y muchos otros títulos que están en la memoria de los enterados, hizo en “La Vanguardia” del señor conde de Godó, el pasado 13 de junio [1975], unas declaraciones. Rotundamente, por la calle de en medio, coge y manipula la palabra “nacionalidad” con una soltura de mago...

    Después de decirnos que la palabra nación viene de nacer, lo cual no es un descubrimiento, pontifica así: “El hombre no sólo está engendrado por sus padres sino por las circunstancias y las costumbres —amén de la lengua— del lugar en que ha nacido. Y de este medio en el que ha nacido adopta la forma de hablar, los modos de hacer y hereda una determinada cultura. Y esto es la nación, en puridad”. Ya en esta pista, el sprint es velocísimo y meteórico: “Decir que Cataluña es una nacionalidad, en el
    estricto sentido de la palabra, me parece correcto. Decir que es una «minoría nacional» me parece totalmente desacertado”, define Santamaría. Y como que el periodista le pone el dedo en la boca, al preguntarle cuántas nacionalidades contempla en el mosaico hispánico. Santamaría da esta puntilla: “Pues ahí están: Galicia, Cataluña, el País Vasco, Andalucía, Castilla... Todos ellos con sus peculiaridades, con su lengua, con su historia y con sus costumbres”.

    Y para arreglarlo, el parche final: “A partir de ahí comenzar a entender que España es una comunidad de naciones con unidad indisoluble”.


    Todos sabemos que el concepto de nación es complejo, y que su contenido depende de la filosofía con que se le estudia. La Revolución Francesa, con su jacobinismo destructor de la cristiandad, desbarató la vida de los antiguos pueblos. Después, el “rosseaunismo” canonizó el individualismo hasta el anárquico desbarajuste que han traído en nuestro mundo los llamados principios de las nacionalidades y de autodeterminación. Hacemos aquí caso omiso de las desviaciones estatistas, desconocedoras de la riqueza de la doctrina social que se había forjado en la civilización católica antes de la catástrofe de la reforma protestante. Por esto, da pena que Carlos Santamaría, con sus cargos de organismos católicos, tan ligeramente trate temas que tienen una sustancia filosófica y un depósito doctrinal tan plenos, que son los únicos que pueden iluminar el problema de la unidad nacional y de las sociedades con personalidad dentro de la soberanía que los enlaza a todos. Veamos de recordar lo que los pensadores auténticamente nuestros han dicho sobre esta materia, personalizados en la gloriosa figura de Vázquez de Mella.

    Las nociones esenciales

    Vázquez de Mella, el mejor filósofo del regionalismo, precisa así lo que hay que entender por región: “La región es una sociedad pública o una nación incipiente que, sorprendida en un momento de su desarrollo por una necesidad poderosa que ella no puede satisfacer, se asocia con otra u otras naciones completas o incipientes como ella y les comunica algo de su vida y se hace participe de la suya, pero sin confundirse, antes bien, marcando las líneas de su personalidad y manteniendo íntegros, dentro de su unidad, todos los atributos que la constituyen. Así se forman las regiones que llegan a tener una personalidad histórica, que es, además, una personalidad jurídica, que posee franquicias para regir su vida interior y que tiene también la expresión unas veces de su lenguaje, casi siempre de su derecho y en una fisonomía particular y privativa, y en instituciones peculiares que le son tan propias como su Iengua".

    El mismo Mella enriquece y describe así la región: “La región no es una parcela variable de un mapa, es una personalidad asentada en una demarcación natural de territorio, señalada con frecuencia por la topografía, las producciones y las condiciones de vida que imponen. Se revela con caracteres étnicos, si no de razas originarias o de sus variedades que por combinación forma el tiempo; en diferencias filológicas que, sin llegar, como en las más completas, a lenguas ni aun a dialectos, se manifiesta cuando menos en modificaciones dialectales, en tradiciones de historia particular, en costumbres que rara vez dejan de trascender al derecho, que poseen propio las más perfectas, y en una fisonomía moral que llega a marcar la física”.

    Vázquez de Mella precisaba, adelantándose a su tiempo, cómo debería dibujarse una auténtica política nacional respetuosa con las personalidades regionales:
    Sobre las regiones, el Estado no debe tener más facultades que las que se derivan de sus relaciones esenciales como soberanía política directora del conjunto nacional. Por eso le corresponden las prerrogativas para mantener la doble relación social y religiosa con la Iglesia, las relaciones internacionales, también dobles, diplomáticas y mercantiles, con otros Estados; las relaciones interregionales para resolver las cuestiones entre regiones cuando ellas no logran resolverlas entre sí; las relaciones de interdependencia de las clases sociales cuando éstas tienen vida legal y no pueden concertarse unas con otras en la nación ni dentro de ellas si el conflicto no es tan grande; y como complemento necesario de esas facultades, los medios de comunicación que salen de los límites regionales, el poder coercitivo para amparar el derecho de las personas individuales y colectivas que le están subordinadas, la defensa interior y exterior con el Ejército y la Armada, y los medios económicos formados con los bienes y recursos propios y con la cuota proporcional que para el presupuesto común entreguen las regiones”.

    Desde esta plataforma, elaborada por la filosofía y la historia, interpreta Vázquez de Mella la problemática imposible de entender por los liberales y los demócratas, así como sus mesnadas: los separatistas y los grandes aprovechados de estas dialécticas, los marxistas:
    España es una nación, no un conjunto de naciones. Para los bizcaitarras y napatarras y la Lliga –alude a la Lliga Catalana de Prat de la Riba y de Cambó- España es un conjunto de naciones enlazadas por un Estado que no tiene más que una soberanía política común sobre ellas. Para mí, España es una congregación de regiones que tienen personalidad histórica y jurídica distinta, pero que no son todos completos ni unidades históricas y sustancias independientes, sino que han juntado una parte de su vida y con ella han formado esa unidad superior... que se llama España”.

    Y con su entereza proverbial -fruto de su honradez intelectual y su profundidad inigualable- Mella dice:
    Cataluña, aunque os asombre y esto contradiga vuestros principios, no es nación. No es nación porque no tiene todos aquellos caracteres de historia común, general, independiente y externa que se necesita para serlo. Yo no concibo la historia de Cataluña sin la historia de Aragón, no concibo las dos sin la historia de Castilla. Todas las naciones están separadas y aislada, sí, pero en el conjunto compensan la influencia recíproca de todas las demás naciones. No sucede esto con ninguna región española, todas ellas juntas forman una personalidad histórica con caracteres admirables, profundamente vigorosa”.

    Cuando uno compara toda la grandeza conceptual de Vázquez de Mella sintetizando los valores de nación, región, unidad, variedad, soberanía, personalidad, en un conjunto perfectamente tramado, se da cuenta que el pensamiento tradicional es un Himalaya al lado de las pajaritas verbales a lo Carlos Santamaría...

    Jaime TARRAGÓ
    Última edición por ALACRAN; 26/05/2020 a las 18:26
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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