Título: ¿Beatificación de un hombre o de un Concilio?
Autor: Fr. Arnaud Rostand, Superior de la FSSPX Distrito EEUU
Traducción: Alejandro Villarreal -mayo de 2011-
Traducido y publicado sin el permiso expreso del autor
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Estimados Amigos y Benefactores,
El 1° de mayo de 2011, el Papa Benedicto XVI declaró beato a su predecesor, Juan Pablo II, a sólo seis meses de su muerte. Esta beatificación provocó muchas preguntas y preocupaciones en los católicos.
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i. ¿Infalibilidad papal?
Recordemos que las beatificaciones no entran dentro del carisma de la infalibilidad, éste es un acto por el cual el papa da su permiso para venerar al beato, en algunas partes de la Iglesia y no establece ningún culto obligatorio.
Por el contrario, en el caso de las canonizaciones, el juicio del papa, sin ser un artículo de fe, es considerado infalible por los teólogos. Sería imprudente el negar una canonización.
Uno podría, sin embargo, legítimamente dudar de que las canonizaciones modernas caigan dentro del carisma de infalibilidad, debido a las recientes reformas con las que las canonizaciones son preparadas. Según Fr. Gleize [1], tres aspectos pueden causar tales dudas:
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1. Nuevas políticas y la escrupulosidad.
La infalibilidad papal es dada por la asistencia del Espíritu Santo, no por inspiración. Las canonizaciones así, requieren de la mayor preparación y labor diligente. La reducción del número de milagros requeridos tanto para la beatificación como para la canonización, el acortamiento del tiempo para declarar las virtudes heroicas y la influencia de las emociones populares son todos nuevos elementos, los cuales disminuyen la necesidad de la escrupulosidad.
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2. La decisión colegiada.
La nueva política otorga al obispo diocesano el derecho de instruir en el caso y de juzgar. Esto tiene su antecedente en la regla ya existente desde el siglo doce. El papa retiene el poder de confirmar el juicio del obispo, como órgano del magisterio colegiado. Sin embargo, al hacer esto, “tales canonizaciones no cuentan con la garantía de la infalibilidad personal atribuible al solemne magisterio del Papa” [2].
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3. Un nuevo concepto de santidad.
Hasta el II Concilio Vaticano, antes de la reforma al proceso de canonización, la Iglesia declaró como santos a quienes mostraron un grado heroico de santidad y no simplemente por el primer grado que es común, el cual consiste en el estado de gracia. Este grado especial y eminente es llamado estado de perfección, cuando el alma está movida totalmente por el Espíritu Santo. Hoy, esta noción de perfección heroica ya no se requiere:
“Esto (la falta del grado especial de virtud) no es algo infrecuente, por el contrario, es universal. Esto viene de la presentación de la santidad del II Concilio Vaticano como un estado en común. La idea de la vocación universal a la santidad es el centro del Capítulo cinco de Lumen Gentium.” [3]
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iii. ¿Beatificación de un hombre o de un Concilio?
Existe una pregunta mucho más importante que la correspondiente a la infalibilidad: ¿Cuál es el significado de esta beatificación?
Como en el caso de Juan XXIII, la beatificación de Juan Pablo II está relacionada con el II Concilio Vaticano y la nueva era introducida por este Concilio. Juan XXIII fue beatificado debido a que él lo inauguró, y así, fue considerado el profeta de un nuevo Pentecostés. Aún hemos de temer que el motivo oculto detrás de la beatificación de Juan Pablo II sea declarar santo al Concilio en sí.
Dejando a un lado los sentimientos personales, uno está obligado a reconocer que la herencia del pontificado de Juan Pablo II, lejos de haber sido una primavera para la Iglesia, es un enorme campo de ruinas. La Fe ya no es más la luz del mundo, ya sea dentro o fuera de la Iglesia, debido a que quienes están en el cargo de mantenerla prendida ¡la han ocultado bajo una cesta!
Siendo justos, la devastación actual no sólo es consecuencia de los actos de Juan Pablo II, sino que, tienen que ver también con los errores y los lobos rapaces, ¿qué hizo él a favor de Dios, Su Iglesia y sus hijos, con las otras ovejas quienes aún no están dentro del redil? ¿Qué tan heroicamente, por sobre la fuerza común y natural del hombre, él ejercitó su oficio como papa? ¿Satisfizo él su labor de estado como Santo Padre? [4].
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1. Un campo de ruinas en vez de una nueva primavera.
Fue el entonces Cardenal Ratzinger mismo quien juzgó el pontificado de Juan Pablo II como “un continuo proceso de decadencia” [5]. También fue descrito como “una apostasía silenciosa” [5] y finalmente como “un proceso de secularización” que “ha producido una grave crisis del sentido de la fe cristiana perteneciente a la Iglesia” [7], de tal dimensión que se ha creado una nueva comisión pontificia para la reevangelización en países que hoy experimentan un “eclipse en su comprensión de Dios” [8].
Justo antes de ser elegido Papa (el Card. Ratzinger), el describió a la Iglesia como una nave “haciendo agua por todos lados” [9]. Podríamos preguntar: ¿Quién era el capitán a cargo de la nave?
Actualmente en Estados Unidos, once millones de católicos bautizados han abandonado la Iglesia, antes del Concilio, las conversiones a la Fe católica se daban a una tasa de 170 mil anuales [10].
El entonces Cardenal Ratzinger creyó que la razón principal de la crisis era el colapso en la liturgia: “Estoy convencido de que la crisis en Iglesia, en la cual nos encontramos hoy, depende en gran parte del colapso de la liturgia.” [11]
Durante veintisiete años, ¿quién dio ejemplos “ecuménicos” de liturgias centradas en el hombre y donde la adoración a Dios desaparecía para dar paso a espectáculos populares? Sin mencionar las consecuencias del colapso de la liturgia sobre la vida sacerdotal de los ministros. ¿No fue durante el anterior pontificado que vimos tantos escándalos encubiertos? ¿No fue cuando vimos perderse a tantos sacerdotes, a los cuales el Card. Ratzinger aludió cuando dijo “cuánta suciedad hay en la Iglesia, incluso entre quienes, desde el sacerdocio, debieran entregarse completamente a Él”? [12]
La crisis de la liturgia y del sacerdocio, sin embargo, tienen en su problemática una raíz más profunda: la crisis de la Fe. Esto fue lo que el Arzobispo Lefebvre tan frecuentemente demostró. La regla de oración es la regla de Fe, ¿qué hizo el Papa Juan Pablo II para defender, preservar y promover la Fe católica?
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2. La Fe escondida bajo una cesta.
Cuarenta años después del Vaticano II y Roma todavía está tratando de dar la correcta interpretación al Concilio [13]. Pero ¿dónde ha estado el magisterio durante estas cuatro décadas? ¿No es el magisterio el responsable de dar la correcta interpretación? Juan Pablo II, por lo tanto, no proveyó la correcta interpretación del Concilio, ¿no era su obligación hacerlo?
De hecho, el Papa pasó todo su pontificado esparciendo por todo el mundo los principios de la Revolución Francesa, enseñando sobre los derechos del hombre basado en textos del Concilio: libertad religiosa y ecumenismo.
Después de la reforma litúrgica, de la cual tenemos numerosos ejemplos de perpetua evolución e inculturización, él adaptó la Ley Canónica al espíritu del Concilio (1983). Entonces vino el Catecismo de la Iglesia Católica, el cual se publicó bajo muchas traducciones, antes que incluso el texto original fuese oficialmente aprobado.
Uno podría fácilmente hacer una lista de todos los actos espectaculares de ecumenismo con los herejes, cismáticos, judíos, musulmanes y paganos. El más espectacular fue el correspondiente a los dos encuentros en Asís, los cuales escandalizaron a tantas almas dentro y fuera de la Iglesia. Fue una lección concreta sobre la ausencia de necesidad de pertenencia a la Iglesia fundada por Jesucristo con el fin de ser salvado.
Encíclica tras encíclica, Juan Pablo II sepultó la Fe y moral católica [14] bajo el término profano del humanitarismo, predicando frecuentemente los derechos del hombre en lugar de los derechos de Dios.
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iii. Un nuevo libro.
En unas cuantas semanas, Angelus Press publicará un libro de gran interés sobre la beatificación del Papa Juan Pablo II. El autor, Fr. Patrick de La Rocque (FSSPX) explica cómo este humanismo es la idea central del pontificado de Juan Pablo II. A través de sus prolíficas enseñanzas papales, este Padre nos muestra, cita tras cita, que este falso amor de hombre llevó a Juan Pablo II a actuar en contra de la fe, la esperanza y la caridad, virtudes esenciales para alcanzar la santidad, así como contra la virtud de la prudencia, especialmente necesaria en aquellos quienes deben gobernar.
El Obispo Fellay, en el prefacio del libro, explica cómo la Fraternidad de San Pío X intentó tres veces, a través de diferentes medios, poner a la disposición de Roma este trabajo de exposición de dudas, pero nunca fue recibido por quienes estaban a cargo del estudio diligente de la causa y de las virtudes heroicas del beato, así que el Superior General de la FSSPX decidió publicar el libro.
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iv. ¡Mi Corazón Inmaculado triunfará!
Una vez más, y en esta ocasión más que nunca, debemos voltear la mirada con confianza a Nuestra Señora. Ella, quien denunció los “pozos de impureza” en el clero y anunció que “Roma perderá la Fe” [15], quien mostró su preocupación por las almas cayendo al infierno y nos mostró los caminos para santificarnos: el sacrificio y el rosario. Ella también nos hizo saber la condición y el remedio para la restauración de la Iglesia: la consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado.
¿No es sorprendente que aquel quien es celebrado por ser uno de los principales demoledores del Muro de Berlín, símbolo del fin de la era Comunista, haya sido calificado por el Arzobispo Lefebvre como un filo-comunista? [16] La verdad es que con o sin Muro, “Rusia esparcirá sus errores a través del mundo, provocando guerras y persecuciones en contra de la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre sufrirá mucho, y muchas naciones serán aniquiladas” [17].
Finalmente, este futuro cierto sólo puede ser evitado con nuestras súplicas: “Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre consagrará Rusia y se convertirá, y se le concederá un periodo de paz al mundo” [18].
El mes de mayo comienza, seamos mejores fieles y con nuestro rosario en mano y el deseo de perfeccionar nuestros corazones, ¡alistémonos para una nueva y más ferviente Cruzada de rosarios!
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Notas:
1 Fr. Jan-Michel Gleize, “Beatifications and Canonizations since Vatican II” French Courrier de Rome, February 2011.
2 Ibíd.
3 Ibíd.
4 For some examples, see “A Statement of Reservations Concerning the Impending Beatification of Pope John Paul II,” The Remnant, March 31, 2011.
5 L’Osservatore Romano, Nov. 9, 1984.
6 Ecclesia in Europa (2003), §9.
7 Vespers homily, June 28, 2010.
8 Ibíd.
9 Way of the Cross, 2005.
10 Open Letter to Confused Catholics (Angelus Press, 1986), p. 86.
11 Milestones (1997).
12 Homily on Good Friday, 2005.
13 Discourse of Benedict XVI about the hermeneutic of continuity.
14 As an example, in Splendor Veritatis, the main reason for being good is found in the dignity of the human person. [Como ejemplo, en S. P., la principal razón para ser buenos puede encontrarse en la dignidad de la persona humana.]
15 Apparitions of Our Lady at La Salette.
16 “John Paul II is above all a communist-loving politician at the service of a world communism retaining a hint of religion. He openly attacks all of the anti-communist governments and does not bring, by his travels, any Catholic revival.” Spiritual Journey (Angelus Press, 1991), Prologue, p. viii.]
17 Our Lady of Fatima, July 13, 1917.
18 Ibíd.
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Traducción de Alejandro Villarreal de bibliaytradicion.wordpress.com
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