Revista ¿QUÉ PASA? núm. 150, 12-Dic-1966
¿El caballo de Troya en la Universidad Pontificia de Salamanca?
Qué pasa en Salamanca? ¿Qué pasa en la Universidad Pontificia? ¿Qué pretende el gran canciller? ¿A qué van por allí don José M. González Ruiz y don José Dalmáu? ¡Datos, datos, datos! Todo el mundo parece saber mucho y apenas hay quien diga nada, sobre todo de los que están en el «affaire» o en la «operación», que ésta no es Moisés, sino Troya, a lo equino, pero sin nobleza.
Los estudiantes de la Pontificia, a quien pregunto, contestan con una imponderable superficialidad o con una serie de tópicos de masa. Otros no saben nada, porque no quieren meterse en nada. Con algún profesor he topado, pero inútilmente, a causa de su ejemplar reserva o miedo al escándalo publicitario. Durante el verano, todo eran vagos rumores de supresión de asignaturas no gratas, de eliminación o cambio de profesores retrógrados por otros del día, traslación masiva de los seminaristas de varias diócesis a Salamanca, etc. Hasta sonó el bulo (¿teledirigido?) de la remoción o promoción del gran canciller. En el mes de julio hubo bastante con la famosa reunión de rectores en el seminario de Salamanca; el pitorreo a la Comisión Episcopal, y a las «cuarenta», bien sonadas, de don José María Setién al señor obispo comisionado. Quedan por sonar las «diez» de últimas...
Pero tras los bulos de verano vienen las realidades de otoño. Un amigo, estudiante de Teología en la Universidad Pontificia, me envía noticias alarmantes, dignas de conocerse, bien que a pesar nuestro. Por no estar autorizado para publicar su carta, y no esperar su autorización, la transcribo sin más y sin firma. Dice así:
«Querido amigo: De nuevo en Salamanca con el curso en marcha. ¿Novedades? No muchas; bastantes menos que las que tú suponías. Estudiantes, menos que el año pasado, a pesar del refuerzo que nos vino del Hispanoamericano, de Madrid, cerrado inesperada y definitivamente en el mes de septiembre, como sabes. Profesores, los mismos que el año pasado, más algunos otros de refuerzo. No está J. M. González Ruiz ni Palenzuela, aunque se insiste que este último vendrá para el año próximo. Hay cinco nuevos: tres que entraron por vía normal de concurso (para Liturgia, Ascética y Mística, Historia de la Iglesia) y otros dos de Dogma, nombrados a dedo, que dicen que son de auténtica «nueva ola», «made in Germany». Se rumorea que los profesores de Teología están muy mosca porque el nombramiento de estos dos profesores ha sido hecho saltándose los Estatutos de la Universidad y contra el parecer de la Facultad de Teología. No sé nada cierto. A los profesores se los ve muy juntos por los claustros; si pleitean con la autoridad académica, ellos lo sabrán.
En cuanto a las clases, más que cambios de fondo o de temas, lo que se ha obrado es una gran reducción del número de clases: a la mitad las de Moral y a una tercera parte las de Introducción a la Teología, y alguna que otra poda en Exégesis, Historia, etc. Quedó íntegro del Dogma (¡para gusto de los «integristas»!), aunque uno de los nuevos profesores de Dogma no ha pisado aún la Universidad. Parece que anda por Alemania terminando su carrera.
Estos últimos días, la mayor preocupación es la elección de delegados de curso. No me hace gracia ninguna. Ya están los inquietantes con el cuento del sindicato libre. No entiendo bien lo que pretenden en la Facultad de Teología. Es don J. M. Setién el que dirige este cotarro.
Por aquí se ha comentado con desagrado la publicidad que dio ¿QUE PASA? a lo de José Dalmáu . Los seminaristas lo conocen y admiran. Nada más. Si te enteras un día que la Jerarquía cerró también la Pontificia de Salamanca, como el Hispano, de Madrid, prepárame una caña y una escopeta y a otra cosa. Un abrazo.» (Firma.)
Esta carta, amigos lectores y excelentísimos señores obispos de España, me ha hecho pensar en una «Operación Caballo de Troya» en la Universidad Pontificia de Salamanca. Por lo visto, y por lo que se puede sospechar, a los seminaristas se les invita desde dentro a no estudiar en serio la Moral recibida, a jugar a la libertad y a la invención «personal», a barrenar el patrimonio teológico de aquella escuela secular, a hacer demagogia política y anarquismo intelectual. El año pasado, desde departamentos interiores del recinto universitario pontificio, se repartieren miles de hojas subversivas entre los seminaristas y hubo lanzamientos a la calle. Hubo protesta de los profesores e incluso de las autoridades civiles competentes. ¡Nadie supo nada de los responsables! Este año la deseada asociación libre de estudiantes tiene al frente a don J. M. Setién, de reconocida trayectoria política.
Si no arde Troya, preparémonos a recibir esta nueva generación de doctores por Salamanca: ignorantes sin saberlo, abiertos a todo, pero desfondados; predicadores de una libertad, incapaces de usarla bien; hombres de ideas o pensamientos personales con quienes «natura» no fue dadivosa, y «quod natura non dat, Salmantica non praestat»; hombres de mucha liturgia o paraliturgia, pero de muy poca fe; de mucho cine-club y poca ciencia moral; profesionales del diálogo por el diálogo, mejor en el café que en el confesonario; entusiasmados de hablar con una peripatética o con un marxista, pero incapaces de leer un capítulo de San Agustín o de rezar el rosario o dar una respuesta caritativa a una «beata» que les cuida la iglesia.
No nos volverán a todos así porque el Sabio domina las circunstancias, como dice un sacerdote que medita la Biblia, pero ¿y los que no lo son?
Me gustaría vivir en Salamanca, pero prefiero estar un poco lejos, ocupado en asuntos muy distintos. Una pregunta final a Pérez Madrigal: si en Salamanca tiene ¿QUE PASA? muchos lectores, especialmente sacerdotes y religiosos, según me ha dicho, ¿por qué no tiene usted allí un corresponsal de las agallas de los de Barcelona y Francia?
J. RODRIGUEZ MARTINEZ
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