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Tema: Felipe II y la alquimia

  1. #1
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    Felipe II y la alquimia

    En nuestro país, como en todos los europeos, durante toda la Edad Media e incluso gran parte del Renacimiento y principio de la Moderna, la alquimia estuvo muy en boga y puede decirse que fue la forma en que se cultivó lo que ahora llamamos Química.
    Importada de Oriente por árabes y hebreos, perseguía la quimera de alcanzar la riqueza, transmutando los metales en oro mediante la fantástica piedra filosofal, o conseguir la inmortalidad gracias a un no menos ilusorio elixir de larga vida. Iban tan egoístas ambiciones envueltas en un ropaje filosófico que mezclaba la química con un arcaico esoterismo hebreo, la cábala, basada en la magia simbólica de letras, números y astrología, lo que daba una curiosa algarabía, que no dejaba, sin embargo, de tener una relativa consistencia por un ingenioso entrelazamiento entre las aristotélicas virtudes de los cuerpos, las operaciones mágicas y las correspondencias astrológicas.

    También en España a todas las figuras sobresalientes de esta época se les atribuyeron, con razón o sin ella, ribetes alquímicos y así han figurado como alquimistas Raimundo Lulio y Arnaldo de Vilanova, (aunque después se haya puesto en claro que la mayor parte de obras alquímicas que se les atribuyeron son apócrifas). Tuvo, sin embargo, España en la Edad Media verdaderos cultivadores de la alquimia, como el célebre Marqués de Villena, Luis de Centellas de Valencia, autor de unas célebres coplas sobre la piedra filosofal, el doctor Manresa de Murcia y Baltasar de Zamora, por no citar más que unos pocos.
    De todas maneras, la historia detallada de la alquimia en España está todavía por escribir.

    Que incluso muchos monarcas la cultivaron o estuvieron en relación con ella, está fuera de duda: En los de Aragón, Pedro IV, su hijo Juan I y el rey Martín. En Castilla, incluso a Alfonso X se le dio fama de alquimista, aunque el libro «El tesoro» que se había atribuido al rey Sabio se ha demostrado que es apócrifo. En este libro se dice que su autor cuando «de tierra de Egipto un sabio llegó», tuvo tratos con él, pues:

    La Piedra que llaman philosofal
    Sabia fazer e me la enseñó;
    Fazimosla juntos, después solo yo,
    Con que muchas vezes crescio mi caudal

    Con estos precedentes nada es de extrañar que Felipe II, también «para hacer crecer su caudal», tuviese sus tratos con la alquimia. Hay que hacer notar que la alquimia en el siglo XVI no era ya lo que había sido en la Edad Media. Era una alquimia, más «ilustrada»; se había liberado en gran parte del ropaje filosófico-místico y pretendía ya, descaradamente, tan sólo la fabricación de metales nobles. O sea, que equivalía a una metalurgia fraudulenta del oro y la plata.

    El que, incautamente, fuesen víctimas de las artimañas de los alquimistas, incluso mucha gente ilustrada, no debe extrañarnos pues nada se sabía entonces de las leyes fundamentales de la Química. La ley de la conservación de la materia estaba todavía por descubrir, aunque tras el descubrimiento de dicha ley, se ha visto que, en el fondo, los alquimistas tenían razón ya que la transmutación de los elementos es posible gracias a las modernas técnicas atómicas.

    Felipe II, durante todo su reinado, vio las arcas del Estado muy mermadas: un mal que provenía ya de su padre, el emperador Carlos V, que lo sufrió, aunque en menor escala. Es verdad que la nación recaudaba cinco millones de escudos al año en tiempo de paz, pero las constantes guerras exigían enormes dispendios a los que se añadían los que representaban empresas tan magnas como la construcción del Escorial. Por esto tenía que acudirse continuamente a subsidios, incrementos de impuestos e incluso préstamos de particulares. Estos últimos eran los más gravosos, pues hicieron caer al rey prudente en manos de usureros, a los que no pudiéndoles pagar de otra manera se recompensaba con cesión de encomiendas, venta de oficios e incluso de hidalguías.
    Las naves de oro y plata que, procedentes del Nuevo Mundo, llegaban a Sevilla, apenas bastaban para remediar el mal y sí sólo para acuciar a los prestamistas a reclamar las deudas.
    No es que Felipe II, astuto y desconfiado por naturaleza, creyese en los alquimistas, pero tampoco descartaba la posibilidad de sanear con sus artilugios el tesoro del Estado. Por esto tuvo tratos con ellos, aunque siempre a través de intermediarios, que eran sus secretarios.

    Francisco Rodríguez Marín, buen conocedor de aquellos tiempos, ha demostrado que por lo menos en dos ocasiones —1559 y 1567— el rey financió ensayos de alquimistas, cuyos resultados esperaba ansiosamente le comunicasen sus secretarios, que eran los que, a través de la red de espías que tenían extendida por toda Europa, se ponían en contacto con estos embaucadores, gente generalmente nómada que iba de un país a otro, huyendo de la persecución -consecuente al descubrimiento de sus supercherías.
    En 1559 parece que las relaciones fueron con un tal Tiberio de Roa, de Malinas y otro tal Pedro Stenberg y, en 1567, Pedro de Hoyo, secretario de Felipe II, se puso en relación con un innominado «maestro», que tenía que realizar la transformación de metales corrientes en plata.

    El citado Rodríguez Marín, infatigable escrutador de archivos, ha encontrado incluso los billetes originales en que Pedro de Hoyo daba cuenta al rey de los resultados de las experiencias, billetes que llevan anotaciones marginales del propio Felipe II. Claro está, las experiencias se iban prolongando sin ningún resultado, hasta que el maestro acababa por desaparecer... Lo más curioso del caso es que parece que el maestro que contrató Pedro de Hoyo no actuaba de mala fe, ...a no ser que fuese excesivamente buena la del secretario.

    En realidad, a estos “alquimistas” hoy les llamaríamos simplemente falsificadores, pues lo que perseguían era dar aspecto de la plata a metales corrientes, plomo, cinc, estaño, generalmente aleándolos con mercurio y, así, parece que se llegaron a obtener metales blancos que resistían las pruebas mecánicas, aunque no la «del fuego», lo que era muy natural, pues al volatilizarse el mercurio se deshacía la amalgama. De todas maneras, no es de creer que Felipe II emplease grandes sumas en estos ensayos, ya que, siempre cauto, estaba a la espera de resultados positivos.

    Dice Rodríguez Marín que no debe por esto cargarse sobre la fama de Felipe IIl la acusación de que intentaba acuñar moneda falsa. Hay que tener en cuenta que no se tenía entonces ninguna idea de lo que era la pureza química de los metales que se sometían tan sólo a pruebas físicas, y que el propio Estado era víctima del latrocinio de muchos que mermaban las monedas, simplemente cercenando sus bordes con un troquel para quitarles así un pequeño aro de oro o plata.
    Por lo demás, el recurrir a remedios desesperados en casos de penuria estatal se ha dado incluso en épocas muy posteriores a las de Felipe II. El mismo Federico el Grande de Prusia acudió, con idéntico objeto, a los alquimistas, pues es bien sabido que tan mal de dinero andaba que ni a sus embajadores pagaba, de donde la frase: «Trabajar para el rey de Prusia».
    Última edición por ALACRAN; 04/03/2009 a las 10:42
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

  2. #2
    Gothico está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: Felipe II y la alquimia

    Francisco Rodríguez Marín, buen conocedor de aquellos tiempos, ha demostrado que por lo menos en dos ocasiones —1559 y 1567— el rey financió ensayos de alquimistas, cuyos resultados esperaba ansiosamente le comunicasen sus secretarios, que eran los que, a través de la red de espías que tenían extendida por toda Europa, se ponían en contacto con estos embaucadores, gente generalmente nómada que iba de un país a otro, huyendo de la persecución -consecuente al descubrimiento de sus supercherías.
    En 1559 parece que las relaciones fueron con un tal Tiberio de Roa, de Malinas y otro tal Pedro Stenberg y, en 1567, Pedro de Hoyo, secretario de Felipe II, se puso en relación con un innominado «maestro», que tenía que realizar la transformación de metales corrientes en plata.

    El citado Rodríguez Marín, infatigable escrutador de archivos, ha encontrado incluso los billetes originales en que Pedro de Hoyo daba cuenta al rey de los resultados de las experiencias, billetes que llevan anotaciones marginales del propio Felipe II. Claro está, las experiencias se iban prolongando sin ningún resultado, hasta que el maestro acababa por desaparecer... Lo más curioso del caso es que parece que el maestro que contrató Pedro de Hoyo no actuaba de mala fe, ...a no ser que fuese excesivamente buena la del secretario.
    Los timos de los alquimistas a los reyes vienen de antiguo. Parece mentira que Felipe II cayese en semejantes patrañas.
    No me resisto a copiar, del noble don Juan Manuel (siglo XIV), el cuento nº 20 del Conde Lucanor para que se vea el actuar típico de los alquimistas con los reyes ávidos de oro y plata, y en qué consistía el timo:

    -Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, había un pícaro que era muy pobre y ambicionaba ser rico para salir de su pobreza. Aquel pícaro se enteró de que un rey poco juicioso era muy aficionado a la alquimia, para hacer oro.
    »Por ello, el pícaro tomó cien doblas de oro, las partió en trozos muy pequeños y los mezcló con otras cosas varias, haciendo así cien bolas, cada una de las cuales pesaba una dobla de oro más las cosas que le había añadido. Disfrazado el pícaro con ropas de persona seria y respetable, cogió las bolas, las metió en una bolsa, se marchó a la ciudad donde vivía el rey y allí las vendió a un especiero, que le preguntó la utilidad de aquellas bolas. El pícaro respondió que servían para muchas cosas y, sobre todo, para hacer alquimia; después se las vendió por dos o tres doblas. El especiero quiso saber el nombre de las bolitas, contestándole el pícaro que se llamaban tabardíe.

    »El pícaro vivió algún tiempo en aquella ciudad, llevando una vida muy recogida, pero diciendo a unos y a otros, como en secreto, que sabía hacer oro.

    »Cuando estas noticias llegaron al rey, lo mandó llamar y le preguntó si era verdad cuanto se decía de él. El pícaro, aunque al principio no quería reconocerlo diciendo que él no podía hacer oro, al final le dio a entender que sí era capaz, pero aconsejó al rey que en este asunto no debía fiarse de nadie ni arriesgar mucho dinero. No obstante, siguió diciendo el pícaro, si el rey se lo autorizaba, haría una demostración ante él para enseñarle lo poco que sabía de aquella ciencia. El rey se lo agradeció mucho, pareciéndole que, por sus palabras, no intentaba engañarlo. El pícaro pidió las cosas que necesitaba que, como eran muy corrientes excepto una bola de tabardíe, costaron muy poco dinero. Cuando las trajeron y las fundieron delante del rey, salió oro fino que pesaba una dobla. Al ver el rey que de algo tan barato sacaban una dobla de oro, se puso muy alegre y se consideró el más feliz del mundo. Por ello dijo al pícaro, que había hecho aquel milagro, que lo creía un hombre honrado. Y le pidió que hiciera más oro.
    »El granuja, sin darle importancia, le respondió:
    »-Señor, ya os he enseñado cuanto sé de este prodigio. En adelante, vos podréis conseguir oro igual que yo, pero conviene que sepáis una cosa: si os falta algo de lo que os he dicho, no podréis sacar oro.
    »Dicho esto, se despidió del rey y marchó a su casa.

    »El rey intentó hacer oro por sí mismo y, como dobló la receta, consiguió el doble de oro por valor de dos doblas; y, a medida que la triplicaba y cuadruplicaba, conseguía más y más oro. Viendo el rey que podría obtener cuanto oro quisiese, ordenó que le trajeran lo necesario para sacar mil doblas de oro. Sus criados encontraron todos los elementos menos el tabardíe. Cuando comprobó el rey que, al faltar el tabardíe, no podía hacer oro, mandó llamar al hombre que se lo había enseñado, al que dijo que ya no podía sacar más oro. El pícaro le preguntó si había mezclado todas las cosas que le indicó en su receta, contestando el rey que, aunque las tenía todas, le faltaba el tabardíe.
    »Respondió el granuja que, si le faltaba aunque fuera uno de los ingredientes, no podría conseguir oro, como ya se lo había advertido desde el principio.
    »El rey le preguntó si sabía dónde podía encontrar el tabardíe, y el pícaro respondió afirmativamente. Entonces le mandó el rey que fuera a comprarlo, pues sabía dónde lo vendían, y le trajera una gran cantidad para hacer todo el oro que él quisiese. El burlador le contestó que, aunque otra persona podría cumplir su encargo tan bien o mejor que él, si el rey disponía que se encargase él, así lo haría, pues en su país era muy abundante. Entonces calculó el rey a cuánto podían ascender los gastos del viaje y del tabardíe, resultando una cantidad muy elevada.

    »Cuando el pícaro cogió tantísimo dinero, se marchó de allí y nunca volvió junto al monarca, que resultó engañado por su falta de prudencia. Al ver que tardaba muchísimo, el rey mandó buscarlo en su casa, para ver si sabían dónde estaba; pero sólo encontraron un arca cerrada, en la que, cuando consiguieron abrirla, vieron un escrito para el rey que decía: «Estad seguro de que el tabardíe es pura invención mía; os he engañado. Cuando yo os decía que podía haceros rico, debierais haberme respondido que primero me hiciera rico yo y luego me creeríais».

    »Al cabo de unos días, estaban unos hombres riendo y bromeando, para lo cual escribían los nombres de todos sus conocidos en listas separadas: en una los valientes, en otra los ricos, en otra los juiciosos, agrupándolos por sus virtudes y defectos. Al llegar a los nombres de quienes eran tontos, escribieron primero el nombre del rey, que, al enterarse, envió por ellos asegurándoles que no les haría daño alguno. Cuando llegaron junto al rey, este les preguntó por qué lo habían incluido entre los tontos del reino, a lo que contestaron ellos que por haber dado tantas riquezas a un extraño al que no conocía ni era vasallo suyo. Les replicó el rey que estaban equivocados y que, si viniera el pícaro que le había robado, no quedaría él entre los tontos, a lo que respondieron aquellos hombres que el número de tontos sería el mismo, pues borrarían el del rey y pondrían el del burlador.

    »Vos, señor Conde Lucanor, si no deseáis que os tengan por tonto, no arriesguéis vuestra fortuna por algo cuyo resultado sea incierto, pues, si la perdéis confiando conseguir más bienes, tendréis que arrepentiros durante toda la vida.

    Al conde le agradó mucho este consejo, lo siguió y le fue muy bien.
    Y viendo don Juan que este cuento era bueno, lo mandó poner en este libro y compuso unos versos que dicen así:

    Jamás aventures o arriesgues tu riqueza por consejo de hombre que vive en la pobreza.


    http://www.cervantesvirtual.com/serv...00001.htm#I_23_
    Última edición por Gothico; 04/03/2009 a las 23:36

  3. #3
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    Respuesta: Felipe II y la alquimia

    Cita Iniciado por ALACRAN Ver mensaje
    Luis de Centellas de Valencia, autor de unas célebres coplas sobre la piedra filosofal
    Coplas de don Luis Centellas sobre la piedra filosofal

    1
    Toma la dama que mora en el çielo
    ques hija del sol sin duda ninguna,
    y aquesta prepara en bagno de Luna
    do labe su cara de su negro velo
    despues si pudieres al sol y al ielo
    en el mismo banno la tenga en prission
    hasta que purgada de su imperfeccion
    nos sea lucero acá en este suelo.

    2
    No entiendas que es obra de algun animal
    ni menos es planta que nace en el suelo
    mas es una dama que vive en el cielo
    de allí nos la baxan esta obra real
    y para nosotros es tan natural
    que nuestros cuerpos con ella curamos
    y los imperfectos perfectos tornamos
    de todos secretos el mas principal.

    3
    Y cuando tu bieres la dama hermossa
    así preparada por nuestro artifiçio
    has que la pongan en otro exerçiçio
    á donde se vea tan maravillossa.
    Juntalda luego con la otra cosa
    por el matrimonio do se a de engendrar
    el hijo mas noble y mas singular
    que el padre y la madre y mas preciossa.

    4
    Y lo que decimos que se a de imitar
    por el matrimonio que se a de haçer
    no quiero lo ignores pues lo has de saber
    que es sol perfetto y el mas singular
    no engannen los sabios con disimular
    que el sol y la luna â la obra conuiene
    porque en sí la luna y el sol contiene
    y la esperiencia se lo ha de mostrar.

    5
    Entiende ó operante que es menester
    que eetos dos iuntos de quien e hablado
    hembra y macho los emos nombrado
    porque es matrimonio de hombre y muger
    encierralos luego sin mas detener
    no le estorues la muerte secreta
    que caussa la vida muy mas perfeta
    segun por la obra podras conoçer.

    6
    Despues de vestida de tanta mistura
    tu vieres la dama en tal perfettion
    tendrás por muy çierto que la soluçion
    del cuerpo es ia hecha de su hermossura
    de aquí te conviene con mucha cordura
    los medios passar de color en color
    por donde veamos perfeto blancor
    que hace de blanco perfecta blancura,

    7
    y mas por estenso te quiero avissar
    que puesto en el medio de aquestos estremos
    la muerte y la vida que tanto queremos
    se caussa en la forma lo quiero mostrar
    quando primero veas separar
    el alma del cuerpo por destilaçion
    al cuerpo se buelbe por imbiuiçion
    si fuere passada sin mas te tardar.

    8
    Y desta manera conserva el camino
    que es ya començado porque as de saber
    que hay otra forma para disoluer
    la fuerça del fuerte animal serpentino
    el fuego te digo que sea contino
    jamas la materia dejeis refriar
    porque es un secreto el mas singular
    do muchos prudentes perdieron el tino.

    9
    Y el otro secreto no quiero callar
    que an encubierto los sabios que fueron
    pues en lo mucho que se detuuieron
    lo menos de aquello quisieron mostrar
    por tanto lo quiero del todo nombrar
    que mires el passo de la imbibiçion
    que viene despues de la disoluçion
    por donde la obra no puedes herrar.

    10
    Un mismo camino te digo que es
    aquello que vida y muerte llamaron
    y aqueste es el paso do muchos herraron
    que vuelue tu obra del cabo á los pies
    y si tu no atiendes á otro interes
    sabras que contino as de reyterar
    el alma en el cuerpo que se ha de fixar
    assi como hiçisteis la primera vez.

    11
    El fuego primero te dixe que fuesse
    muy blando al principio de la soluçion
    lo mismo te digo que sea la imbibicion
    pues mucho herraria quien no lo entendiese
    ya que despues el cuerpo tubiese
    muy fixo a lo blanco y en su perfettion
    siguro lo tienes del fuerte ladron
    que no te entre en cassa por mas que hiciesse.

    12
    Y cuando encerrares los enamorados
    en carcel de amor secreta y obscura
    no se te olvide y aquesto procura
    que pongas los pesos que estan ya tassados
    tres partes al vno le fueron contados
    de sabios que escriuen la philosophia
    y aquesto te digo por ser obra mia
    que sigas los sabios esperimentados.

    13
    Y quando tu vieres el fuerte metal
    debaxo del sello como es menester
    acuerdate que lo as de poner
    al fuego del vientre del fuerte animal
    y ya con la pena que es tan desigual
    saldrán a su tiempo los muchos velados
    sus caras y guessos tan descoiuntados
    con que los tornes á su principal,

    14
    no quiero que hierres en esto la via
    y claro te digo que es digestion
    que es causa de vida y regeneraçion
    del hijo encubierto que muerto iacía
    el tiempo callar tampoco no querría
    que es numero cierto de dias quarenta
    y aunque mas fuessen no hierras la cuenta
    pues mas que perfecta la obra sería.

    15
    Tendrás en memoria los grados del fuego
    a donde el infante se nutra y cresca
    miralo mucho no incurra y peresca
    porque es terníçiuo y perderse ya luego
    esfuerçe primero, y acostumbrese al fuego
    do siempre a destar y permaneçer
    vereisle vestido y mudado su ser
    y si esto no vieres del todo eres sçiego.

    16
    y porque no hierres en la operaçion
    siguiendo contino camino derecho
    atiende en aquello que de suso as hecho
    si trae camino de disolucion
    porquesto as de ver en su conclusion
    con estas señales de muchos primores
    que son variedad de tantos colores
    de quanto mis versos te dan relacion

    17
    pues blanca primero te digo que es ella
    quando magnesia la llaman por su nombre
    que es tanto su ser balor y renombre
    quan grande la hizo el que supo haçella
    y si esto vieres no temas perdella
    que negra se buelba despues su color
    por que este es el medio de aqueste primor
    que negra se buelba la blanca doncella.

    18
    Despues que ya el cuerpo vbiere cobrado
    el Alma perfeta por la imbibiçion
    terna çierta forma de resurrection
    como la tiene el ques glorificado
    que goça los dones de que es ya dotado
    con agilidad y mucha viueça
    assi tendra este con su subtileça
    sobre de aquello de que fue enjendrado

    19
    Si mas adelante quisieres passar
    al vltimo grado y perfetto balor
    aumentale el fuego con mucho temor
    que no ay otra forma jamas que enseñar
    de blanca muy roja se te a de mostrar
    aquella donçella de todos nombrada
    y aquí se te muestra la obra acabada
    si saues la obra de multiplicar

    20
    mas esto ocultaron los sabios que fueron
    con mucha cautela en sus escripturas
    que apenas las puertas abrir no quisieron
    y assí nos truxeron a sçiegas y a obscuras
    mas los modernos que les suçedieron
    y entre ellos Arnaldo famoso nombrado
    camino nos dexa y tan alumbrado
    que nunca açertaron los que no le bieron

    21
    y porque la piedra que assí es acauada
    con ser muy rauiossa del fuego passado
    careçe de ingresso porque le a faltado
    el agua de uida de que es desecada
    toma una parte desta agua nombrada
    con tres de mercurio que no es el bulgar
    y entonces la puedes al fuego tornar
    como al principio que fue començada

    22
    y alli con el grado de fuego nombrado
    muy blando en principio veras dissoluer
    la misma materia que lo an de enueuer
    lo roxo en lo negro muy presto trocado
    y luego enbeuido en lo blanco fixado
    despues en lo roxo que es fin de la obra
    y asi lo perdido en estos se cobra
    y en breue tiempo se vera acabado

    23
    y porque se cumpla del todo el camino
    que es ya començado pues se a de acauar
    no hierres la forma de multiplicar
    pues es con mercurio del bulgo mas fino
    la forma y el pesso tendras de contino
    escrito en tu pecho con mucho contento
    y desta vna parte con diez no te miento
    sera todo lapis perfecto y muy fino

    24
    de lo postrero assi multiplicado
    se tiene otra vez de multiplicar
    vn pesso con çiento del mismo bulgar
    como primero lo tienes obrado
    y todo sera mediçina forçado
    con que metales agora curemos
    y al mismo mercurio tambien si queremos
    de la imperfection perfecto acabado.

    25
    I ya pues que tienes como es menester
    la piedra cumplida perfecta acabada
    con tanta mixtura bien alimentada
    quantos mis metros te dan á entender
    no ignores la forma para proçeder
    sobre estos metales que se an de curar
    pues sola una parte te puede bastar
    con ciento de aquellos que as de guareçer

    26
    no tengas fatiga ni tengas passion
    has lo que digo y entiende si quieres
    que cada vez que la piedra solvieres
    y la conjelares en vna vnion
    diez pesos se ganan en la proieccion
    hasta llegar a vn quento infinito
    pues tenlo secreto que aquesto que é escrito
    de todos se encubre con mucha razon
    27

    con esto que escabo se muestra cumplido
    aquello que e visto con mucha verdad
    da siempre loores a la trinidad
    y al padre y al hijo pues que le es deuido
    y aquel que de entrambos a proçedido
    maldiga los tales que la obra descubren
    (si no son aquellos que mucho la encubren
    porque a los tales no me es defendido.)

    28
    No quiero me culpes en lo que e hablado
    pues çierto te digo que es çierta verdad
    ni en estos mis verssos no ay contrariedad
    ni como los otros lo digo doblado
    procura entender con mucho cuydado
    el vaso y materias en que se a de obrar
    y no lo haciendo tu te as de engañar
    y te hallaras del todo burlado.


    Finis Veritatis.

    Última edición por Gothico; 05/03/2009 a las 22:36

  4. #4
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    Re: Respuesta: Felipe II y la alquimia

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Contra la invención de un Felipe II “esoterista”

    En 1998 Juan García Atienza (Valencia, 1930-Madrid, 2011) publicaba “La cara oculta de Felipe II”, un libro que se convertiría en una de las fuentes de lo que, de vez en cuando, podemos encontrarnos en una revista de historia o de temas paranormales, también en algún programa de televisión como el popular “Cuarto Milenio”. Por lo que parecería que, hasta que se atendió a esta faceta, la misma había pasado desapercibida y esa “cara oculta” de Felipe II era el presunto esoterismo del Rey Prudente.
    García Atienza dejó a su muerte toda una abultada biblioteca de su autoría sobre temas digamos que “heterodoxos”, tocando asuntos como el de los templarios, el de los sefarditas, el de la brujería, etcétera, que tantos adictos tiene entre gente a medias informada. Su atención a las “extravagancias” astrológicas, alquimistas… En una palabra: al supuesto “ocultismo” de Felipe II se convierte así en reclamo sensacionalista (y hasta escandaloso), pero el tal asunto sólo puede ser señuelo para los que ignoran las claves de la cultura del Renacimiento, pues conociéndolas el pretencioso hallazgo de un rey católico con achaques de esotérico se disiparía.
    Sin embargo, no sólo es el resbaladizo mundo de las revistas de quiosco el que ha acogido ésta imagen, Juan Bubello, de la Universidad de Buenos Aires, también ha llegado a escribir sobre un “círculo esotérico” de El Escorial, que incluye al arquitecto Juan de Herrera y a los alquimistas como el italiano Giovanni Vincenzo Forte, el mañego Diego de Santiago y el irlandés Richard Stanihurst. Así las cosas, tampoco debieran olvidarse –una vez puestos a hacer “cábalas”- del polímata Benito Arias Montano, a quien Felipe II encargó la Biblia Regia (la Políglota de Amberes) y del que Ben Reckers parece que estableció vínculos con la “Familia Charitatis”, grupo clandestino de doctos protestantes y católicos.
    Pero todo esto, como vengo diciendo, no puede comprenderse si no se atiende al contexto cultural. Si no se tiene claro que los paradigmas científicos cambian de una época a otra (como lo explicó Thomas Kuhn en su libro “La estructura de las revoluciones científicas”) correremos el riesgo de desatinar, pues lo que hoy en día puede ser tenido como algo relacionado con la “magia” o la “superstición” era, siglos atrás, parte de la filosofía, de la medicina, de la química, de la astronomía, de la ciencia de aquella época.
    Felipe II fue un rey ahormado en el humanismo renacentista, hasta diríamos que platónico, pero en modo alguno un rey que tuviera una faceta ocultista. Sus aproximaciones a esos mundos que hoy se nos pintan como “ocultistas” no es reprobable desde el punto de vista de la recta doctrina católica, pues nunca hubo en él intención de lesionar los dogmas católicos: ¿Que pudo mandar que se hicieran experimentos alquímicos? Pues, bueno: había que pagar las facturas. ¿Que John Dee le hizo una carta astral? Eso parece, pero todos los príncipes –hasta los de la Iglesia- tenían sus propios astrólogos –pues el problema no era la astrología como tal, sino hasta qué punto creer que esos diagramas criptográficos conculcaban o ponían en tela de juicio el libre albedrío.
    Felipe II fue muy platonizante. Veamos un caso: la formación en 1585 de la “Junta de Noche” por Felipe II supone una plasmación de platonismo político filipino. Al margen de las circunstancias en que fue creada (la enfermedad y decaimiento de nuestro Rey Prudente), en el nombre que se adoptó para ella no sólo se expresa la hora nocturna a la que la Junta tenía sus reuniones, sino que en su nombre también resuena el “Consejo Nocturno” del que Platón nos habla en “Las Leyes”. Se trataba, según Platón, del órgano más poderoso del gobierno de la sociedad platónica diseñada en la etapa de senectud del filósofo ateniense.
    Era la noche –in silentio noctis– cuando se convocaba el sínodo de máximo poder en el sistema polisinodial de la Monarquía Hispánica, la que regía un bloque geopolítico que hemos perdido para ser hoy peleles de bloques geopolíticos bastardos que nos destruyeron en su día. El consejo secreto estaba formado por los hombres de la más estrecha confianza de Felipe: Juan de Idiáquez y Olazábal, Juan de Zúñiga y Requeséns, el portugués Cristóbal de Moura y el vasco Mateo Vázquez de Leca que hacía de secretario. Es imposible no relacionar la “Junta de Noche” filipina con el “Consejo Nocturno” platónico –bien mirado, son dos formas para decir lo mismo, aunque en la Junta de Felipe II no se tomara a pie juntillas las disposiciones trazadas por Platón.
    Felipe II no era un monarca oscurantista y fanático, como nos lo han pintado sus enemigos, tampoco un “iniciado” en misterios ocultistas. Era un monarca formado en el humanismo renacentista, el hecho es que poseía una de las bibliotecas más ricas de Europa y no la tenía para lucir las paredes. Muchas de las obras de Platón habían sido traducidas en Florencia, entre los años 1397 y 1400, bajo la dirección del erudito constantinopolitano Crisolaras, así “El Estado” (hoy la conocemos como “República”) y “Las Leyes”. Esa labor de traducción del griego al latín la continuaron, tras Cristolaras, Leonardo Bruni y otros como Ambrosius Traversarius. Según el inventario de la biblioteca filipina, el rey Felipe tenía “en un cuerpo” las obras de Platón y las llevó al Escorial, para tenerlas bien cerca. Cuando el Rey Prudente tuvo que escoger un maestro áulico, acudió a Sebastián Fox Morcillo, filósofo platónico español, aunque no pudo desempeñarse por fallecer antes de cubrir la plaza. Tampoco es casualidad que Felipe II impulsara la filosofía lulista, implantándola en las principales universidades hispánicas, apoyando a su vez la canonización de Raimundo Lulio. Lo que se trasluce de su reinado y gobierno es una voluntad de perfeccionar el ejercicio del poder, tal vez burocratizándolo excesivamente, pero siempre atento a todos los ingenios tecnológicos y novedades que pudieran servir a consolidar el poder imperial, pues lo que estaba en juego era la Cristiandad que él defendía contra todos sus enemigos.

    Contra la invención de un Felipe II “esoterista†| Desde Mi Campanario
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
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