Quizás el problema no arranque de las polémicas costumbres de algunos pueblos: tirar cabras desde el campanario, arrancar de cuajo cabezas de ocas lanzados a galope sobre caballos; toros embolados entre llamas..., todo un panorama de inciviles bestialidades paletorras sin cuento, ni más razón que la ignorancia, la brutalidad y la estupidez de muchos, que llamándose humanos, no pasan del género de los pitecántropos.A cuenta del Toro de Tordesillas, que nunca fue polémico hasta que algunos así lo quisieron, se ha desatado el conflicto. El resultado ha sido una confrontación entre participantes en la tradición y contrarios a la tradición y, a consecuencia de la bronca, algunos heridos. El conflicto, más allá de lo que ha ocurrido, pone sobre el tapete una cuestión fundamental que muchos quisieran escamotear: los pueblos tienen tradiciones. A unos pueden gustarles y a otros disgustarles esas tradiciones, pero que no nos distraigan con falsas disyuntivas. Las tradiciones son una realidad: tienen sus partidarios y sus detractores.
Y es que si de "tradiciones" hablamos, que no son tales sino "costumbres locales" muy arraigadas en la imaginación popular ciertamente, habrá que convenir que el término "tradición" es uno de esos que en los últimos años más tergiversaciones ha sufrido, como puede ser el de "mito", el "paradigma", o el de "ciencia", por poner casos sometidos a la más idiota de las costumbres como son las "modas". Y así, los verdaderos significados ya no se encuentran ni en los diccionarios pero están en boca hasta de los analfabetos, y si son "funcionales" todavía peor.
Aquí, con motivo de este lamentable espectáculo, como imaginaria tradición es absolutamente infumable, pues no basta la transmisión de los mayores. Y, por ello, estamos ante un espectáculo bochornoso que no es sino insana costumbre de un pueblo de aldeanos labriegos.
Por otro lado, circunscribir la oposición a este espectáculo a un grupo de ese partido animalista, es otra engañifa. A mi los "animalistas" me tienen sin cuidado desde el punto de vista de la política y de sus acciones públicas, pero no desde la exigencia de un comportamiento mínimamente ético. Y es que nadie que sienta amor hacia sus animales domésticos, nadie que se considere simple contemplador de las maravillas de la Naturaleza, nadie que tenga el sentido de ser hijo de Dios puede, en conciencia, no oponerse a semejante espectáculo de salvajismo que es, además, absolutamente innecesario para que las gentes de un pueblo se diviertan en sus fiestas locales.Lo que se ha puesto de manifiesto es que los defensores de sus tradiciones no están dispuestos a que les vengan a aguar la fiesta. Y la reacción de los tordesillanos (y vecinos que han concurrido a la cita tradicional) ha sido contundente. Los contrarios se basan en una oposición al “maltrato animal”, algunos de ellos militan en el denominado “partido animalista”. Los “animalistas” se oponen a la fiesta taurina y, como hemos visto hoy, a toda manifestación que tenga como centro el sacrificio de un animal: podríamos suponer que sean vegetarianos, pero tampoco podemos aseverarlo.
Respecto a lo que defienden en el Partido Animalista, es sencillo de comprobar, basta con leer su programa político que, como otros de reciente cuño, abunda en la imprecisión y el populismo demagógico. La verdad es que se parece bastante al de PODEMOS, excepto en la encendida defensa de los animales.
http://www.pacma.es/files/programa_e...ropeas2014.pdf
Yo no sé sino se inmiscuyen también todos los "machotes con lanza y caballo" de los alrededores que se reúnen para sumarse a la barbarie de los "tordesillanos", pero de cualquier manera desde que esta "fiesta" es pública, parece que todos podríamos "inmiscuirnos" en ella.Es muy loable respetar y proteger la vida animal, pero llevar las cosas hasta el extremo de inmiscuirse en la fiesta tradicional de un pueblo y pretender pasar por héroes... A mí me parece excesivo. Puedo entender que alguien exponga su vida por la defensa de la vida de otros seres humanos, pero escenificar un espectáculo para salvar la vida de un toro, mientras se provoca a un vecindario pacífico, ya es demasiado.
El que no quiera tauromaquia, que no vaya; el que no quiera ver alancear toros, que se quede en su casa. Las tradiciones, aunque no les gusten a algunos, existen. Y hay quienes están dispuestos a defenderlas.
Y a vueltas de nuevo con la perversión de los términos. Ni es tradición la cual es transmisión de valores y ya se dirá cuáles son éstos los que transmite semejante actividad más propia del circo romano, ni es una cuestión de cercenar la libertad de expresión y de acción, porque quedarse en casa es tener la barbarie de Tordesillas metida hasta el tuétano a través de la televisión que es como, en realidad, nos enteramos todos. Pero, igual es que lo propio es apagar la caja tonta o darle al mando a distancia. Lo falaz del argumento es que ese reproductor con pantalla lo pagamos personalmente cada uno de nosotros con el derecho incluido de hacer con él lo que consideremos conveniente. Por tanto, la alternativa es o que no se transmita ese sanguinario festejo, o que se prohíba de una puñetera vez. Porque yo miro donde me da la gana, y no necesito permiso de nadie para hacerlo, tal como hacen todos los demás; y lo digo como español tradicionalista. Ni es cuestión, tampoco, de poner en igualdad de situaciones las corridas de toros -que a mi no me gustan y no asisto a ninguna-, en las que un solo individuo se enfrenta al astado, que varios cientos, o varios miles, lo acorralan al tiempo que lo van despellejando vivo.
Pero ya este otro argumento añadido es de traca falaz. Y es que éstos "tradicionalistas" de pega, de cartón piedra con purpurina, va a resultar que son unos inflamados antiabortistas. La corporación municipal de Tordesillas, electa por los tan "tradicionalistas" vecinos de la localidad, está compuesta por un total de 7 ediles del PSOE y 6 ediles del PP vamos, grupos políticos que se distinguen especialmente por la defensa de la vida del neo-nato. Pero es que esto es lo que pasa cuando se mezcla el tocino con la velocidad pretendiendo defender y justificar lo indefendible y lo injustificable.El número de abortos ha aumentado en España hasta una cifra escandalosa: hacernos pensar que los animalistas son héroes por enfrentarse a una tradición multisecular en Tordesillas y silenciar el genocidio abortista en España sí que nos parece una barbaridad. Con todos mis respetos a los cornudos, me gustaría saber si los animalistas estarían dispuestos a oponerse al aborto de fetos humanos con el mismo denuedo que exhiben para defender la vida de un cuadrúpedo cornífero.
Ayuntamiento de Tordesillas | www.tordesillas.es
En efecto, así es, la prensa suele callar el genocidio del aborto porque no es noticia, mientras los partidos que gobiernan y representan a los "tradicionalistas" tordesillanos protegen las "casas de la muerte" en las que los "mengueles" de turno se aplican a conciencia. En cambio, la muestra de salvajismo y brutalidad del toro alanceado, o el embolado, o la de cualquier otra práctica propia de trogloditas, es noticia porque sucede una vez al año y, además, hay morbo a su alrededor. O lo que es igual, se entera todo el planeta.Mientras que me entero de ello, el holocausto de seres humanos continúa y no tiene tanta cobertura mediática como la tiene un toro. La única buena noticia de hoy es que hay gente capaz de defender sus tradiciones; mucho menos positivo nos parece que haya gente capaz de descalabrarse por la vida de un toro y no por la de los seres humanos. En el mundo hay causas más dignas para ser apedreado.
Luego nos quejamos de la Leyenda Negra, pero es que en este país somos especialistas en generarla y después protestamos porque nuestros enemigos se ceban contra nosotros, ¡así nos va!
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