El estado civil y el sagrado no están separados entre sí, y en lugar de contrariar el uno al otro, se dan amigablemente la mano, uniéndose para el bien de los reinos. Lo hemos visto claramente un poco antes, cuando atribuímos al sabio gobierno de los españoles en América como efecto natural, la piedad y felicidad de los americanos. Ahora bien, una de las cosas que contribuye más a la felicidad del gobierno y al aumento de la piedad es, según mi juicio, la justa división de los lugares en dióceis y parroquias, de acuerdo con el número de los diocesanos. Y se comprende fácilmente que ni una cosa y otra debían ocultarse a la vigilante nación española. Desde el principio sus sapientísimos reyes al crecer el rebaño de Cristo cada día en las nuevas tierras descubiertas, pensaron en darles dignos pastores que se preocuparan de su bienestar, y por lo tanto crearon más obispados.
Uno de los cinco que con aprobación del Sumo Pontífice se formó allá (1) fue precisamente en la Tierra Firme, en la parte más cercana al Istmo de Panamá, siendo electo como su primer obispo Monseñor Juan Cabedo (sic) (2) de la orden de San Francisco. La sede de este obispado fue Santa María llamada la Antigua, en la provincia del Darién. Pero fue de poca duración debido al mal clima, y después de poco tiempo fue trasladada a Panamá lugar célebre que por pertenecer al reino de Quito, está fuera de los términos de nuestra Historia. A la erección del, obispado del Darién el año 1529, siguió la del obispado de Santa Marta que dura todavía; después en 1532 la de Coro, trasladada no hace mucho a Caracas; después la de Cartagena en 1534, y en fin la de Popayán en 1547. La última de las antiguas ciudades de Tierra Firme que tuvo el honor de ser sede episcopal fue la que hoy domina a tan vasto país, Santafé de Bogotá, que no llegó a ese grado sino en 1562, durante el Pontificado de Pío IV, y bajo el reinado de Felipe II.
Pero si ella siendo un simple obispado, se vio comparada o pospuesta a las demás, dos años después fue erigida en Metropolitana y creció tanto espiritualmente, cuanto después y también en la actualidad lo es en lo temporal. Santafé es pues sede de un arzobispado, al cual están subordinadas casi todas las iglesias indicadas. Dije casi todas, pues también a este respecto debe exceptuarse Caracas, cuyo obispo es sufragáneo del de Santo Domingo, Primado de todas las Indias. Pero si al arzobispado de Santafé falta por decirlo así este honor, otro muy singular le ha dado recientemente el piísimo rey Carlos III, al erigir en obispado la importante ciudad de Mérida en el año 1728. La Provincia de Cumaná, aunque de cierta importancia, no tiene obispo residente, pues junto con la del Orinoco, depende como hemos dicho en otra parte (3) de obispo de Puerto Rico, que aunque está muy lejos, algunas veces la visita.
Todos pueden ver claramente que esas diócesis americanas son muy extensas, y que cada una de ellas puede compararse en extensión con un grandísimo reino. Entre las enumeradas poco antes, no hay ninguna que además de los pueblos cristianos incluídos en su jurisdicción, no se extienda también a muchos que son todavía gentiles. Creo que esto haya sido sabiamente dispuesto por el rey d España a fin de estimular el celo de los obispos y para que se preocupen por la conversión de esos gentiles. En efecto, entre tan dignas personas hay quien se preocupe de ello. El arzobispo de Santafé, al cual pertenecen algunas tierras limítrofes con el Orinoco, regaló en mis tiempos bellos cálices para las misiones; el obispo de Puerto Rico las visitó con mucha fatiga dos veces. Y lo que yo digo de ellos, Se podría decir de otros muchos, pero me apresuro a terminar este tema hablando brevemente de los ingresos de los obispos de Tierra Firme. Tengo informes que me ha comunicado una persona muy conocedora de este asunto.
El obispo de Santafé entre ingresos ciertos y eventuales, se dice que tiene cincuenta mil escudos; el de Cartagena de dieciocho a veinte mil; el de Santa Marta de ocho a diez mil; no sé nada del nuevo obispado de Mérida, como tampoco del de Popayán. El de Caracas (y esta es otra muy notable prerrogativa de esa provincia autónoma) se dice comúnmente que no tiene menos de sesenta mil escudos. Como esto puede extrañar a alguno, doy inmediatamente la razón diciendo lo que me cuentan sobre esa superioridad de rentas sobre todos los demás obispado de Tierra Firme, y es que la rama más fértil de tan copiosos proventos depende toda de las plantaciones más abundantes de cacao que hay en aquella provincia, de cuyas primicias, diezmos y cuartos pagados por los propietarios, se enriquece el obispado.
Los obispados tienen bajo su dependencia ciudades, tierras, aldeas y posesiones, comprenden varios curatos erigidos para beneficio espiritual de los pueblos. Así es y todos comprenden bien que los países de que hablamos, no son diferentes por este aspecto a los nuestros. Pero lo son todos en otras cosas, a saber en la opulencia de los ingresos parroquiales y en la manera de elegir los que son escogidos para curas. Por lo que se refiere a lo primero, exceptuando los curatos de indios solamente, que no son muy ricos, los que son solamente españoles, tomando esta palabra en su acepción más amplia y haciéndola extensiva a los mestizos, o a los indios que son vecinos de los españoles, no hay duda de que son tan ricos que parecen pequeños obispados. Los curatos que dan más de cuatro mil escudos son muchos, pero son pocos en comparación con los que dan hasta diez mil, como las parroquias de Chita y Turmequé, en el corregimiento de Tunja.
Se puede imaginar fácilmente que curatos tan pingües y que se otorgan comúnmente por concurso a los que brillan más en los exámenes, tienen muchos pretendientes. Todos se empeñan ansiosamente en obtenerlos: doctores en teología y derecho y toda persona culta, a tal punto que entre los curas de Tierra Firme son raros lo que no son doctores en todas o en algunas de esas ciencias. A los obispos toca nombrarlos después de los exámenes y para tal fin envían directamente al virrey una terna de los más dignos, pero la elección de uno de esos tres corresponde al virrey por el derecho del patronato que los reyes de España tienen sobre todas las iglesias de América. Algunas parroquias son encomendadas a religiosos, elegidos también de esa manera, y presentados al obispo y al virrey por sus Provinciales, pero la mayoría se rigen por los sacerdotes seculares, que allá son tan numerosos como entre nosotros. De los mismos se componen también los capítulos catedrales, integrados por canónigos, prebendados y otras conspicuas dignidades; del clero secular es también un respetabilísimo clero que en su mayoría está integrado por alumnos de los dos célebres colegios del Rosario y San Bartolomé.
Se ve claramente que todos esos dignísimos sacerdotes son hijos de padres españoles establecidos en Tierra Firme, pero entre los obispos hay también nacidos allá o procedentes de España. El primero que yo conocí como arzobispo en Santafé, Monseñor Vergara pertenecía a los segundos; de los primeros fue su esclarecido sucesor Monseñor Azúa, nacido en Chile, del cual tuve el honor de recibir las órdenes sagradas en 1748, cuando terminé mis estudios teológicos. Hispanoarnericano como el Señor Azúa, fue el Señor Camacho Rojas nacido en Tunja y trasladado de Santa Marta al mismo arzobispado después de mi salida de Tierra Firme. Después de haber nombrado a éstos creo superflujo nombrar otros obispos hispanoamericanos. En las Noticias para el año de 1784, impresas en la Imprenta de Caracas, pueden verse varios y entre ellos al actual obispo de Cartagena y el de Popayán, el primero nacido en Quito y el segundo en Lima.
http://www.lablaa.org/blaavirtual/hi...a/enhia17h.htm
Última edición por Michael; 26/11/2012 a las 11:39
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