Chavismo y mitología

Chavismo y mitología


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Escribe: Antonio Moreno Ruiz.- Hugo Chávez QEPD fue un golpista fracasado en 1992 y sin embargo se llevó todo su mandato acusando de golpismo a medio mundo. Decía ser antiimperialista pero quiso extender su imperio desde La Habana a Buenos Aires. Se entrometió de muy malas maneras en las políticas internas de Colombia (compadreando con las FARC), Perú (apoyando a Humala) y Honduras (apoyando a Manuel Zelaya). Asimismo, tampoco hizo ascos a entregar maletines a la familia Kirchner en Argentina. Y ahora Maduro, siempre ataviado con deportivos ropajes, repite la misma táctica, acusando de intromisión a tirios y troyanos y amenazando a quien se le ponga por delante.
¡Realismo mágico en estado puro!
Pero como no hay mal que por bien no venga, toda esta indigesta onda expansiva bolivariana no ha hecho sino reforzar el proceso crítico que vive América con respecto a la historia de las independencias. Raro es el año que no sale algún libro con nuevos datos sobre este mito histórico, muy similar al de las Cortes de Cádiz. El politólogo argentino Norberto Ceresole QEPD, durante un breve período asesor de Chávez, poco antes de tener que salir huyendo de Caracas le advirtió sobre la peligrosidad de resucitar una mitología que nada tenía que ver con la historia y que tanta sangre había costado en su día; mitología que ya empieza a resquebrajarse y gracias mayormente a Hispanoamérica: No hace mucho que se nos fueron historiadores como el colombiano Luis Corsi Otálora o el argentino José Manuel González; con todo, ahí tenemos al colombiano Pablo Victoria Wilches, al ecuatoriano Francisco Núñez, el argentino Patricio Lons o los peruanos Heraclio Bonilla y José Antonio Pancorvo dando testimonios de conocimiento histórico-crítico que mucho nos conviene a toda la Hispanidad; porque en España también se enseña la misma mitología trufada de liberalismo.
Mas, quién sabe si la esperpéntica mitología bolivariana ensalzada por el chavismo no es sino un gran acicate para un replanteamiento tras doscientos años de mentiras… No hay mal que por bien no venga. Tiempo al tiempo.

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