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Tema: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

  1. #101
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    ORÍGENES DEL GOBIERNO COLONIAL EN MÉXICO

    Lo que conocemos como “conquista de México” consistió en el proceso de sumisión por la vía militar o por medio de alianzas de la gran mayoría de los reinos o señoríos mesoamericanos, proceso que demandó muchos años a partir de 1519 e involucró (con la comprensible salvedad de lo ocurrido en México-Tenochtitlan) la presencia y acción de tres personajes: encomenderos, caciques y doctrineros.

    Estos tres personajes, en conjunto, establecieron una intermediación entre el poder supremo (encarnado en los representantes del rey) y el gobierno y administración de los señoríos, denominados en lo sucesivo pueblos de indios o, simplemente, pueblos. El sistema dependía, en el fondo, de la subsistencia de éstos con su identidad y legitimidad política y su integridad territorial. Tal sistema, que debemos calificar como de dominación indirecta (en la que el poder colonial se ejerce a través de intermediarios locales), fue el que hizo posible la instauración y consolidación inicial del régimen colonial.

    La asignación inicial de los caciques y sus señoríos a los encomenderos se hizo según la voluntad de Hernán Cortés entre 1521 y 1523 privilegiando a los conquistadores de mayor jerarquía con los señoríos más relevantes o que producían más tributo. Casi está por demás señalar que Cortés se adjudicó a sí mismo los que consideró más importantes, prestigiosos y ricos en distintas partes de la naciente Nueva España, desde Michoacán hasta Tehuantepec y desde Pánuco hasta los Tuxtlas.



    A lo largo del periodo colonial la mayor parte del territorio de Morelos fue una de las jurisdicciones políticas del Marquesado y Cuernavaca fue su cabecera. Su territorio comprendía muchos pueblos de Yecapixtla a Tlaquiltenango y de Tlaltizapán a Jantetelco. Curato de Cuernavaca, 1743. Mapa en las Relaciones geográficas del Arzobispado de México, 1743. Reprografía: Oliver Santana / Raíces.








    Las siete jurisdicciones del Marquesado del Valle de Oaxaca. Dibujo: Tomado de García Martínez, 1969. Ilustración digital: Raíces.






    La relevancia económica debida a la fertilidad del suelo y la disponibilidad de agua queda manifiesta en este mapa de 1795 que representa las aguas que se nacen en la “Villa de Oaxtepec”. Los manchones verdes son plantíos de caña de azúcar. Digitalización: Raíces.






    __________________________________

    Fuente:

    https://www.facebook.com/arqueomex/p...ZkV0&__tn__=-R

  2. #102
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Organización social entre los naturales del Virreinato del Perú


    Alta Nobleza:

    La alta nobleza era una clase privilegiada por linaje. Estos Principales descendían exclusivamente de los Incas y Sapa Incas. Tenían muchos más privilegios que los demás nobles, privilegios que incluían rentas, tierras y mercedes. Sus privilegios suscitaban la envidia y ambición de otros nobles de menor rango. Eran los únicos en toda la extensión del Imperio que legalmente podían hacer uso del tratamiento de Inca y firmar como tales.


    .- Incas Titulados

    Son los descendientes de los Incas y Sapa Incas quienes al emparentar con titulados españoles tenían la facultad de heredar los títulos nobiliarios a su descendencia. Estos titulados por lo general vivían en Europa y se relacionaban con las familias más poderosas de España.


    .- Incas Ratificados

    Son los descendientes de los Incas y Sapa Incas que han logrado legitimarse mediante probanzas, con documentación y testimonios de parientes ratificados.


    Baja Nobleza:

    La baja nobleza era una clase privilegiada por tradición y linaje. Estos Principales descendían de los Curacas, Señores y Reyes prehispánicos. Muchos de ellos tenían antepasados que habían jurado fidelidad a la Corona y que habían participado política o militarmente en la Conquista de los 4 Suyos. Tenían privilegios fiscales y políticos, pues estaban exentos de pagar tributos, podían ocupar cargos administrativos, tenían acceso a la educación, podían tener negocios, y demás privilegios y gollerías. Estos aspiraban a emparentarse con los Incas.


    Advenedizos:

    Los advenedizos eran gente del común que por el hecho de haber tenido la suerte de recibir instrucción académica de parte de las órdenes religiosas o haber recibido la gracia de algún rico o noble, se las ingeniaban para ascender socialmente. Usurpaban cacicazgos de las periferias con apoyo de funcionarios corruptos, se hacían pasar por nobles y curiosamente tenían influencia política.


    Plebe o Pueblo:

    La plebe era la población o gente del común, nativa y de clase baja. Por lo general su vida se caracterizaba por muchas limitaciones y por carencias. Soportaban todas las cargas laborales, a través de las mitas, y recibían una mísera paga en compensación, muchas veces nada. Debían de pagar tributo 1 o 2 veces al año. Dependían mucho de sus Caciques y Señores Naturales porque legalmente eran menores de edad. El Real y Supremo Consejo de Indias se encargaba de velar por su calidad de vida, ya que eran súbditos del rey, pero esta institución no funcionaba debidamente, por lo que esta clase estaba a merced de los poderosos.






    __________________________________
    Fuente:

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  3. #103
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    UN DÍA COMO HOY: 29 de octubre

    1498 - Nace en Malinas (actual Bélgica) fray Jodoco Ricke, fundador de la Orden franciscana en Quito, constructor de la iglesia de San Francisco y quien inició la Escuela Quiteña de arte, además de ser el responsable de la siembra de la primera semilla de trigo en los territorios del actual Ecuador.

    En la imagen: fray Jodoco Ricke bautizando a los indígenas, por Antonio Astudillo





    https://l.facebook.com/l.php?u=https...lKEwt5fprvmiWx
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  4. #104
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    TRES PINTURAS Y UN MISMO TEMA

    En el siglo XVII se pintó un gran lienzo de los matrimonios de Beatriz Clara Coya y Martín García de Loyola, y el de Ana María Coya de Loyola y Juan de Enríquez de Borja, conservado en la iglesia de la Compañía en el Cusco.

    Allí aparecen, además de las dos parejas contrayentes, figuras claves de la realeza incaica y de la Iglesia española. Se ha especulado que, a través de este y otros óleos, los jesuitas querían divulgar en diferentes niveles los vínculos de la orden con la nobleza indígena, quizá con el propósito de alentar futuros designios políticos. El lienzo fue reproducido varias veces y actualmente se ha confirmado la existencia de seis versiones de ese tema; una de ellas se encuentra en el Museo Pedro de Osma en Barranco, distrito de Lima, y otra en el Beaterio de Copacabana en esa misma ciudad (Lima). Más allá de proyectos políticos laicos y religiosos, la biografía de la coya y las versiones iconográficas de su matrimonio pueden verse como emblema de la ardua encrucijada cultural en la cual se desenvolvieron las mujeres indígenas y mestizas de su tiempo, inclusive cuando la nobleza fue reconocida por la Corona. (Fuente: cvc.cervantes.es)



    Matrimonios de Martín de Loyola con Beatriz Ñusta y de Juan de Borja con Lorenza Ñusta de Loyola. Anónimo cusqueño. Iglesia de la Compañía del Cusco. (Foto: Pinterest)






    El matrimonio de Martín de Loyola y de doña Beatriz Clara Coya Ñusta, y de Don Juan Borja con Lorenza Ñusta. Escuela Cusqueña 1718. Museo Pedro de Osma, Barranco, Lima. (Foto: Pinterest)






    Matrimonios de Martín de Loyola con Beatriz Ñusta y de Juan de Borja con Lorenza Ñusta de Loyola. Anónimo cusqueño del año 1725. Monasterio de Copacabana, Lima. (Foto: Cosas.pe)







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    Fuente:

    https://www.facebook.com/permalink.p...0068&__tn__=-R

  5. #105
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    El Cabildo de indios




    Cacique de San Sebastián – Museo Virreinal de Cuzco. Tomado de Gisbert (1994: 152-153)


    Los pueblos de indios o república de indios y los cabildos de indios eran las unidades más pequeñas de la administración real de las comunidades indígenas durante la época de la América española. Fueron creadas en el siglo XVI y existieron hasta las independencias hispanoamericanas del siglo XIX. La administración local en el Nuevo Mundo se basó en la transferencia de numerosas atribuciones desde el poder central virreinal a los pueblos indios, que eran libres en su gestión pero bajo supervisión española. Los españoles o mestizos no tenían permitido formar parte de estos cabildos aunque en la práctica hubo quienes sí pudieron entrar o influenciar por su poder en decisiones de los mismos.


    Los cabildos de indios en el virreinato del Perú

    En el Perú el órgano central de esa gestión era el cabildo de indios que existía en cada parroquia indígena. Cada cabildo estaba compuesto de una magistratura y una asamblea. La magistratura se ocupaba de velar por que los indios vivieran civilizadamente y contribuyeran al progreso material de la sociedad. Constaban de alcalde, regidores, procurador y quipucamayo. También podían aparecer las figuras de los alcaldes de campo, secretario y alguacil. Los alcaldes administraban justicia castigando a quien no respetase las leyes y las costumbres y también se ocupaban de que las quejas y protestas de los nativos llegasen a estamentos superiores para que fuese tenido en cuenta. Estas peticiones podían ser privilegios, exenciones de tributos, fuerza de trabajo para realizar obras, etc. Igualmente los alcaldes también realizaban tareas de organización y coordinación de la cuota de brazos para obras públicas y de vigilancia de que los indios párvulos asistiesen a la escuela.

    El resto de cargos de los cabildos de indios estaba compuesto por:


    • Regidores: cumplían y hacían cumplir las órdenes de carácter judicial emitidas por los alcaldes y chequeaban periódicamente que la comunidad estuviese en orden y sin problemas. En caso de detectar algo debían de comunicárselo al alcalde para que tomara las medidas oportunas.



    • El quipucamayo: era el notario del cabildo, que era un cargo vitalicio.



    • El procurador: era el encargado de las diligencias judiciales que los ayllus, pueblos o parroquias emprendían sobre todo de índole territorial por pleitos entre ellos o con los hacendados cercanos.



    • El alguacil: era el encargado de ejecutar la justicia y detener a los infractores.



    En el Perú las magistraturas eran acompañadas por las asambleas en las que los magistrados y los indios padres de familia tomaban decisiones en aspectos relativos a la justicia, la hacienda y la policía. En dichas asambleas podían participar todos los padres de familias que tuvieran interés. Era un buen ejemplo de democracia directa cuyas decisiones el alcalde y sus ayudantes estaban obligados a cumplir.



    Los cabildos de indios en el virreinato de la Nueva España


    Si en Perú había un cabildo por cada parroquia a la que pertenecían varios pueblos, en el virreinato de Nueva España los cabildos estaban descentralizados existiendo uno por cada pueblo y una gobernación por cada república a la que acudían los distintos alcaldes de cada pueblo y un gobernador que actuaba en asuntos de hacienda, policía y justicia. También ejercía como juez agrario que distribuía la tierra, representaba al pueblo ante el Juzgado General de Indios, organizaba los trabajos colectivos y administraba los Bienes de Comunidad. Estas mismas tareas eran las que realizaban los alcaldes en sus propios pueblos. A estos les ayudaban en sus tareas de recaudación fiscal los mayordomos de tributos, y los de comunidad que se encargaban de las tierras del pueblo. A su vez, cada barrio o parcialidad, contaba con los mandones, también llamados alguaciles o merinos. Finalmente en cada cabildo había un escribano y criados o topiles.

    En México no existían las asambleas, es decir, las magistraturas poseían todo el poder y fueron el objetivo de los más poderosos para de esta manera controlar política y económica sus territorios.


    Elecciones en el valle de México


    Los cargos públicos en México eran electivos y se elegían anualmente siendo el gobernador activo el que realizaba la convocatoria. En dichas elecciones tenían derecho a voto los padres de las familias más importantes, dos ancianos y el gobernador saliente. Normalmente las cualidades que más peso tenían a la hora de elegir a un candidato o a otro era el de su experiencia y vocación de servicio en tareas de oficios más bajos y en actividades cultuales. Los oficios menores del cabildo también podían ser elegidos mediante elecciones o el candidato vencedor los elegía directamente.


    Fuentes:

    Claudia Guarisco:¿Reyes o Indios? Cabildos, repúblicas y autonomía en el Perú y México coloniales, 1770-1812. Revista Andina 39, segundo semestre del 2004, Cuzco, Perú.





    __________________________________

    Fuente:

    https://www.historiadelnuevomundo.co...mx_ENHzsOX_ZyE

  6. #106
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Pintura de la familia Condorcanqui Thopa Amaro del siglo XVIII. Los Condorcanqui fueron una familia muy católica, tenían por patrona a la Virgen del Carmen. Tras la rebelión de Joseph Gabriel Thopa Amaro el obispo Juan Manuel Moscoso le excomulgó, este fue un duro golpe para la familia. La excomunión hizo que muchos de sus partidarios católicos le abandonaran y se unieran a los realistas.





    https://www.facebook.com/reynodelper...type=3&theater







    Don Juan Ayaviri Cuysara, cacique y principal de Sacaca y San Cristobal de Panacache, alcalde mayor de la Provincia de Charcas y Capitán de los Soras, Charcas y Caracaras.





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  7. #107
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Don Joseph Fernández Guarachi, cacique, principal y gobernador de Hatun Quillacas y de Jesús de Machaca. Además de Maestre de Campo y Alcalde Mayor de los 4 Suyos.



    https://www.facebook.com/reynodelper...type=3&theater







    Gonzalo Uchu Huallpa.

    - Títulos y Cargos:

    Principal y Señor de la Cadena (Toisón de Oro).



    https://www.facebook.com/reynodelper...type=3&theater
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  8. #108
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Juan Melchor Carlos Inca


    Don Juan Melchor Carlos Inca fue un Principal de origen mestizo. Hijo de Don Melchor Carlos Inca y de la noble Catalina Quespe.


    Aunque nació en el Cusco se decidió por viajar a España junto al hijo del virrey Juan de Mendoza. Una vez en España solicitó ser admitido en la Orden de Santiago. Juan Melchor se convirtió en 1627 en Caballero de la Orden de Santiago. Se casó con la española Jerónima Negrete de la Cámara. No dejó descendencia.




    https://www.facebook.com/reynodelper...type=3&theater









    Melchor Carlos Inca


    Don Melchor Carlos Inca fue un Principal de origen mestizo, hijo del regidor y encomendero Carlos Inca y de la española María de Esquivel.


    Melchor era un tipo muy elegante y refinado, hablaba perfectamente el quechua y el castellano. Fue llamado Príncipe por los hispanos.


    Llegó a ser Regidor del Cusco, Alférez Real de los Naturales y Caballero de la Orden de Santiago. Tuvo un amorío con Francisca Quispe Sisa. Contrajo nupcias con Leonor Arias Carrasco y posteriormente con la española Maria de Silva. Vivió en Europa y falleció en Alcalá de Henares.





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  9. #109
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Los quauhquecholtecas también fueron conquistadores

    Hay evidencia de una participación activa de los indígenas junto con los españoles durante la Conquista de la Nueva España, particularmente en territorios actualmente guatemaltecos.

    por José Luis Escobar

    Publicado el 9 de octubre de 2016 a las 0:10h






    Documentación en el Lienzo de Quauhquechollan del encuentro de los conquistadores quauhquecholtecas y españoles con los kaqchiqueles, ocurrido en el actual Los Encuentros, Sololá. (Fotos: Universidad Francisco Marroquín).

    El estudio del registro de los hechos históricos (Historiografía), que se especializa en la época de la Conquista de Mesoamérica, aporta datos relevantes sobre el papel de los pueblos nativos en ese período. Por tradición, se ha enseñado que un grupo de españoles dominó la zona, pero la evidencia permite determinar que la llamada conquista, o invasión, como algunos estudiosos sostienen, no pudo haber sido posible para los extranjeros sin establecer alianzas con los indígenas.

    Siguen vigentes al respecto las palabras que el historiador Luis Pedro Taracena dijo en la introducción de la jornada Participaciones indígenas en la Conquista y las nuevas interpretaciones historiográficas, charlas efectuadas en Antigua Guatemala en el 2007: “Hubo una participación indígena mucho más compleja y determinante en ese éxito conquistador, al mismo tiempo, es posible notar la existencia de diversas memorias que superan al simplismo de la dualidad conquistador- conquistado”.

    Dicha jornada reunió a otros expertos, como el doctor Michel Oudijk, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Autónoma de México.



    Colaboradores

    “Contrario a lo que leemos en la historia oficial, los indígenas fueron activos participantes en el proceso de conquista, fueron agentes importantes y decisivos”, indica Oudijk. A su juicio, la pregunta ¿cómo fue que unos cuantos españoles conquistaron Mesoamérica? está mal formulada, “porque nunca lo hicieron. Hay un elemento que explica cómo fue posible y es precisamente uno olvidado: el papel indígena”, así lo expuso en su ponencia Participaciones indígenas en la Conquista y sus retos para la Historiografía.





    Para Oudijk es importante notar que los españoles no formaron un ejército. “No vinieron como tal, tampoco como soldados, vinieron como colonizadores. Su misión no fue batallar en el sentido restringido, sino que después de la ofensiva sacaban lo que podían. Vinieron aquí como gente normal y dependieron totalmente del apoyo y contribución indígena”.

    Como ejemplo del tipo de apoyo que recibieron, Oudijk menciona a los tamemes (cargadores), guías, espías y mensajeros. Estos aparecen, entre otros, en el Lienzo de Analco (en Oaxaca). El experto señala que en Mesoamérica no había vehículos de transporte como carros o carruajes y que las vías de comunicación eran más bien veredas por ello fueron esenciales estos cargadores. Las rutas más cercanas a las ciudades, indica, eran mejores, de hecho estaban pavimentadas, “pero no pensemos que había un camino desde la ciudad de México hasta Guatemala. En muchas fuentes vemos a los españoles solicitando indígenas para abrir el camino, porque lo necesitaban para movilizar sus cañones e incluso para pasar con sus caballos”.

    El investigador refiere que otro elemento suplido por los locales fue la necesidad de información. “Los españoles no sabían, ni siquiera, a dónde ir. Fueron los indígenas quienes les dijeron: “no vayamos por allí, vamos por aquí, porque estos son nuestros amigos”. Esto puede parecer obvio hoy, pero en ningún momento lo vemos reflejado en alguna fuente española o textos actuales sobre la conquista”.

    También está el tema de los espías. “El ejército abriendo camino no tenía idea de lo que estaba adelante. Al enviar informantes se alertaban de las trampas, las cuales los indígenas sabían reconocer y buscar. Estas tenían estacas que las hacían un arma mortal segura”.

    Oudijk agrega, finalmente, el asunto de la alimentación. “Cuando llegaron los españoles trajeron su comida, pero llegó un momento en que se les terminó. El conquistador español Bernal Díaz del Castillo (1492–1584) se refiere siempre a este problema. ¿Quiénes, entonces, dieron toda esa comida durante la conquista? Fueron los indígenas”.



    Alianzas

    Oudijk junto con el doctor Matthew Restall, experto en historia colonial en Latinoamérica, son los autores del artículo La conquista indígena de Mesoamerica. El caso de Don Gonzalo Mazatzin Moctezuma, en el cual detallan una alianza de un conquistador indígena con los españoles.





    “La llegada de los españoles a la costa de lo que hoy es México terminó con la instalación de un sistema colonial. Pero ello no era ajeno a Mesoamérica, sino que fue una continuación de muchos procesos indígenas que ya existieron y que simplemente siguieron después de 1519, aunque en algunos casos con un ritmo acelerado”, indican.

    El documento que publicaron en el 2008 presenta una arista distinta de la Conquista, “que nos hace dudar fuertemente de la historia como está escrita hasta ahora”, escriben. Y en esa visión, “la presencia de los españoles casi se reduce a algo anecdótico y el papel de los indígenas es lo que rige. Es una versión de lo que sucedió en el pasado, pero es una que no hemos escuchado y que sin embargo merece ser oída”.

    Los investigadores sustentan su postura a partir del análisis de una probanza que gestionó Don Gonzalo Mazatzin Moctezuma. Ese tipo de documentos eran de carácter legal y tenían la intención de probar un reclamo, como pudo ser un título nobiliario o tierras.

    “El aspecto más conocido y aceptado sobre la visión revisionista de la Conquista es la existencia de los aliados indígenas. Ejemplo irrefutable de ello es el hecho de que Tlaxcala proporcionó grandes cantidades de guerreros a los españoles para ayudarlos a sitiar y destruir Tenochtitlan”, sostienen.

    Con la probanza de Mazatzin Moctezuma, así como otros datos de fuentes secundarias y documentos de más peticiones de conquistadores mesoamericanos mandadas a España durante el siglo XVI, los autores argumentan que “es desconocido el origen del apoyo indígena y el grado de influencia que esto tuvo sobre la actividad militar española en Mesoamérica de 1519, a finales del siglo XVI”.






    Mazatzin Moctezuma recibió a Cortez e hizo una alianza con él. “Cortez le dio el título de capitán a este señor indígena, el cacique de Tepexi. En el sistema legal español dicho título significa que uno tiene derechos a conquistar. Para simbolizar y amarrar la alianza Cortez le dio una lanza y una espada para que él pudiera ir a la conquista y de hecho lo hizo”, explica Oudijk.

    El momento de esta alianza fue sellado con un abrazo. Otro episodio similar se documenta pictográficamente en el Lienzo de Quauhquechollan, restaurado digitalmente en el 2007 por la Universidad Francisco Marroquín. “En el lienzo hay una escena entre Cortez, Pedro de Alvarado, la Malinche y el señor de Quauhquechollan sellando una alianza a través de un abrazo. Si comparamos la escena pictográfica con el texto de Gonzalo Mazatzin vemos una extraordinaria semejanza”, destaca Oudijk, quien explica que, aunque se trata de hechos distintos, dan cuenta de un modelo muy mesoamericano, pues las alianzas entre pueblos fue algo básico durante el período Posclásico, justo antes de la conquista. “Sin alianzas no habría Mesoamérica. Este mismo aspecto lo aplicaron en el proceso de conquista, lo vemos en muchos documentos”, refiere.



    Quauhquecholan

    La mayoría de los estudios sobre la conquista española de Guatemala, indica la arqueóloga Florine Asselbergs, la presentan como un proceso controlado de pacificación, “cuyo éxito generalmente se atribuye al genio y a la perspicacia militar de capitanes como Pedro de Alvarado y sus parientes. Sin embargo, detrás de este éxito aparentemente español, se encuentra el papel poco entendido, pero indispensable de miles de soldados indígenas que sirvieron como auxiliares y guías y proporcionaron los recursos humanos reales en estas campañas”.





    Al examinar los documentos creados por estos mismos auxiliares y sus descendientes, sostiene Asselbergs “podemos llegar a comprender mejor las motivaciones e ideas que están detrás de esta participación, la diversidad de servicios que proporcionaron y los efectos que esto tuvo en su condición social durante el período colonial”.

    En su artículo La conquista de Guatemala: Nuevas perspectivas del lienzo de Quauhquecholan en Puebla, México, la investigadora se centra en el legado de uno de los grupos mexicanos que participaron en la conquista de Guatemala y finalmente se establecieron: los quauhquecholtecas.

    En la segunda parte del siglo XVI, explica, estos conquistadores o sus descendientes crearon un documento pictórico, el Lienzo de Quauhquecholan, un mapa histórico del siglo XVI que se resguarda en Puebla, México. “Hasta ahora, generalmente se creía que el documento representaba la conquista de los alrededores de Quauhquecholan. Sin embargo, mis investigaciones han revelado que la mayor parte de la región representada no es lo que ahora es México, sino el área de Chimaltenango, la capital colonial de Santiago de Guatemala y sus provincias circundantes”.

    En el lienzo se representa a los quauhquecholtecas como auxiliares de los españoles y pone de relieve los logros que alcanzaron, “cómo viajaron, qué batallas pelearon y qué lugares eran importantes para ellos. El documento no solo proporciona una de las primeras representaciones geográficas del área, sino también cuenta la historia de la conquista de Guatemala, vista a través de los ojos de un ejército auxiliar indígena”.

    Asselbergs, en otra de sus investigaciones, ayuda a comprender por qué los quauhquecholtecas y otros grupos indígenas estuvieron dispuestos a ayudar a los españoles en sus campañas militares.

    En La conquista de Guatemala: Nuevas perspectivas del lienzo de Quauhquecholan en Puebla, México, explica los patrones de conquista y rebelión en la Mesoamérica prehispánica: antes de la llegada de los españoles, las relaciones de poder consistían en un complejo sistema político y militar, caracterizado por cambios continuos de dominio y condición social.

    “Cuando un grupo era conquistado por otro, los miembros del primero se volvían parte del nuevo sistema de control, con el papel de súbditos tributarios, tanto en especie como en personas, lo cual normalmente implicaba un cambio de estatus y riqueza”.

    Una de las formas de recuperar prestigio y riquezas perdidas, indica la investigadora, era unirse a las conquistas posteriores de los nuevos gobernantes. “Como muchos antes que ellos, y otros después, los quauhquecholtecas vieron la llegada de los españoles como una oportunidad para deshacerse del control de sus opresores (los aztecas) y aprovecharon la oportunidad para unirse a otras conquistas españolas para adquirir el estatus de conquistadores”.

    El lienzo es uno de los pilares del libro La visión indígena de la conquista, del antropólogo y etnohistoriador Ruud van Akkeren, quien se ha especializado en los documentos indígenas del altiplano de Guatemala. En su obra se explaya en la Guatemala antes de la conquista, las alianzas de los pueblos indígenas al paso de los españoles y en varios aspectos del lienzo.


    Reflexión

    La comprensión de las lógicas narrativas indígenas, de acuerdo con Luis Pedro Taracena, permitirán acudir a las fuentes historiográficas para “reconocerlas válidas y creíbles por sí mismas, al mismo nivel que las españolas”.

    Cuando pensamos en la conquista, dice Oudijk, “hemos aprendido a verla como un proceso español en el que participaron unos indígenas, pero que no jugaron un papel determinante. Sin embargo, ahora sabemos que fue un proceso mucho más complejo. Fue una cooperación bastante fuerte entre los españoles y los indígenas y, en muchos momentos los indígenas fueron mucho más influyentes que los europeos”.

    Oudijk comenta que en el momento colonial “los indígenas pensaron que los iban a recompensar, como era la costumbre en los tiempos prehispánicos. Precisamente eso es lo que no pasó”.


    Mitos

    “La visión tradicional de la Conquista, basada en el enfoque de los propios conquistadores españoles, no está tan atrincherada como antes”, consideran Oudijk y Restall, este último, autor de Los siete mitos de la conquista española, donde desacredita ideas enraizadas sobre este período de la Historia. “La propia existencia de ese texto muestra que hay un número creciente de voces revisionistas y presentaciones de pruebas que desacreditan dichos mitos”, sostienen los estudiosos.






    Restall presenta siete apartados en su publicación. En El mito de los hombres excepcionales, desecha la idea de un triunfo de estrategas militares, lo cual está unido a El mito del ejército del rey, pues los conquistadores no eran un grupo uniforme de soldados sino uno de artesanos, en su mayoría iletrados, atraídos por la oportunidad de riqueza.

    El mito del conquistador blanco alude a la participación de poblaciones enteras de indígenas en el proceso de avanzada. El mito de la completitud se refiere la resistencia de las poblaciones originales, no fue cierto que se logró la total dominación del continente.

    El autor propone un punto medio entre la idea de que había fluidez de comunicación entre europeos y nativos o su versión contraria, que nunca lograron entenderse. Esto lo aborda en El mito de la comunicación.

    Sugiere que la merma en la población indígena a causa de las enfermedades está sobredimensionada, en el sentido de que el descenso demográfico no llevó a las comunidades a la dominación y su consecuente dispersión. Fue, más bien, una rápida respuesta de adaptación. Algo que toca en El mito de la devastación indígena.

    Y, en El mito de la superioridad deja claro que toda aparente ventaja de tipo bélico no fue determinante para los españoles, pues su armamento era escaso y de difícil uso en las nuevas tierras. Los caballos, si bien desconocidos, fueron asimilados propiamente como lo que eran, animales y no parte de seres emulando centauros.



    En rebelión abierta y hostil

    El Lienzo de Quauhquecholan documenta varios encuentros, uno de ellos es la batalla de los quichés. Al respecto Asselbergs indica: “Cuando los españoles entraron a la región de Quetzaltenango, el entonces jefe del lugar, de nombre Q’alel Atzij Winaq Tieran, había enviado un mensajero militar a los gobernantes de Utatlán para informales de la llegada. Los gobernantes quichés mandaron entonces a un capitán poderoso, Tecum, quien vivía en Totonicapán, para enfrentarse a los españoles en el valle de Quetzaltenango”.





    Relata la arqueóloga que Tecum, iba acompañado por “39 abanderados, muchos capitanes y 8 mil 400 guerreros. Este mismo ejército, junto con los quichés de Quetzaltenango, esperaba a los europeos. De acuerdo con Gonzalo de Alvarado, había más de 10 mil guerreros esperándolos; Pedro de Alvarado calculó que sumaban 12 mil”.

    La verdadera batalla por la conquista del pueblo, indica la investigadora, se libró en Pinal, al sur de Quetzaltenango.

    El encuentro dio un nuevo nombre al lugar, que en k’iche’ era Xe Lajuj Noj, “en alusión a un nombre calendárico y a una montaña. El nombre de Quetzaltenango es náhuatl y no fue una traducción, se refiere a las plumas de quetzal que adornaban a los señores quichés que perecieron en la pelea”, agrega.

    “En esa época, la mayor parte de Guatemala todavía no estaba conquistada y muchos de los pueblos se hallaban en rebelión abierta y hostil”, puntualiza Asselbergs.



    Fuentes: las investigaciones y artículos señalados en el texto así como las ponencias de la Jornada “Participaciones Indígenas en la conquista y las nuevas interpretaciones historiográficas”, documentadas por la Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.prensalibre.com/revista-...onquistadores/

  10. #110
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Representación de Don Cristóbal Paullu Thopa Inca y de su consorte Catalina Tocto Ussica, rezando al Jesús Cristo de los temblores.

    Cristóbal Paullu Thopa Inca posibilitó la caída del Viejo Orden incaico y la creación del Virreynato del Perú, al apoyar política y militarmente a la Coalición Indohispana que derrotó a las fuerzas leales a Atahualpa.





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    Luego de derrotar al monarca José I (Thopa Amaro), el cacique Mateo Pumacahua mandó a pintar en un muro de la Iglesia de Chinchero su victoria. En medio se encuentra la Virgen de Monserrat y a los alrededores, la representación de la batalla y de los 2 bandos.

    Pumacahua se hace representar como un puma erguido, en actitud de lucha y triunfante. José I es representado como un amaru sometido.





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  11. #111
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Manuela Túpac Amaru Arce

    Doña Manuela Túpac Amaru fue una mestiza nacida en el Cusco. Según los documentos que presentó a las autoridades virreinales del Cusco y de Lima, descendía del ultimo Inca del Reyno de Vilcabamba, de Don Felipe Túpac Amaru por la rama de Juan Tito Túpac Amaru.

    Aunque afirmaba pertenecer a la nobleza indígena, Manuela era pobre, por lo que se casó con Bernardo de Betancourt Hurtado de Arbieto esperando mejorar su posición económica.

    En 1683, Doña Manuela presentó una probanza de hidalguía al Magistrado del Cusco, al Protector de los Naturales y hasta el propio Conde de Monclova. Entre 1691 y 1780, doña Manuela y sus descendientes recibieron algunos privilegios propios de los Principales y gozaron de ellos. Manuela falleció en el año de 1703.





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    Blasón de Don Diego Felipe de Betancourt Túpac Amaru.

    Diego fue el hijo de Manuela Túpac Amaru y de Bernardo de Betancourt.

    Su familia materna aseguraba descender del ultimo monarca del Reyno de Vilcabamba. Por parte de padre descendía del capitán general Martin Hurtado de Arbieto. Pero también sostenían descender de Jhean de Bethancourt, un noble francés.

    Diego Felipe se casó con Lucia de Vargas Urbina en 1721 y tuvo 4 hijas. Diego Felipe libraría una lucha en los tribunales del Cusco y de Lima para ser reconocido como descendiente del monarca Felipe Túpac Amaru.

    Pretendió además el Marquesado de Santiago de Oropesa. El 25 de noviembre de 1777 Diego Felipe fue nombrado como uno de los Electores del Consejo de los 24 Incas del Cusco.

    El litigio por el reconocimiento de su linaje incaico fue continuado por Vicente García Rodríguez, quien era esposo de doña María Gertrudis Avendaño-Flores Betancourt. Diego Felipe falleció poco antes de la rebelión de Joseph Gabriel Túpac Amaru.





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  12. #112
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Blasón de Don Francisco Tomalá, Cacique, Gobernador y Principal de la Isla de Puná y de Machala.

    El blasón lo heredó de su padre Diego Tomalá, quien la recibió de parte del rey Felipe II en 1560. Don Francisco recibió además de parte de la Corona los repartimientos de Sacayas, Yaguachi y de la Sal de Jaén.






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    Blasón concedido por el rey Carlos I a los 4 Señores de Tlaxcala; Lorenzo Maxixcatzin (Señor y Principal de Ocotelulco), Gonzalo Xicoténcatl (Señor y Principal de Tizatlán), Vicente Tlahuexolotzin (Señor y Principal de Tepeticpac) y Bartolomé Citlalpopocatzin (Señor y Principal de Quiauixtlán).


    Dicho blasón fue otorgado a estos soberanos en compensación a su participación en la Conquista de los Mexicas como “Comandantes del Rey” en la Coalición Hispano-tlaxcalteca. Los Señores de Tlaxcala fueron buenos negociantes y se adaptaron fácilmente al Nuevo Orden, esto les permitió recibir muchos beneficios para su familia y para su pueblo, desde un gobierno semiautónomo hasta la exención de tributos para los tlaxcaltecas del común.






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  13. #113
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Los Electores Incas contra Joseph Gabriel Condocanqui

    "Josef Gabriel, Condocanqui y Noguera fingido Thupa Amaro, y supuesto cacique de pueblos, que no era ni pudo ser, porque fue un pobre arriero de vil e ignorada extracción, y de padre ignoto por ser de extraño fuero, y su madre una india vilisima sujeta a las contribuciones de tributo y otros servicios personales que son propios de sus natales, y origen".

    "Josef Gabriel que como extranjero en la sucesión de los incas usurpó el apelativo de Thupa Amaro a la leal y fidelísima casa de don Diego Felipe de Betancur Thupa Amaro, Urtado de Arvieto, Fiesto y Cardona Inca, que es uno de los Electores de Alférez Real que obtuvieron título de este Superior Gobierno, por el suso dicho, sus hijas, nietas y bisnietas, se les ha declarado la legitima descendencia del Inca don Felipe por la linea legitima de don Justo Titu Thupa Amaro su legitimo hijo".

    (Comisario del Colegio Electoral de Alférez Real, Real Audiencia del Cusco, año de 1779, Archivo Departamental del Cusco)





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    Blasón de Don Joaquín de Oca Moctezuma Mendoza

    Grande de España, Marqués de Tenebrón, Conde de Moctezuma de Tultengo, Vizconde de Ilucán y Caballero de la Orden de Santiago.





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  14. #114
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Representación de Don Dionisio Inca Yupanqui en el auditorio del Colegio de Abogados de Lima. Don Dionisio junto a Vicente Morales Duárez son considerados como los primeros juristas peruanos con trascendencia en el extranjero.





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    Manuel Uchu Inca Yupanqui

    Manuel Uchu Inca Yupanqui nació en Lima posiblemente en el año 1757, como hijo de Domingo Uchu Inca Ampuero y de Isabel Bernal de Espinoza. Manuel pertenecía a la aristocracia indígena, ya que descendía del emperador inca Huayna Cápac por la rama de Gonzalo Uchu Huallpa.

    Su padre Manuel que ejercía como oficial del Ejército, pretendió el Marquesado de Santiago de Oropesa sin éxito. Manuel viajó a España de niño para educarse en el Real Seminario de Nobles de Madrid. Aquel Seminario había sido fundado por Felipe V en 1725, para albergar a los hijos de la nobleza española. En 1791, Manuel fue admitido en la Real Armada Española como Cadete.

    Tras su retiro de la Real Armada laboró como Juez del Real Cuerpo de Maestranza y de Reos, Presidente de la Real Junta de Comercio e Intendente General del Ejército, de Ciudad Rodrigo. Contrajo nupcias con la aragonesa Ramona Izarzabal con quien tuvo 2 hijos. Por ser descendiente legitimado de los Incas, recibía una renta de 12 000 reales, de las que tras su muerte gozó su hijo Andrés de Inca Yupanqui Izarzabal.





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  15. #115
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    La marquesa Ana María de Loyola Ñusta junto a su cónyuge, el caballero Juan Enríquez de Borja. Ana Maria era descendiente de los monarcas Diego Sayre Topa Inca, Manco Inca y Huayna Cápac. Juan era descendiente de los monarcas Alfonso XI de Castilla, Juan II de Aragón, Sancho VI de Navarra y Alfonso V de León.





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    Manuela Taurichumbi Saba Cápac Inca

    Doña Manuela Taurichumbi Saba Cápac Inca fue la Cacique, Gobernadora y Principal de San Salvador, Lurín y de Pachacamac, allá por el siglo XVIII. Era hija de Don Francisco Taurichumbi y descendiente del curaca Tauri Chumbi. Se casó con Pedro Malache con quien tuvo 2 hijas.

    Se escribió de ella. tras el censo de 1787 lo siguiente:

    “De las tierras que tenía en posesión la cacica de este Pueblo y del de Lurín, Doña Manuela Zava que constan de diecinueve fanegadas, doce almudes excluían tres que se hallan en disputa con el dueño de la Hacienda de Buenavista. Avían aquellas junto al Olivar de San Pedro se asignan a dicha Doña Manuela 48 almudes que son los que le corresponden como Cacica en propiedad por subseción de sangre, quedando las demás en arrendamientos para fondo de Bienes de Comunidad por ahora y mientras se ejecutará la mensura general según consta de la diligencia de comparecencia y de conformidad con el común de dicho pueblo”.

    Sus últimos descendientes fueron registrados en el siglo pasado, como partidarios de Nicolás de Piérola.





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  16. #116
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Don Felipe Guacra Paucar

    Don Felipe Guacra Paucar fue un Principal de los huancas, en vida ostentó el cargo de Cacique de los Hurin Huanca. Era hijo de Don Jerónimo Guacrapaucar Limaylla, quien había participado en la conquista y pacificación de estas tierras.

    Don Felipe fue enviado a Europa a mediados del siglo XVI por los curacas huancas para presentar las peticiones correspondientes al rey y al Consejo de Indias, por la participación de los huancas en la conquista y pacificación de estas tierras. Don Felipe solo presentó el rol de servicios de sus parientes más cercanos, omitiendo los otros.



    Algunas mercedes que consiguió para los Hurin Huanca y para su persona fueron las siguientes:

    .- Supresión y prohibición de haciendas españolas en el Valle del Mantaro.

    .- Facultad para estudiar y resolver el problema creado por los forasteros radicados en el Valle.

    .- Obligación de los doctrineros franciscanos para enterrar gratuitamente a los hurin huancas en campo santo y a los nobles en las iglesias.

    .- Devolución del ganado y de los metales preciosos que había tomado Lorenzo de Aldana y los franciscanos de las tierras de los hurin huancas.

    .- Autorización plena para buscar libremente los tesoros escondidos por sus antepasados en minas, templos y tumbas.

    .- Obligación de los yauyos radicados en el Valle, para trabajar en favor de los lurinhuancas en los tambos, caminos y puentes de la jurisdicción.



    .- Blasón nobiliario para su persona y descendientes, con las siguientes figuras:

    1. La porra simboliza el arma poderosa con la que los huancas sometieron a los quechuas cuzqueños y a sus aliados.

    2. Las tres cabezas cortadas, son las de tres orejones incas del Cuzco, capturados y muertos en las batallas en que los huancas derrotaron a las tropas de Manco Inca.

    3. El campo verde significa la más profunda y pura fidelidad profesada por los huancas a favor del rey.

    4. El castillo de plata sobre el fondo rojo eterniza la alianza Hurin Huanca con el Reino de Castilla.

    5. El brazo desnudo, no es sino uno de los miles de brazos huancas, que arrojaron armas a diestra y siniestra contra los enemigos de la Coalición Hispano-huanca.

    6. Los jaguares en salto y en plena pelea representan el enfrentamiento valiente, aguerrido, vigoroso y decisivo de los huancas contra los enemigos del rey, caso de Quisquis, Manco Inca, Almagro el Mozo, Gonzalo Pizarro y Francisco Hemández Girón.

    Don Felipe Guacra Paucar regresó al Virreynato del Perú en 1565. Llegó a Tuna lleno de presunción y cargado de mercedes para él y para los hurin huancas. Tuvo enfrentamientos con algunas nobles huancas, incluyendo una riña con su hermano Carlos Limaylla por el liderazgo del Cacicazgo.



    -Títulos y cargos:

    Principal y Cacique de los Hurin Huanca.





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  17. #117
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Capitan Mestizo Miguel Caldera












    El Capitán Miguel Caldera es una de las figuras más importantes de la historia de nuestra región, lo que fue en tiempos antiguos “La Gran Chichimeca”. Especialmente para Colotlán, pues es gracias a sus importantes gestiones por asegurar la paz, que se formó nuestra ciudad hacia el año de 1591. No obstante, no existe un reconocimiento explícito para este gran hombre nacido en Zacatecas, durante los primeros años de los descubrimientos mineros, y que tan entrañable relación tuviera con nuestro poblado. Sin lugar a dudas, Colotlán fue uno de los pueblos favoritos del capitán mestizo Miguel Caldera, no solo porque aquí residían algunos de sus familiares, sino también porque en este lugar, presumimos encontró los cálidos besos y abrazos de una mujer que conquisto su corazón. Miguel Caldera jamás contrajo nupcias: cuando joven por ser hijo ilegitimo y no contar con la fortuna suficiente para ganar los favores de una mujer de posición; cuando principal y rico, quizás por no ser trascendente. Su afecto lo tenía ganado otra mujer, de origen humilde y costumbres sencillas. Una sola hija dejo tras de si, tan ilegitima como el mismo.

    Miguel Caldera fue el primero de los mestizos notables del norte del continente. Desempeño el papel principal al llevar la paz a una tierra de guerra, de torturas, de arranque de cueros cabelludos, de asesinatos, de incendios y esclavitud, donde se decía que las pérdidas de vidas y de propiedades fueron mucho mayores que durante la conquista de Cortez. Descubrió uno de los más grandes filones de plata y fundo una de las ciudades más importantes de México. Pese a su humilde origen mestizo, se elevó casi al nivel de magnate en su tierra natal. Pero su nombre ha sido olvidado en México y en su tierra. Nadie le rinde homenaje al hombre que hizo posible la paz chichimeca, el nacimiento de nuestros pueblos, y la explotación minera que enriqueció a los europeos.

    Su padre fue uno de los exploradores españoles que descubrieron plata en el norte; su madre fue una de las primitivas chichimecas. Miguel surgió a la fama como soldado en la guerra contra el pueblo de su madre. Luego, como capitán y juez de la frontera, logró una paz humana e inteligente, que unió a los chichimecos con los españoles, negros y mestizos más civilizados que asentaron sus hogares en estos confines.

    Los padres de Miguel vivieron juntos, pero no bajo el matrimonio cristiano, su madre había sido bautizada y ambos eran fieles devotos, dados a orar y entre los primeros religiosos que llegaron a Nuestra Señora de Zacatecas, como se nombró originalmente a la ciudad. Miguel nació hacia el año de 1548, y es muy probable que su madre muriera siendo Miguel aún muy pequeño y por ello su niñez transcurrió bajo los cuidados de los franciscanos. El pequeño niño vivió en su más tierna infancia las emociones de los descubrimientos de las minas de plata y la amenaza de los ataques chichimecas. El deslumbrante brillo de las espadas, lanzas, ballestas así como los arcabuces, las cotas de malla y las armaduras, captaron su atención, y despertaron su deseo por convertirse el mismo en uno de esos temibles jinetes que valerosos arriesgaban su vida en la frontera salvaje.

    En su juventud escogió la carrera de soldado, y hasta su muerte estuvo armado y en la silla, midiendo su vida por los pasos de su caballo, pues su tierra natal siempre estuvo ensangrentada por las flechas y los cueros cabelludos que arrancaban los bravos guerreros desnudos. Miguel Caldera “alto de cuerpo y bien dispuesto” entro en la guerra Chichimeca como soldado raso hacia el año de 1571 o 1572. Su primer servicio militar fue, inevitablemente, a su propia costa, con alguna ayuda de su hermana y su cuñado. Se le considero un soldado valeroso, y fue herido varias veces. En sus primeros años de soldado compartió la idea predominante de la época, de que la única forma de doblegar a los fieros chichimecos era “La Guerra a Sangre y Fuego”, que tornó la región chichimeca en un sitio de incertidumbre, desolación y muerte. Sin embargo las décadas de lucha sin cuartel, en las que participo valientemente sin conseguir avanzar un milímetro en la conquista de la paz, le desanimo y le hizo pensar en otras maneras de terminar con el conflicto, en el que se veían inmersos sus hermanos. Por su sangre mestiza: india y española, su lealtad de dividía entre los dos pueblos.

    Así como es seguro que Caldera participó en la captura, y esclavización de salvajes, también es seguro que habría escoltado niños y mujeres chichimecas, que recibirían un trato benigno en los días del Virrey don Martín Enríquez de Almanza,; en ocasiones escoltó a los emisarios chichimecas que iban en son de paz. Durante el gobierno de este virrey y hacia el año de 1570 se desato la polémica sobre lo justo de la guerra contra los infieles chichimecas, dividiendo a los grandes pensadores de la época. No puede saberse hasta que punto estos debates influyeron en el animo del joven Caldera. Pero es a partir de los últimos años del virreinato de Enríquez en que la intensificación de la guerra y la propia habilidad de Caldera, le proyectaron a una capitanía; en su papel de capitán pudo empezar a ejercer cierta independencia de juicio y discriminación entre lo justo y lo injusto al tratar al enemigo indio.

    A finales de la década de 1570, los ataques chichimecas alcanzaron su máxima intensidad, situación agravada por una epidemia entre 1576 y 1578 que diezmo a los indígenas sedentarios, matando dos millones de ellos, situación que alentó las arremetidas de los bárbaros más allá de sus líneas. No cabe duda que las victorias de los tribeños iban en aumento por su número y audacia, rebasando el arco chichimeca y despertando la general preocupación de que la Nueva España quedara en peligro. Esta situación obligo al Virrey Enríquez a tomar medidas desesperadas; incremento el número de soldados armados en la frontera, inició la construcción de presidios y solicitó el apoyo con recursos del rey para poder contener el creciente movimiento chichimeca. El malestar de la población se hizo sentir ejerciendo presión sobre el virrey que se determino a fortalecer el ejército, convirtiendo en una verdadera milicia de la frontera compuesta de soldados veteranos, residentes fronterizos y ciudadanos contratados por breves tiempos para enfrentar el peligro.

    En la ciudad de México, el 14 de marzo de 1582, el capitán Miguel caldera y los veinte soldados de su compañía aparecieron ante el principal escribano de su Majestad para las minas, y se alistaron para prestar servicio pagado en la guerra chichimeca. Eran veteranos señalados por la lucha: el escribano registro quince cicatrices visibles en rostros y manos. Para esta época Miguel Caldera ya es reconocido como capitán al servicio de su majestad en la frontera, y se le reconoce su valor, habilidad y lealtad para con la corona.

    Dada su cuna, sus nexos familiares y su educación en la Nueva Galicia, el capitán Caldera estaba profundamente interesado en la defensa de los valles, los caminos y los poblados que se encontraban entre Guadalajara y Zacatecas. Y, por esta preocupación por su tierra natal, su estrategia contra los desnudos siguió de este a oeste, que pasaba a través del país caxcan, asediado por los guachichiles desde el este, por coras, tepeques, nayaritas y otros indios hostiles ocultos en las escarpadas sierras occidentales que dominaban los valles de Tlaltenango, Colotlán y Juchipila.

    A partir de 1583, las hazañas de Miguel, basadas en el país caxcan hicieron de él un una leyenda entre los indios de las montañas occidentales, y allanaron el camino a la apertura y pacificación de la zona guachichil, que se hallaba en dirección opuesta. Caldera supo ganarse la lealtad y el apoyo de los indios tanto para la guerra como para la diplomacia, reclutando un ejercito de combatientes indios, armados de letales arcos y flechas. Su ejercito compuesto de blancos, mestizos y cazcanes le permitió defender con éxito los caminos y en el año de 1585, emprender una campaña militar en las sierras occidentales, que hizo resonar su nombre por todo el país nayarita. El sometimiento del pueblo guaynamota, que se había sublevado contra la corona, asesinando a dos sacerdotes fue posible gracia a la primer gran alianza que Caldera sostuvo con el principal caudillo cora, el jefe Nayarit.

    En el año de 1587, Miguel Caldera escolto hasta la ciudad de México a ciertos “indios principales” desde Tepic hasta la ciudad de México, para formalizar la paz. Una vez asegurada esta dirigió sus esfuerzos a pacificar el oriente, sometiendo a los guachichiles. La experiencia militar, diplomática y su conocimiento de la lengua guachichil le facilitó ganar la paz con algunos jefes principales, a los cuales obsequio con ricos regalos y los convenció de firmar la paz con sus acérrimos enemigos los cazcanes. Los triunfos diplomáticos del Capitán Caldera inclinaron la balanza del virrey y la población hacia una política pacifista con los desnudos. Después de 40 años de lucha estéril, la energía e imaginación del mestizo de la frontera señalaron el camino de la paz en la gran chichimeca.
    En el año de 1587, Miguel Caldera escolto hasta la ciudad de México a ciertos “indios principales” desde Tepic hasta la ciudad de México, para formalizar la paz. Una vez asegurada esta dirigió sus esfuerzos a pacificar el oriente, sometiendo a los guachichiles. La experiencia militar, diplomática y su conocimiento de la lengua guachichil le facilitó ganar la paz con algunos jefes principales, a los cuales obsequio con ricos regalos y los convenció de firmar la paz con sus acérrimos enemigos los cazcanes. Los triunfos diplomáticos del Capitán Caldera inclinaron la balanza del virrey y la población hacia una política pacifista con los desnudos. Después de 40 años de lucha estéril, la energía e imaginación del mestizo de la frontera señalaron el camino de la paz en la gran chichimeca.

    El Virrey Villamarique disminuyo la presencia e importancia de los soldados y los presidios en tierra chichimeca, y le concedió mayor autoridad a Caldera para resolver y asegurar la paz. Nombrándolo Alcalde mayor de la región Tlaltenango-Jerez. A la llegada de don Luís de Velasco, el nuevo virrey, confirmo el nombramiento de Caldera y le llamó el hombre más necesario en todo el reino para lograr la paz Chichimeca. Elogio que el mismo rey ratifico en carta personal para el a través de Don Luís de Velasco.

    La nueva política implementada por la corona, garantizaba a los chichimecos una amnistía, alimentos, ropas, buenas tierras para establecerse, instrucción para cultivarlas, aperos de labranza, instrucción religiosa, y plena protección de sus personas y derechos. A cambio debían de renuncia a la guerra, aceptar la doctrina cristiana y afirmar su lealtad a la corona. En realidad esto era un sustituto de la victoria militar en toda forma, que no se había obtenido, ni podía preverse en el futuro con la política de “sangre y fuego”.

    Los mismos capitanes que habían dirigido la guerra serian ahora los protectores, defensores, y abastecedores oficiales de los chichimecas que aceptaran la paz. Rápidamente, por toda la gran chichimeca, la resistencia comenzó a desmoronarse, ante la lluvia de halagos y regalos que recibían los chichimecas, y cuyos jefes ahora viajaban a la ciudad de México a entrevistarse con el gran jefe blanco, escoltados por Caldera, quien los traía de regreso cargados de obsequios. Todo ello a expensas del tesoro real, que con todo desembolsaba menos que durante la guerra. La importancia de Caldera comenzó a crecer y con el un séquito de amigos, aliados indios, parientes, que comenzaron a formar parte de su comitiva interesada en la guerra, pero también atentos al servicio al rey, la minería, la ganadería y el comercio.

    Miguel Caldera fue quien sugirió el proyecto de llevar tlaxcaltecas a la región chichimeca para garantizar la paz, y el virrey Velasco aprobó categóricamente la idea, y pronto entro en negociaciones con los tlaxcaltecas. Don Luis de Velasco decidió enviar más padres franciscanos, para convertir rápidamente a los infieles y garantizar la paz. Para el desarrollo de este proyecto Miguel fue nombrado por el virrey, como “Justicia mayor de todas las nuevas poblaciones”, de lo chichimecos pacificados, encargado de garantizar la seguridad de todos aquellos indios que abrazaran la paz. Le fueron encomendadas también las tareas de construir y mantener las misiones franciscanas, así como auxiliar a los Desnudos en la construcción de sus viviendas; enseñarlos a cultivar y proveerlos de lo necesario mientras se hacían autosuficientes; protegerlos y apoyar a los sacerdotes para que se ganaran la confianza de los indios. El año de 1590 fue un año de mucha actividad para Caldera quien recorrió todo el territorio chichimeca incontables veces, y finalmente el 14 de marzo de 1591, el virrey Velasco firmó las capitulaciones con la nación Tlaxcalteca, y un gran contingente de familias tlaxcaltecas iniciaron el éxodo para asentarse entre los Desnudos.

    Miguel Caldera fue quien dirigió la marcha, partiendo de la ciudad de Tlaxcala en los primeros días de junio de 1591, y asentándolos en Tequisquiapan (San Luis), Mexquitic, Charcas, Saltillo, Chalchihuites y en Colotlán. Este asentamiento de tlaxcaltecas en la gran chichimeca fue factor básico en la consolidación de la paz en la frontera. La presencia de los tlaxcaltecos fomento entre los chichimecos la imitación de estilos de vida, más pacíficos y civilizados.

    En marzo de 1592, Miguel Caldera quien hasta entonces había vivido modestamente con su sueldo de soldado, denunció la existencia de oro en las colinas de Tangamanga, san Luís Potosí. Junto con su sequito de amigos se enriqueció de la extracción de mineral del lugar, convirtiéndose en uno de los hombres más ricos y poderosos de la región. Sus crecidos ingresos le permitieron asegurar con mayor firmeza la paz en la frontera, al comprar o regalar de sus bienes, los víveres, aperos y ropa necesarios para satisfacer las necesidades de los recién pacificados chichimecas. A su muerte, después de pagar sus deudas y compromisos, su fortuna y cuantiosos bienes resultaron insuficiente para pagar los cobros que la corona exigía de los gastos de guerra no comprobados por Caldera.

    En el pueblo de San Luís, Minas del Potosí, de la Nueva España, a diez y ocho días del mes de octubre de 1597 murió Miguel Caldera, en el pueblo de San Juan, tal y como así lo dijo su fiel compañero Pedro Benito.

    Fuente: Capitán Mestizo: Miguel Caldera. Philip Wayne Powell. FCE. 1977.






    _________________________

    Fuente:

    Colotlan Ensayos: Capitan Mestizo Miguel Caldera


  18. #118
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Que bien saber que hubiera Mestizos en puestos importantes y de alto cargo como este ultimo mencionado, Miguel Caldera, quien llego hacer Capitan. Dicho puesto en aquellos tiempos estaba reservardo solamente para los Españoles Peninsulares, ni los Criollos podrian aspirar a tener dicho puesto. Muy buena aportacion!
    Mexispano dio el Víctor.

  19. #119
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

    Mundus Alter 12: Indios en armas: las milicias de ‘flecheros’ en Nueva España por Raquel Güereca

    14/08/2015 Natalia Silva Prada Deja un comentario





    Lienzo de Analco (Detalle). Indios y españoles combatiendo juntos en la conquista de la Sierra Alta de Oaxaca


    En Mundus Alter 12 y 13 contaremos con la colaboración de la historiadora mexicana Raquel Güereca Durán. Ella es una estudiosa que dedica su tiempo de investigación a las poblaciones indígenas del centro y norte de la Nueva España. Tanto su tesis de licenciatura como su tesis de maestría han recibido numerosos premios y reconocimientos académicos. Actualmente adelante su doctorado en Estudios mesoamericanos en la UNAM.


    (Primera parte)

    Es bien sabido que desde los primeros años del establecimiento español en el continente americano, la legislación española promovió el desarme de los nativos, como una forma de proteger los incipientes poblados españoles de los posibles ataques de los indios recién sometidos.1 En fecha tan temprana como 1501, los reyes católicos prohibieron la venta de armas a los indios, estableciendo multas y pena corporal a quien desobedeciera. Durante su reinado, Carlos I no solo ratificó la ley que prohibía a los indios portar y poseer armas tanto ofensivas como defensivas, sino que en 1534 emitió una ley que prohibía a los fabricantes de armas enseñar su arte a los indios.2 Estas leyes serían ratificadas en diversas ocasiones por sus sucesores.3

    Sin embargo, como en muchos otros casos, estas leyes no se aplicaron de manera uniforme en los territorios americanos, sino que se hicieron numerosas excepciones en función de las condiciones y recursos locales. En el caso del centro de México, sabemos que tanto las huestes de Cortés como los conquistadores subsecuentes, Nuño de Guzmán, Jorge y Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo y su hijo, contaron de forma reiterada con el auxilio de cientos de guerreros indios que contribuyeron de forma eficaz al sometimiento de diversos pueblos indios y cooperaron en la fundación de nuevas villas y en la defensa de la tierra recién sometida. Años más tarde, la llamada Guerra chichimeca, fue la oportunidad para que indios otomíes y tarascos mostraran su lealtad a los nuevos señores formando cuadrillas de guerreros que repelían los ataques de los indios insumisos.

    Sin embargo, una vez finalizada la etapa de conquista y cuando los españoles consideraban que su dominio en una región se hallaba más o menos establecido, buscaron por diversas vías desarmar a sus antiguos aliados, que pasaban a ser ahora enemigos potenciales pues se temía que se sublevaran. En el caso del centro de México, los indios empezaron a ser desarmados de forma sistemática hacia la década de 1540, mientras que en el Bajío, el fin de la Guerra chichimeca llevaría a la progresiva desaparición de las cuadrillas de guerreros indios en las primeras décadas del siglo XVII. Se esperaba que a partir de entonces fueran los colonos españoles los que se hicieran cargo de la defensa de la tierra.

    No obstante, en diversas regiones novohispanas los indios continuaron prestando servicio militar durante buena parte del periodo colonial, llegando incluso a las primeras décadas del siglo XIX. Esta situación se presentó en lugares como Villa Alta, en la Sierra Alta oaxaqueña; en Saltillo, Coahuila; en Colotlán, Jalisco; en las costas del Pacífico, y en Sonora y Sinaloa.

    Como características generales de estas regiones podemos señalar que se trataba de espacios de frontera en los que había un estrecho contacto con indios no sometidos al régimen colonial, lo que obligaba a sus habitantes a mantenerse en continua alerta (como en Sinaloa y Sonora o en las inmediaciones de la Sierra del Nayar). Estas regiones se caracterizaron también por contar con una población española escasa o que crecía lentamente, por lo que era incapaz de tomar a su cargo la defensa de la tierra; tal fue el caso de Villa Alta, Colotlán y la costa del Pacífico [ver mapa]. Otra característica importante fue la diversidad étnica y lingüística de la población india así como su fragmentación política, situación que los españoles aprovecharon para establecer alianzas con determinados grupos indios y armarlos.




    Las milicias de indios flecheros en el territorio novohispano


    A estas condiciones locales y regionales habría que sumar el hecho de que lo largo del periodo colonial, la Corona se rehusó a asumir los gastos de un esquema defensivo global, exigiendo que fueran los colonos españoles quienes se hicieran cargo de defender el lugar donde vivían o donde estaban sus bienes y propiedades.4 Esto nos permite entender cómo fue que en estas regiones los indios no sólo no fueron desarmados, sino que, en muchos casos, asumieron las labores defensivas más importantes.


    Organización de las milicias y los servicios que prestaban al reino

    La estructura y organización de las milicias de indios era muy similar en las distintas regiones. Para la segunda mitad del siglo XVIII la mayor parte de las compañías eran encabezadas por un capitán, seguido de un alférez, un sargento y uno o dos cabos. En algunos casos, hubo milicias que contaron también con escribano de guerra, tambor y trompetero. Estos oficiales de las milicias eran electos por el cabildo de sus respectivos pueblos, y ratificados en el cargo por su superior español —ya fuera el gobernador de la provincia, el alcalde mayor o el capitán del presidio.5 Estos cargos eran vitalicios, y los indios sólo eran sustituidos en caso de enfermedad o vejez, o por no prestar un buen servicio.

    Aunque el arco y la flecha era el arma comúnmente empleada por los indios milicianos -lo que les valió el apelativo, común en la documentación, de “indios flecheros”, en algunos casos, como en Colotlán, las milicias indias contaban con secciones de arcabuceros, mientras que en Saltillo los indios sustituyeron completamente el arco y la flecha por arcabuces y espadas desde mediados del siglo XVII. En el caso de Sinaloa y Sonora sólo algunos capitanes llegaron a emplear arcabuces, mientras que en Villa Alta las espadas y lanzas eran las armas más comunes.

    Estas milicias desempeñaban diversas labores defensivas, lo que incluía patrullar los pueblos y sus alrededores de día y de noche, vigilar los caminos, dar servicio de guardia y escolta a los sacerdotes, viajeros, comerciantes. En el caso de las milicias costeras, tenían a su cargo la vigilancia de los mares y costas, y debían dar aviso a las autoridades españolas en caso de divisar alguna embarcación enemiga. Llegó a darse el caso de que los indios milicianos se enfrentaran contra piratas holandeses o ingleses que trataban de desembarcar en las costas del Pacífico, como ocurrió en 1688 y en1714 en Nayarit.

    Los indios milicianos también llevaban a cabo labores ofensivas, es decir, participaban como soldados en las campañas militares. Particularmente en Sonora y Sinaloa, debido a la escasez de soldados presidiales, las campañas militares en contra de indios no sometidos contaron casi siempre con la participación de contingentes de flecheros, a veces de hasta 600 u 800 hombres. En el caso de Saltillo, los indios tomaron parte en numerosas entradas militares para capturar indios y hacerlos esclavos, aunque su número era inferior, normalmente, se trató de pequeños contingentes de 8 o 10 soldados indios. Estas milicias participaban también en acciones dirigidas a reprimir rebeliones y tumultos de indios domésticos, es decir, indios ya sometidos al control español, labor en la que se destacaron durante siglos los indios de Analco y Colotlán.

    Por lo que toca al número de milicianos indígenas, es necesario señalar que, aunque es posible documentar la existencia de estas milicias desde el siglo XVI, y la permanencia de algunas de ellas incluso en los albores del siglo XIX, pocas veces las fuentes documentales hacen referencia a su número. Ello se debe en parte, a que el “privilegio de soldado” se otorgaba a un pueblo entero, con lo que todos los varones en edad de tomar las armas, pasaban automáticamente a formar parte de la milicia local, edad que podía iniciar tan temprano como los siete años,6 aunque lo más común parece ser era alrededor de los dieciséis.

    No fue sino hasta la segunda mitad del siglo XVIII que las autoridades coloniales intentaron limitar el número de indígenas alistados en las compañías, al tiempo que levantaron censos para conocer el número de milicianos indios con que contaba la Nueva España. Así, en el año de 1792, el virrey Revillagigedo solicitó a los intendentes del virreinato un informe detallado con el objeto de saber el número de compañías, clases y calidad de los indios flecheros que existieran en el distrito de su gobierno, la época de su creación, las causas que obligaron a ello, y los servicios en que se empleaban. La indagatoria arrojó que, para 1792, existían en las intendencias señaladas 33 compañías de indios flecheros, que en total sumaban cerca de 1600 efectivos. 24 de las compañías se ubicaban en la Nueva Galicia. En Sonora y Sinaloa se hallaban otras cinco, ubicadas en los pueblos de Rosario y Maloya, a más de dos en el Río Mayo y dos en el Yaqui. Finalmente, en las costas de la Mar del Sur, en la subdelegación de la Coahuayana se encontraban cuatro más, en los pueblos de Pomaro, Maquili, Coyri y Ostula.

    No obstante, es importante señalar que el informe de 1792 está incompleto, pues excluye a las fronteras de Colotlán y la Sierra del Nayar, región que contaba con un número importante de compañías de indios milicianos que ya habían sido revistadas por Félix Calleja un año antes y por tal razón fueron excluidas del informe de los Intendentes. Así, si sumamos la información procedente de ambos documentos, tendríamos que, para 1792, existían en el virreinato de la Nueva España 66 compañías de indios milicianos -casi el doble de las registradas por Archer-, las cuales contaban con un total aproximado de 4679 efectivos [ver tabla].




    La segunda parte de esta entrada será publicada en 15 días. Esperénla.


    Acerca de la autora:
    Raquel Güereca Durán es licenciada y maestra en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, actualmente cursa el Doctorado en Estudios Mesoamericanos en la misma institución. Sus primeros trabajos están dedicados a las rebeliones y la resistencia indígena ante el dominio español. En sus investigaciones recientes aborda el papel de los indios como agentes de colaboración en el establecimiento del sistema colonial, en particular, la conformación de milicias indígenas en la Nueva España entre los siglos XVI y XVIII. Su investigación doctoral versa sobre la conquista de la Sierra del Nayar en el siglo XVIII. Forma parte del cuerpo docente del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras y del Instituto Cultural Helénico. Sus trabajos académicos han recibido diversos reconocimientos entre los que se cuentan el Premio Francisco Xavier Clavijero, otorgado por el INAH a la mejor tesis de licenciatura en el área de Historia y Etnohistoria; el premio Marcos y Celia Mauss a la mejor tesis de licenciatura en Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el Premio Noemí Quezada a la mejor tesis sobre pueblos Otopames; y recientemente mención honorífica en el Premio Banamex de Historia Regional Atanasio G. Saravia, y mención honorífica en el Premio Francisco Xavier Clavijero por su tesis de maestría.


    Cómo citar esta entrada:

    Güereca Durán, Raquel E. “Indios en armas: las milicias de ‘flecheros’ en Nueva España” en Blog Los Reinos de las Indias en el nuevo mundo. Sección Mundus Alter. Entrada del 13 de agosto de 2015. URL: http://losreinosdelasindias.hypotheses.org/991


    1. Ley 31, título I, libro 6, tomo II: “Que no se puedan vender armas a los indios ni ellos las tengan”, Recopilación de leyes de los reynos de las Indias, mandadas imprimir y publicar por la Magestad Católica del Rey Don Carlos II …: Madrid, por la viuda de D. Joaquín Ibarra, 1791: p. 196. []

    2. Ley 14, título 5, libro 3; leyes 25 y 31, título 1, libro 6, en Ibíd. []

    3. En 1563, 1566, 1567 y 1570: Ley 14, título 5, libro 3, en Ibíd. tomo I, p. 573.
    []

    4. Julio Albi de la Cuesta, La defensa de las Indias (1764-1799), Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1987: p. 14-15. []

    5. AGN, Indios, vol. 93, exp. 2, 1732, f. 29; AHEZ; serie Ayuntamiento de Zacatecas, fondo Indios, caja 2, d267, 1742. []

    6. Por ejemplo, en el caso de las compañías del corregimiento de Bolaños, se decía que “de siete años para arriba son todos soldados”: AGN, Indiferente de guerra, vol. 100-A, exp. 5, “Órdenes y contestaciones sobre las compañías de indios flecheros que hay en los territorios que no son de Provincias internas”, 1792. []

  20. #120
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    Re: Indios y mestizos ilustres durante la época virreinal

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    Mundus Alter 13: Indios en armas: las milicias de ‘flecheros’ en Nueva España (2da.parte) por Raquel Güereca Durán

    27/08/2015 Natalia Silva Prada Deja un comentario





    Indios otomíes conquistadores de la región del Bajío


    En la entrada anterior les hemos prometido la segunda parte de esta. Los dejamos sin más preámbulos con la investigación de Raquel Güereca sobre los indios soldados novohispanos y su interesante acercamiento al tema de los privilegios, el pacto colonial y la preservación de la memoria histórica entre los nativos novohispanos.


    Los privilegios de ser soldado


    A cambio de sus servicios, la Corona española otorgó a los indios milicianos diversas exenciones y mercedes que les dieron un estatus privilegiado frente al resto de la población indígena. Aunque cada milicia como corporación contaba con diversos privilegios, encontramos dos que fueron comunes a los indios milicianos en todos los casos y hasta la primera mitad del siglo XVIII: la exención del pago de tributo y, obviamente, el privilegio de poseer y portar armas.

    Además de la exención tributaria, los indios de Analco gozaban también de otros privilegios fiscales: estaban exentos de pagar el impuesto de medio real para el Juzgado General de Indios, tampoco daban limosna para el hospital de naturales. Los milicianos de Colotlán por su parte estaban exentos del pago de alcabala y no podían ser obligados a trabajar en las minas ni en ninguna otra labor española.1

    Además de las exenciones fiscales, las milicias gozaban de algunos privilegios de honra u honoríficos. Por ejemplo, un privilegio extendido entre los indios milicianos de Sonora, Saltillo y Colotlán era el de cabalgadura, esto es, poder montar a caballo con silla y freno.2 Por su parte, la compañía de indios flecheros de Chalchihuites tenía por privilegio el portar banderas con las armas reales.3 Los flecheros tlaxcaltecas además eran tenidos por “hidalgos de privilegio”4 gracias a la merced otorgada en las capitulaciones de 1591 por Luis de Velasco.



    Las relaciones de méritos y servicios de los indios milicianos

    ¿Qué uso hacían de estos privilegios los indios milicianos? En la mayor parte de los casos es claro que los indios tenían plena conciencia de que su calidad de soldados y los privilegios derivados de ella, eran un capital político que les servía para regular las relaciones con otros grupos –indios, castas y españoles- con los que compartían y competían por el territorio.5 Así, su condición privilegiada y los servicios que prestaban al reino eran mencionados constantemente en los litigios por tierras, en las quejas en contra de curas párrocos o autoridades españolas, y por supuesto, en las solicitudes de confirmación o ampliación de las mercedes y privilegios.

    La constante actividad legal de los indios milicianos y la necesidad de defender su estatus y conservar sus privilegios dio como resultado la creación de “Relaciones de méritos y servicios”, esto es, documentos cuyo objetivo era probar ante la autoridad española la legitimidad de sus concesiones y dar cuenta de los servicios dados al reino. En este sentido, las relaciones de méritos y servicios de los indios milicianos cumplían la misma función que los llamados títulos primordiales elaborados por los pueblos del centro de México.

    Como ha sido ampliamente estudiado, los títulos primordiales son documentos que relatan el origen y fundación de los pueblos indios. Aunque pretenden remontarse a la época de la conquista y a menudo invocan a personajes como el rey, el virrey o el conquistador Hernán Cortés como un recurso de legitimidad, en realidad la mayor parte de los títulos primordiales fueron elaborados desde mediados del siglo XVII y durante el XVIII. Aunque fueron usados por los pueblos indígenas para acreditar la posesión de bienes de la comunidad,6 algunos tuvieron también una función al interior de los pueblos, al ser “una especie de crónica para que las jóvenes generaciones no perdieran la memoria del pasado”.7

    Los títulos primordiales funcionaron también como una “evocación del pacto original” mediante el cual los indios reconocían la soberanía del monarca y aceptaban tributarle, mientras que el rey, al reconocerlos como sus vasallos, les reconoce también su derecho a la propiedad y a gobernarse por sí mismos.8 Por tanto, los títulos fueron empleados durante la época colonial por las comunidades indias para que las autoridades españolas, representantes del monarca, respetaran los términos de ese pacto. No obstante, la elaboración de estos documentos también permitió a los indios plasmar su propia visión sobre la conquista y la fundación de sus pueblos, convirtiéndose en muchos casos en pilares fundamentales de la identidad comunitaria.9




    Capitanes otomíes


    Las relaciones de méritos y servicios de los indios milicianos y los títulos primordiales guardan importantes paralelismos. Por un lado, la función que les fue asignada, pues ambos buscaban demostrar la legitimidad del privilegio obtenido. En ambos casos estaban “destinados a probar la autenticidad de los derechos adquiridos, a recordar los privilegios concedidos”, y por lo tanto “dirigidos al mismo tiempo a la comunidad” y a las autoridades novohispanas.10 Mientras que en el caso de los títulos primordiales, el privilegio hacía referencia a la posesión de tierras de la comunidad, en el caso de los milicianos se refería al privilegio de ser soldado, lo que incluía al mismo tiempo la exención tributaria y el derecho a usar armas.

    Por otra parte, las relaciones de méritos de los indios milicianos nos muestran una visión similar a aquella plasmada en los títulos primordiales en relación a la forma en que se llevó a cabo la conquista y el papel que los indios jugaron en ella. Como ya han señalado diversos estudios, en buena parte de los títulos primordiales del centro de México “…la narración adopta los términos de un pacto”. A cambio de las tierras que se les conceden, los indios se comprometen a pagar el tributo al rey y a convertirse en cristianos. En muchas de estas narraciones, nos dice Gruzinski “el choque militar, el trastorno político que la conquista española representa a nuestros ojos en general se relegan a último plano o propiamente se hacen desaparecer.”11

    Por lo que toca a los indios milicianos, la documentación que hace referencia a la llegada de los españoles y la fundación de los pueblos muestra una estructura narrativa muy similar. Es el caso, por ejemplo, de la documentación relativa a la fundación de los pueblos de Huejuquilla y Tesompa. Dichos documentos fueron elaborados en 1696 a petición de los indios, quienes se presentaron ante un funcionario español diciendo que los papeles que les dio Miguel Caldera, en los que se asentaban sus privilegios, habían sido destruidos cuando una cuadrilla de indios tobosos atacó el pueblo e incendió sus chozas. Por tanto, los indios solicitaron que se les recibiera información sobre los orígenes de sus pueblos, y presentaron como testigos a cuatro indios ancianos.12 Así, nos encontramos frente a un documento que, como en el caso de algunos títulos primordiales del centro de México, consigna por escrito, y con ello, “cristaliza”13 la tradición oral de un pueblo sobre sus propios orígenes y fundación.

    Las narraciones de estos cuatro hombres hacen énfasis en el amistoso pacto establecido entre el capitán zacateco de nombre Cuinali y el capitán Miguel Caldera, quien “con cariño”, los acarició, compartió con ellos los bienes y comida que llevaba, les enseñó un poco de doctrina y les habló de la conveniencia de que se hicieran cristianos y dieran obediencia y servicio al rey de España. Los indios aceptaron la propuesta de Caldera sin mucha resistencia en el breve lapso de dos días, por lo que Caldera se marchó con la promesa de enviarles un sacerdote y unos “papeles” en los que los declararía “fronterizos y soldados”. De acuerdo con los declarantes, Miguel Caldera había cumplido su promesa, pues meses más tarde el capitán Francisco de Urdiñola mandó llamar a su presencia al capitán Cuinali para entregarle los papeles que les enviaba Caldera desde México; mediante estos papeles el virrey les concedía el privilegio de ser en adelante soldados de su majestad, fundadores y fronterizos, reconociendo su derecho a gozar de las tierras que ya poseían.14

    Así, en una misma narración los indios de Tesompa y Huejuquilla establecían su derecho a poseer las tierras que les habían sido otorgadas, así como la legitimidad de su calidad de soldados. Un primer elemento a resaltar es que, a diferencia de los títulos primordiales del centro de México, en los que el virrey Mendoza o Cortés aparecen como figuras que legitiman el pacto original, en el caso de Tesompa y Huejuquilla es el célebre capitán Miguel Caldera quien cumple esta función, figurando como agente de la negociación y protector.

    Por otra parte, llama la atención que no hay rastro en la narración de coerción o violencia, y mucho menos de los enfrentamientos armados que sabemos, asolaron la región durante la segunda mitad del siglo XVI;15 todo parece reducirse a un diálogo entre capitanes con feliz resultado para los indios.16 De tal suerte, el encuentro entre Cuinali y Caldera y el consecuente pacto era recordado por los indios como el “momento fundacional del pueblo, de donde arrancan sus derechos y privilegios”.17 Más aun, el omitir cualquier referencia a un enfrentamiento armado fue un recurso retórico que permitió a los milicianos establecer que el pacto entre indios y españoles se había dado en términos de igualdad, por lo que, aunque los indios fueron sujetos a la Corona, no lo hicieron mediante la humillación de la derrota.18 En estricto sentido, estos indios no habían sido conquistados.

    En conclusión, podemos ver que las “Relaciones de méritos y servicios” elaboradas por los indios milicianos, al igual que los “Títulos primordiales” propios de los pueblos del centro de México tuvieron una misma función: exigir el cumplimento de un pacto entre el rey y sus súbditos, y por otro lado, plasmaron la visión indígena del pasado, una visión no exenta de idealizaciones, olvidos y omisiones.



    1. AGN, Provincias internas, vol. 129, exp. 2, f. 160. []

    2. López Sarrelangue, op. cit., p. 119. []

    3. AGS, Secretaría del Despacho de Guerra, legajo 7050,1, 1790. []

    4. Los “hidalgos de privilegio” eran aquellos que obtenían la hidalguía por merced o concesión real, a diferencia de los “hidalgos de sangre” cuya nobleza derivaba de sus ascendientes. []

    5. Víctor Gayol, “Colofón” en Rojas, Cuerpo político… p. 276-277. []

    6. Hans Roskamp, “Los títulos primordiales y la fundación prehispánica de los pueblos michoacanos: algunas reflexiones”, en Boletín del Archivo General Agrario, Número 15, Octubre-Diciembre, CIESAS, RAN, México, 2001, p. 5-21. []

    7. Castro, op. cit. []

    8. Margarita Menegus Bornemann, “Los títulos primordiales de los pueblos indios”, en separata de la revista Estudis, No. 20, Valencia, 1994: pp. 207-230. []

    9. Este aspecto de los títulos primordiales ha sido estudiado, entre otros, por Gruzinski, op. cit. p. 104-148; Michel R. Oudijk y María de los Ángeles Romero Frizzi, “Los títulos primordiales: un género de tradición mesoamericana. Del mundo prehispánico al siglo XXI”: p. 25, en Relaciones. Estudios de historia y sociedad, Zamora, Michoacán, Colmich, verano de 2003, No. 95, vol. XXIV: p. 17-48. []

    10. Gruzinski, op. cit., p. 107. []

    11. Gruzinski, op. cit. p. 120. []

    12. AGN, Provincia internas, vol. 129, exp. 2, fs. 273-273v. []

    13. Serge Gruzinski, “La memoria mutilada: construcción y mecanismos de la memoria en un grupo otomí de la mitad del siglo XVII”, en II Simposio de Historia de las Mentalidades: la memoria y el olvido, México, INAH, 1985: p. 33-46. []

    14. AGN, Provincia internas, vol. 129, exp. 2, fs. 273-273v. []

    15. Ver Raquel E. Güereca Durán, “Las milicias de indios flecheros en la Nueva España, siglos XVI-XVIII”, tesis para obtener el grado de Maestra en Historia, FfyL, UNAM, febrero de 2013. []

    16. Esta idea de un encuentro no violento entre indios y españoles se encuentra presente también en otros registros históricos elaborados por grupos indígenas que se asumían como conquistadores. Ver al respecto el trabajo Florine G.L. Asselbergs, “The Conquest in Images. Stories of Tlaxcalteca and Quauhquecholteca Conquistadors”, p. 72 y 73; y de Salvador Velasco, “El coloquio de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo”, en Estudios de Cultura Náhuatl, v. 34, 2003: p. 323. []

    17. Castro, op. cit. p. 7. []

    18. Asselbergs, op. cit. p. 73. []

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