Mariana de Jesús:Patriota y Santa Católica

MARIANA DE JESUS PAREDES Y FLORES (Heroína Nacional)Mariana de Jesús Paredes y Flores; una mujer quiteña que había sido en su vida no solamente dechado de virtudes morales, sino cívicas. Hija de don Jerónimo de Paredes y Flores y Mariana Granobles y Jaramillo; el primero español y la segunda quiteña. Habiendo perdido a sus padres a la edad de tres años, quedó al amparo de su hermana Sebastiana, casada con el capitán Cosme de Caso, quienes cuidaron con verdadero amor paternal a la huérfana según relata el Arzobispo Federico González Suárez en su conocida obra: "llena de gracia y dones naturales, la joven fue un ejemplar consumo de virtudes cristianas; no se encerró en el claustro ni abrazó a la vida monástica; se conservó en el hogar paterno, y su manera de proceder en el exterior fue común sin nada de singular ni de extraordinario. Todos los días se la veía salir una vez de la casa, a hora señalada; encaminándose a la iglesia y permanecer allí un cierto tiempo determinado, lo restante del día lo pasaba en su aposento, ocupada asiduamente en ejercicios devotos y en labores de manos y faenas domésticas; su vestir, modesto; su mansedumbre encantadora; su compostura en todos sus movimientos dentro y fuera de la casa, admirable; culta y comedida con todos, afable con gravedad no había quien, acercándose a ella no quedara prendado de sus virtudes. Aunque se mantenía retraída del trato y conversación mundana, abandonaba su retiro cuando la caridad fraterna reclamaba sus servicios; y entonces acudía de preferencia a los pobres y desvalidos, principalmente a los indígenas, de quienes se manifestó siempre condolida y amiga.
El Padre José Juanén, sacerdote Jesuita e historiador biógrafo de Mariana de Jesús, nos refiere: "En Quito, los temblores aunque siempre muy continuos en 1645 habían aumentado con frecuencia e intensidad. Con la noticia de la destrucción de Riobamba, toda la ciudad llena de sobresaltos, con fundados temores de que les podía pasar lo mismo. Se acrecentó el conflicto con una peste de alfombrilla y garrotillo; en pocas semanas habían muerto más de diez mil indios y unos dos mil españoles. En el Colegio de la Compañía, de noventa estudiantes que vivían en él, sólo tres escaparon al contagio, los demás cayeron gravemente enfermos, murieron no pocos". La ciudad estaba consternada, las iglesias y cementerios llenos de cadáveres; no se veía por todas partes sino entierros; no se oía otra cosa sino el dolor de las campanas, el quejido de los enfermos y el llanto de los que habían perdido algún ser querido. Era el tiempo de la Cuaresma y los predicadores exhortaban al pueblo a hacer penitencia para aplacar la ira divina; pues los pecados son la causa por la cual Dios manda los castigos".
"Predicaba en la iglesia de la Compañía todos los domingos por la tarde, el insigne orador P. Alonso de Rojas ante un concurso muy lúcido y numeroso, que acudía atraido por la fama de virtud y talento del predicador. El Cuarto Domingo de Cuaresma el 26 de marzo de 1645, el padre trató -de paso- de la ruina y desastre de Riobamba y exhortó a sus oyentes a una sincera penitencia, para alcanzar de la divina bondad, no sólo el perdón de sus culpas sino también el que cese la peste que azota la ciudad, y se apartasen los otros castigos que se podían temer. Concluyó el predicador su sermón con una súplica ardiente, en que ofrecía a la divina justicia su propia vida para la salud del pueblo, pidiendo ser castigado él para que no fuesen castigados los demás".
"No aceptó el Señor esta oferta aunque muy sincera, porque tenía allí en el templo otra víctima enteramente de su agrado. Esta era Mariana de Jesús. Estaba en su puesto ordinario al pie de la escalera del púlpito; y enardecida con la plegaria del predicador, llena de amor de Dios y el prójimo se aprovechó esta ocasión propicia para testificar el grande amor que tenia a su ciudad natal y a todos sus compatriotas; y sin poder impedirlo dijo con voz alta de manera que la oyeran todos los que allí estaban: Oh Dios mío! yo os ofrezco mi vida por mi pueblo. Calló inmediatamente después de dichas estas palabras, avergonzada de que la hubiesen oído, pero siguió en el interior de su pecho con estos efectos, según lo que ella le manifestó después a su confesor, que era el mismo predicador el P. Alfonso Rojas. "Mi confesor, es necesario para la conversión de algunas almas, para la dirección de otras, para la enseñanza de la juventud: mi madre la Compañía de Jesús, tiene necesidad de él. Mi vida está por demás en la ciudad. Amo a mis paisanos como hermanos en Jesucristo. El ofreció su vida por la salvación de sus almas, yo os ofrezco, oh Dios mío, mi vida porque cese en Quito vuestro enojo, y libréis a mis paisanos, hermanos míos muy queridos, del azote que descargáis con la peste y la ruina que se teme por los temblores. Conozco ser de poco valor la oferta, pues soy criatura vil y despreciable pero suplan mis ansias esta falta, aceptad mis ruegos, descargad sobre mí vuestra ira; castigadme a mi sola porque no padezca mi patria, ni sientan vuestra justicia los moradores de esta ciudad".
Desde el momento en que Mariana hizo su oferta, no se sintieron más los temblores y empezó la ciudad a tranquilizarse; cesó también la peste que tantos estragos estaba haciendo, no se presentó ningún caso nuevo, y por la Pascua, como aseguraban varios médicos y entre otros un llamado Juan de Troya, no había ni un sólo caso en la ciudad, ni rastro de enfermedad; todos los atacados habían sanado ya, o estaban convaleciendo o fuera de peligro.
Pero hubo de costar caro a Mariana esta preservación de Quito; lo mismo fue salir del templo para retirarse a su casa, concluido el sermón y hecho el irrevocable sacrificio, se vio asaltada del terrible achaque de que murió, después de dos meses de atroces sufrimientos.
El P. Alfonso de Rojas en la oración fúnebre que hizo de Mariana refiere su ofrecimiento con las siguientes palabras:
Murió mártir no sólo por su amor, ni por el rigor del tormento, sino por el beneficio de su oración; oíd cómo: Predicaba yo en este lugar, aunque indigno ministro del Evangelio, el domingo cuarto de cuaresma, por la tarde, la historia de Josué, y receloso de las calamidades que padecía nuestra República, de que nos dieron aviso las del temblor y ruina de Riobamba, hice un apóstrofe a Dios, suplicándole templase sus enojos, y que se sirviese de mi vida, que yo se la ofrecía por la salud del pueblo, que castigase en mí lo que había que perdonar en la República. No admitió Dios mi oferta ni oyó mi oración que era tibia, y mi vida de ningún valor; pero sí admitió la misma oferta que en este templo le estaba entregando con su ardientísimo afecto al pie de este púlpito, Mariana de Jesús, ofreciendo su vida por la salud del pueblo. Esta fue la causa de su muerte; luego fue mártir, sino a la violencia de los tormentos, sí a la eficiencia secreta de su oración; sí a la fuerza de su claridad".
Por esta razón Mariana de Jesús Paredes y Flores lleva con sobra de méritos el título de Heroína Nacional;
Que, en verdad, Mariana de Jesús Paredes y Flores es una de las figuras más célebres y destacadas en la historia de la Patria, habiendo sido ya llevaba a los altares por sus virtudes preclaras;
Que Mariana de Jesús Paredes y Flores ofreció su vida por salvar a su Patria;

ACUERDA:
ART. 1º.- Declarar que la benemérita quiteña Beata Mariana de Jesús Paredes y Flores, es HEROINA NACIONAL;
Art. 2º.- Designar una Comisión del seno de la Asamblea para que solemnice la promulgación del presente Acuerdo;
Art. 3º.- Depositar una copia auténtica de este Acuerdo en la Capilla del Templo de la Compañía de Jesús en Quito.
Dado en la Sala de Sesiones de la H. Asamblea Nacional Constituyente, en Quito, a treinta de noviembre de mil novecientos cuarenta y seis.
f) El Presidente, Dr. Mariano Suárez Veintimilla; el Vicepresidente, Francisco Illinworth Icaza; 1er Secretario, Manuel Granizo F.; 2do. Secretario, Edmundo Daste.- Siguen las firmas de todos los Legisladores. El original de este Acuerdo se encuentra en el Altar del costado izquierdo de la Iglesia de la Compañía de Jesús de Quito, junto al costurero de Mariana de Jesús Paredes y Flores.
Pío XII la elevó a los altares, como Santa de la Iglesia Católica, cuya canonización fue en mayo de 1950. Luego después de este acontecimiento el pueblo del Ecuador le rindió homenaje. Los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia de la República del Ecuador, se adhirieron al homenaje público y solemne, con un Acuerdo firmado el 11 de junio de 1951, su original en el Altar arriba indicado. "El Ecuador no se acabará por los terremotos sino por los malos gobiernos", fue el mensaje de Santa Marianita de Jesús

Extraído de : www.explored.com.ec/ecuador/tradicio/homb23.htm