La huella española en Flandes
La huella española
El rastro español en tierras flamencas está ahí, visible para el viajero que quiera verlo. 200. años unidos en la misma Corona dieron para muchos intercambios comerciales y culturales
FERNANDO MARTÍNEZ LAÍNEZ //FOTOS: F. M. L. Y G. CRUZ / MADRID
EN el transcurrir de los pueblos parece existir un cierto fatalismo que hace inevitable la confrontación, y eso sucedió en los siglos XVI y XVII entre España y Flandes. Doscientos años unidos en la misma Corona, la más poderosa del mundo entonces, dan para mucho, bueno y malo, y dejan rastros profundos a poco que se escarbe en la superficie. La 'época española' en Flandes incluye casi cien años de guerras, pero también de intercambios comerciales y culturales y momentos de gran cordialidad. Si el poderío militar hispano se hunde en Flandes, la historia de este país, y su separación de los Países Bajos del norte (Holanda), es indescifrable sin España.
Cualquier ciudad del territorio flamenco resulta un buen punto de partida en busca de huellas españolas. Malinas, por ejemplo, es hoy una reposada y provinciana ciudad, mucho más tranquila en todo caso que en 1589, cuando el tercio de Manrique, apodado el de los Galanes, empeñó los muchos sueldos que se le debían a cambio de paños y sedas para galas, y construyó un castillo de tramoya para celebrar fiestas con derroche de pólvora en salvas y rejoneo. No todo, sin embargo, eran festejos. Cerca de la Plaza Mayor, dominada por la torre de la catedral y el palacio del Gran Consejo, se levantaba el Hospital General militar, creado por Alejandro Farnesio, el mejor de su clase en Europa. Tenía 330 camas para atender a los soldados heridos o enfermos, y funcionó con carácter permanente desde finales del siglo XVI, subvencionado por una contribución fija que se descontaba proporcionalmente del sueldo de cada soldado. Diez reales para el capitán, tres para el sargento y un real para los piqueros y arcabuceros rasos. Del antiguo hospital nada queda en pie. Una parte del solar es propiedad privada, y otra está dedicada a escuela técnica.
Margarita de Austria
Malinas siente veneración por la figura de Margarita de Austria, tía de Carlos V (I de España), y gobernadora de los Países Bajos, la única mujer que tiene levantada estatua en una plaza mayor de Bélgica. Saqueada por los tercios del duque de Alba, los calvinistas, los ingleses y los franceses, muchos de los tesoros artísticos de la ciudad, guardados en iglesias, beaterías y conventos, se han perdido, pero aún se conserva restaurado el palacio de Margarita, donde fue educado el futuro emperador Carlos V.
Fiel defensora de los intereses de la rama Habsburgo española, Margarita de Austria rigió Flandes con tacto, y bajo su gobierno las ciencias, las artes y los gremios alcanzaron una época feliz. Cuando falleció, sus entrañas quedaron guardadas en una urna, depositada hoy bajo el altar de la iglesia jesuita de San Pedro y San Pablo, decorada en el interior con una colección de cuadros sobre la vida de san Francisco Javier.
Las evocaciones a Carlos V en Malinas son constantes. En el espléndido ayuntamiento se conservan efigies y escudos heráldicos reconstruidos del César y un gran tapiz encargado por el cardenal Granvela, consejero de Felipe II, con escenas de la conquista española de Túnez.
En sus salas se reunía el Gran Consejo de los Países Bajos, al que asistió Felipe II en 1559. Otro lugar notable es la casa señorial de Jerónimo de Busleyden, juez del Gran Consejo, y amigo de Luis Vives y Erasmo de Rotterdam, entre otros muchos personajes ilustres de la época.
La más española
Marcada por su pasado opulento, Amberes es la más española de todas las ciudades del norte de Europa. Los amberinos de pura cepa todavía se refieren a sí mismos como los 'sinjoren', señores, en referencia a su orgulloso pretérito, muy vinculado socialmente a los usos españoles. Amberes es un laberinto urbano de signos hispanos que esperan ser descubiertos. La 'furia española' -que contra lo que algunos puedan suponer no proviene (ojalá) del fútbol, sino del terrible saqueo que sufrió la ciudad en 1576- no ha sido olvidada, como recuerda una lápida de mármol negro a la entrada del ayuntamiento, pero hay otra huella mucho más patente. Justamente en el centro de la magnífica fachada del consistorio campea, en el lugar de honor de la Grote Markt o Plaza Mayor, el escudo de armas de Felipe II, rey de España y soberano de los Países Bajos.
La reconquista de Amberes en 1585, ocupada por los calvinistas, fue una gran gesta militar de los tercios de Alejandro Farnesio. Por entonces, la ciudad, contaba con más de 100.000 habitantes y sólo cedía en importancia a París. Puerto internacional y metrópoli donde todas las actividades económicas tenían acogida, también era la principal plataforma comercial con España. El oro americano compró aquí tapices, retablos, pinturas, libros y muebles que inundaron los monasterios, iglesias y palacios españoles. Pero, además, estaba la imprenta. Desde tiempos de Carlos V, Amberes fue un auténtico centro editorial en castellano.
Desde una edición de 'La Celestina', en 1539, a los 'Comentarios del Catecismo Cristiano' (1558) que provocaron la ruina del arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza, encarcelado por la Inquisición, fueron publicados cientos de libros. El mejor editor fue Cristóbal Plantino, y a él correspondió -asesorado por el español Arias Montano- el honor de acometer la mayor empresa tipográfica del siglo XVI: la Biblia Regia en cinco idiomas (latín, griego, hebreo, siríaco y arameo) y ocho tomos. Plantino fue nombrado Architipógrafo de Felipe II, y obtuvo del rey el privilegio exclusivo de imprimir todos los misales y breviarios destinados al Nuevo Mundo. Sin error, puede decirse que los indios americanos fueron cristianizados con catecismos hechos en Amberes. Todavía se conserva la casa-imprenta del gran Plantino en la plaza Vrijdagmarkt, que ha pasado a ser un museo de la impresión con atmósfera de tinta añeja, lleno de libros raros y curiosos.
El diplomático Rubens
La época de los archiduques Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia, hija predilecta de Felipe II, ha dejado buen recuerdo en Amberes. Al estímulo de la recuperación económica del inicio del siglo XVII, surge un Siglo de Oro del barroco artístico: Van Dyck, Jordaens, Verbrugghen, y sobre todo Rubens, que en Amberes es mentar la excelencia en materia de pintura y que trabajó para los reyes de España no sólo con los pinceles, sino en misiones de diplomacia secreta.
Los vestigios de un pasado compartido pueden verse también en la iglesia de San Pablo, con una capilla dedicada al triunfo de Lepanto o en la iglesia jesuita de San Carlos Borromeo.
Vale la pena ir de Amberes a Brujas para encontrarse con una de las capitales universitarias y financieras de Europa más antiguas, donde la traza hispana surge a cada paso con nombres de comerciantes, agentes de seguros, cónsules, militares o humanistas como Luis Vives, que tiene su propio monumento cerca de la magnífica iglesia gótica de Nuestra Señora. Por haber, hay hasta una Spanjaardstraat (calle de los Españoles) con edificios de solera que aún conservan puertas y fachadas originales. Al muelle de los Españoles (Spaanske Loskai) llegaban desde el mar por canales las lanas de Castilla, el hierro vizcaíno, el azúcar de Canarias o el arroz y alumbre de Aragón y Cataluña.
Para todos guarda un recuerdo el callejero de esta ciudad en la que nació Felipe el Hermoso, marido de Juana I de Castilla, en 1478. En el Museo del antiguo Franconato (Brugse Vrije) hay una formidable chimenea monumental, realizada en 1531 para conmemorar la victoria de Pavía, sobre la que destaca la estatua de Carlos V rodeada de las efigies de sus abuelos Maximiliano de Austria, María de Borgoña, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla; y la de sus padres, Felipe y Juana. Figuras que están también reproducidas en las hornacinas del antiguo ayuntamiento.
Si de Brujas pasamos a Bruselas, como punto final de un breve recorrido, la mezcolanza burocrática y cosmopolita de la capital de la Unión Europea oculta en sus entresijos señas de afinidad insospechadas. Las figuras de reyes españoles en la Gran Plaza; la catedral, con las asombrosas vidrieras de la capilla del Santo Sacramento en las que aparecen todos los parientes de Carlos V; la residencia que albergó la viudedad de Isabel Clara Eugenia; la iglesia de Sablon; y los restos subterráneos del antiguo palacio que dominaba Bruselas sobre la colina de Coudenberg, con la gran sala (Aula Magna) en la que se anunció en 1555 la abdicación de Carlos V. Un episodio más en la constelación de hechos notables que la fuerza de destino, durante doscientos años, impuso a España y Flandes como matrimonio obligado bajo la misma Corona.
Con sangre, sudor y lágrimas para ambas partes. Pero quien tuvo, retuvo. Y la herencia ahí queda.
Fuente: La huella espaola. ideal.es
Re: La huella española en Flandes
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Bruselas, 1516. Carlos V, soberano de los Países Bajos acepta la corona de Castilla y Aragón y accede a ser Carlos I de España. Las historias de España y Flandes se unían para mantener una muy estrecha relación a lo largo de los siglos.
Recordemos que Carlos I había nacido dieciséis años antes en la ciudad de Gante. Hoy día una maqueta recuerda el desaparecido castillo donde tuvo lugar el hecho. En Malinas fue educado por su tía Margarita de Austria, cuyo palacio todavía se puede visitar. Y en Bruselas se edificó el Palacio de Carlos V, hoy recuperado en un importante emplazamiento arqueológico.
Numerosos comerciantes españoles ya habían viajado a Flandes con anterioridad y habían formado en Brujas una importante comunidad. De hecho en 1330 se crea un consulado especialmente para ellos, y hoy dos hoteles hacen alusión a aquellos tiempos: el Hotel Navarra y el Hotel Aragón. En el S. XVI, Juan de Peralta, Cónsul de Navarra y Alcalde de Brujas, construyó su residencia oficial en el lugar donde hoy se encuentra el hotel Navarra. En 1781, el emperador José II de Austria se hospedó en la casa durante su visita a la ciudad. La escalera triunfal decorada con cisnes en cada escalón, así como otras salas se restauraron ante la noticia de que Napoleón se instalaría en el hotel a su paso por Brujas, pero el emperador no se hospedó en la ciudad. En cambio, los visitantes de hoy día sí que pueden admirar dicha escalinata, que aún se conserva intacta.
A los comerciantes se sumaron los soldados de Carlos I. Muchos de ellos se quedaron y actualmente quedan familias en Bélgica de clara ascendencia española: los Ayala, los Béjar, los Pérez, los Manrique…
En Bruselas existía una prisión donde hoy se ubica el Hotel Amigo. ¿De dónde viene este curioso nombre? Todo aquél que estaba en los calabozos intentaba llamar la atención de los soldados españoles y pedir clemencia de los viandantes con la única palabra que conocían "¡Amigo!".
¿Más sobre los españoles en Flandes? Los soldados españoles, a quienes no les gustaba ser ridiculizados por la población de Bruselas, censuraban con dureza los espectáculos de aquellos tiempos. Así nació el teatro de marionetas, fruto de la picaresca bruselense, que permitía cambiar fácilmente de escena y engañar así a los censores. Si te apetece conocer un lugar donde se realizaban estas representaciones, acércate al Teatro Toone en la Petite Rue des Bouchers, y diviértete con el especial ambiente de este café que conserva el pequeño escenario, las gradas plegables y las marionetas colgadas del techo.
Otro lugar donde encontrarás marionetas de los españoles es en el Roy d´Espagne de la Grand Place. Vale la pena tomar una cervecita con una ración de queso en este acogedor café.
Influencias en la arquitectura, en la sociedad, en la cultura… y también en las costumbres religiosas. El Camino de Santiago tuvo una amplia difusión y hoy se mantienen símbolos de los peregrinos por todo Flandes: la Iglesia de Sint Jakob en Amberes, la ruta jacobea de Bruselas, los peregrinos con la concha de Santiago en el políptico del Cordero Místico de Van Eyck en Gante… Todavía hoy perdura la tradición de liberar a un preso al año en Flandes si a cambio de su condena opta por recorrer a pie el Camino de Santiago con una mochila cargada con muchos kilos a la espalda.
Para terminar, aunque la historia nos ha legado una lista de anécdotas interminable, mencionaremos dos detalles lingüísticos de claro intercambio. A los habitantes de Amberes, por tener fama de altivos, se les llama Sinjoren (del castellano señores) y la palabra maniquí proviene del flamenco mannekijn, pequeño muñeco flexible de madera que los pintores Primitivos Flamencos utilizaban como modelos para sus obras.
Fuente: Turismo de Bélgica: Flandes y Bruselas - *Huellas españolas en Flandes
