Reflotando el tema....
De pluma ajena
Decir que el “Guernica” es una birria es considerado como un crimen imperdonable y afirmar que Picasso, del cubismo para acá, es un cantamañanas te puede acarrear las penas eternas de expulsión del paraíso progresista de la Cultura. Cualquier persona que se atreva a decir que los pintajos del “genio” malagueño los hace cualquiera sin necesidad de haber tenido un mal sueño, es suficiente para ser tachado de por vida de asno, carca y retrógrado. Pero, ¿y si el que Picasso es un fraude, una infinita tomadura de pelo, es él mismo, Don Pablo Ruiz? Es imposible, es una invención de las fuerzas del mal que no saben en qué dar para vilipendiar al maestro. Pero es verdad; he ahí una carta escrita por Picasso a su amigo Papini cuando tomó la decisión heroica de engañar a sus semejantes por un suculento plato de algo más que lentejas. Carta que ha sido celosamente silenciada por los que, de verla divulgada, podían poner en peligro el gran negocio. Pero nunca es tarda y si algunos tomaran nota, nos damos por contentos. La carta que reproducimos ha sido publicada por el diario “El Alcázar” el 7 de agosto de 1981. [Publicado en la Revista “Fuerza Nueva”, septiembre de 1981].
PICASSO NO ENGAÑÓ;
OTROS LO HACEN POR ÉL
Este de 1981 es, entre otras cosas, el año del centenario de Picasso. El año también, probablemente, en que su famoso póster, “Guernica” —o como diablos el pintor le hubiese bautizado—, será exhibido tras su recuperación, en la sala de algún museo español. En fin, que se hablará mucho de Picasso. Tal que yo, he creído conveniente darle al propio Pablo una oportunidad de hablar de sí mismo. Así que transcribo directamente y de corrido su carta a Giovanni Papini, más escondida, quizá, que propiamente ignorada, en la cual el famoso pintor… Perdón, léanla ustedes y obtengan sus propias conclusiones. Así se vio y se confesó Pablo Picasso:
“Desde el momento en que el arte no es ya el primer alimento que nutre a los mejores, el artista puede ejercer su talento en todos los intentos de nuevas fórmulas, en todos los caprichos de la fantasía, en todos los expedientes de charlatanismo intelectual. En el arte, el pueblo ya no busca consolación y exaltación; sino que los refinados, los ricos, los ociosos, los destiladores de quinta esencia buscan lo nuevo, lo extraño, lo original, lo extravagante, lo escandaloso. Y yo mismo, desde el cubismo y más allá, he contentado a estos maestros y a estos críticos, con todas las cambiantes rarezas que me han pasado por la cabeza, y cuanto menos las comprendían, más me admiraban.
“A fuerza de divertirme con todos estos juegos, con todas esas paparruchas, con todos estos rompecabezas, jeroglíficos y arabescos, me he hecho célebre, y muy rápidamente. Y la celebridad significa para un pintor: ventas, ganancias, fortuna, riqueza. Y hoy, como usted sabe, soy célebre, soy rico. Pero cuando estoy a solas conmigo mismo, no tengo valor de considerarme como un artista en el sentido grande y antiguo de la palabra. Grandes pintores fueron Giotto, el Ticiano, Rembrandt y Goya; yo soy solamente un entretenedor público que ha comprendido a su tiempo y se ha aprovechado lo mejor que ha podido de la imbecilidad, la vanidad, la avidez de sus contemporáneos. La mía es una amarga confesión, más dolorosa de lo que pueda parecer, pero tiene el mérito de ser sincera”.
Leído lo cual, yo —antes que se inicie la charanga de los intelectuales confabulados con los políticos— en uno de mis legítimos derechos ruego a las fuerzas decadentes de la cultura, a los mercachifles de la inteligencia y a los voceros de la confusión, que me hagan el soberano favor de meterse donde les quepa sus elevadas interpretaciones artísticas. El arte es exaltación interior y consolación, o no es nada. Lo dijo el Picasso que desde el cubismo para acá renegó de su propia obra. Es su palabra.
Los incrédulos pueden confirmar esta transcripción epistolar en el boletín de CIO de Madrid, página 58 (584) del número 142, de 13 de octubre de 1973.
Servidor,
Emilio García-Merás
JUEGO DE INGENIO
En esta serie de obras, sólo una de ellas NO ha sido pintada por Picasso.
¿Podría usted adivinar cuál corresponde al pincel de Bartolomé Murillo?
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