Nido de ametralladoras en Codo
El 24 y el 25 de agosto de 1937 marcan en los anales de la guerra civil española una epopeya de singular trascendencia, que inclinó, indiscutiblemente, la victoria final del lado de la Causa Nacional. Los pueblos de Codo y de Belchite, a costa de su total aniquilamiento y de la pérdida de un enorme porcentaje de sus decididos defensores, cortaron la bien calculada ofensiva marxista —cuyo jefe era el general Pozas—, arrolladora en su principio por lo numeroso de sus fuerzas y lo bien dotado de material bélico. La resistencia inesperada de dichos pueblos, al desconcertar al enemigo, dió tiempo al Generalísimo Franco y a su Estado Mayor para estabilizar una situación militar que, al salvar Zaragoza, dió luego en su día margen a la reconquista de lo perdido y al avance, por el frente de Cataluña, que había de culminar en la toma de Lérida.
La posición de Codo tenía unos cuatro kilómetros en línea de frente y estaba unida, por carretera, a la línea defensiva del sector de Belchite. La guarnición de Codo se componía en su casi totalidad de fuerzas del requeté, pertenecientes al tercio de Nuestra Señora de Montserrat. Estas fuerzas estaban distribuídas de la siguiente forma: en la parte norte de Codo, las avanzadillas de Monte calvario y de la Casa del Cura, formadas con los hombres de la 1.ª sección de la 1.ª compañía del mencionado tercio, al mando del alférez José Bach de Fontcuberta. En el sector Sur, en las trincheras números 2 y 3, y atendiendo asimismo a los nidos de ametralladoras allí situados, figuraba la 1.ª sección de la 2.ª compañía, al mando del alférez Francisco Bonet Bosch, que guarnecía también las avanzadillas del Este, en el camino de Quinto y en el Paredón. Al Oeste, la trinchera número 1, en la carretera de Belchite, estaba ocupada, bajo lás órdenes del alférez Luis Morales Garcés, por la 3.ª sección de la 1.ª compañía. Una línea, al Noroesete, entre Pajar, Granero y Tapias-Heras, situada estratégicamente, aparecía defendida por la 2.ª sección de la 1.ª compañía, que mandaba el alférez Mauricio Alós de Bobadilla.
En aquellas dos fechas, históricas por muchos conceptos, era jefe de la 1.ª compañía el alférez Juan Vila Mas, y de la 2.ª, el alférez Francisco Bonet Bosch; capellán de la guarnición, el reverendo P. Ramón Carrera Iglesias; alférez médico, Manuel Navarro Garriga. Las fuerzas del tercio de Nuestra Señora de Montserrat desplazadas en Codo sumaban exactamente 182 requetés, todos ellos al mando directo del comandante jefe de la plaza teniente Francisco Roca Llopis. Además de estos elementos de requetés, que constituían el grueso de la guarnición y la fuerza de choque, había en Codo unas escuadras de falangistas, cuyo oficial murió en la defensa del pueblo, y algunos guardias civiles, cuyo alférez Ibáñez sucumbió también mientras atendía a la resistencia. La defensa de Codo, debido a la desproporción de la lucha, tanto en hombres como en efectivos, constituyó una de las más señaladas gestas de la Cruzada Nacional. Contra las fuerzas descritas, que no sumaban en total 20 hombres, al frente de los cuales la graduación mayor efectiva era la de teniente, Codo resistió cuarenta horas el ataque de una gran y bien organizada masa enemiga. A las dos de la madrugada del día 24 de agosto de 1937 un disparo de fusil puso en guardia a los centinelas de las avanzadillas de Codo, que creyeron descubrir en ese disparo una señal de aviso para un ataque marxista. En efecto: tres horas después, y cuando la luz del alba permitió otear el campo enemigo, vieron que al amparo de la noche se había aproximado éste en grandes contingentes, y se aprestaron a la desigual batalla.
Las fuerzas enemigas podían calcularse entre 8.000 y 10.000 hombres. Precedidos de 13 tanques, avanzaban varios escuadrones de caballería senegalesa —reclutada entre voluntarios de posesiones francesas en África—, protegidos por una preparación artillera en la que tomaron parte gran número de morteros y muchas ametralladoras. Simultáneamente avanzó también la infantería marxista, dotada de modernísimas armas automáticas. El jefe de la plaza de Codo, teniente Roca, ordenó una briosa defensa, disparando todos los hombres disponibles, especialmente desde los parapetos y trincheras del Pajar, Camino de Quinto y Monte Calvario, que eran los más atacados. Al propio tiempo, con gran serenidad, el jefe de la plaza se puso en contacto con la de Belchite, recabando que ésta abriera el fuego de su artillería, como así lo hizo.
La resistencia de Codo ante fuerzas infinitamente superiores duró todo el día 24 de agosto y las diez horas primeras del siguiente día 25. Las diversas posiciones fueron defendidas con tesón imposible de superar. Escaseando las municiones, el teniente Roca ordenó varias salidas desesperadas para proveerse de las del enemigo, como así se efectuó, con gran éxito, por tres o cuatro veces, con gran disciplina. Un parte de guerra cita la gesta del boina roja Jaime Bofill, que, en medio de un intensísimo tiroteo, salió voluntario para Belchite, en misión especial, logrando transmitir las órdenes de las cuales era portador y que contribuyeron a prolongar la resistencia, dando tiempo a la reacción nacional, que pudo así cortar, a costa del sacrificio de Belchite y de Codo, la importante ofensiva marxista. El alférez médico don Manuel Navarro Garriga, único de los oficiales supervivientes de los requetés del tercio de Nuestra Señora de Montserrat que guarnecía Codo, informó, a raíz de los acontecimientos, dando detalles interesantísimos de la heroica resistencia. Entre otras manifestaciones son dignas de recogerse las siguientes:
«Siendo imposible la resistencia de las posiciones, sin perder un momento la disciplina, a pesar de haber sufrido ya bastantes bajas, los requetés se replegaron al pueblo, donde la luchase entabló palmo a palmo, casa por casa. Inútil fue el bombardeo, las ráfagas de ametralladora y las bombas de mano lanzadas en contra de éstas. Allí se resistían con un valor extraordinario, prefiriendo morir entre los escombros antes que abandonarlos. Al grito de «Rendíos, requetés!», que lanzaba el enemigo, contestaban éstos con descargas de fusilería, siempre disciplinados, compenetrados y fieles a las órdenes de sus oficiales. Así continuó la lucha, que revistió caracteres de violencia insospechada, demostrando verdadero heroísmo. Siempre atentos, como digo, a las voces de mando de sus superiores, despreciando a cada paso la muerte al grito de «¡Viva Cristo Rey!» y «¡Viva España!», fueron los requetés replegándose a la parte alta del pueblo, donde está situada la iglesia y la Casa del Cura, en el cual, por último, se concentraron, menos el pequeño grupo superviviente de las trincheras 1, 2 y 3, que al mando del alférez Morales defendió la Casa del Ayuntamiento, situada en la parte del pueblo opuesta a la Casa del Cura, teniendo el enemigo que vencer la dura resistencia que hacían los boinas rojas, que de cada piedra, que de cada casa hicieron un reducto, donde, para tomarlo, era preciso que el enemigo dejara montones de cadáveres.»
El Tercio de Nuestra Señora de Montserrat oyendo en la plaza de Codo la Misa del Corpus de 1937
La resistencia de Codo constituye, sin duda, pese a la forzosa brevedad del tiempo, una gesta digna de figurar al lado de las del Alcázar de Toledo, de Oviedo y de Nuestra Señora de la Cabeza. Uno a uno fueron cayendo en la batalla todos los oficiales, quedando un único superviviente. Antes de ello, cuando la resistencia era prácticamente inútil, los oficiales que restaban con vida intentaron llegar a Belchite, para continuar allí la defensa. El alférez médico don Manuel Navarro Garriga, antes citado, manifestó lo siguiente, ampliando sus anteriores declaraciones:
«Serían las dieciséis horas, aproximadamente —del 25 de agosto de 1937— cuando, agotadas las municiones, se intentó una salida, al objeto de procurar romper el cerco que les oprimía e intentar ganar la carretera de Belchite, para dirigirse allá a continuar la defensa. Montaron los requetés las bayonetas, y en una valiente carga, con los oficiales que les quedaban delante, causaron pavor en las filas enemigas, que no se atrevieron a oponerse a su empuje. Tuvieron que hacerles paso, para ametrallarles después por la espalda con sus máquinas automáticas y perseguirles después con la caballería senegalesa. Los que pudieron replegarse, vista la inutilidad del esfuerzo y la gran cantidad de enemigo, como así el extraordinario material bélico de que disponía, lo hicieron de nuevo a la Casa del Cura, sin decaer en nada su moral, a pesar de haber visto caer a muchos de sus compañeros y a casi todos los oficiales.»
Muchas manifestaciones más agregó el alférez médico Navarro Garriga, cerrándolas con las siguientes, después de narrar cómo, siendo imposible romper el cerco, se replegaron:
«Otra vez se reorganizó la defensa en la citada Casa, a las órdenes en todo momento cumplidas del alférez don José Bach, y con la munición recogida a los cadáveres enemigos. Hasta cerca de las veintiuna resistió a la gran masa de atacantes, aprovechando los pocos cargadores que quedaban, causando infinidad de bajas en las filas enemigas, hasta que, vistas nuestras bajas, la Casa destruida por efecto de la explosión de innumerables granadas, sin alocarse por un momento, solamente con un oficial y el sargento Mañé, esperaron las órdenes del primero, que dispuso la salida, aprovechando la obscuridad de la noche, en grupos de cinco individuos, para burlar así mejor la vigilancia enemiga.»
De esta forma consiguieron llegar a Zaragoza los escasos supervivientes. Toda la oficialidad a excepción del alférez médico tantas veces citado, pereció en la defensa. El balance de la jornada es de los más duros de la guerra. Como consecuencia de la defensa de Codo, se registró en el tercio de Nuestra Señora de Montserrat la siguiente estadística:
Bajas del tercio: oficiales, 7; sargentos, 11; cabos, 9; individuos, 119. Total de bajas, 146.
Como derivación de ello, es interesante aportar la relación de presentados en Zaragoza, supervivientes del tercio: oficiales, alférez médico; sargentos, ninguno; cabos, dos; individuos, 41. Total de presentados, 44. Este balance es el dato más significativo y la prueba más evidente de tan heroica resistencia. Se han de añadir a las bajas los falangistas de primera y segunda línea de Codo, la Guardia civil y los soldados allí desplazados, con oficialidad, que asimismo encontró la muerte. Aunque en menor número, su actuación fue también abnegada y heroica, y respondieron al valor y al ejemplo de sus hermanos en la lucha, los requetés del tercio de Nuestra Señora de Montserrat.
A. P. O. [Antonio Pérez de Olaguer], Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana (Espasa), suplemento anual 1936-1939, tomo II, 1944, pp. 1529-1530
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