Estampas de la historia andaluza: la batalla de Lucena

Boabdil fue apresado y liberado a cambio de hostigar a su padre

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Actual Museo Arqueológico de Lucena



Durante la guerra de Granada (1481-1492) se produjeron numerosos hechos de armas que influyeron de forma decisiva en el resultado final de la contienda. Muchos de ellos se desarrollaron al viejo estilo de las guerras de la Edad Media que, en aquel último tramo del siglo XV, entraba en su etapa final y abría las puertas a la Edad Moderna. Fueron también habituales los hechos de armas propios de la frontera que, en modo alguno eran una novedad, al haberse producido con frecuencia a lo largo de casi dos siglos y medio en la raya que separaba los dominios de los sultanes nazaríes y las tierras de la corona de Castilla. Las razias fueron muy frecuentes a uno y otro lado de dicha frontera, convirtiéndola en un lugar peligroso.
Uno de esos episodios fronterizos, que tuvo mucho de medieval, se produjo en la primavera de 1483. Nos referimos a la llamada batalla de Lucena que, si en lo militar no pasó de ser poco más que una aceifa fronteriza, en lo político resultó ser de gran importancia y tuvo consecuencias relevantes en el desarrollo posterior de la lucha entre cristianos y musulmanes. La batalla de Lucena se libró muy cerca de dicha población cordobesa, en las lomas que llevan hasta orillas del arroyo Martín González, al sur de la sierra de Aras.
Zegoibi, conocido en las crónicas cristianas como Boabdil el Chico, de restar popularidad al Zagal, el general de las tropas del sultán Muley Hacén, que había derrotado a los cristianos en la Axerquía. La pretensión de Boabdil se explicaba ante la situación que se vivía en la corte granadina, agitada por una verdadera guerra civil entre los partidarios de Muley Hacén y los de su hijo Boabdil.
Con el apoyo de su suegro Aliatar quien, además de alcaide de Loja era un avezado adalid de los nazaríes en lo que a aceifas fronterizas se refiere, Boabdil preparó un ataque con el propósito de equilibrar la situación política, tras el éxito obtenido por los partidarios de su padre, tras la victoria de El Zagal. La pretensión de Boabdil era derrotar a los cristianos y alentar a sus partidarios en el conflicto interno que se vivía en Granada.
Su objetivo, probablemente inducido por su suegro, buen conocedor de las tierras del sur del reino de Córdoba, fue Lucena tras cuyos muros se refugió su dueño, el alcaide de los Donceles al verse atacado por una tropa muy superior a la suyaolvidó sus enseñas y al pasar por Cabra tomó como estandarte el pendón de esta villa que era una cabra rampante.
Al verla, los musulmanes quedaron confundidos, creyendo que se trataba de gentes de Úbeda y pensaron que si llegaban los cristianos desde un lugar tan alejado, era signo inequívoco de que habían formado un gran ejército. Ante esa perspectiva, huyeron en desbandada dejando el campo libre a los cristianos que se alzaron con la victoria. Como hemos dicho, la batalla no hubiera ido más allá de una escaramuza propia de la frontera, más o menos importante, en la que los cristianos resultaron vencedores, de no haber sido porque entre los musulmanes hechos prisioneros y que fueron conducidos al castillo de Lucena, se encontraba el propio Boabdil.
Al parecer, se tardó algunos días en identificarle. Una vez sabido de quién se trataba, surgieron graves diferencias entre el alcaide de los Donceles y el conde de Cabra al atribuirse ambos su apresamiento y desear hacerse con la custodia del prisionero. La cuestión quedó zanjada por el propio rey Fernando quien, informado de la captura de Boabdil, ordenó que fuera llevado a su presencia. El prisionero fue conducido hasta Porcuna, localidad en la que a la sazón se encontraba don Fernando.
En ella se cerró un acuerdo en virtud del cual el príncipe musulmán quedaría en libertad, además de recibir los medios necesarios para continuar la lucha contra su padre, a cambio de ciertas condiciones. Don Fernando alentaba de esta forma la lucha intestina entre los granadinos lo que facilitaba la conquista del reino. Boabdil fue uno de los apresados en la escaramuza y liberado a cambio de hostigar a su padre, a cambio de ciertas condiciones. Don Fernando alentaba de esta forma la lucha intestina entre los granadinos, lo que facilitaba la conquista del reino.



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