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Tema: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    “ENTRE UNA SED DE SIGLOS”


    Revista FUERZA NUEVA, nº 543, 4-Jun-1977

    Blas Piñar en Almería

    “ENTRE UNA SED DE SIGLOS”

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar, el 1 de mayo de 1977, en el cine Imperial de Almería)

    “Allá en el sudeste de la Patria, una provincia aguarda su hora, requemada por el sol”. Así comenzaba, quien ahora se dirige a vosotros, un artículo titulado: “Almería, empresa nacional”, publicado en “Informaciones”, de Madrid, el 15 de enero de 1966. No importa que físicamente no vivamos en una región de España; si se la conoce, se viven sus problemas e inquietudes y se la contempla con una mirada de amor. (…)

    Almería tiene sed: sed de siglos, milenaria. Por si fuera poco, la lluvia mínima se compone de agua de tormenta que erosiona y desertiza en minutos. Avidez de agua, y desesperación al verla caer a raudales y discurrir enloquecida por las ramblas hacia el mar. (…)

    No, no me digáis que se trata de una cuestión irresoluble, que una maldición sin misericordia ha caído sobre Almería, que es preciso y necesario resignarse o emigrar. (…)

    Así como la técnica ha de servir al ingenio, así también la Administración, pieza indispensable, ha de servir a la Política. Y cuando hablamos de política no hablamos de política menor, de intereses mezquinos, de cambalaches que salvan el obstáculo de cada día, sino de una gran política nacional, encomendada a un Estado fuerte, al servicio de la Patria y del bien común de los españoles.

    ***
    Todo eso es lo que teníamos en marcha en un Régimen:
    que nos ha deparado, como prueba de su viabilidad, cuarenta años de progreso;
    que ha despegado a España de la miseria;
    que nos devolvió el orgullo de ser españoles;
    que descansaba en una filosofía política original, síntesis de la Tradición y del pensamiento de José Antonio;
    y que había nacido de una convulsión dramática en la que, luchando en las trincheras o pereciendo víctimas de la revolución roja, ofrendaron su vida un millón de españoles.

    En ese régimen que había atraído el odio de sus enemigos, pero también la simpatía próxima y caliente de todos aquellos que en el mundo se sienten aterrorizados por la amenaza del capitalismo internacional y del marxismo, se había resuelto, entre otros problemas, el del equilibrio y colaboración de todos los elementos humanos que participan en el ciclo económico.

    Por eso conviene recordar en este primero de mayo, que otra vez se celebra en España con motines y exabruptos, con banderas rojas y hoces y martillos:
    que la dialéctica materialista había quedado superada entre nosotros;
    que, en plena Cruzada, se elaboró y promulgó el Fuero del Trabajo;
    que la sindicación obligatoria y vertical produjo la armonía en la empresa y consiguió para los trabajadores beneficios -sin necesidad de revueltas- que ya quisieran para sí los trabajadores de muchos países libres, y no digamos los trabajadores sin libertad y sin derechos y con un mezquino nivel de vida de los países soviéticos.

    Yo emplazo desde aquí a quienes tratan de explotar a los trabajadores de España, inculcándoles otra vez el odio y el espíritu de clase, a que me digan cuáles son las reivindicaciones logradas bajo su dirección, en la época del sindicalismo horizontal, durante la Monarquía (Alfonso XIII) y durante la República, y cuáles las logradas por el sindicalismo vertical durante el Régimen de Franco. Y si me demostraran que el saldo que resulta de esa comparación es favorable a primero, yo me descubriría confesando su victoria.

    Mas si, por el contrario, resulta que sin huelgas, sin destrozo de la economía empresarial y de la producción, se ha logrado el salario mínimo, el salario familiar, vacaciones retribuidas, seguros amplios, desde la enfermedad a la vejez, becas de estudio y mejora profesional para los hijos... ¡Ah!, entonces, ante la evidencia de los hechos, el trabajador tendrá que preguntar si acaso quienes aspiran al sindicato revanchista lo que pretenden no es tanto defender sus derechos como aprovecharse de su ingenuidad y convertirlo en ariete de una posición política, de un deseo de poder, que necesita, para consumarse, de unos batallones de choque que salgan a la vía pública a combatir, y quizá a perecer, de una crisis económica, de un paro creciente y de una inflación galopante que nos lleve a todos a la desesperación y de la desesperación a la tiranía.

    ***
    El Régimen de Franco puso la flecha en la diana:
    con su concepto de la empresa;
    con la integración del sindicato en las grandes tareas nacionales;
    con la superación del odio, el distanciamiento o la ignorancia de las clases sociales en un ambiente amoroso y concorde de colaboración y amistad.

    No en balde, una de las coordenadas del Sistema se hallaba aquí. Por eso, en plena guerra, cuando otros objetivos más inmediatos parecían aconsejar otro género que preocupaciones, Franco quiso que la fiesta del trabajo no fuera el 1 de mayo, cuya impregnación marxista era evidente, sino el 18 de julio, fiesta del Alzamiento Nacional contra los enemigos de la Patria, entre los que se hallaban sin duda, aquellos que, en lugar de defender a los trabajadores, sólo pretendían utilizarlos y explotarlos.

    Por motivos que todos conocéis, al crearse la festividad de San José Obrero, la fiesta del trabajo se trasladó también. Pero, aun así, esta fiesta tuvo, durante muchos años, en España un ambiente de alegría nacional. En el estadio Bernabéu, de Madrid, bajo la presidencia de Franco, los grupos folclóricos y artísticos de Educación y Descanso daban a conocer, en una exhibición pública, su magnífica preparación. Las pantallas de televisión y las grandes emisoras nacionales transmitían aquellas apoteosis, y una brisa creadora de júbilo soplaba en toda la nación.

    Franco ha muerto, y, aun cuando lo que decimos se produce a otra escala e incluso a algunos podría parecer irreverente, la verdad es que el velo del Templo se ha rasgado y que la tierra española tiembla. Hoy, 1 de mayo, quienes se esconden detrás de los hombres del trabajo y desafían a los restos que quedan del poder público, provocarán manifestaciones y algaradas, gritos de rencor y Dios quiera que la sangre, como en tantas jornadas luctuosas, no salpique el asfalto de nuestras ciudades.

    ***
    Decíamos en el Palacio de Deportes de Oviedo que no sólo se pretende, por aquellos que no han perdonado a España su Victoria de 1939, arrancarnos y destruir la paz social, sino ante todo y sobre todo, deshacer la Nación.

    Son los fundamentos mismos de la nacionalidad los que hoy, entre nuestra mirada atónita, se están dinamitando. España, como nación, y la bandera nacional, como símbolo de la misma, son objeto de un ataque sin precedentes en nuestra historia.

    Se pretende hasta borrar el nombre de España. España deja incluso de ser un sustantivo para adjetivarse, para calificar simplemente al Estado.
    No se habla de una acción, sino de país;
    no se habla de España, sino de las “nacionalidades del Estado español2;
    se elude el nombre de España, pero se exalta a “Euzkadi” y a Cataluña;
    se relega su bandera, pero se hace la apología de las banderas que simbolizan a los pueblos peninsulares.

    Hasta en Andalucía se pretende alzar, no como compañera menor, sino como símbolo de desenganche, una bandera regional, la blanca y verde, que es un contrasentido histórico.

    Vosotros sabéis que Andalucía fue reconquistada, al precio de mucha sangre, mucho sacrificio, mucha tenacidad y mucho tiempo, de la morisma que la ocupó; como ocupó, salvo los reductos del Norte, España entera.

    A Castilla correspondió la tarea de reconquistar Andalucía. Por tanto, si los andaluces de hoy se consideran herederos de quienes los reconquistaron para España y para la Cristiandad, para la civilización de que forman parte y para la unidad de destino de la Nación española, su símbolo regional debiera ser el pendón de Castilla -que nunca, contra lo que se dice, fue morado- con los ingredientes andaluces que lo tipifiquen.

    El pendón carmesí, cruzado con banda de oro, con el aspa de la conquista de Baza, primer pueblo andaluz rescatado, y las columnas de Hércules, que simbolizan el recobro total de Andalucía y de España, debiera ser el emblema regional de Andalucía.

    Pues no; hay que aupar un sentimiento anticastellano y, en última instancia, menos español. Hay que recordar con la bandera no a los cristianos de la Reconquista, sino a los sarracenos invasores que lucharon contra Castilla.

    Por eso se elige la bandera blanca y verde, la que enarbolaron los almohades venidos de África para batirse en Alarcos contra Alfonso VI, en 1195; la que enarboló, precisamente, un morisco de Almería, después de la expulsión en 1624, entre Estepona y Marbella.

    ¡Qué pena da ver cómo, contra toda verdad histórica, para afianzar, lo que me parece justo y legítimo, el sentimiento regional, se acude s un símbolo disgregador!; lo que pone de relieve que, al igual de lo que ocurre con el sindicalismo, pieza clave de la nación, no se trata de cultivar noblemente ese sentimiento regionalista, sino de explotarlo y convertirlo en arma dialéctica y disgregadora de la unidad nacional.

    ***
    El tema de las elecciones -aunque sin excepción nos hayamos convencido de que no van a resolver sino a agravar, los problemas- no cabe duda que absorbe, al menos en parte, nuestra atención.

    La ley electoral, pieza clave, ha sido elaborada por el Gobierno con la oposición. Pero ahí está, como fruto de la reforma política, de esa reforma que conlleva la legalización del PC y la entrada en el juego, aunque no sea más que por medio de la figura del candidato independiente, del resto de los partidos marxistas y anarquistas no legalizados hasta la fecha, pero reconocidos “de facto”, como revela su actuación pública tolerada por el Gobierno Suárez.

    Ante las elecciones, y pese a la proliferación lógica de los partidos políticos en la primavera fácil pero efímera, de la democracia inorgánica, caben a grandes rasgos, las siguientes posiciones, que podemos contemplar a la luz de las posturas adoptadas en torno a la Ley de Reforma política, en el Consejo Nacional, en las Cortes y, sobre todo, en el Referéndum (1976):

    A) Los grupos de oposición al Régimen, legalizados o no en aquella fecha, que pidieron la abstención.

    B) Los reformistas, tanto del primero como del segundo Gobierno de la Corona, encuadrados hoy en Centro Democrático y en Alianza Popular, que dieron sus votos y pidieron el pueblo el “Sí”.

    C) Nosotros -e incluyo aquí, aun cuando pese a nuestros esfuerzos todavía no se haya constituido el Frente Nacional, a Falange Española-, que nos opusimos en el Consejo Nacional, en las Cortes y en el Referéndum a la Ley de Reforma política, votando que “No” y argumentando, en los tres minutos que la democracia se dignó concedernos, las razones que hacían aconsejable el “No”.

    Está claro que cuanto ha sucedido desde que la Reforma política fue aprobada no se puede imputar ni a los que se abstuvieron ni a nosotros, sino a quienes, con una falta absoluta de visión política, la pusieron en marcha con el señor Arias, y la aprobaron después con el señor Suárez.

    No vale decir que “hay que conservar lo valioso y reformar lo necesario” si antes no se nos dice qué es lo valioso a conservar y lo menos valioso incluido en la Reforma.

    Aunque la verdad es que resulta innecesaria la enumeración, cuando ya en el primer Gobierno de la Monarquía, la reforma del señor Arias había legalizado los partidos políticos, y durante el segundo Gobierno de la Corona, quienes hoy se escandalizan de las consecuencias nefastas del liberalismo pusieron a debate y eliminaron explícitamente las bases del Estado nacional, poniendo en tela de juicio implícitamente, la subsistencia de la Monarquía.

    ***
    Ya sé que, a la hora de las elecciones, quienes ponen el máximo calor en la contienda utilizarán todos los medios de propaganda y todos los argumentos a su alcance para conseguir los votos. Conseguir votos es, en última instancia, lo que de momento interesa.

    Se dirá, luego de:
    haber metido la cuña destructora en el franquismo;
    de haberse referido a Franco como último jefe de Estado;
    y de impedir las manifestaciones en su recuerdo,
    que no se puede destrozar, sino que hay que mantener la obra gigante de un hombre irrepetible.

    Pero al mismo tiempo se dirá que la Monarquía no es la que él quiso, sino la moderada y arbitral:
    que el sistema de partidos es bueno;
    que hay que homologarse con Europa;
    que hay que conceder autonomías regionales;
    que es conveniente mantener un diálogo en Estoril y otro en el gobierno mundial ultracapitalista de los Bilderberg en Inglaterra, y sacar a Carlos Arias (y a su “espíritu del 12 de febrero”) como senador, y a Antonio Carro, el hombre del Sáhara, como diputado por Lugo.

    ***
    Es el mal menor, la política del hecho consumado, que ya hemos visto oficialmente aceptada a niveles que no podíamos sospechar, con motivo de la legalización del PC.

    Es el miedo, en suma, lo que puede volcar el voto de las buenas gentes de España -so pretexto de continuidad y de paz- hacia los reformistas del “Sí” en el referéndum.

    Os confieso que a mí, que encontré las raíces del mal cuando lanzamos a la calle FUERZA NUEVA, me faltan medios y posibilidades para exponer honrada y limpiamente mis puntos de vista al pueblo español. Mientras por la televisión pasan todos, a mí no se me ha brindado, liberalmente, ninguna oportunidad, porque no ignoran, sin duda, el impacto de una argumentación lógica, firme y también -por qué no- apasionada.

    Pero, conturbados por la propaganda y el miedo, votar otro “Sí” a la Reforma es, en realidad, votar que Sí” a la ruptura con el Sistema, y no a la perfección del mismo, puesto que amputar el franquismo sociológico -que se intenta aprovechar- de la filosofía que lo inspiró, para trasvasarlo a un régimen liberal que es su antítesis, es un engaño manifiesto, o, si no lo queréis así, un error gravísimo, que afectará a nuestro futuro personal y al futuro de España.

    Creo que, a estas alturas de la propaganda electoral, tenemos que distinguir entre franquistas y hombres del 18 de Julio.

    Yo, por ejemplo, soy franquista por ser hombre del 18 de Julio, pero ha habido quien se dice franquista, aislando de esa fecha y de su contenido, la figura de Franco. A esta postura, ya palpable y manifiesta de una gran parte de la clase directora del Régimen, y no a los fallos del Régimen mismo, se debe la situación actual. Eran hombres de Franco no en función de una ideología, sino en función de lealtades personales, de imantación hacia el poder. Muerto Franco, la lealtad personal se extingue y la imantación pierde toda su capacidad atractiva.

    Así estuvimos gobernados por liberales que contenían o reprimían su liberalismo durante el paréntesis carismático de la dictadura; o por hombres de derechas para los cuales la camisa azul era un disfraz bonito para entrar en la carpa y escalar en ella.

    López Rodó, con diáfana claridad que le agradecemos, llegó a decir que el franquismo había muerto con Franco. ¡Para nosotros, no! Y no, porque Franco no creó un sistema, sino que lo construyó; y el esquema doctrinal está válido y vigente.

    ¡Para nosotros, no! Y por ello, nuestra lealtad personal a Franco no supuso nunca la adulación, sino que conllevó la crítica a sus gobiernos; lo que dio origen a las querellas urgidas por aquéllos contra el que ahora os habla, y en especial la que motivó mi carta abierta a don Carlos Arias, “Señor Presidente”.

    Por eso, la fidelidad al Régimen de muchos se agotó inexorablemente al morir Franco, y por eso también, la de FUERZA NUEVA, precisamente al morir Franco se hace más limpia y pura, más gallarda y viril, sin asomo, ni siquiera, aparentemente de vinculación personal, porque se apoya en la poesía de la idea, en la noble verdad matemática de la doctrina, en el sacrificio de los mártires y de los héroes que todo lo dieron por Dios y por España.

    ***
    ¿Cuál va a ser nuestra conducta en la hora presente?

    Pensemos que el obrar sigue al ser. Y por ello mismo, ante todo, seamos. Dios es el que es; y por eso actúa. “Este es el día en que actuó el Señor”, repetimos con la liturgia sagrada.

    Seamos primero para actuar después. Seamos hombres, españoles, cristianos de verdad, y entonces haremos hasta el milagro.

    Si tienes fe, dirás esa montaña: trasládate y se trasladará. Si tienes fe, la acción se nos escapará, escanciada, de entre las manos; y Almería será transformada y España entera liberada, por nuestro esfuerzo, de sus seculares enemigos, de sus enemigos de siempre, de los de 1936 y de los de ahora, y volverá a ser grande y libre.

    “Es dura la conquista. Cada día comienza”, escribe una poetisa argentina que ama a su patria. Nuestra conquista ha comenzado
    ¡Arriba España!

    (Con el canto del “Oriamendi” y el “Cara al Sol” terminó el acto entre una ovación general.)

    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

  2. #42
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    “ENTRE UNA SED DE SIGLOS”


    Revista FUERZA NUEVA, nº 543, 4-Jun-1977

    Blas Piñar en Almería

    “ENTRE UNA SED DE SIGLOS”

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar, el 1 de mayo de 1977, en el cine Imperial de Almería)

    “Allá en el sudeste de la Patria, una provincia aguarda su hora, requemada por el sol”. Así comenzaba, quien ahora se dirige a vosotros, un artículo titulado: “Almería, empresa nacional”, publicado en “Informaciones”, de Madrid, el 15 de enero de 1966. No importa que físicamente no vivamos en una región de España; si se la conoce, se viven sus problemas e inquietudes y se la contempla con una mirada de amor. (…)

    Almería tiene sed: sed de siglos, milenaria. Por si fuera poco, la lluvia mínima se compone de agua de tormenta que erosiona y desertiza en minutos. Avidez de agua, y desesperación al verla caer a raudales y discurrir enloquecida por las ramblas hacia el mar. (…)

    No, no me digáis que se trata de una cuestión irresoluble, que una maldición sin misericordia ha caído sobre Almería, que es preciso y necesario resignarse o emigrar. (…)

    Así como la técnica ha de servir al ingenio, así también la Administración, pieza indispensable, ha de servir a la Política. Y cuando hablamos de política no hablamos de política menor, de intereses mezquinos, de cambalaches que salvan el obstáculo de cada día, sino de una gran política nacional, encomendada a un Estado fuerte, al servicio de la Patria y del bien común de los españoles.

    ***
    Todo eso es lo que teníamos en marcha en un Régimen:
    que nos ha deparado, como prueba de su viabilidad, cuarenta años de progreso;
    que ha despegado a España de la miseria;
    que nos devolvió el orgullo de ser españoles;
    que descansaba en una filosofía política original, síntesis de la Tradición y del pensamiento de José Antonio;
    y que había nacido de una convulsión dramática en la que, luchando en las trincheras o pereciendo víctimas de la revolución roja, ofrendaron su vida un millón de españoles.

    En ese régimen que había atraído el odio de sus enemigos, pero también la simpatía próxima y caliente de todos aquellos que en el mundo se sienten aterrorizados por la amenaza del capitalismo internacional y del marxismo, se había resuelto, entre otros problemas, el del equilibrio y colaboración de todos los elementos humanos que participan en el ciclo económico.

    Por eso conviene recordar en este primero de mayo, que otra vez se celebra en España con motines y exabruptos, con banderas rojas y hoces y martillos:
    que la dialéctica materialista había quedado superada entre nosotros;
    que, en plena Cruzada, se elaboró y promulgó el Fuero del Trabajo;
    que la sindicación obligatoria y vertical produjo la armonía en la empresa y consiguió para los trabajadores beneficios -sin necesidad de revueltas- que ya quisieran para sí los trabajadores de muchos países libres, y no digamos los trabajadores sin libertad y sin derechos y con un mezquino nivel de vida de los países soviéticos.

    Yo emplazo desde aquí a quienes tratan de explotar a los trabajadores de España, inculcándoles otra vez el odio y el espíritu de clase, a que me digan cuáles son las reivindicaciones logradas bajo su dirección, en la época del sindicalismo horizontal, durante la Monarquía (Alfonso XIII) y durante la República, y cuáles las logradas por el sindicalismo vertical durante el Régimen de Franco. Y si me demostraran que el saldo que resulta de esa comparación es favorable a primero, yo me descubriría confesando su victoria.

    Mas si, por el contrario, resulta que sin huelgas, sin destrozo de la economía empresarial y de la producción, se ha logrado el salario mínimo, el salario familiar, vacaciones retribuidas, seguros amplios, desde la enfermedad a la vejez, becas de estudio y mejora profesional para los hijos... ¡Ah!, entonces, ante la evidencia de los hechos, el trabajador tendrá que preguntar si acaso quienes aspiran al sindicato revanchista lo que pretenden no es tanto defender sus derechos como aprovecharse de su ingenuidad y convertirlo en ariete de una posición política, de un deseo de poder, que necesita, para consumarse, de unos batallones de choque que salgan a la vía pública a combatir, y quizá a perecer, de una crisis económica, de un paro creciente y de una inflación galopante que nos lleve a todos a la desesperación y de la desesperación a la tiranía.

    ***
    El Régimen de Franco puso la flecha en la diana:
    con su concepto de la empresa;
    con la integración del sindicato en las grandes tareas nacionales;
    con la superación del odio, el distanciamiento o la ignorancia de las clases sociales en un ambiente amoroso y concorde de colaboración y amistad.

    No en balde, una de las coordenadas del Sistema se hallaba aquí. Por eso, en plena guerra, cuando otros objetivos más inmediatos parecían aconsejar otro género que preocupaciones, Franco quiso que la fiesta del trabajo no fuera el 1 de mayo, cuya impregnación marxista era evidente, sino el 18 de julio, fiesta del Alzamiento Nacional contra los enemigos de la Patria, entre los que se hallaban sin duda, aquellos que, en lugar de defender a los trabajadores, sólo pretendían utilizarlos y explotarlos.

    Por motivos que todos conocéis, al crearse la festividad de San José Obrero, la fiesta del trabajo se trasladó también. Pero, aun así, esta fiesta tuvo, durante muchos años, en España un ambiente de alegría nacional. En el estadio Bernabéu, de Madrid, bajo la presidencia de Franco, los grupos folclóricos y artísticos de Educación y Descanso daban a conocer, en una exhibición pública, su magnífica preparación. Las pantallas de televisión y las grandes emisoras nacionales transmitían aquellas apoteosis, y una brisa creadora de júbilo soplaba en toda la nación.

    Franco ha muerto, y, aun cuando lo que decimos se produce a otra escala e incluso a algunos podría parecer irreverente, la verdad es que el velo del Templo se ha rasgado y que la tierra española tiembla. Hoy, 1 de mayo, quienes se esconden detrás de los hombres del trabajo y desafían a los restos que quedan del poder público, provocarán manifestaciones y algaradas, gritos de rencor y Dios quiera que la sangre, como en tantas jornadas luctuosas, no salpique el asfalto de nuestras ciudades.

    ***
    Decíamos en el Palacio de Deportes de Oviedo que no sólo se pretende, por aquellos que no han perdonado a España su Victoria de 1939, arrancarnos y destruir la paz social, sino ante todo y sobre todo, deshacer la Nación.

    Son los fundamentos mismos de la nacionalidad los que hoy, entre nuestra mirada atónita, se están dinamitando. España, como nación, y la bandera nacional, como símbolo de la misma, son objeto de un ataque sin precedentes en nuestra historia.

    Se pretende hasta borrar el nombre de España. España deja incluso de ser un sustantivo para adjetivarse, para calificar simplemente al Estado.
    No se habla de una acción, sino de país;
    no se habla de España, sino de las “nacionalidades del Estado español2;
    se elude el nombre de España, pero se exalta a “Euzkadi” y a Cataluña;
    se relega su bandera, pero se hace la apología de las banderas que simbolizan a los pueblos peninsulares.

    Hasta en Andalucía se pretende alzar, no como compañera menor, sino como símbolo de desenganche, una bandera regional, la blanca y verde, que es un contrasentido histórico.

    Vosotros sabéis que Andalucía fue reconquistada, al precio de mucha sangre, mucho sacrificio, mucha tenacidad y mucho tiempo, de la morisma que la ocupó; como ocupó, salvo los reductos del Norte, España entera.

    A Castilla correspondió la tarea de reconquistar Andalucía. Por tanto, si los andaluces de hoy se consideran herederos de quienes los reconquistaron para España y para la Cristiandad, para la civilización de que forman parte y para la unidad de destino de la Nación española, su símbolo regional debiera ser el pendón de Castilla -que nunca, contra lo que se dice, fue morado- con los ingredientes andaluces que lo tipifiquen.

    El pendón carmesí, cruzado con banda de oro, con el aspa de la conquista de Baza, primer pueblo andaluz rescatado, y las columnas de Hércules, que simbolizan el recobro total de Andalucía y de España, debiera ser el emblema regional de Andalucía.

    Pues no; hay que aupar un sentimiento anticastellano y, en última instancia, menos español. Hay que recordar con la bandera no a los cristianos de la Reconquista, sino a los sarracenos invasores que lucharon contra Castilla.

    Por eso se elige la bandera blanca y verde, la que enarbolaron los almohades venidos de África para batirse en Alarcos contra Alfonso VI, en 1195; la que enarboló, precisamente, un morisco de Almería, después de la expulsión en 1624, entre Estepona y Marbella.

    ¡Qué pena da ver cómo, contra toda verdad histórica, para afianzar, lo que me parece justo y legítimo, el sentimiento regional, se acude s un símbolo disgregador!; lo que pone de relieve que, al igual de lo que ocurre con el sindicalismo, pieza clave de la nación, no se trata de cultivar noblemente ese sentimiento regionalista, sino de explotarlo y convertirlo en arma dialéctica y disgregadora de la unidad nacional.

    ***
    El tema de las elecciones -aunque sin excepción nos hayamos convencido de que no van a resolver sino a agravar, los problemas- no cabe duda que absorbe, al menos en parte, nuestra atención.

    La ley electoral, pieza clave, ha sido elaborada por el Gobierno con la oposición. Pero ahí está, como fruto de la reforma política, de esa reforma que conlleva la legalización del PC y la entrada en el juego, aunque no sea más que por medio de la figura del candidato independiente, del resto de los partidos marxistas y anarquistas no legalizados hasta la fecha, pero reconocidos “de facto”, como revela su actuación pública tolerada por el Gobierno Suárez.

    Ante las elecciones, y pese a la proliferación lógica de los partidos políticos en la primavera fácil pero efímera, de la democracia inorgánica, caben a grandes rasgos, las siguientes posiciones, que podemos contemplar a la luz de las posturas adoptadas en torno a la Ley de Reforma política, en el Consejo Nacional, en las Cortes y, sobre todo, en el Referéndum (1976):

    A) Los grupos de oposición al Régimen, legalizados o no en aquella fecha, que pidieron la abstención.

    B) Los reformistas, tanto del primero como del segundo Gobierno de la Corona, encuadrados hoy en Centro Democrático y en Alianza Popular, que dieron sus votos y pidieron el pueblo el “Sí”.

    C) Nosotros -e incluyo aquí, aun cuando pese a nuestros esfuerzos todavía no se haya constituido el Frente Nacional, a Falange Española-, que nos opusimos en el Consejo Nacional, en las Cortes y en el Referéndum a la Ley de Reforma política, votando que “No” y argumentando, en los tres minutos que la democracia se dignó concedernos, las razones que hacían aconsejable el “No”.

    Está claro que cuanto ha sucedido desde que la Reforma política fue aprobada no se puede imputar ni a los que se abstuvieron ni a nosotros, sino a quienes, con una falta absoluta de visión política, la pusieron en marcha con el señor Arias, y la aprobaron después con el señor Suárez.

    No vale decir que “hay que conservar lo valioso y reformar lo necesario” si antes no se nos dice qué es lo valioso a conservar y lo menos valioso incluido en la Reforma.

    Aunque la verdad es que resulta innecesaria la enumeración, cuando ya en el primer Gobierno de la Monarquía, la reforma del señor Arias había legalizado los partidos políticos, y durante el segundo Gobierno de la Corona, quienes hoy se escandalizan de las consecuencias nefastas del liberalismo pusieron a debate y eliminaron explícitamente las bases del Estado nacional, poniendo en tela de juicio implícitamente, la subsistencia de la Monarquía.

    ***
    Ya sé que, a la hora de las elecciones, quienes ponen el máximo calor en la contienda utilizarán todos los medios de propaganda y todos los argumentos a su alcance para conseguir los votos. Conseguir votos es, en última instancia, lo que de momento interesa.

    Se dirá, luego de:
    haber metido la cuña destructora en el franquismo;
    de haberse referido a Franco como último jefe de Estado;
    y de impedir las manifestaciones en su recuerdo,
    que no se puede destrozar, sino que hay que mantener la obra gigante de un hombre irrepetible.

    Pero al mismo tiempo se dirá que la Monarquía no es la que él quiso, sino la moderada y arbitral:
    que el sistema de partidos es bueno;
    que hay que homologarse con Europa;
    que hay que conceder autonomías regionales;
    que es conveniente mantener un diálogo en Estoril y otro en el gobierno mundial ultracapitalista de los Bilderberg en Inglaterra, y sacar a Carlos Arias (y a su “espíritu del 12 de febrero”) como senador, y a Antonio Carro, el hombre del Sáhara, como diputado por Lugo.

    ***
    Es el mal menor, la política del hecho consumado, que ya hemos visto oficialmente aceptada a niveles que no podíamos sospechar, con motivo de la legalización del PC.

    Es el miedo, en suma, lo que puede volcar el voto de las buenas gentes de España -so pretexto de continuidad y de paz- hacia los reformistas del “Sí” en el referéndum.

    Os confieso que a mí, que encontré las raíces del mal cuando lanzamos a la calle FUERZA NUEVA, me faltan medios y posibilidades para exponer honrada y limpiamente mis puntos de vista al pueblo español. Mientras por la televisión pasan todos, a mí no se me ha brindado, liberalmente, ninguna oportunidad, porque no ignoran, sin duda, el impacto de una argumentación lógica, firme y también -por qué no- apasionada.

    Pero, conturbados por la propaganda y el miedo, votar otro “Sí” a la Reforma es, en realidad, votar que Sí” a la ruptura con el Sistema, y no a la perfección del mismo, puesto que amputar el franquismo sociológico -que se intenta aprovechar- de la filosofía que lo inspiró, para trasvasarlo a un régimen liberal que es su antítesis, es un engaño manifiesto, o, si no lo queréis así, un error gravísimo, que afectará a nuestro futuro personal y al futuro de España.

    Creo que, a estas alturas de la propaganda electoral, tenemos que distinguir entre franquistas y hombres del 18 de Julio.

    Yo, por ejemplo, soy franquista por ser hombre del 18 de Julio, pero ha habido quien se dice franquista, aislando de esa fecha y de su contenido, la figura de Franco. A esta postura, ya palpable y manifiesta de una gran parte de la clase directora del Régimen, y no a los fallos del Régimen mismo, se debe la situación actual. Eran hombres de Franco no en función de una ideología, sino en función de lealtades personales, de imantación hacia el poder. Muerto Franco, la lealtad personal se extingue y la imantación pierde toda su capacidad atractiva.

    Así estuvimos gobernados por liberales que contenían o reprimían su liberalismo durante el paréntesis carismático de la dictadura; o por hombres de derechas para los cuales la camisa azul era un disfraz bonito para entrar en la carpa y escalar en ella.

    López Rodó, con diáfana claridad que le agradecemos, llegó a decir que el franquismo había muerto con Franco. ¡Para nosotros, no! Y no, porque Franco no creó un sistema, sino que lo construyó; y el esquema doctrinal está válido y vigente.

    ¡Para nosotros, no! Y por ello, nuestra lealtad personal a Franco no supuso nunca la adulación, sino que conllevó la crítica a sus gobiernos; lo que dio origen a las querellas urgidas por aquéllos contra el que ahora os habla, y en especial la que motivó mi carta abierta a don Carlos Arias, “Señor Presidente”.

    Por eso, la fidelidad al Régimen de muchos se agotó inexorablemente al morir Franco, y por eso también, la de FUERZA NUEVA, precisamente al morir Franco se hace más limpia y pura, más gallarda y viril, sin asomo, ni siquiera, aparentemente de vinculación personal, porque se apoya en la poesía de la idea, en la noble verdad matemática de la doctrina, en el sacrificio de los mártires y de los héroes que todo lo dieron por Dios y por España.

    ***
    ¿Cuál va a ser nuestra conducta en la hora presente?

    Pensemos que el obrar sigue al ser. Y por ello mismo, ante todo, seamos. Dios es el que es; y por eso actúa. “Este es el día en que actuó el Señor”, repetimos con la liturgia sagrada.

    Seamos primero para actuar después. Seamos hombres, españoles, cristianos de verdad, y entonces haremos hasta el milagro.

    Si tienes fe, dirás esa montaña: trasládate y se trasladará. Si tienes fe, la acción se nos escapará, escanciada, de entre las manos; y Almería será transformada y España entera liberada, por nuestro esfuerzo, de sus seculares enemigos, de sus enemigos de siempre, de los de 1936 y de los de ahora, y volverá a ser grande y libre.

    “Es dura la conquista. Cada día comienza”, escribe una poetisa argentina que ama a su patria. Nuestra conquista ha comenzado
    ¡Arriba España!

    (Con el canto del “Oriamendi” y el “Cara al Sol” terminó el acto entre una ovación general.)

    Última edición por ALACRAN; 19/02/2023 a las 11:30
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Blas Piñar en Valencia

    Revista FUERZA NUEVA, nº 545, 18-Jun-1977

    Blas Piñar en Valencia

    PERFECCIONAR UNA OBRA

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar en el teatro Princesa, de Valencia, el 15 de mayo de 1977.)

    “En repetidas ocasiones he tenido la oportunidad y el honor de hablar en Valencia. De entre ellas, quiero espigar ahora solamente tres.

    11 de marzo de 1960: Presentación de la fallera mayor, María Isabel Colomer, para la fiesta de la “Nit del foc”. Recordaba entonces que Valencia es: “ilustre, egregia, magnífica, coronada y dos veces leal”.

    Sólo diré de Valencia
    que en asuntos de lealtad
    ni debe esperarse menos
    ni cupo explicarse más”.

    Lealtad a España, hasta la esencia del ser. Lealtad a España desde siempre. Cuando festeja con El Cid la llegada de doña Jimena y de sus hijas, doña Elvira y doña Sol; cuando construye la Hispanidad mediterránea, y sobre todo cuando se hiere el honor y la dignidad de la Patria, pues como Escolano escribe, así como la espada se envuelve en funda de terciopelo, pero libre de ella, lastima, rasga y hiere, así también, si llega el momento, los valencianos ponen su corazón a prueba, recordando los versos de Vicente Martínez Colomer:

    La valenciana arrogancia
    siempre ha tenido por punto
    no olvidarse de Sagunto
    y acordarse de Numancia”.

    Por eso, cuando en mayo de 1808 se reúne el pueblo para comentar las noticias que llegan de Madrid, y en las autoridades vislumbran indecisión y cobardía, un valenciano anónimo hasta entonces, Vicente Doménech, vendedor de pajuelas, se desembaraza de su faja campesina, la divide en pedazos, que reparte a la multitud, se reserva para sí la parte más ancha y vistosa, la fija al extremo de una caña y se pone al frente de la muchedumbre. Llega a la plaza del Mercado, toma el papel del sello de oficio que acaba de emitir, como lugarteniente del Reino, el general Murat, lo rasga ante la asamblea en señal de rebeldía, tremola su bandera, se pone un pie sobre una silla, y a la manera de un héroe mitológico, y en alta voz y en valenciano, exclama: “¡Un pobre palleter li declara la guerra a Napoleón! ¡Visca el Rei y muigen els traidors!

    ***
    Esa es Valencia, leal a España en cada uno de sus hijos y en aquel humilde vendedor de pajuelas.

    Y más tarde cuando, en 1936, toda España se convierte en campo de lucha y la ciudad sufre el esquilmo de la cobardía roja, aún quedan valencianos en el mundo que se agrupan para combatir en las filas de Franco, y la Bandera valenciana de la Falange cosecha cruces de madera y cruces de honor, y cuando en marzo de 1939, Franco, como antes lo hicieran El Cid y don Jaime, recobra a Valencia para la libertad, un grupo de audaces llegó hasta aquí para lanzar un diario, en cuya primera plana y con gruesos y anchos caracteres, se gritaba a todos el júbilo alborozado de la gran noticia: “En el nombre de Dios, de España y de Franco, ya tenéis, valencianos, la Patria, el Pan y la Justicia”.

    ***
    Por eso, si es verdad que Valencia, como cantamos, es la tierra de las flores, de la luz y del amor. Si
    la blanca barraca,
    la flor del Naranjo,
    la huerta pulida
    de almendros en flor.
    el Turia de plata
    y el cielo turquesa,
    y el sol valenciano,
    van diciendo amor”.

    todo ese amor colectivo de Valencia se da cita en el honor y en la grandeza de España. De aquí que al maestro Serrano, al componer la música de vuestro himno, se le vinieran a la boca, como ahora se nos vienen a nosotros los versos hermosos del autor de su letra: “Para ofrendar nuevas glorias a España, nuestra Región supo luchar”.

    ***
    5 de diciembre de 1965: Clausura de un Ciclo de Conferencias organizado por la Hermandad de Combatientes. El título de mi conferencia fue éste: “Sin arriar las banderas”.

    Las palabras de presentación del teniente coronel, mutilado absoluto, presidente de la Hermandad de antiguos Combatientes de Requetés, Pascual Agramunt, son de plena actualidad política.

    Al comienzo de la reforma que padecemos, un vicepresidente del primer Gobierno de la Monarquía jugaba al canovismo, y como previéndolo, decía Pascual Agramunt: “Es oportuno que recordemos la actuación de don Antonio Cánovas; porque hay gentes que quieren jugar el papel de Cánovas, y yo tengo que advertirles de la enorme responsabilidad en que incurren ante España, ante las futuras generaciones y ante nuestros muertos que exigirán justicia si su sangre fuese pisoteada; y pisotear su sangre sería entregar España en manos inexpertas y débiles, que inclinadas de liberalismo y rodeadas de ambiente liberal, servirían para abrir las puertas a Santiago Carrillo, a La Pasionaria y a Salvador de Madariaga. ¡Qué tremendo triunfo para nuestros adversarios sería que, por ineptitud, por desidia, por abandono o por maldad, entregásemos a España a esa situación!

    En aquella oportunidad, aún no había nacido FUERZA NUEVA, pero ya sospechábamos y atisbábamos lo que iba a suceder -lo que sucede hoy (1977)- con sólo reflexionar lo que entonces sucedía.

    Hacía entonces, ante los valencianos, una comparación entre lo que se nos había predicado y aparecía con claridad meridiana en nuestro derecho constitucional, y la política concreta de deterioro del Régimen y de abandono de su filosofía política; y después, como fruto y consecuencia de este cuadro comparativo, afirmaba:

    “Ayer teníamos un esquema de ideas, madres claras y motrices, capaces de mantener el coraje y el entusiasmo por el Movimiento; y ahora -estamos hablando en 1965- parece que tales ideas se han evaporado, han perdido su vigencia y su fuego interior.

    Pues bien; para evitar el vaciamiento ideológico de las estructuras políticas, que no son absolutamente nada si no tienen el respaldo del pueblo; para devolver a nuestras gentes, en la forma y en cuanto Dios me conceda la facultad de hacerlo, la fe contagiosa en las ideas que levantaron al país y lo pusieron en el camino de su grandeza, voy recorriendo España para decir a los españoles: No toleréis que la Revolución Nacional, que el esfuerzo heroico de los que han luchado por la vigencia operativa de la Tradición, sin la que esa Revolución es inexplicable, se convierta en un puro episodio, en un pronunciamiento castrense de estilo decimonónico, porque cuando se convoca a un pueblo para una Cruzada, en la que se ofrece la vida y la hacienda, es porque hay cosas en juego que son más fuertes y de mayor rango que la hacienda y la vida; y no podemos consentir que la Revolución Nacional que se puso en marcha, cicatrice en falso, porque entonces se convertirá en una burla; más que en burla, en sacrilegio; y más que en sacrilegio, en traición”.

    17 de octubre de 1971: Para conmemorar el bautismo de fuego de la División Azul.

    En 1941 aún estaba vivo el espíritu de la Cruzada, y se buscaban recomendaciones para alistarse. (…)

    Recordamos entonces a Rudolf Hess, que aún (1977) sigue sin amnistía en Spandau. Como León Degrelle sigue sin perdón en el exilio. ¡Qué inmensa farsa la de la reconciliación!

    Como parece que no hay libertad, ni provisional ni bajo fianza -cuando salen de la cárcel hasta los asesinos de Carrero Blanco y de la calle del Correo- para Mariano Sánchez Covisa. ¿Tendremos también nosotros que encerrarnos en la iglesia, ocupar los edificios oficiales y declararnos en huelga de hambre para conseguir la liberación de un divisionario?

    II

    Nada puede extrañarnos que doce años después de aquellas reflexiones, hayamos podido escuchar a través de la televisión y de todos los medios de difusión el último discurso del presidente del Gobierno don Adolfo Suárez.

    Vamos a analizar, si no todo su contenido, sí lo que estimamos de mayor actualidad e importancia, a saber: su presentación como candidato a las próximas elecciones, su opción por el “Centro”, la legalización del Partido Comunista y sus enfoques sobre la situación general de cara al futuro.

    A) Presentación como candidato.

    Confieso, por delante, que a mí personalmente, me tiene sin cuidado el tema, porque todo el proceso democrático es una farsa.

    El presidente justificó su decisión así:
    a) “… he procurado conocer los planteamientos de los distintos grupos políticos…”
    El señor Suárez debe adquirir estos conocimientos, o por la inspiración directa del Espíritu Santo, o por medio de la universidad a distancia, porque yo no he visto al presidente, y por los pasillos de las Cortes, desde la votación en el Pleno de la Ley de Reforma Política.

    b) ”… he tomado la decisión de presentarme y esta decisión ha sido muy consultada…”
    Pero, ¿con quién? ¿Con el presidente de Méjico?, ¿en los Estados Unidos? Porque su decisión se ha hecho pública después de su viaje por América.

    c) “… y me presento sin apoyo de los órganos del Gobierno y sin… apoyo de la Corona…”
    Lo que es difícil de entender.
    • En primer lugar, las incompatibilidades las ha establecido la Ley Electoral, elaborada sólo por el Gobierno con la oposición. Por tanto, cuenta con el apoyo del Gobierno, que consiente una interpretación derogatoria y privilegiado de las normas electorales a favor del primer ministro. Y cuenta, además, con el apoyo de la oposición, a la que no le ha pasado por alto una discriminación tan excepcional a favor del presidente. Todo el aparato propagandístico del Estado ya está, por añadidura a su servicio, no obstante su renuncia a la campaña electoral.

    • En segundo lugar, implica a la Corona. Si alguien se atrevió a decir que la Corona era el motor del cambio, y así lo recordaba no hace mucho Aguilar Navarro, no cabe la menor duda que la presentación del señor Suárez no sólo requiere el asentimiento de la Corona, sino que al protagonizar y dirigir el Gobierno el llamado cambio político, la Reforma, la transición, comprometa a la Corona misma, aunque no tenga su apoyo explícito.

    De otro lado, si por el método de designación el jefe del Gobierno es elegible, a diferencia de sus compañeros de Gabinete, las cosas, en esta línea de pensamiento, ponen aún más en tela de juicio la afirmación del candidato.

    d) “…identificándome con la posición de centro…”.
    Esto me recuerda el Centro defendido por Fraga, en su discurso de Barcelona y durante su época de ministro de la Monarquía (1975-76).

    Pero el Centro no tiene raíz ni sustancia. Está en función de la derecha y de la izquierda. No puede mirar de frente, porque para seguir siendo centrista, ha de atender a un lado y a otro. El Centro se extravía, carece de energía. Y se hace estrábico. El Centro es el valle de todas las bofetadas, y se ve desplazado.

    Fraga era Centro ayer (1975-76), y se sigue proclamando de Centro, pero, lo quiera o no, hoy, por la falta de consistencia de una posición sin raíz -pura táctica- es, lo quiera o no, derecha, y derecha en el sentido burgués y liberal del vocablo.

    Lo mismo le ocurrirá, si es que no le ha empezado a ocurrir, al Centro oficialista. Apenas, no obstante la inhibición y el neutralismo han comenzado las interferencias oficiales, la ofensiva contra ese Centro lo convierte en supervivencia franquista, en monopolio de azules desgastados, en recuerdo de uniformes, yugos, flechas, camisas y juramentos, que se sobreponen al enfática declaración, que nadie cree, por altisonante que sea: “Yo soy demócrata… sinceramente demócrata”. Y digo que nadie se lo cree porque si el señor Suárez era demócrata, no se sabe cómo pudo cohonestar su sinceridad democrática con un Régimen en el que ocupó altos cargos y el que discurrió su vida política; y si fue entonces un demócrata oprimido por el carisma y la personalidad de Franco, no sé por qué razones no hace un repudio formal y solemne de un Sistema al que sirvió con docilidad y empalago. (…)

    B) Legalización del Partido Comunista.

    Donde el discurso del señor Suárez llega a la cumbre del sofisma es cuando trata de explicarnos y de justificar la legalización del Partido Comunista. ¡Es, en realidad, asombroso! Sus argumentos son débiles y contradictorios. Vamos a repasar con algún detenimiento el tema:

    • 1º Dice el presidente: “Soy responsable de todas y cada una de las acciones del Gobierno”. (Y, por tanto, de la legalización por decreto del Partido Comunista).

    Pues bien, si usted se confiesa sinceramente demócrata, usted sabe que esa responsabilidad, cuando no es una declaración vana, no se confronta en solitario y por medio de la televisión. Usted sabe que hay unas Cortes que no han sido disueltas. Usted sabe que hay todavía algunos Principios nacionales, que no han sido derogados y que recogen la ideología de las fuerzas que acudieron a la Cruzada. Pues bien: usted ha violado esos Principios sin pasar por el referéndum, legalizando bajo su responsabilidad, un partido que fue precisamente la antítesis de la Cruzada, y negándose a la convocatoria de un pleno de las Cortes para explicar ante ella su conducta, como exige su elevado espíritu democrático. ¿O es que acaso usted no quiso exponerse a que sus argumentos marchitos por tanta compostura y tanto maquillaje televisivo rodaran por el suelo ante la hábil interpelación de cualquiera de los procuradores que hubiera descubierto su inmenso sofisma?

    • 2º El presidente se hace responsable de la legalización del Partido Comunista, pero continuación dice que esa legalización ha sido posible porque “las Cortes, en el mes de noviembre, aprobaron la Ley de Reforma Política, y, sobre todo, porque ustedes mismos (los del “Sí”) la aprobaron masivamente el pasado 15 de diciembre”.

    Señor Suárez: usted no es un demócrata. Usted propuso una ley engañosa; usted (entonces) nos habló de “continuidad perfectiva, de asunción del pasado con el deseo de mejora”. Y siendo esto así, es evidente que el pueblo jamás pudo entender que esa continuidad perfectiva llevará consigo la legalización de aquellos que pretenden la ruptura con el pasado;
    -el inicio de un periodo constituyente,
    -y el clima de guerra civil en que vivimos.

    ¿Usted cree que si, con esa limpieza y claridad que se atribuye, hubiera insinuado tan solo que al aprobar la Reforma se asentía de modo implícito a la legalización del Partido Comunista, el referéndum se hubiera desarrollado tal y como se desarrolló, o como -manipulando todo lo manipulable- fue desarrollado? Ni el Partido Comunista se habría abstenido, ni los hombres del “Sí” habrían aprobado la reforma. (…)

    Los únicos a los que no puede excusarse de responsabilidad es a los que tenían obligación de ver la maniobra, es decir, a la clase dirigente, que promovió primero y después apoyó la Reforma. A los hombres que la estimaron irreversible en el Consejo Nacional, a los que la aprobaron en las Cortes y a los que con insistencia pidieron el “Sí” en el referéndum, no se les puede declarar irresponsables.

    Por eso no llego a entender los razonamientos de Torcuato Luca de Tena y de Carlos Arias.

    Dice Luca de Tena:
    • “Una gran masa del pueblo español, la menos envenenada…, es precisamente la más desorientada”.

    Pues bien, replicamos: para eso están las autoridades, no solo políticas, sino las autoridades sociales de que Vázquez de Mella hablaba: para orientar.

    • “No sería la primera vez que una parte muy sana del pueblo español se equivocara, para exclamar después con Ortega y Gasset: ¡No es eso!

    No, señor Luca de Tena. Esa parte sana del pueblo español, que es la que trabaja y no tiene demasiado tiempo para hacer política (…) no se equivocó gratuitamente. La equivocó entonces Ortega y Gasset, y luego la han equivocado ustedes, erosionando el régimen de Franco y suspirando por el liberalismo. Al menos Ortega y Gasset confesó sus errores, diciendo ante la catástrofe de la República: “¡No es eso!”. Pero ustedes, causantes de la equivocación, quieren que sea el pueblo -pero no ustedes, a los que incumbe esa responsabilidad- el que pronuncie esa frase bien triste y amarga.

    Por eso, no cabe explotar a fines electorales el franquismo sociológico y cantar sus éxitos, si antes se liquida y relega al olvido o al escarnio la doctrina que lo hizo posible. Porque eso es tanto como querer que el agua siga discurriendo por el cauce, cegando su propio manantial.

    Hacer el elogio del franquismo, contemplar el desastre que avanza y concluir diciendo que Alianza Popular postula, cara al futuro, “democracia y pluralismo”, es decir, régimen de sufragio universal y de partitocracia, es una “contradictio in terminis” que sólo sirve para, de nuevo, desorientar y equivocar.

    Dice Carlos Arias, en un artículo reciente titulado “Por amor a España y en servicio al Rey”, al analizar las consecuencias lamentables de la Reforma: “¿Estarán también tranquilos los que ayer mismo juraban lealtad a unos Principios que han olvidado tan fácilmente?

    Parece increíble que el hombre del “espíritu del 12 de febrero”, el que nos llamó maximalistas, el que siendo jefe del Gobierno de la Corona envío a las Cortes el proyecto de Ley que legalizaba los partidos, en contra del pensamiento de Franco, de la doctrina de la Tradición y de la Falange que los repudiaba; que el consejero nacional del Grupo de Ayete -uno de los elegidos como albacea de aquel pensamiento- que no vaciló en apoyar con el “Sí” a la reforma anticonstitucional de Suárez, diga esto.(…)

    • 3º Pero hay más. El presidente no sólo hace responsable al pueblo de la legalización del Partido Comunista, sino que, dejando a un lado y pasando como sobre ascuas, la nota del Consejo Superior del Ejército, dice que esa legalización se apoya en “la sentencia del Tribunal Supremo”.

    Ahora bien, esa sentencia no autorizaba la legalización. En esa sentencia, la sala 4ª del Tribunal Supremo se declara incompetente para conocer de la legalización de los partidos políticos. Con ello, quizá sin intención, el presidente, falta el respeto a nuestro más alto Tribunal de Justicia.

    • 4º Dice el señor Suárez que el Partido Comunista ha variado. Antes era un “enemigo declarado de las opciones políticas fundamentales”, pero como estas opciones políticas fundamentales -es decir, el Régimen del 18 de Julio- han desaparecido, al aprobarse la Reforma, huelga, a partir de la misma, la exclusión del Partido Comunista.

    Ello, en principio, revela que la Reforma no ha perfeccionado nada, sino destruido de facto o en potencia lo que se quería perfeccionar.

    Los estatutos del Partido Comunista -dice el presidente- son perfectamente legales, puesto que aceptan una convivencia legal no contradicha en su conducta pública de los últimos meses”.

    Pero, señor presidente: que los estatutos presentados por el Partido Comunista se ajusten a las exigencias legales, es lógico y entra en su táctica. ¿O es que cree usted que iban a presentar su programa auténtico de ateísmo, lucha de clases, socialización y dictadura del proletariado?

    ¡Esto es no conocer, o no querer conocer el comunismo! Esto revela una falta enorme de prudencia política. Lo que ve el pueblo, lo que rechaza el Tribunal Supremo, lo que el Ejército repudia, ¿usted es tan ciego que no lo ve? (*)

    El comunismo es igual en todas partes. Dígame: ¿en qué país comunista se aplica el programa presentado por la sucursal española? Dígame: ¿en qué país comunista caben los partidos políticos y queda un resquicio de libertad? (…)

    • 5º El presidente apela, por último, para justificar la legalización del Partido Comunista, a dos principios básicos: “realismo” y “patriotismo”.

    “Realismo”
    No es buena política la que se basa en cerrar los ojos a lo que existe”.
    Tiene usted toda la razón, señor Suárez, en el planteamiento, pero ninguna en las conclusiones. Usted, como gobernante, no puede cerrar los ojos a la existencia de los ladrones, y no por eso legaliza el robo. (…). Ese argumento de llegar a la legalización de lo que existe, simplemente porque existe, supone una quiebra moral en el plano político que conduce al caos. (…)

    Patriotismo
    A mi modo de ver, justificar la legalización del Partido Comunista por razones de patriotismo es tanto como justificar por razones de pureza las casas de prostitución. Por patriotismo, dice Suárez, “hay que albergar en el seno del Estado y en sus instituciones a todas las fuerzas políticas que acepta la legalidad de ese mismo Estado”, porque no puede tolerarse una acción política “socavando sus cimientos”. Por eso hay que “sacarlo… a la luz del día”.
    ¡Pero cuánto error! (*)

    El Partido Comunista, por su misma razón de ser, y en tanto en cuanto aspire a un Estado, no sólo diferente, sino antagónico, y a un hombre y a una sociedad ateos, sólo por razones tácticas acepta la legalidad. Lo que ocurre es que cuando es ilegal, estando al margen del ordenamiento jurídico, el peso de la ley le afecta. Puede socavar los cimientos del Estado, efectivamente, pero en la clandestinidad y con los peligros y las consecuencias de la clandestinidad; y cuando el Poder cree en su misión y la cumple, ni siquiera en la clandestinidad.

    Ahora, por el contrario, el Partido Comunista socavará los cimientos del Estado a la luz del día, con la protección del mismo Estado y hasta con subvención a cargo del presupuesto nacional. (…)

    Por esa misma razón a la que usted apela, señor Suárez, para justificar la legalización del Partido Comunista, hoy socavan los cimientos del Estado y de España, el separatismo, que usted ha legalizado -y ahí están la “ikurriña” y los muertos de Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra, y la bandera tricolor, y las pintadas de “Monarquía asesina” (…)

    III

    Tenemos entre las manos un gran país”, ha dicho el presidente.

    Pero ese país, como usted lo llama, no era grande en 1936. Lo hicieron grande:
    • una doctrina, que usted profesó y hoy repudia;
    • un hombre que se llamó Francisco Franco, al cual usted tolera que se le insulte y ofenda;
    • y un millón de muertos, cuya sangre usted ha querido inútil y estéril.
    Tenemos un gran país y usted lo está deshaciendo.

    Solo se puede tener miedo al miedo mismo”, dice con énfasis el presidente.

    Por eso yo le tengo miedo a usted, señor Suárez, porque usted, en el búnquer de La Moncloa, en el que se ha refugiado por un miedo justificable y legítimo, es la personificación del miedo. Busca homologaciones, sonrisas, sobresalientes del exterior, y tiene que escuchar la frase de Carter. “Me siento orgulloso de lo que se está haciendo en España”.
    Yo no he visto jamás a un presidente americano viniendo a España para explicarnos sus reformas políticas internas, pero he visto a un jefe del Gobierno español cursar un examen ante el jefe de una nación cuyas estructuras oficiales nunca nos demostraron demasiada simpatía. (…)

    ¿Por qué razón fue elegido el día 1 de abril, fecha de la Victoria para arrancar el escudo de los Reyes Católicos y de la Revolución Nacional, de Alcalá, 44? ¿Por qué razón ya no habrá desfile de la Victoria, sino un aséptico desfile de las Fuerzas Armadas, a las que se obliga a avergonzarse en público de su gesta de ayer?

    Yo le tengo miedo a usted, porque era falangista y ahora es liberal:
    -porque juró unas leyes y ahora proclama otras distintas;
    -porque habló de continuidad y nos ha traído la ruptura;
    -porque nos dice que se está “alumbrando un nuevo horizonte” y lo que se está alumbrando es un monstruo, que pretende devorar a España y a los españoles. Y ese monstruo está ya en la calle, amenazando con despecho y con ira. Ramiro Figueroa es solo un ejemplo, como lo es José María Bultó en Barcelona.

    IV

    Por eso hay que reaccionar. “Retroceder para avanzar”, decía Chesterton, y nos recordaba hace unos días en Madrid Jerónimo Cerdá. Avanzar por sistema es un error, porque podemos avanzar hacia el abismo; y si es así todo avance es una locura. (…) Hay que reencontrar, para la única reforma viable, el punto de partida, o buscar el atajo que nos lleva al sendero legítimo.

    La Reforma auténtica no fue la de Lutero, que no purificó la Iglesia, sino que la desgarró. La Reforma auténtica fue la de Cisneros, la de Teresa, la de Ignacio y la de Pedro de Alcántara, que retornó a la Iglesia y a sus institutos religiosos a la plena observancia de la Regla primitiva, sin contemporizar con las exigencias del mundo.

    Ahí está la diferencia entre FUERZA NUEVA y Alianza Popular. No sólo en los comportamientos, en cuanto afecta a las fidelidades mantenidas o quebrantadas, sino en cuanto a la doctrina:

    • Ellos aceptan el liberalismo -raíz de todos nuestros males- y nosotros, no.

    • Ellos aceptan el principio de que el poder nace del pueblo y nosotros, no.

    • Ellos aceptan el sistema de partidos políticos y de pluralismo sindical, y nosotros no.

    • Ellos aceptan la Monarquía puramente arbitral y nosotros queremos la Monarquía que Franco quiso.

    • Ellos no aceptan la confesionalidad del Estado, y nosotros, sí.

    • Ellos quieren autonomías regionales y nosotros queremos una Administración descentralizadora y ágil.

    • Ellos quieren el divorcio, aunque sea moderado, y nosotros no.

    • Ellos van a las reuniones de los Bilderberg y nosotros, no.

    • Ellos acuden a Estoril y nosotros no.

    • Ellos comparten el “espíritu del 12 de febrero”, y nosotros no.

    • Ellos ponen en entredicho la soberanía española sobre Ceuta y Melilla, y nosotros, no.

    • Ellos apoyan a quien intervino decisivamente en la entrega del Sahara, y nosotros, no.

    • Ellos quieren capitalizar el franquismo sociológico, a la vez que negaban homenajes a Franco y autorizaban el regreso de Salvador de Madariaga para insultar al Caudillo, mientras que nosotros, porque veneramos a Franco, sin haber sido sus ministros y sin haber ayudado a destruir su obra, queremos mantenerla y perfeccionarla y seguir bebiendo en su doctrina.

    ***
    Yo no os pido el voto para los candidatos de la ALIANZA NACIONAL 18 DE JULIO. Sólo os pido, en esta encrucijada difícil, que reflexionéis antes de entregar vuestro voto.

    ¡Viva Cristo Rey!
    ¡Arriba España!

    (Tras los gritos, una enorme ovación cerró el acto, y el “Cara al Sol” y el “Oriamendi” fueron entonados con fe y entusiasmo.)


    (*) NOTA: De “error”, involuntario, nada. Sabía de sobra Suárez que voceaba “razones” falsas y de cara a la galería, ya que era urgente traer una democracia al estilo de la italiana o francesa, con un PCE legalizado, como estaba ordenado por altísimas y siniestras instancias internacionales.

    .
    Última edición por ALACRAN; 27/03/2023 a las 13:24
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Discurso de fin de campaña de Alianza Nacional en la Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid, ante una multitud de 40.000 personas.

    Pese a que tal muchedumbre reflejaba la fácil posibilidad de uno o más escaños a Blas Piñar y su Alianza Nacional 18 de Julio..., incomprensible, absurda y estúpidamente no había candidatura por Madrid para el Congreso (con 35 escaños a repartir); y Blas Piñar, aconsejado por algún enemigo, se presentaba -de manera suicida- a ¡¡senador por Toledo (con un O% de posibilidades garantizado)!!, como así fue.

    Toda una cadena de despropósitos. Porque una cosa era no aceptar teóricamente la democracia ni las elecciones, y otra no tener idea de la más mínima "logística" y sentido común electoral.

    Revista FUERZA NUEVA, nº 549, 16-Jul-1977

    Blas Piñar en las Ventas

    LEALTAD A UN PENSAMIENTO Y A UNA OBRA

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en la plaza de Toros de las Ventas (Madrid), el 10 de junio de 1977.

    Otra vez, camaradas y amigos, la democracia liberal impuesta por decreto-ley nos condena a los españoles a pasar de la concurrencia política a la disensión apasionada y al enfrentamiento.

    I
    Otra vez, las plazas de toros, hechas para la lidia, es decir, para un espectáculo lleno de arte y de color, se transforman en recintos para agrupar multitudes enfervorizadas en torno a ideales contrapuestos.

    Otra vez, con una pérdida incalculable de tiempo, de energía y de dinero, tan necesario es un país que arrancó de la miseria, de la incultura y de la desgana, se dilapida todo con una inmensa frivolidad en la farsa de unas elecciones cuyo resultado tiene que decidir el pueblo, cuando el pueblo, aturdido, sofocado, cansado y hasta enloquecido por la propaganda, ya no tiene criterio y no sabe en realidad ni qué vota ni a quién vota.

    Otra vez, por la deserción de una parte muy numerosa de la clase política que colaboró con Franco, pero que sólo fue franquista hasta su muerte, aquí está, ante vosotros, la minoría inasequible al desaliento, a la cual ni la huida en desbandada ni el espíritu revanchista, arredra, atemoriza o asusta.

    Otra vez, con el corazón ardiente, la voluntad tensa y la mente clara, hay aquí unos hombres:
    los que estamos ante vosotros;
    los que fuimos contestatarios frente a los Gobiernos desviacionistas de la última época de Franco;
    los que negamos nuestra cooperación al llamado “espíritu del 12 de febrero” -auténtico fantasma que ahora persigue a sus creadores-;
    los que nos opusimos a la ruptura del Estado nacional y a la reforma política que edulcoraba la destrucción de ese Estado;
    los que dijimos que “no” en el Consejo Nacional, en las Cortes y en el referéndum del pasado 15 de diciembre.

    Aquí estamos -pocos o muchos- para revalidar nuestras convicciones y para hacer afirmación pública de lealtad al pensamiento y la obra de Francisco Franco.

    Si Franco fue un hombre irrepetible, como señala el centro izquierda (UCD);
    si su obra solo puede calificarse de gigante, como dice el centro derecha (AP);
    si la sociedad española de hoy es diferente, más homogénea, más culta, mejor económicamente dotada, como reconocen los marxistas, habrá que concluir:
    -que cuando una comunidad política tiene la suerte de encontrar un hombre de esa talla, le respeta y le pone como ejemplo; y no tolera que se le denigre e insulte;
    -que si la obra de Franco fue gigantesca, no parece lo más acertado destruirla con regocijo y celeridad, y
    -que la sociedad si la sociedad española que Franco dejó computa tantos factores positivos de madurez, lo lógico es pensar que ello se logró no por arte de magia, sino por obra de un Estado y de una doctrina económica, social y política que Franco recibió del pensamiento tradicional y del pensamiento de José Antonio, que el propio Franco concretó, con los apoyos necesarios en un orden constitucional basado en los Principios del Movimiento.

    II
    A la situación actual de desmonte no hemos llegado sin causas suficientes para ello.

    A) Durante el famoso proceso de Burgos, en que los juzgadores se convirtieron en juzgados, el Régimen quedó herido de gravedad; y el indulto subsiguiente no fue estimado como signo de misericordia del fuerte, sino como trofeo arrancado a la debilidad.

    B) El incremento de la acción terrorista en toda España, con el asesinato de españoles de toda clase y condición, llega a su ápice, por razón de su puesto político, con la consumación del llamado “Plan Ogro”, que asesinó, en pleno corazón de Madrid, al presidente del Gobierno y almirante de la escuadra española don Luis Carrero Blanco. Con este crimen, el Régimen no sólo estaba herido de muerte, sino que comenzaba a agonizar, toda vez que los anticuerpos que hubieran podido revitalizarlo, se sumieron en la pasividad serenante ordenada por el ejecutivo.

    C) Los síntomas evidentes del cambio, que se disimuló con la frase larga y enigmática de “desarrollo del Régimen a partir de sus raíces institucionales”, no contuvo:
    ni el crimen de la calle del Correo;
    ni la invasión de la pornografía más repugnante;
    ni la legalización de “facto” de las fuerzas políticas adversarias.
    Al contrario, y pese a los discursos impregnados de autoridad, continuó el terrorismo, la huelga salvaje y subversiva y empezó la crisis económica y la desconfianza en el futuro.

    D) El 20 de noviembre de 1975 -coincidiendo en la fecha con la muerte de José Antonio- se terminó la vida temporal de Francisco Franco, artífice de la España nueva, en una clínica de la Seguridad Social, fruto de sus desvelos.
    Desaparecido el último obstáculo, y después de dejarnos como línea de conducta, fruto de su experiencia, su testamento espiritual y político, en el que nos convoca a estar alertas contra los enemigos de España y de la civilización cristiana, comienza con rapidez la tarea de desatar lo que él quiso, confiando en sus hombres, que quedase “atado y bien atado”.

    E) Correspondió la puesta en marcha de la tarea al primer Gobierno de la Corona (Carlos Arias), que regresó el sistema liberal
    mediante el envío a las Cortes de un proyecto de ley sobre partidos políticos que las mismas aprobaron;
    mediante la autorización del Congreso de la UGT, organización entonces ilegal, durante la Semana Santa;
    mediante las conversaciones al más alto nivel con el presidente del Partido Socialista Popular de carácter marxista;
    mediante el regreso y pública autorización a exiliados de renombre para ofender la memoria del Caudillo;
    mediante la prohibición a los combatientes de un acto multitudinario en Madrid en homenaje a Franco, a los seis meses de su fallecimiento.

    F) La crisis y la constitución del segundo Gobierno de la Corona (Suárez) tuvo como consecuencia la aceleración del proceso. El canovismo fue superado y ya sólo quedaba por cumplir la obligación contraída no sé dónde ni con quién, de los llamados “reformistas”: “dos semanas, dos meses, dos años”.

    G) La Reforma Suárez tuvo en la Cámara legislativa el apoyo, prácticamente incondicional, del centro-derecha (AP); como lo tuvo durante la campaña a favor del “Sí” en el referéndum.

    ***
    Los reformistas, con independencia de su posición en el esquema oficial o fuera de él, coinciden en varias cosas fundamentales:
    1º Homologación con los regímenes liberales de Europa Occidental.
    2º Autonomías regionales, aunque se maticen con la salvaguarda de que no deterioren la unidad.
    3º Pluralismo sindical y reconocimiento del derecho a la huelga.
    4º Divorcio vincular, aunque no sea más que para el matrimonio civil, y despenalización del adulterio.
    5º Reconocimiento de la objeción de conciencia a la prestación del servicio militar.
    6º No al terrorismo, pero sí a la amnistía.
    7º Necesidad, en suma, de un periodo constituyente, de una reforma constitucional, en cuyas líneas generales -las del Gobierno- coinciden las dos modalidades centristas (UCD y AP).

    Las dos únicas diferencias que yo advierto entre ambas modalidades del centro son:
    a) Posturas distintas de la oficialista y de la extraoficial en torno a la legalización del Partido Comunista.
    b) Oposición clamorosa a que el señor Suárez, siendo presidente del Gobierno, concurra a las elecciones.

    Ahora bien: no es lógico querer la homologación con Europa y escandalizarse por legalización del Partido Comunista. ¿Es que el Partido Comunista no está legalizado en todos los sistemas liberales los países europeos? ¿Es que el PSOE o el PSP no son marxistas? No se puede decir: “quiero homologarme”, y después colocar un dique donde me conviene. Las posturas de centro conducen irreversiblemente a estos absurdos.

    No es lógico, igualmente, protestar hasta con algarabía, de la decisión del presidente del Gobierno, y abstenerse del arma legal para impedirlo o intentar impedirlo, que la interposición del recurso correspondiente, que nosotros, aunque lo perdimos, no nos dejamos en el cajón de la mesa.

    III
    Hoy circulan, como valores entendidos y monedas de curso legal en el mercado de la política electorera, las tesis estereotipadas del inmovilismo, el rupturismo y el reformismo.

    En este planteamiento, los inmovilistas seríamos nosotros; los rupturistas, el bloque que califica al franquismo de dictadura y túnel de la Victoria, y que va desde ciertos sectores de la democracia cristiana hasta el Partido Comunista y sus adláteres; y, finalmente, los reformistas serían, con uno u otro matiz, los hombres de centro, los que siempre se profesaron como tales y los que lo eran, pero como discípulos ocultos, cuando gobernaban con Franco.

    Pues bien; a mí me interesa, recabando el derecho a la autodefinición, que nadie debe confiscarnos, sin zaherir a nadie y con el máximo respeto a las personas, decir lo siguiente:

    1) Que la reforma, tal y como está planteada, no es otra cosa que la ruptura del Estado del 18 de Julio, porque amputa al franquismo de su savia ideológica y doctrinal; y por ello mismo, aunque hoy sea aprovechable para la recluta de votos, mañana, por exigencias del cambio constitucional que explícitamente se acepta, quedará sofocado, extinguido, olvidado y hasta -aunque a muchos les duela- pisoteado y escupido.

    2) Que entre esa reforma y la necesidad urgente que el Estado del 18 de Julio precisaba de depuración, perfeccionamiento y dinamismo, hay una enorme diferencia: la misma que existe entre el trasvase de una cuenca fluvial a otra y el dragado y limpieza de las aguas que se contaminan al echar en ellas subproductos que las manchan.
    La reforma del “trasvase” no es reforma auténtica de un régimen, sino cambio del mismo. La reforma que depura. perfecciona y dinamiza es más y mejor que reforma; es, como lo hemos dicho en alguna ocasión, renacimiento. (…)

    ***
    Mientras, lo que pudo rectificarse mediante el “renacimiento”, se hace más difícil y enconado con la reforma:
    - los guardias civiles “mueren democráticamente” a la puerta de sus cuarteles.
    - el falangista Ramiro Figueroa cae asesinado, pero luego la propaganda dice que la muerte se la provocó él mismo por camorrista;
    - el industrial de Barcelona, sr. Bultó, muere despedazado por la dinamita.
    - el señor Ybarra lleva 20 días secuestrado por ETA
    - la excarcelación es el eufemismo que encubre la amnistía para condenados a muerte ya indultados:
    - los pesqueros tendrán que venir al estanque del Retiro para arrojar las redes;
    - las conducciones de energía eléctrica, los repetidores de televisión se dinamitan;
    - la deuda exterior aumenta, la inflación crece, se trata de devaluar la peseta, el paro no es amenaza.

    ¡Pero qué importa! Sálvese la democracia, aunque España agonice y mueran los españoles. ¿No parece decirnos esto, con desplante, la fotografía de un candidato por Madrid que aparece en la propaganda de cuerpo entero y con las dos manos metidas en los bolsillos?

    Creo que nuestras ideas están lo suficientemente claras, o por exposición directa o por contraste con otras diferentes.

    ***
    No os pedimos los votos. Os pedimos que si compartís nuestras ideas y actitudes apoyéis a los que hemos asumido la responsabilidad pública de defenderlas y propagarlas.
    ¡Arriba España!

    (Entre el clamor apoteósico de cerca de 40.000 personas, se entonó el “Cara al Sol”)

    Última edición por ALACRAN; Hace 2 semanas a las 17:31
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Reflexión tras la estrepitosa (aunque "ganada a pulso") debacle electoral de Fuerza Nueva


    Revista FUERZA NUEVA, nº 548, 9-Jul-1977

    “NOSOTROS SEGUIMOS”

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar, el 24 de junio de 1977, en el restaurante El Bosque de Madrid, con motivo de la clausura del VIII ciclo de conferencias del aula de FUERZA NUEVA.)

    “Clausuramos hoy el ciclo de conferencias de FUERZA NUEVA. Como todos los años; porque los acontecimientos, por dolorosos que sean, aunque nos preocupen, no pueden detener el ritmo vital de una organización como la nuestra, que no puede estar a merced de los mismos sino por encima de ellos y para arrancar de ellos las lecciones que la Providencia y la experiencia de consuno nos ofrecen.

    I
    Superado el proceso electoral, con el triunfo anunciado del centro y de la izquierda,

    -a punto de ser destruido hasta en sus propios cimientos el Estado nacional nacido de la Cruzada, no tanto por obras de sus leales adversarios, sino por obra de sus desleales servidores;

    -comenzado un nuevo periodo de decadencia y de desorden moral, intelectual y económico, en el que la propia existencia de España se pone en juego;

    -este acto nos depara la oportunidad de hacer un análisis de la situación en que nos hallamos inmersos y de exponer nuestros puntos de vista, ante un auditorio que de ninguna manera queremos abatido o desesperanzado. Suponerlo así equivaldría a entender que no éramos sinceros al afirmar, como lo hemos hecho en tantas ocasiones, que no creíamos ni creemos en la democracia del sufragio universal como solución de los problemas de España. (La satisfacción personal que hubiera podido proporcionarnos una votación más lúcida y el logro de algún puesto en el Senado o en las Cortes, no podría deshacer ni mitigar nuestra absoluta falta de fe en el liberalismo).

    Nuestra participación en las elecciones nos ha permitido aprender hasta la saciedad, en el ejercicio práctico que nos faltaba, para completar la teoría que conocíamos, hasta qué punto. el juego liberal no es sólo quebradizo desde el punto de vista filosófico, sino falso e inauténtico como fórmula verificante de la opinión de un pueblo sobre cuestiones decisivas.

    II
    ¿Que hemos aprendido?

    1º Que no bastan las ideas si no se cuenta con medios idóneos y de amplia difusión para darlas a conocer.

    2º Que no bastan las ideas y los medios idóneos y amplios para difundirlas, si no se cuenta con una organización eficiente cuya presencia se haga notar en todos los niveles.

    3º Que sólo quienes disponen de tales medios y de tal organización pueden apuntarse el éxito, con independencia de que la doctrina que defienden sea buena o mala y que de su aplicación se siga el bienestar o el caos.

    4º Que quienes disponen de tales medios y de tal organización, aunque se presenten como liberales, silenciarán o tergiversarán las ideas y la figura de quienes profesan un ideario diferente al suyo, como ha sido en nuestro caso:

    • Frente a espacios de considerable extensión en Televisión concedidos a agrupaciones políticas de otro signo, en especial a las de carácter marxista, FUERZA NUEVA tuvo un solo programa regional y cinco minutos, previa la interposición y éxito de un recurso ante la autoridad competente, en un programa nacional en color.

    Este programa nacional fue el único que no se anunció previamente, y por añadidura, fue retransmitido fuera de la hora convenida, anteponiéndose hasta enlazarlo con el programa infantil, haciéndonos, sin duda, el señalado favor, que públicamente agradecemos, de conseguir la simpatía de los niños de toda España, pero no los posibles votos de los mayores de edad.

    • La Televisión, instrumento de publicidad política, que ha dado amplia reseña de todos los actos de todos los partidos políticos, omitió cualquier tipo de referencia al que celebramos en la Plaza Monumental de Madrid, creo que con buena entrada y entusiasmo visible.

    • Pero la misma Televisión que ignoró el hecho, a pesar de que allí estuvo, tomavistas en mano, uno de sus cámaras más solvente y conocido, difundió como primera e importante noticia, reiterándola con machaconería insultante, que varios chicos de FUERZA NUEVA habían sido detenidos por la grave infracción de integrar nuestro servicio de orden y de no contemplar de un modo pasivo cómo se arrancaban nuestros carteles por grupos marxistas.

    ***
    Alguien podría decir: “pero de todas formas hubiera sido conveniente tu presencia en el Senado, que tu voz se hiciera oír en unas Cámaras donde va a discutirse sobre lo esencial, donde se decide nuestro futuro”.

    Es posible, pero sin duda no era lo conveniente. Y no lo era:

    -porque la voz, para ser oída, requiere el silencio en torno, y estoy seguro que ese silencio, sin el cual no cabe escucha posible, no se habría producido jamás;

    -porque, aparte del dolor inútil y del sufrimiento constante de una presencia aislada y solitaria, el tiempo dedicado a la tarea dialéctica de un periodo constituyente hubiera tenido que hurtarlo a otra labor más urgente y necesaria que nunca: la de organizarnos en serio y a todos los niveles, y la de poner en marcha los medios más amplios de difusión doctrinal, que hemos comprobado que son imprescindibles;

    -y porque, en definitiva, si mis compañeros de FUERZA NUEVA no hubieran resultado electos y yo sí, y por excepción, hubiera podido caer en la trampa de distinguir de manera odiosa entre los demás y yo, de establecer “sotto voce” diferencias de calidad y de cualidades; mientras que de este modo, al recibir con unánime veredicto el rechazo de las urnas, todos nos sabemos iguales en la suerte y hermanados en los sinsabores de la ruta, para que nos demos cuenta de que la comunidad en el sufrimiento es prenda y garantía de la comunidad en la victoria, pues, como dice el adagio latino, “per crucem ad lucem”: sólo por el calvario de una cruz compartida se llega a la aurora limpia de un “resurrexit” compartido también.

    III
    Elecciones.

    Quiero dar las gracias públicamente a José Antonio Girón, como presidente de la Confederación de Combatientes, por haber recogido nuestro deseo, tan antiguo como nuestra propia existencia, de crear un Frente Nacional que integrase, al menos cara a las elecciones, a las fuerzas políticas leales al 18 de Julio.

    Nuestra respuesta a su llamamiento fue inmediata y mantuvimos nuestro esquema electoral pendiente, en espera de que tal llamamiento encontrase respuestas desinteresadas e inmediatas en otros sectores.

    Creo que hemos jugado limpio y que en aras del Frente Nacional hemos sacrificado mucho.

    Cada grupo político deberá hacer examen de conciencia sobre las negativas, los apoyos -más o menos explícitos, pero nunca integradores-, las reservas y los vetos que han impedido la presencia conjunta en circunscripciones electorales de suma importancia; la demora hasta el límite mismo de los plazos, de conversaciones y posibles acuerdos.

    Quede claro que nosotros lo hemos sufrido todo, aceptado todo, transigido todo, hasta el latigazo moral, por la constitución de ese Frente, reducido, y sólo en algunas provincias, a la Alianza Nacional 18 de Julio.

    Y hemos llegado a una conclusión, que es dura y difícil de aprender: que la unión no siempre hace la fuerza; y que no basta con que la base diga que es preciso llegar a la unión.

    • En efecto, la unión sólo hace la fuerza cuando se produce de veras la unión; y en el campo político, cuando se lucha por unas ideas, sólo la comunión ideológica puede producirla. La apariencia de unión no sustituye a la unión verdadera. Al contrario, es como un reino dividido, que por estar dividido perece.

    • Por otro lado, aun existiendo comunidad ideológica en los temas fundamentales, no basta la misma para que la unión surja, cuando hay recelos de carácter personal o de grupo, cuando la historia particular, lejos de servir de estímulo, es un lastre que amarra y llena de prejuicios. (…)

    Y todo esto, dicho con una pincelada de tristeza, pero con amor, conviene no solo señalarlo, sino proponerlo como tema de meditación para el futuro.

    ***
    Otro tema al que, terminado el periodo electoral, quiero referirme, contestando así a quienes con buena voluntad nos han críticado:

    -por no comparecer en un solo bloque con la Alianza Popular;
    -por no habernos retirado de los comicios cediendo nuestros votos a dicha Alianza;
    -por haber expuesto en algunas ocasiones y públicamente nuestras diferencias con la misma.

    Deseo dar cumplida respuesta a las tres objeciones.

    A la primera.
    Alianza Popular, por declaración “ab initio” de quien de un modo más destacado la representa (M. Fraga), se constituyó “para aislar a la extrema derecha”, y todo el mundo sabe a quién se coloca este sambenito.

    Alianza Popular, de una forma explícita, y tengo a disposición de quienes lo deseen la prueba documental y testifical necesaria, no quiso entendimiento de ninguna clase con FUERZA NUEVA, hasta el punto de ser cancelada una entrevista al más alto nivel, proyectada para el día 29 de marzo.

    FUERZA NUEVA, pensando que España es lo primero, ofreció fórmulas que permitieran, sin fundir candidaturas -es decir, sin mezclar nombres- no restar votos a ninguna de ellas. Estas fórmulas, que sepamos, ni siquiera fueron objeto de estudio o consideración.

    A la segunda.
    Que entendiendo, como por desgracia ha ocurrido, que las elecciones serían una farsa con resultados preestablecidos, y que la campaña electoral tendría rasgos de violencia, que los candidatos de Alianza Popular han denunciado, hicimos llegar a sus cuadros dirigentes la conveniencia de proceder de común acuerdo y, previas las notas procedentes, a la retirada común en todas las provincias.

    Al no tener eco esta propuesta, no entendíamos en nombre de qué regla de tres éramos precisamente nosotros los que debíamos retirarnos. La indicación que personalmente se me hizo, aun cuando no fuera oficial, para retirarnos unilateralmente, la rechacé yo mismo.

    A la tercera.
    Que una campaña electoral no es una batalla de flores.
    Que la masa fundamental de votantes para unos y otros era común.
    Que, por tanto, si el objetivo de una campaña electoral es la conquista de votos, resultaba evidente que, sin tiempo para una catequesis del voto marxista, intentáramos atraer hacia nuestro lado los votos del llamado centro.
    Que en nuestra campaña hemos tratado de probar que el centro no es una forma de ser o de pensar, sino un modo de estar, una postura, que se agota en sí misma y no viable para la lucha y el enfrentamiento ideológico en que nos hallamos inmersos.
    Que por ello el centro ha fracasado, o está al borde del fracaso.

    Ha fracasado el centro no oficialista (Alianza Popular) porque descansa en dos contradicciones:
    a) Dar sus votos a la reforma del señor Suárez y luego pedir al cuerpo electoral que se los niegue;
    b) Jugar al “franquismo sociológico” cuando se habían negado sus presupuestos, es decir, los postulados doctrinales del franquismo, tal y como aparece en su propaganda.

    Por eso, el electorado, al que trabajó la publicidad política del sector centro instalado en el poder (UCD), coadyudado por los influyentes y decisivos resortes a su alcance, decidió votar a Suárez.

    Pero el Centro que patrocina Suárez (UCD) está al borde del fracaso:
    • porque no es un partido, sino una colección electoral, hecha desde arriba por una convergencia coyuntural de intereses;
    • porque no tiene fuerza organizada, doctrina unánime, autoridad moral o mayoría abrumadora en las Cámaras para garantizar una política a largo plazo de recuperación nacional;
    • por la apertura de un periodo constituyente, con una presencia marxista numerosa y dispuesta a dar la batalla; la crisis económica muy grave, y que se agravará más en lo sucesivo; las exigencias de lo que se vienen llamando nacionalidades, y que ya han aprendido el método de la amenaza para conseguir sin quebranto las metas que se proponen; y el terrorismo, que cuenta con las condenaciones inútiles después del crimen y con las amnistías y las excarcelaciones eficaces a costa del Estado (…)

    El centro quedará desbordado por el marxismo, y a las buenas gentes de España -sin tapujos- quedará planteado de nuevo el dilema de escoger entre el mito de Marx o la mística de España; entre los bárbaros que niegan la dignidad del hombre y la libertad, y quienes seguimos creyendo en Dios, en el hombre redimido por Dios y en la libertad del hombre, capaz de escoger en el drama único de su vida en el tiempo, de salvarse o condenarse para la eternidad.

    IV
    ¡Bienvenido el tiempo difícil! Porque siendo difícil y porque es difícil, nos trae la buena noticia de la depuración, de la purificación y de la decantación.

    La vía purgativa, dicen los místicos, y lo recordábamos hace unos días en Ávila, es camino necesario para la iluminación, como la iluminación es precisa para llegar a la unión transformante en la que se funden la Amada y el Amado.

    Pero atravesar la vía purgativa equivale a tanto como a ceñirse el alma y los lomos de fortaleza interior;
    • a negarse a confundir la caída en la carrera, con la renuncia a continuarla;
    • la imperfección con el fracaso:
    • el examen parcial sin buena nota, con el suspenso definitivo;
    • la noche oscura con la muerte.

    Porque el tiempo difícil de que hablaba José Antonio no es más, por lo que un pueblo se refiere, que la noche oscura del alma colectiva, la noche triste con la cual ese pueblo comienza otra gran aventura; la noche de su huerto de Getsemaní, con sudor de sangre quizá, como capítulo obligado de la redención.

    Ante este tiempo difícil, noche oscura, noche triste, noche de Getsemaní, muchos desertan; pero en realidad no hay deserción, sino fuego que acrisola, cedazo que criba o aventadora que divide el grano de la paja (…) Esa es, en suma, la minoría inasequible al desaliento, la tarea del resto del pueblo de Yavé, la misión de los doce en un mundo pagano.

    ***
    Ya sé que para nosotros la tentación de la huida, de tirar la esponja, de refugiarnos en la pura lamentación de haber logrado lo imposible y de contemplarlo, no ya sin vida, sino motejado con ofensa y burla, es casi universal e insistente.

    Algunos, sin pensarlo quizá, hayan podido sentir la vergüenza de pertenecer a un pueblo que quiere suicidarse; o que ha perdido el sentimiento de la gratitud; o que cierra con frivolidad los ojos y los oídos a su Historia; o que se deja seducir por las palabras dulzonas que le conducen al abismo.

    Es posible. Yo os aconsejo que rechacéis la tentación, que distingáis entre Patria y pueblo, que penséis que, así como el amor al prójimo, a veces tan repulsivo y hostil, sólo es viable con el amor a Dios, de igual modo, el amor al pueblo versátil, dubitativo, crédulo y cambiante sólo es posible con el amor a la Patria.

    Diferenciar pueblo y Patria es por ello importante.
    El pueblo es distinto en cada generación histórica; la Patria es la misma.
    El pueblo es la agrupación de los nacionales; la Patria es el espíritu nacional.
    El pueblo puede envenenarse, intoxicarse, degradarse, esclavizarse; la Patria mientras encarne y more en un puñado de hombres y de mujeres, devolverá, antes o después al pueblo su razón de ser y su sentido de misión.

    El pueblo pasa, es reemplazado; la Patria permanece inalterable o muere, y cuando muere, el pueblo se convierte sin protesta en colonia.

    Si afianzamos y consolidamos esta distinción en nosotros mantendremos con el amor a España, el amor al pueblo, aunque a veces no nos sea grato y nos resulte hasta nocivo su modo pasajero de pensar y de obrar.

    La gran crisis de hoy, al lado de la crisis religiosa de fe, es la crisis de amor a España, quizá porque la ascética que transforma al ciudadano en patriota, que le separa del común que vegeta para integrarlo en la minoría que lucha, exige amar a España no sólo en lo que tiene de visible, ni siquiera en el rastro de honor que ha dejado en su Historia, sino en su propio misterio; tan entrañado en el misterio de Cristo, que España parece repetirnos como un eco de aquella llamada trascendente: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome la cruz de cada día y sígame”.

    ***
    Dice un refrán español: “A mal tiempo, buena cara”. Y decía Santa Teresa: “Hagamos de la necesidad virtud”. Y dice un proverbio inglés, para cuando llegan jornadas como las que se avecinan: “Pon tu confianza en Dios y guarda en lugar seco tu pólvora”.

    Por eso, de una manera o de otra, mantenidos por la fortaleza, pero sin olvido de cuando la prudencia nos aconseje para una situación distinta, yo, al menos sigo, y espero que vosotros también”.

    (El Cara al Sol cerró el discurso de Blas Piñar entre una gran ovación de las más de dos mil personas que abarrotaban los comedores del local.)
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    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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  5. "Un informe pone contra las cuerdas el mito "progre" de la inmigración"
    Por Juan del Águila en el foro Política y Sociedad
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