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Tema: La II República (1936) asesinó a republicanos que habían contribuido a instaurarla

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    La II República (1936) asesinó a republicanos que habían contribuido a instaurarla

    La II República asesinó a republicanos derechistas, que habían contribuido a instaurarla (1936)


    Revista FUERZA NUEVA, nº 452, 6-Sep-1975

    LA HISTORIA COMO LECCIÓN

    Es a finales de los años 60 cuando en la terminología de la guerra española se produce una extraña subversión. En toda la literatura, hablada o escrita, lo que hasta entonces había sido Cruzada, Guerra de Liberación, o simplemente, Guerra de España, pasa a ser guerra civil, y lo que todo el mundo había llamado zona roja se queda en zona republicana. Si lo que se pretende es evitar toda frase hiriente, que pueda impedir la deseada concordia entre los españoles, pase. Desde luego, siempre prefiero llamar al pan, pan y al vino, vino. La verdadera reconciliación ha de tener por base la humildad, y ésta, en expresión de Santa Teresa de Jesús, es andar en verdad. Pero, si lo que se pretende, como parece, es minimizar el significado de aquella lucha y el papel asumido por el alzamiento militar, entonces se comete una traición y un fraude criminales. Una traición, porque se tergiversan unos hechos históricos, y la historia es historia: un fraude criminal, porque se pretende obnubilar ante las nuevas generaciones la dimensión exacta del mayor acontecimiento histórico de la España contemporánea.

    La guerra de las palabras

    Decían los antiguos: “de nominibus non est quaestio”. Axioma válido siempre y cuando el cambio de términos no lleve consigo cambio de suposición. De otro modo, estamos ante un fraude ideológico. El llamado progresismo cristiano es ducho en esta clase de fraudes. Así, a un lenguaje auténticamente herético le llama género literario; a la difusión de panfletos, como el manifiesto de los cristianos por el socialismo, mentalización del pueblo; a reuniones políticas y subversivas, asambleas litúrgicas, para reflexionar en cristiano. Y para privar al régimen de toda dinámica constructiva, llama a la contienda de 1936, guerra civil, y al bando rojo, bando republicano. No hay mejor táctica para sembrar la confusión.

    La cosa tiene más importancia de la que parece. Si la guerra del 36 es Cruzada, Guerra de Liberación, la actitud del Episcopado de entonces aparece diáfana, natural y lógica. Pero, cometido el fraude de cambiar tales denominaciones por simple guerra civil, la posición del Episcopado aparece partidista y política. Entonces se hace posible en la Asamblea Conjunta [1971] presidida por el cardenal Enrique y Tarancón, la propuesta de una petición pública de perdón por tal proceder.

    FUERZA NUEVA ha publicado, últimamente, algunas cartas y otros escritos protestando contra semejante desafuero. A ellos quiero añadir unas notas y unos hechos, que, por su carácter independiente y apartidista, conviene recordar.

    Un testimonio del doctor don Gregorio Marañón

    Sí, la guerra española fue una guerra civil, pues se enfrentaron españoles contra españoles, y hubo una zona donde tremolaba la bandera republicana de 1931, se cantaba el himno oficial republicano. Pero esto no era más que la fachada. De tras estaba la auténtica realidad: una dictadura comunista.

    Lo que caracteriza a las guerras es su carga ideológica. La guerra de España fue un producto de dos ideologías irreconciliables. En sus mismos orígenes se hallaban envueltas gravísimas cuestiones de orden moral, jurídico, religioso e histórico. Por ello apasionó de tal modo al mundo, que lo escindió en dos bloques. Creemos que pocos países permanecieron ajenos a aquella lucha. Fuertes contingentes de extranjeros lucharon en ambos lados. Alguien pudo decir entonces que se trataba de una guerra internacional en campo nacional.
    Exponente de esta carga ideológica es el hecho de que ha producido más literatura que la misma guerra mundial.

    Ésta, desde luego, no fue una lucha ideológica. No fue lucha de las democracias contra los regímenes totalitarios, porque al lado de los aliados se alineaba Rusia, el país clásico de la dictadura; ni fue una lucha por la libertad, porque si Francia e Inglaterra fueron a la guerra para salvaguardar la independencia de Polonia, luego al final, la dejaron, a discreción, en manos de Rusia. Que no fue guerra ideológica lo demuestra la célebre frase de Winston Churchill, en la que dijo que para derrotar a Alemania se aliaría con el mismo diablo.

    Lo que en nuestra guerra fue aquella zona, que hoy todos quieren llamar republicana o gubernamental, nos lo dice el doctor don Gregorio Marañón Posadillo, uno de los intelectuales que más trabajaron por el advenimiento de la República, en cuyo despacho se hizo el traspaso de poderes, testigo presencial de la situación. En un artículo publicado en “El Pueblo” de Montevideo, el 6 de marzo de 1937, declaraba:

    La España liberal, cordial y clara que deseamos unos cuantos ha muerto a manos del Frente Popular. Hoy quedan en la España roja exclusivamente los marxistas y sus prisioneros”.

    Y el 15 de diciembre de 1937, cuando se había rebasado ampliamente la etapa de anarquía inicial, escribía en “Revue de Paris”:

    Que la España roja que hoy todavía lucha, es, en su sentido político, total y absolutamente comunista, no lo podrá dudar nadie que haya vivido allí solo unas horas”.

    Estas y otras manifestaciones similares del doctor Marañón han sido recogidas recientemente por José María García Escudero en su “Historia política de las dos Españas”, de donde las hemos tomado. Las afirmaciones del doctor Marañón continuaron siendo válidas hasta el 1 de abril de 1939, sin que nadie soñara con desmentirlas.

    Una República que mata a sus republicanos

    ¿Puede concebirse mayor locura que una República, metida en el grave conflicto de una guerra civil, asesine a sus partidarios? Pues así fue. La lista de los republicanos sacrificados estremece. Todos ellos contribuyeron a la instauración de aquel régimen, y cayeron fulminados por las milicias populares que el Gobierno de la República armó. Y esto es una prueba más de que lo que interesaba no era la República, sino la dictadura marxista que en ella se amparaba, y así eran eliminados todos los que no estuvieran con ella, fueran monárquicos y republicanos. De esa lista vamos solamente a entresacar algunos nombres.

    -Don Melquiades Álvarez, ilustre abogado asturiano, contribuyó al derrocamiento de la Monarquía. Jefe del Partido Reformista Republicano, al que pertenece Azaña hasta la formación de su Izquierda Republicana. Perece en la Cárcel Modelo (Madrid) en los sucesos del 20 de agosto de 1936.

    -Don José Martínez de Velasco. Jefe del Partido Agrario, acepta la República y llega a ser ministro de Agricultura e Industria (1934-35). Es asesinado en la Cárcel Modelo (Madrid).

    -Don Rafael Salazar Alonso. Miembro del Partido Radical de don Alejandro Lerroux, ministro de la Gobernación, donde lleva a cabo una meritísima labor. Tras un juicio legal, es sentenciado a muerte y ejecutado (Madrid, septiembre de 1936).

    -Don Manuel Rico Avello, ministro de la Gobernación en 1933 y luego alto comisario en Marruecos. Asesinado en la Cárcel Modelo (agosto de 1936).

    -Don Ramón Álvarez Valdés, ministro de Justicia y diputado a Cortes. (Cárcel Modelo, agosto de 1936).

    -Don Gregorio Abad Conde, diputado republicano.

    -General Eduardo López Ochoa, republicano y masón, pero pacificador de Asturias en octubre del 34, lo que le valió la condena a muerte (asesinado por las turbas en agosto de 1936, que cortaron la cabeza a su cadáver, exhibiéndola).

    Alguien dijo: los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Si queremos que esta historia no vuelva a repetirse en nuestra patria, no podemos olvidar. Sería un suicidio. Y para ello hay que recordar. Algo de esto he querido hacer yo con este escrito.

    Antonio M. Núñez


    Última edición por ALACRAN; 22/06/2020 a las 21:17
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: La II República (1936) asesinó a republicanos que habían contribuido a instaurarl

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Diputados y ex diputados derechistas valencianos a Cortes del período republicano, asesinados por el bando rojo

    (Texto periodístico de 1937)

    “De la representación parlamentaria que ha tenido Valencia durante el régimen republicano, cinco de sus diputados a Cortes han sido víctimas del furor marxista; dos de ellos pertenecientes a la Derecha Regional Valenciana, y los tres restantes al Partido Republicano Autonomista dirigido por don Sigfrido Blasco, hijo del celebrado novelista Blasco Ibáñez.

    Víctima primera de esta serie de asesinatos fue don Julio Colomer, abogado del Estado, hombre joven, perteneciente a familia acaudalada, con ideales y alientos para servir en la obra de salvar a España de los peligros que la amenazaban. Por primera vez, y en lucha reñidísima, había salido diputado por la provincia en las últimas elecciones, juntamente con los señores García Guijarro y Bosch Marín, los tres de la Derecha Regional. A los pocos días de estallar el movimiento revolucionario, aún dentro del mes de julio, abandonó su casa en busca de lugar más seguro, y permaneció escondido varios días, hasta que, el deseo de ver a su esposa y sus hijos, hízole salir de su refugio.
    Disfrazado, trasladóse a su hogar, pero alguien le reconoció en su camino y le espió los pasos. Momentos después de regresar a su escondite, se presentaban en éste varios milicianos, lo detenían, y unos días más tarde, el Tribunal Popular lo condenaba y era ejecutado.

    Siguióle en turno el ex subsecretario de Comunicaciones y diputado a cortes en las tres legislaturas del período republicano, don Francisco Bosch Marín, uno de los prohombres del partido de la Derecha Regional, persona de toda confianza del jefe de dicha organización, don Luis Lucía, con el que había contribuido muy eficazmente a la formación del mencionado partido con sus campañas de propaganda. Por sus méritos, había llegado a ocupar un puesto muy distinguido en la política valenciana. Detenido en Castellón, cuando huía de Valencia para ocultarse, fue encerrado en un buque, surto en aquel puerto y habilitado para cárcel, muriendo a manos de una horda de asesinos de la F. A. I. que se apoderó de todos los presos y no dejó ni uno sólo con vida.

    El Partido Republicano Autonomista no se distinguió por la cuidadosa selección de sus candidatos a la representación parlamentaria, al instaurarse el nuevo régimen. Verdad es que con ello no hacía más que reflejar el estado de condiciones de sus masas, la mayoría de las cuales forman hoy parte de las hordas izquierdistas del Frente Popular, en sus sectores más extremistas. Valencia, en todo tiempo, durante las distintas etapas del régimen republicano, vivió bajo la tiranía del mencionado partido, que alardeó siempre de un anticlericalismo rabioso, sin perjuicio de disfrutar de las ventajas del Poder. Ni un en los períodos en que las huestes cedistas subieron al Poder y fue ministro del señor Lucía, dejaron de mandar los republicanos autonomistas.

    Aquel doble juego de ir unido a los partidos del bloque derechista de la República y realizar en Valencia una política demagógica, unido a las inmoralidades administrativas en las Corporaciones provincial y municipal, en manos de unos cuántos Íntimos del Sr. Blasco, y que dejaron las cajas exhaustas, le enajenaron toda la confianza de sus electores, lo cual culminó en la catastrófica derrota que sufrieron los candidatos de esta organización en las últimas elecciones a diputados a Cortes.

    Volviendo a nuestro tema, del que nos habíamos desviado por la necesidad de sentar algunos antecedentes, diremos que los tres diputados autonomistas que sufrieron las iras de las masas rojas fueron Don Pascual Martínez Sala, don Gerardo Carreres y Don Ángel Puig.

    El primero de estos ex diputados contaba con numerosos y agradecidos amigos en las barriadas marítimas, los cuales no pudieron evitar su muerte, a pesar de proponérselo, aunque un poco tardíamente.

    El segundo de esta lúgubre serie, Don Gerardo Carreres, era de los elementos más activos de esta filiación política, y a su espíritu emprendedor le debía la organización su vasta y bien urdida trama electoral, con sus votos en falso y sus audaces pistoleros, y hasta con sus arrogancias en momentos peligrosos. Llegó a ser subsecretario de un Ministerio presidido por Don Alejandro Lerroux. De paso, le sirvió su influencia entre las masas republicanas, pues detenido, no tardó en ser fusilado, aunque con su airada protesta y denostando a sus verdugos.

    Finalmente, don Ángel Puig era un antiguo torero, que con el remoquete de Gallardito había actuado en algunas plazas españolas. D. Sigfrido Blasco quiso premiar la adhesión a su persona y sus buenos servicios como hombre de buen temple, incluyéndolo en la lista de los candidatos a diputados a Cortes en las segundas elecciones de la República.

    Según se dice, el modesto representante en Cortes, tuvo un gesto gallardo al morir. Cuando iba a ejecutarse la sentencia, pidió unos minutos para confesarse y, concedidos que le fueron, lo hizo con el padre Santoja, un predicador valenciano que gozaba de gran prestigio como orador sagrado y que iba a sufrir su misma suerte. Terminada su confesión, murió dando muestras de gran entereza e increpando la cobarde conducta de los asesinos rojos.

    El jefe de partido, don Sigfrido Blasco, salvóse gracias al comandante de la Guardia Civil rojo Sr. Uribarri, el que logró meterlo en un barco previas no pocas precauciones, barco que lo condujo al extranjero.”

    Víctor SÁNCHEZ
    (ABC, 28-5-1937)
    Última edición por ALACRAN; 05/09/2022 a las 14:35
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