LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN ESPAÑA NO EMPEZÓ EN 1936




INTOLERANCIA RELIGIOSA EN EL SIGLO XVII.





La hegemonía del catolicismo quedó asentada en España tras la feliz consumación de la Reconquista en 1492 cuando Boabdil entregaba Granada a los Reyes Católicos.


A la flamante unidad política y territorial siguió la unificación religiosa, que se consiguió tras la expulsión de los judíos, y más tarde -en sucesivas operaciones bajo el reinado de Felipe III- la de los moriscos. Muchos judíos y moriscos se cristianaron, renegando públicamente de su credo mosaico o mahometano, y así pudieron quedarse en España, por lo que carece de todo tino manchar la santa memoria de Isabel la Católica con pecados tan modernosos como el racismo, dislate anacrónico que algunos presuntos historiadores cometen con mucha frivolidad irresponsable.


La mayoría de los judíos tuvieron que instalarse en el norte de África, en Portugal o en Europa, ya que su presencia suponía una quinta columna en connivencia con los intereses turcos. Su hostilidad contra la auténtica España cristiana y europea –España es cristiana y europea, por si alguien no se ha enterado todavía- era un secreto a voces, por lo que era notorio que tanto judíos como moriscos convertidos al catolicismo prestaban un sordo apoyo a una eventual invasión de la piratería turca. La presencia de aquellos judíos y musulmanes acarreaba un grave riesgo para la paz y la integridad de España.


Los judíos o moriscos que se convirtieron quedaron en España, llamándoseles "conversos", pero salvo egregias excepciones, la mayoría de estos cristianos nuevos por conveniencias abrazaban públicamente la fe cristiana, mientras en lo oculto seguían practicando los preceptos y ritos de sus religiones nativas, gestándose en ellos un rencor inextinguible contra los cristianos españoles.


Para muchos historiadores apátridas la expulsión de los judíos y de los moriscos supuso la finalización de lo que por ahí se ha dado en llamar "las Tres Culturas" (judía, musulmana y española: Sefarad, Al-Andalus y España.) Una solemne majadería y una falsificación histórica sin paliativos. La teoría de las Tres Culturas es la mixtificación idílica de una España en la que "convivían" judíos, mahometanos y cristianos en una especie de armonía paradisíaca, prodigándose mutua tolerancia religiosa los unos a los otros. El tontolerantismo es monopolio de nuestros contemporáneos, ningún musulmán, judío o cristiano antiguo era tan idiota como para ser tolerante.


Nada más lejos de la realidad, pues en las ciudades más populosas los judíos vivían en sus barrios (juderías), los musulmanes en los suyos (aljamas) y los cristianos en los barrios propios sin apenas relación como no fuera la de enzarzarse en peleas. Sinagogas, mezquitas e iglesias eran los centros religiosos alrededor de los cuales crecían y se irradiaban aquellas comunidades cerradas que se odiaban recíprocamente. Más que "convivir", "coexistían".


Sin embargo, una vez expulsados, en aquellos que se vieron forzados a marcharse de España persistió el afán de volver a ella. En tiempos del Conde-Duque de Olivares, muchos judíos portugueses penetraron en España, viéndose envueltos en una serie de sucesos que indican que la intolerancia religiosa no es, como algunos están muy interesados en hacer creer, monopolio de los católicos. Aunque sobre estos capítulos la historiografía interesada pasa de puntillas, voy a ofrecer un aproche para que nos hagamos una idea.


Es cierto que las leyendas –y no más que leyendas- que se contaban sobre la atávica falsedad de los judíos cundían por toda España. Según nos transmite el Doctor Ignacio del Villar Maldonado, un médico judío practicaba el asesinato en serie de sus pacientes. Se le averiguó haber matado a más de trescientos cristianos con venenos y medicinas adulteradas, y siempre que regresaba a su casa, cuando volvía de sus consultas mortíferas, era saludado por su esposa con este saludo: "Bien venga el vengador"; a lo que el médico, alzando la mano cerrada del brazo derecho, respondía: "Venga y vengará". Es curioso que el saludo de este matasanos judío fuese, siglos después, el mismo que emplearán los socialistas y comunistas de todo el planeta, que se han destacado por su implacable persecución del cristianismo allí donde han podido abrir la veda del cristiano.



La serie de sucesos de los que doy cuenta a seguido puede ser interpretada como una escalada en la persecución del cristianismo. Lo que puede chocar es que estos luctuosos acontecimientos, ocurridos en muy distintas ciudades de nuestra geografía, tuvieran lugar en tiempos en que la Inquisición (que con tan negras tintas nos la pintan) estaba vigente y ejercía de contención. Son sucesos documentados históricamente, no forman parte por lo tanto de la propaganda anti-judía.



En la ciudad de Jaén se descubrió que un tendero judío de la calle Maestra había puesto a la entrada de su tienda una tarima de madera, descubriéndosele más tarde que por la parte inferior de la tarima estaba pintado un crucifijo que todos los días era pisado por la clientela que accedía a la tienda. Los cristianos viejos de Jaén, una vez enterados de aquella traicionera bajeza rescataron el crucifijo, tributándole veneración durante muchos siglos con el nombre de Cristo de la Tarima.


La literatura antijudía es muy extensa, y bien se le puede acusar de contener episodios inventados con la finalidad propagandística de fomentar la persecución. Pero vamos a ver que hechos históricos de provocaciones hebreas al pueblo católico tampoco faltan, aunque se quiera pasar de puntillas sobre ellas. Los siguientes sucesos que expondremos sin comentario son hechos históricos y comprobados, no patrañas propagandísticas de demagogos antijudíos que nos merecen todo nuestro rechazo.

El 21 de enero de 1624, un catalán de sangre judía llamado Benito Ferrer, que había sido fraile, después de convertirse en secreto al luteranismo, se disfrazó de sacerdote, subió al altar de una iglesia de Madrid y, ante el estupor de los fieles, tomó la Sagrada Hostia, despedazándola impávido. El 5 de julio del mismo año, un francés llamado Reinaldos de Peralta, emuló el sacrilegio del falso converso Ferrer.


El 27 de noviembre de 1625 apareció en la iglesia de San Isidoro de Sevilla un cartel que vilipendiaba a la religión católica, exaltando la ley mosaica. Su autor había sido el mulato Domingo Vicente.


En 1630, un grupo de judaizantes procedentes de Portugal se reunía en secreto, en una casa de la calle de las Infantas, villa y corte de Madrid. Allí el siniestro conciliábulo flagelaba y sometía a varias vejaciones una imagen de Cristo. Fueron descubiertos in fraganti por un católico, y el caso salió a la luz, conmocionando la "opinión pública" de aquel entonces. La imagen sacra de Jesucristo que escarnecían pasó a llamarse el Cristo de la Inocencia.


En 1633, bajo el reinado de Felipe IV, su entonces secretario, D. Francisco de Quevedo Villegas, genio de las letras hispánicas, redacta un informe para resolver los problemas derivados de la afluencia solapada de judíos conversos de origen portugués. El título del opúsculo es elocuente: "Execración por la fe católica contra la blasfema obstinación de los judíos que hablan portugués y en Madrid fijaron los carteles sacrílegos y heréticos...". Como podemos apreciar por el título se trata de un texto de circunstancias que sale al paso de la campaña que la criptojudería (judíos que practicaban ocultamente su religión) ponía en marcha en España. En ese mismo año unos anónimos, muy probablemente conversos de origen portugués, habían fijado en Madrid unos pasquines en que se insultaba a la religión católica, ofendiendo lo más sagrado de la Santa Religión.


Quevedo fustigaba la actitud hipócrita y pérfida de los conversos que hacían proselitismo entre los cristianos y no respetaban los sentimientos de la población autóctona, pero si algo denostaba Quevedo era a esos judíos tornadizos que se convertían al cristianismo, practicando ocultamente su religión:

"Pues los judíos que públicamente profesan su error y visten traje de judíos se contentan con no ser ellos mismos cristianos, mas éstos, dolosamente conversos, son judíos que pasan a pretender que sean judíos los cristianos."(3).

Este memorial de Quevedo que comentamos fue hallado el año 1991 en los depósitos de la Biblioteca del Real Consulado de La Coruña, y el texto, inédito hasta la fecha de su hallazgo, conocería los honores de su publicación, aunque salió a la luz pública en una edición limitadísima para eruditos, a cargo de la Real Academia Española de la Lengua; no obstante, la obra desapareció del mercado en extrañas circunstancias con excepción de unos pocos ejemplares que algunos particulares lograron salvar.


El documento es un testimonio de la época sobre la intolerancia religiosa que mostraba la comunidad judía asentada en España, así como el descaro con que operaba en la misma capital, fijando pasquines que insultaban los sentimientos cristianos del pueblo español.


Las manifestaciones impías y anticristianas de las minorías religiosas no acabaron aquel año de 1633. Según un artículo del franciscano fray Alejandro Recio Veganzones, O.F.M., siete años después de la redacción del memorial de Quevedo hubo un recital poético para desagraviar a la Inmaculada Concepción de María. Se trató de un acto de autoafirmación católica para reparación y desagravio de la Inmaculada tras el horrendo ataque ocurrido en Granada en abril de 1640 contra la Pureza de María.


Estos son los hechos de ese agravio de 1640 en Granada:


El jueves santo de 1640 un "hereje desalmado" había colocado en las puertas del Cabildo de Granada unos panfletos injuriosos contra la Pureza de María Santísima, lo que provocó la previsible reacción del clero, la nobleza y la furia del piadoso pueblo cristiano que no pudo sufrir aquel sacrilegio abominable. Fueron las gentes sencillas las que pidieron que la Santa Inquisición interviniera y castigase en justicia al atrevido provocador.


Nuestra reflexión final será muy breve. Todos estos hechos históricos apuntados aquí nos hacen pensar que la judería ejerció, incluso después de su expulsión de España, una actividad beligerante contra la Iglesia Católica y contra el sentir de nuestros antepasados. Esta actitud anticristiana se prolongaría a través de los siglos bajo el criminal fenómeno del anticlericalismo visceral que surgió sin máscaras en 1836 y rebrotó nuevamente un siglo después, en 1936.
Nos preguntamos si la tolerancia religiosa sólo se nos exige a los católicos, y sería muy oportuno cualquier trabajo de investigación histórica que con solvencia científica nos informara cumplidamente de sucesos como los que aquí he expuesto, pues no ignoro que no son los únicos de la larga historia del anticristianismo en España posterior a 1492. Se haría un gran servicio a la verdad histórica.



Me hago una pregunta: si con la Inquisición vigente estos intolerantes anticristianos se permitían esas bellaquerías, ¿qué hubieran hecho sin Inquisición?

NOTAS:
1. Ignacio del Villar Maldonado, Silva responsorum iuris, in duos libros divisa, quorum quilibet indicem continet, ubi multae questiones ad Regni Legum explanationem utilissimae ponatur (Luis Sánchez, madrid, 1614), fol. 133r.


2. Luis Coronas Tejada, La Inquisición en Jaén, Biblioteca Básica Giennense, Diputación Provincial de Jaén, Jaén, 1991. pág. 21.


3. Francisco de Quevedo Villegas, Execración por la fe católica contra la blasfema obstinación de los judíos que hablan portugués y en Madrid fijaron los carteles sacrílegos y heréticos, aconsejando el remedio que ataje lo que, sucedido, en este mundo con todos los tormentos aún no se puede empezar a castigar. pág. 37. Edición desaparecida de la Real Academia de la Lengua Española.


4. Fr. Alejandro Recio Veganzones, o.f.m., y correspondiente de la R. Academia de la Historia, Certamen poético celebrado en defensa y desagravio de la Pureza Inmaculada de María, en la ciudad de Martos en el año 1640. ALDABA, Excmo. Ayuntamiento de Martos y Concejalía de Cultura y Educación de Martos, n.º 11, Diciembre 2001.

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