Revista FUERZA NUEVA, nº 548, 9-Jul-1977
Escribir ¿para qué?...
Los que sintiendo en nuestra sangre y en nuestra conciencia a la Patria, a cuanto ésta representa de trascendente y constitutiva de nuestro hacer histórico, no podemos, por menos, ante el momento por el que atraviesa España, preguntarnos si vale la pena continuar escribiendo en defensa de los valores permanentes, de la filosofía política que seguimos devotamente, conscientes de que ésta encierra la autenticidad válida para la nación, para el pueblo español, o, si por el contrario, es mejor arrinconar la pluma y seguir por otros caminos en defensa de España.
Efectivamente, frente a la continuidad de la traición, ante las deslealtades flagrantes, ante el caos que se avecina impulsado por los necios, los infieles y los felones, creemos es predicar ya en el desierto cuanto argumentemos en nuestras páginas contra ellos, contra sus acciones perniciosas, o cuanto tratemos de hacer para despertar sus conciencias en afán de leal rectificación ante el daño que están haciendo a la Patria.
Estamos ante acontecimientos, ante hechos, auténticamente inconcebibles. Cosas que suceden, que ni en la mente más retorcida podrían haber tenido cabida hace bien pocos años, dentro del acontecer sociopolítico del Estado. Frente a los mismos no caben ya parches leguleyos más o menos técnicos, sentencias morales más o menos firmemente expresadas o editoriales en los medios de comunicación más o menos exactamente escritos que respondan a los más caros sentimientos de honradez política, de fidelidad a los eternos valores de la Patria o a requerimientos de una conciencia que demanda lealtades y servicio al pueblo español en pro de un destino futuro de autenticidad, justicia, libertad, trabajo y paz. Creemos que hace falta un nuevo entendimiento de la situación nacional y una búsqueda, una decisión total de enderezar las cosas a través de otros módulos de actuación personal y colectiva.
El porvenir de España no se puede dilucidar ya, desgraciadamente, a través de la crítica bienintencionada, de la argumentación honesta, de la reconsideración expuesta ante los fallos o acciones nefandas para la colectividad. La Patria está en grave peligro de supervivencia como tal. La ambición, la traición, el deshonor público, tiene carta de naturaleza en esferas que jamás podríamos haber pensado tuviesen cabida. Contra ello no sirve ya la moderación ni el juego dentro de unas reglas caballerosamente aceptadas, porque el enemigo se las ha saltado hace tiempo, y sus cómplices, con sus tremendas felonías, le incitan a seguir marchando por el mismo camino a velocidad día a día acelerada.
Hay que llegar al momento de las grandes decisiones históricas. Apartar de nuestro seno a los cobardes, a los indecisos, a los que quieren seguir pasteleando con sus prebendas y posiciones prevalentes frente al interés supremo de España.
Si José Antonio dijo un día que “ante el mundo que se desquicia hace falta un nuevo orden”, ahora tenemos que afirmar que ante una España que se rompe, que se prostituye, que se la traiciona, hace falta un nuevo talante público, un nuevo afán colectivo, una nueva intencionalidad política, que nos lleve al rescate de la Patria y la libre del caos a que se la quiere llevar. Y esto hay que hacerlo ya, y por los medios e instrumentos que sean precisos, aun cuando algunos puedan herir nuestras más íntimas susceptibilidades.
***
Desgraciadamente, la realidad de los hechos nos permite afirmar que España está en trance de ser dividida. El proceso está en marcha y su nombre lo mismo da que sea el de Monarquía federal o Republica, en el futuro, de igual denominación. La verdad es que la unidad de la Patria, tan difícilmente conseguida, que tanta sangre costó a través de la Historia, se ve hoy no haya amenazada, sino en camino de ser una vergonzosa y triste realidad.
Algo que se está consumando desde el Poder, con acción del Poder, con beneplácito del Poder. No sabemos si con conciencia auténtica del Poder en cuanto a lo que está ocurriendo o con el Poder llevado a este terreno a través de sendas oscuras, pactos irrenunciables, posturas adoptadas imposibles de rectificar. Pero la verdad es que España, esa España una, se está disolviendo ante los ojos impávidos y mayormente indiferentes de un pueblo que parece sumido en el sueño de la indiferencia, del más estúpido materialismo, del más pernicioso dejar hacer, dejar pasar, liberal y decimonónico.
No importa que el impulso separatista, los más claros intentos de ruptura de la unidad, partan de esta o aquella región española a través de unas más o menos numerosas minorías organizadas. El hecho está ahí, protegido, amparado, aupado desde el mismo Poder, desde dentro del Estado, cuyas instancias deberían, antes que nada, respetar el sagrado legado que han recibido y no jugárselo o entregarlo en el tapete verde de los intereses partidistas o de las intrigas palaciegas.
Ramón de Tolosa
|
Marcadores