Custodio y recordatorio de la Tradición

CUSTODIO Y RECORDATORIO DE LA TRADICIÓN

http://4.bp.blogspot.com/_dDrgyGgzuk...or+pradera.JPGInstantánea de D. Víctor Pradera, pronunciando un discurso.

“EL ESTADO NUEVO” DE VÍCTOR PRADERA LARUMBE

Enjundioso, profundo, lógico: así se muestran los primeros capítulos que llevamos leídos de “El Estado Nuevo” de D. Víctor Pradera, reciente adquisición de mi biblioteca. ¡Qué pena fue comprar el libro y ver que, aunque pasados tantos años, nadie lo había desbarbado! ¡Qué alegría saber que aquí, entre amigos, podría contaros las maravillas de esta obra contrarrevolucionaria! Mi ejemplar es uno de una tercera edición de 1941, con prólogo de D. José María Pemán y semblanza biográfica del autor a cargo de D. Tomás Domínguez Arévalo, Conde de Rodezno. Ambos trataron al eminente tradicionalista navarro, mártir de Dios y de España.

Del prólogo de D. José María Pemán: “Su función principal en la vida fue esta que digo: de custodia y recordación de la Verdad total; de señalamiento de la meta última, del ideal supremo, que había que tener siempre en cuenta para orientar debidamente el esfuerzo y la conquista de cada día. El espíritu de Pradera era un termómetro de máxima, paralizado en la más alta temperatura de la pasión por la Verdad y por España. Otros, más estrategas, dirían adónde se podía llegar cada día; él, más vidente y apasionado, decía imperturbable dónde había que llegar en última instancia”. Allí donde todo varía, hay alguien que permanece quieto como un eje diamantino: es Víctor Pradera en la Tradición católica e hispánica.

Pemán recuerda las actividades de Acción Española: el banquete de San Sebastián intervenido por el Gobernador Civil de la II República a cuenta de un brindis de D. Víctor, rememora Pemán a D. Víctor como contertulio de las diarias tertulias de Acción Española. El Conde de Rodezno, por su parte, en la emocionada semblanza que del grande hombre hace, nos pone la miel en los labios cuando escribe:

“En su libro cumbre, El Estado Nuevo, volcó Pradera todo el fruto de su gran cultura política, histórica y filosófica al servicio de su preocupación patriótica. El Estado Nuevo, nuevo en fuerza de ser viejo, era para él el Estado católico y monárquico español, el Estado histórico y tradicional, acoplado a las realidades presentes. Este libro de Pradera y el de La Hispanidad de Maeztu constituyen la concreción más exacta del pensamiento político español y los exponentes más acusados de la contrarrevolución en el plano intelectual.”

Hace muchos años que leí “Defensa de la Hispanidad”, de D. Ramiro de Maeztu. Quedaba por leer éste otro de “El Estado Nuevo”. Con esas recomendaciones, escritas por dos grandes conocedores y amigos del Maestro Pradera, el libro promete horas de reforzamiento y satisfacción intelectual.

Se interna uno en el libro: Introito altare… Entro reverente en el altar de la Patria, el ara sacra en que se sacrificó D. Víctor Pradera. El libro está estructurado en tres partes, a saber: El Hombre, La Sociedad y El Gobierno de las Sociedades. Informado por una lógica inflexible, en la Introducción, D. Víctor Pradera ya ha sacado los colores a D. José Ortega y Gasset, al mostrar la contradicción que comete en un artículo político el filósofo raciovitalista. Por mucho de valioso que Ortega pueda tener, Ortega es liberal y, como tal, no puede valernos por ser un moderno, y como personalidad moderna, una personalidad contradictoria. Esa es la decadencia de todo lo moderno, su falta de lógica, su veleidosidad, su mutabilidad, su inconsistencia. Por un lado, comenta D. Víctor Pradera, Ortega y Gasset afirma que la política no tiene principios: “Siempre he sostenido que en política no hay eso que se llama principios… En política sólo hay circunstancias históricas y éstas definen lo que hay que hacer” –afirmaba Ortega en “¡Viva la República!”, artículo publicado en “El Sol” del 3 de diciembre de 1933; poco después, en el mismo artículo, magistralmente refutado por Pradera, Ortega va y dice: “la República es el único régimen que automáticamente se corrige a sí mismo y, en consecuencia, no tolera su propia falsificación”. Pero, se dice D. Víctor, ¿no habíamos quedado en que no había principios? ¿Por qué la República, D. José, y no la Monarquía Tradicional?

Para Pradera hay principios, y la Ciencia Política encuentra en los pensadores tradicionalistas su refugio en un mundo hostil a los principios, mórbidamente propenso a la contradicción en aras de la contemporización.

“La Tradición es el pasado que cualifica suficientemente los fundamentos doctrinales de la vida humana de relación en abstracto considerada; es, en otras palabras, el pasado que sobrevive y tiene virtud para hacerse futuro.” -Pradera dixit.

La filosofía de Santo Tomás de Aquino, los estudios metafísicos del fundador de la Escuela de Lovaina, el belga Cardenal Mercier, campeón del neotomismo finisecular, informan el pensamiento férreo de Pradera. No hay filosofía descafeinada, frivolidad ni pavoneos metafóricos. Admirable lo leído hasta la hora presente, expectante estoy ante lo que me queda por leer. Mucha miga en este libro, auténtico testamento espiritual de uno de los más grandes pensadores tradicionalistas españoles, fiel a sus principios -pues él sí los tenía- hasta esmaltar con su sangre generosa los sacrosantos ideales.

Veamos algunas piezas de antología, que estoy en racha:

“…es una de tantas patrañas con que se ha enloquecido al mundo el supuesto de que los Derechos del Hombre no se hayan proclamado en la tierra hasta la Revolución. Lo que ésta declaró fue una torpe caricatura suya, expresión de la independencia plena del hombre. Teóricamente, pues, los derechos revolucionarios son ilimitados, y los nacidos del Derecho Natural limitados por el cumplimiento de un deber. En consecuencia, los primeros constituyen un radical obstáculo a la convivencia social, que estará siempre alterada por la protesta de los ciudadanos contra disposiciones de los gobernantes que tiendan a hacerla posible mediante su cercén; y los segundos concuerdan con el sentido de sociabilidad, ya que ésta reclama precisamente que los hombres den cumplimiento de sus deberes”.

“Como la noción del deber inspiró su consagración, los derechos que la Tradición española recogió como naturales fueron manantial de vida y no sentencia de muerte.

No; los Derechos del Hombre y del Ciudadano no nacieron de la sangre corrompida estancada bajo las guillotinas de la más despótica, tiránica y liberticida de las revoluciones. Allí nació su farisaica deformación. Si la Revolución fue inexcusablemente criminal, se distinguió más todavía por su hipocresía redomada”.

¿Se han enterado los que proclaman los Derechos Humanos? ¿Se han enterado algunos católicos que, por afán de contemporizar, rinden pleitesía a esos “Derechos del Hombre” que son corrupción de los auténticos derechos humanos del Derecho Natural? Me temo que, las mentes están tan embotadas y el embolismo moderno es tan gigantesco, que ni los hunos ni la ONU se querrán dar por enterados. Pues, lean, lean a Pradera, los que todavía disponen de un mínimo de sensatez y lógica. Pradera fue martirizado, como D. José María Pemán nos dice, por ser custodio y recordatorio vivo de las fuentes límpidas de la Tradición. Y, a partir de hoy, hago mías las palabras del Conde de Rodezno: “el recuerdo de Pradera y de su obra se extiende como proyección luminosa sobre lo por venir”.

Así sea. Y para que sea así, ruego un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria a Dios Nuestro Señor por el eterno descanso del alma de D. Víctor Pradera Larumbe... Eterno descanso para su alma, trono en los coros celestiales para él; pero briega sin tregua para nosotros, para hacer de las verdades perennes de El Estado Nuevo nuestra guía y nuestro norte en el combate contrarrevolucionario de las ideas.

Víctor Pradera Larumbe. ¡Presente!

Maestro Gelimer

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