Revista FUERZA NUEVA, nº 87, 7-Sep-1968
FILOSOFÍA DE LA NUEVA SUBVERSIÓN
por Chantal Malartre
Fue en Praga, Turín, Varsovia o Madrid. Jóvenes, estudiantes, agitadores, mostrando en apariencia un “rechazo” a la sociedad de sus padres, se manifestaban por un radicalismo revolucionario. El fenómeno, en Francia comenzó en la universidad de Nanterre. Esos jóvenes se confesaban inspirados en las doctrinas de un autor de textos filosóficos germano-americano llamado Herbert Marcuse. La semana de las barricadas se encontraba en París.
¿Quién es Marcuse?
Tiene setenta años (1968). Nació en Berlín en el año 1898, en el seno de una familia judía acomodada y cultivada. Las consecuencias de aquella revolución le alcanzan con intensidad. Discípulo del fenomenólogo Edmundo Husserl, se hace miembro del partido social demócrata. Redacta temas de pensamiento en una revista de ese partido. En 1919 deja de militar en política.
En Friburgo de Brisgovia (Alemania) da cima a una tesis académica acerca de Hegel que le dirige nada menos que Martín Heidegger, llamado padre del existencialismo. Alejado de las actividades políticas, se convierte en uno de los valores de vanguardia del movimiento de la escuela dialéctica del marxismo europeo.
En 1934, Marcuse fija su residencia en Estados Unidos, desarrollando sus actividades docentes en la Universidad de Columbia, de la que más tarde pasa a la de Brandeis, que es donde da a conocer sus obras “Eros y civilización” y “El hombre unidimensional”.
Resumen de sus teorías
1. La civilización está enferma. El capitalismo engendra una sociedad cerrada, en la que la libertad es “administrada” y el instinto reprimido. Queda el hombre “alienado” por la tecnología, el funcionalismo y la estandarización. Los mismos conceptos “individuo”, “clase”, “privado”, “familia” pierden su contenido y pasan a una misión puramente descriptiva, operativa.
La sociedad moderna comporta una identificación de términos opuestos: es preciso hacerse cuestión de todo.
El aparato de la producción se transforma en totalitario, igual en el seno del comunismo que en el del capitalismo. La sociedad queda encerrada en un esquema de dominación: se hace necesario saltar en pedazos esa sociedad.
2. La “cultura superior” es liquidada por el abuso de la racionalización y la tecnología. La realidad sobrepasa a la cultura. El único denominador común es la “forma mercantil”. “La música del alma es asimismo una música comercial”. Cuentan tan solo los valores de cambio; la verdad ha dejado de contar. La cultura feudal de los privilegiados y la edad de los héroes ha sido definitivamente rebasada. La literatura y el arte, enajenantes. Su verdad consistía en la ilusión que evocaban. En la actualidad, cuerpos de pensamiento absolutamente contradictorios coexisten en la indiferencia. Cualquier ángulo metafísico deja de ser contemplado. “No hay en el alma deseos o secretos que no puedan transformarse en términos de un análisis, de una razonable discusión o de una encuesta”.
Hay que proceder a la transformación de la cultura superior en cultura popular.
3. El pensamiento en la civilización occidental se va haciendo “unidimensional”. La lógica reviste naturaleza de lógica de la dominación. Los juicios de valor carecen de realidad. La lógica matemática y simbólica contemporánea alcanza el pensamiento exacto, objetivo, científico. Las formas del pensamiento dialéctico pasan a desempeñar el papel de reliquias del pasado. La abstracción es un acontecimiento histórico en un contenido histórico, en tanto la razón se transforma en un poder subversivo.
4. La política actual es la del “bipartisanship”, es decir, la coexistencia de una sociedad de bienestar con una sociedad de guerra. La sociedad existente mantendrá cuanto tiempo le sea posible a las fuerzas revolucionarias consagradas a producir cada vez más “cañones y mantequilla” y a sumir a las gentes bajo nuevas formas de control mental.
Loa hombres más pobres tienen al borde del fracaso a los imperialistas: se trata de un signo histórico mundial. Nada tienen que perder excepto sus vidas al sublevarse frente al sistema dominante. El estado o situación de bienestar es una fórmula híbrida monstruosa. Se produce un conflicto permanente entre los rendimientos o recursos productivos de la sociedad y la utilización de los mismos que puede permitirse para la destrucción y la opresión.
La revolución política debe consistir en la desaparición del Estado y su sustitución por un poder anónimo.
5. Esta política planificada del porvenir eliminará automáticamente las formas de explotación y opresión y, entre ellas, la religión. La desacralización forma parte del programa. La autoridad de la ley divina no es verificable, no posee auténtica objetividad. El valor moral puede poseer un elevado grado de dignidad, pero no comporta realismo alguno, por lo que poco cuenta en los negocios, en la vida. Las ideas religiosas y morales son “ideales”. No transforman ni alteran el mundo preestablecido. Con el triunfo de la moral cristiana los instintos se pervierten. La religión desvía el curso de la historia, la enajena.
6. Las formas nuevas de vida sólo pueden expresarse por término de negaciones. Liberarse de la economía, liberarse de las cotidiana lucha por la existencia. Las únicas necesidades que deben satisfacerse absolutamente son las exigencias vitales. Es preciso que el hombre, condicionado y alienado, replique.
Una contrarrevolución, un contragolpe solidario internacional, global -cuyo factor decisivo ha de ser esa solidaridad- debe hacer estallar la expansión productiva. Lo importante es la oposición de la juventud a esa sociedad de abundancia.
7. Únicamente “Eros” puede orientar eficazmente los instintos de destrucción y ser edificador de cultura. La sexualidad es un instrumento de cohesión social. Por ello, la sociedad ha de desarrollarse a partir de las relaciones carnales. La liberación de “Eros” creará relaciones de trabajo nuevas y duraderas. Marcuse transforma el trabajo en placer. La lucha por la existencia es una lucha por el placer. Es preciso cometer nuevamente el pecado original. El hombre es libre para poder jugar con su naturaleza. Alcanza su libertad jugando con ella. Es necesario incorporar la vida sexual a las relaciones públicas.
Asegura Marcuse que uno de los grandes éxitos de la sociedad industrial ha sido el carácter sexual del trabajo, es decir, que la escalada del erotismo en la economía contemporánea ha salvado la libido. La sexualidad se hace cada vez más intensa. Se recrudecen las formas de la agresividad merced a la comprensión de las energías eróticas. En resumen, el impulso erótico es la fuente instintiva de la civilización. Fuerza que debe ser liberada no sólo en el plano individual, sino en los dominios de la vida de relación pública, social.
Se trata de la revolución más grande, la que nunca osó nadie concebir, que no sólo dislocará a la sociedad burguesa, sino a toda posible sociedad convencional que pretenda fundarse en un factor contradictorio a los instintos.
Es preciso terminar. Nunca el pensamiento había llevado tan lejos los propios términos de la negación de la esencia del hombre. Marcuse hace descender, rebaja la creación espiritual encarnada hundiéndola por bajo de los niveles de la pura animalidad. Por añadidura, no se trata de una utopía individual, al preconizar una sociedad a la que nadie podría escapar.
Las palabras “infierno en la tierra” resultan insuficientes.
Quienes han leído las inscripciones revolucionarias de Nanterre, el Odeón y la Sorbona (París, 1968) saben que a la juventud esto no le ha sabido a pura exageración irrealizable. Los excesos de depravación de costumbres de las jornadas revolucionarias de Francia proporcionan la evidencia de que el pensamiento de Marcuse ha sido el detonador y el más real de los resortes que hemos visto funcionar.
Sabemos que las puertas del infierno no prevalecerán. Pero no quita que se intente.
(Reproducido de “L’Homme Nouveau”)
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