Cerca de 100 personas se encontraron para cenar y dialogar en torno a una cuestión excesivamente marginada en nuestros días, circunstancia que influye, a su vez, en el origen de buena parte de los problemas que nos afectan y en la carencia de respuestas adecuadas







Se celebró este jueves en Barcelona una nueva cena-coloquio de E-Cristians que, en esta ocasión, contaba como ponente con el rector de la Universidad Abat Oliba CEU de Barcelona, Josep Maria Alsina. Cerca de 100 personas se encontraron para cenar y dialogar en torno a un tema como el de la tradición, una cuestión excesivamente marginada en nuestros días. Esta circunstancia influye, con toda seguridad, en el origen de buena parte de los problemas que nos afectan y en la carencia de respuestas adecuadas. El doctor Alsina habló bajo el título de Pensar la tradición hoy. Se refirió a su marginación, como resultado de la dialéctica ideológica que contrapone tradición a progreso, de la misma manera que sucede con los padres contra los hijos, los empresarios contra los trabajadores, los gobernantes contra los gobernados y la derecha contra la izquierda.



Esta visión, por definición conflictiva, ha derivado, además, no tanto en la construcción de una síntesis como en la afirmación de que sólo la segunda parte de cada emparejamiento dialéctico es la buena, mientras que la otra es perversa. Y así se puede construir un discurso ideológico de tradición-padres-empresarios-gobernantes-derechas que son los malos, mientras los otros, empezando por el progreso, capitalizan todas las bondades. Naturalmente también se puede construir una ideología hegeliana de derechas, donde los buenos sean exactamente la otra parte. En ningún caso esto se corresponde con la realidad, porque en ésta no existen tales contraposiciones como conflicto aniquilador, sino la necesaria articulación, cuanto más armónica mejor, entre una y otra.



Así, tradición y progreso no están reñidos, sino que forman parte de la misma lógica que nos guía en el tiempo. La tradición es aquello que ha sucedido y que el pueblo lo recuerda y lo considera tan importante como para mantenerlo y transmitirlo. No todas las tradiciones son valiosas; por eso tampoco se puede convertir la tradición en un absoluto, pero sí es una necesidad porque, si no, nos reconocemos en nuestro propio pasado. Si no nos reconocemos en la propia familia, difícilmente podremos reconocernos a nosotros mismos. En nuestro caso, como en toda Europa, reconocer la tradición significa afirmar la importancia de la fe cristiana en lo que somos y hemos sido.

La tradición no puede confundirse con el arcaísmo que consiste en mirar hacia atrás. La tradición es todo lo opuesto: la memoria transmitida de la historia para encarar mejor el futuro. En el siglo XIX, se inició el menosprecio al pasado considerándolo algo caduco y obstáculo para el progreso. En nuestro siglo, se mantiene ese menosprecio, pero se le une ahora el temor al futuro. Era de esperar porque, si vemos sólo el pasado en clave negativa, el futuro también lo será. La intervención del rector Alsina dio lugar a un activo coloquio que se prolongó durante más de 1 hora y que habría podido continuar mucho más tiempo de no ser por la hora límite de estas cenas.