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Tema: Discursos Tradicionalistas de antaño

  1. #1
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    Discursos Tradicionalistas de antaño

    Comienzo este hilo con el discurso del diputado a Cortes y director del diario tradicionalista El Siglo Futuro, D. Manuel Senante, que me he tomado la molestia de transcribir del ejemplar correspondiente de dicho diario en el que aparece, ya que debió agradar al bisabuelo de mi abuelo, el cual participó en una suscripción de dicho diario para felicitar al Sr. Senante con el obsequio de una pluma de oro con motivo del éxito alcanzado por su discurso.

    22 de Septiembre de 1908

    DISCURSO DEL SR. SENANTE

    en la Asamblea de la Buena Prensa (1)

    Al aparecer el Sr. Senante en el estrado para besar el anillo pastoral del Prelado, fue saludado con una estruendosa ovación que se prolongó hasta que el orador llegó a la tribuna.

    Repetida la ovación, comenzó –una vez hecho el silencio– el Sr. Senante su discurso con las siguientes palabras:

    Muy pocas veces he sentido al comenzar á hablar la confusión que en estos momentos me embarga; porque dirigir la palabra á un auditorio como el que me escucha y después de haber ocupado la tribuna un orador tan elocuente y de tanta autoridad como el señor Magistral de Sevilla, que ha conmovido las fibras de nuestros corazones y ha arrebatado el asentimiento de nuestras mentes, es un atrevimiento que forzosamente ha de confundirme y causarme miedo.

    Y estos sentimientos míos se realzan al ver que un humilde periodista va á hablar ante aquellos que son los jueces de Israel, los maestros de la doctrina, nuestros venerables Prelados, ante tantos beneméritos sacerdotes que son verdaderas autoridades en la doctrina de la Iglesia y ante tantos varones cultísimos, fervientes luchadores, cualquiera de los cuales de más méritos y condiciones goza que el que ha subido á dirigiros la palabra.

    Esto rebasa ya el límite del atrevimiento.

    Pero cuando estas ideas brotaban de mi mente, nacieron entre ellas algunas consideraciones que son las que mueven mis labios.
    Aquí –decíame en primer término– nos congregamos todos con el deseo vivo no sólo de procurar la gloria de Dios sino la mayor gloria que á Dios pueda darse, y por eso espero que no han de faltarme las luces del cielo por intercesión de la Madre cariñosa la Santísima Virgen del Pilar.

    Otra de las cosas que da á mis labios y á mi corazón confianza es –y tal vez esto no es necesario que lo diga– que todas mis palabras sólo en lecciones de la Iglesia, en afirmaciones de los Prelados estarán fundadas; y cuantos pensamientos exponga y cuantas otras hiciere, todo lo someto con la mayor obediencia al juicio de la Iglesia, del cual no quiero jamás apartarme, pues el germen mayor del liberalismo es la rebeldía á los Prelados, ante quienes nosotros á fuer de católicos nos sometemos.
    (Grandes aplausos)

    Vengo como director de un periódico que es antiliberal; y no he de perder de vista que el germen interno del liberalismo es el rebelarse contra todo acatamiento de autoridad.

    Esta autoridad es la que reside en la Iglesia, en el representante de Cristo en la tierra, en los Prelados en santa comunión con el Pontífice, cabeza visible de la Iglesia, y á ella someto cuanto digo, cuanto pienso, cuanto aspiro.

    Y, por último, es la tercera consideración, de las tres á que antes me refería y dan tranquilidad á mi espíritu, el pensar que aquí estoy por obediencia, no por mis merecimientos, que no tengo ninguno. Tráeme aquí la circunstancia de ser director de un periódico que sólo y ante todo es católico, y que antes de dejar de serlo dejaría de existir y al que tampoco mis merecimientos me llevaron, porque no hay merecimiento bastante para suceder á aquel varón ilustre, á aquel gran periodista, á aquel insigne confesor de Cristo, como dijo el Prelado de Tortosa, aquel ornamento de la patria y benemérito de la religión, don Ramón Nocedal, que lo dirigió hasta su muerte. (Ovación)

    Aquí me trajo la obediencia. Y en verdad que una vez aquí, y cuando ya hechas estas consideraciones, se anublaban un poco mis zozobras, después de oír el admirable discurso del Magistral de Sevilla, aumentaron en extremo. ¿Queréis saber las razones?

    Pues es que cuanto iba á deciros, cuanto iba á exponeros, lo expuso ya, y mucho mejor dicho que yo pudiera hacerlo, el señor Roca y Pensá, y me veo obligado á entrar con la hoz en un campo ya segado, y en el que recogió los ricos frutos persona tan autorizada como ésta.

    Pero las verdades hay que repetirlas. Estamos convencidos todos de estas, pero hay que afianzar este convencimiento para dar más fuerza a la voluntad y que obre con asentimiento de la razón. Estamos cansados de ver centenares y millares de católicos que están sometidos del todo á los juicios y á la autoridad de la Iglesia, pero que en cuanto llegan á aplicación de aquellos á las cuestiones que estamos ventilando no llegan á convencerles las razones, como ha indicado galanamente el Magistral de Sevilla.

    Hay, pues, que insistir sobre esto y repetirlo con alguna variación, como será la de que antes lo habéis oído muy bien dicho y ahora muy mal.
    Ante todo yo dirijo mis felicitaciones, mis plácemes á la Junta organizadora de la Asamblea de la Buena Prensa, no sólo por convocarla, sino también por la ocasión en que lo ha hecho, como ya se indicó en el Mensaje enviado á Su Santidad, para celebrar el primer Centenario de aquella epopeya que tenéis como solo gloria de Zaragoza, pero que nosotros los de fuera incluimos en las glorias nacionales y la creemos también propia.

    Porque para celebrar las hazañas de aquellos héroes que vertieron su sangre por evitar la invasión no sólo de los ejércitos de Napoleón, sino de las nefandas ideas que con ellos vinieron, y que aquí por desgracia se quedaron, después de vencidos los invasores, sólo es á propósito esta reunión de todos aquellos que no nos asociamos con los que mantienen las modas, las ideas, el espíritu de los enemigos.

    Aquí donde están deslindados los campos, aquí en que sólo nos reunimos los españoles amantes de las ideas tradicionales, las de aquellos héroes cuyas lides y hazañas gloriosas estaban coronadas por la Cruz, sólo aquí podremos nosotros inflamarnos en el ejemplo de los mártires de la religión y de la patria y disponernos á luchar las batallas incruentas sí, de la pluma pero que muchas veces, son sangrientas para la honra, para la paz y la tranquilidad, que todo esto debemos sacrificar á Dios con gusto, si Dios nos exige este sacrificio.

    Celebramos la Asamblea de la Buena Prensa, cuyo objeto, esto claro está, es el protegerla y propagarla. ¿Para qué necesitamos la discusión sobre los medios de propaganda? Solo porque existe la prensa mala, pues si pudiéramos llegar á la desaparición de esa prensa, que sería el ideal; porque el origen de esto fue malo y liberal, no necesitaríamos de más medios de lucha para aquellos que en días gloriosos para la Iglesia la difundían y la ensalzaban. Esto es claro como la luz del sol. La prensa ha sido la calamidad, la plaga, el azote que solo del infierno pudo salir para asolar la tierra, para flagelar á la Iglesia».

    Se extendió luego el orador en una explicación sobre el origen de la prensa, que no fue para ser heraldo de Cristo, sino de Satanás. Apareció como una arma de combate, como un medio de propaganda del liberalismo. Por eso la prensa ha producido efectos desastrosos en el orden individual, en el social y en la familia, titulándose protectora única de las ciencias y de las artes, cuyo monopolio ostenta, y produciendo el agotamiento de la razón, de aquella razón que se rebeló contra las enseñanzas de la Iglesia y ahora es esclava del periódico, pues no piensa, ni juzga, ni entiende, ni cree más lo que el rotativo dice y que es para ello artículo de fe invulnerable.

    Analizó la influencia de la mala prensa en la política de gobierno y en la política religiosa y los males que produce por haber asentado el principio de autoridad en el pueblo y sojuzgado á la Iglesia proclamando la supremacía del poder civil.

    Y siguió diciendo en su análisis del liberalismo y de su prensa.

    Así como el liberalismo que es uno en esencia, tiene ramas y grados distintos, así es l prensa que le sirve de oráculo y apoyo.
    No hay periódico malo si no es liberal; allí donde veáis mal de cualquiera grado que sea, allí hay prensa liberal. Y así como el liberalismo no emplea por lo regular los medios de los radicales para atacar á Dios, á la Religión, al culto afirmando la autoridad en la guerra y persiguiendo á la Iglesia con saña, porque sabe que estas violencias acabarían con él, así también su prensa.

    El temperamento moderado es el medio, es la esencia del liberalismo. Si el liberalismo presentara los errores como tales, desnudos, escuetos, no obtendría éxito, nadie los acogería porque el error no es admitido por lo que tiene de contrario á la verdad, algo por las apariencias de verdad que tiene. El liberalismo moderado es el peor liberalismo; el más genuino sabe envolver, diluir, ocultar con apariencias de verdad el error que corroe sus entrañas, que constituye su esencia.

    La obra verdad del liberalismo es como la realizó la serpiente en el Paraíso. Allí seduce á nuestros primeros padres, allí preséntales para conseguirlo el error en forma de verdad: seréis como Dios, les dice, y en efecto, así es. El hombre será como Dios; pero siendo esclavo, súbdito fiel suyo y el liberalismo lo hace revelándolo, poniéndolo sobre Dios, de lo que resulta que el primer liberal del mundo fue Lucifer, los de ahora no son más que imitadores, pero obran igual siempre, lo mismo que su prensa.

    Este liberalismo, estos periódicos liberales son de la peor especie, los más vitandos porque disimulan, no atacan de frente y van asentando en el alma española los principios que acabarán con la fe y acabarán con la misma España. Y claro está como decía el Magistral de Sevilla que se deduce de esto que todo periódico liberal es un mal y que aquél que es afecto, comenta, tolera y disimula ese liberalismo va en contra la Cruzada de la Buena Prensa. ¿Qué concepto os merecía aquel hijo sumiso de la Iglesia que no fuera contra aquel que le asesta puñaladas en el corazón?

    Continuó censurando á aquellos periódicos que hacen equívocas campañas, y publican anuncios reprobables, y añadió que esos periódicos hay que ponerlos al otro lado del abismo señalado por el Magistral de Sevilla. Los liberales hacen siempre política contra la Iglesia.

    Entró de lleno en el estudio de la acción de la prensa católica, después de dejar afirmado que en la Asamblea no hay partidos de ninguna clase y sí sólo el gran partido de Dios.

    La prensa política combate allí donde la Iglesia necesita defensa y trabaja sin descanso para poner la Iglesia encima de los tronos y de las sociedades. En este sentido, sin cercenar ningún mérito á la prensa piadosa y puramente religiosa, puede decirse que la política es la vanguardia, la que ocupa el sitio de más peligro para elevar la autoridad de Cristo sobre las almas, sobre las naciones, sobre las sociedades, sobre los reyes, sobre todo.

    Examinó la acción de los periódicos independientes y neutrales. Proclamó la necesidad activa de la acción política enérgica para acabar con las causas que sostienen la mala prensa. Por mucho que se cercenen los lectores de ésta, si no se la mata del todo, el cáncer seguirá arrebatando las almas.

    No valen ya los paliativos. Precisa segar de raíz el árbol del mal, derribando el tronco en cuyas ramas cuelgan las malas hojas de prensa impía. Esta es la acción de los católicos: acabar con las fuentes de perdición, una de las cuales es la libertad de imprenta.

    Habló con elocuencia de las fatigas de los periodistas católicos.

    Desde joven está batallando en los periódicos. El camino es árido y la cruz pesada. El cáliz de la amargura rebosa muchas veces en los labios del periodista. ¡Con cuánta emoción se escuchaba la elocuente palabra del Obispo de Jaca, cuando hablaba de cuán poco se aprecia la labor del periodista!
    Alentarlos –dice–, por lo menos rogando por ellos. Pedir en vuestras oraciones que nos aliente Dios para que perseveremos, para que no volvamos el rostro en la pelea, para que derramemos nuestra sangre, si es preciso. Mientras, derramemos mucho sudor y gastemos muchas energías al servicio de Dios.
    No pongáis obstáculo á la prensa militante. El problema de la Buena Prensa es como decía el ilustrado cuanto modesto Meseguer, compañero del gran Clavarana, «de poco reglamento y de mucho sacrificio».

    Sacrificios de comodidades de dinero y del propio parecer, que es lo que más cuesta, pero también lo más grato al Señor.
    No dificultéis la acción católica política, no le quitéis medios, aumentadla, robustecerla, que la prensa política es hoy la mejor arma que se esgrima, puesto que de la política se arroja á Cristo.

    De todo lo cual se deduce que, siendo laudabilísimos cuantos esfuerzos se hagan para neutralizar la perniciosa influencia de la mala prensa, no se conseguirá el completo remedio de este mal mientras no se destruya su raíz, que es la libertad de imprenta, una de las libertades de perdición proclamadas por el liberalismo. De aquí la necesidad de la prensa católica política y de una enérgica acción político-católica, en el sentido general de la palabra.

    Terminó agradeciendo la atención con que habían escuchado, y dirigió sus últimas palabras á la Virgen del Pilar, Patrona de Aragón y Reina de España, á cuya sombra se reúnen los católicos para tomar parte en la cruzada contra los enemigos de la fe y de España, siguiendo el ejemplo de los héroes de antaño.

    Pidió á la Virgen que sean eficaces los acuerdos de la Asamblea, á la que debe bendecir desde lo alto, mientras los periodistas católicos con espíritu de humildad y perseverancia y sometidos siempre á la autoridad de los Prelados, trabajan «por la mayor gloria de Dios», como decía el Santo Patrón del gran solar vasco y del distrito que tengo la honra inmerecida de representar.

    El Sr. Senante fue ovacionado al terminar muchos de los párrafos de su discurso, y al salir á la calle fue recibido con grandes aplausos y aclamaciones por la multitud estacionada en los alrededores.


    (1) Advertencia importante. Estas notas del discurso de nuestro director están tomadas al óido, y por ello no podemos responder de su rigurosa exactitud.
    Donoso, Kontrapoder, Smetana y 1 otros dieron el Víctor.

  2. #2
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    Re: Discursos Tradicionalistas de antaño

    Buena idea de hilo, hay muchos buenos discursos que se pueden recuperar.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  3. #3
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    Re: Discursos Tradicionalistas de antaño

    Pues bien, señores, diputados, y lo digo con toda sinceridad, dirigiéndome a todos vosotros, que, por ser españoles, seguramente tenéis en el fondo de vuestra alma aquel culto hidalgo que siempre se ha rendido en esta tierra a la lealtad y a la consecuencia; podréis decir de nosotros todo lo que queráis, podréis decir que los que a esta Comunión pertenecemos somos absolutistas, somos la rémora del progreso, de la civilización y de la cultura, y todas las vulgaridades inventadas para motejarnos; pero hay una cosa que no se atreverá a decir nadie, y es que alguno de nosotros haya faltado a la lealtad y a la consecuencia jamás.

    Y cuando aquí se discute todo, cuando aquí se discute la consecuencia de un ministro y la consecuencia de un ministerio, y cuando a propósito de este punto se habla de la sustancialidad y accidentalidad de las formas de Gobierno, no hay nadie tan osado que se atreva a lanzar la nota de inconsecuencia a esta Comunión carlista.

    Vosotros, los que desde todos los demás partidos entráis en la vida pública, podéis sentir el ardor y los anhelos de la juventud por aquellas ambiciones cuyos impulsos podéis recibir sin posponer ni agraviar ninguna de vuestras convicciones; vosotros, al entrar en la vida pública, no veis que esas creencias van por un lado y por otro distinto vuestras aspiraciones de mejoramiento en todo, hasta en la posición social; vosotros, cuando aparecéis en la vida pública, podéis oír una voz que os dice: "¡Diputado, serás director; director, serás subsecretario; subsecretario, serás ministro; ministro, serás presidente del Consejo!" Pero nosotros no podemos oír nunca esa voz; nosotros vemos que nuestro deber va por un lado y nuestras conveniencias personales por otro; nosotros, cuando entramos en la vida pública, no oímos más que una voz que nos dice: "¡Ay de ti, si en un momento de debilidad o de cobardía, alargas la mano para recoger cualquier credencial o merced del Poder que el éxito, y no nuestros principios, levanta; porque entonces la palabra traición resonará en tus oídos, nuestra maldición caerá sobre tu conciencia y serás expulsado como réprobo!".

    Y cuando nuestra causa adquiere numerosos prosélitos, en estos días sombríos, en que la revolución se cierne sobre el horizonte y todo tiembla y vacila, hasta los altares, entonces, ¿sabéis la recompensa y el galardón que nos espera a los que venimos aquí a combatir? Una voz imperiosa que resuena en nuestra conciencia, nos dice: "Orador, sella tus labios y cede la palabra a los cañones; escritor, arroja la pluma y empuña la espada; labrador, abandona tu arado y acude a las trincheras." Y entonces no tenemos que hacer más que pelear con nuevos ardores; y si nuestra bandera llegara a triunfar, sería muy posible que nuestros adversarios de la víspera se nos adelantasen, que ellos recogieran el premio de la victoria y nosotros tuviéramos que retirarnos a nuestros hogares, serenos y satisfechos de haber hecho un culto de la lealtad y el deber.

    Por eso podréis decir lo que queráis de nosotros, pero nadie se atreverá a calificarnos de Sancho Panzas; de Quijotes, quizá, y no nos importa, porque somos una especie de caballeros andantes de la generosidad y del honor, que vivimos defendiendo a nuestra Dulcinea, a la señora de nuestros pensamientos, en toda clase de torneos y de justas para sacarla ilesa y ponderar siempre su hermosura, sin que nunca el aliciente material, jamás el goce del Poder, nada que pueda considerarse como medro personal, sirva de Norte a nuestros corazones. Por eso, señores diputados, vosotros, que como españoles, tenéis que rendir acatamiento a la rectitud y a la consecuencia, debéis reconocer la verdad que afirma tan admirable y elocuente Aparisi, al decir: "Cuando se pasa delante del partido carlista, hay que descubrirse como cuando se pasa delante de la estatua del honor."

    Juan Vázquez de Mella
    (Discurso en el Congreso, el 5 de diciembre de 1894)

    Del blog "El diván de Sancho Panza"
    Rodrigo dio el Víctor.

  4. #4
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    Re: Discursos Tradicionalistas de antaño

    Acto de Quintillo. Sevilla, 1934

    La señorita Pilar Campo Rey con el banderín del Requeté de Sevilla, en representación de la madrina señora Baronesa de Sangarren, y a su izquierda el general Díez de la Cortina.


    La fiesta deportiva resultó agradabilísima para cuantos tuvieron la dicha de presenciarla. Incansables los requetés por demostrar sus aptitudes y disciplinados en su actuación, causando la admiración de propios y extraños.

    Estaban representados en la fiesta los requetés de Huelva, Cádiz, Jerez, Sanlucar la Mayor, Puerto de Santa María, Orihuela, Murcia, Córdoba, Jaén y el de Madrid, que también envió una nutridísima representación de jóvenes.

    La entrega de la Bandera. Un momento de gran emoción. La presencia del General Díez de la Cortina, es acogida por los requetés con un respetuoso saludo.

    Al llegar cerca de donde evolucionaban los requetés el general del ejército carlista, señor Díez de la Cortina, los requetés hicieron un alto en sus ejercicios deportivos y saludaron, como cumplía su elevada categoría en la Comunión Tradicionalista, al anciano general.
    Seguidamente, el padre Pereda bendijo la bandera que en sus manos mostraba orgullosa la señorita Pilar Campo Rey, madrina en el solemne acto del Requeté sevillano, en representación de la serenísima Baronesa de Sangarren; y mientras tocaba la banda del Requeté el Himno de Oriamendi, admirablemente ejecutado por los jóvenes profesores, dio lectura a unas cuartillas que dicen así:

    “¡Boinas Rojas! Es piadosa costumbre en España la bendición de las banderas de los ejércitos antes de entrar en la batalla, desde que en el siglo xv mandó bendecirlas por primera vez el católico Rey de Castilla don Juan II.
    Si toda bandera es como el retrato de la madre, la bandera bendecida es, además, atributo de la religión.
    Esta que os entrego, en nombre de la ilustrísima señora Baronesa de Sangarren, que imposibilitada de venir, me ha honrado con su representación, lleva el sacrosanto signo de la Redención. Esta es la cruz que Iñigo Arista, el primer Rey católico de la Reconquista, vió refulgente en el cielo antes de un combate con la morisma, y alumbrado con sus resplandores peleó bravamente y triunfó.
    Os entrego, por tanto, un símbolo de la Patria, bendecido por nuestra religión y que lleva en su más excelente lugar el signo augusto de la Cruz.
    Pero mirad como la Cruz no se os presenta sola, sino que está rodeada de las tres flechas que la sostienen y la defienden. Son las flechas anagrama de don Fernando el Católico, y que representan: la primera, la unidad religiosa; la segunda la unidad nacional, y la tercera, la unidad de mando; o sea, la Monarquía , porque en España no se concibe la Cruz como no esté sostenida por el brazo fuerte de los Reyes que supieron poner su poder al servicio de Dios y su corazón al amor de sus súbditos.

    No creais que en España puede sustentarse la Cruz Redentora de Jesucristo sobre las falsedades de las democracias republicanas. Cruz y flechas, que es como decir “Rey para Dios”.
    En el anverso se os presenta el escudo de Sevilla, en el que tan hermosamente se hermanan la religión, representada por nuestros ilustres Prelados San Leandro y San Isidoro, y la monarquía representada por el Rey Santo. Pero también se hermanan estas dos representaciones con la lealtad de Sevilla a su legítimo Rey.
    Veíase el Rey Alfonso X dejado de casi toda España, que se había puesto de parte del hijo rebelado, y sólo en Sevilla encontró los caballeros fieles y esforzados que defendieron sus derechos, que poco después él mandó respetar y acatar.
    Emprended, boinas rojas sevillanos, la campaña de Sevilla leal a los Reyes de España, para bien de la Patria y gloria de Dios; la campaña de la restauración de la Monárquía católica.
    Salga de aquí, guiado por esta enseña, el movimiento restaurador, para que mientras tantos niegan sus juramentos y se acomodan a los poderes tiránicos, el Requeté sevillano perpetúe para Sevilla su gloriosa divisa, y de ella siempre pueda decir el Rey el no me han dejado.”
    Una atronadora ovación subrayó las últimas frases de la exquisita alocución, admirablemente expresada por la señorita de Campo Rey. La banda del Requeté apretó una vez más sus compases con el himno de las boinas rojas.
    Presentación del Banderín a los requetés sevillanos equipados con uniforme de campaña.
    La contestación del Jefe de las fuerzas del Requeté
    El jefe instructor de las fuerzas del requeté, contestó a la alocución de su madrina con el siguiente y respetuoso discurso:
    “Hemos entendido, ilustre madrina de este Requeté, todo el significado de este bendito símbolo que nos habeis entregado, y medimos toda la responsabilidad que sobre nosotros habéis cargado al hacernos depositarios del mismo.
    Sabemos, por tanto, que el acto de recibirlo envuelve toda la fuerza de un sagrado juramento, que prestamos ante Dios, mirando a la Patria y, como caballeros, poniéndolo en las manos de una ilustre madrina, representada aquí dignísimamente por una distinguida señorita, tan fervorosamente tradicionalista.
    Es el juramento de fidelidad al rey, como instrumento adecuado para los designios del sagrado Corazón en España, como el único medio para salvar esa sociedad que se desmorona, como el único sostén eficaz de la Patria más gloriosa del mundo.

    Esta Cruz triunfó en nuestras guerras, porque fueron nuestras guerras, como fué orientada toda nuestra historia, para la Gloria de Dios; y esa Cruz será la que triunfará en España, porque esta Comunión santa de los buenos españoles sólo quiere restaurar la Monarquía para servir a Dios, convencida como está, por la experiencia de un siglo, de que toda la democracia y todo el mecanismo liberal sólo puede sewrvir para lo que es medio: para perder a las almas con sus libertades y poner a los poderes públicos en frente de Dios.
    Queden tranquilas nuestras ilustres madrina y su distinguida representante, que con nuestra gratitud reciben nuestra promesa más firme de que antes morir que servir a instituciones políticas liberales, enemigas de España y de Jesucristo; antes morir, con la honra, con que supieron morir tantos héroes de nuestras guerras. Nos juntamos en estas filas, prontos a acudir a la lucha cuando el momento llegue, para que delante de todos los estandartes leales vaya como el más leal y más fiel, este bendito guión de la victoria.
    Morir no importa si esa Cruz, con los resplandores milagrosos que un Rey español viera en el cielo, alumbre nuestro aliento, que será con el nombre santo de Jesús, el nombre bendito de la Patria española.”
    La entrega

    La magnífica bandera que sobre raso blanco bordaron distinguidas señoritas de Guipúzcoa, fué puesta en manos del abanderado del Requeté sevillano. El momento resultó solemnísimo. Los requetés recibieron con la emoción que el caso requería la preciada enseña.

    Recibido el Banderín por el Requeté, el Jefe Regional del Requeté de Andalucía Occidental, Comandante don Luis Redondo, contesta al discurso de la madrina.

    Momento de entrega del Banderín al Requeté de Sevilla

    Recibido el Banderín por el Requeté, el Jefe Regional del Requeté de Andalucía Occidental, Comandante don Luis Redondo, contesta al discurso de la madrina.

    Quintillo – Blog de la Comunión Tradicionalista Carlista de Andalucia

  5. #5
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    Re: Discursos Tradicionalistas de antaño

    DISCURSOS PRONUNCIADOS EN EL CONGRESO
    durante la legislatura de 1858 á 1859,
    por D. ANTONIO APARISI Y GUIJARRO

    SESION DEL 19 DE FEBRERO

    Rectificacion al Sr. Alonso Martinez.

    »El Sr. APARISI y GUIJARRO: De mil amores contestaria al discurso del Sr. Alonso Martinez; pero ya lo hará, como sabe, el Sr. Olózaga. A mí solo se me consiente rectificar. Diré pues dos palabras.

    »El Sr. Alonso Martinez me ha llamado soñador y utopista... ¡Qué buenos amigos tiene el conde de Lucena! Al atacarme á mí, le ha atacado; al llamarme utopista, llama utopista al Presidente del Ministerio.
    Pero yo soy utopista número segundo. Me temo que el conde de Lucena sienta en alguna cosa ser el segundo.

    »A la prueba. Un dia creyó el de Lucena que podia curar á España con recetas de union-liberal, y se levantó y dijo: «el bando moderado está dividido en cuatro partidos; el progresista en tres; los doy por disueltos y difuntos, y formo un gran partido proclamando la union liberal.» Ahora digo yo: afuera palabras: ¿hay en España quien no quiera pan, justicia y libertad? ¿Por qué no hemos de proclamar pues la union española? Pues qué, todos los españoles ¿no son hijos de una misma tierra, de una madre comun?

    »El conde de Lucena y yo nos asemejamos... en que los dos somos soñadores; pero nos diferenciamos... en que yo sueño cosas grandes, y él soñó una cosa pequeña.

    »Ha dicho el Sr. Alonso Martinez que podia haber y que habia union, y que no existian partidos en tiempo del cardenal Cisneros, porque el cardenal Cisneros «estaba encargado de pensar por todos.»

    »Sres. diputados, ya sabeis que estoy soñando: oigo en este momento una voz... ¿quién llama? Es la del cardenal Cisneros que pide la palabra. ¿Para qué? «El cardenal Cisneros manda al Sr. Alonso Martinez que estudie la historia de España...» ¡Ah, no se enoje S.S.! S.S. es buen abogado y buen orador, y habrá estudiado tambien historia de España; pero esto sería antes de proclamarse la union liberal; mas desde entonces acá la ha olvidado sin duda. ¡Cómo, señores! Es verdad que en tiempo de Isabel la Católica, descollaba entre todos aquel fraile inmortal, en quien todo era grandeza; el que levantaba con una mano la universidad de Alcalá, y abatía con otra á la media luna en Oran; ¿pero era este hombre inmortal «el encargado de pensar por todos los españoles» en el sentido en que ha hablado el Sr. Alonso Martinez?

    »En aquel tiempo, ¿no éramos en armas los mas famosos, en letras los mas esclarecidos, en ciencias los mas adelantados, en libertad los mas libres? ¿No recuerda S.S. las córtes de Castilla?... ¡Y qué diputados aquellos!... ¡Con qué dignos y libres acentos hablaban á los reyes!... ¡Y qué reyes aquellos! ¡Don Fernando y Doña Isabel la Católica! Entonces habia libertad, y confiesa el Sr. Alonso Martinez que habia union: ¿en qué consiste que hoy la union no es posible?... En que hoy, en vez de libertad, tenemos sistema parlamentario.

    Discursos de Aparisi y Guijarro en la biblioteca digital carlista « Comunión Tradicionalista

  6. #6
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    Re: Discursos Tradicionalistas de antaño

    Aun sin ser estríctamente tradicionalista (o legitimista), este célebre discurso pronunciado por Donoso Cortés en las filas del Partido Moderado me parece de gran interés:

    Discurso sobre la dictadura (1849)

    DISCURSO pronunciado POR EL EXCMO. SR. D. JUAN DONOSO CORTÉS,

    marqués de Valdegamas, en la sesión de 4 del corriente, en el Congreso de Diputados.

    SEÑORES : el largo discurso que pronunció ayer el señor Cortina, y á que voy á contestar, considerándole bajo un punto de vista restringido, á pesar de sus largas dimensiones , no fue mas que un epílogo; el epilogo de los errores del partido progresista, los cuales á su vez no son mas que otro epilogo; el epilogo de todos los errores que se han inventado de tres siglos á esta parte, y que traen conturbadas mas ó menos hoy dia todas las sociedades humanas.

    El Sr. Cortina, al comenzar su discurso , manifestó con la buena fe que á S. S. distingue, y que tanto realza su talento, que él mismo algunas veces habia llegado á sospechar si sus principios serian falsos, si sus ideas serían desastrosas al ver que nunca estaban en el poder, y siempre en la oposición. Yo diré á S. S. que por poco que reflexione , su duda se cambiará en certidumbre. Sus ideas no están en el poder, y están en la oposición cabalmente porque son ideas de oposición; señores, son ideas infecundas, ideas estériles, ideas desastrosas, que es necesario combatir hasta que mueran, que es necesario combatir hasta que queden enterradas aquí, en su cementerio natural, bajo de estas bóvedas, al pié de esa tribuna.

    El Sr. Cortina, siguiendo las tradiciones del partido á quien capitanea y representa; siguiendo, digo, las tradiciones de este partido desde la revolución de febrero, ha pronunciado un discurso dividido en tres partes, que yo llamaré inevitables. Primera, un elogio del partido, fundado en una relación de sus méritos pasados. Segunda, el memorial de agravios presentes del partido. Tercera, un programa ó sea una relación de méritos futuros. Señores de la mayoría, yo vengo aquí á defender vuestros principios, pero no esperéis de mi ni un solo elogio : sois los vencedores, y nada sienta en la frente del vencedor como una corona de modestia.
    No esperéis de mí, señores, que hable de vuestros agravios : no tenéis agravios personales que vengar, sino los agravios hechos á la sociedad y al trono por los traidores á su Reina y á su patria. No hablaré de vuestra relación de méritos ¿Para qué fin hablaría de ellos? ¿Para que la nación los sepa? La nación se los sabe de memoria.
    El Sr. Cortina, señores, dividió su discurso en dos cuestiones, que desde luego se presentan al alcance de todos los señores diputados. S. S. trató de la política exterior, de la política interior del Gobierno, y llamó política exterior importante para España la política ó los acontecimientos ocurridos en París, en Londres y en Roma. Yo tocaré también esas cuestiones.
    Después descendió S. S. á la política interior, y la política interior, tal como la ha tratado el Sr. Cortina, se divide en dos partes : una, cuestión de principios, y otra, cuestión de hechos: una, cuestión de sistema, y otra, cuestion de conducta. A la cuestión de hechos , á la cuestión de conducta, ya ha contestado el Ministerio, que esa quien correspondía contestar, que es quien tiene los datos para ello, por el órgano de los señores ministros de Estado y Gobernación, que han desempeñado este encargo con la elocuencia que acostumbran. Me queda para mi casi intacta la cuestión de principios : esta cuestión solamente abordaré; pero la abordaré, si el Congreso me lo permite , de lleno.
    Señores: ¿cuál es el principio del Sr. Cortina? El principio de S. S., bien analizado su discurso, es el siguiente en la política interior : la legalidad, todo por la legalidad, todo para la legalidad, la legalidad siempre, la legalidad en todas circunstancias ,' la legalidad en todas ocasiones : y yo, señores, que creo que las leyes se han hecho para las sociedades, y no las sociedades para las leyes, digo : la sociedad, todo para la sociedad, todo por la sociedad, la sociedad siempre, la sociedad en todas circunstancias, la sociedad en todas ocasiones.
    Cuando la legalidad basta para salvar á la sociedad, la legalidad; cuando no basta, la dictadura. Señores, esta palabra tremenda, que tremenda es, aunque no tanto como la palabra revolución, que es la mas tremenda de todas; digo que esta palabra tremenda ha sido pronunciada aquí por un hombre que todos conocen : no ha sido hecho por cierto de la madera de los dictadores. Yo he nacido para comprenderlos, no he nacido para imitarlos. Dos cosas me son imposibles : condenar la dictadura y ejercerla. Por eso lo declaro aquí alta, noble y francamente. Estoy incapacitado de gobernar : no puedo aceptar el gobierno en conciencia : yo no podría aceptarle sin poner la mitad de mí mismo en guerra con la otra mitad, sin poner en guerra mi instinto contra mi razón, sin poner en guerra mi razón contra mi instinto.
    Por esto, señores, y yo apelo al testimonio de todos los que me conocen, ninguno puede levantarse ni aquí ni fuera de aquí, que haya tropezado conmigo en el camino de la ambición, tan lleno de gentes; ninguno. Pero todos me encontrarán, todos me han encontrado en el camino modesto de los buenos ciudadanos. Solo así, señores, cuando mis dias estén contados, cuando baje al sepulcro, bajaré sin el remordimiento de haber dejado sin defensa á la sociedad bárbaramente atacada, y al mismo tiempo sin el amarguísimo, y para mí insoportable dolor, de haber hecho mal á un hombre.
    Digo, señores, que la dictadura en ciertas circunstancias, en circunstancias dadas, en circunstancias como las presentes, es un gobierno legítimo, es un gobierno bueno, es un gobierno provechoso como cualquier otro gobierno, es un gobierno racional, que puede defenderse en la teoría, como puede defenderse en la práctica. Y si no, señores, ved lo que es la vida social. La vida social, señores, como la vida humana, se compone de la acción y de la reacción, del flujo y reflujo de ciertas fuerzas invasoras y de ciertas fuerzas resistentes.

    Esta es la vida social, así como esta es también la vida humana. Pues bien: las fuerzas invasoras, llamadas enfermedades en el cuerpo humano, y de otra manera en el cuerpo social, pero siendo esencialmente la misma cosa, tienen dos estados : hay uno en que están derramadas por toda la sociedad, en el que estas fuerzas invasoras están reconcentradas solo en individuos : hay otro estado agudísimo de enfermedad, en que se reconcentran mas, y están representadas por asociaciones políticas. Pues bien : yo digo que no existiendo las fuerzas resistentes, lo mismo en el cuerpo humano que en el cuerpo social, sino para rechazar las fuerzas invasoras, tienen que proporcionarse necesariamente á su estado. Cuando las fuerzas invasoras están derramadas, las resistentes lo están también; lo están por el Gobierno, por las autoridades y por los tribunales, y en una palabra, por todo el cuerpo social; pero cuando las fuerzas invasoras se reconcentran en asociaciones políticas , entonces necesariamente, sin que nadie lo pueda impedir, sin que nadie tenga derecho á impedirlo , las fuerzas resistentes por sí mismas se reconcentran en una mano. Esta es la teoría clara, luminosa, indestructible de la dictadura.
    Y esta teoría, señores , que es una verdad en el orden racional, es un hecho constante en el orden histórico. Citadme una sociedad que no haya tenido la dictadura, citádmela. Ved, sino, qué pasaba en la democrática Atenas, lo que pasaba en la aristocrática Roma, En Atenas, ese poder omnipotente estaba en las manos del pueblo, y se llamaba ostracismo ; en Roma, ese poder omnipotente estaba en manos del Senado, que le delegaba en un barón consular, y se llamaba como entre nosotros dictadura. Ved las sociedades modernas, señores; ved la Francia en todas sus vicisitudes. No hablaré de la primera república, que fue una dictadura gigantesca sin fin, llena de sangre y de horrores. Hablo de época posterior. En la Carta de la Restauración la dictadura se había refugiado ó buscado un asilo en el artículo 14 : en la Carta de i 830 se encontró en el preámbulo; ¿ y en la república actual ? De esta no digamos nada. ¿Qué es sino la dictadura con el mote de República?

    Aquí se ha citado, y en mala hora, por el Sr. Galvez Cañero la Constitución inglesa. Señores, la Constitución inglesa cabalmente es la única en el mundo, tan sabios son los ingleses, en que la dictadura no es de derecho excepcional sino de derecho común, y la cosa es clara. El Parlamento tiene en todas ocasiones, en todas épocas, cuando quiere, pues no tiene mas límite que el de todos los poderes humanos, la prudencia, este poder.

    Tiene todas las facultades, y estas constituyen el poder dictatorial, de hacer todo lo que no sea hacer de una mujer un hombre, ó de un hombre una mujer, como dicen sus jurisconsultos. Tiene facultades para suspender el habeas corpus, para proscribir por medio de un bill d'attaner: puede cambiar de constitución, puede variar hasta de dinastía, y no solo de dinastía, sino hasta de religión, y oprimir las conciencias; en una palabra, lo puede todo. ¿Quién ha visto, señores, una dictadura mas monstruosa?

    He probado que la dictadura es una verdad en el orden teórico, que es un hecho en el orden histórico. Pues ahora voy á decir mas : la dictadura es otro hecho en el orden divino. Señores, Dios ha dejado hasta cierto punto á los hombres el gobierno de las sociedades humanas, y se ha reservado para sí exclusivamente el gobierno del universo. El universo está gobernado por Dios, si pudiera decirse así; y si en cosas tan altas pudieran aplicarse las expresiones del lenguaje parlamentario, diría que Dios gobierna el mundo constitucionalmente. Y, señores, la cosa me parece de la mayor claridad, y sobre todo de la mayor evidencia. Está gobernado por ciertas leyes precisas, indispensables, á que se llama causas secundarias. ¿Qué son estas leyes sino leyes análogas á las que se llaman fundamentales respecto de las sociedades humanas?

    Pues bien, señores, si con respecto al mundo físico Dios es el legislador, como respecto á las sociedades humanas lo son los legisladores, ¿ gobierna Dios siempre con esas mismas leyes que él á sí mismo se impuso en su eterna sabiduría, y á las que nos sujetó á todos? No, señores, pues algunas veces, directa, clara y explícitamente manifiesta su voluntad soberana, quebrantando esas mismas leyes que él mismo se impuso, y torciendo el curso natural de las cosas. Y bien , señores, cuando obra así, ¿no podría decirse, si el lenguaje humano pudiera aplicarse á las cosas divinas, que obra dictatorialmente?

    Esto prueba, señores, cuan grande es el delirio de un partido que cree poder gobernar con menos medios que Dios, quitándose á sí propio el medio, algunas veces necesario , de la dictadura. Señores, siendo esto así, la cuestión, reducida á sus verdaderos términos, no consiste ya en averiguar si la dictadura es sostenible, si en ciertas circunstancias es buena : la cuestión consiste en averiguar si han llegado ó pasado por España estas circunstancias. Este es el punto mas importante, y es al que voy á contraerme exclusivamente ahora. Para esto tendré que echar una ojeada, y en esto no haré mas que seguir las pisadas de todos los oradores que me han precedido; una ojeada por Europa y otra ojeada por España.

    Señores, la revolución de febrero vino como viene la muerte, de improviso. Dios, señores, habia condenado á la monarquía francesa. En vano esta institución se había trasformado hondamente para acomodarse á las circunstancias y á los tiempos ; ni aun esto la valió : su condenación fue inapelable, y su pérdida infalible. La monarquía de derecho divino concluyó con Luis XVI en un cadalso : la monarquía de la gloria concluyó con Napoleón en una isla : la monarquía hereditaria concluyó con Carlos X en el destierro ; y con Luis Felipe ha concluido la última de todas las monarquias posibles, la monarquía de la prudencia. ¡Triste y lamentable espectáculo, señores, el de una institución venerabilísima, antiquísima, gloriosísima, á quien de nada vale, ni el derecho divino, ni la legitimidad, ni la prudencia ni la gloria!
    Señores, cuando vino á España la grande nueva de esa grande revolución, todos nos quedamos consternados y atónitos. Nada era comparable á nuestro asombro y á nuestra consternación, sino la consternación y el asombro de la monarquía vencida. Digo mas: había un asombro mayor, una consternación mas grande que la de la monarquía vencida,y era la de la república vencedora. Aun ahora mismo : diez meses van pasados ya desde su triunfo ; preguntadla cómo venció; preguntadla por qué venció; preguntadla con qué fuerzas venció, y no sabrá qué responderos. Esto consiste en que la república no venció, la república fue el instrumento de victoria de un poder mas alto.

    Ese poder, señores, cuando esté consumada su obra, así como fue fuerte para destruir la monarquía con un escrúpulo de república, será fuerte también, si necesario fuera y conveniente á sus fines, para derribar la república con un escrúpulo de imperio, ó con un escrúpulo de monarquía. Esta revolución, señores, ha sido objeto de grandes comentarios en sus causas y en sus efectos, en todas las tribunas de Europa, y entre otras en la tribuna española. Yo he admirado aquí y allí la lamentable lijereza con que se trata de las causas hondas de las revoluciones. Señores, aquí, como en otras partes, no se atribuyen las revoluciones sino á los defectos de los gobiernos. Cuando las catástrofes son universales, imprevistas, simultáneas, son siempre cosa providencial; porque, señores, estos y no otros son los caracteres que distinguen las obras de Dios de las obras de los hombres.

    Cuando las revoluciones presentan esos síntomas, estad seguros que vienen del cielo, y que vienen por culpa y para castigo de todos.¿ Queréis, señores, saber la verdad, y toda la verdad concerniente á las causas de la revolución última francesa? Pues la verdad llegó el dia de la gran liquidación de todas las clases de la sociedad con la Providencia, que en ese dia tremendo todas se han encontrado fallidas. En ese dia han venido á liquidación con la Providencia, y repito que todas en esa liquidación se han encontrado fallidas. Digo mas, señores : la república misma, el dia mismo de su victoria se declaró también en quiebra. La república habia dicho de sí, que venia á sentar en el mundo la dominación de la libertad, de la igualdad, de la fraternidad, esos tres dogmas que no vienen de la república, sino que vienen del Calvario. Y bien, señores, ¿qué ha hecho después? En nombre de la libertad ha hecho necesaria, ha proclamado, ha aceptado la dictadura; en nombre de la igualdad, con el título de republicanos de la víspera, de republicanos del dia siguiente, de republicanos de nacimiento, ha inventado no sé qué especie de democracia aristocrática, y no sé qué género de ridículos blasones; en fin, señores, en nombre de la fraternidad ha restaurado la fraternidad pagana, la fraternidad de Eteocles y Polinices; y los hermanos se han devorado unos á otros en las calles de París, en la batalla mas gigantesca que dentro de los muros de una ciudad han presenciado los siglos. A esa república que se llamó de las tres verdades , yo la desmiento; es la república de las tres blasfemias, es la república de las tres mentiras.

    Viniendo ahora á las causas de esta revolución , el partido progresista tiene unas mismas causas para todo. El Sr. Cortina nos dijo ayer que hay revoluciones porque hay ilegalidades, y porque el instinto de los pueblos los levanta uniforme y espontáneamente contra los tiranos. Antes nos habia dicho el Sr. Ordaz Avecilla : ¿Queréis evitar las revoluciones? dad de comer á los hambrientos. Véase, pues, aquí la teoría del partido progresista en toda su extensión: las causas de la revolución son por una parte la miseria, por otra la tirania. Señores, esa teoría es contraría, totalmente contraria á la historia. Yo pido que se rae cite un ejemplo de una revolución hecha y llevada á cabo por pueblos esclavos ó por pueblos hambrientos. Las revoluciones son enfermedades de los pueblos ricos; las revoluciones son enfermedades de los pueblos libres. El mundo antiguo era un mando en que los esclavos componían la mayor parte del género humano; citadme cuál revolución fue hecha por esos esclavos.

    Lo mas que pudieron conseguir fue fomentar algunas guerras civiles; pero, las revoluciones profundas fueron hechas siempre por opulentísimos aristócratas. No, señores ; no está en la esclavitud, no está en la miseria el germen de las revoluciones: el germen de las revoluciones está en los deseos sobreexcitados de la muchedumbre por los tribunos que las explotan y benefician. Y seréis como los ricos : ved ahí la fórmula de las revoluciones socialistas contra las clases medias; y seréis como los nobles : ved ahí la fórmula de las revoluciones de las clases medias contra las clases nobiliarias: y seréis como los reyes; ved ahí la fórmula de las revoluciones de las clases nobiliarias contra los reyes; por último, señores; y seréis á manera de Dioses: ved ahí la fórmula de la primera rebelión del primer hombre contra Dios. Desde Adán, el primer rebelde, hasta Prudhom, el último impío, esa es la fórmula de todas las revoluciones.

    El gobierno español, como era su deber, no quiso que esa fórmula tuviese su aplicación en España; tanto menos lo quiso cuanto la situación interior no era la mas lisonjera ; y era menester prevenirse así contra las eventualidades del interior como contra las eventualidades exteriores. Para no haberlo hecho así, era necesario haber desconocido de todo punto la marcha de una corriente magnética que se desprende de los focos de acción revolucionaria, y que va inficionándolo todo por el mundo.

    La situación interior, en pocas palabras, era esta. La cuestión política no estaba, no ha estado nunca, no está de todo punto resuelta: no se resuelven así tan fácilmente cuestiones políticas en sociedades tan soliventadas por las pasiones. La cuestión dinástica no estaba concluida, porque aunque es verdad que en ella somos nosotros los vencedores , no teníamos la resignación del vencido , que es el complemento de la victoria. La cuestión religiosa estaba en muy mal estado. La cuestión de las bodas, todos lo sabéis, estaba exacerbada. Yo pregunto, señores, supuesto , como he probado ya, que la dictadura sea en circunstancias dadas legítima, en circunstancias dadas provechosa, ¿estábamos ó no estábamos en esas circunstancias? Sino habían llegado, decidme cuáles otras mas graves han aparecido en el mundo. La experiencia vino á demostrar que los cálculos del Gobierno y la previsión de esta Cámara no habían sido infundados. Todos lo sabéis, señores: yo en esto hablaré muy de paso, porque todo lo que es alimentar pasiones, lo detesto; no he nacido para eso; todos sabéis que se proclamó la república á trabucazos por las calles de Madrid; todos sabéis que se ganó parte de la guarnición de Madrid y de Sevilla; todos sabéis que sin la resistencia enérjica, activa del Gobierno, toda España, desde las columnas de Hércules al Pirineo, de un mar á otro mar, hubiera sido un lago de sangre. Y no solo España: ¿sabéis qué males, si hubiera triunfado la revolución, se habrían propagado por el mundo? ¡Ah señores! Cuando se piensa en estas cosas, fuerza es exclamar que el Ministerio que supo resistir y supo vencer, mereció bien de su patria.

    Esta cuestión vino á complicarse con la cuestión inglesa : voy á decir antes de entrar en ella, y desde ahora anuncio que no entraré sino para salir de ella inmediatamente , porque así lo conceptúo conveniente y oportuno ; pero antes de entrar en ella me permitirá el Congreso que exponga algunas ideas generales que me parecen convenientes.

    Señores, yo he creído siempre que la ceguedad es una señal así en los hombres, como en los gobiernos, como en las naciones, de perdición. Yo he creído que Dios comienza por cegar siempre á los que quiere perder; yo he creído que para que no vean el abismo que pone á sus pies, comienza por turbarles la cabeza. Aplicando estas ideas á la política general seguida de algunos años á esta parte por la Inglaterra y por la Francia, señores, lo diré aquí, hace mucho que yo he predicho grandes desventuras y catástrofes : un hecho histórico, un hecho averiguado, un hecho incontrovertible es que el encargo providencial de la Francia es ser el instrumento de la Providencia en la propagación de las ideas nuevas, así políticas como religiosas y sociales. En los tiempos modernos tres grandes ideas han invadido la Europa : la idea católica, la idea filosófica, la idea revolucionaria.

    Pues bien, señores, en esos tres períodos la Francia se ha hecho siempre hombre para propagar esas ideas. Carlo- Magno fué la Francia hecha hombre para propagar la idea católica; Voltaire fue la Francia hecha hombre para propagar la idea filosófica; Napoleón ha sido la Francia hecha hombre para propagar la idea revolucionaria. Del mismo modo creo que el encargo providencial de la Inglaterra es mantener el justo equilibrio moral del mundo, haciendo contraste perpetuo con la Francia. La Francia es lo que el flujo, la Inglaterra lo que el reflujo del mar.

    Suponed por un momento el flujo sin el reflujo; los mares se extenderían por todos los continentes : suponed el reflujo sin el flujo, los mares desaparecerían de la tierra. Suponed la Francia sin la Inglaterra; el mundo no se movería sino en medio de convulsiones, cada día tendría una nueva constitución, cada hora una nueva forma de gobierno. Suponed la Inglaterra sin la Francia : el mundo vegetaría siempre bajo la carta del venerable Juan sin Tierra, que es el tipo permanente de todas las constituciones británicas. ¿Qué significa, pues, señores, la coexistencia de estas dos naciones poderosas? Significa, señores, el progreso limitado por la estabilidad, la estabilidad vivificada por el progreso.

    Pues bien, señores; de algunos años á esta parte, y apelo á la historia contemporánea y á vuestros recuerdos, esas dos grandes naciones han perdido la memoria de sus hechos, han perdido la memoria de su encargo providencial en el mundo. La Francia , en vez de derramar por la tierra ideas nuevas, predicó por todas partes el statu quo: el statu quo en Francia, el statu quo en España, el statu quo en Italia, el statu quo en el Oriente. Y la Inglaterra en vez de predicar la estabilidad, predicó en todas partes las revueltas : en España, en Portugal, en Francia, en Italia y en la Grecia. ¿Y qué resultó de aquí? Lo que había de resultar forzosamente; que las dos naciones, representando un papel que no había sido el suyo nunca, le han representado pésimamente. La Francia quiso convertirse de diablo en predicador: la Inglaterra de predicador en diablo.

    Esta es, señores, la historia contemporánea; pero hablando solamente de la Inglaterra, porque es de la que me propongo hablar muy brevemente, diré que yo pido al cielo, señores, que no vengan sobre ella, como han venido sobre la Francia, las catástrofes que ha merecido por sus errores; porque nada es comparable al error de la Inglaterra de apoyar en todas partes los partidos revolucionarios. ¡Desgraciada! ¿No sabe que el dia del peligro esos partidos con mas instinto que ella la habrán de volver las espaldas? ¿No ha sucedido esto ya? Y ha debido suceder, señores, porque todos los revolucionarios del mundo saben que cuando las revoluciones van de veras, que cuando las nubes se agrupan , que cuando los horizontes se oscurecen, que cuando las olas suben á lo alto, el navio de la revolución no tiene mas piloto que la Francia.

    Señores, esta fue la política seguida por la Inglaterra, ó por mejor decir, por su gobierno y sus agentes durante la última época. Yo he dicho, y repito, que no quiero tratar esta cuestión; me mueven á ello grandes consideraciones. Primera : la consideración del bien público, porque debo declarar aquí solemnemente que yo quiero la alianza mas íntima, la unión mas completa entre la nación española y la nación inglesa, á quien admiro y respeto como la nación quizá mas libre, mas fuerte y mas digna de serlo en la tierra. No quisiera, pues, con mis palabras exacerbar esta cuestión, y no quisiera tampoco perjudicar ó embarazar ulteriores declaraciones. Hay otra consideración que me mueve á no hablar mas de este asunto. Para hablar de él tendría que hacerlo de un hombre de quien fui amigo, mas amigo que el señor Cortina; pero yo no puedo ayudarle hasta el punto que el Sr. Cortina le ayudaba; la honra no me permite mas ayuda que el silencio.

    El Sr. Cortina al tratar esta cuestión, permitame que se lo diga con franqueza, tuvo una especie de vahído, y se le olvidó quién era, dónde estaba y quiénes somos. S. S. creyó que era un abogado, y no era un abogado, que era un orador del Parlamento. S. S. creyó que hablaba ante jueces, y hablaba ante diputados. S. S. creyó que hablaba en un tribunal, y hablaba en una asamblea deliberante; creyó que hablaba de un pleito, y hablaba de un asunto político, grande, nacional, que si pleito era, era pleito entre dos naciones. Ahora bien, señores; ¿ debe doler profundamente al Sr. Cortina haber sido el abogado de la parte contraria á la nación española? ¡Y qué, señores! ¿es eso patriotismo por ventura?¿Es eso ser patriota? ¡Ah! no. ¿Sabéis lo que es ser patriota? Ser patriota, señores, es amar, es aborrecer, es sentir como ama, como aborrece nuestra patria.

    Dije, señores, que pasaría muy de lijero por esta cuestión , y ya he pasado.
    El Sr. SECRETARIO Lafuente Alcántara : Pasadas las horas de reglamento, se pregunta al Congreso si se prorroga la sesión. (Muchas voces : Sí, sí.) Se acordó afirmativamente.
    El Sr. marques de VALDEGAMAS : Pero, señores, ni las circunstancias interiores que eran tan graves, ni las circunstancias exteriores que eran tan complicadas y peligrosas, son bastantes para disminuir la oposición en los señores que se sientan en aquellos bancos. ¡Y la libertad! nos dicen. ¡Pues qué! la libertad, ¿no es sobre todo? Y la libertad, á lo menos la individual, ¿no ha sido sacrificada? ¡La libertad, señores! ¿Saben el principio que proclaman y el nombre que pronuncian los que pronuncian esa palabra sagrada? ¿ Saben los tiempos en que viven? ¿No ha llegado hasta nosotros, señores, el ruido de las últimas catástrofes? ¡Qué! ¿no saben á esta hora que la libertad acabó? Pues qué, ¿no han asistido como he asistido yo con los ojos de mi espíritu á su dolorosa pasion? Pues qué, señores, ¿no la habéis visto vejada, escarnecida , herida alevemente por todos los demagogos del mundo ? ¿ No la habéis visto llevar su angustia por las montañas de la Suiza, por las orillas del Sena, por las riberas del Rhin y del Danubio, por la» márgenes del Tíber? ¿No la habéis visto subir al Quirinal, que ha sido su calvario ?

    Señores, tremenda es la palabra; pero no debemos retraernos de pronunciar palabras tremendas si dicen la verdad, y yo estoy resuelto á decirla. ¡ La libertad acabó! No rematará, señores, ni al tercer dia, ni al tercer año, ni al tercer siglo quizá. ¿ Os gusta, señores, la tiranía que sufrimos? De poco os asustáis; veréis cosas mayores. Y aquí os ruego, señores, que guardéis en vuestra memoria mis palabras, porque lo que voy á decir, los sucesos que voy á anunciar en un porvenir mas próximo ó mas lejano, pero muy lejano nunca, se han de cumplir á la letra.

    El fundamento, señores, de todos vuestros errores (dirigiéndose á los bancos de la izquierda) consiste en no saber cuál es la dirección de la civilización y del mundo. Vosotros creéis que la civilización y el mundo van, cuando la civilización y el mundo vuelven. El mundo, señores, camina con pasos rapidísimos á la constitución de un despotismo el mas gigantesco y asolador de que hay memoria en los hombres. A esto camina la civilización, y á esto camina el mundo. Para anunciar estas cosas no necesito ser profeta. Me basta considerar la combinación pavorosa de los acontecimientos humanos desde su único punto de vista verdadero, desde las alturas católicas.

    Señores, no hay mas que dos represiones posibles, una interior y otra exterior; la religiosa y la política. Estas son de tal naturaleza, que cuando el termómetro religioso está subido, el termómetro de la represión política está bajo; y cuando el termómetro religioso está bajo, el termómetro político, la represión política, la tiranía está alta. Esta es una ley de la humanidad, una ley de la historia. Y si no, señores , ved lo que era el mundo, ved lo que era la sociedad que cae al otro lado de la Cruz, decid lo que era cuando no había represión interior, cuando no había represión religiosa. Entonces aquella era una sociedad de tiranías y de esclavos. Citadme un solo pueblo donde no haya esclavos y donde no haya tiranía. Este es un hecho incontrovertible, este es un hecho incontrovertido, este es un hecho evidente. La libertad, la libertad verdadera, la libertad de todos y para todos no vino al mundo sino con el Salvador del mundo. Este también es un hecho incontrovertido , es un hecho confesado hasta por los mismos socialistas que lo confiesan. Los socialistas llaman á Jesús un hombre divino, y los socialistas hacen mas, se llaman sus continuadores. ¡Sus continuadores, Santo Dios! ¿Ellos, los hombres de sangre y de venganzas, continuadores del que no vivió sino para hacer bien; del que no abrió la boca sino para bendecir; del que no hizo prodigios sino para librar á los pecadores del pecado, á los muertos de la muerte; el que en el espacio de tres años hizo la revolución mas grande que han presenciado los siglos, y la llevó á cabo sin haber derramado mas sangre que la suya?

    Señores, os ruego me prestéis atención; voy á poneros en presencia del paralelismo mas maravilloso que ofrece la historia. Vosotros habéis visto que en el mundo antiguo, cuando la represión religiosa no podia bajar mas porque no existia ninguna, la represión política subió hasta no poder mas, porque subió hasta la tiranía. Pues bien, con Jesucristo , donde nace la represión religiosa, desaparece completamente la represión política. Es esto tan cierto, que habiendo fundado Jesucristo una sociedad con sus discípulos, fue aquella la única sociedad que ha existido sin gobierno. Entre Jesús y sus discípulos no habia mas gobierno que el amor del Maestro á los discípulos y el amor de los discípulos al Maestro. Es decir, que cuando la represión era completa, la libertad era absoluta.

    Sigamos el paralelismo. Llegan los tiempos apostólicos, que los estenderé, porque así conviene ahora á mi propósito, desde los tiempos apostólicos propiamente dichos, hasta la subida del cristianismo al Capitolio en tiempo de Constantino el Grande. En este tiempo, señores, la religión cristiana, es decir la represión religiosa interior, estaba en todo su apogeo; pero aunque estaba en todo su apogeo, sucedió lo que sucede en todas las sociedades compuestas de hombres, que comenzó á desarrollarse un germen, nada mas que un germen de licencia y de libertad religiosa. Pues bien, señores, observad el paralelismo : á este principio de descenso en el termómetro religioso corresponde un principio de subida en el termómetro politico. No hay todavía gobierno, no es necesario el gobierno , pero es necesario ya un germen de gobierno. Así en la sociedad cristiana entonces no habia de hecho verdaderos magistrados, sino jueces arbitros y amigables componedores, que son el embrión del gobierno. Realmente no habia mas que eso; los cristianos de los tiempos apostólicos no tuvieron pleitos, no iban á los tribunales, decidían sus contiendas por medio de arbitros. Obsérvese, señores, cómo con la corrupción va creciendo el gobierno.

    Llegan los tiempos feudales, y en estos la religión se encuentra todavía en su apogeo, pero hasta cierto punto viciada por las pasiones humanas. ¿Qué es lo que sucede, señores, en este tiempo en el mundo político? Que ya es necesario un gobierno real y efectivo, pero que basta el mas débil de todos, y así se establece la monarquía feudal, la mas débil de las monarquías.

    Seguid observando el paralelismo. Llega, señores, el siglo XVI. En este siglo, con la gran reforma luterana, con ese grande escándalo político y social, tanto como religioso, con ese acto de emancipación intelectual y moral de los pueblos, coinciden las siguientes instituciones. En primer lugar, en el instante, las monarquías, de feudales, se hacen absolutas.Vosotros creeréis, señores, que mas que absoluta no puede ser una monarquía : un gobierno, ¿qué puede ser mas que absoluto? Pero era necesario, señores, que el termómetro de la represión política subiera mas, porque el termómetro religioso seguía bajando; y con efecto subió mas. ¿Y qué nueva institución se creó? La de los ejércitos permanentes. ¿Y sabéis, señores, lo que son ejércitos permanentes? Para saberlo, basta saber lo que es un soldado : un soldado es un esclavo con uniforme. Así, pues, veis que en el momento en que la represión religiosa baja, la represión política sube al absolutismo, y pasa mas allá. No bastaba á los gobiernos ser absolutos; pidieron y obtuvieron el privilegio de ser absolutos y tener un millón de brazos.

    A pesar de esto, señores, era necesario que el termómetro político subiera mas, porque el termómetro religioso seguia bajando; y subió mas. ¿Qué nueva institución, señores, se creó entonces? Los gobiernos dijeron : tenemos un millón de brazos y no nos bastan; necesitamos mas, necesitamos un millón de ojos; y tuvieron la policía, y con la policía un millón de ojos. A pesar de esto, señores , todavía el termómetro político y la represión política debían subir, porque á pesar de todo, el termómetro religioso seguia bajando; y subieron.

    A los gobiernos, señores, no les bastó tener un millón de brazos; no les bastó tener un millón de ojos; quisieron tener un millón de oídos, y los tuvieron con la centralización administrativa, por la cual vienen á parar al gobierno todas las reclamaciones y todas las quejas.

    Y bien, señores; no bastaba esto, porque el termómetro religioso siguió bajando, y era necesario que el termómetro político subiera mas. ¡Señores, hasta dónde! Pues subió mas.

    Los gobiernos dijeron : no me bastan para reprimir, un millón de brazos; no me bastan para reprimir, un millón de ojos; no me bastan para reprimir, un millón de oídos; necesitamos mas : necesitamos tener el privilegio de hallarnos á un mismo tiempo en todas partes. Y lo tuvieron; y se inventó el telégrafo.


    Señores, tal era el estado de la Europa y del mundo cuando el primer estallido de la última revolución vino á anunciarnos, á anunciarnos á todos, que no habia bastante despotismo en el mundo; porque el termómetro religioso estaba por bajo de cero. Ahora bien, señores, una de dos...
    Yo he prometido, y cumpliré mi palabra, hablar hoy con toda franqueza.

    Pues bien, una de dos : ó la reacción religiosa viene ó no : si hay reacción religiosa, ya veréis, señores, como subiendo el termómetro religioso comienza á bajar natural, espontáneamente, sin esfuerzo ninguno de los pueblos, ni de los gobiernos, ni de los hombres, el termómetro político, hasta señalar el dia templado de la libertad de los pueblos : pero si por el contrario, señores, y esto es grave (no hay la costumbre de llamar la atención de las asambleas deliberantes sobre las cuestiones hacia donde yo la he llamado hoy; pero la gravedad de los acontecimientos del mundo me dispensa, y yo creo que vuestra benevolencia sabrá también dispensarme); pues bien, señores, yo digo que si el termómetro religioso continúa bajando, no sé adonde hemos de parar. Yo, señores, no lo sé, y tiemblo cuando lo pienso. Contemplad las analogías que he puesto á vuestros ojos; y si cuando la represión religiosa estaba en su apogeo no era necesario ni gobierno ninguno siquiera, cuando la represión religiosa no exista, no habrá bastante con ningún género de gobierno, todos los despotismos serán pocos.

    Señores, esto es poner el dedo en la llaga, esta es la cuestión de España, la cuestión de Europa, la cuestión de la humanidad, la cuestión del mundo.

    Considerad una cosa, señores. En el mundo antiguo la tiranía fue feroz y asoladora, y sin embargo esa tiranía estaba limitada físicamente, porque todos los Estados eran pequeños, y porque las relaciones internacionales eran imposibles de todo punto; por consiguiente en la antigüedad no pudo haber tiranías en grande escala, sino una sola, la de Roma. Pero ahora, señores, ¡cuan mudadas están las cosas! Señores, las vias están preparadas para un tirano gigantesco, colosal, universal, inmenso; todo está preparado para ello : señores, miradlo bien; ya no hay resistencias ni físicas ni morales : no hay resistencias físicas, porque con los barcos de vapor y los caminos de hierro no hay fronteras; no hay resistencias físicas, porque con el telégrafo eléctrico no hay distancias; y no hay resistencias morales, porque todos los ánimos están divididos y todos los patriotismos están muertos. Decidme, pues, si tengo ó no razón cuando me preocupo por el porvenir próximo del mundo : decidme si al tratar de esta cuestión no trato de la cuestión verdadera.

    Una sola cosa puede evitar la catástrofe, una y nada mas : eso no se evita con dar mas libertad, mas garantías, nuevas constituciones; eso se evita procurando todos,hasta donde nuestras fuerzas alcancen, provocar una reacción saludable, religiosa. Ahora bien, señores : ¿es posible esta reacción? Posible lo es : pero ¿es probable ? Señores, aquí hablo con la mas profunda tristeza : no la creo probable. Yo he visto, señores, y conocido á muchos individuos que salieron de la fe y han vuelto á ella: por desgracia, señores, no he visto jamas á ningún pueblo que haya vuelto á la fe después de haberla perdido.

    Si aun me quedara alguna esperanza , la hubieran disipado, señores, los últimos sucesos de Roma : y aquí voy á decir dos palabras sobre esta cuestión, tratada también por el Sr. Cortina.

    Señores, los sucesos de Roma no tienen un nombre : ¿cómo los llamaríais, señores? ¿Los llamaríais deplorables? Deplorables, todos los que he citado lo son; esos son mucho mas. ¿Los llamaríais horribles? Señores, esos acontecimientos son sobre todo horror.

    Habia en Roma, ya no le hay, sobre el trono mas eminente el varón mas justo, el varón mas evangélico de la tierra. ¿Qué ha hecho Roma de ese varón evangélico, de ese varón justo?¿Qué ha hecho esa ciudad en donde han imperado los héroes, los Césares y los pontífices? Ha trocado el trono de los pontífices por el trono de los demagogos. Rebelde á Dios, ha caído bajo la idolatría del puñal. Eso ha hecho. El puñal, señores, el puñal demagógico, el puñal sangriento, ese es el ídolo de Roma. Ese es el ídolo que ha derribado á Pió IX. Ese es el ídolo que pasean por las calles tropas de caribes. ¿Dije caribes? dije mal, que los caribes son feroces, pero los caribes no son ingratos.

    Señores, me he propuesto hablar con toda franqueza, y hablaré. Digo que es necesario que el rey de Roma vuelva á Roma, ó que no quede en Roma, aunque pese al Sr. Cortina, piedra sobre piedra.

    El mundo católico no puede consentir, y no consentirá en la destrucción virtual del cristianismo por una ciudad sola entregada al frenesí de la locura. La Europa civilizada no puede consentir, y no consentirá que se desplome, señores, la cúpula del edificio de la civilización europea. El mundo, señores, no puede consentir, y no consentirá que en Roma, esa ciudad insensata, se verifique el advenimiento al trono de una nueva y extraña dinastía, la dinastía del crimen. Y no se diga, señores, como dice el Sr. Cortina, como dicen en periódicos y discursos los señores que se sientan en aquellos bancos, que hay dos cuestiones allí, una temporal y otra espiritual, y que la cuestión ha sido entre el rey temporal y su pueblo. Que el pontífice ha sido respetado, que el pontífice existe todavía. Dos palabras sobre esta cuestión, dos palabras, señores, lo explicarán todo.

    Sin duda ninguna el poder espiritual es lo principal en el Papa, el temporal es accesorio; pero ese accesorio es necesario : el mundo católico tiene el derecho de exigir que el oráculo infalible de sus dogmas sea libre é independiente : el mundo católico no puede tener una ciencia cierta, como se necesita, de que es independiente y libre, sino cuando es soberano, porque solo el soberano no depende de nadie. Por consiguiente, señores, la cuestión de soberanía, que es una cuestión política en todas partes, es en Roma ademas una cuestión religiosa; el pueblo que puede ser soberano en todas partes, no puede serlo en Roma; asambleas constituyentes que pueden existir en todas partes, no pueden existir en Roma; en Roma no puede haber mas poder constituyente que el poder constituido. Roma, señores, los Estados pontificios, no pertenecen al Estado de Roma, no pertenecen al papa; los Estados pontificios pertenecen al mundo católico; el mundo católico se los ha reconocido al papa para que fuera libre é independiente, y el papa mismo no puede despojarse de esa soberanía, de esa independencia.

    Señores, voy á concluir, porque el Congreso está muy cansado y yo lo estoy también. (Varios señores : No, no.) Señores, francamente tengo que declarar aquí, que no puedo extenderme mas porque tengo la boca mala, y ha sido un prodigio que yo pueda hablar, pero lo principal que tenia que decir lo he dicho ya.

    Después de haber tratado las tres cuestiones exteriores que trató el Sr. Cortina, vuelvo, para concluir, á la interior. Señores , desde el principio del mundo hasta ahora ha sido una cosa discutable si convenía mas el sistema de la resistencia ó el sistema de las concesiones, para evitar las revoluciones y los trastornos; pero afortunadamente, señores, esa que ha sido una cuestión desde el primer año de la creación hasta el año 48, en el año de gracia de 48 ya no es cuestión de ninguna especie, porque es cosa resuelta : yo, señores, si me lo permitiera el mal que padezco en la boca, haria aquí una reseña de todos los acontecimientos desde febrero hasta ahora, que prueban estas aserciones; pero me contentaré con recordar dos : el de la Francia, señores : allí la monarquía, que no cedió, fue vencida por la república que apenas tenia fuerza para moverse; y la república que apenas tenia fuerza para moverse, porque resistió, venció al socialismo.

    En Roma, que es otro ejemplo que quiero citar, ¿qué ha sucedido? ¿No estaba allí vuestro modelo? Decidme : si vosotros fuerais pintores y quisierais pintar el modelo de un rey, ¿encontraríais otro modelo que no fuera su original Pió IX? Señores, Pió IX quiso ser, como su divino Maestro, magnífico y dadivoso : halló proscriptos en su país, y les tendió la mano y los devolvió á su patria : había reformistas, señores, y les dio reformas : habia liberales, señores, y los hizo libres : cada palabra suya, señores, fue un beneficio : y ahora, señores, decidme, ¿ sus beneficios no igualan, si no exceden, á sus ignominias? Y en vista de esto, señores, ¿el sistema de las concesiones no es una cosa resuelta?

    Señores, si aquí se tratara de elegir, de escoger entre la libertad por un lado y la dictadura por otro, aquí no habría disenso ninguno; porque ¿quién , pudiendo abrazarse con la libertad, se hinca de rodillas ante la dictadura? Pero no es esta la cuestión. La libertad no existe de hecho en Europa; los gobiernos constitucionales que la representaban años atrás, no son ya en casi todas partes, señores, sino una armazón de un esqueleto sin vida. Recordad una cosa, recordad á Roma imperial. En la Roma imperial existen todas las instituciones republicanas, existen los omnipotentes dictadores, existen los inviolables tribunos, existen las familias senatorias, existen los eminentes cónsules; todo esto, señores, existe; no falta mas que una cosa, y no sobra mas que otra cosa : sobra un hombre, y falta la república.


    Pues esos son, señores, en casi toda Europa los gobiernos constitucionales; sin pensarlo, sin saberlo el señor Cortina, nos lo demostró el otro dia. ¿No nos decia V. S. que prefiere, y con razón, lo que dice la historia á lo que dicen las teorías? A la historia apelo. ¿Qué son, señor Cortina, esos gobiernos con sus mayorías legítimas, vencidas siempre por las minorías turbulentas, con sus ministros responsables que de nada responden, con sus reyes inviolables siempre violados? Así, señores, la cuestión , como he dicho antes, no está entre la libertad y la dictadura; si estuviera entre la libertad y la dictadura, yo votaría por la libertad, como todos los que nos sentamos aquí. Pero la cuestión es esta, y concluyo : se trata de escoger entre la dictadura de la insurrección y la dictadura del Gobierno ; puesto en este caso yo escojo la dictadura del Gobierno, como menos pesada y menos afrentosa : se trata de escoger entre la dictadura que viene de abajo y la dictadura que viene de arriba; yo escojo lo que viene de arriba, porque viene de regiones mas limpias y serenas: se trata de escoger, por último, entre la dictadura del puñal y la dictadura del sable; yo escojo la dictadura del sable, porque es mas noble. Señores, al votar nos dividiremos en esta cuestión, y dividiéndonos seremos consecuentes con nosotros mismos. Vosotros, señores, votaréis, como siempre, lo mas popular; nosotros, señores, como siempre, votaremos lo mas saludable.

    http://es.wikisource.org/wiki/Discur...e_la_dictadura
    Última edición por Rodrigo; 26/12/2012 a las 03:14
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    Re: Discursos Tradicionalistas de antaño

    Revista Bascongada.
    12 DE ABRIL DE 1869

    Nadie lo esperaba, pero todo estaba preparado; el rompimiento de la unidad católica, el desprecio á la tradición; el desdén á nuestras glorias; el exceso de libertad contra la libertad de la Iglesia; la democracia contra la teocracia; los oradores de la revolución contra los oradores de la intolerancia religiosa. El choque iba á ser terrible, la explosión espantosa; sus resultados ruinosos para el católico pueblo español. España entera iba á presenciar un espectáculo grandioso: imponente, elocuentísimo; se plantea en las famosas cortes constituyentes la magna cuestión religiosa, la vital cuestión, el importantísimo debate; todo llegó; como torrente que rompe el escollo para continuar su rápida carrera, como el sol que rasga la nube que le empaña; en el campo progresista estaban oradores tan elocuentes como Ríos Rosas, Echegaray, Martos, Montero Ríos, Becerra, Mata y Castelar; en el campo católico varones tan eminentes como Monescillo, Cuesta y Manterola.

    En uno y otro lado se esgrimieron con habilidad pasmosa las más relucientes armas de la elocuencia parlamentaria; en los dos campos brillaban hombres de sabiduría indiscutible; en los dos bandos se peleaba con fe y entusiasmo inquebrantables; pero llamaba extraordinariamente la atención de la cámara, la conmovía con su asombrosa elocuencia uno de los defensores de la unidad católica: el sapientísimo donostiarra D. Vicente de Manterola. Como inmenso foco de radiante luz que fulgura en todos los horizontes y cautiva todas las miradas, así cautivó, admiró y estremeció á aquellas luminosísimas Cortes, la palabra y sabiduría abrumadora de nuestro ilustre donostiarra.

    Nadie se atrevía á contestar á sus oraciones grandilocuentes; la cámara se hallaba atónita, estupefacta; quiso hacer un esfuerzo y lo declinó en la tribunicia oratoria de D. Emilio Castelar.

    Estaban ya frente á frente los dos adversarios, los dos campeones que con mayor elocuencia han grabado el sello de la historia parlamentaria; el uno tremolaba la bandera de la Iglesia, el otro la de la democracia con la libertad de cultos; Castelar apostrofa á la Iglesia, Manterola canta sus inacabables glorias; Castelar defiende la filosofía de Hegel, Manterola la impugna; Castelar entona un himno á la libertad de cultos, Manterola derrama raudales de elocuencia, enalteciendo la unidad católica; Castelar declama por la libertad, y Manterola conmueve toda la cámara al hablar de las democráticas instituciones de las Provincias Bascongadas; Castelar atribuye á San Pablo determinada cita, Manterola niega la existencia de semejante aserto; Castelar enaltece á los liberales de Inglaterra, Manterola define filosóficamente la esencia del liberalismo; Castelar maldice la expulsión de los judíos y moros de España, Manterola niega la arquitectura y ciencia que existía entre los judíos; Castelar no quiere hacer públicos los horrendos crímenes de la Revolución Francesa y Manterola condena aquella aberración suprema de la «diosa razón» erigida en divinidad; Castelar hace un derroche de elocuencia, con fantasías de la imaginación y maravillas de la poesía, Manterola estremece á las Cortes con severas afirmaciones filosóficas.

    Nuestro gran Manterola cada vez estaba más elocuente en aquellas Cortes Constituyentes. Su comienzo del famosísimo discurso fué grandilocuente, enérgico, cautivador, he aquí cómo empezó; qué elocuentemente:

    «Yo, señores diputados, que vengo á decir la verdad, toda la verdad; yo que os debo toda la lealtad de mi alma, no puedo menos de afirmar que he oido con el corazón profundamente lastimado, no lastimado tan solo, con el corazón destrozado, con el corazón hecho pedazos y manando sangre, los cargos tremendos que se han dirigido á la Iglesia católica, cargos injustos, cargos gratuitos, cargos infundados.

    Debo, pues, señores, ante todo vindicar á la Iglesia católica para quien es toda la sangre de mis venas, todos los latidos de mi corazón, toda la energía de mi espíritu, todo mi ser, todo mi yo; y después descendiendo á los señores de la comisión trataré de estudiar su obra partiendo de mi criterio católico; y me permitiré decir que ese proyecto no me parece pueda satisfacer las necesidades más imperiosas, las aspiraciones más legítimas del pueblo español, porque me parece que ese proyecto es mezquino, y vosotros sabeis que es grande y fué siempre grande el pueblo español. Ese proyecto no es bastante católico, y el pueblo español... ¡oh! el pueblo español es el pueblo más católico del mundo».

    Ya desde este párrafo cautivó sobremanera la atención de la cámara que desde luego comprendió que contaba con un temible adversario, y Manterola, volando en alas de su gran elocuencia, continuó dirigiéndose al triunfo de la verdad, para desde allí colocar en la diamema de la defensa del catolicismo, esmeraldas de erudición inagotable y brillantes de fascinadora elocuencia. Recorriendo las inacabables glorias de la Iglesia decía:

    «¿Dónde estaba el protestantismo, señores diputados, cuando en el año 895 se fundaba la Universidad de Oxford? ¿Dónde estaba cuando se fundaron las Universidades de Cambridge el año 915, la de Padua en 1179, la de Salamanca en 1200, la de Aberdeen en 1213, la de Viena en 1237, la de Montpeiller en 1289, la de Coimbra en 1290?...

    »Os fatigo, señores diputados? Es que las grandezas de la Iglesia católica abruman bajo su peso á todos los que las consideran; pero escuchadme todavía.

    »Después de la de Coimbra viene la de Perusa, fundada en 1305, la de Heidelberg en 1346, la de Praga en 1348, la de Colonia en 1358, la de Turin en 1405, la de Leiptzig en 1408, la de Inglostad en 1410, la de Lovaina en 1425, la de Glascow en 1453, la de Pisa en 1471, la de Copenhague en 1498, la de Alcalá en 1517, y, en fin, otras y otras, porque podría también recordaros las antiguas Universidades de París, Bolonia y Ferrara. ¡Ah señores! ¿Qué ramo del saber humano no se había cultivado ya, y no se había cultivado con éxito portentoso, por el clero católico? Qué, ¿necesitó la Iglesia católica la aparición del protestantismo para cultivar las lenguas orientales, y dar al mundo esas Biblias políglotas, que tal vez ni uno solo de los corifeos de la reforma protestante tuvo ni tiempo, ni paciencia, ni instrucción bastante para leer?»


    Terminó aquel discurso tan grandilocuente con un final enérgico, bello y de gran efecto, como dice el notable escritor D. Francisco Cañamaque en el que expuso los extravíos y crímenes de la Revolución francesa, señalando al libre-cultismo como ruina y destrucción de todas las antiguas glorias y grandezas de España.

    El nombre de D. Vicente de Manterola es de memoria imperecedera para todo buen español, y especialmente para todo bascongado. Sus grandes méritos, su sabiduría indiscutible y su acendrado fervor cristiano son virtudes que nunca deben abandonarse en las ingratas sombras del olvido. Amó con veneración á su país de los Fueros; defendió á la Iglesia de los cargos injustísimos que se la dirigieron, y sus elocuentes oraciones son perfecto modelo de oratoria sagrada. Fué una gloria española orgullo de todo el país euskalduna.

    Honremos su memoria. Su nombre debiera estar esculpido en gruesos caractéres de oro sobre mármoles y bronces.

    ADRIÁN DE LOYARTE.

    http://meta.gipuzkoakultura.net/bits.../AM_322597.pdf
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    Re: Discursos Tradicionalistas de antaño

    Conferencia del señor Lamamié en el Círculo Tradicionalista de Granada

    En el Círculo Tradicionalista se celebró el sábado, a las siete y media de la tarde, la conferencia de don José María Lamamié de Clairac. El local se hallaba abarrotado de público, que ocupaba las distintas dependencias de la casa. En la mesa presidencial se colocó un micrófono, y tres altavoces en las restantes habitaciones. Ocupó la presidencia don Ramón Contreras y Pérez de Herrasti, presidente del partido en Granada, acompañado del señor Lamamié de Clairac, delegado del gobernador, presidenta de las Margaritas, señorita Antonia Barrada y Pérez de Herrasti; la señora de Amor y el señor Castaños.

    El señor Lamamié

    D. José María Lamamié de Lairac

    Empieza el señor Lamamié diciendo que ha llegado el momento por él deseado, de venir a Granada a dirigir la palabra a los tradicionalistas de nuestra ciudad. Agradece el entusiasta recibimiento de que ha sido objeto por todos, y se lamenta de las deficiencias del local, las que, dice, con buena voluntad, han procurado corregir con los medios con que han contado.

    Estas estrecheces y circunstancias –dice– hacen que mi discurso sea más bien una charla, lo que para mí es mucho más agradable, dado que lo que hace falta en estos momentos es exponer nuestras claras doctrinas, a fin de que los nuestros se afiancen en ellas y los que no las conocen se decidan a abrazarlas. En primer lugar, voy a vindicar al Tradicionalismo de todas las ofensas e insultos que sobre él se han inferido. No es el nuestro un partido que quiera el absolutismo. No tratamos de dar el Gobierno a los curas ni de crear un Estado teocrático. Los que esto dicen están equivocados, pues no saben que nuestro partido lleva en su programa la única salvación para la Patria.

    Buscamos en primer lugar a Dios y queremos impregnar todas las manifestaciones del Estado de un espíritu religioso, sin que esto quiera decir que queramos inmiscuir la Religión en la política. Iglesia y Estado son dos personas que tienen dos esferas de acción distintas: la una espiritual y material el otro. Con estas dos esferas distintas y limitadas, no puede haber choques entre ellas pero nosotros queremos que la vida política, la vida del Estado, esté basada en los principios católicos.

    Implantación de la unidad católica

    Para evitar choques entre ambas potestades, nosotros queremos que el Estado tenga su religión oficial, que ha de ser la Católica, porque ésta es la verdadera y porque es la que practican la inmensa mayoría de los españoles. Por eso nosotros pedimos todos los derechos y privilegios que a la Religión se deben, y no nos contentaremos con la libertad para nuestras creencias, sino que aspiramos a la reimplantación de la Unidad Católica, que fue la que elevó a España a la cumbre de su gloría y que precisamente se consumó en esta hermosa tierra.

    Este es el ideal a que nosotros tendemos y al que debemos llegar sin que nos contentemos con la consecución de los distintos escalones que a él conduzcan. Si nosotros no llegamos, prepararemos el campo para que las generaciones futuras lo alcancen.

    Eso es precisamente lo que hoy se niega; hasta el punto de querer desconocer la labor ingente de los Reyes Católicos, y pedir, como yo he oído en la Cámara, una ovación a los judíos que echaron de España aquellos monarcas para conseguir la implantación de la unidad española.

    Esto, unido á la celebre visita del ministro de Instrucción Pública a los sefarditas de Tetuán, me hace exclamar, rememorando aquello de «cuanto va de Pedro a Pedro», «cuanto va de Fernando a Fernando»; y al oír lo del Congreso, miraba yo a las estatuas de los Reyes Católicos y me parecía que se habían de bajar de sus pedestales para desalojar la Cámara a latigazos.

    reyescatolicos.jpg
    Estatuas de los Reyes Católicos en el Congreso de los diputados

    Patria y regionalismo

    En nuestro programa figura en segundo lugar el concepto de Patria, que no lo entendemos como un término geográfico de una porción de terreno rodeada a trozos por el mar, y por los Pirineos en otra parte, sino que es algo más, es el activo espiritual de las generaciones pasadas, es nuestra historia llena de hechos gloriosos, y el deseo de que nuestra España sea grande; que es precisamente el concepto contrario de ese a quien se ha dado en llamar gran estadista, y que desconoce en absoluto nuestra historia.

    Pero dentro del concepto de patria, nosotros admitimos el de regionalismo, dentro del cual creemos posible la existencia de Estatutos que reconociendo las autonomías regionales conserven, en cambio, intangible la unidad de la Patria. Ahora bien, ese sistema autónomo no puede existir en la República, porque ésta carece de un vínculo que una a todas las regiones, al par que cada una conserve su autonomía.

    Sólo en la Monarquía, como ocurría en los tiempos gloriosos, puede darse esa variada unidad, que hacía a los reyes serlo de Aragón, de Cataluña, de Navarra y de Castilla, al par que lo eran de España.

    Lo absurdo del régimen liberal parlamentario

    El Tradicionalismo detesta y abomina del régimen parlamentario liberal que hizo fracasar a personalidades tan competentes como don Antonio Maura, ante quién siempre estuvimos, y quien no pudo hacer nada beneficioso para España.

    Se detiene el orador en consideraciones sobre los defectos del régimen liberal parlamentario, cuyo principio da a un hombre un voto, y el de que la mitad más uno lleva la razón en contra de la otra mitad, califica de absurdos. Aduce, en apoyo de su afirmación, palabras pronunciadas por Sánchez Román, quien en cierta ocasión dijo en la Cámara que a veces una opinión serenamente razonada no es tomada en consideración y, en cambio, una frase oportuna, aunque carezca de sentido, es aprobada por el entusiasmo que despierta.

    Para dar personalidad al voto dentro de este sistema se ha tenido que recurrir a los partidos políticos, cuyos intereses se anteponen en muchas ocasiones a los de la Patria, como ocurrió en el caso de aquel ministro de Hacienda que todos los días estaba diciendo que no sabía una palabra y, sin embargo, no se le quitaba de su puesto porque con ello se desprestigiaría el partido socialista; igual que con Nicolau, que en vez de Agricultura lo que sabía era griego y que había de mantenerse en el ministerio por los compromisos con los catalanes.

    En el régimen Tradicionalista no hay partidos

    En contraposición con esto, en nuestro sistema no hay partidos políticos y sí un sufragio universal orgánico, en el que sólo votan los cabezas de familia, pues consideramos que es ésta la célula de la sociedad, ya que es anterior al Estado. Además, los votos se organizan por clases sociales y municipios.

    En nuestras Cortes no ocurre lo que en las presentes, en las que los electores no saben lo que han de discutir sus representantes, sino que en la convocatoria a Cortes se pone el objeto de éstas, y así los electores pueden dar con su mandato la opinión sobre los asuntos que se han de discutir, resultando las Cortes un verdadero retrato de la nación.

    Alguien pensará que nuestro programa es una ilusión, pero nosotros estimamos que es beneficioso para la Patria, pues en el tiempo que estuvo implantado dio días de gloria a España, ya que aquellas Cortes limitaban la soberanía del monarca, empezando por el juramento que éste había dé prestar de cumplir las leyes del reino, y en el que se ordenaba que, en caso de incumplimiento, no fuera obedecido. Y es que nosotros seguirnos aquel principio de que los pueblos no son para los reyes, sino los reyes para los pueblos.

    Las Constituyentes, en vez de resolver los problemas, persiguen la Religión

    En comprobación de esto tenemos el caso de unas Cortes Constituyentes de las que el pueblo esperaba la resolución de grandes problemas, que no han sido resueltos, sino que sólo se han dedicado a fomentar la persecución religiosa. Ejemplo de ello, el Cardenal Segura, y otras medidas que escarnecen nuestras más íntimas convicciones. Y recientemente, la sanción al Obispo de Segovia, por el cumplimiento de su pastoral deber.

    Con esto está expuesto lo sustancial de nuestro programa, o sea: exaltación de la libertad supeditada a la autoridad.

    En el aspecto social sostenemos las enseñanzas de la Iglesia, pero reconocemos que el causante de los males presentes es el liberalismo económico, cuyos dos principios fundamentales, el de la «libre concurrencia», por el que el judío se ha apoderado del capital, en cuyas manos no produce nunca; y el de la «oferta y demanda», por el que se considera al trabajador como una mercancía, que valdrá más o menos, según esté en el mercado, y que hace que el capitalista considere al obrero como un máquina y se dedique a los goces y placeres de la vida; y que el obrero, por otra parte, creyendo que no existen más que goces y placeres sin un Ser superior ordenador de la existencia, diga: Yo también tengo derecho a ello.

    El socialismo no hace más que cambiar de amo al obrero

    De aquí que el socialismo ha en ganado al obrero y prometiéndole la socialización de los bienes, no le hará más que cambiar de amo, dándole precisamente un amo más cruel, cual es el Estado.

    El Catolicismo afirma que el derecho de propiedad es inherente a la naturaleza humana, pero dice al propietario que no es más que el administrador de sus bienes, y que el obrero no es una mercancía sino un hombre con toda su personalidad; y aún más, un hermano a quien hay que amar, pues precisamente esa es la vida de Jesucristo, que vivió pobre y murió en la Cruz por la igualdad de los hombres.

    Relación del Tradicionalismo con las otras fuerzas católicas

    Ahora quiero aclarar algunas dudas que se suscitan con respecto a nuestras relaciones con otras fuerzas católicas a las que consideramos como hermanas, pues vamos a construir un edificio en defensa de la Religión, y el Tradicionalismo no se ha de negar a aliarse con aquellas en las elecciones, con el fin de que los que tenemos una identidad de ideales no vayamos cada uno por nuestro lado.

    Un directivo de Acción Popular ha dicho recientemente que desean la unión, pero sin deslindar los contornos. A ello nosotros accedemos, pues consideramos que las distintas organizaciones de los católicos son como los diversos cuerpos de un ejército del que el Tradicionalismo es la artillería, porque sus tiros tienen más longitud y no nos fijamos en la primera posición, sino en la última.

    Momentos de prueba

    Nos hallamos en unos momentos críticos, momentos de prueba, en los que Dios nos ha enviado un castigo que, por nuestros yerros, merecemos; y es necesario que rectifiquemos nuestro proceder y aceptemos esta persecución como prueba, para que en un día no lejano obtengamos la victoria. Y cuando vemos la Religión perseguida, la Patria amenazada de disolución, la economía arruinada y el cataclismo social que se avecina, hemos de trabajar todos, cada uno lo que podamos, fomentando nuestra prensa y en general toda la católica, y ayudando a los comerciantes, industriales, etc., católicos, no por espíritu de venganza, sino por las lecciones que nos dan nuestros contrarios.

    Pone fin a su discurso haciendo un llamamiento a las clases adineradas para que faciliten medios para la propaganda, y a todos para que presten su entusiasmo, principalmente a los jóvenes, que con su espíritu viril darán el triunfo a nuestra obra.

    Una gran ovación coronó las últimas palabras del orador, que fue interrumpido numerosas veces en su discurso.

    El Siglo Futuro, 20 de junio de 1932


    * José María Lamamié de Lairac fue diputado a Cortes por la Comunión Tradicionalista durante la Segunda República

    Reino de Granada: Conferencia del señor Lamamié en el Círculo Tradicionalista de Granada
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    Re: Discursos Tradicionalistas de antaño

    Interesante discurso en las Cortes de D. Esteban de Bilbao y Eguía que nos permite aproximarnos a los discursos de los grandes oradores tradicionalistas de principios del siglo XX que evocaban el alma y la grandeza de la España católica y monárquica.

    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
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  10. #10
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    Re: Discursos Tradicionalistas de antaño

    Interesante discurso de don José María Codón en la plaza de Oriente de Madrid en noviembre de 1981. Cabe destacar la audiencia de cientos de miles de españoles, que otros grandes tradicionalistas seguramente de mejor oratoria no tuvieron jamás.

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    Re: Discursos Tradicionalistas de antaño

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Discurso de Jesús Evaristo Casariego en la plaza de Oriente (19/11/1978)

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