Madrid, 3 febrero 2013 , Domingo de Sexagésima; San Blas, obispo y mártir. Cita de actualidad:
Y, junto a esa "transición", junto a ese "cambio", como cada bulto trae su sombra, vino un nuevo resurgir de la política. Claro es que en tal identificación de la ideología con la política no dejaba de haber un profundo equívoco. Pues la política "ideológica" es, en puridad, una antipolítica, ya que la primera dice relación con el gobierno de los hombres, naturalmente sociables, mientras que la ideología no es otra cosa que una enfermedad del espíritu que mutila, disuelve y pervierte la realidad, trasmutando además su conocimiento a través primero de la descomposición (hoy diríamos deconstrucción) y luego la recomposición (o constructivismo).
[...] Pero este boom de la política, este estallido y expansión, no vino acompañado de un conocimiento suficiente de los principios que rigen el desenvolvimiento de esta ciencia ni del estudio y elogio de la vocación política. Así, la difusión apresurada y sorprendente produjo el desconcierto y la equivocidad, al manejarse conceptos, oscuros a veces, abstractos otras, sin explicación previa.
Contraviniendo el consejo de Blanc de Saint-Bonnet se lanzaron palabras a las muchedumbres sin explicar su significado y, en consecuencia, gran parte del maremagnum actual tuvo ahí su raíz, ya que en la moderna Babel de las ideologías --al contrario que en el relato bíblico-- es la confusión de las ideas la que impide que nos entendamos aun usando las mismas palabras. La combinación posterior de idealismo ideológico y "realismo" --bajo el rusonianismo de derecho late un maquiavelismo de hecho-- hizo el resto.
Y es que la política de que tenemos conocimiento y por la cual padecemos no es aquella "ciencia más noble y alta" y aquel "oficio más noble que existe en la tierra", que cantara Brunetto Latini, sino el "arte de engañar a los pueblos" propugnado pr D'Alambert. Más tendente a satisfacer rastreros intereses personales que a procurar la paz y el progreso espiritual de los pueblos.
Junto al augusto perfil de la gran política aparece así --en caricatura-- la politiquilla de pactos y transacciones, de oportunismos y medros. Parece como si el noble personaje hubiera ido a pasearse por el madrileño Callejón del Gato y, reflejadas sus facciones en los espejos cóncavos del esperpento valleinclanesco, aparecieran distorsionadas y deformadas. Ya decía Jaime Balmes que en el gobierno de las naciones "la política pequeña es la política de los intereses bastardos, de las intrigas, de la corrupción", mientras que "la política grande es la política de la conveniencia pública, de la razón, del derecho".
Miguel Ayuso, La política, oficio del alma . Ediciones Nueva Hispanidad, Buenos Aires 2007.Agencia FARO
Con el patrocinio de la Fundación Francisco Elías de Tejada, Madrid.
Efectivamente.
¿Qué más tiene que pasar para ver realmente que el problema es de todo el régimen constitucional en sí y del antirrey Juan Carlos y su antifamilia real que lo encarnan?
Corrupción de todos los partidos del sistema y de los dirigentes que los encarnan, los cuales, a su vez, controlan totalitariamente toda la vida social de los españoles mediante un sistema deliberadamente elaborado para no ser representativo y electoralmente fraudulento desde las primeras elecciones del ´77; liberación de los terroristas -siguiendo el camino trazado por las primeras amnistías dadas por Juan Carlos- y ocupación de instituciones oficiales en algunas regiones y pueblos españoles de lo partidos de esos mismos terroristas; sumisión absoluta a EEUU y la OTAN en lo militar, y a la Comunidad Europea-FMI-ONU en lo político-económico-cultural; potencial separación de territorios españoles, principalmente las Vascongadas y Cataluña, del resto de Las Españas peninsulares que todavía permanecen unidas ; destrucción de la sociedad por medio de una presión fiscal consfiscatoria y del amparo de los intereses usurarios de la Banca multinacional (con sede o no en territorio español, es indiferente) en contra de los intereses de los españoles; progresiva destrucción de la unidad católica (con el beneplácito de la Conferencia Episcopal, que voluntariamente se sitúa, de hecho, también dentro del sistema, defendiendo en su declaraciones y actos públicos el régimen constitucional imperante).
¡Don Enrique de Borbón en el Palacio Real, YA!
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