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Tema: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

  1. #1
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    En este hilo hago referencia únicamente al tradicionalismo político.

    Es decir, por un lado, dejo al margen la cuestión de la legitimidad política de Franco. Los legitimistas españoles dicen que Franco era ilegítimo y que la verdadera legitimidad correspondía a Don Javier de Borbón, mientras que los franquistas sostienen lo contrario. Y por otro lado, dejo al margen la cuestión de si realmente o no el régimen franquista fue tradicionalista desde el punto de vista religioso.

    Lo que quiero decir es que, aún si aceptaran los franquistas que la legitimidad era de Don Javier y que el régimen no era religiosamente tradicionalista, todavía podrían alegar que, a pesar todo, fue un régimen políticamente tradicionalista y que Franco desarrolló una política genuinamente tradicionalista.

    Para no dejar ni siquiera este resquicio de defensa al franquismo, reproduzco a continuación un artículo de Manuel de Santa Cruz, publicado en la famosa revista Verbo nº 189-190, del año 1980, en el que se trata de poner sucintamente las cosas en su sitio en plena polémica con el intelectual franquista Gonzalo Fernández de la Mora.



    EL TRADICIONALISMO POLÍTICO Y EL RÉGIMEN QUE CRONOLÓGICAMENTE SIGUIÓ AL 18 DE JULIO

    POR

    MANUEL DE SANTA CRUZ

    He leído con interés el artículo de don Gonzalo Fernández de la Mora titulado "España y el Fascismo" y publicado en Verbo, núm 188. Creo que es una aportación valiosa a un tema apenas tocado con la profundidad y erudición con que él lo ha hecho. No obstante, contiene una frase de la que yo quisiera disentir con algunos apoyos documentales y, por supuesto, siempre muy amistosamente. Me refiero a estas palabras: "El Estado nacido el 18 de julio de 1936 (...) se explica desde el tradicionalismo español que en la edad contemporánea representan Balmes, Donoso Cortés, Menéndez Pelayo, Mella y Maeztu con su grupo de Acción Española (111)." La nota dice: "Vid. Gambra, Rafael: Tradición o mimetismo, Madrid, 1976, págs. 103 a 202; y Morodo, Raúl: Acción Española. Orígenes ideológicos del franquismo, Madrid 1980, páginas 233 y sigs."

    No deseo enredarme en la polémica, últimamente alimentada por el profesor Elías de Tejada (1) acerca de si las personas citadas, excepto Mella, fueron auténticos tradicionalistas políticos españoles, y si su tradicionalismo era más cultural que político y más francés que español.

    Me limitaré a consignar algunas noticias, únicamente referentes al tradicionalismo político, bajo Franco, que seguramente incidirán en las ideas que se hayan formado algunos lectores de esas palabras del Sr. Fernández de la Mora.

    Aprovecharán también a otros, víctimas de una propaganda que ha llevado a creer que la actual situación política no tiene a su derecha más alternativa que el franquismo, porque el tradicionalismo, que es la verdadera alternativa, viene a ser lo mismo que éste.

    En la mención al "grupo de Acción Española" va implícito el nombre de su infatigable animador, Eugenio Vegas Latapie, que ha sobrevivido a Franco, con el que estuvo en oposición ideológica constante. Supla esta observación personal que no analice el libro del Sr. Morodo citado (2).

    En cuanto al libro "Tradición o mimetismo", de don Rafael Gambra, mencionado en la bibliografía como apoyo del párrafo que comentamos, su referencia parece detenerse mas en la lectura del índice, que como todos los índices es esencialmente esquemático, que en la del texto. Hay en ambos otras dos partes, extensas, dedicadas a la parte del programa político tradicionalista que Franco no hizo y a otra que Franco hizo primero, y negó después. Pero aun en la aducida, las discrepancias con Franco son profundas y constantes y están señaladas con precisión página a página, párrafo a párrafo. No haré una antología de tantas y tantas salvedades como se hacen en la parte del libro más afín a la tesis que vamos a impugnar, pero señalaré un dato orientador valioso que no figura en el libro: y es, que su autor, Alférez Provisional en la Cruzada, no desempeñó ningún cargo político bajo Franco.

    Las personas citadas en el artículo que comento, como representantes del tradicionalismo en la edad contemporánea, habían fallecido todas cuando nacía el Estado que, según él, "explicarían". No cita, en cambio, a los representantes del tradicionalismo político durante la vida de Franco. Con la excepción de don Esteban Bilbao Eguía, y de algún otro, discreparon activamente de la fisonomía del Estado que se construía, hasta el punto de sufrir casi todos ellos multas, destierros y encarcelamientos.

    Algunos de estos representantes del tradicionalismo político, coetáneos de Franco, son: S. A. R. el príncipe don Francisco Javier de Borbón Parma, considerado aquí por nosotros más que como dirigente político como autor de escritos doctrinales políticos; don Manuel Senante, director de El Siglo Futuro; don Manuel Fal Conde y don José María Valiente, sucesivos Jefes delegados de don Javier de Borbón Parma; don Mauricio de Sivatte, fundador de la Regencia Nacional Carlista de Estella; don Luis Hernando de Larramdendi, secretario y delegado de don Jaime III; don José María Lamamie de Clairac, don José María Arauz de Robles, don Rafael Gambra Ciudad, don Juan Sáenz Diez, don Francisco Elias de Tejada, don Luis Qrtiz y Estrada, el Conde de Samitier, y otros más, imposible de nombrar todos.

    El Conde de Rodezno, que fue ministro de Justicia en el primer gobierno de Franco (1938) manifestó sus discrepancias inmediatamente después de terminar la guerra. Don José Luis Zamanillo, antiguo Jefe Nacional de Requetés, colaboró con Franco a partir de la década de los años sesenta, pero en los años cuarenta le hizo una oposición vivísima por la que sufrió casi un año de confinamiento en Albacete.

    El trato dado a las personas es muy importante para la consideración de las ideas políticas. En nuestro tema, el mal trato dado a los políticos tradicionalistas se complementó con el buen trato dado a personas liberales que luego han sido motores de la democracia. Aquellos sucesos y los principales escritos políticos tradicionalistas que se opusieron al Estado que se construía después del 18 de julio, están recopilados en mi obra "'Apuntes y Documentos para la Historia del Tradicionalismo Español, 1939-1966" (3).

    De ella se han espigado algunos documentos e ideas que van a continuación, no con pretensiones de antología, sino meramente indicativas de la dificultad que tiene para el tradicionalismo la afirmación que motiva este comentario. Dejaré otras diferencias importantes, como la pérdida de las provincias africanas sin disparar un tiro, y 1a libertad de cultos, de tan largas consecuencias, porque fueron debidas, en gran parte, a presiones exteriores.

    Se dice que la política es el arte de lo posible. Pero esto no nos interesa aquí porque no vamos a juzgar a la persona de Franco, objetivo ajeno a esta revista, sino a tratar de explicar que "El Estado nacido el 18 de julio de 1936" no "se explica desde el tradicionalismo español", sin entrar a decir si este hecho fue bueno o malo, justificado o no.

    • * *

    El tradicionalismo político español se encuentra resumido en los "fundamentos de la legitimidad española" enunciados en el Real Decreto de don Alfonso Carlos, de 23 de enero de 1936, que, además, los califica de "intangibles". Son los siguientes: "I.—La Religión Católica Apostólica Romana, con la unidad y consecuencias jurídicas con que fue amada y servida tradicionalmente en Nuestros Reinos. II.—La constitución natural y orgánica de los Estados y cuerpos de la sociedad tradicional. III.—La federación histórica de las distintas regiones, sus fueros y libertades, integrante de la unidad de la Patria española, IV.—La auténtica Monarquía tradicional, legítima de origen y ejercicio. V.—Los principios y espíritu y, en cuanto sea prácticamente posible, el mismo estado de derecho y legislativo anterior al mal llamado derecho nuevo."

    Para evitar largas disquisiciones dejemos el beneficio de la duda en cuanto al grado de realización, por Franco, de los fundamentos I y V. Nos basta avisar que en ningún grado se realizaron los fundamentos II y III, ni el IV, que, por de pronto, exige el cumplimiento de los I y II.

    • • •

    El 10 de marzo de 1939 ante "el próximo y victorioso fin de la guerra", el Jefe Delegado de la Comunión Tradicionalista, don Manuel Fal Conde, eleva una "Manifestación de los Ideales Tradicionalistas al Generalísimo y Jefe del Estado Español". Es un estudio político muy extenso distribuido en tres anexos: El primero, acerca de "El Criterio Tradicionalista sobre el Partido Político Único". El segundo se titula, "Bosquejo de la futura organización política española inspirada en los Principios Tradicionales", y el tercero, "Sucesión Dinástica en la Monarquía española", es de oposición nominal a Don Juan de Borbón y Battemberg. Renunciando a ocuparnos de este tercero, resumiremos brevemente los otros dos.

    El Partido Unico, columna vertebral del Estado nacido cronológicamente el 18 de julio, no se explica desde el tradicionalismo político español. Largamente se podría probar esto. Pero es mejor sumar a algunos de los argumentos, la autoridad de los políticos tradicionalistas, que dicen de él: "Nuestra tesis. El partido político es contrario al verdadero fin del Estado y de manera especial en España en las presentes circunstancias, es necesaria su desaparición para la salvación de la Patria, (...) 1ª. La autoridad que vive mixtificada con el Partido Unico, tiene perdida gran parte de su eficacia. (...) 2ª. La autoridad que ha de estar sujeta a las inspiraciones del Partido Político Unico se divorcia del legítimo sentir popular. (...) 3ª. El Partido Unico no puede nunca tener verdadera unidad. (...) 4ª. El Partido Político Unico fatalmente divide la sociedad. (...) 5ª. El Partido Unico se produce por selección al revés, o sea, por selección de los peores. (...) 6ª. Es punto menos que imposible que el Partido Unico pueda purificarse a sí mismo de una manera completa. (...) 7ª. El Partido Unico es campo fértil para la siembra de designios sectarios y tenebrosos. (...) 8ª. El régimen de partido oficial acumula los males de la pluralidad de partidos liberales. (...) 9ª. El Partido Unico fomenta el germen morboso del optimismo liberal. (...) 10ª. El Partido Político Unico corno instrumento de gobierno puede concebirse en países antidemocráticos que lo han utilizado para el acceso al poder, paro es incompatible con el acto de gobierno en aquellos pueblos en que se ha rescatado el poder sin necesidad de partido político. (...) 11ª. El Partido Unico contagia en la pasión política, aun a aquellos órganos del Estado que por su naturaleza han estado siempre apartados de toda manifestación de ideas políticas. (...) 12ª. El partido oficial grava los presupuestos del Estado considerablemente con daño para el contribuyente y quebranto para el interés público. (...) 13ª. La desaparición del partido político representará en la conciencia nacional el primer paso para la pacificación espiritual del pueblo español" (...).

    El "Bosquejo de la futura organización política española inspirada en los principios tradicionales'', que es el Anexo II, contiene grandes frases espirituales de carácter antiliberal que también se encuentran en el preámbulo de algunas leyes del Estado que examinamos. Pero en la mayoría de los puntos concretos, —Cortes, regiones, municipios, gremios, y, por supuesto, Rey y Consejos—, el abismo es insalvable. El conjunto, también lo es. Como que uno de los resúmenes más lúcidos del tradicionalismo es la famosa consigna de Mella: "Más sociedad y menos Estado", y el Estado nacido cronológicamente después del 18 de julio fue un estado invasor y secante.

    * * *

    Empieza el año 1940 con una ley de la Jefatura del Estado sobre "Unidad Sindical" (26 de enero, Aranzadi, 177) y termina con la Ley de Bases Sindical de 6 de diciembre que ha estado vigente, aunque con retoques crecientes, hasta 1970. Estamos ante uno de los grandes pilares del aparato del régimen.

    Don José María Arauz de Robles, alto dirigente del tradicionalismo político, entonces vinculado a la dinastía carlista, escribe sobre esta Ley de Bases a su amigo Ramón Serrano Súñer para exponerle su "modesta pero fundamental discrepancia". Se queja, inicialmente, en el párrafo que reproducimos a continuación a pesar de su extensión, del procedimiento seguido; es paradigmático de cómo se construía el Estado que analizarnos, que era una manera muy poco afín de la tradicionalista. Después del año 1940, Arauz ya no se hubiera quejado del quebranto del procedimiento natural, porque se hizo habitual en todo.

    "Ante todo, llama la atención el cambio en el procedimiento seguido para la redacción y promulgación de la ley. En la primavera de 1939, primera vez que se intentó aprobarla y publicarla, fueron convocadas en Burgos autorizadas y amplias representaciones de la economía nacional, a las que se sometieron, con deseo de acertar y prudente celo por las repercusiones de la misma, los proyectos preparados por el Gobierno. Las objeciones fueron tan generales y fundadas, que estos proyectos fueron retirados. Ahora se ha prescindido por completo, —según parece—, de estos asesoramientos. Pudiera creerse que se estimaron aquéllos suficientes; pero al prevalecer en la nueva ley las tendencias más combatidas entonces, parece que lo que se ha querido es imponer a las realidades económicas la concepción doctrinaria que ellas rehusaban; esto es, se da la sensación de legislar, ante todo, para dar satisfacción a una doctrina particular y al partido que la adopta" (...).

    "Entrando en el contenido de la ley", continúa Arauz manifestando discrepancias del tradicionalismo.

    "Pero sí he de llamarte la atención sobre dos notas de la Ley que nos ocupa: Una, la subordinación de lo económico a lo político; y otra, el control de toda la organización que se proyecta por el Partido".

    La subordinación de lo económico a lo político no sería lamentable si la concepción política que ha de regir la economía fuera la tradicionalista, que no lo es, según tan calificado opinante como Arauz.

    "Finalmente, el control del «Partido» destruye en la organización que la Ley propone todo carácter profesional; hará desaparecer la fisonomía auténtica de la nación, tal como se manifiesta en sus distintas actividades, bajo el barniz partidista; invalidaría las instituciones que se creasen, aunque en sí fuesen acertadas, para servir de instrumentos y vehículos de relación con otros pueblos al ponerse en contacto con órganos semejantes de los mismos; y en fin, contagiaría a la producción muchos vicios sin comunicarle virtudes."

    "Creo sinceramente que es vana la esperanza de reunir por este medio una selección de verdaderos valores de la economía y las empresas; sabiendo que lo que más se ha de cotizar en la nueva organización es la condición de «falangista», puede preverse con seguridad el resultado: los hombres verdaderamente capaces y peritos en una actividad, de ordinario entregados a la misma, no serán los que se preocupen de aparentar este carácter; pero aquellos que profesionalmente no han tenido éxito en su trabajo, los que no son capaces de levantar sus empresas con el esfuerzo y la competencia profesional que ellas piden, encontrarán un puerto de salvación o un atajo en este camino que se les brinda, para ascender rápidamente a manejar no sólo sus negocios, sino los de los demás."

    "Una vez más, la selección al revés habrá de producirse; y los fracasados, los dados a la aventura o los excesivamente ambiciosos, revestidos de fervor falangista, ascenderán con frecuencia al mando en sindicatos y actuarán perniciosamente sobre el conjunto de la producción."

    "En suma, creo que la ley malogra el propósito de reforma social y económica que todo el mundo estaba dispuesto a aceptar después de la guerra, dejando intactas las bases del sistema liberal, creando organizaciones superfluas y plegándose a un doctrinarismo, fácilmente aceptado en lugar de buscar el verdadero mundo del trabajo, el «país real» que dirían otros, o la constitución interna definida por los tradicionalistas" (el subrayado es nuestro).

    La Ley Orgánica de 1967 rectificó muchas expresiones estatistas y totalitarias del Fuero del Trabajo (1938) referentes a sindicatos, que en la práctica siguieron como si no se hubiera corregido nada. Aunque aquellos cambios semánticos se hubieran prolongado en realidades, éstas no hubieran sido más próximas no sólo al tradicionalismo, sino también a otras escuelas políticas. Y en última instancia, más define a aquel Estado su fisonomía de sus primeros treinta años que la de los ocho últimos.

    * * *

    Las Cortes de 1942

    Estas Cortes son otro de los grandes elementos del Estado nacido cronológicamente del 18 de julio que es obligado examinar en nuestro intento. Son contrarias a la concepción liberal porque no proceden del sufragio universal, ni son omnipotentes, porque Franco sigue conservando, después de alumbrarlas, poderes superiores a ellas. Y no son tradicionalistas, porque no son representativas. Quien pretenda explicarlas desde el tradicionalismo español por ese antiliberalismo esencial suyo, cae en el error de creer que todo lo antiliberal es tradicionalista. El mismo carácter antiliberal tienen órganos homólogos del estado soviético, y sería risible decir que se pueden explicar desde el tradicionalismo español.

    Aquellas Cortes nacieron antes de que la organización natural de la sociedad hubiera sido restaurada y potenciada, y por ello no podían representarla; porque no existía. Bien es verdad que por algo hay que empezar. Pero esta excusa momentánea, que tenía su fuerza, la fue perdiendo a medida que pasaba el tiempo sin cambiar la situación, y no digamos al cabo de treinta años y más de funcionamiento de las Cortes sin la restauración de la sociedad tradicional.

    En cuanto se promulgó la ley creando las nuevas Cortes, la Comunión Tradicionalista desde la clandestinidad y con la limitación de medios de divulgación que ésta supone, se pronuncia inequívoca y enérgicamente en contra. En los años siguientes, en varios documentos del máximo rango, los representantes a la sazón del Tradicionalismo político siguen denunciando la disparidad entre las Cortes del Caudillaje y las de la Monarquía Tradicional. En total, son catorce testimonios tradicionalistas de calidad los que he podido recoger en una breve antología sobre el particular, bien deficiente y nada exhaustiva (4).

    La Seguridad Social

    Si de algo ha presumido el Estado que analizamos ha sido del gran desarrollo alcanzado en él por la Seguridad Social. Ciertamente, fue éste uno de los aspectos más importantes de aquel Estado. Franco no comprendió nunca que la Seguridad Social es de la sociedad. Creyó siempre que era cosa suya, del Estado, y realizó admirablemente todo lo contrario de la consigna de Mella, "Más sociedad y menos Estado", que recoge un rasgo esencial de la sociedad tradicional. ¿Cómo explicar desde el tradicionalismo el carácter invasor, el crecimiento incesante de la burocracia de aquel Estado y de su capital, Madrid? Las megápolis no son frutos tradicionalistas. Compárese la magnitud de Madrid con la de Washington.

    La Seguridad Social Estatal, que es uno de los rasgos definitorios de la obra política que continuó cronológicamente al 18 de julio, no ha sido algo meramente distinto del tradicionalismo. Ha sido una activísima y eficacísima máquina de guerra contra cualquier intento de reorganizar la sociedad según su naturaleza. Una potentísima y devastadora máquina de segar cuerpos intermedios, gremios y asociaciones naturales, que sin patrimonios propios y seguridad social para sus miembros no son nada, y se convirtieron —como en Italia—, en dedos largos del poder por una inversión contra natura de la dirección normal de su flujo, que es de abajo a arriba.

    * * *

    1943.—La Comunión Tradicionalista reclama el Poder.

    En 15 de agosto de 1943 los principales representantes del Tradicionalismo político de entonces elevaron a Franco un escrito y un estudio en el que le reclaman el Poder para la Comunión Tradicionalista. "El Poder político, rescatado triunfalmente por el Ejército, debe ser entregado a esta gloriosa Comunión para que instaure el orden definitivo y nacional inspirado en el pensamiento tradicionalista (el subrayado es nuestro), servido por ella con tan acrisolada fidelidad". Es decir, que no creen que aquel germen de Estado tenga mucho que ver con el orden definitivo y nacional inspirado en el pensamiento tradicionalista.

    En la conclusión escriben que la Monarquía Tradicional es esencialmente incompatible con lo actual (el subrayado es nuestro). Antes, han propuesto unas "Medidas Fundamentales" encaminadas a evolucionar hacia el Tradicionalismo.La primera es, "Suspensión del Partido Unico Oficial y de los sindicatos creados por él". Y luego, entre otras, el Regionalismo, que es "la forma natural de gobierno de la Legitimidad Monárquica y la supone necesariamente, formando con ella una concepción política completa.» Pero hay más medidas que tomar: La distinción entre funciones políticas y administrativas. La Restauración Corporativa, que "consiste esencialmente, no en organizar desde el Estado sindicatos y oficinas, sino por el contrario, en devolver a la sociedad y a las profesiones el derecho a organizarse y gobernarse por sí mismas, dentro de los imperativos del bien común". La Organización de la Representación Nacional, que es "incompatible con el actual sistema totalitario, (y) urge el cambio de éste para hallar fórmulas de participación del pueblo en las tareas de gobierno".

    * * *

    El Fuero de los Españoles

    Fue promulgado el 17 de julio de 1945 para definir desde el más alto nivel "los derechos y deberes de los españoles y amparar sus garantías". Este intento es de significado tradicionalista, pero también es parte, por derecho propio, de otras escuelas políticas y del Derecho Público Cristiano, de manera que si nos atenemos solamente a esta pieza importantísima del Estado, nacido cronológicamente después del 18 de julio, con tanta verdad se podría decir que éste tanto se explica desde cada una de esas escuelas como se ha dicho que se explica desde el tradicionalismo.

    Pero hay en este punto una senda que nos lleva al fin que pretendemos sin necesidad de traspasar un espeso bosque de disquisiciones. Es que este código, carta o fuero, no se cumplió en sus líneas generales ni en su espíritu. Solamente se cumplió diligentemente, después del Referendum del 14-XII-1966 en lo tocante a la implantación de la libertad de cultos, que tanto ha contribuido a la descristianización de nuestro pueblo como distante está del pensamiento político tradicional decimonónico. Si exceptuamos este punto, y algún otro asunto secundario, pondremos el Fuero en una pizarra de la más especulativa de nuestras aulas y la cerraremos con siete llaves.

    Prueba de ello es que en todos los recursos de alzada que continuamente tuvieron que elevar los carlistas para librarse de multas y arrestos, se invoca el tal Fuero de los Españoles como incumplido. Tengo a la vista los recursos que se hicieron en 1963 por unas multas impuestas, tras una concentración celebrada en Villareal de los Infantes, a unos carlistas, ¡del ala colaboracionista con el Movimiento!

    * * *

    Los Cuerpos Intermedios

    La insuficiente y oscura presencia del derecho de asociación en el Fuero de los Españoles, además de su falta de realización, completa la tetralogía de las heridas mortales que recibieron de aquel Estado los cuerpos intermedios, básicos de la organización natural y tradicional de la sociedad. Las otras fueron: la barrera de la Ley de Bases Sindical al nacimiento de nuevos gremios, cooperativas y asociaciones laborales; el carácter estatal de la Seguridad Social que impedía a unos hipotéticos cuerpos intermedios poseer sus patrimonios al servicio de su propia seguridad social y de la de sus afiliados; y el nombramiento gubernativo directo y no reglado de los presidentes y directivas de los mismos, que consta en una serie de pequeñas leyes dispersas menos llamativas que las leyes de alto rango que estamos recorriendo. Cualquier parecido de esta situación con el tradicionalismo político es mera coincidencia.

    La Ley del Referéndum

    Se promulgó el 22 de octubre de aquel mismo año de 1945, ya bajo la presión de las democracias vencedoras a las que se trataba de apaciguar con ella. Precisamente por esto no contamos con escritos inmediatos de réplica y oposición de los representantes del tradicionalismo político, porque éstos, en insuperable lección de patriotismo, habían hecho un alto el fuego contra la situación política en tanto durara la amenaza exterior. Pero en otros documentos, por ejemplo, en el titulado "la Lección de los hechos", de octubre de 1944, los dirigentes políticos tradicionalistas ya habían denunciado la figura del Referéndum como una trampa de los dictadores para aparentar una representación social que ellos mismos extirpan de sus Cortes, que son en la organización natural y tradicional las que permanentemente deben ejercerla de manera que haga absolutamente innecesarios los Referendums. Es una cuestión más doctrinal que práctica.

    * * *

    1947.—La Ley de Sucesión

    El legislador redactó en esta ley un artículo 10.2 que englobaba unos Principios Fundamentales extraídos de las leyes que hemos ido viendo y que no tienen relación inmediata con los mecanismos sucesorios.

    Nace así uno de los principales vicios de los Referendums de aquel Estado —el primero de los cuales se celebró para esta ley— que es el de consultar a la vez e inseparablemente sobre muchas cuestiones heterogéneas.

    Desglosado este artículo 10.2, oscuro y de técnica jurídica complicada, el resto de la ley se cifra en la sucesión, que podrá ser hacia la monarquía o hacia una República presidencialista con ropaje monárquico de Regencia. No solamente, pues, no se dice nada, sino que, además, se difiere sine die la realización y avance de la ley.

    Pero más propio de nuestro intento y de mi insuficiencia parece prescindir de opiniones y comentarios personales y descubrir documentos del máximo rango que fueron y siguen siendo ignorados. Así, S. A. R. el Príncipe don Javier de Borbón Parma escribió al Jefe del Estado, que realizaba una política de hechos consumados nada tradicionalista, manifestándole "la más fundamental discrepancia" acerca de aquel proyecto de ley. Reiterando este punto de vista, la Comunión Tradicionalista, como tal entidad, hizo una "Declaración" contraria al proyecto de ley.

    Solamente veintidós años después, en 1969, se determinaría que la sucesión de Franco se haría en forma de Monarquía; la actual Monarquía que no se explica desde el tradicionalismo.

    Tal vez desde este punto, de no haberlo hecho ya antes, habríamos de volver al principio para preguntarnos previamente si Franco fue jefe de un solo Estado o de varios Estados disimuladamente sucesivos. Si su aparato político fue un régimen en sentido estricto u otra cosa.

    ¿Evolución hacia el Tradicionalismo?

    A los veintiún años del 18 de julio, el 17 de mayo de 1958, se promulgó una ley, con el rango de "fundamental", titulada "de los Principios del Movimiento Nacional". Varios años antes, los principios de FET y de las JONS, que eran los 27 puntos de Falange Española, fueron dejándose en desuso, omitiéndose, silenciándose y a fuerza de todo ello, olvidándose. Los nuevos Principios del Movimiento nacional no fueron una reedición de los de Falange, como cabía esperar de su nombre, sino algo relativamente nuevo, que lleva un injerto tradicionalista.

    El 24 de diciembre de 1964, —casi una inocentada—, se promulga una "Ley de Asociaciones" que parecía un factor de deshielo del estatismo y del Partido Unico. Pero fue administrada por la Secretaría General del Movimiento con tal rigor, que no alumbró ni una sola asociación importante.

    El 10 de enero de 1967, tras un Referendum el 14 de diciembre precedente, se promulga la "Ley Orgánica del Estado" que ha tardado, pues, treinta años en culminarse. El Jefe del Estado mantiene todos sus poderes, pero no los transmitirá a su sucesor. Se retocan casi todas las leyes fundamentales anteriores. Del Fuero del Trabajo se suprimen los vocablos totalitarios y se descongela cautelosamente una parte de su estatismo.

    Valoremos estas tres grandes leyes conjuntamente por tener cada una y las tres juntas algunos reflejos tradicionalistas propicios a la afirmación que hemos rechazado cómodamente hasta ellas. Nuestra resistencia continúa después de su valoración, que forzosamente hemos de resumir y que es la siguiente:

    Pero tan necesario como entender si se explican o no desde el pensamiento tradicional, es saber si después y en qué grado fueron definitorias del Estado que cronológicamente les sucedió. Son dos cuestiones inseparables para nuestro fin.

    Soy testigo de aquellos años y creo que no llegaron a proyectarse en la vida política de entonces. Solamente se cumplió pronto, bien y claramente, la nueva redacción del Fuero de los Españoles referente a la libertad de cultos, que se explica únicamente desde el Concilio Vaticano II y de ninguna manera desde el tradicionalismo español. Por lo demás, todo siguió igual en lo sustancial. Ciertamente, el ambiente de la calle se benefició de una notable distensión placentera. Pero esto fue accidental y en el ámbito de lo negativo, no en lo constructivo del Estado. Y entre otras, tuvo sus excepciones en nuestro tema, muy significativas, en el pertinaz bombardeo de multas y arrestos a los carlistas, y en la nueva expulsión de España del Príncipe don Javier de Borbón Parma. No hay que insistir en resaltar la importancia que todo esto ha tenido en la situación ulterior del País Vasco y de Navarra.

    Todo lo demás fue incumplido. Por la impronta e inercia del estado de cosas de los treinta años precedentes; por la mentalidad existencialista y los omnipotentes poderes del Jefe del Estado, que se extendían de hecho, pero con cierta lógica virtual, a sus representantes hasta el último escalón; por el talante de la clase política gobernante, de la que estuvieron ausentes los carlistas; y por las propias contradicciones internas de esos Principios, de redacción cautelosa, imprecisa, y no seguida muchas veces de leyes y reglamentos que los desarrollaran.

    Si se hubieran cumplido, hubieran seguido ausentes los Fueros y la representación social entendida a la manera tradicional. Algunos reflejos tradicionalistas hubieran sido sofocados por otros opuestos de la misma fuerza legal. Y sobre todo, una reflexión suficiente hubiera descubierto que pertenecían por igual a otras escuelas políticas, es decir, que no eran típica y exclusivamente tradicionalistas.

    * * *

    No son los doctrinarios tradicionalistas los únicos en no explicarse el Estado nacido cronológicamente el 18 de julio desde el tradicionalismo político español.

    Entre las interpretaciones serias que se han hecho de la época de Franco, no demasiado numerosas, merecen destacarse las de otros amigos comunes, de otras ideologías, que tampoco hallan en la etapa anterior vestigios tradicionalistas en forma y cuantía definitorias.

    Solamente citaré a dos de ellos. Escribió Valdeiglesias:

    "El Estado surgido después de la guerra sólo ha tenido, evidentemente, un parecido lejano con el de los tradicionalistas, el de los falangistas o el de los monárquicos de Acción Española. La participación ocasional de representantes de estos grupos en los sucesivos gobiernos, no debe inducir a error. Fueron siempre representaciones simbólicas, como la de los componentes del primer secretariado político de FET y de las JONS. Nuestro Estado nacional-sindicalista ha sido, sobre todo, un Estado pragmático, mucho más preocupado de las realizaciones concretas que de las especulaciones doctrinales" ("Así empezó", 2ª. edición, pág. 231).

    Pemán escribió en uno de sus artículos: "Franco ha sido autoritario y demócrata, inflacionista o deflacionista, utilizador cauteloso de camisas azules y blancas, de boinas de varios colores, de la democracia cristiana y de la tecnocracia cristiana ...; ha sido, él solo, régimen parlamentario, poder y oposición, y turno bipartidista, ha hecho su pacto de El Pardo consigo mismo." (citado por Valdeiglesias en "Así empezó", pág. 340).

    Estos textos, que modestamente suscribo, más parecen acercarse a la tesis del crepúsculo de las ideologías que a la de que el Estado del 18 de julio guardara alguna relación con la ideología tradicionalista.


    Notas

    (1) Ver, en Boina Roja, núm. 71, febrero 1962, su artículo Cada cosa en su sitio.

    (2) Esperamos que estudie este libro en estas páginas el mismo Vegas Latapie

    (3) Manuel de Santa Cruz: Apuntes y Documentos para, la Historia del Tradicionalismo Español 1939 -1966, Madrid, 1979, apartado 1288, tomos de los años 1939 á 1944.

    (4) Vid. Apuntes y Documentos para la Historia del Tradicionalismo Español, 1939-1966, tomo 4, págs. 37, 51 y siga.

    Fuente: FUNDACIÓN SPEIRO
    Última edición por Martin Ant; 22/06/2013 a las 16:26

  2. #2
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Me ha resultado interesante leer este artículo que nos traes, estimado Martin Ant. Efectivamente, desde vuestra perspectiva tradicionalista, no se puede decir que el franquismo cumpliera vuestras espectativas, pero creéme que leyendo lo que escribieron, dijeron y aún sigen escribiendo y diciendo muchísimas figuras relevantes del mundo falangista, para ellos tampoco el franquismo las cumplió. Y con respecto al mundo liberal, para qué hablar... como vemos, lo desprecian.

    Como colofón a lo que pienso, me quedaría con una cita de Blas Piñar:

    "El tradicionalismo era algo así como la reserva no contaminada de nuestro pueblo, y la Falange el indignado movimiento surgido de la contaminación".
    Si esto fuera posible, como él, a mi también me gustaría decir que "soy joseantoniano y tradicionalista de una sola pieza", por eso me sigo considerando franquista, aunque mis vísceras sean revolucionarias y estatalistas en lo político (y económico), y por tanto me agrade y aprecie el pensamiento joseantoniano, mientras mi alma y mi corazón de católico se aferren a un sentido religioso de la existencia que está muy identificado con el tradicionalismo representado por Mons. Lefebvre. Y eso hace que también me sienta bien entre los tradicionalistas. De hecho, mi catolicismo hace que me sienta cada vez mas alejado de aquellos falangistas que intentan revalorizar la perspectiva laica y fáustica que tenía Ramiro Ledesma Ramos de la política.

    Quizás ésto sea intentar infructuosamente lograr la cuadratura del círculo, no lo sé todavía... pero quizás por eso, soy de aquellos que nunca han visto con demasiado desagrado el famoso decreto de unificación de 1937 del que tanto los unos como los otros abominan... Digamos que soy de aquellos que se empeñan en encontrar una interpretación tradicionalista y católica del pensamiento de José Antonio Primo de Rivera y que huye como de la peste de todos los que intentan llevar ese pensamiento a tesis, digamos, próximas a algo que podría denominarse una especie de 'nacional-socialismo a la española' y no digamos nada de aquellos que, siguiendo las tesis de Maurras, adoran el politeísmo pagano y deploran (aunque no lo digan así abiertamente) el cristianismo y terminaron abrazando tesis 'nacional-comunistas' o 'nacional-bolcheviques' (como le ocurrió en su día a Jorge Verstrynge, por poner un ejemplo que todos conocemos). No me gustan ninguna de estas tendencias porque me dan miedo; sencillamente las temo como a la peste negra.

    Por otra parte, en mis contradicciones ideológicas, tampoco comparto la tesis tradicionalista que promulga, 'mas sociedad y menos estado', porque también le tengo miedo a ese aserto, ya que soy de los que creen en la validez y la necesidad de que exista un estado fuerte y centralizado (tesis que es abiertamente contraria a la de los tradicionalistas). Pero esa es mi forma de pensamiento, y como digo, admito mis contradicciones y no pretendo que nadie las comparta... Ahora bien, creo en ese estado fuerte al que me refiero, siempre y cuando, éste, se mantenga fuertemente anclado en el catolicismo, tal y como desde mi punto de vista, supo hacer, con mayor o menor acierto, el estado franquista.

    De los tradicionalistas me gustaría poder aprovechar el valor que les da el haberse convertido, como dice Blas Piñar, en 'la reserva no contaminada de nuestro pueblo'. Mientras que de la falange aprovecharía ese espíritu indignado que terminó creando un movimiento revolucionario y social, surgido como forma suigéneris de 'reacción' contra toda esa contaminación sufría y sufre nuestro pueblo. No sé... quizás, como digo, sea intentar lograr la cuadratura del círculo, y ganarme enemistades en ambos bandos.

    Pero sí me atrevería a decir, y bien sabe Dios que no quisiera molestar a nadie con estas palabras, que si yo hubiera estado en el papel que hubo de jugar Franco en aquellos días, yo también hubiera dictado ese Decreto de Unificación... porque con él intentaría 'desactivar' todo aquello que no me gustaba, ni me gusta, de ambos movimientos (o formas de pensamiento político); a la par que intentaría fundir sus virtudes, casi con un sentido místico, todo aquello que hicieran confluir lo que de ambos aprecio, valor, admiro y considero necesarios para España. Y por eso admiro lo que hizo Franco por aquellos días...

    En cualquier caso, como digo, me ha resultado interesante leer este artículo y no pretendo, diciendo todo lo que aquí he dicho, ni aglutinar amistades ni desprecios tanto de los unos, como de los otros. Sencillamente soy de los que piensan que Franco no se equivocó, e incluso acertó de pleno, creando aquel partido único y firmando ese decreto.


    Un abrazo en Cristo


    Última edición por jasarhez; 23/06/2013 a las 03:11
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  3. #3
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Cita Iniciado por jasarhez Ver mensaje
    Sencillamente soy de los que piensan que Franco no se equivocó, e incluso acertó de pleno, creando aquel partido único y firmando ese decreto.
    El caso es que la unificación no se debió a nada de lo que Vd nos cuenta aquí. Franco despreciaba a los falangistas casi tanto como a los carlistas, y de hecho el Movimiento no era más que un decorado, una estructura burocrática al servicio de Franco, sin poder propio de decisión.

  4. #4
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Cita Iniciado por Valderrábano Ver mensaje
    El caso es que la unificación no se debió a nada de lo que Vd nos cuenta aquí. Franco despreciaba a los falangistas casi tanto como a los carlistas, y de hecho el Movimiento no era más que un decorado, una estructura burocrática al servicio de Franco, sin poder propio de decisión.
    Sin duda yo no pretendía hacer otra cosa en mi anterior aportación que definirme personalmente y explicar las razones meramente personales por las que jamás sentí desagrado por el famoso Decreto. Jamás pretendí hacer ningún estudio medianamente serio de las verdaderas razones que movieron a Franco a la redacción del mísmo y a su firma.

    ________________________________
    Naturalmente que Franco era 'franquista', y por ende no creo que sintiera mayor aprecio (no voy a decir desprecio, tal y como dice usted) por ninguna idea que no sirviera plenamente al modelo de estado que el deseaba desarrollar en cada momento, según su particularísima forma de entender las cosas. Por tanto, Franco se sirvió (literalmente hablando) tanto de los unos como de los otros para llevar a cabo aquello que él mísmo denominaba "...esta ingente tarea de reconstrucción espiritual y material". Y pienso que no se sentía ligado a ninguna doctrina política (fuera ésta revolucionaria o tradicionalista), amén de que no debía responder ante nadie, salvo ante Dios y ante la Historia, tal y como afirmaban los Estatutos de FET y de las JONS: "El Jefe responde ante Dios y ante la Historia"; y continuando con toda la clase política que respondía solamente ante Franco, porque Franco era Caudillo. Y eso, precisamente, es una de las cosas que mas me llevan a admirar la mayoría de las cosas que, durante su mandato, hizo. Y lo admiro, precisamente, porque me gustan los gobernantes que piensan: "Condenadme, no me importa, la historia me absolverá y yo solamente responderé ante Dios y ante ella...", y sobretodo me gustan cuando aciertan. Cosa que Franco, en líneas generales sí que hizo, y no otros que también dijeron cosas parecidas.

    Pero, para comprender ésto... para comprender que Franco iba a adoptar un modelo de gobierno que no iba a estar sujeto a ninguna forma de 'credo político', ni se iba a deber políticamente a nadie, no hay nada mas que leer uno de los párrafos finales del texto que aparece en el inicio a modo de preámbulo, para comprenderlo: "debiéndose hacer constar que como el movimiento que conducimos es precisamente más que un programa, no será cosa rígida ni estática, sino [que estará] sujeto en cada caso, al trabajo de revisión y mejora que la realidad aconseje". Mas claro... el agua (blanco y en botella).

    Incluso, en algún otro momento, llega a decir que: "si las necesidades patrias y los sentimientos del país así lo aconsejaran, no cerramos el horizonte a la posibilidad de instaurar en la Nación el régimen secular que forjó su unidad y su grandeza histórica", cosa que jamás llegó a producirse, como todos sabemos. Nombró sucesor suyo a juancarlitos, quien (ahora lo veo claro), quizás basándose al pié de la letra, solo que de una forma intencionadamente traidora y torticera, en el espíritu del párrafo que he destacado en granate (voy a ser irónico con el transcurrir de la historia...), realizó todos los 'trabajos de revisión y mejora' que consideró oportunos... hasta incluso llegar a cargarse el mismísimo Movimiento. Por eso ahora entiendo un poco a los que dicen que fué precisamente el mismo Franco quien dejó ya sembrada la semilla que ha hecho posible, en cierto modo, el régimen que hoy en día padecemos.

    ___________________________________________
    Y naturalmente que Franco concebía el Movimiento, como usted bien dice... como una especie de 'inmenso decorado' que, a modo de 'estructura burocrática', sirviera a los planes de 'reconstrucción espiritual y material' (sic) que él mísmo tenía para España. Y así lo dice claramente en este mismo decreto. Por eso a la hora definir políticamente a Franco, lejos de las interpretaciones de los unos y de los otros, yo únicamente le definiría simplente como 'franquista'. Es decir, Franco fué franquista y punto... amén de
    "Caudillo por la G. De Dios" (como bien llevaban impresas sus pesetas).
    ____________________________________________


    Pero, a mi juicio acertó en casi todo lo que hizo (es una opinión muy personal mía, repito). Acertó en casi todo lo que hizo, aunque se equivocó de pleno en elección del hombre que habría de ser su sucesor en ese casi 'sagrado' ministerio. Ahí, sencillamente, la cagó sin reservas... Pero es que solamente aquél, o aquellos, que no dirigen, conducen, mandan y ordenan con mano férrea y en solitario, como debe de hacer siempre un verdadero caudillo... pueden estar libres de equivociones personales. Pero ese tipo de hombres, y de formas de gobierno, a mi me disgustan muchísimo. Yo, sin ninguna duda, prefiero a los caudillos; aunque éstos, algunas veces, puedan llegar a equivocarse en algún momento histórico concreto.

    ESTATUTOS DE FET de las JONS

    Art. 47º.- El Jefe Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, supremo Caudillo del Movimiento, personifica todos los Valores y todos los Honores del mismo. Como Autor de la Era Histórica donde España adquiere las posibilidades de realizar su destino y con él los anhelos del Movimiento, el jefe asume, en su tarea plenitud, la más absoluta autoridad.

    El Jefe responde ante Dios y ante la Historia.

    Art. 48º.- Corresponde al Caudillo designar a su sucesor, quién recibirá de él las mismas dignidades y obligaciones. […]
    caudillo
    (Del lat. *capitellus)

    1. m. Hombre que, como cabeza, guía y manda la gente de guerra.
    2. m. Hombre que dirige algún gremio, comunidad o cuerpo.

    Sinónimos:
    caudillo, jefe, guía, conductor, líder, adalid, paladín...

    'caudillo' también coincide con estas otras entradas:
    adalid - arráez - califa - capitán - condotiero - jefe - káiser - general

    Un saludo


    Franco, caudillo de España.jpg
    Última edición por jasarhez; 23/06/2013 a las 12:55
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  5. #5
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Jasarhez. El hilo simplemente tenía como objetivo subrayar el carácter no tradicionalista, desde el punto de vista político, del régimen franquista (en su varias y evolutivas formulaciones y aplicaciones constitucionales).

    Obviamente esto no quiere decir que fuera falangista (o fascista, como ladran los actuales historiadores izquierdistas), sino que, como usted bien señala y yo suscribo, Franco simplemente fue franquista y punto. Se podría discutir si el pragmatismo tecnocrático se puede considerar también como una ideología (yo, siguiendo en esto a D. Juan Vallet de Goytisolo que estudió a fondo el tema, afirmo que sí) o, por el contrario, como una ausencia de ideología (tesis de Gonzalo Fenández de la Mora).

    Al decir que el régimen franquista objetivamente no fue políticamente tradicionalista, tampoco he querido decir que los sucesivos gobiernos de dicho régimen hicieran una buena o mala política respecto al bien común de los españoles en política interior, política internacional, política religiosa, política económico-social, política educativa y cultural, etc... (no entro en ese tema en este hilo). Yo simplemente afirmo (siguiendo en esto, no sólo a los tradicionalistas no-franquistas, sino también a Blas Piñar y su crítica de oposición constructiva de las décadas de los ´60 y ´70) que dichos gobiernos siguieron, en líneas generales, una política mala para los españoles en todos los aspectos.

    Por último, sobre la posible conciliación entre la doctrina tradicionalista y la doctrina falangista-nacionalsindicalista, simplemente señalar que se trata de un imposible (o cuadratura del círculo, como usted dice): o se es, en política, tradicionalista o falangista-nacionalsindicalista, pero no las dos cosas al mismo tiempo. En el prefranquismo, que yo sepa (que me corrija alguien si no es así), el único que intentó la conciliación entre ambas doctrinas políticas fue Víctor Pradera. En el franquismo y el posfranquismo el único que ha tratado (y sigue tratando) de defender dicha conciliación es Blas Piñar y su grupo cultural Fuerza Nueva.

  6. #6
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Nada que objetar en lo primordial a sus palabras, estimado Martin Ant. Coincido en los dos autores a los que hace referencia... Pero tendrá que admitirme que el otro fué Franco, aunque quizás tampoco fuera eso lo que el mísmo pretendiera (...pero eso no lo sabemos, ya que solo Dios conoce lo que hay en el interior de las conciencias). Únicamente discrepo un poco con una cosa que usted ha dicho, ya que tampoco pienso que los respectivos gobiernos de Franco durante los años 60 y 70, hicieran una tan mala política, y mucho menos EN TODOS los aspectos, y no crea usted que estoy defendiendo a los tecnócratas. Y lo que sí tengo claro es que esos gobiernos fueron infinitamente mejores que los que, tras 1978, tuvimos. Y tampoco debemos de perder de vista al horrendo papel jugado durante todos esos años por la Iglesia Católica, que acababa de alumbrar su nefasto último concilio. Un concilio que hizo exclamar a don Aniceto de Castro Albarrán, tras conocer sus contenidos: "iPobre Iglesia! ¡Pobre España!" (CASTRO ALBARRÁN, Aniceto de; "Lo nuevo conciliar y lo eclesial perenne". Madrid, 1967). Es que Franco, del que nunca he dicho que tampoco fuera un santo, es que, además, hubo que lidiar con muy diversos enemigos en esos tiempos. El caso es que, con el paso de los años y de los acontecimientos, como bien dice Juan Manuel de Prada a propósito de su última novela: "Una España que pudo haber sido netamente católica se convirtió en farisaicamente católica" y pudo llegar a ser semilla de lo que estallaría, mas tarde, tras la muerte del Caudillo. Sin decir por ello que la política de esos gobiernos de los años 60 y 70, tampoco estuvieran exentos de culpas por ello.

    http://www.religionenlibertad.com/ar...articulo=26143

    Un abrazo en Cristo
    Última edición por jasarhez; 23/06/2013 a las 16:37
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  7. #7
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Pero tendrá que admitirme que el otro fué Franco, aunque quizás tampoco fuera eso lo que el mísmo pretendiera (...pero eso no lo sabemos, ya que solo Dios conoce lo que hay en el interior de las conciencias).
    No. Una cosa es decretar que las doctrinas tradicionalistas y falangistas-nacionalsindicalistas inspirarían la política de los sucesivos gobiernos franquistas y otra cosa es llevarlo a la práctica. Franco ni era tradicionalista ni era falangista-nacionalsindicalista, sino que simplemente era... franquista, y mandaba a sus gobiernos que aplicaran las políticas que mejor les pareciera adaptándose a las circunstancias.

    Se podría afirmar, en virtud de lo señalado en el artículo original de este hilo, una inspiración pseudofalangista-nacionalsindicalista durante el primer franquismo (1937-1957), pero a partir del gobierno del ´57 comienza el periodo que podríamos llamar de "liberalización" del régimen, cuyas políticas aplicadas en todos los aspectos (política interior, internacional, educativa-cultural, tecnocrática, etc...) por los sucesivos gobiernos son las que motivaron la oposición del grupo de Blas Piñar.

    Por tanto, la diferencia radica en que mientras que Franco no era ni tradicionalista ni falangista (salvo quizá, respecto al falangismo aunque de un modo sui generis, durante los primeros gobiernos del régimen) sino que siempre fue pragmatista (como dije antes, dejo a un lado la polémica de si el pragmatismo tecnocrático es una ideología o no), en cambio Blas Piñar sí que era tradicionalista y falangista-nacionalsindicalista: de ahí la oposición que hizo -desde posiciones tradicionalistas y falangistas-nacionalsindicalistas- a la deriva liberalizadora que los gobiernos demócratacristianos del régimen estaban imprimiendo en sus políticas (en interior, internacional, cultural, económico-social, etc...) a partir del gobierno del ´57.

    Es por ello que no puedo estar de acuerdo con usted en incluir a Franco junto con Blas Piñar entre los que pretendían una -imposible- conciliación doctrinal entre las teorías tradicionalista y nacional-sindicalista.

    Únicamente discrepo un poco con una cosa que usted ha dicho, ya que tampoco pienso que los respectivos gobiernos de Franco durante los años 60 y 70, hicieran una tan mala política, y mucho menos EN TODOS los aspectos, y no crea usted que estoy defendiendo a los tecnócratas.
    Esto se sale del objetivo del hilo pero, si Dios quiere, iré poniendo en otros hilos las críticas no sólo de los tradicionalistas no-franquistas sino también, como ya dije, del grupo franquista de Blas Piñar contra las desastrosas políticas liberalizadoras (en todos los aspectos) de los sucesivos gobiernos a partir del ´57.


    Y lo que sí tengo claro es que esos gobiernos fueron infinitamente mejores que los que, tras 1978, tuvimos
    Nunca he dicho lo contrario, ni creo que pueda deducirse de mis afirmaciones anteriores. Mis afirmaciones negativas contra dichos gobiernos las hago en términos absolutos, no en términos relativos. Pero esto se sale del tema del hilo y, como he dicho antes, procuraré reproducir las críticas que los tradicionalistas y los fuerzanovistas realizaban a dichos gobiernos democristianos-liberales de los ´60 y ´70 en otros hilos.

    Y tampoco debemos de perder de vista al horrendo papel jugado durante todos esos años por la Iglesia Católica, que acababa de alumbrar su nefasto último concilio. Un concilio que hizo exclamar a don Aniceto de Castro Albarrán, tras conocer sus contenidos: "iPobre Iglesia! ¡Pobre España!" (CASTRO ALBARRÁN, Aniceto de; "Lo nuevo conciliar y lo eclesial perenne". Madrid, 1967)
    Como señalé en el primer mensaje del hilo, no pretendo tocar el tema del tradicionalismo religioso en el régimen franquista (si Dios quiere, también tocaré este punto en un nuevo hilo). Pero ya le adelanto que, a la vista de mis investigaciones y estudios, cada vez me convenzo más de que, si bien a la muerte de Franco se habría avanzado un poco más en la evolución liberalizadora comenzada en el ´57, jamás habríamos llegado a los niveles que comenzaron a producirse desde el ´82 de no haber sido por la decisiva intervención de todo el Episcopado Español (a excepción de unos pocos obispos) tranquilizando a los políticos democristianos procedentes del régimen franquista de que no se preocuparan del catolicismo sociológico español para su avance en las políticas liberalizadoras pues ellos se encargarían de neutralizar cualquier intento de oposición católica organizada. Es decir, que no sólo hicieron una política de omisión o de no crítica contra las políticas de los democristianos sino también una política activa que, ante la vacilación de éstos en la legalización del partido socialista, la legalización del partido comunista, la legalización del divorcio, etc..., fueron decisivos los obispos (salvo una pequeña minoría) para animar y empujar a dichos políticos democristianos al avance en el proceso liberalizador (avance el cual no habrían realizado dichos políticos de no ser, como digo, por ese apoyo activo de los obispos en ese sentido).

    Pero esto, como digo, se sale también del tema y lo trataré en otro hilo, dejando aquí solamente consignada la conclusión a la que llego.
    Última edición por Martin Ant; 23/06/2013 a las 18:02

  8. #8
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    No. Una cosa es decretar que las doctrinas tradicionalistas y falangistas-nacionalsindicalistas inspirarían la política de los sucesivos gobiernos franquistas y otra cosa es llevarlo a la práctica. Franco ni era tradicionalista ni era falangista-nacionalsindicalista, sino que simplemente era... franquista, y mandaba a sus gobiernos que aplicaran las políticas que mejor les pareciera adaptándose a las circunstancias (.../...)
    Sin duda alguna, tengo que admitir que tiene usted razón. 'Una cosa es decretar que las doctrinas tradicionalistas y falangistas-nacionalsindicalistas inspirarían la política de los sucesivos gobiernos franquistas y otra cosa es llevarlo a la práctica'. Me estaba refiriendo al texto del Decreto, por eso hablé de 'autores' no de estadistas. Franco en sus obras era pragmático, y se adaptaba, según podía, a las circunstancias. Pero el texto del famoso decreto sí decía tener como inspiración la idea de intentar fundir las virtudes de ambos movimientos. Otra cosa muy distinta es, y en eso yo no se lo discuto, lo que luego ocurriera.

    Y con respecto a la parte de su mensaje en la que toca el tema del tradicionalismo religioso en el régimen franquista, solamente le digo que estaré espectante de poder leer sus conclusiones en ese otro hilo que nos ha prometido. Yo también opino que jamás habríamos llegado a los niveles que comenzaron a producirse a partir de 1982, tras la victoria del Partido Socialista con Felipe González a la cabeza, y por la decisiva intervención del Episcopado Español convenciendo a los políticos procedentes del régimen franquista, para que no se preocuparan por el 'catolicismo sociológico' perdido con tantas políticas liberalizadoras como se empezaban a llevar a cabo en esos días. Como todos sabemos, el episcopado español ya se encargó de lleno en su sucia tarea de neutralizar cualquier intento de oposición católica organizada que pudiera haber surgido por aquellos días. Por eso, a la Iglesia Católica del postconcilio yo también le echo muchas culpas de todo lo ocurrido...

    Existe una carta escrita por Sigfredo Hillers, y que yo leí por primera vez en este mismo foro, que habla y acusa con pelos y señales a los principales culpables:

    Carta de Sigfredo Hillers al Cardenal de Madrid

    Un abrazo en Cristo
    Última edición por jasarhez; 24/06/2013 a las 00:26

  9. #9
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Cita Iniciado por jasarhez Ver mensaje
    Franco en sus obras era pragmático, y se adaptaba, según podía, a las circunstancias.
    Digamos que Franco hacía lo que le daba la gana, lo cual no siempre coincidía con lo que convenía a España. Y es que claro, con los rojos cautivos o desterrados, Jose Antonio muerto, Don Juan exiliado, Mola desaparecido en combate... ¿quién quedaba en España aparte de Pilar y su sección femenina?

  10. #10
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Como del primer artículo pudiera parecer que el tradicionalismo político español teórico sólo se cultivó en la Comunión Tradicionalista (y de ahí la consecuente demostración del carácter no tradicionalista, desde el punto de vista político, del régimen franquista), es importante señalar también que al menos hubo otro grupo político-cultural en el que se cultivó también, por algunos autores, el tradicionalismo téorico. Me refiero al grupo de Acción Española liderado por Eugenio Vegas (otra cosa distinta es el tradicionalismo político práctico que sólo correspondía a la Comunión Legitimista, como única solución política verdadera para los españoles).

    Añado esto porque podría pensarse que, si bien el régimen franquista no fue tradicionalista por rechazar a la Comunión legitimista, al menos sí lo fue por recoger las ideas teóricas que defendían dicha Comunión y algunos hombres de Acción Española, habiéndose obtenido dichas ideas de éstos últimos.

    Para fundamentar también el rechazo de esta tesis, reproduzo a continuación otro artículo del famoso bloguero Francisco José Fernández de la Cigoña, en el que, con motivo de la crítica de un libro de Morodo, justifica también la falta de aplicación o puesta en práctica de las ideas tradicionalistas provenientes de Acción Española. El artículo se publicó en el nº 229-230 de la revista Verbo en 1984.

    En el artículo se tocan otros temas parciales (como, por ejemplo, la supuesta "importancia" del papel de Acción Española y sus hombres en el Alzamiento y la Cruzada) que son ciertamente discutibles. Pero aún así reproduzco el artículo con el objetivo de ahondar más en el objetivo propio de este hilo: subrayar el carácter no tradicionalista, en lo político, del régimen franquista.

    -----------------------------------------------


    ACCION ESPAÑOLA Y EL FRANQUISMO

    POR

    FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA GIGOÑA

    La aproximación de Morodo a Acción Española (Morodo, Raúl, Orígenes ideológicos del franquismo, Tucar Ediciones, Madrid, 1980), por muchos conceptos interesante, adolece de un defecto de enfoque que hace que las pocas personas que hoy conocen de verdad lo que fue aquello se sientan con una incomodidad mental cierta y, aún reconociendo brillantes análisis, textos abundantes recogidos con bastante honestidad, si bien dentro de esas parcialidades inevitables en el más independiente de los historiadores —y no atribuyo a Morodo tal título—, se concluye la lectura diciendo: no es eso, no es eso...

    Lo he escrito (Fernández de la Cigoña, Francisco José, «En el cincuentenario de Acción Española, en Verbo, 201-202, enero-febrero de 1982). Se había escrito antes (Ansón, Luis María, Acción Española, Zaragoza, 1960). Y es preciso partir del hecho del protagonismo absoluto de Eugenio Vegas en todo análisis de lo que fue aquel movimiento intelectual que realmente dio una razón y un contenido al alzamiento militar de 1936.

    Entiéndaseme bien. No pretendo decir que los militares que se sublevaron llevaran en sus mochilas los ejemplares de la revista en julio de aquel año. La inmensa mayoría de ellos no había leído ni un ejemplar de Acción Española. La influencia, indudable y de enorme peso, vino por otros caminos. Acción Española dio a la derecha unas bases doctrinales que justificaron su resistencia al sacrificio y a la desaparición. Los valores en los que esa derecha creía, las fidelidades que en un corazón viejo, cansado y desacostumbrado al trabajo intelectual aún latían, se sintieron avalados por un grupo creciente de figuras de la intelectualidad española y comprobaron, además, que esas gentes sintonizaban con importantes núcleos intelectuales del extranjero.

    Y todo ello hizo que se volviera a creer, a pensar y a resistir. De ahí surgieron las condiciones objetivas de la sublevación militar. Después confluyeron otras concausas. Mimetismos fascistas y nacionalsocialistas, ayudas militares de otras potencias, la superioridad de los cuadros del ejército sobre la improvisación guerrillera y anarquista, las virtudes de una clase media catalizada por una Iglesia beligerante —y es curioso que hoy se le reproche una actitud a la que fue obligada y empujada violentísimamente por el saqueo, el incendio y el asesinato de cuanto tenía alguna relación con lo sagrado— «sobre el analfabetismo moral y cultural de unas masas que obraban movidas por elementales pasiones de resentimiento y odio...

    Como decía, no descubro nada con esto. Pero sin ello no se entenderá nunca a Acción Española. La sociedad cultural Acción Española, la revista, cuanto se propuso y fue, tiene un nombre: Eugenio Vegas. Lo demás es comparsa. Que no se me malinterprete. No cabe duda de que en aquel grupo intelectual hubo figuras de más envergadura que Vegas Latapie. Literatos, oradores, poetas, dramaturgos, historiadores, periodistas... La nómina —en sentido metafórico, pues allí nadie cobraba, ya que si se pagaron algunas colaboraciones era más para atender difíciles situaciones personales derivadas del exilio o de la persecución política que como remuneración del trabajo aportado— de Acción Española es asombrosa. Y por muchos conceptos. Dos de ellos saltan a la vista del observador menos perspicaz: lo amplio de la misma y su diversidad de matices ideológicos.

    Maeztu (de la Academia Española y de la de Ciencias Morales, embajador, diputado), Pradera (del Tribunal de Garantías Constitucionales, diputado), Calvo Sotelo (Ministro, diputado, Presidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación), Sáinz Rodríguez (Académico de la Española y de la Historia, catedrático, ministro, diputado), Montes (de la Española), Ríber (también de la Española), Pemán (Director de la Academia Española), Pemartín, Arrarás, Aguado, Eliseda (de la Academia de Ciencias Morales), Artíñano (catedrático), Alcalá Galiano, Aunós (ministro, embajador), Castro Albarrán (magistral de Salamanca y de Madrid), Juan de la Cierva (inventor del autogiro), Vázquez Dodero, Armando Durán (de la Academia de Ciencias), Enriquez de Salamanca, José Ignacio Escobar (director de La Epoca), Carlos Fernández Cuenca (crítico de cine), el P. Gafo (alma de los sindicatos católicos), Galindo Herrero, Galinsoga (director de La Vanguardia), el P. Félix García, O. S. A., el P. Peiró, S. J., el general García de la Herrán, García Valdecasas (de la Española, de Morales y Políticas y de Jurisprudencia), García Villada, S. J. (ilustre historiador), Giménez Caballero, Goicoechea (ministro y Presidente de la Academia de Jurisprudencia, de la Academia Española), el cardenal Gomá, González Amezúa (de la Española), Emilio Herrera (que llegaría a ser Presidente de la República en el exilio), Miguel Herrero, Lequerica (ministro, embajador), el marqués de Lozoya (académico de la Historia y de Bellas Artes, catedrático), Juan Ignacio Luca de Tena (director de ABC, de la Academia Española), Juan Antonio Ansaldo (laureado individual), Esteban Bilbao (Presidente de las Cortes, ministro), Manuel Bueno, Corts Grau (catedrático), Santiago Corral (Presidente de Acción Católica), Rafael Garda de Castro (arzobispo de Granada), el P. Guenechea, S. J., Ibáñez Martín (ministro, embajador), Menéndez Reigada (obispo), Carlos Miralles (laureado individual), Julio Palacios (académico de la Española y de Ciencias, catedrático), Leopoldo Eulogio Palacios (catedrático, académico de Morales), Puigdollers (catedrático), Juan Pujol (director de Madrid), Javier Reina (canónigo), Blanca de los Ríos, el conde de Rodezno (ministro), Ruiz del Castillo (catedrático del Tribunal de Garantías Constitucionales, académico de Morales), Sánchez Mazas (de la Española), Mardal Solana, Vallejo Nájera, Jorge Vigón (ministro), Eduardo Marquina (de la Española), Zacarías de Vizcarra, Yanguas (catedrático, embajador, ministro, académico de Morales y de Jurisprudenda) ...

    Esta relación, ampliable, en la que cargos y laureles fueron en muchos casos obtenidos después, es lo suficientemente expresiva para precisar comentario, Pero si impresiona por la extensión, asombra más, si cabe, porque en ella figuran personajes de todas las agrupaciones políticas que entonces existían en la derecha: CEDA, Renovación, Falange, Comunión Tradicionalista.

    En Acción Española depusieron discrepancias accidentales y se unieron en una corporación entrañable y sin fisuras. Pues bien, todo ello fue obra milagrosa de Eugenio Vegas Latapie. Él los buscó, uno por uno, mantuvo la unión y movió desde la sombra todos los hilos semidictatorialmente. Y fue obedecido por todos.

    Por ello resulta increíblemente mezquino que un personajillo —y no me refiero sólo al tamaño físico— que giró cual la mariposa alrededor de la llama en torno a aquel ambiente en los años de la República, movido de no sé qué rencores o envidias mal digeridos, omite el nombre de Vegas entre los fundadores de Acción Española en un pobre artículo publicado recientemente. Morodo lo reconoce expresamente —«Vegas Latapie, artífice de esta obra»—, pero no conoce a la persona. Y sin ello es muy difícil conocer Acción Española. Este es el defecto capital del libro que, por otra parte, tiene valores que no hemos de negar.

    No es ese desconocimiento de extrañar por cuanto Eugenio Vegas es hoy un gran ignorado en España. La aparición de sus apasionantes Memorias Políticas, cuyo primer volumen se encuentra ya en las librerías, quizá contribuya a que este español excepcional salga algo de la sombra en que voluntariamente se recluyó tras el fracaso de sus ilusiones y esperanzas.

    Pero el hecho es que el libro de Morodo está escrito desde esa ignorancia y ello hipoteca gravemente el resultado. Desde el mismo título: Orígenes ideológicos del franquismo. Que nos parece inexacto. Porque lo que fue Acción Española fue el origen, en el sentido que hemos dicho, del alzamiento de 1936. Identificar ése alzamiento con el franquismo posterior es simplificar demasiado, entendiendo que toda causa de una causa lo es de lo posteriormente causado. Lo que, si en ocasiones es cierto; extremarlo hace a Enrique IV de Francia responsable de la actual Constitución española o a Rodrigo de Triana del castrismo de Fidel.

    Qué duda cabe que el franquismo recogió ideas y, sobre todo, personas de Acción Española. Ello es tan evidente que ni merece nos detengamos en ello. Pero Acción Española —y ahí están sus textos— pretendía un modelo político y social que tenía ciertas diferencias con el que se instauró en España cuando las circunstancias —y en particular el accidente que costó la vida al general Sanjurjo— impusieron a Franco como Generalísimo y Jefe del Estado.

    Acción Española quería una monarquía hereditaria y efectiva como cúspide del sistema político. Franco instauró una monarquía teórica en la que el titular tardó muchos años en determinarse y después de que se dieran esperanzas a varios pretendientes. Aunque Franco, posiblemente, tuviera claro desde el primer momento quién iba a ser su sucesor. Esa monarquía natural que el Caudillo ejerció estaba muy lejos de lo que postulaba Acción Española. Y la monarquía que efectivamente le sucedió, lo mismo. Aunque fuera también muy distinta de la que Franco había querido para España.

    Tampoco tenían nada que ver con los principios y estilos de Acción Española los modelos nazifascistás que se impusieron en los primeros años del franquismo, precisamente cuando Serrano y sus corifeos: Ridruejo, Laín, Tovar, Mayalde, Hoyos, Neville, Torrente Ballester... detentaban, al servicio de Franco, el poder dictatorial. Las raíces de esa España, que la derrota del Eje hizo inviable, se nutrían en tierras muy distantes de las de Acción Española.

    El ortodoxo catolicismo de Acción Española tampoco inspiró las posturas totalitarias respecto a la Iglesia de esos primeros tiempos, nacidas de las mismas fuentes nazifascistas. El cardenal Gomá, prematuramente desaparecido, no hubiera tenido el menor problema con un Estado que se inspirase en los principios de Acción Española. Los tuvo, y serios, con las autoridades de la España nacional. Y el Vaticano también.

    No fue, asimismo, consecuencia doctrinal de Acción Española el centralismo que se impuso a todas las regiones españolas desde la capital de la nación. Que hoy estamos pagando a demasiado alto precio. Ni la falsificación corporativa que hizo de municipios y sindicatos una sucursal del poder, inutilizándolos para posteriores actuaciones previstas teóricamente en el montaje del Estado franquista pero que, ante su escasísima implantación real, fueron incapaces de realizar el cometido previsto en el «atado y bien atado» problema sucesorio.

    Fuera de estas diferencias —no desdeñables— hubo señaladas coincidencias, claro está. Y, sobre todo, un trasvase de hombres que aceptaron y se beneficiaron del franquismo. Y algunos de qué manera.

    Pero este es un fenómeno político muy corriente que el mismo Morodo señala en su libro respecto del Integralismo portugués de Antonio Sardinha. Y que lo mismo podríamos apuntar de la CEDA. Los Artajos y Martín Sánchez-Juliá dejaron tan solo a Gil Robles como los Areilzas, Lequericas, Pemanes y Vigones a Vegas Latapie. Y con Hedilla ocurrió lo mismo. Porque fenómenos aislados como Giménez Fernández o Juan Antonio Ansaldo son excepciones que confirman la regla y que se producen en no pocas ocasiones más por peculiaridades de carácter que por el mantenimiento de unos principios.

    Las sirenas del poder tienen demasiado atractivo y suelen arrastrar a la mayoría de los humanos. El caso de Sáinz Rodríguez fue otro. Ministro de Franco por influencia de Serrano Suñer, al cesar, se embarca en la oposición. Quizá hubiera sido fidelísimo al Caudillo de continuar en el cargo. Nosotros creemos que sí.

    El hecho es que, de la sublevación militar de 1936, nació una dictadura que duró casi cuarenta años. Hasta la muerte de la persona que la encarnaba. Sus realizaciones materiales son indiscutibles y España, que partía deshecha de una terrible guerra civil, conoció un período de paz y desarrollo económico sin parangón en nuestra historia.

    Suele ser un efecto de las dictaduras. No cabe duda que también conoció defectos: abusos de poder, negocios poco limpios... Son fenómenos que suelen acompañar a esos regímenes políticos. Si bien nuestra, ya no tan joven, democracia —-su vida es más larga que la suma de los dos períodos republicanos— nos demuestra que tampoco están libres de esos defectos los sistemas democráticos. Que, en ocasiones, y mucho me temo que la nuestra sea una de ellas, los aumentan muy considerablemente...

    Pero el franquismo lo que sí confirmó es la regla áurea de todo sistema de ese tipo: la incapacidad de sucederse. Las dictaduras se agotan con el carisma de quienes las detentan. Y sólo el terror puro y simple las hacen perdurar como ocurre más allá del Telón de Acero.

    Señalada la discrepancia fundamental con la tesis de Morodo expondremos a continuación otras parciales, algunas de no poca importancia. El capítulo 1.3: Acción Española: apología y revisión crítica de la Dictadura es una pura contradicción. De la lectura del mismo, y de la realidad histórica, lo único que se deduce es que Acción Española no tuvo nunca la menor veleidad de resucitar la experiencia primoriverista que tan mal acabó. Otra cosa es que, ante el caos republicano, se pudiera sentir alguna añoranza de los años tranquilos y prósperos de la Dictadura. Pero nada más.

    Falta de conocimientos también, por parte de Morodo, de hechos concretos. Por ejemplo es reveladora esta afirmación: «Sáinz Rodríguez, colaborador de Acción Española, ministro con Franco —pero, el único ministro que rompe con él, y se autoexilia en Portugal...» (pág. 45)—. La ruptura de Sáinz Rodríguez con Franco fue el cese que el Jefe del Estado le comunicó. Hasta entonces no había existido tal ruptura. Y el «autoexilio», en 1942, no fue tal sino la huida de España por parte de Pedro Sáinz para evitar una orden de deportación a las Canarias. Y lo de único ministro que rompe con Franco habrá asombrado, sin duda, a un hombre tan próximo a Morodo en la oposición al Generalísimo, en sus últimos años, como lo fue Joaquín Ruiz Giménez

    Otro error de bulto es adscribir a Antonio Goicoechea al tradicionalismo (pág. 67),' lapsus verdaderamente increíble por tratarse de un político de cierta notoriedad, ministro de Alfonso XIII. Como omitir entre los generales simpatizantes de Acción Española a don Fidel Dávila (págs. 69-70). El tomo primero de las Memorias de Vegas, que Morodo ya conoce, pues publicó del mismo una recensión en El País es básico para escribir en el futuro de Acción Española y evitará muchos errores. Y puestos a señalar omisiones, entre los títulos nobiliarios que Morodo considera como concedidos por Franco a personas que se movieron, más o menos, en la órbita de Acción Española no menciona al que nos parece más capital, el concedido para honrar la memoria del que fue su director, el condado de Maeztu (páginas 72-73).

    El desconocimiento del entorno lleva a Morodo a cometer numerosos errores onomásticos: A Fuentes Pila le llama Fuentes Pilá (pág. 88), a José Ignacio Escobar, marqués de las Marismas y a la muerte de su padre, de Valdeiglesias, le llama Ignacio (pág. 89), a Martín Báguenas, Martínez (pág. 109); el Lizarra mencionado (pág, 139) tal vez sea Lizarza; el Andes al que se refiere (pág. 139) debe ser su hijo el marqués de Eliseda; Rebadet (pág. 151) es Rebatet; llama integralistas (página 180) a los integristas de Nocedal...

    Es absolutamente excesivo calificar de «permanente» (página 92) la colaboración de Ramiro Ledesma Ramos con Acción Española. Fue bastante esporádica. Pienso que el jonsista que más contacto tuvo con Acción Española fue Emiliano Aguado. Fueron también frecuentes los de Giménez Caballero, si bien esa relación fue pronto repudiada por los más conspicuos de la revista que demostraron por este curioso personaje verdadero desprecio. La carta de Vigón al «apreriable Giménez» es buena prueba de ello.

    Me parece de gran interés el estudio que Morodo hace de las influencias extranjeras en Acción Española (págs. 149-232). Es, en cambio, muy endeble el de los maestros del tradicionalismo español (págs. 74-81). La intencionalidad del autor de vincular a Acción Española con los fascismos es evidente y reiterativa; sin embargo, el resultado, a nada que se lea con discernimiento, es muy otro.

    La vinculación de Acción Española con Acción Francesa es indiscutible. Su hilo conductor es Vegas Latapie, la única persona dentro del grupo que conocía muy profundamente, y admiraba, el movimiento de Charles Maurras. Gracias a él lo conocieron los demás y alguno, como Calvo Sotelo, entró en contacto directo con él durante su exilio en Francia. Pero la influencia maurrasiana llegó tamizada por el hondo catolicismo de Vegas y por sus lecturas de los clásicos de la contrarrevolución española: concretamente de Zeballos, el «Rancio», Vélez, Donoso, Balmes, Mella y sobre todos, Menéndez Pelayo. De ahí que no pueda hablarse de un simple mimetismo sino sólo de una influencia o más bien de una recreación. Y esa influencia, sin duda la más poderosa de las llegadas del extranjero hasta el extremo de que su peso específico se aproxima al cien por cien, no tenía nada de fascista, Y no debe olvidarse que estamos en los días álgidos del Duce. La componente maurrasiana está en un horizonte ideológico absolutamente diverso. Se la podrá calificar de reaccionaria, de derechista, de ultra, de lo que se quiera. Pero no de fascista.

    El segundo influjo, recibido también de primera mano y éste a través del marqués de Quintanar, fue el del integralismo portugués de Antonio Sardinha. También en la línea de Acción Francesa y tampoco fascista.

    La influencia italiana, totalmente fascista ya, es impersonal. Nadie en el grupo era un especialista en Mussolini y sus doctrinas. Estaba la admiración por un Estado antiliberal, que había llegado a la pacificación religiosa con los pactos de Letrán, a un gran desarrollo económico... Después del 18 de julio vino, además, la ayuda militar. Su repercusión en el Estado franquista de los primeros años fue evidente. Y su influencia en Falange. Pero en Acción Española fue muy secundaria. El respeto y la admiración no impedían ver la sombra protectora del Duce sobre el rey. Y no era esa la monarquía que Acción Española postulaba, aunque otros aspectos del sistema y, concretamente, el corporativismo, fuesen asumidos sin reservas. Por todo ello las traducciones de autores italianos son escasas y creemos que su influencia también.

    Respecto al nazismo, su influjo fue nulo como se constata del mismo texto de Morodo. No ha podido hacer referencia ni a una sola traducción de un artículo nazi aparecido en la revista. El magisterio de Spengler, indudable y reconocido, es anterior al nazismo. Las referencias a González Oliveros y Murillo son a dos colaboradores muy marginales y de nulo peso en la dirección de Acción Española. Salvo eso sólo podrá espigarse alguna frase admirativa hacia Hitler del que entonces se desconocían sus atroces excesos. Y junto a esas frases siempre reservas por su actitud anticatólica como el mismo Morodo reconoce.

    Las traducciones inglesas aparecidas en la revista son de ideología católica y conservadora; el influjo de Berdiaev, entonces tan de moda, va también por otra línea distinta del fascismo; las alusiones a Letonia, Polonia o Rumania son marginales... y eso es todo. La búsqueda minuciosa e interesada de Morodo no halló más. Evidentemente porque no lo había.

    Concluyamos ya. Libro interesante, escrito desde la otra orilla. Con parcialidad, pero también con cierta mesura. Y sobre un tema que por cuarenta años resultó molesto al poder y sobre el que pesó la conspiración del silencio. De un silencio hipócrita por cuanto que muchos de los que disfrutaron de ese poder iniciaron sus batallas políticas en Acción Española. Y porque ese mismo poder nació, aunque luego siguiera otros rumbos, de la siembra que Acción Española realizó con riesgo, sacrificio y trabajo.

    Es curioso que los dos libros que sobre Acción Española se han escrito lo fueron desde la oposición al franquismo, si bien desde dos posturas tan distintas como la de Luis María Ansón y la de Raúl Morodo. Uno desde dentro de Acción Española y el otro desde fuera. Pero salvo esto apenas nada más. Menciones inevitables en obras que se refieren a la época pero absolutamente insuficientes para tan importante movimiento. En la escasísima bibliografía hay que hacer también referencia a un excelente artículo de Javier Badía aparecido en las páginas de Verbo e inexcusablemente a las Memorias de Eugenio Vegas que, en su primer volumen, son verdaderamente las memorias de Acción Española,

    Y una última referencia a Morodo. Su filiación respecto a Tierno Galván le hace recoger un penoso texto del mismo: «Cuesta trabajo no considerarle un pensador francés de tercera fila que repite los tópicos más corrientes de su tiempo». Nada menos que se refiere a Donoso Cortés. El sectarismo, en ocasiones, no sólo ciega,, hunde en abismos de bochorno. Ya desde la crítica constructiva un ruego a Raúl Morodo: que no use un término tan atroz como el de «austracista» para referirse a la Casa de Austria. A mí, al menos, me suena horriblemente.


    Fuente: FUNDACIÓN SPEIRO

  11. #11
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Fernández de la Mora: "Tradicionalismo no equivale a Carlismo"



    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    un artículo de Manuel de Santa Cruz, publicado en la famosa revista Verbo nº 189-190, del año 1980, en el que se trata de poner sucintamente las cosas en su sitio en plena polémica con el intelectual franquista Gonzalo Fernández de la Mora.

    EL TRADICIONALISMO POLÍTICO Y EL RÉGIMEN QUE CRONOLÓGICAMENTE SIGUIÓ AL 18 DE JULIO

    POR

    MANUEL DE SANTA CRUZ

    He leído con interés el artículo de don Gonzalo Fernández de la Mora titulado "España y el Fascismo" y publicado en Verbo, núm 188. Creo que es una aportación valiosa a un tema apenas tocado con la profundidad y erudición con que él lo ha hecho. No obstante, contiene una frase de la que yo quisiera disentir con algunos apoyos documentales y, por supuesto, siempre muy amistosamente. Me refiero a estas palabras: "El Estado nacido el 18 de julio de 1936 (...) se explica desde el tradicionalismo español que en la edad contemporánea representan Balmes, Donoso Cortés, Menéndez Pelayo, Mella y Maeztu con su grupo de Acción Española (111)." La nota dice: "Vid. Gambra, Rafael: Tradición o mimetismo, Madrid, 1976, págs. 103 a 202; y Morodo, Raúl: Acción Española. Orígenes ideológicos del franquismo, Madrid 1980, páginas 233 y sigs."
    ...
    Versión del episodio según la revista “Razón Española”:

    "Gonzalo Fernández de la Mora escribió en «Verbo» en siete ocasiones; tres fueron réplica a artículos allí publicados....

    «En «España y el fascismo» establecía esta conclusión:
    «El Estado nacido el 18 de julio de 1936 y reemplazado en 1978, no se explica ni como un fascismo ni desde el fascismo; se explica desde el tradicionalismo español, que en la edad contemporánea representan Balmes, Donoso-Cortés, Menéndez-Pelayo, Mella y Maeztu con su grupo de «Acción Española». Las raíces de esta concepción de la sociedad y del Estado pasan por los grandes juristas y pensadores españoles del siglo XVI y se remontan a los teóricos castellanos medievales» (5).

    El artículo iba seguido de una pequeña nota de José Antonio García de Cortázar, entonces director de Verbo, en la que, a título personal, indicaba que no compartía tal conclusión, sustancialmente, porque el régimen había carecido de una auténtica representatividad política, pero que dada la cuestión, abría las puertas «discretamente» al debate (6).

    Replicaron Rafael Gambra y Manuel de Santa Cruz. El primero argumentaba su discrepancia con algunas cuestiones, pero especialmente con su conclusión, pues, a su juicio, sobre todo en su primera década, el régimen no fue una realización del tradicionalismo español (7). El segundo, con idéntica tesis, prácticamente identificaba carlismo con tradicionalismo (8).

    A ambos escritores replicó Fernández de la Mora con una nota en la que indicaba que se había errado el tiro, porque, decía,
    «no me he referido al carlismo, sino a la tradición política española», y no cabe «afirmar seriamente que tradicionalismo sea sinónimo de carlismo» (9).

    Si Fernández de la Mora acertaba en su respuesta al negar esa identificación -el carlismo no es sino una especie del género pensamiento tradicional-, sin embargo, no entraba en la cuestión de fondo planteada por Gambra respecto a las objeciones que cabía hacer de su tesis, no ya desde el carlismo, sino desde el pensamiento tradicional. Ambos autores argumentaban situados en planos distintos y de ahí la discrepancia.
    El que el régimen de Franco no fuera propiamente fascista y hubiera recibido con el paso de los años una creciente influencia, aunque parcial, del pensamiento tradicional, no permite, precisamente por ello, concluir que encuentra su explicación desde el tradicionalismo español, aunque éste tampoco le sea ajeno.

    Tema abierto a la polémica y a la investigación, sujeto a múltiples matices, la redacción de la revista, ante las llamadas recibidas a favor de una y otra tesis, indicaba que no deseaba continuar la polémica y la daba por terminada (10)..."

    6 García de Cortázar y Sagarminaga, J. A., «Advertencia sobre el régimen tradicional», Verbo, núm. 188, septiembre-octubre 1980, pp. 1031-1032.

    7 Gambra, R., «Sobre la significación del régimen de Franco», Verbo, ´núm. 189-190, noviembre-diciembre 1980 (pp. 1223-1230), p. 1228.

    8 De Santa Cruz, M., «El tradicionalismo político y el régimen que cronológicamente siguió al 18 de julio», Verbo, núm. 189-190, noviembre-diciembre 1980, pp. 1231-1237.

    9 Fernández de la Mora, G., «Tradicionalismo y carlismo». Respuesta de Gonzalo Fernández de la Mora a Rafael Gambra y a Manuel de Santa Cruz, Verbo, núm. 191-192, enero -febrero 1981, pp. 262-265."


    Razón Española, nº 115; GONZALO FERNANDEZ DE LA MORA, LA «CIUDAD CATOLICA» Y «VERBO»


    Última edición por ALACRAN; 04/07/2013 a las 17:35
    Pious dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  12. #12
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Alacran. No tengo nada que objetar al artículo de Don Estanislao Cantero (que también aparece reproducido en el nº 411-412 de la revista tradicionalista no franquista Verbo, del año 2003).

    El breve artículo de Gonzalo Fernández de la Mora aparece en el nº 191-192 del año 1981.

    No he pretendido identificar tradicionalismo con carlismo. Repito lo que dije en el mensaje anterior.

    Como del primer artículo pudiera parecer que el tradicionalismo político español teórico sólo se cultivó en la Comunión Tradicionalista (y de ahí la consecuente demostración del carácter no tradicionalista, desde el punto de vista político, del régimen franquista), es importante señalar también que al menos hubo otro grupo político-cultural en el que se cultivó también, por algunos autores, el tradicionalismo téorico. Me refiero al grupo de Acción Española liderado por Eugenio Vegas (otra cosa distinta es el tradicionalismo político práctico que sólo correspondía a la Comunión Legitimista, como única solución política verdadera para los españoles).

  13. #13
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Si he enviado el texto de Gonzalo Fdez de la Mora es para concretar que el primer mensaje que Vd envía relativo a D. Manuel de Santa Cruz no es decisivo sobre el tema del tradicionalismo o hay alguna faceta que se le escapa, según las aclaraciones de Fernández de la Mora.

    Sin embargo, parece que Vd conocía la polémica de la revista Verbo y pasaba por alto las aclaraciones (que creo imprescindibles) de Fernández de la Mora.

    No tanto me interesa aclarar si el régimen de Franco fue tradicionalista o no, sino aclarar cómo es de tradicionalista el "tradicionalismo", y cómo frente a una "tradición" de la que habla el carlismo parece haber "otra tradición" según Fernández de la Mora:
    "el tradicionalismo español, que en la edad contemporánea representan Balmes, Donoso-Cortés, Menéndez-Pelayo, Mella y Maeztu con su grupo de «Acción Española». Las raíces de esta concepción de la sociedad y del Estado pasan por los grandes juristas y pensadores españoles del siglo XVI y se remontan a los teóricos castellanos medievales».

    Y hasta se me hace muy sospechoso que la revista Verbo cancelara un debate que habría sido interesantísmo y con visos de una gran superioridad erudita y teórica de Fernández de la Mora.

    Sinceramente creo que los argumentos de D. Manuel de Santa Cruz no aportan nada a la cuestión histórica del tradicionalismo libre de prejuicios.
    Última edición por ALACRAN; 05/07/2013 a las 13:32
    Pious dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  14. #14
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Si he enviado el texto de Gonzalo Fdez de la Mora es para concretar que el primer mensaje que Vd envía relativo a D. Manuel de Santa Cruz no es decisivo sobre el tema del tradicionalismo o hay alguna faceta que se le escapa, según las aclaraciones de Fernández de la Mora.

    Sin embargo, parece que Vd conocía la polémica de la revista Verbo y pasaba por alto las aclaraciones (que creo imprescindibles) de Fernández de la Mora.

    No tanto me interesa aclarar si el régimen de Franco fue tradicionalista o no, sino aclarar cómo es de tradicionalista el "tradicionalismo", y cómo frente a una "tradición" de la que habla el carlismo parece haber "otra tradición" según Fernández de la Mora:
    "el tradicionalismo español, que en la edad contemporánea representan Balmes, Donoso-Cortés, Menéndez-Pelayo, Mella y Maeztu con su grupo de «Acción Española». Las raíces de esta concepción de la sociedad y del Estado pasan por los grandes juristas y pensadores españoles del siglo XVI y se remontan a los teóricos castellanos medievales».

    Vale. Pero entonces entraríamos en un tema distinto al de este hilo, a saber, el tema de la identidad o no entre tradicionalismo y legitimismo o "carlismo". Precisamente es por eso que no colgué aquí la réplica de Fernández de la Mora, pues éste, como bien señala en su artículo Don Estanislao Cantero, no quiso entrar en el fondo de la cuestión, a saber, el carácter objetivamente no tradicionalista -desde el punto de vista político- de Franco y su régimen. Fernández de la Mora sólo se limitó a señalar el supuesto abuso que suponía identificar el tradicionalismo político español con el legitimismo-carlismo, lo cual se salía del tema de la referida discusión (y, por ende, del tema de este hilo, razón por la cual no lo incluí).

    Y hasta se me hace muy sospechoso que la revista Verbo cancelara un debate que habría sido interesantísmo y con visos de una gran superioridad erudita y teórica de Fernández de la Mora.

    Sinceramente creo que los argumentos de D. Manuel de Santa Cruz no aportan nada a la cuestión histórica del tradicionalismo libre de prejuicios.
    El entonces director de la revista José Antonio García de Cortázar explica la razón en una nota de redacción inmediata al texto de réplica de Fernández de la Mora.

    Dice que: "Como VERBO no desea proseguir una polémica que posiblemente dentro de unos años, si Dios le da vida a la revista, podrá tener en ella su campo ideal para desarrollarse, la damos por terminada".

    Por tanto, no la canceló strictu sensu, sino que simplemente la aplazó, aunque desconozco si desde entonces ha tenido lugar dicha discusión de nuevo en la revista (no necesariamente con los mismos contendientes originales obviamente).

    De todas formas, al margen de Verbo, pienso que nada impide abordar este tema aquí en el Foro en un hilo nuevo (desconozco también si ya existe algún hilo donde se haya tocado específicamente este tema de la identidad o identificación entre tradicionalismo y carlismo). Como los argumentos de Manuel de Santa Cruz iban dirigidos directamente a probar el carácter políticamente no tradicionalista de la dictadura franquista, es evidente que éste tema apenas lo tocaba indirecta o implícitamente. Pero en el hilo nuevo que se abra próximamente no me faltará arsenal para tratar este tema con otros autores e intelectuales ilustres que sí tocaron y abordaron el tema directamente.
    Última edición por Martin Ant; 05/07/2013 a las 14:18

  15. #15
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Contrarréplica de Gonzalo Fdez de la Mora a las réplicas de D. Manuel de Santa Cruz y de D. Rafael Gambra :

    "...Pero sí he de manifestar que tales críticas y objeciones apenas
    tienen relación con mi tesis, porque yo no me he referido al carlismo,sino a la tradición política española.

    No he afirmado que el Estado
    del 18 de julio corresponda a un proyecto de la Comunión Tradicionalista, que ignoro si se presentó entonces como alternativa articulada. Nada más lejos de mi ánimo que expedir a los gobernantes o a las instituciones certificados de ortodoxia o de herejía política. Tampoco me he ocupado de precisar en qué medida la Comunión Tradicionalista colaboró con el Estado del 18 de julio.

    Lo que sí sostengo
    es que los rasgos definitorios de ese Estado —confesionalidad, monarquía, representación orgánica, régimen polisinodial, unidad familiar, unidad sindical, derecho foral, asunción de los valores históricos, etc.— no se explican desde el fascismo, sino desde la tradición española. Es una tesis general, no un proceso de partido.

    Nadie puede afirmar seriamente que tradicionalismo sea sinónimo de carlismo, entre otras razones porque la tradición española es milenaria, y el carlismo nace a la muerte de Femando VII, y porque, incluso desde este último acontecimiento, es mucho mayor el número de pensadores tradicionalistas no carlistas que el de los militantes en alguna de las fracciones de la Comunión.

    Y en el contexto de mi frase citada es todavía más inconcebible la unificación de tradionalismo y carlismo, porque nominalmente enumeré corno tradicionalistas contemporáneos a Balmes, Donoso, Menéndez-Pelayo y Maeztu, ninguno de los cuáles fue carlista. Aludí, además, a los colaboradores de Acción Española que, en su gran mayoría, tampoco fueron carlistas.
    Y me remití, en fin, a nuestros juristas del siglo xvi y a los tratadistas medievales que, obviamente, no pudieron ser carlistas..."
    http://www.fundacionspeiro.org/verbo/1981/V-191-192-P-264-265.pdf
    Última edición por ALACRAN; 06/07/2013 a las 22:07
    Pious dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  16. #16
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Sí, sería necesario otro hilo. Si bien y como complemento de lo que aquí he advertido, habría que cuestionar todo el planteamiento que Vd en concreto, y los autores afines al carlismo en general, hace de la Tradición.
    Pues el tema a tratar no sería tanto si el franquismo fue "tradicionalista" (según la réplica de D. Manuel de Santa Cruz y contra la que contrarreplicó Fdez de la Mora) ... sino si fue tradicionalista ¡¡el propio carlismo!! Y no ya en el sentido de una especie del género tradicionalismo (como concedía Fdez. de la Mora), sino negándolo rotundamente como lo afirmaba Menéndez Pelayo y que coloqué en un hilo hace algunos días:

    Menéndez Pelayo y el Carlismo: la ortodoxia hispánica

    "...Dos bandos poderosos y encarnizados después de haber lidiado sin cuartel ni misericordia en los campos de batalla (primera guerra carlista), permanecían irreconciliables ceñudos y rencorosos, como separados por un mar de sangre y por un abismo de ideas todavía más hondo. Decíase el uno representante de la tradición y heredero de la España antigua, y no puede negarse que en parte lo fuera, si bien por la fatalidad de los tiempos, al resistir el empuje de la revolución demoledora, pareció identificar su causa con la de instituciones caducas y condenadas irremisiblemente a muerte y se constituyó en defensor, no de una tradición gloriosa cuyo sentido apenas comprendía ni alcanzaba como no fuese de un modo vago e instintivo, sino de los peores abusos del régimen antiguo en su degeneración y en sus postrimerías.Con esto dieron aparente justificación a los del partido adverso que, pensando y sintiendo con el espíritu de la revolución francesa, radicalmente hostil a todo elemento tradicional e histórico, confundían bajo el mismo anatema los principios fundamentales y perennes de nuestra vida nacional y las corruptelas, imperfecciones y escorias que el transcurso de los siglos y la decadencia de los pueblos trae consigo..."

    "...Si la cultura de los liberales adolecía de exótica y superficial, la de los partidarios del antiguo régimen había llegado a tal extremo de penuria, que en nada y para nada recordaba la gloriosa ciencia española de otras edades, ni podía aspirar por ningún título a ser continuadora suya..."

    (De "Pról. a los Ensayos de J. M. Quadrado, año 1893: Estudios y discursos de Crítica Histórica y Literaria"; tomado de "Antología general de Menéndez Pelayo"; B.A.C. Tomo I, año 1956. pág. 211)

    Sería a partir de estas citas desde donde debería comenzarse a debatir y no desde los discursos de un D. Manuel de Santa Cruz o similares, que no aportan nada a la raíz del problema. ¿Qué entendía Menéndez Pelayo por una Tradición... de la que afirmaba que los carlistas de entonces (y presumiblemente los posteriores) ni atisbaban en qué consistía?
    A lo mejor Fernández de la Mora hubiera podido habernos dicho algo en ese frustrado debate...
    Última edición por ALACRAN; 06/07/2013 a las 21:24
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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  17. #17
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Son curiosos los "vicios críticos" contra el carlismo. Como si algún carlista hubiera dicho que el padre Vitoria era carlista o algo así. No, no es eso. De lo que se trata es que en 1833 hubo un golpe mortal contra la tradición española, un golpe comandado por las fuerzas armadas (por ésos que aún algunos creen que nos van a salvar) y que desde esa fecha, los defensores de la Tradición se agruparon obstinadamente para luchar contra la Revolución y hasta hoy. Fue una usurpación comandada por el liberalismo que, con el tiempo, ha sabido calar en la izquierda. Ya se sabe, unos movieron el árbol y otros recogieron las nueces. Y quien colaboró con la usurpación, colaboró con la Revolución. Menéndez Pelayo no es infalible, y mucho menos en política. De hecho, sin negar su enorme sapiencia, su visión sobre la Guerra de Sucesión es totalmente viciada, como lo ha sido también la de algunos carlistas catalanes. No digo que los carlistas lo seamos, pero lo que digo es que jamás transigimos con la Revolución y defendimos y defenderemos la integridad de una tradición en todos sus pilares, no sólo en lo que "nos convienen".

    En cuanto a la defensa del "absolutismo viejo" y esas cosas, que también lo dice Pío Moa, está claro que D. Marcelino no leyó a Magín Ferrer ni las proclamas del general Cabrera, ni la carta a los españoles de Carlos VII ni tantos y tantos documentos que prueban que, desde primera hora, el carlismo no fue "estático".

    Por otra parte, aquellos que hablaban de "no renunciar a los principios" para no aceptar la legitimidad dinástica siempre han caído en la tremenda torpeza de que, al no reconocer la legitimidad, están reconociendo la ilegitimidad. Y así siguen durante más de siglo y medio. Sigan disfrutando, pero no entiendo de qué se quejan entonces (como los sanmartinianos en Hispanoamérica y etc.; asuman con coherencia lo que defienden y dejen de hacer ridículas y contradictorias piruetas), y menos, qué... reprochan al carlismo, que siempre se ha levantado en pro de la patria. ¿Se hubiera ganado la guerra en 1936 sin disponer de la movilización de la mayor organización civil antirrevolucionaria de España, que contó por 100.000 los voluntarios? Pues eso. Podrán seguir con lo mismo, pero los hechos son muy tozudos y están contra vds.
    Última edición por Ordóñez; 06/07/2013 a las 22:41
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  18. #18
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

    Sí, sería necesario otro hilo. Si bien y como complemento de lo que aquí he advertido, habría que cuestionar todo el planteamiento que Vd en concreto, y los autores afines al carlismo en general, hace de la Tradición.
    Pues el tema a tratar no sería tanto si el franquismo fue "tradicionalista" (según la réplica de D. Manuel de Santa Cruz y contra la que contrarreplicó Fdez de la Mora) ... sino si fue tradicionalista ¡¡el propio carlismo!! Y no ya en el sentido de una especie del género tradicionalismo (como concedía Fdez. de la Mora), sino negándolo rotundamente como lo afirmaba Menéndez Pelayo y que coloqué en un hilo hace algunos días:

    Menéndez Pelayo y el Carlismo: la ortodoxia hispánica

    "...Dos bandos poderosos y encarnizados después de haber lidiado sin cuartel ni misericordia en los campos de batalla (primera guerra carlista), permanecían irreconciliables ceñudos y rencorosos, como separados por un mar de sangre y por un abismo de ideas todavía más hondo. Decíase el uno representante de la tradición y heredero de la España antigua, y no puede negarse que en parte lo fuera, si bien por la fatalidad de los tiempos, al resistir el empuje de la revolución demoledora, pareció identificar su causa con la de instituciones caducas y condenadas irremisiblemente a muerte y se constituyó en defensor, no de una tradición gloriosa cuyo sentido apenas comprendía ni alcanzaba como no fuese de un modo vago e instintivo, sino de los peores abusos del régimen antiguo en su degeneración y en sus postrimerías.Con esto dieron aparente justificación a los del partido adverso que, pensando y sintiendo con el espíritu de la revolución francesa, radicalmente hostil a todo elemento tradicional e histórico, confundían bajo el mismo anatema los principios fundamentales y perennes de nuestra vida nacional y las corruptelas, imperfecciones y escorias que el transcurso de los siglos y la decadencia de los pueblos trae consigo..."

    "...Si la cultura de los liberales adolecía de exótica y superficial, la de los partidarios del antiguo régimen había llegado a tal extremo de penuria, que en nada y para nada recordaba la gloriosa ciencia española de otras edades, ni podía aspirar por ningún título a ser continuadora suya..."

    (De "Pról. a los Ensayos de J. M. Quadrado, año 1893: Estudios y discursos de Crítica Histórica y Literaria"; tomado de "Antología general de Menéndez Pelayo"; B.A.C. Tomo I, año 1956. pág. 211)

    Sería a partir de estas citas desde donde debería comenzarse a debatir y no desde los discursos de un D. Manuel de Santa Cruz o similares, que no aportan nada a la raíz del problema. ¿Qué entendía Menéndez Pelayo por una Tradición... de la que afirmaba que los carlistas de entonces (y presumiblemente los posteriores) ni atisbaban en qué consistía?
    A lo mejor Fernández de la Mora hubiera podido habernos dicho algo en ese frustrado debate...
    Como muy bien señala don Estanislao Cantero, Fernández de la Mora no quiso entrar al fondo del asunto que tanto D. Rafael Gambra como Manuel de Santa Cruz planteaban en sus escritos de réplica cuando reflejaban claramente en sus respectivos artículos el carácter objetivamente no tradicionalista, en lo político, del régimen de Franco (y que todo el mundo puede comprobar leyendo el texto de Fernández de la Mora, en el que sólo se limita a reafirmar nominalmente su tesis inicial sobre el supuesto "tradicionalismo" político del franquismo sin entrar a contestar los datos y argumentos de los artículos de Don Rafael Gambra y Manuel de Santa Cruz que desmontan por completo dicha tesis). Por el contrario la "contrarréplica" (lo pongo entre comillas por lo anteriormente dicho) de González de la Mora se limita únicamente a decir que tradicionalismo y carlismo no se identifican.

    Y usted, Alacran, va más allá que Fernández de la Mora diciendo que en realidad el legitimismo español no es que no se identifique con el tradicionalismo político español, sino que ni siquiera se le puede considerar tradicionalista. Y, por tanto, señala usted que deberíamos plantear en toda su crudeza, antes de cualquier otro debate, y en base a unas afirmaciones de Menéndez Pelayo, si realmente el legitimismo español es políticamente tradicionalista...

    Conforme pues.

  19. #19
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    Re: El régimen franquista no fue políticamente tradicionalista

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    reprochan al carlismo, que siempre se ha levantado en pro de la patria. ¿Se hubiera ganado la guerra en 1936 sin disponer de la movilización de la mayor organización civil antirrevolucionaria de España, que contó por 100.000 los voluntarios? Pues eso. Podrán seguir con lo mismo, pero los hechos son muy tozudos y están contra vds.
    Ordóñez, y lo más irónico de todo es que cuando Franco se refería a los legitimistas españoles en alguna declaración pública los llamaba... ¡tradicionalistas!, nunca carlistas (o javieristas), puesta este segundo adjetivo le producía alergia y aversión (como se la producían a todos los otros revolucionarios usurpadores anticatólicos y antiespañoles -Isabel, Amadeo de Saboya, los dos Alfonsos, etc...- que hemos venido sufriendo desde 1833 sin solución de continuidad hasta hoy).

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