En el cumpleaños de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón y Borbón-Busset, esperanza de las Españas.
(Jesús de Castro)


El tetralema del carlismo por el que desde 1833 se han desvivido multitud de estirpes y familias reviviendo la tradición religiosa y política de las Españas resultaría sin sentido en caso de carecer del carácter regio del pueblo encarnado en la persona del Rey o el Príncipe. Conforme al pensamiento clásico libre de toda heterodoxia malsana, la monarquía se caracteriza siempre por el mando de uno, la legitimidad familiar y el origen divino del poder, es decir, la sacralización del poder de la cual carecen los hodiernos Estados llamados democráticos y constitucionales (o constitucionalistas siguiendo el pensamiento político de D. Pietro Giuseppe Grasso) en el que tal desacralización con la consiguiente secularización darían lugar a los “Estados modernos” del llamado Derecho nuevo.


Cuando hoy nos detenemos en considerar la progresiva delicuescencia de lo que fueron los Estados católicos afectando en última instancia temporal a España encontramos en la mayoría de los casos un denominador común que antecede a la deriva del Derecho iusnaturalista clásico: la pérdida de la monarquía tradicional por medio de los poderes fácticos que asfixian a los pueblos otrora llamados Cristiandad. [i] Conforme en estos pueblos se fue desmoronando la tradición encarnada en la monarquía representativa y tradicional a la par que era sustituida por regímenes dictatoriales o liberales observamos esa ruptura de la tradición que desde el instante en que se merma desde las alturas institucionales con la propia reacción del pueblo marcadamente fiel a sus reyes y a su religión[ii] que veía cómo se le imponían regímenes completamente ajenos a su constitución histórica. No tardarían, así, en llegar los continuos cambios de poder y los dictados del iuspositivismo racionalista plasmados en numerosas constituciones democráticas y contrarias al iusnaturalismo clásico.


En numerosas ocasiones serían aquellos más cercanos a la familia legítima quienes traicionaran la tradición situándose cual traditor.


Frente a todos los cambios que parecían representar un cataclismo ora histórico, ora jurídico en los pueblos de tradición católica la legitimidad encarnada en los reyes en el exilio continuaría siendo defendida con una labor infatigable que arma al brazo y pluma en mano haría llegar y transmitir el legado de la tradición a las siguientes generaciones y estirpes. La tradición que fuera la de las Españas como machaconamente repitiera el profesor D. Francisco Elías de Tejada que transcribo a continuación para esclarecer la visión del eximio profesor: “Históricamente, la tradición de las Españas es el haz unitario, el cálido crisol donde se integran y sintetizan los conjuntos de las tradiciones de cada uno de los pueblos componentes. O sea, es la tradición única, pero variada y multiforme, en sus expresiones sociales e históricas a tenor de la idea de los fueros. En la Península Ibérica comprende las tradiciones particulares de Asturias, Galicia, León y Portugal; de Castilla, Navarra y Vascongadas; de Cataluña, Aragón, Valencia y Baleares; de Extremadura, la Mancha y Murcia; de Jaén, Córdoba, Sevilla y Granada; de Canarias. En América comprende la de todos los pueblos que hay desde el Río Grande del Norte y las misiones de Florida, Tejas y California, hasta los estrechos descubiertos por Fernando de Magallanes. En Oceanía, la de Filipinas y otras más menudas. En Asia y África, las de las provincias portuguesas en ambos continentes. Y en Europa, la Europa geográfica, los pedazos que un tiempo fueron hispanos en plenitud de ideas, de gestas y de sentires, como Nápoles y el Franco-Condado, Cerdeña y Flandes, Sicilia y el Milanesado, Malta y el Finale. Todos ellos, pueblos partícipes en la empresa universal que capitaneó Castilla y sostuvo León, la soñadora de imperios. Tal variedad era el aspecto interno de una solidísima unidad exterior, cimentada en la fuerza inquebrantable de la vigencia de la fe religiosa y de la pasión monárquica, del sentido católico misionero y de la lealtad al rey común de las Españas. La variedad foral fue posible porque cristalizaba en realidades de historia cuajada en culturas y en instituciones aquella ciclópea ilusión de servir mancomunadamente al mismo Dios y al mismo rey”.[iii]


En los hodiernos regímenes que ocupan los territorios que forman las Españas y sin los cuales no se entendería un ápice de la historia y la tradición de tales pueblos, podría pensar que el iuspositivismo imperante en tales pueblos impuesto a pesar de la reacción del pueblo[iv] de las Españas que sería marcadamente antiliberal y como diría el maestro (D. Marcelino Menéndez Pelayo) en su Historia de los heterodoxos españoles al referirse a las herejías y heterodoxias que arrasaban en otros lugares del Orbe y el escaso éxito en España de tales heterodoxias (ora donatistas, ora luciferianas, ora arrianas, ora gnósticas, ora mahometizantes) escribía: “Quiso Dios que por nuestro suelo apareciesen, tarde o temprano, todas las herejías, para que de ninguna manera pudiera atribuirse a aislamiento o intolerancia esa unidad preciosa , sostenida con titánicos esfuerzos en todas las edades contra el espíritu del error. Y hoy, por misericordia divina, puede escribirse esta historia[v] mostrando que todas las heterodoxias pasaron, pero que la verdad permanece, y a su lado está el mayor número de españoles, como los mismo adversarios confiesan. Y si pasaron los errores antiguos, así acontecerá con los que hoy deslumbran, y volveremos a tener un solo corazón y una alma sola, y la unidad, que hoy no está muerta, sino oprimida, tornará a imponerse, traída por la unánime voluntad de un gran pueblo, ante el cuál nada significa la escasa grey de impíos e indiferentes”[vi]


Así pasaron y pasarán pues tras el correr del tiempo desde 1833, con la encarnación de la legitimidad en el exilio significando la esperanza de las Españas, desde D. Carlos V hasta D. Javier I de Borbón Parma y el Príncipe D. Sixto Enrique de Borbón, el carlismo vive y vivirá mientras siga encarnada la única tradición en las flores de lis de las legítimas familias y hoy en S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón que es la esperanza y salvaguarda de las Españas.


Baste como coda la exposición de ciertas opiniones respecto a los regímenes parlamentarios hodiernos y contrarios a la tradición de las Españas encarnada en la legitimidad familiar y , por ende, en la monarquía tradicional y representativa, que antes del eminente profesor Danilo Castellano, por ejemplo, en Constitución y secularización (Costituzione e secolarizazione) sería advertido por Harold J. Lasky: “un Parlamento no es una colección de expertos distinguidos; si lo fuese, tendría aún peor éxito del que tiene, porque de que un hombre sea eminente en los negocios, en Ingeniería, en Economía, o en Medicina, no hay base para deducir que lo sea también en las tareas peculiares de un Parlamento; que un hombre sea capaz de construir acertadamente un puente o de penetrar en los misterios del átomo o de dirigir una gran empresa, no prueba su talento en el arte de dirigir un Estado”[vii] Frente a réplicas de “organizar la democracia”, el fundador de Action Française Charles Maurras escribiría de la siguiente forma con la poca ambigüedad que lo caracterizó como defensor a ultranza de la legitimidad y tradición: “No se organiza la democracia. No se democratiza la organización. Organizar la democracia es instituir aristocracias; democratizar una organización es introducir en ella la desorganización. Organizar significa diferenciar, es decir, crear desigualdades útiles; democratizar es igualar, o sea, establecer en lugar de las diferencias, de las desigualdades, de las organizaciones, la igualdad, que es estéril e incluso mortal”[viii].


Valgan las opiniones de los eximios pensadores referidos como reacción y defensa de la legítima monarquía tradicional y representativa que a diferencia de las hodiernas formas de gobierno y desgobierno corresponden con la esencia de las Españas encarnada hoy en la persona de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón y Borbón-Busset hijo de S.M.C. Don Javier de Borbón Parma y Doña María Magadalena de Borbón-Busset. Es hoy la esperanza de las Españas para verse reconstruida sin conservar la destrucción sino el espíritu reaccionario que sepa volver a la grandeza de lo que engloba territorial, política y espiritualmente las Españas. Dejaré para acabar los versos del ilustre poeta D. José Pancorvo a S.A.R.


Príncipes Borbón Parma, Dios, Altezas Reales,
ama de Vuestros hijos al más reaccionario
como el que elige entre sus hojas espirituales
la oración más urgente de su devocionario.
Altezas de los lises, Dios, sagrados Borbones,
Dios, que os alzó diez siglos los áureos corazones,
hoy en día en que ve su honor más agraviado
más áurea ira os pide que en el tiempo dorado:
os pide abominar el bajamar oscuro
que sepulta las almas en sus lavas triunfales
porque flamas pretéritas llaman iras actuales
y a quien más reverbere le dará más futuro.
Y florece el futuro, con los lises de ayer
en su frente consagrada, Sixto Enrique de Borbón,
el Infante, Duque y Príncipe, el hijo del Rey Javier.
Y en el alba la melena se estremece del león.[ix]



[i] Aunque no me detendré en ello, me parece interesante hacer referencia al desarrollo que el Dr. Miguel Ayuso Torres hace de la Christianitas maior y la Christianitas minor en publicaciones como La constitución cristiana de los Estados, Ed. Scire, Barcelona o El Estado en su laberinto, Ed. Scire , Barcelona.

[ii] Recientemente ha sido publicado el trabajo del eximio tradicionalista italiano D. Francesco Maurizio di Giovine 1815-1861 De la Italia de los Tratados a la Italia de la Revolución, Ed. Scire, Barcelona, que resulta un retrato y desmitificación de la unificación italiana desde las esferas institucionales contra la voluntad de todo un pueblo.

[iii] Referencia en FRANCISCO ELÍAS DE TEJADA, 30 AÑOS DESPUÉS por Miguel Ayuso recogida en los Anales de la Fundación Francisco Elías de Tejada referente a la obra ¿QUÉ ES EL CARLISMO? Por el que fuera catedrático de la Universidad Hispalense de Sevilla junto al profesor D. Rafael Gambra Ciudad.

[iv] Al respecto del espíritu reaccionario ante la imperante legislación individualista fruto del llamado Derecho nuevo cabe recordar en los pueblos de la América hispana al ilustre escritor decimonónico D. José de la Riva Agüero que reafirmaría públicamente: “Conservador no, reaccionario sí”

[v] Viene a referirse a la importantísima obra Historia de los heterodoxos españoles.

[vi] Ibid. Libro 1, capítulo 3.

[vii] Harold J. Lasky, La democracia en crisis, Madrid, Revista de Derecho Privado, 1935. Recogido por Eugenio Vegas Latapie en Consideraciones sobre la democracia, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, 1965.


[viii] Charles Maurras, La democratie religieuse, París, 1921.

[ix] José Pancorvo, Boinas rojas a Jerusalén, Lima.

El Matiner