Fuente: ¿Qué Pasa?, Número 287, 28 Junio 1969, página 14.
¿Qué son las masas?
Por. P. Echaniz
Una de las más urgentes necesidades para el saneamiento de un ambiente político es el rigor en el lenguaje, la precisión en las palabras. Constantemente oímos que hablan de «las masas», desde los políticos profesionales a los aficionados, desde los libros de texto a los panfletos. Sin embargo, no se podía encontrar en nuestra literatura hasta estos días un estudio tan certero y exhaustivo sobre las masas como el que acaba de editar Taurus: «Sociedad de masas y Derecho», de Juan Vallet de Goytisolo. Son seiscientas cincuenta páginas, bien ordenadas y sistematizadas, cuya lectura es desde ahora preceptiva para poder hablar con conocimiento de causa, con honestidad, de las masas y también de algunos de sus problemas. Trataré de resumir la parte primera del libro, o general del tema, donde se hace un análisis de la sociedad de masas. Es la mejor réplica erudita al socialismo doctrinal y de tópico de gacetilla que se hace con visión de conjunto y detallada a la vez; nos ha curado de las rabietas pasadas leyendo tonterías en ciertos periódicos de Madrid, uno de la mañana y otro de la noche, que no hace falta nombrar porque están en la mente de todos.
Aunque no es un fenómeno exclusivamente moderno, el proceso de masificación avanza ahora más de prisa que en otras épocas. Entre las turbas ocasionales y las comunidades organizadas se halla la sociedad de masas, que se caracteriza por: a) la uniformización de las mentalidades, gustos y maneras de ser; b) la carencia de estructura propia jerarquizada e incluso la oposición a que se cree; c) consecuentemente, la manipulación de la masa desde fuera; d) la falta de responsabilidad unida inseparablemente a la apetencia superlativa de disfrute.
Son propiedades de la masa: 1.ª, ser número indiferenciado de individuos, sin tradiciones, costumbres ni ritos, alienados de sí mismos porque aspiran a una imagen común, que es la que les señalan los medios de comunicación social; 2.ª, valoración de los incompetentes, consecuencia de la pasión igualatoria; 3.ª, sociedad mecanizada en suplencia de una estructura interna, biológica u orgánico-racional; 4.ª, sociedad burocratizada; 5.ª, muchedumbre uniforme, sin objeto; 6.ª, no es algo cuantitativo, gran número, sino cualitativo, de falta de estructura; no es solamente la masa obrera; hay masas que tienen asegurado lo superfluo y pueblos no masificados, muy pobres.
EL PROCESO DE MASIFICACIÓN EN EL MUNDO MODERNO.– La masificación resulta de la destrucción de las estructuras y de la pulverización e igualación de los fragmentos. Las estructuras se desmoronan por agentes externos y a la vez por descomposición interna. La manipulación subsiguiente de las masas sólo puede hacerse, como es lógico, desde fuera.
La Revolución Francesa no fue un hecho fortuito, sino la culminación de un proceso muy antiguo de disolución política que a su vez es precedido en tiempos de Luis XIV por una crisis administrativa que asfixia a los municipios y provincias y produce un éxodo de los notables naturales de aquellas sociedades rurales hacia la Corte. El poder central sustituyó a los nobles, que perdieron así la práctica y la pericia de la gerencia del bien común. La Revolución no dejó en pie más que individuos y de esta sociedad pulverizada salió el centralismo; donde no hay más que individuos, los asuntos importantes pasan al Estado y la sociedad pasa a ser un pueblo de administrados.
En el siglo XIX el proceso de masificación se nutre con tres nuevos factores: la formación de grandes ciudades, la industrialización y la pasión por la riqueza. Los que abandonaban las estructuras de la sociedad rural para ir a trabajar en las aglomeraciones industriales no encontraron en éstas ninguna estructura social y quedaron encerrados en su estrecha vida privada, sin virtudes públicas. No quedan más que dos puntos de referencia y dos fuentes de poder: el Estado y el dinero.
El capitalismo se parece a la propiedad como la obra de un falsario hábil se parece a una pieza auténtica, como el sofisma se parece al razonamiento, como Caín se parecía tal vez a Abel. Va imponiendo una manera especial de «pensar en dinero», considerando las cosas únicamente por su valor y destruyendo la relación inmediata hombre-cosa; por esto el capitalismo es masificador. En cambio, la propiedad auténtica es alma que transforma las cosas en un mundo personal y las penetra con la personalidad de su propietario.
Pero hay otros mecanismos por los que el capitalismo resulta masificador: por la producción en serie, por la consiguiente formación de la masa consumidora, y por la presión ejercida sobre ésta mediante la propaganda masiva para estimularla a que consuma lo más posible, creando necesidades nuevas y desembocando así en la sociedad de consumo de masas.
Otros factores de masificación son aportados a esta misma obra por el socialismo. El capitalismo y el socialismo son antitéticos de la auténtica propiedad privada, pero no lo son entre sí. Tienen mucho de común. El socialismo es el capitalismo del Estado. Marx no pretendió nunca servir al proletariado, sino servirse de él como de una fuerza o como de una materia prima. Dentro del pueblo ha buscado la parte más unificada, que es la que vive en las ciudades, y dentro de éstas, la más masificada es la que se ocupa en las fábricas; en cambio, el campesino, arraigado y difícil de desarraigar, ha sido despreciado y perseguido implacablemente.
Desde la Revolución Francesa de 1789, se han venido multiplicando las revoluciones, grandes o pequeñas, y más aún desde el empleo por los marxistas de la dialéctica o fomento de las contradicciones. La revolución destroza la trama orgánica que rige el país en todos sus aspectos, políticos, culturales, económicos; interrumpe costumbres, destierra formas, ritos y tradiciones; todo esto es desarraigar, lo mismo que los exilios, las deportaciones, los traslados de población y la inhibición de muchos elementos.
La técnica de la propaganda no se detiene en lo comercial, sino que se extiende, masivamente también, a la política, a la opinión pública convertida en mito; se le hace que pida lo que se le quiere imponer. La gente ya no puede discernir entre el aluvión de noticias hábilmente manipuladas; ya no sabe lo que quiere, pero sí lo que le gusta o no le gusta. En cambio, antes, el hombre, con dirección interna, sabía lo que quería, pero no se permitía saber qué le gustaba. El cine y la televisión han alcanzado la máxima potencia de uniformización y control exterior y, por tanto, de masificación. Las antiguas máquinas ahorraban trabajo físico, pero las modernas calculadoras electrónicas ahorran trabajo mental; aportan tal cantidad de información, que desorientan y paralizan aún más al ciudadano. El Estado acaba por adueñarse de todos estos medios con pretexto de arbitrar en la lucha de clases, de mantener la paz social, etc.; así es fácil gobernar una sociedad de masas.
Otra importante fuerza masificadora es, pues, el poder del Estado moderno, reforzado por: 1.º La desaparición de los Cuerpos Intermedios, que son los que presiden y rigen la vida local y la de las minorías; 2.º La ideología democrática, favorable a la consecución de la igualdad económica; 3.º La tendencia al totalitarismo; no hay Estado que no haya sido infectado en mayor o menor medida por esta enfermedad; se basa en el principio de la Revolución Francesa y del Contrato Social de Rousseau de la «alienación total», por el cual el hombre no tiene otro fin que su imbricación en la sociedad política en que se halla; 4.º La extensión de las funciones del Estado, consecuente con los avances totalitarios, que desborda la actividad política y penetra en el terreno de lo social y de lo económico; y donde esto no es claro directamente, lo es indirectamente por la orientación del crédito, de los impuestos, de las autorizaciones administrativas, etc. Esta extensión de las funciones estatales resta iniciativas y responsabilidades a las personas privadas y entidades públicas menores, y tiende a convertir a todos en consumidores de los nuevos servicios y actividades estatificadas; 5.º Los adelantos técnicos de las comunicaciones y de los transportes facilitan las injerencias del Estado e impiden a los particulares escapar a ellas; 6.º Los progresos de las técnicas de propaganda masiva a través de los medios de información.
Otro día resumiremos, D.m., las «Causas profundas de la masificación».
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