La Tradición insobornable


Cual cristiano y caballero


Teme a Dios, guarda su ley,

Sirve con lealtad al Rey,

Sé devoto y sé guerrero.

¡Hijos del suelo rociado con la sangre de los primeros mártires! Le habéis rendido el homenaje de dolor y lágrimas: presentadle ahora el de la imitación de sus virtudes; sostened la sagrada Religión que él supo defender, y todos los demás bienes os vendrán por añadidura.

Oiréis que vuestra nación os dirá: “No creáis que triunfaréis. Me revestiré de la autoridad que me concedió naturaleza; no daré lugar a aquello que solicitáis; os echaré mi maldición, y ya no os contaré entre mis hijos; éstos se reunirán, y sumisos a la voz de su madre, os harán expiar vuestro crimen de lesa patria en un patíbulo.”

Pero a ti, hijo mío el mas amado, leal a tu casa y a tu sangre, que me has estado sujeto a mi como a Dios, ¡apártate de la mentira!, no tanto por temor de las penas, cuanto por referencia de la majestad; no tanto por motivo de adulación, cuanto por conciencia del deber. Pues la Tradición es insobornable y la lealtad impertérrita.