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  • 1 Mensaje de Martin Ant

Tema: Contraste de pareceres sobre el legitimismo español (M. Senante – Franco)

  1. #1
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    Contraste de pareceres sobre el legitimismo español (M. Senante – Franco)

    En este hilo traigo a colación varios textos y documentos sobre una polémica que hubo en 1955 entre el conocido integrista histórico Manuel Senante y el General Franco, acerca de los "espinosos" temas sobre la verdadera naturaleza de la Comunión legitimista y del 18 de Julio.

    En primer lugar, se reproduce parte del texto de una entrevista concedida por Franco, y que dio origen a este debate.

    A continuación traigo unos comentarios que Manuel de Santa Cruz hace sobre este asunto.

    Y, por último, se reproducen las cartas cruzadas entre Manuel Senante y Franco, y que constituyen el núcleo del debate.

  2. #2
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Contraste de pareceres sobre el legitimismo español (M. Senante – Franco)

    Entrevista a Franco que da origen al debate


    Fuente: El noble final de la escisión dinástica. Francisco Melgar. Conde de Melgar. Cuadernos de Política e Historia. Madrid. 1964. Páginas 201 – 203.




    DECLARACIONES DEL GENERALÍSIMO FRANCO TRAS SU SEGUNDA ENTREVISTA CON DON JUAN

    (“Arriba”, domingo 27 de febrero 1955.)

    (En relación con el tema estudiado en este libro, el Generalísimo dijo lo siguiente:)


    ¿Hubo, en realidad, crisis de las personas en el reinado de Don Alfonso XIII y de su Augusta Madre?

    – Creo que todos vamos estando en España conformes en que lo que en él hubo fue crisis de todo un sistema. Frente a las campañas de difamación que vinieron haciéndose contra las personas para destruir la Monarquía y los vicios y defectos del propio sistema, poco podían el patriotismo y la buena voluntad de las personas. De todas aquellas calumnias con que se intentó minar su prestigio nada se pudo demostrar en los cinco años de República.

    ¡Qué actualidad tan grande tendría que Vuestra Excelencia, que vivió intensamente la vida de España en aquella etapa, quisiera, con su autoridad, decirnos en esta fecha algo de su juicio personal sobre Don Alfonso XIII!

    – Lo haré con mucho gusto, pues juzgo sería una injusticia que las generaciones que no le conocieron, aceptando tópicos revolucionarios, pretendiesen cargar sobre su figura o la de su Augusta Madre, aquellos males que bajo sus reinados la Patria sufrió y que no estaba en sus manos el evitar.

    El haber nacido bajo el signo de la Monarquía constitucional y parlamentaria, convertida de hecho en una República coronada, con la irresponsabilidad legal de los monarcas, fatalmente les tenía que llevar a presidir los acontecimientos a que los sistemas demoliberales conducen. Educado, como tantos príncipes para esa misión, a prescindir de su voluntad y ser sujeto pasivo e irresponsable en los acontecimientos, sus buenas cualidades forzosamente habían de perderse en los mares revueltos de los egoísmos, de las concupiscencias y de las pasiones de los partidos.

    Si al hombre más destacado de su época le hubieran colocado a los dieciséis años a presidir los destinos de la nación ¿cuántos errores y ligerezas hubiera cometido? Sin embargo, en Don Alfonso XIII brillaron la prudencia y el buen sentido y nada importante puede en ese orden reprochársele. El mismo suceso que sirvió de argumento a los viejos políticos despechados para destronarle: el haber aceptado el hecho de la dictadura del general Primo de Rivera, otorgándole su confianza, constituyó el acto más popular y los años más fecundos de su reinado.

    Los que sin implicaciones políticas ni cortesanas le conocimos y lealmente le servimos, somos testigos de excepción de sus virtudes y grandes afanes, malogrados por la ineficacia de todo un sistema.

    Dos cosas hay, sin embargo, que los españoles no aciertan a comprender: la separación de Primo de Rivera y el abandono y salida de la nación del último monarca. ¿Cómo pueden explicarse?

    – Esos actos forman parte de todo un proceso político encadenado. La honda crisis del régimen político, constitucional y parlamentario, y su incapacidad para gobernar, hicieron necesaria la dictadura. El propio general anunció su llegada como un paréntesis dentro de aquel régimen, y así acabó siendo. Ni unos ni otros se apercibieron de que la dictadura no podía ser un paréntesis, sino un puente que había de conducirnos a otro sistema que, devolviéndole a la institución monárquica su virtualidad y liberándola de sus muchos defectos, hiciese posible el progreso y el buen gobierno de la nación. Al no haberlo acometido a su tiempo hizo que cuando se intentó le faltasen al general el ambiente y los apoyos para realizarlo; su estado de salud, la vacilante asistencia del Ejército y su dimisión, permitieron que las intrigas y ambiciones de los viejos políticos, con apariencias de servir a la opinión pública, abriesen las puertas a la revolución.

    No creo sea aventurado decir que en cada momento Don Alfonso XIII intentó servir a la opinión pública a través de las agrupaciones políticas que el país le ofrecía, sacrificando su opinión personal.

    Su marcha fue la última consecuencia de todo aquel sistema… A Don Alfonso XIII le tocó ser la víctima.

    Una última pregunta mi General: V.E. conoce cómo se especula fuera de las fronteras… con la disidencia tradicionalista de los partidarios de un príncipe francés. ¿Querría decirnos S.E. algo que salga al paso de estas especulaciones?

    – Aunque tengan poca importancia, no me parece mal el desvirtuarlas con nuestra aclaración, pues aunque debe preocuparnos poco lo que se diga fuera de las fronteras, que si no especula con esto, en su eterna mala fe especulará con otra cosa, creo, sin embargo, tiene un especial interés para los de dentro… Respecto a esos tradicionalistas a que la Prensa extranjera alude, y que nos presentan como seguidores de un príncipe extranjero, no pasan de ser la especulación de un diminuto grupo de integristas, apartados desde la primera hora del Movimiento, sin eco en la nación. Lo que interesa de verdad a los miembros que pertenecieron a la vieja Comunión son el contenido y las esencias de esa Monarquía, por la que lucharon en tres guerras y que mantuvieron con fidelidad durante más de un siglo, y que están encarnados hoy en nuestro Movimiento, como así reconoció en nuestra Cruzada, en carta que me dirigió el propio príncipe francés a que hoy aluden.

  3. #3
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    Re: Contraste de pareceres sobre el legitimismo español (M. Senante – Franco)

    Comentarios de Manuel de Santa Cruz

    Fuente: Apuntes y Documentos para la Historia del Tradicionalismo Español. 1939 – 1966. Tomo 17. 1955. Manuel de Santa Cruz. Páginas 76 – 82.



    No fueron los carlistas los únicos en disgustarse y protestar, como hemos visto en el epígrafe I, por la entrevista Franco – Don Juan en «Las Cabezas» el día 29-XII-1954. Los falangistas y otros sectores de la España Nacional también se alarmaron y agitaron. Franco acudió a tranquilizarles, ya desde su acostumbrado mensaje de fin de año, y luego, el 23 de enero, en unas declaraciones al diario más oficialmente falangista, el «Arriba», de Madrid. En las dos ocasiones vino a quitar importancia a la entrevista, sin nombrarla, y a decir que la futura Monarquía sería falangista. Fueron sendas cortesías y atenciones con amplios sectores del Movimiento.

    Por el contrario, Franco no solamente no respetó con el silencio el dolor que infería a los carlistas, sino que se ensañó con ellos, insultándoles públicamente en unas declaraciones también al diario de Madrid «Arriba» del domingo 27 de febrero. Era un diario aún más oficioso que todos los demás, igualmente sometido a su política de «inserciones obligatorias» y de censura gubernativa.

    No necesitaban los carlistas estos nuevos estímulos para enemistarse con Franco. Estas declaraciones, que ya nunca más se olvidaron, ahondaron el abismo entre ambas partes, y se exhumaron puntualmente cuantas veces, desde muy distintos orígenes, se buscó después un acercamiento. La política no es una ciencia física sometida a frías leyes exactas, sino un arte humano cargado de afectividad. También en política es peligroso jugar con la afectividad.

    El recopilador recuerda cómo conoció estas declaraciones de Franco. Viajaba en el Metro de Madrid cuando vio venir hacia él, desde el otro extremo del vagón, a un amigo suyo, oficial de requetés que había pasado toda la Cruzada en primera línea, agitando en alto un periódico y decía en voz alta: «¡Mira, mira lo que dice de nosotros este jodido enano!».

    Con esta combinación de amables explicaciones a los falangistas e impertinencias a los carlistas, Franco hacía su contribución para evitar que ambas fuerzas se aliaran nuevamente frente a un gran peligro común, en este caso, la restauración de la Rama Liberal. Claro está que sobraban causas muy variadas para que esta concertación ni se buscara ni se vislumbrara.


    TEXTO DE LAS DECLARACIONES

    «Respecto a esos tradicionalistas a que la Prensa extranjera alude, y que nos presentan como seguidores de un príncipe extranjero, no pasan de ser la especulación de un diminuto grupo de integristas, apartados desde la primera hora del Movimiento, sin eco en la nación. Lo que interesa de verdad a los miembros que pertenecieron a la vieja Comunión son el contenido y las esencias de esa Monarquía, por la que lucharon en tres guerras y que mantuvieron con fidelidad durante más de un siglo, y que están encarnados hoy en nuestro Movimiento, como así reconoció en nuestra Cruzada, en carta que me dirigió el propio príncipe francés a que hoy aluden» (diario «Arriba», de Madrid, de 27 de febrero de 1955).

    El recopilador ha fracasado en sus larguísimas y pacientísimas gestiones para obtener esta carta de Don Javier a Franco, de cuya mera existencia no duda, porque se alude a ella también en otros documentos importantes. De lo que sí cabe dudar es de que tenga la letra y el sentido que le atribuye Franco.

    Nótese que el tono despectivo de las palabras de Franco se refuerza con una voluntaria imprecisión y fingida ignorancia de los términos exactos. No era la primera vez que Franco usaba las inexactitudes como desprecio (vid. tomo VII, pág. 59), lo cual era, inseparablemente, una forma de mala educación (1).

    Estas declaraciones no tuvieron una respuesta oficial ni de Don Javier de Borbón Parma ni de la Comunión Tradicionalista, omisiones que fueron criticadas por algunos de sus miembros. Años adelante, la Regencia Nacional Carlista de Estella las incluirá siempre en sus alegatos de que Don Javier había abandonado la Legitimidad. Hubo cuatro réplicas parciales, de las cuales solamente una fue directa, la de don Manuel Senante. De las otras tres, una fue una hoja voladera redactada por Don Melchor Ferrer con lógica y con gracia, y suscrita por «Tres requetés excombatientes». Las otras dos son sendos escritos de desagravio a Don Javier de la Junta Regional de Cataluña y de la Junta Nacional de AET. Tienen el duplicado interés de suscitar respuestas de Don Javier que se muestra serio, duro y fiel a su compromiso del Acto de Barcelona.

    El 1-X-1957 Franco cerró otra vez el paso, nominalmente, a Don Javier en otras declaraciones que en su lugar reproducimos.

    En la insistente búsqueda de explicaciones de la obsesión de Franco contra el Carlismo, he hallado la noticia de que durante la Segunda República acudía con frecuencia a una tertulia en casa del famoso académico Don Natalio Rivas, y que en ella dijo en alguna ocasión que los espadones del siglo XIX no eran peligrosos porque eran fugaces y aislados, y que, en cambio, los peligrosos entonces, a los que había que combatir, eran los carlistas porque eran profesionales de una conspiración permanente. Ignoraba que aún vivía el Carlismo, como Queipo de Llano (vid. tomo I, pág. 106).


    CARTA DE DON MANUEL SENANTE A FRANCO

    Don Manuel Senante, ya octogenario que apenas salía de su casa de la calle de Almagro, de Madrid, donde murió poco después, al leer las declaraciones de Franco a que nos referimos, le envió una carta por correo ordinario con algunas aclaraciones, un tanto ingenuas. Su sorpresa fue grande al recibir pocos días después una carta de Franco en términos amables, en que éste le decía que algunas veces las presiones internacionales no le permitían manifestar sus verdaderos sentimientos, pero que él quería mucho a los requetés.

    El recopilador lamenta no haber conseguido de los herederos de Don Manuel Senante una copia de esta carta. Ofrece a continuación la parte sustancial de la carta de Don Manuel Senante a Franco, cuya autenticidad le consta.


    (...)

    -------------------

    (1) Era frecuente entre falangistas mal educados alardear de ignorar cuestiones relativas al Carlismo; claro que esto se debía antes, y además, a incultura. Un carlista granadino, herido por una multa injusta, replicó a un alarde de aquéllos empezando tranquilamente a hablar de Don José Antonio Ramírez; los otros picaron y le preguntaron quién era Ramírez. Él contestó, distraído e indolente, que no recordaba exactamente si el Don José Antonio ese se apellidaba Ramírez o Primo de Rivera.




    [NOTA MÍA: Manuel de Santa Cruz sólo reproduce en sus Apuntes una parte de la carta de Manuel Senante a Franco. En el mensaje siguiente reproduzco la totalidad de esa carta, pero los comentarios que aparecen en la misma no son míos, sino de Manuel de Santa Cruz]


    Última edición por Martin Ant; 30/01/2016 a las 17:19

  4. #4
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    Re: Contraste de pareceres sobre el legitimismo español (M. Senante – Franco)

    Carta de Manuel Senante a Franco

    [Las partes subrayadas de la carta no son mías sino del documento original]


    Fuente: Fundación Nacional Francisco Franco




    Manuel Senante
    Abogado
    Madrid

    10 de Marzo de 1955



    Excmo. Sr. Don Francisco Franco Bahamonde
    Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del Estado


    Excmo. Señor:

    En este día en que celebramos el glorioso recuerdo de los Mártires de la Tradición y el centenario de la muerte del Rey Carlos V., defensor de las legítimas tradiciones de nuestra Patria, contra todo liberalismo, me permito dirigir a V.E. esta carta con todo el respeto y consideración que le son debidos, para aclarar lo que V.E. dice en sus declaraciones al periódico “Arriba” que éste publicó el día 28 de febrero, reproducidas por todos los periódicos, referentes a los “integristas”.

    El que llama V.E. en esas declaraciones “diminuto grupo de integristas” es la “Comunión integrista”, cuyo origen no hace al caso, acaudillada por el inolvidable Don Ramón Nocedal, defensor acérrimo en el Parlamento y en el periódico “El Siglo Futuro” de los principios católicos y tradicionales, quien no dio ese nombre a la agrupación. Se lo dieron en son de burla sus enemigos, hasta que el inolvidable sacerdote y gran defensor de la causa católica Don Félix Sardá y Salvany, autor del admirable y hoy poco conocido libro “El liberalismo es pecado”, aprobado con grandes elogios por la Sagrada Congregación del Índice, dijo en una célebre conferencia que pues nos llamaban integristas en son de burla, aceptábamos el nombre y seríamos verdaderos integristas, defensores de los principios católicos en toda su integridad.

    Y viene al caso recordar aquí que el sucesor de Nocedal en la Jefatura de aquella Comunión integrista fue Don Juan de Olazábal, residente en San Sebastián, propietario de los periódicos “La Constancia” en aquella ciudad (2), y de “El Siglo Futuro” (3) en Madrid, que combatió con tanta energía el nacionalismo vasco, de tendencia separatista, que por ello sufrió persecuciones y encarcelamientos durante la malhadada república y el “frente popular”; y ya hecha por su iniciativa la unión con los demás tradicionalistas (4), bajo la jefatura del llorado Rey Don Alfonso Carlos, e iniciada la Cruzada de liberación, en cuyos preparativos tomó parte muy principal, fue preso, transportado a Bilbao en la bodega de un barco en el que le hicieron objeto de terrible martirio (según refirió un sobreviviente), y finalmente ametrallado con otros tradicionalistas en una de las cárceles de Bilbao (5). Justo es que yo dedique este recuerdo a aquel verdadero héroe de nuestra Cruzada, como tantos otros, olvidado a pesar de ser un incasable luchador en favor de la buena causa.

    Hecha la unión de la “Comunión Integrista” con los tradicionalistas, los dirigentes, de acuerdo con los deseos del Rey Don Alfonso Carlos y del Príncipe Regente Don Francisco Javier de Borbón Parma, se consagraron con todo ardor a preparar el alzamiento contra aquella nefasta república. Tomó parte muy principal en aquella preparación el Príncipe Don Francisco Javier de Borbón Parma, que aportó de Bélgica importantes cantidades de armas, así como el Jefe Delegado Don Manuel Fal Conde, que para dedicarse exclusivamente a esa preparación no quiso ser candidato a diputado en el Congreso.

    No puede olvidar V.E. que, después de iniciada la guerra, existían tres ejércitos: el del Norte, mandado por el General Mola; el del Centro, mandado por el General Saliquet; y el de Andalucía, mandado por el General Queipo de Llano; y para que existiera un ejército con unidad de dirección y de mando, en junta de Generales fue nombrado V.E. Generalísimo de los Ejércitos por los grandes méritos militares que en V.E. concurren, que todos, y yo muy en primer lugar, reconocemos.

    Si al decir V.E. en sus declaraciones que “un diminuto grupo de integristas, seguidores de un Príncipe extranjero (alude, sin duda, a Don Francisco Javier de Borbón Parma) estuvieron apartados desde primera hora del Movimiento”, se refiere con esta palabra al alzamiento nacional, a la Cruzada, que fue una verdadera guerra de liberación, permítame V.E. le diga, con todos los respetos, que sufre una lamentable equivocación, pues los tradicionalistas todos, con los que estaban unidos los integristas, formando unas sola entidad, tomaron parte muy activa en la guerra, desde su preparación (cuando muchos, que después vinieron a ella, estaban al servicio de aquella república (6) y de su frente popular y no pensaban en sublevarse contra la misma) hasta que se consiguió la completa victoria bajo el acertado mando de V.E. Muchos fueron los tradicionalistas, y con ellos los antiguos integristas, que murieron en los frentes de batalla o fueron asesinados, después de terribles sufrimientos; y muchos también, como me sucedió a mí, quienes, aunque por una especial providencia del Señor, salvamos la vida, vimos asaltadas nuestras casas, destruidos o robados nuestros muebles y bibliotecas, y fuimos despojados de nuestros bienes, viéndonos reducidos a extrema necesidad. Asaltado fue también “El Siglo Futuro”, que yo dirigí desde la muerte de mi insigne maestro Don Ramón Nocedal, y siempre combatió contra todo liberalismo, y, por tanto, contra la república, y defendió los grandes ideales del tradicionalismo, únicos que pueden salvar a España. Las hordas rojas destruyeron nuestra redacción y gran parte, la principal, de nuestra imprenta. ¿Cómo hubiera sucedido esto si nos hubiéramos apartado de la Cruzada, que ya comenzó, en realidad, al proclamarse la república, contra la cual fue la guerra?

    Pero si por la palabra movimiento entiende V.E. la unificación con la Falange y con las Jons, para formar un nuevo partido llamado “Falange Española Tradicionalista y de las Jons”, entonces tiene razón V.E., pues los tradicionalistas no podemos formar parte de ese partido, aunque en su nombre figure el nuestro, porque el secular partido, o mejor dicho, Comunión tradicionalista, jamás puede estar integrada en la llamada Falange, de muy reciente creación, algunos de cuyos principios no podemos admitir.

    He de insistir, pues, Excmo. Señor, en que del Alzamiento y de la Cruzada Nacional jamás se separó la Comunión Tradicionalista, ni con ella los que llamáronse integristas. Reconoce V.E. en sus declaraciones que el Príncipe extranjero a que se refiere (Don Francisco Javier de Borbón Parma, que tanto por derecho de sucesión de la dinastía legítima y antiliberal como por sostener nuestros grandes ideales, consideramos el Rey legítimo de España), en carta que dirigió a V.E. al principio de la guerra, reconoció que nuestros principios estaban integrados en la Cruzada, entendida ésta del modo que acabo de decir.

    Perdone V.E. esta larga carta que no quiero terminar sin hacer constar que tenemos para V.E. los respetos y consideraciones que por su persona y sus grandes servicios a la Patria le son debidos, y que yo todos los días en mis pobrísimas oraciones le tengo presente, pidiendo a Dios conceda a V.E. las gracias y luces que le sean necesarias para el gobierno de España y para llevar a efecto, cuanto antes, la verdadera restauración monárquica y tradicional que España espera de V.E.

    Con todos los respetos debidos a V.E.

    Manuel Senante [firmado]


    P.D.– Va esta carta con retraso respecto a su fecha porque he querido ponerla en el correo el día de San José, Patrono del “Siglo Futuro” mientras se publicó.

    ---------------------


    (2) Curiosamente, al liberarse San Sebastián del dominio rojo y separatista, el 13 de septiembre de 1936, este periódico no reapareció. Su director y propietario, don Juan de Olazábal, estaba prisionero de los rojos en Bilbao. Sus talleres, modestos, habían sido inutilizados por los rojos. La Comunión Tradicionalista, en compensación, se incautó de los talleres del periódico de izquierdas «La Voz de Guipúzcoa», que eran mucho mejores, y empezó a editar en ellos un nuevo periódico que se llamó «La Voz de España».

    (3) Acerca de «El Siglo Futuro» véase el tomo I, pág. 189.

    (4) Acerca de esta unión véase «Historia del Tradicionalismo Español», de Melchor Ferrer, tomo XXX, pág. 31.

    (5) Don Juan de Olazábal y Ramery fue detenido en San Sebastián, en su casa de Mundaiz, en cuanto fracasó el alzamiento de los cuarteles de Loyola; ante el avance nacional, fue conducido con otros presos en un barco a Bilbao, donde pasó al edificio de Los Ángeles Custodios, convertido en prisión; en su patio fue asesinado el día 4 de enero de 1937. Más detalles de su vida y martirio se encuentran en el libro de Adrián de Loyarte «Mártires de San Sebastián», Madrid, 1944, sin editorial.

    (6) Entre otros, el propio Franco.
    Rodrigo dio el Víctor.

  5. #5
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    Re: Contraste de pareceres sobre el legitimismo español (M. Senante – Franco)

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    Carta de Franco a Manuel Senante

    Fuente: Fundación Nacional Francisco Franco




    Palacio de El Pardo, 6 de abril de 1955.

    Señor Don Manuel Senante.


    Mi estimado y distinguido señor:

    Recibí la carta que en la fecha del centenario de la muerte del Rey tradicionalista D. Carlos me dirigís, con motivo de la alusión que hice al grupo de integristas en que, al parecer, figuráis, y a la que por vuestro recto historial y consideración personal que me merecéis no quiero dejar sin respuesta, tanto más si con ella puedo aclarar hechos que ya son parte de la historia.

    El que por la responsabilidad política que asumo me vea obligado, de tarde en tarde, a aclarar posiciones que destruyan las especulaciones que fuera del país se hacen sobre supuestas o reales pequeñas disidencias, no quiere decir que pretenda herir o no guarde la máxima consideración y respeto a las opiniones ajenas, por equivocadas que éstas puedan considerarse.

    Siempre he guardado al tradicionalismo en general el cariño y la gratitud que merece por la gran asistencia y sacrificios que nos ofrecieron en nuestra Cruzada y por haber conservado a través de un siglo sin contaminación ideales y doctrinas tan esenciales para la vida de la Patria: la integridad de los principios católicos que define nuestra Santa Iglesia y el repudio del liberalismo, que tantas desdichas acumuló; pero para ganar la guerra, como para ganar la paz y asegurar el futuro, era y es indispensable la unidad política de los españoles, con supresión de los partidos, los particularismos y las facciones. Así lo solicité en hora solemne y muchos son los tradicionalistas que, escuchando mi llamada, se integraron en el Movimiento, posponiendo lo particular a lo esencial, y a cuya lealtad y adhesión he correspondido siempre, sirviendo en todo cuanto es posible y dentro de la unidad de los españoles a la realización de su ideario.

    Por todo ello me es muy agradable compartir su recuerdo y rendirle homenaje a aquel buen tradicionalista y español, Don Juan Olazábal, muerto alevosamente en la cárcel de Bilbao y a quien considero como uno de nuestros gloriosos mártires; aunque desconozco en sus detalles la parte que haya podido tener en la gestación de nuestro Movimiento. Generalmente conocemos la parte en que hemos sido actores, pero por la enorme extensión del territorio y la acumulación de acontecimientos posteriores, otra gran parte ha quedado ignorada. ¡Cuántos héroes y mártires habrán quedado sin el debido relieve entre la pléyade de nuestros caídos!

    Esta circunstancia de la dispersión de los acontecimientos hace que podamos ignorar la parte que en la Cruzada haya podido tener el albacea testamentario de Don Alfonso Carlos, Príncipe Don Francisco Javier de Borbón, ni referencia sobre las armas que me dice adquirió en Bélgica, con las que nunca contamos y que en todo caso habrán constituido una pequeñísima aportación para el armamento de un Ejército. Así, conociendo la decisión favorable de Don Alfonso Carlos para la unión de los tradicionalistas al Alzamiento, desconozco, sin embargo, en muchos detalles la parte que en él tomaron los distintos miembros de la Tradición.

    He tenido, sin embargo, por mi puesto al frente del Alzamiento, conocimiento de otros hechos que pudieron tener gravísima trascendencia para la suerte de la guerra, que tal vez le hayan a usted ocultado o los conozca parcialmente. Se trata de la gravísima situación que en vísperas del Alzamiento creó el Sr. Fal Conde con sus exigencias, al querer condicionar en su última hora, cuando el Movimiento ya no podía contenerse, la cooperación de los tradicionalistas a que el General Mola se comprometiese a aceptar como uno de sus fines el de instaurar la Monarquía que él patrocinaba. Al negarse el General terminantemente a ello, Fal partió para Estoril a ver a Sanjurjo con análoga pretensión. La situación del General Mola podía haber llegado a ser desesperada si lanzado el Movimiento la gente de Navarra no le hubiera respondido. Mas enterados los Jefes tradicionalistas de Navarra de su estado de ánimo, le visitaron para anunciarle que estuviera tranquilo, que los tradicionalistas de Navarra se unirían por sí al Alzamiento por Dios y por España. Así lo escuché de labios del General Mola en mi primer encuentro con él en Burgos.

    Con esto no hacía más que confirmar su actitud de meses antes, cuando la gravedad de la situación política hacía vislumbrar un derrumbamiento, en que por conducto de mi hermano político, el tradicionalista Don Alfonso Jaraiz, le pedí, dando por hecha la asistencia de los tradicionalistas frente a una hecatombe, que me pusiese en un mapa el número de hombres con que podíamos contar en las provincias y en las capitales para unirse al Ejército en caso de emergencia, a lo que se negó terminantemente condicionándolo a que se fuese por un Rey de su gusto.

    No es extraño, pues, que desbordado por el entusiasta espíritu de la Comunión, tuviera que seguirles a la Cruzada, aunque llevando a ella su consecuente espíritu de disidencia.

    Si en consideración al tradicionalismo y en holocausto de la unidad hemos callado estas miserias y equivocaciones del que fue su Jefe, he creído conveniente exponérselas por vuestra rectitud y buena fe, suponiendo que en una buena parte las desconoceréis.

    Con la expresión de mi consideración personal, le saluda atentamente,

    [No aparece firma o está prácticamente borrada en esta copia de la carta]

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