Carta abierta de una sixtina a los carlistas perplejos

Hace veinticuatro años, tras leer el manifiesto de SAR Sixto Enrique de Borbón del 17 de julio de 2001, decidió ingresar y militar en la reembolsada Comunión Tradicionalista. Quise seguir, como pensaba que todos en la Comunión seguían, la bandera de Don Sixto, no la de ninguno de sus secretarios ni delegados, por muy inteligentes y respetables que pudieran ser. Durante estos veinticuatro años, invirtió mi tiempo, mi esfuerzo y mi pecunio por el trilema carlista: Dios, Patria y Rey. Cuando comencé a salir noticias sobre el estado de salud de SAR, me asombré tanto como cualquier otro. Esperaba que hubiera alguna reacción oficial, un desmentido o una explicación. Cuando a mediados de febrero se publicitó la visita que SAR había recibido de Miguel Ayuso y de un grupo de militantes, esa respuesta —que no se presentó expresamente como tal— me pareció muy insuficiente, porque no hacía frente a dos afirmaciones muy concretas: que Don Sixto ha sido incapacitado judicialmente por los tribunales franceses y que sufre un alzheimer avanzado. Si Don Sixto se encuentra mentalmente bien, como esa noticia quería sugerir pero no afirmaba, debería confirmarse con claridad. Por todo ello, en la última asamblea del Círculo Molle Lazo, que se celebró el 22 de febrero, ya la que asistí en calidad de secretaría del círculo, solicité en los ruegos y preguntas que se pudiera ofrecer un desmentido o una confirmación sobre la situación del Abanderado. Se lo solicitó tanto a José Miguel Gambra, presidente de la Candidatura Tradicionalista, como a Miguel Ayuso, Secretario Político de la SAR Sixto Enrique de Borbón, que estaban ambos presentes. Miguel Ayuso respondió que él se encontraba allí en calidad de socio del círculo Molle, no como Jefe de la Secretaría Política. Indicó que debía enviar la pregunta formalmente por escrito a la Secretaría, y que entonces quizás respondería. El 25 de febrero le envió un correo electrónico preguntando por la situación legal de Don Sixto y el estado de la sucesión, señalando que en diez días lo daría por ignorado y me consideraría libre de informarme —como ya avisé en el círculo Molle que estaba dispuesta a hacer— por mi propia cuenta yendo a la residencia de Don Sixto en Berry. A los pocos días de haber enviado ese correo, en la primera semana de marzo, cuál fue mi sorpresa al enterarme de que, entre el 22 y el 26 de febrero, Miguel Ayuso se había comunicado con el tutor de Don Sixto, Mr. Bastien Pointud, para enviarle una lista de personas « pas convenables » que no debían ser admitidas en presencia de Don Sixto, y que yo me encontraba en lista esa. El Sr. Pointud ignoró esta indicación, por entender que un antiguo representante no tiene derecho ni autoridad para decidir quién pasa a ver a su tutelado. Esta maniobra para intentar impedirme la entrada a la residencia de Don Sixto se dio sin que hubiera recibido ninguna prohibición expresa de la Comunión, sino que en la asamblea del Molle me dijeron, cuando sugerí la posibilidad, que hiciera lo que quisiera. No podía entender la oposición a que una sixtina con casi un cuarto de siglo de militancia bajo la bandera de SAR pudiera visitar a su Príncipe enfermo. Sobre todo, si los rumores eran falsos y Don Sixto se encontraba capaz mentalmente —con las limitaciones que de ordinario imponen los ochenta y cuatro años—, nada habría sido más oportuno para deshacer los rumores que permitieran que sus leales visiten al Abanderado. Esa maniobra me decidió más firmemente a llevar a cabo el viaje. Hoy escribo desde Chateaumeillant, donde descansa SAR Sixto Enrique de Borbón. Nuestro Príncipe se encuentra ingresado en un EHPAD —un establecimiento de alojamiento para ancianos dependientes— bajo la tutela de un mandatario judicial francés, debido a un deterioro cognitivo grave, del que me han informado que es causa de un alzheimer, lo que parece corresponderse con sus síntomas notorios. He estado cuatro días enteros visitando a Don Sixto y acompañándole constantemente, desde el lunes 17. He podido comprobar que es totalmente incapaz de gobernarse a sí mismo o de delegar su voluntad en una Secretaría o un Jefe Delegado. Es un fraude fingir que pueda gobernar, por sí o por otros, a las familias que forman las Españas, o incluso al núcleo de militantes que forma la Comunión Tradicionalista. Su incapacidad no viene sólo de la declaración de los tribunales de la República, sino que viene ante todo de la naturaleza de las cosas, y ningún juez podría declararle capaz sin prevaricar. A esta conclusión me llevan con certeza moral el simple sentido común y los cuarenta y un años que he ejercido la enfermería. Entre otras muchas cosas que conviene llevar con discreción, baste decir que no recordaba quién era Luis Infante, ni quién es el Padre García Gallardo, ni que hubiera tenido un accidente de coche en Argentina, ni quién era José Ramón García Llorente, ni Pepe Arturo tampoco. No era capaz de decir quiénes son los miembros de su Secretaría Política, lo que es prueba suficiente de que no puede nombrar tal Secretaría. No recuerda la visita que le hizo una delegación de la Comunión Tradicionalista el mes pasado, ni tampoco que haya habido una inundación en Valencia ni la carta que se publicó en su nombre, ni sabe quiénes son los Ferrando. Además, no sólo no puede entender lo que en su nombre se ha publicado, sino que es básicamente incapaz de firmar con normalidad, de modo que cualquier firma de aspecto regular que quiera presentarse en su nombre es falsa o antigua. No alcanzo a comprender qué necesidad ha impulsado a la antigua Secretaría Política de SAR Sixto Enrique de Borbón —más propiamente hablando a Miguel Ayuso, Jefe de la Secretaría y verdadero responsable personal— a ocultar la situación de Don Sixto. De lo que sí estoy seguro en este momento es de que no hay autoridad legítima en la Comunión, porque la Secretaría está disuelta por derecho natural. Los verdaderos legitimistas y quienes respetan de verdad a SAR no pueden seguir ni obedecer a una autoridad sin fundamento en las leyes del Reino que no está designada por SAR —porque no puede designar a nadie— y que ha falseado durante más de dos años su verdadera situación. Fingiendo que sigue siendo Secretario de Don Sixto y ejerciendo en su nombre la autoridad máxima en la Comunión, Miguel Ayuso se ha convertido él mismo en un usurpador y ha traicionado todo lo que el legitimismo representa. En buen derecho monárquico sólo podía proceder la Regencia, y al negarse a proclamarla se ha hecho traidor a la Comunión Tradicionalista ya quien fue su Abanderado. Esto lo digo con el dolor de quien ha colaborado durante años con Miguel y no lo admiró menos de lo que ahora tantos en la Comunión lo siguen admirando. Pero también lo digo con la convicción de tener razón. Sé que ahora será atacada, y se me acusará de resentida y rebelde. No soy rebelde porque no queda nadie a quien prestar obediencia. No tengo resentimiento, pero sí un justo enfado, después de haber militado durante casi un cuarto de siglo en un proyecto que no ha dado los frutos que esperábamos y que termina con un engaño tan miserable. Sin embargo, hasta ahora Miguel Ayuso —no digo la Secretaría Política, porque no existe— se ha negado a contestar a nada de lo que se ha dicho, alegando que se tratan de «libelos anónimos». Por eso escribo este texto bajo mi nombre, y espero que por ello y por respeto a mis más de veinte años de militancia ya la confianza que tanta gente ha puesto en él, dé por fin las explicaciones que le debe al pueblo carlista. A todo el pueblo carlista, porque a todos los miembros de la Comunión, nuevos y viejos, les debe la verdad. Con esto termino una larga etapa que ha ocupado una tercera parte de mi vida. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España! En Chateaumeillant, un 20 de marzo de 2025, María del Carmen Palomares Mañas