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Un Argumento Contra la Democracia Moderna
Un Argumento Contra la Democracia Moderna.
Por: Víctor R. Azuaje
“Cada hombre a de ser respetado como un fin absoluto en si mismo; utilizarlo como un simple medio al servicio de una finalidad externa es un crimen contra la dignidad que le ha sido dada y le pertenece”
KANT.
Siempre me he hecho una pregunta, como es posible que exista el crimen en las sociedades democráticas, como es posible que el pueblo atente contra lo que el acepto y estableció con el pacto social, como es posible que exista la evasión de impuestos, si eso es parte de su “autogobierno” de su “democracia” ósea gobierno del pueblo y para el pueblo, pero junto a la pregunta nacen las respuestas: es falso que las sociedades se gobiernen a sí mismas; siempre son regidas por unos pocos.
La oligarquía es la forma trascendental de gobierno que engloba a todas las demás enunciadas por los griegos, tanto las sedicentes correctas como las que no lo son.La tesis del autogobierno ¿cómo explica el delito? No es habitual que el delincuente se condene a sí mismo; pero así tendría que ser siempre si el autogobierno fuera verdad. ¿Cuántos rehuyen las normas de fiscalidad? Sería contradictorio si tales preceptos se los hubieran dado ellos mismos; sería esquizofrénico. ¿Una sociedad masivamente demente? Que los oligarcas declaren que sus gobernados se limitan a hacer lo que quieren es retórica, es la seducción por el halago gratuito. ¿Qué grado de ingenuidad se supone en unos ciudadanos, que en cada acto externo de sus vidas experimentan las regulaciones del ordenamiento jurídico, para que, de buen grado, crean que no hacen sino lo que libre y espontáneamente desean? Una ingenuidad infinita, una concesión casi desesperada del hombre en desazón.
El obrero de una fábrica moderna, que vota cada tres, cuatro o seis años a los candidatos a presidente ¿se siente más autogobernado que el campesino alejado de los comicios presidenciales? Aunque no siempre tenga ocasión de manifestarlo, el hombre de la calle es menos crédulo de lo que suponen los demagogos. Poco a poco se va dando cuenta de que la democracia no es mas que insulto a la inteligencia y que el contrato social no significa libertad. . La ficción del autogobierno es una falacia y una manipulación, pero como le gusta al Estado moderno manipular, ¿será que es mas fácil para un Estado totalitario, mantenerse a través de la manipulación?, pues a mi modo de ver si, el Estado democrático moderno no es mas que un Totalitarismo, y la democracia el nombre con el cual manipula ese Estado totalitario.
En la democracia moderna, el individuo es el medio para un fin, y en razón de esto debe sacrificarse, y aunque el no vote en las flamantes elecciones se hace responsable de lo que ese gobierno u autogobierno haga, es decir, si ese autogobierno o democracia dicta leyes populistas, marxistas o socialistas que destruyen todo el aparato productivo, confisca los medios de producción y destruye la propiedad igualmente el individuo que no voto por el, debe acatar esas leyes porque si no entonces es un peligro para el Estado y pasa a ser criminal, ya que su voz no cuenta por no ser la voz de la supuesta mayoría que elige.
Pues en esta moderna sociedad de esquizofrénicos, que no acepta las leyes que ellos mismos eligen, yo digo que no creo en la democracia porque ella no cree en mí, ella solo cree en la masa, los pocos que logran manipular a la masa y tomar el gobierno imponiendo un contrato social a su medida y digo imponiendo pues el contrato privado es una posibilidad, se puede hacer o no, mientras que la inserción en una comunidad es un hecho necesario, y la convivencia es una consecuencia de la constitutiva condición social del hombre. El Estado que monopoliza la violencia la puede utilizar en cualquier momento contra quien atente contra el contrato social.
¿Cuál era la situación anterior al pacto social? Hay dos respuestas contrapuestas, la hobbesiana o pesimista, y la rousseauniana u optimista. Para los pesimistas, antes del pacto social se vive en la guerra de todos contra todos: "bellum omnium erga omnes". Esta descripción del llamado estado de naturaleza se suele repetir apenas sin análisis. Es, desde luego, el antecedente ideal para una presentación soteriológica del pacto. El acuerdo liberaría y salvaría; del caos al orden; de la inseguridad a la libertad.
Según la otra versión, el hombre aparece libre, y la sociedad lo encadena y corrompe. El supuesto estado de naturaleza sería casi paradisiaco: individuos naturalmente bondadosos en pacífica predisposición ante sus semejantes. Esta suposición edénica, tan divulgada por ilustrados y románticos, fue desmentida por el estudio de los pueblos primitivos. En parte alguna se encontró al imaginado buen salvaje, y sí a los que distaban de serlo. Y conviene preguntar si la situación del buen salvaje era tan hermosa, pacifica y bondadosa, ¿Por qué la abandonan, y se sujetan a leyes rígidas? ¿Por qué acepta el contrato que los esclaviza?, esta pregunta debería poner a pensar a los rousseaunianos.
Pero el "homo sapiens", por estrictas causas biológicas, no aparece sobre la Tierra como un aerolito repentinamente caído del espacio exterior. Aún poniendo entre paréntesis el lento proceso evolutivo, el primer individuo de nuestra especie de Cromagnon nace de unos padres en cuyo entorno ha de permanecer hasta que alcance la madurez. La familia es lo contrario de la guerra de todos contra todos; es la colaboración de todos. Lo que pone de manifiesto una elemental prueba empírica es que lo precedente no es el supuesto estado de naturaleza, sino el factual estado de familia. Lo originario es el tipo más sencillo de comunidad, la familiar. La individualización de la persona es posterior a su condición comunitaria. Y se vuelve individuo para poder crear una Familia.
La solidaridad del clan y de la familia no es la consecuencia de un acuerdo, sino del vínculo de sangre; es un orden instintivo, no pactado. El dato primario no es la "extrañeidad", sino la hermandad; no es la incompatibilidad, sino el interés común. El conflicto es posible y, a la larga probable, pero no es originario.
La condición preexistente al pacto social, era ese, la familia como vinculo. La necesidad de una estructura política es posterior. La necesidad de la lucha también es posterior, y quizás hasta nace con el pacto social, donde se comienza a trabajar en función del poder y no del interés común.
Una de las grandes victimas de la modernidad es la familia, se ha roto ese pacto real y se ha impuesto uno que ha ciertos niveles choca directamente contra ella, y esto se podría decir es la causa de la decadencia moderna, la causa de muchos conflictos.
La democracia y el contrato social son abstracciones esclavizantes del individuo y destructores de la familia, mientras que los vínculos familiares son reales y trascendentes si queremos organizar el mundo no lo deberíamos hacer en función de utopías, si no en función de organismos naturales como la Familia.
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
Una cosa es la democracia teóricamente en abstracto (maravillosa), y otra la democracia real y práctica, la de las mafias
Una cosa es la democracia cristianamente entendida, y otra la democracia de mayorías caprichosas.
Una cosa es la democracia teórica, (el gobierno del pueblo) y otra cosa, en la práctica, tener que elegir fatalmente entre dos únicas opciones (malísimas las dos) de gobierno, dado que la dinámica de las cosas fatalmente impone el bipartidismo, del cual la gente comulga sólo con alguna faceta de tal o cual partido, pero debe votarlo aun en lo que odia y no está conforme (así, votantes del PP que votarían otra opción más conservadora si dicha opción fuera viable)...
En fin, un desastre, que sólo sirve para deslegitimar y desechar de antemano toda opcion con visos de ser no mayoritaria.
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
Si es que lo que normalmente se entiende por democracia ya está podrido desde su misma raíz, ya que todo viene de las ideas iluministas masónicas de la Ilustración. La demo(nio)cracia es la mayor tomadura de pelo que pueda haber. Los partidos (el nombre ya lo dice, están partidos, no hay unidad) se sirven del pueblo para hacerle creer que lo representan y que este es soberano. Y la gente se cree el cuento.
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
14 de octubre de 2016
EL DIVORCIO
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Este año está demostrando ser el que, como ningún otro, manifiesta la decadencia y la división existente en el Mundo Occidental entre una élite gobernante de nuestros países americanos y europeos con la población, y en particular con las clases medias que son, sin duda, el verdadero sostén del sistema. Las élites no solamente las políticas, sino mediáticas, como son los "faranduleros", la prensa, y los políticos en general, que han intentado fijar agenda y convencer a las masas respecto de la toma de decisiones vía plebiscitos o en los procesos electorales, terminando por salir estos con resultados totalmente contrarios. Como nunca, hemos visto a las élites primero colmar de elogios a la Democracia y a la participación ciudadana para después denostar y minimizar la expresión de la voluntad popular contraria a las ideas o decisiones que se pretenden impulsar desde arriba y difundir mediante un inmisericorde y constante bombardeo a través de los medios.
Ya hemos pasado por esto antes: la Democracia existente en la República Romana terminó por ser un instrumento que beneficiaba a las distintas facciones de la Aristocracia para la toma de decisiones que la favorecían a ésta en general o a algunos de sus representantes, lo que terminó por hacerla fracasar y que el pueblo terminase por apoyar a aquel jefe militar carismático que, de manera populista, le complaciese y le otorgara todos aquellos derechos y atenciones que los oligarcas del Ordo Senatorialis le negaban, con lo que se estableció el Imperio por César y Augusto. Las Democracias de las Ciudades-Estado italianas terminaron por reventar igualmente y convertirse en principados cuando la desigualdad entre la élite y el pueblo terminó por irritar a éste que dio su apoyo a fanáticos como Savonarola y finalmente a potentados a quienes entregó el poder a fin de que éste garantizace una mayor igualdad entre los ciudadanos, como ocurrió los Médici. Y mucho antes, la Democracia Ateniense y de otras polis terminaron por desdibujarse y disolverse ante las potentes Monarquías Helenísticas y la expansión romana cuando se convirtieron en cotos de oligarcas corruptos y demagogos que atizaban la rivalidad con los vecinos para obtener provecho económico y político.
Hoy, nuevamente, tenemos una escandalosa desigualdad en los terrenos económicos e ideológicos entre las élites de nuestros tiempos y las personas del común, como se diría antiguamente, mientras que las élites pretenden manipular las cosas para su provecho y mantener el poder o dirigir la situación hacia donde ellos quieren basándose en la guía de las masas mediante la propaganda y el ofrecimiento de las jugosas zanahorias del vicio legitimado: sexo, drogas, ocio y entretenimiento sin límites. Aquellos que de repente no aceptan las políticas e ideología que son impuestas desde arriba y que se atreven incluso a ir en su contra, se convierten en "deplorables", "ignorantes" "racistas", "medievales", "oscurantistas", "retrógradas", "homófobos", "difusores de odio", "xenófobos", "idiotas", y toda una sarta de adjetivos que han sido creados con el fin de denigrar a aquellos que no se adaptan a los cambios pretendidos por las elites, que se atreven a pensar diferente y no ser meros borregos llevados a quién sabe donde por tan interesados pastores.
Los medios hicieron cargada contra aquellos políticos ingleses como Nigel Farage y su UKIP o Boris Johnson y pintaron un panorama sombrío y apocalíptico si la isla abandonaba la Unión Europea, a tres meses del referéndum y la instalación en el 10 de Downing Street de la administración anti-europea de Theresa May, quien ha iniciado los pasos necesarios para salir del bloque, Inglaterra no se ha hundido en la crisis económica ni se ha convertido en una aislada Corea del Norte; por el contrario, las cifras económicas del reino pintan un futuro promisorio y un mayor crecimiento para los próximos años, al estimularse posibilidades para las empresas y el mercado nacional sin estar sujetos a la avalancha de regulaciones y normas impuestas por Bruselas.
Aún ahora, medios comprometidos con el mundialismo y la corrección política, como la Deutsche-Welle y numerosas figuras de la política, entre las que destaca Angela Merkel, quien representa al principal beneficiario del estado de cosas: Alemania, que ha logrado establecer un Cuarto Reich sin disparar un tiro, siguen amenazando a Gran Bretaña con los anatemas del ostracismo económico, los problemas para los trabajadores migratorios y los fulminantes adjetivos que hemos listado arriba, mientras buscan argucias legales para evitar la salida del país del bloque, o de repente, resulta que cambian de opinión sobre la Democracia y nos dicen que hay decisiones que el pueblo no debe o no sabe tomar, sino sólo los expertos... al final terminan dándole la razón a quienes, como el de la voz, pensamos que lo mejor sería un gobierno aristocrático... pero sólo cuando les conviene a sus intereses.
En el caso colombiano, la prensa internacional, gobernantes y dignatarios extranjeros, desde Obama en EUA hasta el Rey emérito Juan Carlos I de España e incluso el Papa Bergoglio expresaban su apoyo al proceso de paz que bajo los auspicios del régimen castrista en Cuba conducían el gobierno de Juan Manuel Santos y la dirigencia de las FARC, y que culminó en un acuerdo de casi 300 páginas de extensión, pero que, si bien al decir de Benjamín Franklin, siempre es mejor un mal arreglo que un buen pleito, la propuesta se pasaba de mala: implicaba elevar el mamotreto a rango constitucional e incorporarlo por tanto, a la Ley Fundamental del país sudamericano, pero además a dar un sinnúmero de concesiones a la guerrilla: para empezar impunidad absoluta y otorgar garantías de que ninguno de sus elementos sería procesado por los crímenes cometidos durante los 50 años de insurrección: ni por los robos, asesinatos más allá de las muertes en combate, secuestros, violaciones, extorsiones, reclutamiento forzoso de campesinos, mujeres y niños, sus nexos con el Narcotráfico y operaciones de delitos financieros, algunos de ellos, verdaderos crímenes de guerra o lesa humanidad, mientras que contra los militares y funcionarios de gobiernos anteriores caería el peso de los órganos vigilantes de los derechos humanos nacionales e internacionales, así como de los órganos judiciales.
De igual manera, se reservaban para los miembros de las FARC asientos en el parlamento, sin ser elegidos popularmente, sino como una cuota que permanentemente tendrían y prácticamente se les cedía el control o el gobierno sobre zonas enteras del país; cabe decir que ese acuerdo apoyado por los globalistas también era aplaudido por la Habana, Caracas y Moscú, que veían la enorme posibilidad de, en poco tiempo, convertir a Bogotá en parte del "Eje Bolivariano". Los medios, por su parte, daban una visión maniquea del asunto: o se estaba a favor de la paz, o se estaba a favor de la guerra. Olvidan los que así piensan que no existe paz sin justicia, y que el buscar que miembros de las FARC respondan por sus crímenes no es venganza, ni revancha, sino Justicia y reparación a las víctimas. Se quiere llegar a la paz, pero que quien tenga que responder por sus acciones, sin importar el bando en el que participara durante la lucha, lo haga.
A pesar de toda la campaña en contra y que aparentaba que el SI iba a ganar de manera aplastante, el pueblo colombiano votó por el NO en su mayoría, lo que dejó helados a muchos a nivel mundial igual que ante el Brexit, pues se demostró que un enorme número de personas es refractaria a los bombardeos de la propaganda.
En México, la propuesta del Presidente Peña de establecer el "matrimonio" homosexual, la adopción por estas parejas, y la educación en la ideología de género despertó una enorme oposición que se tradujo en inmensas manifestaciones que, por supuesto, fueron atacadas por la prensa y las redes sociales, donde muchas personas, ya fuera porque de buena fe creen que luchan contra la discriminación, o porque se han tragado lo que los medios venden o adoctrinan, mediante descalificaciones e insultos, pero no con argumentos, al momento de darse las marchas, y resultar que las mismas movilizaron a casi dos millones de personas, los medios guardaron silencio o cubrieron las manifestaciones --muy reducidas-- que hicieron miembros del colectivo homosexualista. Las autoridades han hecho oídos sordos y siguen calificando a la postura de la mayoría, de discriminatoria y ofensiva.
Y ahora tenemos el caso de Trump, en EUA: los medios descaradamente se han lanzado con todo contra él, y develan conversaciones privadas en que se expresa de manera grosera sobre mujeres, algo que, la verdad, resulta muy común en conversaciones entre hombres, por muy encumbrados y hasta estudiados que sean, olvidando las acusaciones y señalamientos serios que existen contra Bill Clinton y que estuvieron a punto de provocar su destitución mediante impeachment durante su periodo presidencial y el silencio cómplice de Hillary Clinton al respecto. Por todos lados, en EUA, en México, surgen notas descalificatorias contra el magnate inmobiliario, y las mismas arrecian a medida que se acerca la fecha de la votación presidencial; todo esto, a mi parecer, lleva a concluir que le tienen genuino temor a que llegue a ocupar el despacho oval.
¿Porqué? Porque Trump, con sus inmensos defectos, en lo que concuerdo con los análisis del historiador español Fernando Paz, la columnista de Actuall Candela Sandé y el filósofo oficial del Kremlin Aleksandr Dugin sobre su persona: es un zafio, un millonario egoísta y narcisista, pero aún así, o quizá hasta por eso mismo, se presenta como la reacción a las imposiciones de las élites: aunque millonario, Trump no pertenece a los grupos de poder que controlan Washington; estos, como bien lo apuntaría Alvin Toffler, son ahora quienes controlan la información: los magnates de Sillicon Valley, por ejemplo, o dueños de medios masivos de comunicación, como el libanés mexicano Carlos Slim y quienes son, precisamente, los difusores de las ideologías dominantes actuales; pero no quien se dedica a un negocio tan "primitivo" como la compraventa de inmuebles y la construcción, por mucha fortuna que haya hecho.
Trump, lo he dicho antes, representa a la mayoría silenciosa que ya se hartó de callar, y que ya se hartó del discurso que les imponen desde arriba, gane o pierda, habrá transformado las cosas, porque, sobre todo, al igual que los Brexiters, los votantes por el NO Colombiano o los miembros del Frente Nacional por la Familia en México, han mostrado la distancia entre unas élites con unas ideas y fines contrarios a los de sus sociedades, las que ahora se atreven a protestar, a levantarse, a hablar y no aceptan someterse dócilmente a los dictados de los potentados. Se muestra la enorme distancia, el divorcio existente entre élites y pueblo llano, entre las clases dirigentes y la clase media, esa clase que siempre ha sido motora del desarrollo de las naciones y siempre ha sido, a la vez, poco tomada en cuenta por los gobernantes, como ya lo plantearan Aristóteles o Jean Bodin en el pasado; puesto que los políticos o apelan a guardar los intereses de los poderosos o a ganarse el afecto de los pobres, mientras que de la clase media sacan los recursos de los que viven vía impuestos y es la clase que sostiene a los ricos con su trabajo o su consumo, y a los pobres con su caridad o sus impuestos para mantener la beneficencia pública.
Cuando se dan estas distancias, estos divorcios a los que aludo en el título de la entrada, es cuando vienen las revoluciones... ¿estamos, en Occidente, ante el inicio de una revolución capaz de salvar nuestra civilización ante unas élites que parecen conspirar para destruirla?
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Fuente:
EL MUNDO SEGUN YORCH: EL DIVORCIO
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
viernes, 5 de febrero de 2016
Sufragio universal - Padre Julio Meinvielle
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Nada más deplorable, en cambio, y opuesto al bien común de la nación, que la representación a base del sufragio universal. Porque el sufragio universal es injusto, incompetente, corruptor. Injusto, pues niega por su naturaleza la estructuración de la nación en unidades sociales (familia, taller, corporación); organiza numéricamente hechos vitales humanos que se substraen a la ley del número; se funda en la igualdad de los derechos cuando la ley natural impone derechos desiguales: no puede ser igual el derecho del padre y del hijo, el del maestro y el del alumno, el del sabio y el del ignorante, el del honrado y el del ladrón. La igual proporción, en cambio — esto es la justicia — exige que a derechos desiguales se impongan obligaciones desiguales. Incompetente, por parte del elector, pues éste con su voto resuelve los más trascendentales y difíciles problemas religiosos, políticos, educacionales, económicos.
De parte de los ungidos con veredicto popular, porque se les da carta blanca para tratar y resolver todos los problemas posibles y, en segundo lugar, porque tienen que ser elegidos, de ordinario, los más hábiles para seducir a las masas, o sea los más incapaces intelectual y moralmente. Corruptor, porque crea los partidos políticos con sus secuelas de comités, esto es, oficinas de explotación del voto; donde, como es de imaginar, el voto se oferta al mejor postor, quien no puede ser sino el más corruptor y el más corrompido. Además, como las masas no pueden votar por lo que no conocen, el sufragio universal demanda el montaje de poderosas máquinas de propaganda con sus ingentes gastos. A nadie se le oculta que a costa del erario público se contraen compromisos y se realiza la propaganda. Tan decisiva es la corrupción de la política por efecto del sufragio universal, que una persona honrada no puede dedicarse a ella sino vendiendo su honradez; hecho tanto más grave si recordamos que, según Santo Tomás, un gobernante no puede regir bien la sociedad si no es "simpliciter bonus", absolutamente bueno. (I - II, q. 82, a. 2 ad 3). El sufragio universal crea los parlamentos, que son Consejos donde la incompetencia resuelve todos los problemas posibles, dándoles siempre aquella solución que ha de surtir mejor efecto de conquista electoral. En las pretendidas democracias modernas, donde el sufragio universal es el gran instrumento de acción, los legisladores tienen por misión preferente abrir y ampliar los diques de la corrupción popular. Hay quienes pretenden salvar el sufragio universal, y su corolario, el parlamento, imputando a los hombres y no a estas instituciones, los vicios que se observan.
Pero no advierten que los vicios indicados les son inherentes, y es en ellas donde reside el principio de corrupción de las costumbres políticas. El individualismo, que es la esencia del sufragio universal, arranca de la materia, signada por la cantidad, y la materia, erigida en expresión de discernimiento, disuelve, destruye, corrompe, porque la bondad adviene siempre a las cosas por la vía de la forma, según los grandes principios de la metafísica tomista. Fácil sería demostrar que los descalabros de la política moderna son consecuencia de considerar 40 toda cuestión bajo el signo de la materia.
Concepción católica de la política: El sufragio universal
Visto en: Castigat Ridendo Mores
Fuente: El Renegáu
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Fuente:
Nacionalismo Católico San Juan Bautista: Sufragio universal - Padre Julio Meinvielle
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
La decadencia de la democracia pasa desapercibida
Posted on 25/7/2017 by admin
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Por Roberto Savio*
Roma, 25 jul (Other News) – Los dirigentes políticos están tan ocupados peleando por un cargo que no parecen notar que el negocio podría cerrar. La democracia está en decadencia y, sin embargo, el asunto no figura en la agenda parlamentaria. Todos comparten la pérdida de visión, de planificación y de búsqueda de soluciones a largo plazo y el empleo de la política para concentrar poder.
En inglés, hay dos acepciones de “politics”, una para referirse a la maquinaria, y otra, a la visión política. En las lenguas latinas, solo hay una “política”, empleada ahora también en los países angloparlantes, tanto en la Gran Bretaña de Theresa May como el Estados Unidos de Donald Trump.
En pocos años, hemos sido testigos del increíble florecimiento de gobiernos autoritarios, y quizá la Turquía de Recep Tayyip Erdogan sea el mejor ejemplo. Elegido primer ministro en 2002 y presidente en 2014, ha sido considerado como una prueba de que se puede ser musulmán y defender la democracia.
Erdogan comenzó a adoptar un perfil más fundamentalista y autoritario, como lo demuestra la dura represión en 2013 de miles de manifestantes, quienes protestaban contra los planes de construir un supermercado en una emblemática plaza de Estambul.
Desde entonces, se aceleró la tendencia a abusar del poder. En 2014, lo acusaron, junto a su hijo, de corrupción, en el marco de lo cual detuvieron a tres hijos de ministros suyos. Erdogan responsabilizó de la situación al Movimiento de Gülen, una iniciativa espiritual encabezada por un exaliado, el clérigo Fethullah Gülen, actualmente radicado en Estados Unidos.
En 2016, cuando la intentona golpista de algunos sectores de las fuerzas armadas, el presidente turco aprovechó para deshacerse de los seguidores de Gülen y de otros opositores, mandó a prisión a 60.000 personas y destituyó a unos 100.000 funcionarios públicos.
Las prácticas de Erdogan se asemejan a las de Iósif Stalin y de Adolf Hitler en el trato dispensado a esas 100.000 personas, a las que se les impidió emplearse en la actividad privada y se les retiró el pasaporte, al igual que a sus familiares. Al ser consultado sobre cómo harían para sobrevivir, el gobierno respondió que incluso alimentarse de raíces era “demasiado bueno” para ellas.
Entre los funcionarios afectados hay cientos de jueces y decenas de miles de maestros y profesores universitarios destituidos sin sumario ni ninguna imputación formal.
¿Y cómo reaccionó Europa? Con declaraciones vacías, tras lo cual Erdogan se volvió más autoritario. Construyó un palacio presidencial de 300,000 m2 , con 1.150 habitaciones, más grande que la Casa Blanca y el Kremlin, donde hay una oficina de tres habitaciones dedicada a probar la comida por temor de ser envenenado. La construcción costó cerca de 500 millones de euros (unos 582 millones de dólares), según declaraciones oficiales, y 1.000 millones de dólares, según estimaciones de la oposición.
En defensa de Europa podría decirse que Turquía no es miembro de la Unión Europea (UE) y, de hecho, sus acciones redujeron enormemente la probabilidad de alguna vez se integre al bloque.
Pero no es el caso de Polonia y Hungría, dos miembros de la UE y beneficiarios de un gran apoyo económico.
Desde que Polonia ingresó a la UE, en 2004, recibió más de 100.000 millones de dólares por concepto de varios subsidios, el doble del Plan Marshall al valor actual del dólar y la mayor transferencia de dinero en la historia moderna.
Sin embargo, el gobierno polaco se embarcó en el desmantelamiento de instituciones democráticas, la última fue el sistema judicial, lo que llevó incluso a la adormilada UE a advertirle que podría perder el derecho de voto, lo que fue recibió con total indiferencia por parte del gobierno.
A pesar de ello, nadie ha propuesto formalmente recortar los subsidios, que en el presupuesto de 2014 a 2020 ascienden a 60.000 millones de dólares, la mitad de lo que el mundo destina a la asistencia al desarrollo para casi 150 países.
Por su parte, Hungría, encabezada desde 2010 por Viktor Orbán, quien aboga por una “democracia iliberal”, se niega a aceptar inmigrantes, a pesar del subsidio de la UE, al igual que la primera ministra polaca Beata Szydło.
Hungría, con su pequeña población de menos de 10 millones de habitantes, en comparación con los 38 millones de Polonia, es el tercer beneficiario de los subsidios de la UE, unos 474 euros por habitante, mientras la tercera parte de la población mundial vive con menos de eso.
Además, el Banco Europeo de Inversiones otorga un subsidio neto de 1.000 millones de euros (alrededor de 1.164 millones de dólares), y Hungría recibió 2.400 millones de euros (2.794 millones de dólares) del programa de apoyo a la balanza de pagos.
Polonia y Hungría formaron el grupo Visegrád, junto con Eslovaquia y República Checa, que está en campaña permanente contra la UE y sus decisiones. De más está decir que los subsidios a estos últimos dos países superan ampliamente sus contribuciones.
¿Acaso Erdogan, Orban, Szydlo son dictadores? Al contrario, fueron elegidos democráticamente, como Rodrigo Duterte, en Filipinas, Robert Mugabe, en Zimbabwe, Nicolás Maduro, en Venezuela y otros 30 presidentes autoritarios que hay en el mundo.
Pero en Europa eso es nuevo, al igual que lo es un presidente estadounidense con una agenda aislacionista y de confrontación internacional y elegido como de costumbre, como es Donald Trump.
Una encuesta a fines de sus primeros seis meses de mandato concluyó que sus votantes lo volverían a elegir y que el apoyo del gobernante Partido Republicano solo bajo de 98 a 96 por ciento. A escala nacional, su popularidad disminuyó a 36 por ciento. En otras palabras, si en este momento hubiera elecciones, probablemente sería elegido para un segundo mandato.
Eso nos lleva a preguntarnos, ¿por qué seguimos considerando que las elecciones equivalen a democracia? Porque así es como se expresa la población.
Por cierto, a la gente no le gusta la corrupción, considerado el mayor problema de los gobiernos actuales, según las encuestas. Pero a menos que alcance niveles sistemáticos como en Brasil, los numerosos estudios existentes no muestran una correlación entre corrupción y castigo electoral.
La corrupción ha permitido a los gobernantes populistas para prometer librarse de ella, exactamente lo que hizo Trump en su campaña. Sin embargo, ahora, el conflicto de interés y la falta de transparencia entre sus intereses privados no tienen precedentes en la Casa Blanca.
Eso nos lleva a otra pregunta. Si las ideologías desaparecieron y la política se volvió principalmente una cuestión de eficiencia administrativa y personalidades, y no de ideologías, ¿cuál es el vínculo entre el candidato y sus votantes, quiénes siguen eligiéndolos a pesar de todo, como los que votaron a Erdogan, Trump, Orban y Szydlo?
Quizás es hora de mirar a la política con nuevos ojos. ¿Qué aprendimos de las elecciones de los últimos años?
Las personas se alinean bajo un nuevo paradigma, que no es político en el sentido en que se ha utilizado hasta ahora, se llama identidad.
Los votantes eligen a aquellas personas con las cuales se identifican y las apoyan porque, en definitiva, defienden su propia identidad, sin importar nada más. No escuchan otros argumentos ni los toman en cuenta por considerarlos “noticias falsas”.
Veamos en qué se basa esa cuestión de la identidad, las cuatro nuevas divisiones.
La primera nueva división: ciudades contra el interior, pequeñas ciudades, pueblos o aldeas.
En lo que se refiere al brexit, la gente optó en los pueblos por quedarse en Europa. Lo mismo ocurrió con quienes votaron a Erdogan, con poco apoyo en Estambul, pero muy popular en las áreas rurales. Quienes eligieron a Trump fueron principalmente votantes de los estados más pobres. Lo mismo ocurrió con Orban y Szydlo. Ninguno hubiera llegado al poder si las elecciones estuvieran restringidas a la capital y a las ciudades.
La segunda división es la que hay entre jóvenes y adultos con más años. No hubiera se hubiera aprobado el Brexit si a los jóvenes les hubiera importado votar. Lo mismo ocurre con Erdogan, Trump, Orban y Szydlo.
El problema es que una gran proporción de jóvenes dejó de tener un papel activo en política porque se sintieron dejados de lado y ven a los partidos como máquinas para mantenerse a sí mismos, corruptos e ineficientes. Por supuesto, eso juega a favor de quienes ya están en el sistema, que se perpetúa sin el impulso generacional para el cambio.
Italia encontró 20.000 millones de dólares para salvar a cuatro bancos, cuando los subsidios destinados a los jóvenes rondan los 2.328 millones dólares. Con razón se sintieron marginados.
La tercera división se refiere a que las ideologías en el pasado eran básicamente más inclusivas, aun si, por supuesto, el sistema de clases desempeñaba un papel significativo. Esta división entonces es entre quiénes por lo menos terminaron la enseñanza secundaria y quiénes no.
Esa brecha se profundizará de forma drástica en las próximas dos décadas, cuando la robotización de la industria y de los servicios abarque a por lo menos 40 por ciento de la producción. Decenas de millones de personas quedarán fuera del mercado laboral; y serán las que tengan menos educación y no puedan participar en la cuarta revolución industrial.
Las élites miran con desdén las opciones elegidas por los electores considerados ignorantes y provinciales, mientras los considerados ganadores cosechan lo que sea y los marginan.
Por último, la cuarta división es muy importante para los valores de paz y cooperación como base de la gobernanza mundial, y es la que hay entre quienes ven el regreso del nacionalismo como solución a sus problemas, y por lo tanto odian a los inmigrantes, y quiénes creen que su país, en un mundo cada vez más competitivo, podría estar mejor si se incorpora a organizaciones regionales a internacionales.
Dos ejemplos extremadamente sencillos: Europa y Estados Unidos.
La UE hizo una encuesta entre nueve millones de estudiantes Erasmus, como se conoce a los becarios de ese programa de intercambio que van a estudiar a otros países. La iniciativa dejó más de 100.000 niñas y niños, hijos de los becarios que se casaron con alguien en el exterior: los verdaderos europeos. En el estudio, 92 por ciento de los consultados dijeron querer más Europa, no menos.
Y en Estados Unidos, el clásico votante de Trump, el blanco, un grupo electoral en declive, pues en cada elección hay dos por ciento menos, no siguió estudiando después de la secundaria ni lee diarios ni libros y es originario de los estados más pobres.
Esas personas perdieron su empleo, a menudo por la deslocalización de fábricas o minas, y están convencidas de ser víctimas de la globalización, creadora de grandes injusticias sociales y económicas.
Y eso se debe a que durante dos décadas, solo se utilizaron índices macroeconómicos, como es el producto interno bruto (PIB), y los indicadores sociales fueron, en gran parte, rechazados. Ni al Fondo Monetario Internacional ni al Banco Mundial ni a la UE ni a los dirigentes les preocupaba cómo se dividía el crecimiento indicado por el PIB, convencidos de que el mercado era el único motor del crecimiento y sería capaz de resolver todos los problemas sociales.
Hace poco dieron marcha atrás, pero ya es tarde, pues el mundo conoce una explosión de desigualdad sin precedentes, lo que contribuye a que el nacionalismo y la xenofobia ocupen un lugar central en el debate político.
El nacionalismo no se reduce a Trump, Erdogan, Orban, Szydlo y el Brexit. También China, India, Japón, Filipinas, Israel, Egipto, Rusia y muchos otros países tienen gobiernos nacionalistas y autoritarios.
Eso nos lleva a una conclusión muy simple: O la transición hacia un nuevo sistema político desconocido, que reemplace al actual, que no es sostenible, se basa en valores de justicia social, cooperación y paz (probablemente adaptando las actuales organizaciones internacionales) o será difícil evitar los conflictos, las guerras y el derramamiento de sangre.
¿Por qué el ser humano es el único animal que no aprende de experiencias pasadas?
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*Periodista italo-argentino. Co-fundador y ex Director General de Inter Press Service (IPS). En los últimos años también fundó Other News, un servicio que proporciona “información que los mercados eliminan”. Other News . En español:OTHER NEWS EN ESPAÑOL | Las noticias que el mercado elimina En inglés:Other News | Information that Markets Eliminate
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Fuente:
La decadencia de la democracia pasa desapercibida | OTHER NEWS EN ESPAÑOL
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
Divididos, desquiciados y domeñados
Decía Oliveira Salazar que la "democracia" (mejor diríamos, partitocracia) no era para los pueblos latinos porque somos "pasionales".
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by Antonio Moreno Ruiz
junio 17, 2018
https://i1.wp.com/eldiariodelamarina...90%2C225&ssl=1
Hace poco departía con unas compañeras de trabajo italianas sobre las respectivas situaciones de Italia y España. Una del norte, otra del sur, y sin embargo, me insistían que Italia estaba peor que España. Yo no salía de mi asombro, pero me dieron datos acerca de los impuestos, la burocracia, el nivel de vida, la deuda pública o incluso la violencia, que como poco, dan mucho que pensar. Y es que en verdad el caso italiano es parecido al español (y por ende, al hispanoamericano): Intentar desde el siglo XIX por la fuerza y desde arriba ser lo que no somos. Desde la misma figura del estado-nación a otras estructuras que ni nos van ni nos vienen. Nosotros, hijos de la civilización mediterránea, “democracia” la traducimos como polis o “ciudad-estado/autosuficiente”, y esto se da desde la Hélade a los virreinatos americanos, pasando por los años tardorromanos y godos. ¿Pero qué tiene que ver la “democracia” tal y como la entendían los griegos (en complemento con la monarquía y la aristocracia?) a cómo se desarrolla durante el siglo XIX al calor de una mala imitación del parlamentarismo británico?
Decía Oliveira Salazar que la “democracia” (mejor diríamos, partitocracia) no era para los pueblos latinos porque somos “pasionales”. Realmente, nuestra estructura familiar/social, es siempre tendente a “jerarquías clánicas” con cierta linealidad (no, no somos tribales/beduinos). Desde la masonería al imperio británico han intentado transformar el mundo a su antojo, y vive Dios que lo han conseguido, al menos para su beneficio, sirviéndose de malas traducciones, como si “free trade” fuera “libre comercio”; “libre” tal y como lo entendemos en nuestra koiné, me refiero. El “sistema de partidos” no es sino el refinamiento de una isla de piratas que está debatiendo cómo se reparte el botín. Llevado eso al continente, especialmente desde Francia, se transforma en otra cosa, que siempre da lugar a la revolución sangrienta, el rupturismo, el desorden… Y con ello, la emigración de millones de personas, hecho todavía recientísimo en Italia.
En el fondo, nunca seremos de partidos. En todo caso, de personalidades, sentimientos, referencias… Lo que queramos. Pero no de partidos.
Se dice que Italia es ingobernable, que hay muchos partidos… Pues claro, tantos como pasiones, personalismos o hipocresías. Si a eso le sumamos el concurso de las sociedades secretas (de las logias a la mafia), el revanchismo, el sentimentalismo… Y la estrategia de la tensión que se disputaron Estados Unidos y la URSS en la postguerra mundial, y que luego aplicaron en la España de la transición (con resultados muy parecidos a uno y otro lado del Mediterráneo), tenemos que al final, siempre estamos donde mismo.
O volvemos/vamos por el camino a nuestras estructuras tradicionales y orgánicas como línea directa de nuestra cultura clásica, o seguiremos divididos, desquiciados y domeñados, hasta extinguirnos. Y sin olvidar que se nos viene una guerra por el cercano mar para la que no estamos preparados.
-Antonio Moreno Ruiz
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Fuente:
https://eldiariodelamarina.com/divid...s-y-domenados/
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
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Objeción del católico frente a la “democracia” relativista
por Ángel Gutiérrez Sanz
No solo las reglas emanadas de una democracia relativista merecen ser puestas en cuestión, también al sistema político que absolutiza lo relativo y relativiza lo absoluto. Un católico se ve en la difícil situación de tener que aceptar unos principios inamovibles como creyente y otros bien distintos como demócrata, de aquí la objeción de conciencia.
Vivimos tiempos de "democracia" que para algunos es tanto como decir que vivimos en el mejor de los mundos posibles.
Por lo general, cada sistema político mientras está vigente, pasa por ser el mejor dentro de la sociedad, en la que ha quedado establecido.
Y una vez que ha logrado imponerse, su mayor preocupación es mantenerse en pie, haciendo creer a la ciudadanía que fuera del sistema “nulla est redentio”.
Para convencer a la buena gente de que esto es así, se pueden utilizar varias estrategias, una de ellas es la manipulación que tan buenos resultados suele dar; pero tarde o temprano la verdad llega a imponerse y todas las miserias cuidadosamente ocultadas acaban saliendo a la luz.
Los sistemas "democráticos" liberales en Occidente son incuestionados e incuestionables; pero ya que hoy se habla tanto de revisión histórica, no estaría mal, echar la vista atrás mirar al pasado y contemplar en escena al gran maestro Sócrates condenado a muerte por un tribunal democrático ateniense, fue una muerte que este hombre de bien asumió con la entereza que siempre le caracterizó. “ Ésta fue, nos dice Platón en el Felón, la muerte de nuestro amigo, hombre del que podemos decir que fue el mejor de cuantos en su tiempo conocimos y además el más prudente y el más justo “ .
También Jesucristo fue condenado a muerte por una sentencia "democrática", aún más injusta todavía. Pero yo no diría que los pecados y las injustas sentencias los cometen los sistemas, sino el corazón depravado de los hombres
Los sistemas políticos son muchos y muy variados. Nuestro actual sistema liberal-democrático es uno de tantos posibles, que puede ser visto desde diferentes ópticas y sobre el que pueden emitirse juicios diferentes, por supuesto, dogma político no es, aunque por tal se nos quiera imponer, eso sí después de haber roto con todos los dogmas religiosos.
Resulta verdaderamente aberrante que el absoluto democrático haya venido a sustituir al absoluto religioso.
Lo que hoy se pretende es hacer de los valores democráticos un decálogo exclusivo y excluyente.
Tanto se están ponderando las excelencias de nuestra democracia, que pareciera que el simple hecho de su cuestionamiento, fuera ya una intolerable herejía merecedora de mil condenas, cuando lo cierto es que se trata de una realidad relativa, sobre la que se puede e incluso conviene ser críticos.
En la encíclica Pacem in terris en consonancia con las orientaciones políticas de Sto. Tomás se nos dice que: “No puede establecerse una norma universal sobre cual sea la forma mejor de gobierno, ni sobre los sistemas más adecuados para el ejercicio de las funciones públicas” si esto es así los católicos deberíamos ser cautos y analizar las ventajas y los inconvenientes de nuestro actual sistema político, para ver si es el que más conviene.
Debiéramos ser también lo suficientemente valientes para ejercer una crítica responsable aunque sea contra viento y marea . A esto es a lo que yo llamo compromiso sin complejos, tan necesario hoy día .
Después del Concilio Vaticano II los católicos sabemos muy bien que lo mismo que existe una libertad religiosa debiera existir una libertad política, que permitiera a cada ciudadano expresar y defender sus preferencias.
¿Tal libertad política existe hoy en España?
En los periódicos y revistas, en la televisión, en las tertulias de radio, en cualquier medio de comunicación público, sólo se oyen voces a favor del sistema , ninguna voz crítica. Si alguno de los responsables de estos medios públicos osara salirse de su papel de defensor a ultranza de nuestra democracia, sabe muy bien que tendría los minutos contados.
Me pregunto ¿Si hoy estuviera Sócrates o Platón entre nosotros se les invitaría a los platós de televisión para que expusieran las razones que les impidieron ser demócratas?
La sacralización de nuestra democracia ha llegado a tanto, que incluso dentro del entorno católico no se ve con buenos ojos a quien en este asunto intente nadar contra corriente.
Podríamos poner muchos ejemplos. En nuestro recuerdo han quedado grabado el entusiasta recibimiento del advenimiento de la democracia en España por parte de alguno de nuestros prelados ; pero hemos olvidado que también hubo otros como Mons Guerra Campos o Mons Marcelo González, personas íntegras donde las haya, que no participaron de este mismo entusiasmo, porque preveían lo que iba a suceder y no se equivocaron.
Al final ha sucedido lo que tenía que suceder y mucho me temo que no hemos tocado fondo
Sería oportuno recordar las palabras de Benedicto XVI que dejó escritas en un artículo titula do “Verdad y Libertad", cuando todavía era el cardenal Ratzinger. Aquí están:
“La sensación de que la democracia no es la forma correcta de libertad es bastante común y se propaga cada vez más. No es fácil descartar simplemente la crítica marxista de la democracia: ¿en qué medida son libres las elecciones? ¿En qué medida son manipulados los resultados por la propaganda, es decir, por el capital, por un pequeño número de individuos que domina la opinión pública? ¿No existe una nueva oligarquía, que determina lo que es moderno y progresista, lo que un hombre ilustrado debe pensar? Es suficientemente notoria la crueldad de esta oligarquía y su poder de ejecución pública. Cualquiera que interfiera su tarea es un enemigo de la libertad, porque después de todo está obstaculizando la expresión libre de la opinión. ¿Y cómo se llega a tomar decisiones en los órganos representativos? ¿Quién podría seguir creyendo que el bienestar general de la comunidad orienta realmente el proceso de toma de decisiones? ¿Quién podría dudar del poder de ciertos intereses especiales, cuyas manos sucias están a la vista cada vez con mayor frecuencia? Y en general, ¿es realmente el sistema de mayoría y minoría realmente un sistema de libertad? ¿Y no son los grupos de intereses de todo tipo manifiestamente más fuertes que el parlamento, órgano esencial de la representación política? En este enmarañado juego de poderes surge el problema de la ingobernabilidad en forma aún más amenazadora: el predominio de la voluntad de ciertos individuos sobre otros obstaculiza la libertad de la totalidad”.
Naturalmente que un católico ha de estar abierto al pluralismo político , no faltaría más ; pero ello no implica que esté obligado a sentirse orgulloso de una constitución atea que no tiene en cuenta los derechos de Dios.
Naturalmente que un católico debe ser respetuoso con la libertad de elección política; pero ello no significa que tenga la obligación de apoyar a un sistema que vaya en contra de sus principios. Nuestro sistema político está siendo lo que cabía esperar de él.
El tiempo ha ido pasando y las previsiones han dado paso a los hechos consumados, los frutos amargos no se han hecho esperar. Ahí están, cualquiera puede verlos: matrimonios rotos, familias deshechas, escuela en ruinas, sociedad enferma , la identidad de la nación amenazada. ¿Es que cabía esperar otra cosa de un sistema basado en el criterios arbitrarios y subjetivistas ?
Cuando se abandonan todos los principios absolutos , se olvidan las verdades intemporales , se reniega de los fundamentos últimos del orden jurídico y moral , lo único que nos queda es un relativismo inconsistente que nos hace ir a la deriva.
Esto es lo verdaderamente peligroso. En todos los tiempos se han cometido faltas de ortografía; pero cuando todavía están vigentes las reglas por las que ésta se rige, aún es posible la esperanza. Lo malo es cuando las reglas de ortografía han dejado de existir. Entonces es obligado pensar en lo peor y esto es precisamente algo de lo que está pasando. No nos engañemos, el bienestar exclusivamente material y hedonista en el que nos encontramos tan a gusto no nos salvará. El simple desarrollo material no es garantía de futuro para los hombres y mujeres de esta generación, ni de las próximas.
Los católicos vivimos escandalizados por las prácticas criminales, vergonzosas y aberrantes en nuestra sociedad. Los divorcios y los abortos proliferan cada vez más, la violencia doméstica, las perversiones sexuales adquieren carta de naturaleza, las burlas blasfemas hacia lo sagrado son toleradas, cuando no subvencionadas con el dinero público.
Todo esto es muy lamentable, no digo yo que no. Lo que sucede es que ello es consecuencia de un sistema que ha relativizado lo absoluto y ha absolutizado lo relativo y de este sistema que es precisamente el culpable de lo que está pasando, no decimos nada, lo bendecimos y hasta nos parece bien. No acabo de entenderlo; pero es así .
No nos engañemos, la fe y revelación como fuentes de certezas firmes, las verdades absolutas y universales no tiene lugar en las democracias relativistas, como tampoco lo tiene Dios; pero es conveniente que a sí sea , se nos dirá, por que de este modo no se hieren sensibilidades de los que no creen en esas cosas y así todos podemos vivir en paz.
Por lo que se ve los creyentes carecemos de sensibilidad y nos da lo mismo una sociedad con Dios o una sociedad sin Dios.
En democracia el que no es relativista es tildado de fanático; pues bien yo confieso que en los tiempos que llevamos de democracia, con los únicos fanáticos con los que me he encontrado son precisamente relativistas. A los otros se les podrá tildar de acomplejados ; pero fanáticos….
Estoy dando por supuesto que nuestro actual democracia es relativista.
Fácil es de constatar a poco que le analicemos. Se trata de un sistema que carece de referencias seguras, en el que se habla de libertades civiles pero sin saber muy bien que es y en que consiste la Libertad con mayúscula, de esa Libertad que nos hace dueños de nosotros mismos y de nuestras pasiones, esa Libertad que nadie puede regalar a nadie porque sólo puede ser fruto de la conquista.
Se habla de servir a los hombres y mujeres; pero no se sabe cuál es la verdad del Hombre, se habla de ley y del derecho; pero se ignora el último fundamento de los mismos .
El positivismo moral y jurídico sobre el que se sustenta nuestro actual sistema político, compromete incluso su legitimidad al ignorar en ocasiones la Ley Natural
El presunto Estado de Derecho del que disfrutamos, todo lo hace depender de la ley de las mayorías. El supremo criterio legal y moral es la voluntad de las mayorías. La aritmética todo lo decide, todo lo gobierna ; para Gabriel Marcel se trata de una regla groseramente pragmática, para mí además inconsistente.
Porque el número de votos no puede ser el criterio adecuado para discernir qué es lo bueno y lo malo lo justo y lo injusto. ¿ No es esto relativismo?
Hemos llegado así a fabricar un supuesto Estado de Derecho que depende de las opiniones y los caprichos humanos, que varían según los tiempos y circunstancias, según las latitudes e intereses, cuando es bien cierto que la verdad y el bien, la justicia y el derecho están por encima de la voluntad de las personas, de las instituciones, de los Estados, lo mismo que la ley natural está por encima de las leyes positivas fabricada por los hombres.
Con esto no estoy diciendo que no se haya de tener en cuenta el sentir mayoritario de los ciudadanos, lo que no me parece bien, es que la opinión mayoritaria sea considerada como criterio único y supremo, sin atender a la naturaleza de las cosas.
La aplicación de la ley de mayorías compromete de tal modo el Estado de Derecho que en realidad habría que llamarle el Estado arbitrario de las mayorías. En consonancia con el magisterio de la Iglesia, los católicos no podemos dejar de proclamar que el fundamento del derecho está por encima de los hombres y de las instituciones, lo mismo que el orden moral está por encima del orden legal y si no lo decimos así estamos creando confusión. La corriente de un positivismo perverso ha venido a invertir los términos, lo que debiera estar arriba está por debajo, así se ha producido la gran paradoja de que quienes debieran ser los medidos se han convertido en medidores.
Esto tarde o temprano ha de traducirse en la quiebra del Estado de Derecho. El relativismo moral y jurídico que está informando nuestra vida cotidiana acabará produciendo una gran desorientación en la ciudadanía. En la situación en la que nos encontramos habría que decir con Erich Fromm:
“El hecho de que miles de personas compartan los mismos vicios, no convierte esos vicios en virtudes, el hecho de compartan muchos errores no convierten estos en verdades”.
Si algo resulta difícil de compaginar es el relativismo con las convicciones firmes de la fe católica. De aquí arranca la objeción de conciencia para aquel católico que quiera mantenerse fiel a sus principios.
¿Como podrá apoyar, colaborar o simplemente participar en un sistema político que se olvida de Dios, que no reconoce verdades y principios básicos e indiscutibles sobre los que se asientan la realidad del hombre, la sociedad y la familia?
¿Cómo puede sentirse a gusto dentro de un Estado en el que las leyes positivas no quedan supeditadas a la ley natural?
Sin duda la democracia relativista ha de representar una seria preocupación para el católico como claramente lo manifestara Juan Pablo II en su encíclica Veritatis spendor) Donde se nos dice:
“ Después de la caída del marxismo existe hoy un riesgo no menos grave ; la alianza entre democracia y relativismo ético que quita a la convivencia cualquier referencia moral segura”.
Yo al menos como católico ante la actual situación política que se vive en España, me siento interpelado por la objeción de conciencia y creo que no soy el único. Existe una presunción razonable de que éste no es el sistema que los acatólicos estamos necesitando, por lo que algo habría que hacer o cuando menos expresar nuestro descontento. El hecho de condescender con un sistema político que no respeta los derechos de Dios, ni la ley natural puede que tenga más que ver con la cobardía que con la prudencia.
En mi modesta opinión, la objeción de conciencia de cualquier católico frente a un sistema político manifiestamente relativista, es asunto que merece tenerse en cuenta. Sea como fuere, yo sigo preguntándome ¿Con mi voto, he de seguir haciendo el caldo gordo aun sistema en el que no creo? ¿No habrá llegado ya la hora de buscar, en política algo mejor que lo que tenemos? Preguntas sólo preguntas. ¿No puede un católico preguntar?.
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Ángel Gutiérrez Sanz
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Fuente:
Arbil, nº116 Objeción del católico frente a la “democracia” relativista
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
2 de septiembre de 2018
LA TIRANÍA DE LA ESTUPIDEZ (COMENTARIOS SOBRE UN LIBRO FUNDAMENTAL)
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En los últimos meses han estado pasando varios fenómenos y acontecimientos que, sin duda, demuestran que la Civilización Occidental se encuentra entrando en una fase terminal: la toma del poder en España de un radical como Pedro Sánchez, actual líder del PSOE y su política carente de propuestas e ideas para sacar adelante al país de la crisis política en que lo dejó sumido Mariano Rajoy, pero favorable a los separatismos, la división ideológica y la suicida apertura a la migración islámica y africana dictada desde Berlín por Merkel; la aprobación popular al aborto en Irlanda, el feminismo radical, violento y agresivo en Argentina (que le viene de perlas al inepto Presidente Macri para distraer de la nueva debacle económica y monetaria que enfrenta el país sudamericano), el triunfo electoral en México de la Izquierda Radical, todo con un tufo a Marxismo en sus más diversas vertientes y por supuesto, la terrible crisis presente en la Iglesia Católica por los abusos sexuales de clérigos, que en mucho ha contribuido a la pérdida de credibilidad de la mayor y más antigua institución occidental y que en mucho, le dio forma y base a nuestra civilización; pero además, la pérdida de brújula moral y espiritual a un mundo que se precipita en un abismo de materialismo, y como lo dice el libro del que hablo en el presente post, de estupidez lisa y llana.
No cabe duda que en México tenemos buenos analistas y académicos, tanto este libro La Tiranía de la Estupidez, como el Geopolítica de la Expansión de la OTAN los he citado aquí en diversos posts, y son verdaderos trabajos casi premonitorios, ambos, son de autoria de académicos universitarios mexicanos, como son Antonio Sánchez Pereyra, de la UNAM, y José Luis Trueba Lara, de la UNITEC, sin embargo, ambos no tienen presencia mediática ni son muy conocidos, pese a lo extraordinario de sus libros, mismos que dan bastante luz para entender lo que está pasando en el mundo actual.
Escrito en el 2008, La Tiranía de la Estupidez es un ensayo sociológico e histórico que explicaba las causas de los fenómenos que ya, hace diez años, --precisamente también cuando inicié con la publicación de este Blog-- se estaban presentando en la Civilización Occidental, y no cae en las simplistas explicaciones que atribuyen los problemas actuales a conspiraciones de sectas secretas: los Iluminati, o los Masones a los que parecería entonces que todos sus planes son perfectos e infalibles, o los Judíos, lo cual no quita que uno, siendo creyente, no piense que hay mucho de preternatural detrás de lo que se vive actualmente, además por supuesto, de que existen muchos intereses de tipo económico y político detrás, aunque esto no obedece la más de las veces a un plan premeditado de destrucción, sino a planes que pueden tener grupos diversos, más allá de sus creencias u origen étnico, relativos a intereses particulares en momentos determinados y se obra para alcanzar esos intereses.
Y es que para Trueba la situación actual es la última etapa de una tendencia autodestructiva que inicia con la Ilustración, o, yendo más atrás como lo hace el historiador francés Jacques Barzun, a la Reforma Protestante, pero que sobre todo comienza a hacerse patente con la Revolución Fracesa y que radica en la entronización de la Democracia no ya como una simple manera de elegir o legitimar a los gobernantes para convertirse en una especie de religión o de dogma. Las Democracias, históricamente, y en lo que coincido totalmente con él, han fracasado siempre, pues terminan por llevar a sus sociedades al caos: la Democracia en la Grecia clásica provocó la Guerra del Peloponeso, alentada por los demagogos: hoy en día, la Historia coloca en un pedestal a Pericles, cuando para los historiadores y politólogos medievales y renacentistas había sido la epítome de los especialistas en engañar al pueblo, señalado además, de corrupto, aunque le superara Alcibíades y su escasa lealtad hacia Atenas para proteger sus intereses personales.
La República Romana, aristocrática en principio y democrática con la apertura del sistema a la participación de los Plebeyos, terminó por hundirse por las luchas entre los caudillos por el poder, entre aquellos que buscaron el apoyo entre las clases desfavorecidas al concederles más derechos y participación política, y aquellos que buscaron mantener los privilegios de las clases dirigentes. Al final, el caos se evitó con la implantación de un régimen autoritario: el Imperio. Pero hoy en día, la Democracia se yergue triunfante y es la que nos está conduciendo, como los lemminges, hacia el precipicio.
¿Porqué pasa esto? Es muy simple, y en ello coincide Juan Manuel de Prada: tras la Revolución Francesa, el poder político fue tomado por el económico; hasta antes de los procesos iniciados con la toma de la Bastilla, una de las más importantes funciones del gobierno era proteger al pueblo de los abusos e intereses de los poderosos económicamente: el Imperio Romano fue implantado con la finalidad de proteger colocar finalmente a los Plebeyos en plano de igualdad con los Patricios bajo una autoridad que protegiese a todos, y el absolutismo se implantó cuando los reyes europeos pusieron punto final al poderío de los nobles, propietarioas de la tierra, y por ende, de la riqueza.
Pero las democracias son diferentes: las campañas electorales son cada vez más caras, y los políticos dependen de donantes que les sufraguen los gastos, así que, muchas veces, se establecen compromisos previos a las campañas mediante los que los potentados exigen prebendas a cambio del apoyo; como resultado, los políticos se convierten en siervos de los intereses de los dueños de la plata, a quienes luego otorgan concesiones, contratos para obras públicas, ser proveedores del Estado o aceptación de sus monopolios, exenciones fiscales e impunidad. Por ello, detrás de cada decisión, de cada política pública implementada, existe el interés lucrativo de alguien: podemos adivinar que, por ejemplo, detrás de las políticas en torno a la ideología de género y el aborto se encuentran numerosos beneficiarios: consorcios médicos, farmacéuticas, laboratorios, la industria de los cosméticos y demás que se benefician de la producción de hormonas sintéticas, del establecimiento de clínicas, etc. en torno a la migración, se encuentran los intereses de empresas que desean mano de obra barata y dócil, por lo que, las oleadas de refugiados en realidad se trata de trabajadores importados en una nueva forma de esclavitud. --Con el regalo oculto de los proveedores de dicha mano de obra, las élites islámicas, que envían islamistas radicales entre los viajeros.
Lo mismo ocurre con las políticas ambientalistas: detrás de la histeria contra los popotes de plástico, existe seguramente el deseo de industrias que elaboran el mismo producto pero con materiales "biodegradables", que quizá no tengan la calidad ni la durabilidad de los tradicionales; e incluso, quizá contaminen más que éstos, como ocurre con los autos eléctricos, cuyo proceso de producción hace que sean más contaminantes que los de motor a gasolina, ¿pero qué tal contar con el apoyo de los gobiernos para, vía decreto, prohibir ciertos productos, eliminar la competencia y obtener el dominio del mercado gracias al intervencionismo estatal? Además de generar en la masa dúctil y receptiva la necesidad de cambiar de producto mediante las sentimentales imágenes de la tortuga con la nariz tapada por una pajilla.
El sentimentalismo impera en todo, pues es estimulado tanto por gobiernos como empresas por medio de la publicidad: se estimula la humanización de los animales, el veganismo y así, ya no se da la eliminación de los animales callejeros pese a representar un riesgo a la salud pública: se estimula la "adopción" de los mismos, o que el Estado hasta les de de comer a los perros que vagan por las calles, lo que al final, también beneficia al negocio de la industria veterinaria, que produce hasta ropa y carriolas para los animales consentidos por sus dueños; esto contrasta sin embargo, con el enorme odio de los humanos contra sus semejantes: detrás del aborto y la fructífera industria creada a su alrededor de ONG's y multinacionales de la muerte se encuentra el deseo en realidad de desplegar el odio del hombre hacia el hombre, el revanchismo de la mujer contra el hombre, etc. Las ideologías estimulan el odio, la división y la confrontación. Y además, crean una justificación para desbocar ese odio y el deseo larvado de hacer daño a otros. En mucho, estoy seguro que detrás de los abortistas está la plena conciencia de que asesinan, pero la acallan con discursos sobre los derechos de las mujeres y la salud. Finalmente, todo mundo más de alguna vez hemos sentido la tentación de la violencia, y el deseo de desbocar las bajas pasiones, lo que hacen los políticos, gobiernos y empresas es simplemente darnos la oportunidad de desatarlas y justificarlas, a lo que muchos, reaccionan gustosos. Se le da a las masas lo que quieren oír y hacer, y a la vez, se les tiene bajo control.
Porque esto nos lleva a un nuevo totalitarismo: muerta la moral y desprovistos de la idea de Dios y de un orden existente en la Naturaleza, la gente espera que sea el Estado quien de su aval a toda conducta y todo hecho con la "legalización"; destruida la familia, destruida la Iglesia, y toda comunidad intermedia, sólo queda el individuo sometido al Estado y sus brazos, Estado que además, se convierte en mero instrumento de una oligarquía que lo usa para beneficiar sus intereses. El caos además, desatado en una sociedad que no encuentra sentido ya al mundo y a la vida, encuentra su solución en el Estado o en la figura de los caudillos populistas, por lo que el autor maneja la idea de la llegada de un Diocleciano que restaure el orden y de paz, lamentablemente, como en el caso del emperador romano, el caos se desatará tras él con mayor fuerza... cabe preguntarse si el papel en México de López Obrador no es el de ser ese Diocleciano que fue electo por la población como alguien de quien se espera, tranquilice las cosas tras la vorágine de cambios traídos por las últimas décadas.
En resumen, es un excelente libro que toda persona interesada en saber el porqué están sucediendo las cosas que vemos todos los días y porqué se ha abandonado a la razón y todo se supedita al sentimiento, en pocas palabras, la estupidez impera, pues se tiene a las masas estúpidas por parte de élites estúpidas igualmente, cuyo afán de lucro desmedido está por destruir la fuente de sus ganancias o abriéndole la puerta a quienes son igualmente sus enemigos. Nuestra Civilización Occidental tiene los días contados; la misma se extinguirá cuando la generación de los Millenials --perezosos, caprichosos, consumistas, hedonistas y crédulos-- llegue finalmente a hacerse cargo de todo y asuma puestos de poder o responsabilidad, en su incapacidad, arrasarán con todo. Estoy hablando, por tanto, que eso ocurrirá en cuando mucho 20 o 30 años.
Dentro de un siglo, cuando el Islam, y el poderío ruso, chino e hindú se extiendan sobre las humeantes ruinas de lo que alguna vez fue Occidente, se pregunten qué fue lo que nos pasó, dirán que fue por la estupidez y el lucro, lo que les allanó el camino.
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Fuente:
EL MUNDO SEGUN YORCH: LA TIRANÍA DE LA ESTUPIDEZ (COMENTARIOS SOBRE UN LIBRO FUNDAMENTAL)
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
Democracia y laicismo – Nicolás Gomez Dávila
https://4.bp.blogspot.com/-r6TZSLnev...lipboard01.jpg
El dialogo entre democracias burguesas y democracias populares carece de interés, aun cuando no carezca de vehemencia, ni de armas.
Tanto capitalismo y comunismo, como sus formas híbridas, vergonzantes, o larvadas, tienden, por caminos distintos, hacia una meta semejante. Sus partidarios proponen técnicas disímiles, pero acatan los mismos valores.
Las soluciones los dividen; las ambiciones los hermanan. Métodos rivales para la consecución de un fin idéntico. Maquinarias diversas al servicio de igual empeño.
Los ideólogos del capitalismo no rechazan el ideal comunista; el comunismo no censura el ideal burgués. Al investigar la realidad social del concurrente, para denunciar sus vicios, o disputar la identificación exacta de sus hechos, ambos juzgan con criterio análogo. Si el comunismo señala las contradicciones económicas, la alienación del hombre, la libertad abstracta, la igualdad legal, de las sociedades burguesas; el capitalismo subraya, paralelamente, la impericia de la economía, la absorción totalitaria del individuo, la esclavitud política, el restablecimiento de la desigualdad real, en las sociedades comunistas. Ambos aplican un mismo sistema de normas, y su litigio se limita a debatir la función de determinadas estructuras jurídicas. Para el uno, la propiedad privada es estorbo, para el otro, estímulo; pero ambos coinciden en la definición del bien que la propiedad estorba, o estimula.
Aunque insistan ambos sobre la abundancia de bienes materiales que resultara de su triunfo, y aun cuando sean ambos augurios de hartazgo, tanto la miseria que denuncian, como la riqueza que encomian, solo son las más obvias especies de lo que rechazan o ambicionan. Sus tesis económicas son vehículo de aspiraciones fabulosas.
Ideologías burguesas e ideologías del proletariado son, en distintos momentos, y para distintas clases sociales, portaestandartes rivales de una misma esperanza. Todas se proclaman voz impersonal de la misma promesa. El capitalismo no se estima ideología burguesa, sino construcci6n de la razón humana; el comunismo no se declara ideología de clase, sino porque afirma que el proletariado es delegado único de la humanidad. Si el comunismo denuncia la estafa burguesa, y el capitalismo el engaño comunista, ambos son mutantes históricos del principio democrático, ambos ansían una sociedad donde el hombre se halle, en fin, señor de su destino.
Rescatar al hombre de la avaricia de la tierra, de las lacras de su sangre, de las servidumbres sociales, es su común propósito. La democracia espera la redención del hombre, y reivindica para el hombre la función redentora.
Vencer nuestro atroz infortunio es el más natural anhelo del hombre, pero sería irrisorio que el animal menesteroso, a quien todo oprime y amenaza, confiara en su sola inteligencia para sojuzgar la majestad del universo, si no se atribuyese una dignidad mayor, y un origen más alto. La democracia no es procedimiento electoral, como lo imaginan católicos cándidos; ni régimen político, como lo pensó la burguesía hegemónica del siglo pasado; ni estructura social, como lo enseña la doctrina norteamericana; ni organización económica, como lo exige la tesis comunista.
Quienes presenciaron la violencia irreligiosa de las convulsiones democráticas, creyeron observar una sublevación profana contra la alienación sagrada. Aun cuando la animosidad popular solo estalle esporádicamente en tumultos feroces o burlescos, una crítica sañuda del fenómeno religioso, y un laicismo militante, acompañan, sorda y subrepticiamente, la historia democrática. Sus propósitos explícitos parecen subordinarse a una voluntad más honda, a veces oculta, a veces publica, callada a veces, a veces estridente, de secularizar la sociedad y el mundo. Su fervor irreligioso, y su recato laico, proyectan limpiar las almas de todo excremento místico...
Nicolás Gomez Dávila – “Textos I”. Bogotá 1959
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Fuente:
Nacionalismo Católico San Juan Bautista: Democracia y laicismo – Nicolás Gomez Dávila
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
¡Qué viva la vida, pero no la de los políticos!
《Los hombres a quienes la gente debería elegir para representarlos están demasiado ocupados como para tomar los empleos. Pero el político lo está esperando. Es la pestilencia de los tiempos modernos. Lo que deberíamos intentar hacer es que la política sea lo más local posible. Los políticos lo suficientemente cerca como para patearlos. Los lugareños que se encuentran bajo los árboles de los pueblos también podrían colgar a sus políticos de ellos. Es terrible contemplar cuán pocos políticos son ahorcados.》
~G.K., Chesterton, entrevista en el Cleveland Press, 1 de marzo de 1921
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=9437&stc=1
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
jueves, 23 de junio de 2011
Escolios antidemocráticos.
Una interesante radiografía del sistema que hoy es el dogma del mundo moderno y anticristiano, a modo de selección de sentencias de Nicolás Sánchez Dávila.
Cambiar un gobierno democrático por otro gobierno democrático se reduce a cambiar los beneficiarios del saqueo.
Errar es humano, mentir: democrático.
El político en una democracia se convierte en bufón del pueblo soberano.
La democracia celebra el culto de la humanidad sobre una pirámide de cadáveres.
Habiendo promulgado el dogma de la inocencia original, la democracia concluye que el culpable del crimen no es el asesino envidioso, sino la víctima que despertó la envidia.
El político demócrata no adopta las ideas en que cree, sino las que cree que ganan.
Tanto capitalismo y comunismo, como sus formas híbridas, vergonzantes o larvadas, tienden, por caminos distintos, hacia una meta semejante. Sus partidarios proponen técnicas disímiles, pero acatan los mismos valores. Las soluciones los dividen, las ambiciones los hermanan. Métodos rivales para la consecución de un fin idéntico. Maquinarias diversas al servicio de igual empeño.
El tonto no confía en verdad que la opinión pública no avale.
La compasión con la muchedumbre es cristiana; pero la adulación de la muchedumbre es meramente democrática.
La popularidad de un gobernante en una democracia es proporcional a su vulgaridad.
Las democracias tiranizan preferentemente por medio del poder judicial.
El capitalismo es deformación monstruosa de la propiedad privada por la democracia liberal.
El historiador democrático enseña que el demócrata no mata sino porque sus víctimas lo obligan a matarlas.
La democracia es una religión antropoteísta. Su principio es una opción de carácter religioso, un acto por el cual el hombre asume al hombre como Dios.
La realización práctica del principio democrático re*clama, en fin, una utilización frenética de la técnica y una implacable explotación industrial del planeta.
La técnica no es producto democrático, pero el culto de la técnica, la veneración de sus obras, la fe en su triunfo escatológico, son consecuencias necesarias de la religión democrática. La técnica es la herramienta de su ambición profunda, el acto posesorio del hombre sobre el universo sometido. El demócrata espera que la técnica lo redima del pecado, del infortunio, del aburrimiento y de la muerte. La técnica es el verbo del hombre-dios.
La humanidad democrática acumula inventos téc*nicos con manos febriles. Poco le importa que el desarrollo técnico la envilezca o amenace su vida. Un dios que forja sus armas desdeña las mutilaciones del hombre.
La veneración de la riqueza es fenómeno democrático. El dinero es el único valor universal que el demócrata puro acata.
La tesis de la soberanía popular entrega la dirección del estado al poder económico.
La doctrina democrática es una superestructura ideológica, pacientemente adaptada a sus postula*dos religiosos. Su antropología tendenciosa se pro*longa en apologética militante. Si la una define al hombre de manera compatible con su divinidad postulada, la otra, para corroborar el mito, define al universo de manera compatible con esa artificiosa definición del hombre. La doctrina no tiene finali*dad especulativa. Toda tesis democrática es argu*mento de litigante, y no veredicto de juez.
La democracia no es atea porque haya compro*bado la irrealidad de Dios sino porque necesita ri*gurosamente que Dios no exista. La convicción de nuestra divinidad implica la negación de su existen*cia. Si Dios existiese el hombre sería su criatura. Si Dios existiese el hombre no podría palpar su divi*nidad presunta. El Dios trascendente anula nuestra inútil rebeldía. El ateísmo democrático es teología de un dios inmanente.
La democracia individualista suprime toda institu*ción que suponga un compromiso irrevocable, una continuidad rebelde a la deleznable trama de los días. El demócrata rechaza el peso del pasado y no acepta el riesgo del futuro. Su voluntad pretende borrar la historia pretérita y labrar sin trabas la his*toria venidera. Incapaz de lealtad a una empresa remitida por los años su presente no se apoya so*bre el espesor del tiempo; sus días aspiran a la dis*continuidad de un reloj siniestro.
Los mandatarios burgueses del sufragio prohíjan el estado laico para que ninguna intromisión axiológica perturbe sus combinaciones. Quien tolera que un reparo religioso inquiete la prosperidad de un negocio, que un argumento ético suprima un ade*lanto técnico, que un motivo estético modifique un proyecto político, hiere la sensibilidad burguesa y traiciona la empresa democrática.
Nicolás Sanchez Dávila. Tomado de “Almena Blog”.
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
«En ninguna forma de gobierno es tan importante la instrucción como en la democrática; porque, si el pueblo es corrompido, su soberanía es la omnipotencia del mal, y si es ignorante, su libertad es una quimera peligrosa, es la libertad de un ciego que camina a la ventura al borde del abismo.»
—Gabriel García Moreno
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
viernes, 16 de octubre de 2020
En defensa del Voto - Juan Manuel Palacio
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Si el sufragio –sobre todo el sufragio universal- puede terminar con una sociedad, sólo el voto puede redimirla. Que la palabra voto se haya transformado en un sinónimo de sufragio no es una curiosidad, más o menos pintoresca, para esparcimiento académico. Es, más bien, un “voto a Satanás”, el fruto de una tendencia perversa que lleva –lenta y seguramente- a la disolución del lenguaje. Y la disolución del lenguaje que es ¡ay! una de las pocas cosas que nos distinguen de los animales, constituye un preámbulo de la disolución de lo humano. La diferencia específica entre el hombre y los animales es más bien la palabra que la razón: los tontos y los locos son hombres porque pueden hablar, aunque no razonen. Cuando los cristianos profesamos nuestra fe en la salvación, decimos que el Verbo –y no la Razón- se hizo carne.
La conspiración maligna
En todo atentado contra la palabra –que es algo sagrado- hay una conspiración maligna, una intención deshumanizante. Sobre todo, cuando no se trata de un mero cambio en la grafía o en la pronunciación –que normalmente quedan intactas- sino en el contenido. No tiene importancia que “blanco” se escriba con “ve corta”, pero que blanco comience a significar negro ya resulta alarmante. El desuso es la muerte natural de las palabras; el equívoco, en cambio, es la muerte violenta, el asesinato por mentira. La palabra entonces se envilece, se degrada, pierde el “sentido común”, se prostituye y se utiliza para mentir. En nuestros días, el lenguaje sufre un proceso universal de degeneración, coincidente con la decadencia de la poesía como arte, de la filología como ciencia y de la “palabra empeñada” –EL VOTO- como norma de vida. Paralelamente se da un auge de las disciplinas bíblicas que es plausible, en principio, pero que en muchos casos se encamina –por influencia del racionalismo naturalista- a relativizar el valor o la vigencia de la palabra de Dios. Toda teología puede ser cuestionada por un hebraísta sutil abandonado al libre examen de las palabras. La cizaña del equívoco ofrece, en este siglo, su cosecha más abundante desde los tiempos en que Adán recibió el mandato de NOMBRAR al mundo.
Un ataque diabólico
El asfixiante olor a azufre que despide este proceso de disolución del lenguaje es imperceptible para los narices incrédulas, para los pobres pulmones acostumbrados al “smog” sulfuroso de los tiempos, resignadamente sometidos a la dialéctica y, por lo tanto, a la contradicción –nuevo eufemismo de la mentira- como algo saludable, como condición de progreso. El ataque al lenguaje es diabólico porque sin lenguaje inteligible no puede haber razonamiento inteligible: el acceso racional a la verdad queda bloqueado por la falta de sentido –por la “insignificancia”- de las palabras. Sin lenguaje inteligible no hay entendimiento, ni paz, ni diálogo, ni promesa valederos. La corrupción del lenguaje es el método más directo de corromper a los hombres.
El respeto por la palabra fue una orden de Jesucristo a sus discípulos. “Que vuestro lenguaje sea ‘sí, sí, no, no’, en contraste con los circunloquios, las ambigüedades y las falacias de los paganos. De allí proviene el voto, que significa CONSAGRACIÓN. El voto es algo así como la consagración de la palabra para un cristiano. Y la DEVOCIÓN es la fidelidad a esa palabra empeñada ante Dios, la Virgen o los Santos. Sobre el voto y no sobre el “contrato” jurídico se basa el matrimonio indisoluble. Sobre el voto y no sobre el “contrato social” se basa la lealtad del ciudadano cristiano a su patria…
Una entereza inquebrantable
El voto, la palabra consagrada, supone una idea muy seria de la vida. Supone que la vida es una vocación a la que se debe fidelidad y que es RESPONSABLE DE ESA FIDELIDAD. Supone también, desde luego, una elección, pero una elección definitiva: el voto por excelencia es el VOTO PERPETUO de los religiosos. Ese compromiso vitalicio –que tanto horroriza al espíritu moderno- es tanto más obligatorio cuanto más libremente se formula como, por ejemplo, en el caso del matrimonio o del sacerdocio. Un hombre capaz de cumplir hasta el heroísmo un voto perpetuo es un hombre verdaderamente libre.
Esa entereza inquebrantable fue el ideal de la Cristiandad en sus buenas épocas. Los votos caballerescos, que obligaban de por vida, consolidaron el prestigio legendario de los antiguos caballeros cristianos. La palabra “caballeros” apenas significa hoy día otra cosa que un conjunto de modales agradables (o no), la pertenencia a determinados clubes sociales y la adhesión a unas pocas opiniones conservadoras y erróneas. Durante mil años significó, en cambio, la integridad más absoluta al servicio del ideal moral.
El significado del voto
Opuesto al capricho y a las veleidades del sufragio democrático, el voto significaría, en Política, la devoción por el bien común entendida como un compromiso vitalicio entre el ciudadano y su patria. El político DE-VOTO o “de voto” cumple así con su deber, aunque no tenga éxito, porque la obtención del poder o el mantenimiento en el poder no son –aunque se procure y desee- el objeto último de su lealtad. Si lo son, en cambio, para el maquiavélico.
Mientras vemos, por todas partes, que la carne se hace verbo y le comunica sus inexorables proclividades a la corrupción y a la muerte, intentemos restaurar el voto, que es la palabra humana hecha carne. El voto es la asunción espiritual de lo efímero, de lo carnal o temporal, para ser ofrecido, consagrado y pronunciado en ofrenda razonable y aceptable como homenaje VOTIVO al orden eterno.
JUAN MANUEL PALACIO
Fuente: Revista Verdad
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Fuente:
Nacionalismo Católico San Juan Bautista: En defensa del Voto - Juan Manuel Palacio
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
De la democracia, ¿puede salir algo bueno?
por Flavio Infante
19/11/2019
La democracia, sepulturera del «demos»
Es frecuente que cuando algo es exaltado sobremanera, cuando a algo o alguien se le arroga un puesto en la escala de los seres muy por encima de su real talante, lo que sigue sea la aniquilación implacable del objeto así encumbrado. Porque el absurdo es corrosivo, y el abstraer a nadie de su real puesto en el cosmos atrae la intervención de esa justicia vindicativa implícita en las obras de la Providencia divina, que no se está ociosa ante los desafueros de los mortales. Poner a algo o alguien por las nubes suele seguirse de su conversión en gas, en humo.
Algo así ocurrió con esa unidad orgánica y jerárquica llamada «pueblo» después de que agitadores e ideólogos de la Revolución levantaran el increíble estandarte de la «soberanía popular», dotando de atributos regios (que, por definición, corresponden a uno solo) a la muchedumbre. Muy pronto desde entonces la unidad del pueblo (que le venía dada por su identidad histórico-cultural) pasó a fundarse en esta prerrogativa que se le birlara al Príncipe, lo que supuso quizás la más crasa cristalización del error voluntarista -y de mayor alcance- que se conozca en la vida de las sociedades históricas.
Fue un golpe de mano al nivel de las concepciones primordiales, de los conceptos que traducen la aprehensión misma de las cosas, una herida en la inteligencia que determinó la vasta hecatombe de extravíos que se han venido sucediendo hasta la actualidad en progresión siempre creciente. Como consecuencia, el pueblo dejó de existir a instancias de la masa -esa entidad voluble, de pura materialidad sin forma, pasible de ser domeñada, como la masilla, por las manos de aquel que se la apropie. Y susceptible también de ser arreada detrás de una “causa” tan volátil como la honra de sus propugnadores. En nuestros días lo comprueba sin atenuantes el auge incontrastable de la estupidez, cuyo cultivo se revela prioritaria política de Estado, al igual que la coexistencia (la paradoja no es más que aparente) del individualismo y la despersonalización más extremos, en una hipnótica síntesis de liberalismo y colectivismo marxista consumada por esa «fraternidad» postrera llamada a superar la tensión (latente ya desde los días de Desmoulins y de Babeuf) entre la libertad y la igualdad revolucionarias. La democracia –dogma inatacable de nuestro tiempo, y por ello tabla a la que se aferra el hombre limitado a su solo instinto de conservación, como lo comprueba tanto comedido obispo- supo así erigir al buenismo como árbitro de las disociadoras fuerzas del orgullo y de la envidia que bullían en su seno. Por este recurso extremo logra la sociedad pervivir en su símil, tal como el pueblo lo venía haciendo en su simio.
El convencionalismo axiológico, fruto del trastorno democrático de los principios
La remota e indeficiente lección de un Pitágoras, que supo a lo múltiple derivado de lo Uno, apenas dice nada a nuestros contemporáneos arrastrados tan habitualmente al caos como periódicamente a las urnas. Ni se sentirán sus ideólogos llamados, como aquellos ilustres filósofos que la historia registra con el mote de «presocráticos», a remontar afanosamente la pluralidad de los seres en busca del Principio unitario. En política, concretamente, aquel talante fructificó en el viejo Platón de la Carta VII y en el mayor de sus discípulos, cuya máxima luego glosada por santo Tomás («sapientis est ordinare») cifraba una cualidad tan netamente personal que mal podía atribuirse a la multitud. Sabio se dice de uno, que no de muchos. Corresponde, en todo caso, a los muchos (y esto es efecto de la sana regulación de la política) beneficiarse del rebalse del gobernante sabio.
En la vieja noción de la soberanía real como dimanada de Dios, las leyes del buen gobierno temporal no pueden sino reproducir por analogía el gobierno providencial del Creador sobre todas las cosas, al paso que es la propia Providencia la que designa al mandante, la que lo trae al pináculo de la existencia pública para que encarne aquellos principios. Alguno podrá replicar que esto podría igualmente decirse del gobernante consagrado por los votos de miríadas de electores encantados por la propaganda multimedia, toda vez que la Providencia no tuvo a bien impedir su ascenso fulminándolo con un rayo. Será menester entonces notar la profunda disparidad de los principios que animan a una y otra concepción para entender que difícilmente disponga Dios ungir al príncipe que ha sido fruto de la rebelión contra Su ley, haciendo al pueblo la fuente del poder. A lo más, todo lo que caiga de este lado servirá a explicar ese singular aspecto de la Providencia conocido como «permisión del mal».
La democracia ateniense había sido el régimen político proporcionado a la tesis de Protágoras (el puro metro humano) y a la logomaquia de los sofistas. La democracia moderna, para salvar el abismo de tantos siglos, aprovechó el jalón del absolutismo real -si es que no estaba implícita en él: el rey, poniéndose al margen de todo lo que limitaba el ejercicio de su autoridad (empezando por la tradición política común, de la que se tenía voluntariamente por ab-suelto, como así también de todo ligamen trascendente a la mera razón de Estado), y aunque siguiera invocando el origen divino de su mandato, actuaba persuadido de la autodeterminación del mismo. Bastó sólo con cambiar el sujeto de esta autodeterminación (que ya constituía una doctrina extraña aunque la encarnara un hombre de cetro y corona) para desencadenar la catástrofe democrática en agobiante vigor. No es casual que la Revolución política triunfara primeramente en aquellas naciones (Inglaterra, Francia) que antes habían sucumbido a la deriva absolutista.
Hay, pues, una doble indebida apropiación, un auténtico pillaje en la raíz misma de este régimen que ha sido universalmente impuesto a sangre y fuego en el arco que va de las guerras napoleónicas hasta las dos Guerras Mundiales. Lo que descarta, para el caso, el profesarle alguna indulgencia por recurso a la manida «indiferencia» respecto del modo de gobierno en tanto éste conspire al bien común. [Urge, por lo demás, descartar la engañosa identificación de «bien común» con desarrollo técnico-económico: si hay un espejismo que no debiera hacer mella entre católicos es éste, estrechamente asimilable al carácter de las tentaciones sufridas por Nuestro Señor en el desierto, reductibles al cabo a la conversio ad creaturam. Ésta es precisamente la adulterada noción de «bien común» que prevalece, cuando aún se la invoca, en la híspida conglutinación democrática]
Una vez creado y ensanchado el vacío, lo que matemáticamente sigue (si acaso, a modo de paliativo instado por el horror vacui) es la agotadora recurrencia a la constitución escrita, esa especie de compromiso entre el derecho positivo y la ley no escrita en la que anidan aquellos principios «de rango constitucional» que garantizarían alguna solidez en la licuefacción del moderno devenir político. Pero aun estos principios fundantes no pueden sustraerse a su carácter enteramente convencional, indiferentes como lo son a la naturaleza de las cosas invocadas en sus formulísticos notariales parágrafos. La democracia es cínicamente positivista, consagra la pura facticidad contra el «deber ser», y sus leyes suelen ser más la expresión de la procacidad autosuficiente de una Babel orbital que no el reflejo de una armonía incoada en la convivencia de los hombres. Una pura nadería dimanada de consensos artificiales que no alcanza a llenar de alguna sustancia a esos sus «valores» ululados hasta la extenuación.
A la postre, no hay nada de innoble, de vergonzoso o de protervo que la democracia no se avenga a reivindicar, allí donde la «diversidad» es el supremo paradigma.
La democracia es una religión
En un texto escrito hace ya cien años e incluido en su El espectador, Ortega aludía al hecho de que «como la democracia es una pura forma jurídica, incapaz de procurarnos orientación alguna para todas aquellas funciones vitales que no son derecho público, es decir, para casi toda nuestra vida, al hacer de ella principio integral de la existencia se engendran las mayores extravagancias». Entre estas extravagancias el autor deploraba particularmente el plebeyismo que, lejos de suponer la elevación de la plebe a partir de la adquisición de un cierto inventario de derechos que otrora le habrían sido denegados, se reducía al «proceso de conquista de las clases superiores por los modales chulescos». Certera en este último punto la observación, lo que Ortega no advierte es que la democracia, desde su funesta irrupción, se pretende a sí misma precisamente «principio integral de la existencia», y que en el ya remoto origen histórico de este convulso movimiento hacia el establecimiento de la Civitas hominis late un postulado lo suficientemente radical como para reclamar algo más que «puras formas jurídicas» que lo coronen. Esa primacía o imperio (kratoV) concedidos, en insuperable impostura tética, a un «pueblo» que no es sino la hipóstasis larvada del mero arbitrio humano, ese hachazo aplicado a las raíces mismas de unos hábitos sociales fundados en la convicción inmemorial de que hay leyes inherentes a las cosas y al hombre y que éstas son previas a su arbitrio, ese auténtico salto histórico al vacío (y acá volvemos a considerar la correspondencia con una de las tentaciones rechazadas por el Señor en el desierto) no puede no querer constituir sino un «principio integral de la existencia» -o más bien un principio desintegrador de la misma. La democracia pretende ser mucho más, en suma, que una mera ordenación jurídica.
Lo vio con la acuidad que es suya propia Nicolás Gómez Dávila, quien antes de abordar el tema de la democracia en su desarrollo histórico se sirvió recordar que «todo acto se inscribe en una multitud simultánea de contextos; pero un contexto unívoco, inmoto y último los circunscribe a todos. Una noción de Dios, explícita o tácita, es el contexto final que los ordena». De ahí que «ninguna situación concreta es analizable sin residuos o dilucidable coherentemente mientras no se determine el tipo de fallo teológico que la estructura». Se aplica aquí lo del Evangelio: «antorcha de tu cuerpo son tus ojos: si tu ojo fuere puro, o estuviere limpio, todo tu cuerpo estará iluminado. Mas si tienes malicioso o malo tu ojo, todo tu cuerpo estará oscurecido« (Mt 6,22). La democracia supone una identificación fundamental del hombre con la divinidad: es antropolátrica. «Su doctrina es una teología del hombre-dios; su práctica es la realización del principio en comportamientos, en instituciones y en obras»: esto es, la proyección corpórea de lo que el ojo ha previamente concebido.
Por esto es que el abordaje de la democracia conviene sea hecho no tanto desde la teoría política cuanto desde la teología de la historia. Surgida para acabar con el régimen de cristiandad y para opugnar y suplantar al cristianismo (cosa inmediatamente advertida por los mártires de La Vendée y por los más esclarecidos testigos de la infestación revolucionaria, entre ellos un acatólico como Edmund Burke), este maldito propósito y la latitud de su éxito obligan a configurarla con las profecías atinentes a las postrimerías, al reinado del Anticristo –o, al menos, a retenerla su más esclarecido precursor. Su carácter sustitutivo y simiesco resulta, por lo demás, explícito al advertir el encomio que la democracia ha hecho a menudo de sus «padres», no que de sus «apóstoles» y «mártires». Como un organismo parásito, tomó la nomenclatura cristiana para re-semantizarla de conformidad con sus fétidos fantasmas.
En estos tiempos de delirante ecumenismo dados a exagerar la porción de verdad contenida de hecho en las distintas religiones(los semina Verbi que san Justino vio esparcidos desde antiguo en los más diversos cultos), no estará de más precaverse contra la más irredimible de las religiones, aquella que ostenta el cero perfecto en punto a siembra de verdades parciales, la religión que enaltece a la humanidad, que es -otra vez en palabras de Gómez Dávila- «el único dios totalmente falso».
Efectos deletéreos de la democracia
Así como en el microscopio se escrutan los agentes patógenos, los efectos devastadores de los rituales democráticos en una nación pueden reconocerse al vivo en los pueblitos de campaña. Quien suscribe estas líneas vive en una localidad de la pampa húmeda que supera en poco los quinientos habitantes, y puede dar cuenta de lo que cualquier vecino podría confirmar: la proximidad de las elecciones pone a los candidatos (que suelen ser dos) en una frenética campaña de “compra de voluntades”, con erogación de dinero contante y sonante a cambio del voto. Tanto es así, que no extraña que el derrotado pueda alegar como razón de su derrota su menor disponibilidad financiera para el ejercicio de la venalidad.
El carácter religioso invertido, como de superchería inapelable, se destaca al comparar la escasísima asistencia a Misa (o lo que eso parece, picado el nuevo rito dizque católico de toda suerte de guiños democratizantes y antropolátricos), en contraste con la masiva afluencia al cuarto oscuro. Endomingados para la fiesta cívica a la que acuden con la prestancia de las reses al matadero, los vecinos revelan sin saberlo el carácter sustitutivo de la verdadera religión que asume esta otra completamente ajena al esplendor y la belleza de la Verdad. Para no hablar del efecto inmediato de la comparsa comicial: la enemistad facciosa, de grupetes, fundada ni siquiera en la inconciliabilidad de cosmovisiones en pugna, sino –mucho más acá- en una rivalidad inducida, de gallos de riña, con susceptibilidades heridas a golpe de monosílabo y resquemores tan pueriles como durables. Como su nombre lo explicita, la política “de partido” vuelve a exhibir, aun en los escenarios más simples, todo el tenor de su aversión a la unidad.
Es conocido aquel pasaje del Martín Fierro en que el protagonista es «arreado en montón» para ir a servir en la frontera con el indio, a instancias de un juez de paz que no le perdona su poca afición a los comicios:
A mí el juez me tomó entre ojos
En la última votación.
Me le había hecho el remolón
Y no me arrimé ese día,
Y él dijo que yo servía
A los de la esposición.
Y ansí sufrí ese castigo,
Tal vez por culpas ajenas.
Que sean malas o sean güenas
Las listas, siempre me escondo:
Yo soy un gaucho redondo
Y esas cosas no me enllenan.
Se observa cómo el delirio polarizador inspira a los facciosos de uno y otro bando el atribuirle al abstencionista su presunta pertenencia al rival, «a los de la oposición». En nuestra campaña de la segunda mitad del siglo XIX, el hombre que llevaba en la latitud de su soledad el eco de una tradición atacada por el cosmopolitismo de los necios, sabía despreciar rotundamente las tretas de los mercaderes de ilusiones y las lisonjas prometeicas. Sabía, sin demasiadas letras, que «esas cosas» no son la plenitud de nadie.
La plenitud que reivindicaba Fierro, con todo, luce imposible en tiempos de tal vacío existencial que hace que nuestros contemporáneos suenen a hueco si se los golpea un poco. La célebre pregunta de Natanael, aplicada ya no a Nazaret sino a la democracia o a la modernidad (que ambos son términos intercambiables por metonimia, como «feudalismo» y «alta Edad Media») puede responderse con un «ven y verás» que exhiba el mustio cuadro de la pura problematicidad de la existencia, la crisis político-económica crónica, la demolición de la familia, el aborto, la perversión sexual, la corrupción de las conciencias de los niños, el apogeo de la usura, la depresión y el hastío de la vida, la desmembración de las naciones y su repoblación a expensas de inmigraciones sustitutivas, la falsificación sistemática de todo lo visible y lo invisible, etc, …para comprender que el católico que esté dispuesto a cumplir un módico servicio a la verdad aceptando las reglas de la moderna política de partidos tendrá que hacer abstracción de sus principios –los suyos propios y los de la democracia-, y rehuir toda atención a las consecuencias y fines atinentes a unas premisas lo bastante explícitas como para augurar algo mejor que lo que vemos con espanto. Tendrá que admitir la homologación del Evangelio con las doctrinas más aberrantes, del mismo modo que el procedimiento eleccionario empareja al héroe y al desertor, al santo y al rufián, ya que todo voto vale uno.
Una eficiente acción política católica para nuestros tiempos estribaría –así lo suponemos y así lo ponemos por obra- en un estado de repulsa categórica y de espera vertical, opiniendo a aquellos novissimus diebus [quibus] instabunt tempora periculosa (II Tim 3,1) el testimonio de una prestancia ojival y una solidez inconmutable, como de piedra viviente integrada en el templo espiritual de los redimidos. Dios nos lo conceda. Porque de los laberintos se sale por arriba, y a esta bestia pluricéfala y de aliento venenoso como la hidra sólo puede vencerla aquel Heracles divino que vendrá como el rayo, y no a la cabeza de ninguna lista eleccionaria.
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Flavio Infante
Católico, argentino y padre de cuatro hijos. Abocado a una existencia rural, ha publicado artículos en diversos medios digitales, en la revista Cabildo y en su propio blog, In Exspectatione
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https://adelantelafe.com/de-la-democ...ir-algo-bueno/
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Los pueblos también se equivocan
31.10.2019
http://www.laprensa.com.ar/multimedi...109863_620.jpg
Es políticamente correcto afirmar que los pueblos nunca se equivocan. Vox Populi, Vox Dei. Aunque en Argentina como en otras naciones, existen pruebas concretas de que esto no es cierto, nadie se anima a decirlo so pena de ser tildado de facho, antidemocrático o golpista. No tendría porqué ser así.
Mostrar la verdad evidente, no debería ser motivo de condena. Lo que la circunstancial mayoría elija, no implica que sea lo mejor. Del mismo modo, tampoco es necesariamente lo contrario.
El lugar intocable que se la otorgado a la voluntad popular, es otra expresión del pensamiento impuesto por el establishment que nos ha convencido de la existencia de un falso dios: un pueblo idealizado que es depositario de la verdad.
El pueblo abstracto solo existe en lo conceptual. La realidad es la de millones de hombres y mujeres con distintas aptitudes y motivaciones, fortalezas y deficiencias.
Dictadores, gobernantes inescrupulosos y delincuentes fueron elegidos o apoyados por grandes mayorías a lo largo de la historia. Amores y odios se conjugaron con esperanzas desmedidas y miedos.
Las pruebas
La historia política argentina, ha sufrido desde la organización nacional varias etapas de inestabilidad que fueron horadando la credibilidad de las instituciones.
Las tres primeras décadas del siglo XX, seguramente han sido las mejores. Luego se alternaron durante cincuenta y tres años, gobiernos de facto y constitucionales -con uno que dejó de serlo- hasta que finalmente en 1983 se inició una serie ininterrumpida de gobiernos elegidos por el pueblo que se continúa hasta el día de hoy.
El advenimiento de la nueva democracia generó en el ideario colectivo la creencia de que habíamos logrado una panacea que nos marcaría el camino para sortear cualquier escollo y nos protegería de toda perturbación social.
Alfonsín pontificaba: "Con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura". Este fue el credo de los primeros años. Pero en menos de cinco, comenzó la hiperinflación y nos empezamos a dar cuenta que la democracia no solucionaba todos los problemas. El gobierno radical sucumbió y la crisis económica provocó la entrega del poder cinco meses antes de la finalización del mandato.
Si bien, sabemos que los avatares económicos, no son simples cuestiones de esa área, es una realidad que nuestra idiosincrasia hizo que toda crisis moral se asocie siempre con la inestabilidad económica. La economía es nuestro órgano de choque. Allí se manifiesta todo lo que nos pasa, corrupción, presiones, miedos y falta de convicciones firmes.
Sigamos con la historia. Asume Menem y continúa la hiperinflación hasta que en 1991/92 comienza el plan de convertibilidad y se crea el peso convertible. Se logra frenar la inflación y vinieron diez años de estabilidad cambiaria con baja inflación. En 1994, Menem logra reformar la Constitución, lo que le permitió presentarse en 1995 para un nuevo período presidencial de cuatro años. Se sostuvo que fue reelecto gracias al voto cuota. La gente no quería perder el uno a uno con el dólar.
En 1999 con De la Rúa y el gobierno de la Alianza, el uno a uno tuvo una sobrevida de apenas dos años y estalló por el aire. Continuó una seguidilla impresentable de recambios presidenciales. Una especie de breve, pero contundente papelón internacional.
Llegaron las elecciones de 2003. Néstor Kirchner fue electo debido a que Menem, que había salido primero, renunció a ir a una segunda vuelta. Se iniciaron cuatro años y medio de gobierno que terminaron con la entrega del poder a su esposa Cristina Fernández quien gobernó durante dos períodos. En estos doce años se generó una notable división en la ciudadanía, comparable en gran medida con el primer gobierno del régimen peronista.
Llegaron las elecciones presidenciales de 2015 y con ella una nueva oportunidad. Esta vez no podíamos fallar. Parecía que habíamos encontrado la fórmula para retomar el camino de grandeza perdido hace siete décadas y superar las antinomias. Lamentablemente esto no ocurrió.
Solo la verdad nos hará libres
El domingo pasado, las mayorías volvieron a elegir a quienes ya estuvieron en el poder. Las antinomias heredadas persisten, al igual que la inflación, la inseguridad y los elevados índices de pobreza y de desempleo.
Unos y otros se echan la culpa. Los años pasan y los problemas se profundizan. Hay gente contenta y hay otros con miedo, bronca y desesperanza. Los que eran enemigos ahora festejan como grandes amigos. Los que caminaron juntos se distancian y se enfrentan. Quizás muy pocos resistan un archivo.
Con el resultado del domingo, quedó de manifiesto un país partido en dos. Han pasado treinta y seis años desde el regreso a la democracia y estamos cada vez peor.
Dos frases pueden conjugarse para la esperanza que nunca debemos perder. Decía Alfonsín: "Si la política fuera solo el arte de lo posible, sería el arte de la resignación". Decía San Agustín: "Empieza haciendo lo necesario, después lo posible y de repente te encontrarás haciendo lo imposible".
Quizás aún tengamos salida. Pero alguien lo tiene que decir: el pueblo también se puede equivocar.
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Los pueblos también se equivocan - Opinión | Diario La Prensa
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
Nada para el pueblo, pero con el pueblo
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EFE
Publicado Por: LA ESPERANZA
febrero 14, 2021
La democracia, en sentido clásico, no es ni mejor ni peor que cualesquiera otras formas de gobierno, si hacemos abstracción de la idiosincrasia propia de cada sociedad. Sin embargo, mucho nos tememos que la actual democracia que hoy padecemos se halla bastante lejos de su concepción clásica. Algunos han considerado más ajustado llamarla partitocracia o partidocracia.
Llamémosle como le llamemos, el sistema político en el que se enmarcan las elecciones catalanas del 14 de febrero muestra un rasgo muy distintivo: necesita al pueblo, cuenta con él. Hasta nueve candidatos concurren a los próximos comicios catalanes y todos ellos coinciden en una misma cosa: su llamado a los catalanes a participar con su voto, ignorando incluso los peligros para la salud pública que tal llamamiento supone en la actual situación de pandemia.
La prioridad fundamental de todo ciudadano, su mayor responsabilidad, no es otra que la de contribuir personalmente al despliegue de este circo mediático. Y todo ello, ¿para qué? Desde luego no porque ninguno de los nueve candidatos esté particularmente desesperado por representar a nadie que no sea él mismo o sus compañeros de facción. Sabemos de sobra que los partidos políticos son cuerpos extraños a las sociedades naturales y que, como tales, difícilmente podrían representar a ninguno de sus miembros.
El imprudente afán por requerir la presencia de los catalanes en la próxima cita electoral responde a la necesidad de utilizar al pueblo en tanto que coartada. Buscando su complicidad a través del voto, la próxima hornada de oligarcas se asegura que la responsabilidad de sus inevitables desmanes recaiga directamente sobre sus electores. Da lo mismo quién gane o quién que pierda; cualquiera de ellos sólo servirá para traer más ruina a Cataluña y al resto de las Españas. Y además podrán descargar sus culpas sobre el pueblo por haberlos votado. Es el crimen perfecto, no hay duda.
En realidad, poco importa cómo lo llamemos. Lo único meridianamente claro en este sistema es lo útil que resulta a las élites gobernantes para hacer responsable al pueblo de sus propios excesos. Para eso sirve votar.
De este modo, el muy cínico lema del viejo despotismo ilustrado, «todo para el pueblo, pero sin el pueblo», toma ahora la forma de una broma macabra: «nada para el pueblo, pero con el pueblo»; «contamos con vosotros para procuraros vuestra propia desgracia».
Con todo, no tenemos duda de que serán muchos los catalanes que el próximo domingo se presentarán diligentemente en sus colegios electorales para cumplir con su deber democrático. Aun cuando ello suponga comprometer su propia salud y la de sus vecinos. Y es que de todos es sabido que si hay «trileros» es porque también hay «primos». Pues eso: «acérquense, señores, ¡hagan juego!».
David Avendaño, Círculo Carlista Marqués de Villores
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
No te inmoles por la democracia boba
Antonio Moreno
Historiador y escritor
Foto: Perú Libre.
Hace mucho dejé la idolatría sanmartiniana y bolivariana que nos suelen impartir religiosamente en las escuelas peruanas para sostener la narrativa de esta republiqueta bananera. Tampoco me entusiasma la celebración del bicentenario de nuestra independencia nominal de España, y confieso que he asistido -obligado bajo pena de multa- desde que tengo 18 años, a elegir al “menos peor” entre los peores que suelen estar disponibles como oferta electoral cada cinco o cuatro años, dependiendo si hay que votar por el que te va a defraudar desde Palacio de Gobierno, parlamento, municipio o gobernación.
Desconfío de los políticos peruanos, desconfío del votante peruano promedio, desconfío de las instituciones republicanas vigentes y de quienes han elevado a nuestra pueril democracia a los altares, como si acaso se tratara de una deidad pagana a la cual debemos rendir sacrificio.
No hay mito más mediocre y falso que el de nuestra república bananera, supuestamente nacida, por lo menos de acuerdo a la propaganda oficial, del ardor y la voluntad popular por alcanzar la “libertad” y la “igualdad”, sentimientos de las grandes mayorías por liberarse de la “esclavitud” del Antiguo Régimen y el oscurantismo católico encarnado en el Santo Oficio.
Me imagino a las élites criollas, ansiosas por sacarse de encima el peso muerto de la administración española, firmando la declaración de independencia bajo la mirada atenta de las bayonetas chilenas y rioplatenses que vinieron a “liberarnos”. Y también al pueblo llano embebecido por los balconazos de los caudillos que bordaron nuevos estandartes y gritaron promesas que apenas cumplirían. Los primeros usaron y usarían a los últimos para legitimarse una y otra vez. Lo siguen haciendo, aunque ya no visten bicornios, ahora también los “libertadores” usan sombreros de paja.
El comunista Pedro Castillo, el nuevo libertador con sombrero de paja, la nueva promesa de un Perú libre, como reza el nombre del partido que lo acogió como candidato, se pondrá la banda rojiblanca el próximo 28 de julio y será el presidente del bicentenario. Así por lo menos lo evidencian los millones de votos de insensatos que decidieron entregar su país al socialismo del siglo XXI. Puede que también se les arruine la fiesta y el jurado electoral termine por aceptar las evidentes muestras de fraude cometidos en mesa y los números se volteen y la no menos cuestionada Keiko Fujimori termine por arrebatarle el sabor de la victoria. Si eso llegara a ocurrir, aunque remotamente, la pradera se incendiaría. Los rojos son muy buenos para quemarlo todo.
La izquierda progre, como siempre, ha sido la primera en caer presa del engaño de los rojos que acompañan a Castillo, primero, porque ven en él la única posibilidad de probar un poco del poder que no pudieron conseguir por sí solos -su lideresa, Mendoza, sacó un 7% de los votos-; segundo, porque muy en el fondo son amantes de la hoz y el martillo por encima de los trapos color arco iris, y tercero, porque su odio a la derecha pesa más que ponerse a pensar si es que sus fetiches y cuotas de género en verdad les importan a sus primos de la izquierda más radical.
Después han caído los liberales progresistas, los señoritos universitarios que ceden a la agenda cultural de la nueva izquierda, pero no renuncian a la billetera de sus papis. Han dado su “voto crítico” a Castillo y esperan que deslinde pronto de Vladimir Cerrón, el marxista leninista fundador del partido que lo convirtió en su candidato y le prestó su equipo y militantes. Son tan ingenuos que creen que podrán moderarlo y así asegurar el modelo económico que tanto provecho le sacan, pero que a su vez critican desde sus universidades caras para sentirse “cercanos” a las clases populares que jamás podrán pagarse una pensión en esos campus.
A todos ellos los unes su odio visceral por la derecha “bruta y achorada”, como denominan a los mercantilistas que han exprimido este pobre país los últimos doscientos años, los mismos que firmaron la declaración de independencia entre el miedo y el oportunismo. Dos siglos después, una nueva fuerza irrumpe para deshacerse de esta vieja élite que pasó de revolucionaria a reaccionaria y hoy se niega a perder el trono.
Envalentonados ante una posible victoria que podría abrirle las puertas al poder ilimitadamente, las hordas revolucionarias que empezaron a engordar con las arcas públicas gracias al filochavista Ollanta Humala (2011-2016), repitiendo el plato con Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018), Martín Vizcarra (2018-2020) y el morado Francisco Sagasti (2020-2021), desmotivan la resistencia ciudadana -que se moviliza indignada por las denuncias de fraude electoral y exige a las autoridades transparencia en las actas impugnadas- llamando a la reconciliación, a la paz pública y a que se respete la democracia. Total, ellos ya se sienten ganadores y el resto, más de 8 millones de peruanos que no votaron por Castillo, que se aguanten y que callen.
¿Cómo pueden llenarse la boca de discursos de paz y reconciliación los pusilánimes que nos empujaron al foso de las bestias con la falsa promesa de que podrían domarlas? Lo hacen a sabiendas que están en ventaja, con aliados dentro del aparato del Estado, con portavoces y tinterillos a sueldo, con el visto bueno de organismos supranacionales, con la amenaza de quemarlo todo para apaciguar los ánimos de la oposición moderada.
Solo un necio o cómplice de la mentira se atrevería a negar que el Perú está fracturado socialmente, y que no hay forma de reconciliarnos sin que haya un liderazgo sano en la presidencia y una oposición madura y permanente que no sufra de burlas ni persecuciones en el parlamento y en la calle.
Castillo no puede decir que las “grandes mayorías” le han confiado la presidencia cuando la diferencia entre su partido y el de Fujimori es de menos de 50 mil votos. Más de 8 millones de peruanos votaron porque Perú Libre y su propuesta de tintes marxistas leninistas no lleguen al poder. Más que votar por Fujimori, muchos peruanos votaron porque Castillo, Cerrón, Bermejo y otros tantos indeseables que admiran a los regímenes asesinos y corruptos de Maduro en Venezuela y Castro en Cuba, no tuvieran chance si quiera de lograr un puesto de portero en Palacio de Gobierno.
Pero si la suerte está echada y ellos toman el poder, entonces no podemos comportarnos como corderos listos para ser degollados. No podemos caer en el juego de la izquierda que nos exige sumisión. No quieren reconciliación, quieren capitulación. No quieren que respetemos la democracia, una palabrita que repetirán hasta el hartazgo e irán otorgándole nuevos significados. Lo que quieren es que les obedezcamos sin vacilaciones en el nuevo orden que impondrán.
No podremos detener la represión comunista, que vendrá tarde o temprano, si nos presentamos tibios como los liberales progresistas, que serán los primeros en ser engullidos, o tercos idealistas como los viejos mercantilistas de la república bananera, obsesionados por su religión, la democracia boba y pagana que no supo satisfacer a generaciones y resultó siendo una estafa, incluso para quienes la defendieron. Una democracia boba que no pudo si quiera tener los anticuerpos suficientes para repeler los virus que ingresaron dentro de su organismo para enfermarla.
Presenciamos como el culto a esta democracia estéril y desprestigiada está a punto de ser derribado por los comunistas que han traído sus propios ídolos y se alistan a levantar sus templos para un nuevo credo. No podemos inmolarnos por la democracia boba, pero si toca defender a nuestras familias, el poco o mucho patrimonio del que dispongamos, y sobre todo la fe, que será lo que más ferozmente querrán arrebatarnos, y lo que nunca podrán quitarnos si confiamos en que Dios está con nosotros.
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Fuente:
No te inmoles por la democracia boba (mundorepubliqueto.com)
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
La democracia demoníaca
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Moncloa, B, Puig de la Bellacasa
Publicado Por: CIRCULO SACERDOTAL CURA SANTA CRUZ julio 3, 2021
En el año 1988 se estrenaba la película de José María Tudirí titulada Crónica de la guerra carlista. En cierto momento, aparece en escena un sacerdote en sotana predicando en vascuence desde el púlpito a sus fieles un encendido sermón contrarrevolucionario y antidemocrático. En este sermón les dice: «Lucifer fue el primer liberal, que dio el grito de libertad e igualdad en el cielo y su bandera hondeó entre las huestes angélicas. El fue el primero que reclamó sus derechos individuales proclamándose independiente e igual a Dios mismo. El ángel rebelde fue el primer revolucionario y el primer demócrata. Adán y Eva fueron sus seguidores, seguidos por sus posteriores generaciones: los sicarios del gobierno revolucionario. ¿Elecciones? ¿Elecciones, queridos feligreses? ¡Bayonetas! ¡Bayonetas y bayonetas! ¡Nada de poesías! La llave del problema está en la punta de la espada».
¡La democracia, decía Heródoto, quede para los enemigos! Porque no es más, dice Platón en la República, que un manto multicolor de flores bordadas que niños y mujeres contemplan como hermoso. Pero poco más.
Y es que, democracia y demonio van de la mano. Siempre han ido de la mano, Pues la democracia no es otra cosa sino la rebeldía contra Dios, la usurpación de su trono, la creencia de que la soberanía reside en el pueblo y que, la verdad y la mentira, el bien y el mal, nacen del consenso de la mayoría. Esta idea ya fue condenada por Pío IX en Quanta cura, al decir: «No es verdad que la voluntad del pueblo, manifestada por la opinión pública o de cualquier otra manera, constituya la ley suprema, independiente de todo derecho humano y divino».
La democracia y la rebelión angélica tienen un interesante punto en común: la soberbia. Si el pecado angélico por excelencia es la soberbia, ésta es la característica central de la democracia. No sólo se arroga el poder de determinarse a si misma y al pueblo con sus leyes, sino que, además se erige como la única forma de gobierno posible. Los regímenes no democráticos son, para la misma democracia que se ha constituido en ley y fundamento de la moral, inmorales e indecentes, sin derecho a existir, y la democracia ya no es más un régimen entre otros, una forma de gobierno entre otras muchas (como la monarquía o la aristocracia en el caso de Aristóteles) sino la única forma de gobierno posible y legítima.
Así, tal democracia no es un régimen que se prefiera al de otros por razones técnicas, de oportunidad, de número, razones prácticas, de conveniencia política… sino el único posible. Y tampoco es un régimen que se pueda enmendar o suprimir por razones importantes (como dice santo Tomás citando a san Agustín, en el caso de que el gobierno esté formado por personajes escandalosos y criminales o que el pueblo elector se ha depravado) sino que subsiste por sí misma porque no hay otra fuente de soberanía y legitimidad. Por ello, todo ataque a la democracia es denostado, perseguido y condenado.
Así, lo justo queda definido por ella misma: para la democracia la justicia política se define por la democracia y la injustica por la ausencia de ella. No existe otro criterio ni vara de medir que este: tal nación es democrática o no lo es.
Esta democracia, a la que Jean Madiran llamará la democracia moderna, es la que se ha asentado y amenazado la estabilidad de nuestro país. Y ello con la complicidad de la Iglesia (cosa que no debe sorprendernos pues muchas veces en la historia la Iglesia ha abrazado a sus enemigos). La democracia se confiesa a ella misma, como han dicho varios miembros destacados del episcopado español en estos días en los que se ha conmemorado la execrable constitución que se nos impone, como factor histórico que hizo posible la instauración democrática en España después de la muerte de Francisco Franco.
En estos días, de tanta confusión y bullicio ideológico, nos conviene tener en cuenta este dato. Luchar contra la democracia es estar en el bando bueno, es luchar contra la tentación luciferina de libertad, es construir la Ciudad de Dios, estar en el bando vencedor y el único camino posible para devolver el trono usurpado a Nuestro Señor Jesucristo.
P. Juan María Latorre, Círculo Sacerdotal Cura Santa Cruz
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
29 DE ENERO DE 2022
EL OCASO DE LAS DEMOCRACIAS
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Algo que es innegable que estamos viendo en nuestros días es el fin de la Democracia en Occidente y otras partes del mundo; lo sorpresivo es que esto no se hace por personajes como los de la foto, que han suscrito una alianza en interés mutuo: Putin, ciertamente, es un autoritario y personalista en el ejercicio del poder, y Nicolás Maduro, un verdadero sátrapa, henchido de soberbia y ebrio de poder, pero no son los únicos; la realidad es que, en el Hemisferio Occidental, esta forma de gobierno se encuentra deteriorada, no por personajes carismáticos que, de un plumazo, inicien regímenes autoritarios, y supriman no solamente la consulta en las urnas al electorado para la designación de los gobernantes, sino también por la pérdida de los pesos y contrapesos constitucionales; la realidad es que, como ya lo estudiaran Aristóteles y Polibio en tiempos clásicos, la Democracia cae por sí misma, porque en el fondo, y más desde la Revolución Francesa, no es más que una utopía.
La pandemia actual ha sido el mayor catalizador de un proceso de ascenso del autoritarismo en nuestro mundo occidental, la Democracia Liberal ha sido, en mucho, víctima de su propio éxito. Por ejemplo, aquí hemos criticado las "teorías de la conspiración" que han pululado durante estos dos años: que si Bill Gates, que si el Club Bilderberg, el Foro de Davos, etc. Lo cierto de todo esto es que el sistema democrático liberal ha generado, desde su implantación a fines del siglo XVIII con las Revoluciones Norteamericana, Francesa y aún las Independencias Hispanoamericanas, una oligarquía al estilo de lo que planteara en su momento Aristóteles: es decir, la Revolución Industrial y el cambio de la fuente de riqueza del agro hacia la industria, y de éste, si seguimos la idea de la evolución social y económica de Alvin Toffler, al manejo de información, lo que incluye, por supuesto y de manera preponderante, al capital financiero --resulta irónico que actualmente se esté poniendo el grito en el cielo por el ascenso de las criptomonedas, cuando, en realidad, las divisas que se manejan en las grandes transacciones financieras son tan virtuales como el bitcoin, meros asientos contables en operaciones informáticas-- ha provocado el ascenso de una clase social dominante conformada, como siempre, por los poseedores de las fuentes de riqueza actuales.
De igual manera, esta clase dominante, por supuesto que cuenta con la capacidad de influir en las decisiones de los gobiernos y en las campañas políticas, y también, espera que las decisiones que tomen los gobernantes sean favorables a sus intereses: les otorguen concesiones, contratos, estímulos fiscales, oportunidades de negocio a cambio de financiar campañas, jugosos sobornos y demás.
Estos intereses por supuesto que están detrás de muchas de las políticas y medidas que implementan los gobiernos occidentales, a eso unamos que estas oligarquías no tienen los mismos códigos de honor y moral de las antiguas aristocracias: lo importante es la obtención de ganancias, el lucro, o también la fama, sin importar los medios; no existe una idea de responsabilidad histórica, ni de trascendencia, más allá el famoso aforisma de Bill Clinton: Es la Economía, Estúpido y en aras del mercado de consumo, dirigirnos hacia el Mundo Feliz de Aldous Huxley. Por ello, la idea de la moral autónoma, relativa y subjetiva que surge desde la Reforma Protestante y pasa por Kant, ha sido tan importante para la creación de la actual ideología progresista que se ha insertado en las mentes de los Millenials y les hace pasto fácil de las manipulaciones de las élites políticas y económicas.
Por ello, y más que por una cuestión de conspiración como lo cree el autor Francisco Gijón en sus vídeos, es que se ha perdido la cultura, porque las propias élites actuales carecen de ella: ninguno de los actuales políticos encumbrados parece tener interés alguno en los clásicos literarios o filosóficos; es evidente que la mayoría de las estrellas de Hollywood o del deporte son poco menos que analfabetas funcionales, cuando no, pretenden hacer de sus vicios ley de vida, y es que la cultura, ya no es necesaria para el éxito; no se requiere conocer de teoría musical, estudios de contrapunto y composición como Karajan, Stravinsky o los clásicos cuando se cuenta con el autotune y el Reggaetón construido con ritmos simples y repetitivos y letras pornográficas que atraen a mentes simples con sus instintos básicos no educados y aseguran ventas millonarias. Algunos de los integrantes de estas élites, pensemos, por ejemplo, en Bill Gates, pueden ser informados, pero no cultos, o pueden tener conocimientos excesivamente especializados en una sola rama del saber o del hacer, y la figura de Elon Musk, a mi, me parece más una creación mediática que un verdadero genio; a veces me da la impresión que se trata de un monigote creado por un departamento de relaciones públicas y detrás existe un conglomerado de inversionistas, científicos y técnicos que son los que han creado el imperio de Tesla y SpaceX.
Así, la cultura no es necesaria para tener el éxito material que te define como integrante de las élites actuales, y para los miembros de las clases "sometidas", la cultura es un obstáculo precisamente para que sean dominadas, así que se le desprecia; por ello, la Educación formal desde la primaria y hasta la Universidad, se concreta a ser una mera formación para el trabajo, para que, como en las metafóricas imágenes surgidas de la visión de Alan Parker sobre la música de Pink Floyd en The Wall, el estudiante sea, al salir del sistema educativo, arrojado al molino de carne de los esquemas de producción y consumo.
Ante eso, tenemos masas irreflexivas que votan no con base en la razón, sino en el sentimentalismo y la emoción, pero también, se producen candidatos que no son muy diferentes a su electorado, por eso, en Occidente tenemos a sujetos estrambóticos como Trump o Bolsonaro, a seniles carentes de proyecto, como Biden o López Obrador, o a verdaderos guiñapos que obedecen a quién sabe qué intereses y carecen de planes, o siquiera de una idea de lo que están haciendo en el puesto, como el caso, trágicamente cómico de Pedro Castillo en Perú --el hecho que un periodista sensacionalista como Fernando del Rincón, representando a una cadena como la CNN, tan cuestionada en su credibilidad actualmente, y que hasta hace pocos años cubría noticias como las supuestas apariciones del chupacabras en el programa Primer Impacto de la cadena Telemundo, lo haya exhibido,-- muestra el bajísimo nivel intelectual y de preparación con el que algunos se atreven a presentarse como candidatos, y lo más increíble, que sean votados por la mayoría del electorado, que increíblemente cree que ellos "son pueblo" y por serlo, serán acertados en su gobierno.
Estos gobernantes débiles han decidido aprovechar la pandemia para sustituir su falta de fuerza real con medidas autoritarias, así como imponer todas las medidas para sostener las aberrantes políticas de género e identitarias, detrás de ellas está el intentar, vía decreto y vía coacción por parte del Gobierno, cambiar incluso la Naturaleza biológica misma del ser humano, o al menos, la percepción que éste tenga de ella, y que sea el propio Gobierno el que designe lo que es bueno y lo que es malo, lo cual ya es el paso hacia el totalitarismo.
En este sentido, podríamos tomar los acontecimientos actuales como la actualización de las tesis planteadas por Aristóteles y Polibio en los siglos IV y II a.C., respecto a la corrupción natural de la Democracia, cómo ésta degenera en una oligarquía y ésta a su vez, impulsa el surgimiento de un tirano, que ejerce el poder de manera violenta y sin respetar un orden jurídico como forma de contener las fuerzas del pueblo. Hoy en día vemos esto claramente ilustrado en la rebelión del gremio de los camioneros contra el gobierno del Primer Ministro canadiense Justin Trudeau.
Trudeau, que ya ha ostentado la primera magistratura en el país del extremo norte de América desde el año 2015, ha sido mostrado como la afable cara del Progresismo, un niño mimado del Globalismo, ha tomado medidas fuertemente restrictivas en torno a la pandemia del COVID-19, entre ellas, la vacunación obligatoria de los transportistas, sobre todo cuando estos vienen de Estados Unidos al reingresar a Canadá. De súbito, se organizó una caravana en protesta contra lo que se percibe, es una imposición gubernamental, que va contra la libertad de elegir; y esto, incluso, es secundado por muchos del gremio que ya se encuentran vacunados.
Al mismo tiempo, en Nueva York, el funeral de un oficial de policía abatido en el cumplimiento del deber ha servido para lanzar críticas a las posturas extremas de los Demócratas de reducir los recursos a las policías locales por ser percibidas éstas como organizaciones dedicadas a la agresión o represión racista contra los negros y otras minorías; el resultado de esa estúpida y demagógica política --sería un caso realmente anómalo el ver a un Estado que destruye a sus propios órganos de seguridad pública sin sustituirlos (o quizá buscaban concesionar el servicio a los magnates que patrocinan al partido) en pro de proteger a minorías supuestamente acosadas y perseguidas ha redundado en un aumento de la criminalidad, más si le aunamos el incremento del desempleo y la crisis económica.
Así que las cosas no están tan sencillas, y el ambiente cada vez es más tenso en Occidente; el retiro de las medidas restrictivas, o el anuncio un tanto arbitrario de "el fin de la pandemia" que se empieza a difundir en algunos países europeos, tienen que ver más con tratar de lograr cierta distensión al interior de estos países que con que, efectivamente, se haya controlado la emergencia sanitaria, el tan pregonado Gran Reset del que tanto se habló el año pasado y que era impulsado por las élites financieras y empresariales, y que no es un proyecto comunista como mucho conspiranoico dice, ni quizá tampoco un programa a seguir, sino una serie de propuestas utópicas y también interesadas, para crear una "sociedad perfecta" sustentada en el oligopolio de corporaciones sobre la propiedad y la prestación de servicios. --Eso no es comunismo, es feudalismo, combinado con un totalitarismo que garantice ese acamparamiento de la riqueza y la reducción de las personas a meros trabajadores y consumidores, como los siervos medievales.-- Va a fracasar.
Lo que sí, todo esto muestra el proceso de decadencia y descomposición de las sociedades occidentales, empezando por sus élites, y sobre todo, de sus sistemas democráticos, los cuales son los que principalmente han impulsado esta caída; y es que, finalmente, de ser un sistema pensado para que el pueblo, como electorado, controlara a los gobernantes sustituyéndolos cuando no respondieran a los intereses de la gente, y que ésta eligiese representantes a fin de transformar sus exigencias en legislación, queda claro que, cuando en las sociedades del llamado Primer Mundo, se solucionaron los problemas básicos de la sociedad: trabajo, economía, educación y salud, se buscaron crear problemas y demandas a fin de mantener vivo el sistema, de lo contrario, la necesidad de cambio que justifica la realización de elecciones desaparece. Así, los partidos políticos deben crear problemas qué resolver, es decir, ofrecer soluciones equivocadas para los problemas que ellos mismos crean, como por ahí se dice, porque se trata de mantener vivos los conflictos y las divisiones en la sociedad a fin de mantener el sistema, y en pocas palabras, justificar su chamba.
Además que, por supuesto, los representantes no obedecen a sus electores, si no que más bien ellos imponen al pueblo las decisiones que arbitrariamente toman.
Ante el descrédito de la Democracia, no es de extrañar que la gente se empieza a sentir atraída por modelos alternos, que resultan atractivos por sus aparentes éxitos: en el mundo islámico, crece la idea de los regímenes religiosos y el cada vez mayor auge del Salafismo, el modelo chino de una aristocracia dirigente constituida en un partido único que ejerce un poder con puño de hierro y vigilancia total sobre la población, atrae, y ni se diga el autoritarismo unipersonal, casi zarista, de Putin, inspira a muchos.
Como podemos ver, estamos por presenciar grandes cambios.
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Fuente
EL MUNDO SEGUN YORCH: EL OCASO DE LAS DEMOCRACIAS
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Re: Un Argumento Contra la Democracia Moderna
14 DE FEBRERO DE 2022
TOTALITARISMO DEMOCRÁTICO
https://www.youtube.com/watch?v=m51Xehjtuso
Es bastante elocuente la pancarta que estos manifestantes canadienses portan al protestar sobre el Ambassador Bridge, un paso fronterizo entre su país y Estados Unidos, en el que dicen estar a favor del respeto a sus derechos constitucionales, mismos que se encuentran actualmente vulnerados por las medidas autoritarias del Gobierno encabezado por Justin Trudeau.
Éste, por su parte, aduce que la Democracia se encuentra en peligro por las manifestaciones que se han desatado por parte del gremio de transportistas en el país de la hoja de maple, a los que califica, poco menos de terroristas, violentos y poseedores de todas las fobias habidas y por haber, rehusándose, hasta el momento, de entablar un diálogo con ellos. La realidad, es que la forma en que el Primer Ministro Canadiense, así como algunas autoridades locales, como el Gobernador o Premier de la Provincia de Ontario, abordan, descalifican y buscan reventar el movimiento, no tiene nada de democrática, y sí, resulta muy propia o parecida a las maneras en que ciertos dictadores tropicales reaccionaron cuando comenzaron a sentir que los movimientos opositores estaban ya haciendo temblar los cimientos de sus regímenes, un poco como lo hizo el ridículo megalómano Manuel Estrada Cabrera en Guatemala, en 1920. Tal parece que Trudeau no puede evitar dar la razón a quienes le atribuyen orígenes bananeros y se comporta de la misma forma.
De igual manera, este 14 de febrero, Trudeau ha decretado el Estado de Emergencia, aplicando la Legislación al respecto, (la Emergencies Act de 1985) con la que gobernará por decreto --Esta Ley, sin embargo, plantea que su aplicación será por el Gobernador General en Consejo, pero como dicho puesto es meramente ceremonial, y el Consejo es presidido por el Primer Ministro, es claro que éste es quien y se lanzará directamente, a la represión más cruda y dura contra los manifestantes, y de manera muy cínica, declara que no va a afectar derechos fundamentales, ni a afectar propiedad ni la privacidad de las personas, cuando se encuentra decretando la suspensión de Garantías, lo que implica que en adelante, el Ejecutivo canadiense podrá asegurar cuentas bancarias, decomisar fondos y bienes, hacer aprehensiones y catear casas sin necesidad de autorización judicial, (basta leer su artículo 19) puesto que está aplicando una Ley prevista para casos de emergencia nacional, tendrá amplia libertad de acción para aplastar a todos los opositores a su Gobierno y dictados...
En cierta forma, pareciera que Canadá se encuentra viviendo su "momento Weimar", y que las protestas de los camioneros resultan ser el incendio del Reichstag que Trudeau estaba esperando para consolidar su dictadura personal. Esto recuerda un tanto lo hecho por su padre --dejémoslo por la versión oficial por el momento-- en 1970, con la llamada Crisis de Octubre provocada por el movimiento separatista de Quebec, quien igualmente decretó el estado de emergencia, implementando la entonces vigente War Measures Act, Ley que fue implementada en 1914 al iniciar la Primera Guerra Mundial, en la que Canadá participó, todavía como una semi-colonia parte del Imperio Británico. Como se ha denunciado, se sospecha que el terrorismo independentista, patrocinado por el gran amigo de Trudeau Sr.: Fidel Castro, en realidad sirvió para que el francocanadiense se quitara de encima a sus rivales políticos coetáneos y consolidar su poder personal hasta 1985, en que al fin se retiró del Ministerio. En Canadá, se recuerda una entrevista que le hicieron al entonces Premier y que, desafiante, al ser cuestionado por un reportero sobre hasta donde pensaba llegar con la aplicación del Estado de Emergencia, mismo que se implementaba, no tanto por seguridad de los ciudadanos, sino de la Clase Política canadiense, contestó: Just watch me, (sólo véanme) de una manera intimidante.
Ahora, Trudeau califica como terroristas a manifestantes pacíficos, a los que también ha calificado de racistas, pese a que las protestas han unido a todas las etnias que habitan en Canadá, incluso a inmigrantes, credos y procedencias; con esto, como lo dice Tucker Carlson, ha quedado clara la vocación totalitaria, dictatorial del Primer Ministro, con lo que se parece un poco a su padre Pierre Elliot, pero se parece todavía más a su alegado progenitor biológico cubano, y aún resulta peor.
Las políticas de ideología de género, feminismo, "lenguaje inclusivo", ecologismo y demás que Trudeau y otros de su ralea han implementado desde el poder se explican, no por su genuina preocupación por grupos supuestamente oprimidos, ni tampoco por una conspiración para hacer real el mundo distópico de Aldous Huxley, sino por que son medidas que les brindan un poder total: sobre lo que se piensa y cómo se habla, se controlan las palabras como lo señalaba George Orwell, si controlas el lenguaje, controlas el pensamiento y logras el sometimiento absoluto de las personas. Esa es la realidad, pero eso no se quiere aceptar; para los políticos, es su sueño dorado.
Como lo he dicho en los posts anteriores, y lo conversábamos mi maestro, el Dr. Ortiz y yo en el último vídeo, los sistemas democráticos occidentales se están derrumbando desde dentro, y en mucho, esto tiene que ver con el propio carácter utópico de la Democracia, ya sea la vigente en los tiempos clásicos griegos o en la Representativa, implantada en el Mundo Occidental desde la Ilustración y Revolución Francesa, hasta nuestros días. La Pandemia, lo que ha logrado, es acelerar el divorcio entre las Oligarquías o "élites" que se hicieron con el poder en los Estados Democráticos Occidentales, y el "pueblo llano", y la búsqueda de las primeras por lograr el poder absoluto sobre los segundos.
Y es que es inevitable que en toda sociedad se formen estamentos, clases sociales o castas, si se quiere; como lo he dicho antes, las Revoluciones de Independencia en EUA y la Francesa eliminaron el Viejo Régimen y quitaron el poder a la nobleza de origen feudal cuya riqueza y poder radicaba en el control de la tierra, pero aupó al poder a los dueños del capital industrial y financiero, que se convirtieron en la clase dominante; y no solo eso, la Nobleza era la clase gobernante, en su sustitución, se formó la clase de los políticos profesionales, que se dedicaron exclusivamente a medrar ocupando cargos gubernamentales y a gozar como consecuencia, de una forma relativamente fácil de enriquecerse y de ostentar poder, al que convirtieron en el fin último de sus vidas, estructurándose en los partidos políticos y formando la llamada Clase Política, a la que se añadieron aquellos grupos sociales poseedores de riqueza, controladores de medios de producción o de influencia de la opinión pública que pronto formaron una simbiosis con los políticos, creando las que el sociólogo Cecil Wright Mills llamó Élites del Poder. Esto ha quedado muy caracterizado en los países anglosajones y no es de extrañar que está siendo en ellos, principalmente en aquellos que se posicionan en la periferia de la Anglosfera, como Canadá, Australia o Nueva Zelanda, antes que en los nucleares: Reino Unido y Estados Unidos; (donde, sin embargo, el conflicto social está latente, y en EUA se ha traducido en el ascenso del Trumpismo, en el que el neoyorkino supo erigirse en abanderado de los marginados respecto a dichas élites) el Estado Constitucional de Derecho parece haber llegado a su límite, y por un lado, está llevando al autoritarismo, y por otro, a punto de quebrarse en un movimiento de rebelión contra las élites.
Como lo dice la youtuber y activista católica Brittany Sellner: parece que las élites odian al resto de la población y están abocadas precisamente, en la simbiosis que existe entre ellas y la Clase Política para el ejercicio del poder y sometimiento de aquellas personas que no forman parte de esos grupos dirigentes y privilegiados; como lo apuntaba Matt Walsh también, es posible ver ese doble rasero en la asistencia de celebridades a la final del campeonato de Fútbol Americano en EUA, el Super Bowl, donde se pudo ver a numerosas luminarias de Hollywood, que exigen cubrebocas y vacunación a todo el mundo campechanearse en los palcos exclusivos sin el aditamento quirúrgico cubriendo sus rostros.
La situación interna en nuestras sociedades occidentales se tensa no solamente en la Anglosfera, es claro que el pulso autoritario comenzó, primeramente, en Hispanoamérica, con el ascenso en Venezuela del Chavismo y posteriormente de todo el movimiento de Izquierda agrupado en el Foro de Sao Paulo, y en el caso mexicano, del ascenso a la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador; aunque parecen estos movimientos y caudillos ajenos totalmente a los intereses de las élites globalistas, sino es que en casos se contraponen a ellos, también es cierto que representan, como en el caso de México, el producto de clases políticas decrépitas que se resisten al cambio; es curioso cómo en México a un mandatario joven como Enrique Peña Nieto, llegó al poder un anciano anclado en los modos e ideas políticas de antaño que no son la respuesta para el contexto actual, y a la vez, intenta traer de regreso el poder presidencial omnímodo y el Gobierno corporativo.
En cierta forma, el ascenso de estos populistas de Izquierda en Hispanoamérica, a los que se une el joven Boric en Chile, se explica también como una reacción desesperada contra los globalistas, pero resultando que quizá, el remedio resulta peor que la enfermedad: basta ver el penoso caso de Pedro Castillo en Perú.
También, es cierto, el Foro Económico Mundial o Foro de Davós impulsó la llegada de "niños bonitos" al poder en diversos países, desde el mencionado Peña Nieto en México, Trudeau en Canadá, Emmanuel Macrón en Francia y Pedro Sánchez en España, lo cual no demuestra la existencia de una conspiración tipo lo dicho por los Q-Anon, de tipo satanista, comunista o extraterrestre, sino la simbiosis entre las élites financieras y multinacionales con la Clase Política de distintos países. Lo cual no ocurre en Rusia o China, donde el Gobierno se impone a los grandes empresarios, celebridades y financieros, recordándoles que sólo son gobernados, dada la especial conformación de sus estructuras sociales y el predominio incuestionable del Estado sobre el individuo en ellos.
Esto, lo repito, lo tenían claro los clásicos: por eso, Aristóteles y Polibio consideraban que la Democracia era una mala forma de gobierno, la misma, siempre desemboca en Tiranía, pasando la cual cae cuando los pueblos se hartan y restauran el sistema. La insurrección se ha extendido de Canadá a Francia, Bélgica, Australia, Nueva Zelanda y Holanda. ¿Cómo terminará? ¿Será irremediable el seguir por el camino de servidumbre trazado por las oligarquías? ¿o estamos ante el inicio de una revolución similar a la vivida entre 1989 y 1991 que concluirá con la fundación de un verdadero "Nuevo Orden Mundial" de los pueblos occidentales? El pronóstico es reservado.
El Escándalo Clinton:
La señal de que las élites han buscado mantenerse en el poder con todo en EUA queda muy claro con la alianza entre ellas y el Partido Demócrata; ahora, ha resultado que la campaña de Hillary Clinton, en 2016, espió a la campaña de Donald Trump.
A Richard Nixon, los norteamericanos lo han tratado muy mal desde el famoso caso Watergate, esto, que es algo similar, y con lo que difundieron la trama de la presunta colusión entre el candidato republicano y el Kremlin, y que prueba las prácticas fraudulentas y corruptas del "partido del burro" produce el silencio de los decadentes medios masivos que igualmente, secundan la deriva dictatorial en el país de la hoja de maple. El teatro, sin embargo, se tambalea.
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Fuente
EL MUNDO SEGUN YORCH: TOTALITARISMO DEMOCRÁTICO