Hola, con este scrito me presento. Espero ser bien recibido.

Cuando un pueblo sufre una derrota vergonzante, lo noble y honrado es aceptarlo y, desde luego, no hacerle un monumento a los que de algún modo no han considerado el honor por encima de la vida. Bueno, humano somos.

Pero convertir una "huida vergonzante" en una "retirada heroica" eso es, por lo menos un despropósito. Es el caso de los ingleses, que no aceptan haber sido derrotados jamás.

Recuerdo que estando el Londres con un carísimo amigo inglés, me llevó a visitar Trafalgar Square, plaza que como todo sabemos conmemora la victoria del gran Nelson sobre las escuadras combinadas franco-españolas. desde luego, sabiendo mi orgullo patrio, lo hizo "para darme" en las narices, cosa que no consiguió porque yo no le quito el mérito a Nelson. Sólo sé que los españoles nos batimos valientemente, sufrimos la peor parte y perdimos la batalla con honor; no huimos.

Yo, perro viejo, me hice el ignorante, recibiendo toda clase de explicaciones de mi guía. Y cuando nos hallábamos justo frente a la estatua, yo dije con asombro (con falso asombro):<< ¡pero hombre si "éste" es aquel al que nosotros le quitamos un brazo en Santa Cruz de Tenerife!. Si, llegó con una gran escuadra frente al puerto de Santa Cruz, donde la pequeña guarnición española, que sólo disponía de cuatro cañones de largo alcance, se enfrentó, junto con la población armada con lo que a mano tenía a las lanchas inglesas que lograron desembarcar por dos sitios, menos por donde se hallaban nuestros artilleros. Las consecuencias fueron, un descalabro inglés Nelson gravemente herido por la metralla del cañón "Tigre", manejado por un experto artillero, y tuvo que "envainársela" e irse con el rabo entre las piernas sin poder tomar la escasamente defendida Ciudad de Santa Cruz>>. La reacción de mi amigo inglés fue sorprendente: montó en cólera, mientras yo, le decía que los hechos eran incontrovertibles y que en nada desmerecían la heroicidad de Nelson que se expuso al frente de sus tropas. Pero el caso era que había ido a por "lana y salió trasquilado". Pero nosotros no teníamos en Santa Cruz ninguna plaza que conmemorara tan extraordinaria victoria sobre el mismísimo Nelson. Aquí tanto ingleses como españoles actuamos con honor, y a pesar de la aplastante superioridad inglesa, ellos perdieron. Y punto.

No fue eso lo que le ocurrió a Sir Jhon Moore, llamado por nosotros ("El Inglés amigo", enterrado y honrado por nosotros en España y olvidado los Ingleses). No creo que Sir Moore fuese, ni mucho menos un cobarde, pero el caso es que protagonizó una de las acciones más vergonzosas de la historia del ejército inglés (nadie está, de todos modos libre de culpas, ni vamos a decir aquí que los españoles siempre hemos sido héroes). Incluso estoy dispuesto a admitir que, en casos de esa índole, todos tengamos a bien "correr un tupido velo".

Lo que de ningún modo es admisible es tratar de convertir lo que fue una "incomprensible y vergonzosa huida" a marchas más que forzadas, perdiendo literalmente la camisa y la honra, en una "heroica retirada". Es como aquel que, tras recibir un puñetazo en un ojo y quedársele, espectacularmente, a la "funerala", se jactaba de haberle destrozado el puño derecho a su agresor tras proporcionarle un "fuerte ojazo".

Justamente es eso lo que pretende el escritor Inglés Christopher Summerville en su obra "La marcha de la muerte" (¿y por qué no "La huida de la vergüenza"?).

Durante la Guerra de la Independencia a los españoles nos sobraban combatientes, por eso le pedimos a los Ingleses "dinero para alimentos, uniformes, botas y pertrechos de guerra, cañones y mosquetes", pues el ejército de La Romana (independientemente de sus escasas dotes como estratega) estaba formado por hombres hambrientos y desarrapados, que tenía que esperar por turnos la muerte o herida grave de un compañero para poder usar su mosquete y su escasa pólvora mojada, sin artillería y sin caballería (¿qué se podía hacer?).

El caso es el siguiente a "grosso modo" pues los hechos están ahí para quién quiera repasarlos. Moore parte de Portugal con la flor y la nata del ejercito inglés (con más de 30.000 hombres y húsares, entre los que eran famosos los alemanes) perfectamente pertrechado y soberbiamente armado; una gran disciplina caracterizaba a este ejército que causa admiración en Salamanca por sus uniformes, pertrechos y modernas armas. Llega integro y sin dificultad alguna a Salamanca, donde los incautos españoles les reciben como agua de mayo. La Romana le propone un plan (esta vez genial) que consiste en hacerse invulnerables tomando los pasos de montaña de Foncebadón y El Manzanal, ubicados detrás de la localidad de Astorga como primera medida, ya que el mariscal francés Sould avanza hacia Salamanca con un potente ejercito. La Romana propone: el ejército inglés se atrinchera en dicha zona y rearma con pertrechos a una buena parte de los españoles que esperan en la retaguardia al ejército de Sould. Este se encontrará en una posición altamente desfavorable; los españoles armados por los ingleses se situarán tras ellos mientras los guerrilleros acosarán su avituallamiento. A base de salidas apropiadas, la caballería inglesa acosará a Soult, lo mismo hará las tropas españolas y los guerrilleros. Soult se encontrará en una situación insostenible a la larga, pues atacar de frente a los ingleses atrincherados en los altos pasos es una locura. Se tendrá que retirar por desgaste. Además, los ingleses tendrán garantizado el aprovisionamiento de víveres, mientras los franceses, se verán continuamente acosados por las partidas guerrilleras, en aquella época muy entrenadas y bien pertrechadas. En realidad no teníamos ejércitos, pero serían los guerrilleros (para eso los españoles inventamos la guerra de guerrillas) los que en verdad derrotaron a Napoleón.

Ante el asombro de tírios y troyanos, la decisión de Moore que esperaba un gran ejército español al que se uniría y llevase la peor parte, rechaza la correcta idea de La Romana y, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, inicia una desbocada huida desde Salamanca hasta Vigo o La Coruña, donde ha mandado recado para que una flota inglesa lo embarque rumbo a Inglaterra; además, para colmo, desde La Coruña, nuevos efectivos ingleses compuestos por infantería y caballería vienen a unirse a Moore. Ha caído el Invierno y Moore no parece tener ni idea de o que le espera en su alocada huida perseguido por Soult que no puede alcanzarlos. Para mayor vergüenza, los ingleses que han traído consigo "una tropa adicional" de mujeres y niños irá dejando sus cadáveres a lo largo de una huida infernal. A medida que pierde bestias de tiro va destruyendo una inmensa cantidad de armas, cañones, alimentos y ropa, en lugar de pertrechar a los desvalidos españoles. Pierde miles de soldados por el frío y el agotamiento; abandona a sus camaradas moribundos en los fríos senderos de la sierra; miles de bestias de tiro. Ahora sus soldados hambrientos y desmoralizados se dedican al saqueo y asesinato de los pueblos gallegos que se tropieza en su camino, ganándose el odio de éstos. Los franceses pierden también numerosos hombres en su frenética persecución. Los franceses perseguidores no son superiores en número a los ingleses, en absoluto.

Finalmente llegan ambos ejércitos, con la lengua fuera a La Coruña (que se ha elegido en lugar de Vigo). Los ingleses se desesperan al ver que los barcos de socorro aún no han llegado al Puerto de Coruña y se ven forzados a presentar batalla. Ocupan, en la afueras de la Ciudad, las posiciones más ventajosas y reciben la ayuda (alimentaria, por en la Coruña no hay ejercito español), descansan y esperan a los Franceses. Éstos llegan en condiciones lamentables y apenas superan a los ingleses en unos mil hombres (unos 15.000 frente a unos 14.000 ingleses). Los franceses atacan duro y el primer y único encuentro queda en empate con una ligera ventaja francesa. Moore es gravemente herido en el hombro y en unas 24 horas muere Es enterrado de mala manera en las Afueras de La Coruña y aquella noche, mediante una añagaza los ingleses son embarcados con ayuda de los gallegos en los transportes que acaban de llegar al Puerto. Los franceses toman La Coruña con sólo la resistencia de los civiles españoles que poco pueden hacer

Galicia cae en poder del poderoso ejército francés. Y ahora viene lo mejor: ¿cuánto tiempo pudieron mantener os franceses a Galicia en su poder?. Apenas algo más de tres meses, porque los campesinos gallegos, armados con lo que trincaron a mano, se sublevaron y los orgullosos húsares franceses, tan elegantes, eran descabalgados y masacrados por un pueblo harto de ingleses y franceses. Es decir, que, el ejército que tanto temía el invencible inglés, fue derrotado por el pueblo llano gallego en el plazo de tres meses. Ahí está la Historia.

La historia de una "HEROICA RETIRADA". Por cierto, nuestro escritor ínclito y patriótico escritor inglés pasa por alto una cosa ¿qué fue de los refuerzos que venían desde La Coruña a unirse con Moore?. Desapareció entre los que desertaron o fueron muertos o prisioneros de los franceses.

Los ingleses se olvidaron de Sir Jhon Moore. Pero los españoles no. Lo honraron y lo enterraron dignamente, como un héroe, como "un amigo de los españoles". Él al final murió a la cabeza de sus hombres, como un héroe. No sabemos qué le obligó a hacer lo que hizo. Tal vez no fue su culpa. Pero, en honor a la verdad, no fue una heroica retirada, fue una vergonzosa huida. A cada cual lo suyo.

Yo lo que sé fue que Napoleón dijo muy posteriormente: "La maldita Guerra española fue mi perdición". Ningún pueblo ocupado por él (Alemania un largo etc.) se sublevó y durante seis largos años lo desgastó con una nueva forma (desconocida hasta entonces) de guerra de guerrillas, de modo que dominaba las ciudades (y no todas) pero España seguía en manos de los españoles. No había forma de avituallar a las tropas, y incluso en las ciudades ocupadas en cuanto un francés se quedaba sólo recibía una cuchillada, de una mujer (que no se quedaron cortas en la Guerra), de un viejo, incluso de un niño. El goteo de pérdidas era constante. Para colmo, como Napoleón bien dijo: la Guerra de España sirvió a Wellintong como campo de entrenamiento para su derrota en Waterloo. "Esa maldita Guerra Española fue mi perdición".

Agradecemos a Wellintong, como indiscutible estratega, que se pusiese al mando de las tropas anglo españolas donde siempre los españoles constituían el grueso de los muertos en las batallas, pero que no se arroguen os ingleses que fueron ellos los que echaron a los franceses de España. Fueron los guerrilleros y un pueblo como el español el que lo hizo posible. Y si no ¿actuaron otras naciones ocupadas por los ejércitos napoleónicos como actuó el pueblo español? ¿fueron, por ventura, los ingleses a ayudar a otro pueblo europeo sublevado?. NO.

Hoy, a mis 60 años, miro a la Unidad de la Patria con miedo y me digo: no importa nada un millón, dos millones o tres millones de muertos españoles por conservarla. Aún quedaremos 39 o 40 millones para perpetuarla.

No permitamos que nuestra vieja Nación se rompa por el egoísmo económico de burguesías insolidarias.

No a un Ejército de mercenarios. Si al servicio militar obligatorio y a un ejército de españoles, porque las guerras se ganan por ideales patrióticos, no por un sueldo. Me temo que hoy, como cuando nos invadieron los franceses, tampoco tenemos ejército.

Yo no soy político. Yo respeto todos los ideales y creencias. Yo mataré y moriré (porque así lo juré y va en ello mi honor), si llega el caso, por defender la Unidad de la Patria. Eso nunca lo hará un mercenario.