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SAN FRANCISCO DE ASÍS.UNA TALLA MONTAÑESINA EN LAPARROQUIA HOMÓNIMA DESANTA CRUZ DE LA PALMAJosé Guillermo Rodríguez Escudero
De 1616 data el encargo que suscribió en Sevilla el mercader Fernando de la Pena - vecino de La Palma- con el escultor Francisco de Ocampo -colaborador de Martínez Montañés-, para la hechura de una imagen de San Francisco de Asís. Sería confeccionada en madera de cedro y de una vara de alto, “con un Cristo en la mano y un libro en la otra”. Aunque el contrato no indica su destino, es posible que fuera para el convento franciscano de la capital palmera, al que estaba vinculado Fernando de la Pena, como hermano de la antiquísima cofradía de la Vera Cruz. Sin embargo, la escultura que se conserva, que sigue el modelo de San Francisco que Martínez Montañés hizo para el convento de Santa Clara de Sevilla hacia 1630, no parece corresponderse con la contratada por el citado mercader, de menor altura y con un libro en la mano izquierda. Queda, pues, como nos indica el profesor Pérez Morera, “la duda sobre su auténtica autoría, aunque no su carácter montañesino”.
La magnífica obra, datable en el último tercio del siglo XVII, es prácticamente idéntica a otras imágenes existentes en Tenerife: convento de San Francisco de Icod de Los Vinos, donada por el capitán Martínez de Goyas hacia 1672; e iglesia de Nuestra Señora de La Concepción de la Orotava.
En el inventario de 1821 se dice que había “un retablo pequeño con una imagen de San Francisco que forma el adorno de la Capilla de la Plata”; también “el de la capilla de la Plata con retablo dorado y frontal de lienzo pintado”. Actualmente se encuentra colocado en la hornacina principal, en el primer cuerpo del retablo mayor. Éste procede de la vecina ermita de San José. El anterior y desaparecido retablo tenía dos plantas y tres calles y había sido costeado por Felipe Manuel Massieu Vandale en el siglo XIX.
El mismo profesor palmero nos informa de que, “sin embargo, lo que más llama la atención es su extraordinaria semejanza con el San Francisco del convento de Santa Clara de La Laguna, obra indudablemente de la misma mano de la que el historiador Rodríguez Moure”. Afirma también que “no se inferiría agravio a Montañez o Roldán en el caso de que se les atribuyese: tal es la belleza de composición y misticismo que se representa aquel rostro verdaderamente seráfico y juvenil, consumido por la penitencia y amor divino”.
Llegó la luz eléctrica a la capital de La Palma, sexta ciudad del mundo en tenerla y primera de Canarias, entre otros muchos inventos del siglo XIX. Un dato curioso registrados en los anales y que nos da una idea de la importancia que tuvieron los festejos es que la sociedad “El Electrón”, fundada en la capital palmera para generar el suministro de luz eléctrica a la población, debía encender el alumbrado público: “en dos de los tres días de Carnaval, Domingo de Piñata, Nochebuena, Vísperas de las Fiestas de La Naval y San Francisco… incluso los festejos que se celebraran cada cinco años con motivo de la Bajada de la Virgen…” Con ello, las fiestas se vieron mejoradas en todos los aspectos. Las celebraciones que tenían lugar antiguamente, pujaban en ser más espectaculares que las de la Virgen del Rosario o “La Naval”, de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán. Un dulce “pique” que hacía las delicias de los vecinos y visitantes, al ser consideradas, después de las de la Bajada Lustral, las mejores de toda la Isla.
En torno al día de su onomástica, el 4 de octubre, la preciosa y elegante imagen del patrono de la parroquia homónima -de la parte norte de la capital- desfila con sus mejores galas y sus atributos históricos: el estandarte, las azucenas y el crucifijo, piezas de plata en su color; también su nimbo sobredorado con ráfagas, la valiosa capa de tisú de oro y plata del siglo XVIII, el gran anillo de oro en el dedo meñique con una piedra violeta… y, sobre todo, el Toisón de Oro con catorce perlas, donado por el monarca Carlos III.
Sus delicadas y valiosas andas de plata repujada de baldaquino -con veinticuatro campanillas del mismo material-, barrocas, datan de hacia 1761. En febrero de ese año, el padre Lector fray Bartolomé Lorenzo -más tarde Ministro Provincial- tomó 25 pesos procedente de la venta de otras dos andas de madera que poseía la Venerable Orden Tercera, cuya cantidad fue aplicada a la hechura de las nuevas andas de plata. El profesor palmero Pérez Morera, nos informa de que la Orden Franciscana Seglar –como se llama en la actualidad- también “corrió con la obra de las andas similares de Nuestra Señora de la Concepción de la capilla de la Vera Cruz, hechas por el platero Salvador Luján”.
Antiguamente desfilaba procesionalmente por todas y cada una de las calles y plazas que abarcaba su gran parroquia, recibiendo de los vecinos la ofrenda de grandes fuegos artificiales y loas en su honor; la iluminación especial de todas las galerías, zaguanes y balcones; los cuadros plásticos relacionados con la vida y milagros del santo de Asís; la confección de altares efímeros y descansos; una decoración especial por todo el itinerario procesional a base de banderas, mantones y gallardetes. Era otra época. Aún se sigue representando en la Cueva de Carías la Aparición del Ángel a San Francisco cuando su imagen hace una parada ante ella. Esta gran oquedad fue el palacio del último rey ahuarita del cantón de Tedote y primer Cabildo de la Isla tras la conquista en 1493. También se sigue interpretando el Himno a San Francisco –con letra y música del maestro palmero Felipe López- antes de entrar en el templo.
En sus Memorias Insulares, el cronista oficial de la capital, Pérez García relataba cómo se vivían estas fiestas en 1945: “en el mismo mes se celebró la fiesta de San Francisco de Asís y siempre hubo gran rivalidad con la del Rosario. Como ésta se celebraba antes, la Venerable Orden Tercera procuraba organizar la suya con mayor lucimiento”. El mismo investigador informaba de que “hubo elevación de su bandera, verbena, gigantes y cabezudos y dos procesiones”. Al año siguiente, 1946, “la fiesta de San Francisco trajo este año, como novedad, una carrera de caballos que despertó gran expectación. Tuvo lugar el 20 de octubre y se inició a las seis de la tarde […] con un premio al vencedor de 1.000 pesetas […] Asimismo los festejos tuvieron un estreno durante la procesión nocturna que recorría las calles del Tanque y de los Molinos, pues sobre una roca en lo alto del llano conocido como “de la Cruz” y situado en la confluencia de ambas vías, una joven vestida de ángel declamó unos versos alusivos al taumaturgo de Asís y, a su terminación, hubo una gran salva de voladores”.
Una de tantas historias que giran en torno a esta seráfica festividad es la que vivió el marino Eduardo Morales Camacho, contada por su sobrino y ahijado Armando Yanes Carrillo. Todo ocurrió en el mes de septiembre de 1879 cuando su nave estuvo a punto de zozobrar en un huracán mientras regresaba a La Palma desde La Habana. Estaba tan desesperado, pues creía que todos iban a ahogarse e incluso llegó a pensar en suicidarse con su revólver, que “se le ocurrió la tontería de averiguar el nombre del Santo del día en que iba a morir”. Cuando leyó que su agenda decía que era el 4 de octubre, “San Francisco de Asís”, recordó la imagen que tantas veces vio desfilar delante de su balcón. “y bajo un intenso escalofrío que corrió en aquel momento por toda la piel de mi cuerpo, al levantar nuevamente la cabeza y mi vista del almanaque, me pareció ver en la penumbra de una esquina Demi camarote cómo una nebulosidad dentro de la cual quería como distinguirse cierta figura corpórea que fue aclarándose hasta llegar a ver claramente la misma imagen…” A partir de aquel instante, el huracán amainó y toda la tripulación logró salvar su vida. Desde entonces, hasta su muerte, don Eduardo se arrodillaba ante la efigie de su venerado Santo cuando la procesión pasaba por delante del balcón de su casa, recordando el día en que salvó su vida gracias a aquel milagro de San Francisco.
BIBLIOGRAFÍA:
DARANAS VENTURA, Facundo. La iglesia de San Francisco de Santa Cruz de La Palma. Restauración monumental y contexto urbano en el siglo XX, Excmo. Cabildo Insular de La Palma, 2008
PÉREZ GARCÍA, Jaime. Casas y Familias de una Ciudad Histórica. La Calle Real de Santa Cruz de La Palma, Madrid, 1995
- Idem. Memorias Insulares. Santa Cruz de La Palma 1942-1946, Excmo. Cabildo Insular de La Palma, CajaCanarias, 2008
PÉREZ MORERA, Jesús. Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad. “Real Convento de la Inmaculada Concepción”. Caja Canarias, 2000.
YANES CARRILLO, Armando. Cosas viejas de la mar, Librería Cervantes, 1989
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Entre los actos que se están desarrollando por las fiestas de San Francisco, destacó el oratorio denominado La Criatura de Dios (parte I y II). En la próxima edición tal vez se ofrezca también la tercera y última.
La puesta en escena de este oratorio tuvo lugar dentro del templo de San Francisco de esta ciudad el pasado 2 de octubre a las 2030pm con bastante asistencia de público. Se trata de un oratorio a dos voces, coro y órgano, sobre textos del franciscano orotavense fray Andrés de Abreu (1647-1725), P. A. Jacovelli, anónimos barrocos y Luis Cobiella Cuevas. Este último ilustre palmero -primer Diputado del Común de Canarias- estuvo entre los asistentes. Actuaron: Francisco Paredes, Director de la Escuela Municipal de Teatro de la ciudad, que hizo el papel de San Francisco y llevó la dirección y dramaturgia del oratorio; Estefanía Sachi el de Santa Clara y Pamela Castro el del serafín que apareció al final sobre la escena . El órgano fue tocado por Arcadio Acosta bajo la dirección de José Manuel González, quien dirigió también al magistral Coro del Señor del Perdón de El Salvador. El diseño de escenografía fue de Roberto Martín y su realización corrió a cargo del Taller de Carpinería. Los vestuarios fueron confeccionados en el Taller de Costura, ambos del Ayutamiento de Santa Cruz de La Palma. Resultó un éxito. ¡¡Enhorabuena!!
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