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Tema: Discurso de Blas Piñar sobre la problemática de Canarias, en la transición

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    Discurso de Blas Piñar sobre la problemática de Canarias, en la transición

    Discurso de Blas Piñar sobre la problemática de Canarias, en la transición



    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 584, 18-Mar-1978

    Blas Piñar en Tenerife

    SIETE ISLAS DE ESPAÑA

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar, en el cine Price de Santa Cruz de Tenerife, el día 26 de febrero de 1978)

    España es bella y es grande. En general, cuando la imaginación aviva el recuerdo de España, la memoria nos trae una península en el límite suroccidental de Europa. Pero España, geográfica, histórica y espiritualmente, es algo más. Hay una España insular, mediterránea y atlántica, que se desborda de la península, como un saludo al sol de la amanecida, como un adiós a la luz que se escapa al vencer de la tarde.

    Y en esta España insular se sintetiza nuestro quehacer y nuestro destino; porque si el Mediterráneo fue vehículo del latín, que engendró nuestra cultura y nuestras lenguas romances, y de la fe que nos trajeron Santiago y San Pablo, y que alumbró en tantas ocasiones el martirio y la santidad, el Atlántico fue la vía ancha por la que las carabelas del descubrimiento, y las mil carabelas que lo surcaron después, hicieron con lealtad el trasvase de la fe y del castellano hasta la orilla de la América hermana.

    ***
    Muchas veces me he imaginado un bajel que descubre la aurora viniendo a España desde Oriente. Sobre el mar, las islas Baleares aparecen como cinco rosas, como cinco broches, como cinco pañuelos que dan la bienvenida. Y me he figurado a ese mismo bajel atravesando el Estrecho, camino de África o de América, dejando atrás las islas y los islotes canarios, en noble singladura a tierras que fueron o siguen siendo de misión. Las siete islas canarias, sobre el azul infinito de un mar cálido, son como siete lenguas paráclitas de fuego de un pentecostés español; como hitos levantados sobre el agua a los siete sacramentos, canales vivos de la gracia, que nuestros misioneros derramaron sobre el mundo; como los siete colores del arco iris, que anuncian, tras la gasa de la llovizna, que el sol continúa alumbrando más allá de las nubes y la tormenta; como siete silbos gomeros, que con su magia penetrante e hiriente gritasen al océano, al modo de una orquestada caracola, que estas islas no son de España sino que son España.

    Porque hoy (1978), amigos y camaradas, cuando hasta el nombre de España se pone en litigio, cuando una confusión inmensa -en la que se entrecruza con la ojeriza de siglos el encono de hoy, con el adversario de fuera el traidor de dentro- pretende aniquilar la nación entera, los que no hemos renunciado a la condición de españoles, los que somos españoles, como decía Rubén Darío, de conciencia, obra y deseo; o, como quería Unamuno, de profesión y oficio, queremos hablar de España, publicar nuestro amor y nuestra voluntad de servicio a España y gritar muy alto nuestro glorioso y galvanizante ¡Arriba España!

    ***
    Fue hace dos años (1976) cuando tuve la oportunidad y el honor de reunirme con vosotros (*). Por causas que no merece la pena recordar, el teatro donde habíamos de congregarnos se nos negó a última hora, como fruto de la democracia liberal recién implantada; y tuvimos que acogernos a la espontánea hospitalidad del Puerto de la Cruz.

    Hoy, con un panorama más tenso y más agrio que el de entonces, pero lógico en razón de los presupuestos que acababan de implantarse, se cumple y realiza el entonces impedido acto de afirmación nacional en Santa Cruz de Tenerife. En el amplio restaurante de “El Tope”, hablamos en aquella ocasión del desafío al régimen de 18 de Julio, de la amnistía solicitada y del Sáhara entregado.

    Hoy, al cabo de dos años, el Régimen, no obstante el mantenimiento de la legislación fundamental, se halla en la última fase de liquidación, como lo prueban: el debate constitucional que se anuncia, la concesión por decretos-leyes antidemocráticos de las llamadas pre-autonomías, y el desmoronamiento de las instituciones básicas, no sólo del Régimen mismo, sino de la comunidad política a que todo Régimen se ordena.

    La amnistía (1977), que se prometió primero, y se arrancó después con amenazas y presiones, ha puesto en la calle a asesinos peligrosos, carentes de misericordia: ¡y lo que es peor!, se ha glorificado y enaltecido a los criminales. (…)

    Finalmente, el tema del Sáhara. Ahí lo tenéis, vivo y coleando con su secuencia, que ya preveíamos, lesiva para Canarias. Alguien dijo por entonces -alguien del Gobierno y alguien de la oposición- que el Sáhara no valía la pena; que por el Sáhara no debíamos hacer ningún sacrificio: y hasta alguien ha dicho ahora, tratando de justificar lo acaecido entonces, que con el abandono se evitó el derramamiento de sangre.

    Torpe y engañosa doctrina, porque una inversión, a tiempo, de sacrificio, evita sacrificios mayores y quizá insoportables, y porque no era cierto, como lo ha demostrado la realidad de estos últimos, años que el Sáhara careciese de valor.

    Con independencia de su valor supremo el de la justicia que ha sido despreciado al no tener en cuenta para nada el pueblo saharaui cuya voluntad debería haber sido escuchada atendiendo a la resolución de la ONU había tres razones de suma importancia para ver mantenido una postura a la vez enérgica y digna;

    •la económica, en razón a los superfosfatos, las pesquerías y las inversiones realizadas. Y sin embargo, como dijo el general Castro Cavero, de allí salimos con las manos vacías;

    •la estratégica, toda vez que el Sáhara es el colchón defensivo del archipiélago, y:

    •la política, pues al ser abandonado en las condiciones denigrantes en que se hizo, con la Marcha Verde sobre los arenales, se puso de relieve nuestra debilidad, la pobreza de espíritu, el espíritu pobre del 12 de febrero -tan nefasto para España-, alentándose:
    la corriente disgregadora interna (los movimientos separatistas):
    el propósito inglés de mantener el último vestigio colonial en Europa (reteniendo el Peñón), y
    el afán imperialista y absorbente de Marruecos (que continúa reivindicando Ceuta y Melilla).

    ***
    No voy a examinar los temas acuciantes de la crisis económica, que amenaza con la depauperación absoluta, fruto de la incoherencia y frivolidad del Gobierno (A. Suárez), de la creciente penetración marxista en los órganos de poder, y de la absoluta falta de confianza en el futuro.

    Creo que todos los españoles, con excepción de los que viven de la pornografía, de los que gozan de la tutela gubernamental o de los que se hallan el servicio de intereses foráneos, experimentan el alcance de una crisis que no pueden remediar los pactos de la Moncloa, por faltar las premisas necesarias y elementales para el arreglo.

    Examinar con detalle el paro creciente, la inflación incontenida, la evasión de capital, el cierre de las empresas, la huelga continua, es tarea demasiado fácil y demasiado triste.

    Contemplar el resultado de la amnistía, desde la indignación salvaje que ha llevado a la destrucción de los establecimientos penitenciarios, al aumento de la delincuencia, a la inseguridad en la calle y al silencio atemorizado de la ciudad apenas anochece, es tan sencillo como elocuente, sin que precise apelación a palabras explicativas, que devienen innecesarias.

    ***
    Pero nos queda una cuestión palpitante, que sangra, aquí y ahora: el del futuro del archipiélago canario.

    Son varios los factores que conviene examinar al respecto el de Canarias y las raíces del alzamiento el de su posición geopolítica y el de la llamada revolución de Trípoli vamos a fijar nuestra atención en cada uno de ellos.


    Canarias y las raíces del alzamiento nacional

    Hay ocasiones en la historia en las que un pueblo se personaliza y radicaliza. El pueblo elegido se personificó en Jesús y se radicalizó en Nazareth. Así, España en un momento dado y con salvedad de todas las distancias, se personalizó en Franco, pero se radicalizó en Tenerife. Y aquel avión ligero -pajarillo del aire- que voló de Tenerife al norte de África, llevó su carlinga a soplo del patriotismo insular, al hombre señero que nos devolvería, con la Patria, el orgullo de ser españoles.

    Y esa raíz que clama la españolía de Tenerife -la antigua y la reciente-, quieren arrancarla y exterminarla los enemigos de España y del Alzamiento.


    Posición geopolítica del archipiélago

    Las islas, en las rutas de todos los mares, tienen, en esa posición geopolítica, su grandeza y su servidumbre. Faros de vigilancia, portaviones gratuitos, depósito de aprovisionamientos, puestos de enlace para el quehacer militar y económico.

    Por eso, las islas fueron siempre objeto de apetencia por parte de las naciones poderosas que aspiran a imponer su influencia. Pensad en Chipre, con respecto a Grecia; en Malta, con relación a Italia; en las vicisitudes de Menorca, como resultado de la guerra española de sucesión.

    Por razones geopolíticas, los bucaneros y piratas al servicio de nuestros adversarios no pusieron el pie en el continente, pero nos arrebataron Jamaica, una parte de la Isabela y las Antillas Menores, en el Mar Caribe.

    Luego, Cuba y Puerto Rico, al terminar el siglo XIX, fueron ocupadas por Norteamérica. Y ahora mismo (1978), Fernando Poo, isla clave en el golfo de Biafra, tras el gobierno títere de Macías, ha pasado de España al más riguroso control soviético.

    Por eso, salen al tapete las Islas Canarias. Están en el capítulo de la disputa, de la influencia, de las zonas de reparto a escala internacional. ¿Y creéis vosotros que los que no dieron ninguna importancia a los pueblos de la Europa del Este a la hora de entregarlos al comunismo, se apiadarán de las Canarias, tendrán una mirada de amor para los españoles? Fríamente harán con nosotros lo que satisfaga a su interés.

    El movimiento independentista canario y el señor Cubillo no son más que el tentáculo, la mano falsa, la mascarilla de combate de una fuerza extrínseca, dispuesta a manejar todos los instrumentos, sin más norma de conducta que su utilidad, sin valores éticos en la conciencia. Porque su juego les hace defender al castellano frente al inglés el Norteamérica, y pedir el aplastamiento por el inglés del castellano, en Filipinas. Son, según les acomoda, reivindicadores, y piden la incorporación de Navarra a Euzkadi, anticolonialista y exigen la independencia de Canarias.

    Promueven manifestaciones contra las centrales atómicas para la producción de energía eléctrica, y pasean, con desprecio para la vida humana, ingenios atómicos por órbitas cercanas a la tierra. Defienden la liberación de los presos políticos y mantienen manicomios y campos de concentración para los disidentes. Exigen el respeto a los derechos humanos pero asesinan impunemente a quien juzgan oportuno. La vieja piratería de los bucaneros vuelve con nombre distinto. Los filibusteros de la horca llevan vestiduras diferentes, pero el propósito es el mismo, como es el mismo el archipiélago canario.

    Yo sé que las islas y los hombres de las islas, sin esa distinción estúpida entre godos y guanches, cumplirán con su deber. Y hablo de la estúpida distinción entre godos y guanches porque los guanches no existen, porque fueron asimilados o incorporados a la cultura de Castilla, y porque los únicos godos de verdad serían, en última instancia, los de estirpe canaria que cuentan entre sus antecesores a quienes vinieron antaño, y no a quienes por uno u otro motivo, han creado aquí, más tarde, su hogar, y aquí comparten penas y alegrías.

    Si para general estímulo sirve de algo, recordad que, gracias al temple y al valor de los tinerfeños, se hizo célebre la derrota del almirante inglés Nelson, en 1797; y que sus banderas, arrancadas con vuestra victoria, aún se guardan -o se guardaban, pues alguien me indicó que las robaron-, más que como recuerdo, como acicate en la iglesia de la Concepción de Santa Cruz.


    La resolución de la O.U.A. ratificando la de su Comité de Liberación, en Trípoli

    Ya está planteado el tema en su dimensión clara. Tal es el fruto de una política internacional absurda, negativa, de una frivolidad sin precedentes. Sobre la misma conviene que hagamos algunas aclaraciones:

    - o el Gobierno (Adolfo Suárez) no sabía nada de lo que estaba en gestación, en cuyo caso está en la inopia;
    - o el Gobierno tenía informes de lo que iba a suceder en Trípoli, y en ese caso, con su silencio, ha engañado al pueblo español y a los canarios.

    Decíamos antes que el abandono del Sahara -al menos tal y como se hizo- fue un error, ya que, con absoluta injusticia, no sólo por parte de España, sino de la ONU, se redujo al silencio la voz de los nativos; en ningún caso, y como último extremo, debió excluirse a Argelia de la negociación, entendiéndonos -como se hizo- con Marruecos y Mauritania. Ello no sólo no ha preservado la paz en el territorio, sino que lo ha mantenido en pie de guerra y ha atizado contra España el encono argelino.

    En cualquier caso, cometido el error, la lealtad y el patriotismo exigen ponerse al lado de España, y la verdad es que el Gobierno Suárez ha mantenido relaciones amistosas con Argelia, no obstante su hostilidad, y que los partidos marxistas que solicitaron la entrega del Sáhara de cualquier modo y en nombre de un pacifismo totalmente insincero, han apoyado y siguen apoyando, hasta en manifestaciones en territorio español, al Frente Polisario. El viaje de Felipe González a Argelia pone de relieve la política de amistad entre polisarios saharauis con apoyo argelino, y los socialistas españoles.

    Detrás de la resolución de la OUA se esconden muchas cosas, y entre ellas: la contestación rápida y contundente sobre supresión de las emisiones por radio de Cubillo, agravando la situación, y el propósito de “descolonizar” el archipiélago, con la fuerza de las armas.

    Esto último supone que, en cualquier momento, con la ayuda de 47 países, con mercenarios o tropas cubanas procedentes de Angola, puede producirse un desembarco en alguna de las islas. A partir de ese momento se hundirá la economía canaria y nos encontraremos en guerra real, puesto que la declaración formal de guerra ya se ha producido.

    Pienso que si la tremenda injusticia de arruinar el archipiélago canario y de arrancarle su constitución hispana se produjera, el guanche de importación, que se llama Cubillo, os traerá cientos de miles de turbantes y botes de pintura negra para que, eso sí, democráticamente, cada uno puede incorporarse al África que más le acomode: o a la azabache, con sus brujos y sus danzas exóticas, o a la islámica, cantando sobre babuchas las salmodias del Corán.

    Es curioso que la OUA sólo esté unida para este tipo de resoluciones. Cuando Angola y Mozambique han caído bajo control soviético; cuando Uganda se estremece cada día y en Etiopía se está consumando un tremendo genocidio; cuando cada país africano es un hervidero de luchas y disensiones; cuando bien puede hablarse de un África desunida y en lucha, la única unión se produce para el apoyo militar a la liberación descolonizadora de Canarias. ¿Qué poderes ocultos se mueven entre bastidores para lograr -sólo a este respecto- la solidaridad de los desunidos?

    Y no se diga que esta solidaridad la quebrantan los votos en contra de Mauritania y de Marruecos, porque la razón de tales votos se encuentra en función de sus intereses y no de la equidad y de la justicia.

    Con el tratado de pesca firmado con Rabat, el Gobierno español, en la línea marcada de claudicaciones, ha renovado los compromisos del entendimiento precedente con el Gobierno marroquí sobre el banco pesquero del Sahara, tradicionalmente canario, reconociendo no sólo la soberanía de Marruecos sobre el mismo, sino renunciando a un patrimonio en cuyo disfrute entra tan sólo en parte, como tolerado y bajo bandera marroquí.

    Las implicaciones de todo género -incluso de orden militar- y las consecuencias económicas del tratado, se harán dolorosamente visibles en un tiempo demasiado breve, y a ese tiempo me remito para confirmar el pronóstico.

    La manifestación solicitada por FUERZA NUEVA para expresar nuestra repulsa por el acuerdo de la OUA se nos acaba de prohibir por el Gobierno. ¿Por qué? ¿Es este el derecho de manifestación tan cacareado? (…)

    ***
    Estamos en tiempo de Cuaresma. En estas tres últimas domínicas contemplamos: las tentaciones en el Desierto, la Transfiguración en el Monte y el Agua viva como don de Dios a la Samaritana. También aquí hay desierto, monte y agua viva.

    ¡Canarios!, rechazad todas las tentaciones, y entre ellas, la de la fatiga, la querella interior o la desgana, al ver a un Gobierno negligente.

    Contemplad a la España metafísica, transformada, hecha de santidad y de heroísmo, forjadora de pueblos, unidad de destino en lo universal.

    Pedid, del pozo de agua viva de tantos ejemplos y de tantas responsabilidades históricas, el don de la fe que sortea y salva todos los peligros, que mueve las montañas.

    Decía Giorgio Almirante: “El que más puede es el que tiene más fe”. La fe es la razón de nuestra victoria, como proclamaba el Apóstol San Juan. Una fe vivificada por el amor, por el amor ascético, empeñado en la perfección de la España que hoy no nos gusta, pero de la que no desertaremos jamás.

    ¡Canarios!: haced una reafirmación de patriotismo. El independentismo es una farsa. Si se produjera, entonces sí que habría una auténtica colonización a través de una república atea, marxista y guanche, verdadero juguete o monigote de guiñol de quienes ahora manejan al grupo apátrida y traidor que la propugna, culpable de tanto crimen impune y de las heridas mortales de Rafael de Valdenebros, el policía armado que sufre ahora en un hospital.

    Termino con este testimonio magistral del patriotismo canario, el de Benito Pérez Galdós. En su discurso de 9 de diciembre de 1900, pronunciado con motivo del homenaje que le rindieron sus paisanos, al publicar su libro “Las bodas reales”, dentro de la tercera serie de los “Episodios”, dijo así:

    Ensanchemos acá y allá nuestros corazones, tengamos fe en nuestros destinos, y digamos y declaremos que no se nos arrancará por la fuerza, como rama frágil y quebradiza, del tronco robusto a que pertenecemos. No creamos ni aun en la posibilidad de que pueda haber una mano extranjera con poder bastante para cortarnos o desgajarnos, y hacer de nuestro archipiélago una lanza que no sea española. Nosotros, los más chicos, seamos los más grandes en la firmeza y vigor de las resoluciones; nosotros, los últimos en fuerza y en abolengo histórico, seamos los primeros en la confianza, como somos los primeros en el peligro; nosotros, los más distantes, seamos los más próximos en el corazón de la patria. Seamos, pues, los primeros y más fervorosos creyentes, y declaremos que el archipiélago canario, centinela avanzado de España en medio del océano, conoce bien las responsabilidades de su puesto, y en él permanecerá siempre firme, vigilante, sin jactancia ni miedo, confiado en sí mismo y en su derecho, sintiendo en su alma todo el fuego del alma española”.

    ¡Viva Canarias!
    ¡Viva Cristo Rey!
    ¡Arriba España!

    (*) Dos discursos de Blas Piñar en Canarias (Enero 1976), ver:

    - En Las Palmas: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    - En Puerto de la Cruz, Tenerife: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")



    Última edición por ALACRAN; Hace 3 semanas a las 13:17
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