En un principio iba a realizar yo la critica, pero quizas me haya podido la dejadez y he decidio que mejor coloco varios articulos acerca de esta obra, la cual yo calificaria de combate, pero no de combate fisico, si no desde la optica de la logica y el intelecto, un autentico disfrute para los sentidos y principalmente para el que parece faltar mas en estos dias, el sentido comun. Si es verdad que la obra invita a la reflexion , lo que junto a su punto de vista inteligente y divertido, es de agradecer.
El unico tema que si me gustaria tratar el la sorprendente similitud que en la mayoria de los casos expuestos por el autor (años 20 y años 30) tiene con la realidad actual, sobre todo uno que a mi precisamente me llego; el autor trata de la conversion y en varios de los ensayos explica su personal camino hacia la Fe verdadera, lo que resulta muy llamativo si uno ha vivido una "re-conversion" como es mi caso, por que por ejemplo yo naci en el seno de una familia catolica, pero durante la adolescencia me fui apartando de la fe, pero a medida que existe un proceso de maduracion personal , en mi caso fui abrazando mas fuertemente el catolicismo, y el resultado cotejado con la experiencia de Chesterton es de una similitud extraordinaria. Sobre todo si alguno ha sufrido este proceso, tenga en cuenta que disfrutara como un infante con su lectura.
Si alguien no la ha leido le invito a que lo haga, pues nunca se arrepentira.
POR QUÉ SOY CATÓLICO
La apologética de Chesterton
Por Alfonso García Nuño
En los albores del cristianismo, el estado de opinión en contra de la naciente religión no tenía apoyo en ninguna argumentación literaria sólida, y muchos de los cargos que corrían de boca en boca eran falaces e incluso disparatados.
Frente a este estado de cosas surgieron algunos de los primeros escritores cristianos, los llamados Padres Apologetas: San Justino, Arístides, Taciano, Atenágoras, Hermias, Teófilo de Antioquía, etc. Sorprende lo temprano que aparecen autores cristianos de nivel, la confianza que tienen en la razón humana y el sólido uso que hacen de ella desde la fe.
En un ambiente y una época muy distintos, la Inglaterra del primer tercio del pasado siglo, Gilbert K. Chesterton (1874-1936) se convirtió al catolicismo, y, en medio de un ambiente mayoritariamente anglicano, su pluma dio razón del porqué de ese crucial paso. Sus escritos religiosos más importantes entre 1922 –año en que entra en la Iglesia católica– y 1935 acaban de aparecer en un volumen bajo el común título de Por qué soy católico. En él, desbordando inteligencia y buen humor, no solamente encontramos un apreciable número de ensayos con una mirada penetrante, sino una forma muy personal de hacer apologética que acaso tenga algo que decir al españolito que se ve rodeado de un ambiente hostil –pese al reconocimiento teórico de libertades constitucionales varias– y se encuentra en el brete de dar razón de sus creencias en un país en el que antes se daban por supuestas.
Este simpático inglés lleva, entre líneas, al lector católico hispano a un descubrimiento –en el supuesto de que no lo haya descubierto ya– contrario a las apariencias de la cultura dominante. Que el suelo sobre el que pisa es racionalmente infinitamente más sólido que el de los culturetas y rebeldes de portada; ni la propaganda ni la burlesca intimidación son argumentos, acaso, más bien, síntomas de debilidad y hasta ignorada petición de ayuda. Y nuestro autor lo hace no solamente por su aguda agilidad racional, sino porque nos regala distancia. Para ver las cosas con perspectiva hay que dar un paso atrás. Y Chesterton, que no viene del catolicismo, sino que llega a él; que no es español, sino inglés; que no es de hoy, sino de ayer, nos da reduplicadamente algo propio de la inteligencia: tomar distancia de las cosas.
Saturados de relativismo como estamos en nuestro entorno, resulta una bocanada de aire fresco leer que alguien, como cimiento para su vida, reflexión y profesión literaria, parta de aquí: "La dificultad de explicar 'por qué soy católico' radica en el hecho de que existen diez mil razones para ello, aunque todas acaban resumiéndose en una sola: que la religión católica es verdadera". No que a él le parezca o que opine que… o que le resulte ser la más razonable, sino que es verdadera. La verdad no es algo que dependa de la creatividad o el punto de vista de alguien, sino que es algo que se acoge; y, desde ahí, queda uno por ella definido: "La conversión es reconocimiento de que la verdad es independiente del que la busca. Y sin embargo su descripción deberá ser la autobiografía de un buscador de la verdad".
Por eso, estos ensayos son sumamente vitales y apasionados. El lector no se va a encontrar con una batería de argumentos con los que pertrecharse para poder batirse en la oficina, o con arengas doctrinarias, sino con alguien que confía en la razón que está fundada en la verdad. Chesterton no tiene ideas, aunque las hay a raudales por cualquier esquina del libro, sino que es tenido por la verdad, se deja coger por ella: su seguridad está ahí y no en la rigidez y violencia del fanático. De modo que cuando se pone a dialogar con los acontecimientos del día a día que le salen al paso demandándole una respuesta, le manan a borbotones las razones que le piden las más variadas circunstancias; lo que podría parecer una amenaza de derrota se convierte en ocasión para manifestar lo que da sentido a su vida y a la de cualquier otro hombre.
Y como no se siente inseguro, sino asegurado, su discurso en vez de ser reaccionario es dialogante, en vez de ser defensivo es posibilitante para el otro, para que salga de donde está y vaya más allá. Lo que no quiere decir que cuando crea que tenga que decir no deje de hacerlo. Las palabras sobre el protestantismo y sus distintas corrientes, el cientifismo, el progresismo, el capitalismo exacerbado, el fascismo o el comunismo son muy duras, pero nunca agresivas o en busca de la derrota del otro.
Todo el libro es una invitación a confiar en la razón, a confiar en que el hombre puede buscar, encontrar y manifestar a los demás la verdad. Pero que Chesterton confíe en la razón no quiere decir que ésta sea absoluta, o que no haya un conocimiento más profundo: "Un católico es una persona que ha reunido coraje suficiente para afrontar la idea inconcebible e increíble de que pueda existir alguien que sepa más que él". Y claro, para nuestro autor, ese alguien no es precisamente otro hombre como él. ¿Se referirá a Dios? No en primer término. Sorprendentemente para el autosuficiente hombre posilustrado, a quien más remite Chesterton es a la Iglesia.
G. K. CHESTERTON: POR QUÉ SOY CATÓLICO. El Buey Mudo (Madrid);
Por qué soy católico
Alguna de las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan se ha dirigido a mí en estas fechas, en solicitud de una recomendación libresca. Me permito aconsejarles que no dejen de regalar (o de regalarse) el suculento libro Por qué soy católico, publicado recientemente por la editorial El Buey Mudo, donde se reúnen los escritos apologéticos de Gilbert Keith Chesterton tras su conversión al catolicismo.
Decir «escritos apologéticos» puede inducir a confusión, pues uno enseguida se imagina una literatura árida, erizada de espinosas cuestiones teológicas, abrumada de indigestas abstracciones y mecánicamente zaherida por el sonsonete o latiguillo de la llamada a la conversión; pero en estos ensayos de Chesterton nada hay de mecánico o indigesto o espinoso, porque aquel gordo genial tenía la virtud de convertir el catecismo en una novela de aventuras y la teología en una intrépida epopeya. Decía el gran Leonardo Castellani que Chesterton tuvo «la sabiduría del anciano, la cordura del varón, la combatividad del joven, la petulancia del muchacho, la risa del niño y la mirada asombrada y seria del bebé»; y toda esta munición de cualidades conforma una escritura luminosa, incisiva, capaz de entrometerse en los dobladillos de las medias verdades para delatar su fondo de oprobiosa y mugrienta mentira, capaz de desvelar la verdad oculta de las cosas, sepultada entre la chatarra de viejas herejías que nuestra época nos vende como ideas nuevas.En algún pasaje de este libro formidable Chesterton afirma que «la conversión llama al hombre a estirar su mente igual que quien despierta de un sueño se siente impulsado a estirar los brazos y las piernas». Este estiramiento mental permite a Chesterton abordar los asuntos de su época (que son, con pocas variantes, los asuntos de cualquier época) desde perspectivas inéditas, haciendo uso de una «vista de águila» que deslumbra por su sagacidad, por su novedad, por su indesmayable originalidad; y es que la fe de Chesterton nunca es una creencia enclaustrada en sus dogmas, sino derramada sobre el anchuroso mundo, deseosa de dilucidar todos los conflictos que el mundo propone. Fe encarnada, en fin; y encarnándose en las cosas acaba alumbrando su sentido más recóndito y cabal. Creo que la razón por la que hoy no existe en el ámbito católico un escritor de la talla de Chesterton es precisamente porque los católicos hemos convertido nuestra fe en algo doctrinario que se enquista en las cosas, en lugar de alumbrarlas por dentro; y, al renunciar a una fe encarnada, el católico cae en la trampa de abordar las cosas desde los presupuestos «ideológicos» al uso, sobre los que incorpora, a modo de pegote o excrecencia, su fe doctrinaria, que así se muestra rígida o inmovilista a los ojos de nuestra época.
Contra esa visión inmovilista de la fe se rebela Chesterton en cada una de las setecientas páginas de este volumen asombroso. Y así nos muestra la incesante novedad de la fe católica, en cuyo acervo encuentra siempre explicaciones novedosas (explicaciones eternas) que desenmascaran la caducidad y contingencia de las tendencias modernas. En Por qué soy católico, Chesterton nos demuestra que la única manera de evitar el estancamiento mental consiste en enseñar a los hombres a ampliar sus miras, para que sean capaces de mirar más lejos y a más largo plazo; y así se revela como un maestro que no sólo estimula nuestra inteligencia, sino que la abraza, la sustenta, la vigoriza, la dota de un andamiaje robusto y, a la vez, la impulsa por caminos nunca trillados. Esta vigorosa expansión de la inteligencia que ilumina las cosas en apariencia más dispares se la proporciona a Chesterton una fe encarnada y unificadora; luego, claro está, hace falta saber escribir como Chesterton, pero para eso hay que estar tocado por la Gracia. A las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan les recomiendo que no dejen pasar por su pueblo a los Reyes Magos sin que les procuren su ejemplar de Por qué soy católico.
Por qué soy católico
Publicado por Juan Manuel de Prada el 4 de Enero de 2010 en Cultura y Libros.
Publicado en ABC.es: Noticias de España y del mundo - ABC.es
¿Por qué soy Católico? de G.K. Chesterton
10 Septiembre 2009 por unavocecba
La dificultad de explicar “por qué soy un católico”, es porque hay mil razones que se juntan en una sola: El Catolicismo es Verdadero. Podría llenar todo mi espacio con distintas frases en que cada una partiera con las palabras: “Es la única cosa que…” Como por ejemplo. Es la única cosa que realmente previene al pecado de ser un secreto. Es la única cosa en la que el superior no puede ser superior; en el sentido displicente. Es la única cosa que libera al hombre de la degradante esclavitud de ser un hijo de su época. Es la única cosa que habla como si fuera la Verdad; como si fuera el verdadero mensajero que se rehúsa a alterar el verdadero mensaje. Es el único tipo de Cristianismo que realmente contiene a todo tipo de hombre; incluso al hombre respetable. Es el único gran intento por cambiar al mundo desde adentro; trabajando a través de las voluntades y no de la ley; y así sigue.
O podría trata el asunto personalmente y describir mi propia conversión; pero sucede que tengo un fuerte sentimiento de que este método hace ver el asunto mucho mas pequeño de lo que realmente es.
Numerosos hombres, mucho mejores, han sido sinceramente convertidos a religiones mucho peores. Yo preferiría mucho mas tratar de decir aquí sobre la Iglesia Católica precisamente las cosas que no se pueden decir incluso de sus respetables rivales.
En fin, voy a decir precisamente respecto de la Iglesia Católica que es católica. Me gustaría tratar de sugerir que no es solamente más grande que yo, sino que más grande que cualquier cosa en el mundo; que es, de hecho, más grande que el mundo. Pero como este espacio es corto, y solo puedo tomar una sección, la voy a considerar en su capacidad de ser guardiana de la Verdad.
El otro día un bien-conocido escritor, en otro sentido bien-informado, dijo que la Iglesia Católica es la enemiga de las nuevas ideas. Es probable que no se le ocurriera que su propio comentario no era exactamente de la naturaleza de las nuevas ideas. Es una de las nociones que los católicos tienen que estar continuamente refutando, porque es una muy vieja idea. De hecho, aquellos que se quejan que el catolicismo no puede decir nada nuevo, rara vez piensan que es necesario decir cualquier cosa nueva sobre el catolicismo. En cuanto a los hechos, un verdadero estudio de la historia demostrará que es curiosamente contrario a los hechos. En cuanto a que las ideas son realmente ideas, y en cuanto a que cualquiera de esas ideas puede ser nueva, los católicos continuamente han sufrido por apoyar esas ideas cuando realmente eran nuevas; cuando eran demasiado nuevas para encontrar a cualquier otro que las apoyara. El Católico no solo era el primero en el campo, sino que estaba sólo en el campo; y ahí no había nadie que pudiera entender lo que él allí había encontrado.
De esta manera, por ejemplo, cerca de doscientos años antes de la Declaración de Independencia y la Revolución Francesa, en una era devota al orgullo y alabanza de príncipes, el Cardenal Bellarmino y Suárez el Hispano lograron explicar lucidamente toda la teoría de la democracia real. Pero en la era del Derecho Divino ellos solo dieron la impresión de ser unos sofistas y sanguinarios Jesuitas, arrastrándose con dagas para efectuar el asesinato del rey. Y, de nuevo, el Cauists de los colegios católicos dijo todo lo que realmente se puede decir para las obras problemáticas y las novelas problemáticas de nuestro propio tiempo, doscientos años antes de que fueran escritas. Ellos dijeron que realmente hay problemas de conducta moral; pero ellos tuvieron el infortunio de decirlo dos mil años muy adelantados. En un tiempo de gran (tub.thumping) fanatiquismo y libre y fácil vituperio, casi logran que les llamen mentirosos y (shufflers) por ser psicológicos, antes de que la psicología estuviera de moda. Sería fácil dar otros numerosos ejemplos hasta el tiempo presente, y el caso de que hay ideas que todavía son muy nuevas para ser comprendidas. Hay pasajes de la “Encíclica Laboral” del Papa León XII {también conocida como Rerum Novarum, publicada en 1891} que sólo ahora están empezando a ser usadas como pistas para los movimientos sociales mucho más nuevos que el socialismo. Y cuando el Sr. Belloc escribió acerca del Estado Servil, él avanzó una teoría económica tan original que difícilmente alguien se ha dado cuenta qué es. Una cuantas centurias más adelante, probablemente otras personas las repitan, y la repitan mal. Y después, si los Católicos objetan, sus protestas serán fácilmente explicadas por los bien conocidos hechos de que los Católicos nunca se han interesado por nuevas ideas.
Sin embargo, el hombre que hizo el comentario sobre los Católicos quería decir algo; y es solamente justo para él, el entenderlo mas bien claramente de cómo él lo dijo.
Lo que él quiso decir era que, en el mundo moderno, la Iglesia Católica es, de hecho, la enemiga de muchas modas influenciables; muchas de las cuales todavía proclaman el ser nuevas, aunque muchas de ellas están empezando a ser un poco rancias. En otras palabras, en cuanto a lo que quiso decir, que la Iglesia usualmente ataca lo que el mundo en cualquier momento apoya, estaba perfectamente en lo cierto. La Iglesia usualmente se pone en contra de las modas de este mundo que pasan de moda; Y ella tiene experiencia suficiente para saber como cuan rápido pasaran de moda. Pero para entender exactamente lo que esto envuelve, es necesario más bien tomar un punto de vista más amplio y considerar la finalidad natural de las ideas en cuestión, considerar, por así decirlo, la idea de la idea.
Nueve de cada diez de las ideas que llamamos nuevas son en realidad viejos errores. La Iglesia Católica tiene por una de sus principales obligaciones el prevenir a la gente que cometa esos viejos errores; de cometerlos una y otra vez para siempre, como la gente siempre hace cuando se las deja a ellas solas. La verdad sobre la actitud Católica respecto a la herejía, o como algunos dirían, hacia la libertad, puede ser mejor expresada, a lo mejor, usando la metáfora de un mapa.
La Iglesia Católica lleva una especie de mapa de la mente que se parece mucho a un mapa de un laberinto, pero que de hecho es una guía para el laberinto. Ha sido compilada por el conocimiento, que incluso considerándolo como conocimiento humano, no tiene ningún paralelo humano.
No hay ningún otro caso de una continua institución inteligente que haya estado pensando sobre pensar por dos mil años. Su experiencia naturalmente cubre casi todas las experiencias, y especialmente casi todos los errores. El resultado es un mapa en el que todos los callejones ciegos y malos caminos están claramente marcados, todos los caminos que han demostrado no valer la pena por la mejor de las evidencias; la evidencia de aquellos que los han recorrido.
En este mapa de la mente los errores son marcados como excepciones. La mayor parte de el consiste en patios de recreos y felices lugares de caza, donde la mente puede tener tanta libertad como quiera; sin mencionar cualquier numero de terrenos de batalla intelectuales donde la batalla esta indefinidamente abierta e indecisa. Pero definitivamente toma la responsabilidad de marcar ciertos caminos que llevan a ninguna parte, o que te llevan a la destrucción, a una muralla en blanco, o a un precipicio total.
Por estos medios, previene a los hombres de perder el tiempo o perder la vida por caminos que han sido encontrados fútiles o desastrosos una y otra vez en el pasado, pero que puede, por lo demás, atrapar a viajeros una y otra vez en el futuro. La Iglesia se hace responsable de prevenir a su gente en contra de esto: y respecto a esto depende el verdadero problema del caso.
Ella defiende dogmáticamente a la humanidad de sus peores enemigos, esos anticuados, horribles y devoradores monstruos que son los viejos errores.
Ahora, todos estos falsos problemas tienen una forma de parecer bastante frescos, especialmente para nuestra nueva generación. Su primera declaración siempre suena inofensiva y plausible.
Voy a dar sólo dos ejemplos. Suena inofensivo decir, como la mayoría de la gente moderna ha dicho: “Las acciones son solamente malas cuando son malas para la sociedad” Siguiendo esto a cabalidad, tarde o temprano tu vas a tener la inhumanidad de una colmena o una ciudad pagana, estableciendo la esclavitud como el mas barato y seguro medio de producción, torturando a los esclavos por evidencia porque los individuos son nada para el Estado, declarando que un hombre inocente debe morir por el pueblo, como hicieron los asesinos de Cristo. Entonces, a lo mejor, vas a volver a las definiciones Católicas, y encontraras que la Iglesia, que mientras también dice que es nuestro deber trabajar para la sociedad, dice otras cosas además que prohíben la injusticia individual.
O denuevo, suena bastante piadoso decir “Nuestro conflicto moral debe terminar con una victoria de lo espiritual sobre lo material” Siguiendo esto a cabalidad, terminaras en la locura de los Maniqueos, diciendo que el suicidio es bueno porque es un sacrificio, que una perversión sexual es buena porque no produce vida, que el demonio hizo el sol y la luna ya que son materiales. Entonces pondrías comenzar a suponer por que el Catolicismo insiste en que hay espíritus malos al igual que hay espíritus buenos; y que lo material también puede ser sagrado, como en la Encarnación o en la Misa, en el Sacramento del Matrimonio o en la Resurrección del Cuerpo.
Ahora no hay otra mente corporativa en el mundo que actúe de ésta manera para prevenir a las mentes se encaminen al error.
El policía viene muy tarde, cuando trata de prevenir al hombre de que se vuelva malo. El doctor viene muy tarde, porque el sólo viene a buscar a un loco, no a advertir a uno sano en como no volverse loco. Y todas las demás sectas y escualas son inadecuadas para tal propósito. Esto no es porque cada una de ellas pueda no contener una verdad, sino que precisamente porque cada una de ellas contiene una verdad; y se contente con contener una verdad. Ninguna de esas otras en verdad pretende contener la verdad. Ninguna de las otras en realidad pretende esta mirando en todas las direcciones al mismo tiempo. La Iglesia no esta meramente armada contra las herejías del pasado, ni siquiera las del presente, sino igualmente contra las del futuro, que pueden ser exactamente lo opuesto a la del presente.
Catolicismo no es ritualismo; puede que en el futuro esté luchando contra una suerte de supersticiosa e idolatra exageración de un ritual. Catolicismo no es ascetismo; en el pasado ha estado una y otra vez en contra de la fanática y cruel exageración del ascetismo. Catolicismo no es meramente misticismo; está incluso ahora defendiendo a la razón humana contra el misticismo de los Pragmáticos.
Así, cuando el mundo se transformó en Puritano en el siglo diecisiete, la Iglesia estaba cargada con pujante caridad hasta el punto del sofismo, al hacer todo más fácil con la permisividad de lo confesional.
Ahora el mundo no se esta volviendo Puritano sino Pagano, es la Iglesia la que esta en todas partes protestando contra el relajo Pagano del vestir y los modales. Es hacer lo que los Puritanos quieren hecho cuando realmente lo quieren. Con toda probabilidad, todo lo que es bueno en el Protestantismo va a sobrevivir en el Catolicismo; y en el sentido de que todos los Católicos van a seguir siendo Puritanos cuando los Puritanos se vuelvan Paganos así, por ejemplo, Catolicismo, en un sentido pocamente entendido, se mantiene fuera de la disputa como el Darwinismo en Dayton. Se mantiende fuera debido a que está en alrededor de todo, como una casa se para toda alrededor de dos incongruentes piezas de muebles.
No es una sectaria presunción el decirlo antes y después y mas allá de todas estas cosas en todas las direcciones. Es imparcial en la pelea entre los Fundamentalistas y la teoría del Origen de las Especies, porque va más atrás que el origen de ese Origen; porque es más fundamental que los Fundamentalistas. Sabe de donde viene la Biblia. También sabe a donde van la mayoría de las teorías de la Evolución, sabe que hubo muchos otros Evangelios, y que los otros solo fueron eliminados por la autoridad de la Iglesia Católica. Sabe que hay otras muchas teorías de la evolución además de la teoría Darwiniana; y que está última es bastante probable que sea eliminada por los avances científicos. No acepta, en el sentido convencional de la frase, las conclusiones de la ciencia, por la simple razón que la ciencia no ha concluido. Concluir es callarse; y el hombre de ciencia no es para nada probable que se calle. No cree, en el sentido convencional de la frase, “lo que la Biblia dice”, por la simple razón de que la Biblia no dice nada. No puedes poner a la Biblia en el estrado de los testigos y preguntarle que es lo realmente quería decir. La controversia Fundamentalista por si misma destruye al Fundamentalismo. La Biblia por si sola no puede ser una base para el acuerdo cuando es ella misma la causa del desacuerdo; no puede ser el piso común de los Cristianos cuando algunos la toman alegóricamente y otros literalmente. Los Católicos se refieren a algo que puede decir algo, a la viviente, consistente y continua mente de la cual yo he hablado; la mente más grande del hombre guiada por Dios.
Cada momento incrementa en nosotros la necesidad moral de una mente inmortal como esa. Debemos tener algo que siga sosteniendo las cuatro esquinas del mundo, mientras nosotros hacemos nuestros experimentos sociales o construimos nuestras Utopías. Por ejemplo, debemos tener un acuerdo final, aunque sea en la evidente hermandad humana, que resista alguna reacción de la brutalidad humana. Nada es mas probable ahora que la corrupción del gobierno representativo llevará, todo a la vez, al rico rompimiento suelto, y pisoteando todas las tradiciones de igualdad con mero orgullo pagano. Debemos tener lo evidente en todas partes reconocido como verdad. Debemos prevenir la mera reacción y la lúgubre repetición de viejos errores. Debemos hacer al mundo intelectual seguro para la democracia. Pero en las condiciones de la mentalidad anárquica moderna, ni siquiera ese o cualquier otro ideal esta a salvo, así como los Protestantes apelaron de sacerdotes a la Biblia, y no se dieron cuanta de que la Biblia también podía ser interrogada, así que los republicanos apelaron de los reyes al pueblo, y no se dieron cuenta de que el pueblo también podía revelarse. No hay término para la disolución de ideas, la destrucción de todas las pruebas de verdad, que ha surgido, posiblemente, desde que el hombre ha abandonado el intento de guardar una central y civilizada Verdad, de contener todas las verdades y rastrear y refutar todos los errores. Desde entonces, cada grupo a tomado una verdad y a gastado su tiempo en volverla falsedad. Hemos tenido nada más que movimientos; o, en otras palabras, monomanías. Pero la Iglesia no es un movimiento sino un lugar de encuentro; lugar de encuentro de toda la verdad en el mundo.
lunes, 3 de abril de 2017
CHESTERTON, EL INTELECTUAL QUE ANTE LO ABSURDO DEL ANGLICANISMO SE HIZO CATÓLICO
por Javier Navascués
Pinceladas de su vida narradas con sus mismas frases
A Gilbert Keith Chesterton nunca le convenció el protestantismo. Buscó la Verdad hasta encontrarla en la Iglesia Católica. Nunca se sintió a gusto en el ambiente protestante de su juventud. Se rebeló profundamente contra él, intuyendo que allí no estaba la verdadera Iglesia de Cristo. “Sólo quien nada a contracorriente tiene la certeza de estar vivo”.
Chesterton al igual que otros muchos intelectuales como Edith Stein, Alexis Carrell, André Frossard…buscó la Verdad con seriedad y rigor y la halló en la Iglesia Católica. Allí se sintió realmente libre y encontró la fe muy razonable. Afirmaba que “la Iglesia nos pide que al entrar en ella nos quitemos el sombrero, no la cabeza”. Encontró una solidez de pensamiento y una lógica aplastante, algo que nunca vio en el fanatizado mundo protestante. “Por todo ello merece la pena señalar que es el católico el único que logra pensar por su propia cuenta”
Descubrió grandeza y veracidad de la Iglesia Católica frente a la pequeñez de miras y falsedad del protestantismo. El mismo diría que “la mediocridad consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta”. Él no fue mediocre, pues supo ver la grandeza de la Iglesia que había seducido a otros intelectuales de referencia como el Cardenal Newman.
Intuía que la Iglesia Católica, entonces con sus casi 2000 años de Historia, había superado numerosas herejías y errores y seguía siendo fiel al mandato de Cristo. “No hay ningún otro caso de una institución inteligente que haya estado pensando sobre pensar durante dos mil años. Su experiencia cubre casi todas las experiencias y casi todos los errores. El resultado es un mapa en el que todos los callejones ciegos y malos caminos están claramente marcados”.
Para muchos Chesterton es el arquetipo del periodista católico por coherencia de pensamiento y lucidez. Es un modelo interesante, ya que su conversión viene del mundo protestante. Siempre le parecían muy sectarios e infundados los ataques a la Iglesia y decidió investigar por su cuenta en un arduo proceso de búsqueda por la Verdad. Se da cuenta de “que no necesita una religión que tenga razón cuando él tiene razón. Lo que necesita es una religión que tenga razón cuando él esté equivocado”.
Será uno de los autores más lúcidos y prolíficos de la primera mitad del siglo XX. Su fe fue creciendo y madurando con el tiempo. A este respecto tiene una frase genial: Cuando era joven creía en Dios, ahora sólo creo en Dios.
Chesterton cultivó, entre un gran número de géneros (el ensayo, la narración, la biografía, la lírica, el periodismo y el libro de viajes). Desde su profunda vida de fe estaba convencido de la Verdad de Evangelio, que iluminaba todo lo que escribía: “Ningún hombre debería escribir a no ser que estuviese convencido de que él está en posesión de la verdad y otro hombre está en el error. A este mismo respecto escribió que la tolerancia es la virtud del hombre sin convicciones.
Su personaje más famoso fue el Padre Brown. Se trata de un sacerdote católico de gran perspicacia psicológica, que acaba siendo un formidable detective. Es muy aleccionadora la anécdota en la cuál el Padre Brown desenmascara a un delincuente que se hacía pasar por sacerdote porque predicaba contra la razón. “Ese no puede ser un sacerdote católico” dijo el Padre Brown.
En Chesterton hay una gran armonía entre la fe y la razón. Para él hay dos razones fundamentales que pueden llevar a una persona a la conversión: La primera es que se crea que en la fe católica, anida una verdad firme y objetiva, que no dependa de las opiniones personales. La segunda es que la persona aspire a liberarse de sus pecados, ya que no existe ninguna otra religión que realmente pueda librarnos de los pecados y nos permita empezar de nuevo como si jamás hubiéramos pecado.
Chesterton es un intelectual que frente a los errores de la modernidad destaca los valores de la Tradición y del mundo clásico. Ofrece un testimonio lúcido y coherente de fe frente a un mundo nihilista y sin rumbo: “Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa”
Escribe siempre desde una perspectiva católica: para él, el catolicismo es la llave que permite descubrir los misterios de Dios, porque hace encajar las distintas piezas, como afirma en su Autobiografía. “Los enigmas de Dios son más satisfactorios que las soluciones de los hombres”. Los dogmas no limitan, al contrario marcan un camino hacia la verdad y la plenitud: “Si Dios no existiese, no existirían los ateos”.
Para Chesterton la Iglesia Católica es la única verdadera y fuera de ella no puede haber salvación. A este respecto afirmaba que no se puede condescender con el error: “Quien no odia el error, no ama la verdad”.
Fuente: Adelante la Fe
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