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Tema: Testimonios de conversos

  1. #21
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    Re: Testimonios de conversos

    Conversión de John Moody

    "Crecí en la Iglesia episcopal pero la abandoné (…) me dediqué a estudiar las más diversas formas del protestantismo. Luego pasé al panteísmo (…) A los treinta años dejó de satisfacerme el panteísmo y (...) me refugié en la Filosofía y conocí a William James y sus adeptos. Desde entonces dejé a un lado toda fe. Era, como solemos decir, un modernista. El año 1900 fue el filósofo Spencer el hombre en que yo basé mi concepción del universo. Después de él vino W. James, para ser pronto sustituido por Jorge Santayana. Vino luego Bergson y, tras él, Freud con su psicoanálisis, que echó por la borda mis ideas anteriores.

    Hacia el año 1920 había llegado a un punto en que la filosofía moderna me parecía una obra vana. No sabía qué creer. No tenía respuesta ninguna ante la vida y me encontraba en aquella situación a la que llegan la mayor parte de los hombres que son por naturaleza algo críticos. Se tiene la sensación de moverse en un círculo vicioso y de que nunca se llegará al fin.

    El error está, sin duda, en que el hombre corriente, que no es ningún especialista, se inclina demasiado a creer en autoridades que se han constituido como tales por sí mismas. (…)

    De los tiempos de mi actividad en la banca, recordaba a algunos potentados que yo veneraba. Pasados los años, vi las debilidades de estos poderosos de Wall Street. Comprobé que la mayor parte de estos grandes hombres, tanto economistas como políticos, más tarde o más temprano, dejaban ver que no eran más que "polillas” (...)

    Estando yo en esta disposición de ánimo, vino a mis manos el libro “Ortodoxia”, de Chesterton. En este libro aprendí la ridiculez de la filosofía moderna. Pero, en mi interior, pensaba: Tiene que haber alguna respuesta ante la vida. ¿Dónde será posible encontrarla?

    Comprendí que esta respuesta no podía encontrarse en los diversos sistemas religiosos a que yo había pertenecido sucesivamente. ¿Dónde estaba la respuesta? Sólo había dejado de buscarla en el catolicismo ¿Por qué? Porque tenía prejuicios contra la Iglesia Católica. Se me había enseñado que el catolicismo era una cosa a la que no se debía prestar la menor atención.

    Así pasaba el tiempo y, mientras tanto, había traspasado ya los cincuenta años, desilusionado de todo lo que había probado. No obstante, seguí buscando una respuesta a la vida, y pronto había de recibirla (…) cayó en mis manos el libro de Fulton Sheen: “Dios y la Razón”. En este libro encontré, en primer lugar, un análisis de la filosofía moderna, y esto era precisamente lo que me convenía. Luego encontré en él una exposición de la filosofía de Santo Tomás de Aquino. (…) La exposición de la filosofía del Aquinate me subyugó. Pronto comencé a reunir una biblioteca de filosofía escolástica, (…) Cuando quise darme cuenta, me encontré estudiando a San Agustín y abismado en la Teología.

    Hacia el año 1931 tenía ya unas seis estanterías llenas de literatura católica. Por entonces sabía ya que iba a hacerme católico, pero quería tomar las cosas con calma. Aún visité a tres cultos predicadores protestantes y les rogué que me rebatieran mis objeciones. Después que los hube puesto en aprieto, acabaron por decirme: “Usted pertenece a la Iglesia Católica. Haga por entrar en ella lo más pronto posible”. (…) Si alguien me preguntara cómo había venido a parar a la Iglesia católica, le contestaría: “Por medio de Santo Tomás”.

    Hace sólo nueve meses (en 1933) que soy católico; pero puedo decir, en verdad, que durante estos nueve meses he disfrutado de una paz como nunca la había conocido. Estoy completamente convencido, y lo estaré siempre, de que la Iglesia católica es la única que da la respuesta a nuestra vida. Digo esto como hombre que durante cuarenta años probó toda clase de temas religiosos y filosóficos; y repito que sólo en la Iglesia católica se recibe una respuesta determinada ante la vida."

    “Ateos famosos convertidos Tomo II” - Padre Ángel Peña O. A. R.

  2. #22
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    Re: Testimonios de conversos

    “[San Maximiliano Kolbe escribe:] Hace unos días vino una señora para pedirme que fuera a un enfermo que no quería confesarse. Había ido ya el sacerdote don H. , el cual me había enviado a aquella señora, ya que sus tentativas habían fracasado.

    - ¿El enfermo ora a la Virgen rezando al menos un avemaría al día? -le pregunté.
    - Se lo propuse, pero él contestó que no cree en la Virgen.
    - ¡Se lo ruego, llévele esta medallita! -dije yo dándole una medalla milagrosa- ¡Quién sabe si la aceptará por respeto a usted y permita que se la ponga al cuello!
    - La aceptará por respeto a mí.
    - Bien, llévesela y ruegue por él; por mi parte trataré de ir a visitarlo.

    Entretanto me encontré con don H. , quien me comentó: “Fui a ver al enfermo como si se tratara de una persona conocida, sin embargo no conseguí nada. Le ruego a usted que vaya también. Tengo que añadir que el enfermo es una persona culta; acaba de terminar los estudios universitarios de silvicultura”.

    No mucho tiempo después, aquella señora regresó para decirme que el enfermo estaba empeorando y que sus padres, que estaban junto a él, no se preocupaban de llamar a un sacerdote por temor de impresionarlo. Pensaba para mí: “El enfermo no desea un sacerdote y sus padres tampoco: ¿merece la pena ir?”. Pese a todo, fui, aunque en lo profundo de mi alma me atormentaba la duda sobre el resultado de la visita. La única esperanza estaba en la medallita que el enfermo tenía consigo.

    Durante el trayecto recé el rosario. Después de un penoso camino llamé a la puerta del hospital. Me acompañaron enseguida al pabellón de enfermedades contagiosas, donde se encontraba el enfermo. Me senté junto a su cama y empecé una conversación. Me enteré de su estado de salud, pero en breve la conversación se centró en temas religiosos. El enfermo me manifestaba sus dudas y yo trataba de aclarárselas. Durante la conversación vi en su cuello un cordoncito azul, precisamente el de la medallita. “Tiene la medalla -pensé- entonces la batalla está ganada”. De improviso el enfermo me dice:

    - Padre, ¿podríamos llegar a la conclusión?
    - Entonces, ¿usted quiere confesarse? -le pregunto.

    Por toda respuesta un llanto copioso trastornó su pecho enflaquecido... Los sollozos duraron un buen rato. Cuando el enfermo se calmó, inició la confesión. Una vez recibido el Viático y la unción de los enfermos, el enfermo quiso manifestarme su agradecimiento, abrazándome y besándome. No obstante el peligro de infección de la enfermedad, le di de buen agrado el beso de paz. ¡Gloria a la Inmaculada por esta victoria!”

    “Maximiliano Kolbe” - Padre Ángel Peña O. A. R.

  3. #23
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    Re: Testimonios de conversos

    “Un día fue a buscarme una señora y me rogó con grande empeño que fuese a visitar a cierto enfermo próximo a morirse. Tratábase de una persona muy importante en la masonería, que se había negado a recibir a cuantos sacerdotes intentaron confesarlo, y sólo a duras penas consintió en que llamase a Don Bosco. Yo fui allá; pero apenas entré en la habitación y cerré la puerta me dijo reuniendo todas las fuerzas que le quedaban: -¿Viene usted como amigo o como sacerdote? ¡Ay de usted si llega a nombrarme siquiera la palabra confesión!

    Y mostró dos revólveres que tenía, uno en cada lado de la cama. Me los apuntó al pecho y continuó: -Recuerde bien que en el momento en que me hable de confesión uno de estos revólveres lo dispararé contra usted y el otro contra mí; sólo me quedan pocos días de vida.

    Le respondí que estuviese tranquilo y que no le hablaría de confesión sin su permiso. Le pregunté sobre su enfermedad y el parecer de los médicos. Después desvié la conversación sobre puntos de Historia y me detuve en contarle la muerte de Voltaire. Acabada la narración, añadí:

    -Tocante al fin de Voltaire creen algunos que se ha condenado; no lo digo yo, o al menos no me atrevo a asegurarlo, porque sé que la misericordia de Dios es infinita.
    -¿Cómo? ¿Hay todavía esperanza para Voltaire? Entonces tenga la bondad de confesarme.

    Me acerqué a él, lo preparé y lo confesé. Cuando le di la absolución prorrumpió en copioso llanto, exclamando que jamás había gozado de tanta paz en su vida como en aquel momento. Hizo todas las retractaciones que se le pidieron. Al día siguiente, recibió el santo viático, pero antes llamó a su habitación a todos los de la casa y públicamente pidió perdón del escándalo que les había dado. Después del viático mejoró bastante, vivió todavía dos o tres meses, que empleó en rezar y pedir con frecuencia perdón por sus escándalos y en recibir varias veces con gran edificación a Jesús sacramentado.

    Debes saber (acabó diciendo Don Bosco) que aquel señor era de un grado muy elevado en la masonería. Demos gracias por todo al Señor”

    “Vivencias de Don Bosco” - Padre Ángel Peña O. A. R.

  4. #24
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    Re: Testimonios de conversos

    "(...) Se trata de un joven empleado. Había sido estudiante universitario en la facultad de leyes, pero estaba muy atrasado en el campo religioso. (…) En calidad de capellán del hospital consideré mi deber ocuparme también de su pobre alma. En los momentos libres, conversaba de buena gana con él sobre problemas de fe. Sin embargo, su argumento conclusivo era: “Yo necesito pruebas más claras”. Le di el volumen de don Morawski “Wieczory nad Lemanem” (Veladas sobre el Lemán), bien conocido entre los intelectuales; pero noté que no lo leía mucho, es más, tenía consigo publicaciones inmorales. Y cuando le hablé con mayor resolución, él declaró abiertamente: “Padre, yo soy hereje”.

    Veía que no quería instruirse y despreciaba las buenas lecturas. Entonces, ¿qué podía hacer? Encomendé todo el asunto a la Inmaculada, por intercesión de la virgen de Lucca, Gema Galgani, fallecida hace poco en olor de santidad y ya conocida en todo el mundo.

    Poco después supe que se iría al día siguiente; y más tarde me llegó la noticia de que la salida estaba prevista para la noche sucesiva. Para complicar las cosas había llegado un familiar suyo que residía con él. A fin de encontrarme con él a solas, le comuniqué que más tarde estaría ocupado, por lo que, si deseaba encontrarse conmigo, tenía que hacerlo enseguida. Y, en efecto, vino.

    Partiendo de lejos, dirigí la conversación sobre la confesión, pero la argumentación procedía con dificultad; de improviso se abrió la puerta y se presentó justo aquel familiar, que le dijo que se diera prisa porque era hora de irse. Y se fueron después de un breve saludo.

    Me quedé solo...“¿Cómo concluirá este asunto?”, me dije a mí mismo. Me puse de rodillas y supliqué con pocas palabras, pero fervorosamente, a la Inmaculada por intercesión de Gema.

    De pronto me viene una inspiración: salgo al pasillo y allí encuentro a dicho familiar. “Discúlpeme, le dije dirigiéndome a él, aún debo despachar un asunto con este señor”. “Por supuesto, pase”, contesta.

    Mi “hereje” estaba ya saliendo de su habitación con la maleta en la mano: yo lo invité a la mía. Tras cerrar la puerta, tomé una “medalla milagrosa” y se la di como recuerdo. La aceptó por cortesía. Entonces le propuse de nuevo de confesarse.

    “No estoy preparado ¡No! ¡Absolutamente no!”, fue su respuesta. Pero... al mismo tiempo cayó de rodillas, como si una fuerza superior lo hubiera obligado a hacerlo. La confesión empezó y lloró como un niño. (...) "

    "Maximiliano Kolbe" - Padre Ángel Peña O. A. R.

  5. #25
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    Re: Testimonios de conversos

    "El ministro plenipotenciario del Japón en Polonia, señor Kawai, casado con una católica, estaba muy grave en Varsovia. El padre Kolbe fue a visitarlo. Escribe: Me contó que durante una visita a Francia, en Lourdes había oído que allí desde el tiempo de las apariciones, los milagros nunca habían cesado. Él mismo, mezclado entre la muchedumbre de peregrinos procedentes de todas partes y caminando por Lourdes, había oído hablar de los milagros, había constatado claramente la atmósfera religiosa de aquel lugar; sin embargo no había advertido en sí el deseo de una vida de fe. Además, también en Francia, había recibido y leído un libro titulado: “Jesucristo”, y había profundizado la doctrina y comprendido que la verdadera religión cristiana es el catolicismo; pero ni siquiera entonces había sentido el deseo de cambiar de religión.

    Así discurría nuestra conversación (…) el ministro manifestaba sus ideas sobre los distintos sistemas religiosos; reconoció fácilmente, después de habérselo explicado, que la verdad es una sola (…) reconoció también la verdad teológica según la cual la religión debe ser única, para comprender los dogmas auténticos, y que Dios debe ser uno solo. Admitió que la doctrina sobre la Trinidad existente en China es diferente de la del cristianismo, y, después de una explicación mía, aceptó y en cierto modo entendió este misterio.

    Hacia el final de aquella jornada ofrecí al enfermo, a través de su esposa, la medalla milagrosa y lo encomendé a la misericordia de María, orando por el enfermo para que se curase y obtuviese el don de la fe.

    Me apenaba además el pensamiento de que él dejase este mundo sin haber abrazado la verdadera religión. Orando con fervor a fin de impetrar la luz del Espíritu Santo para el enfermo, esperé la llegada del Nuncio. En la habitación contigua informé al Nuncio de la relación que había tenido hasta aquel momento con el enfermo y del hecho de que había aceptado de buen grado la medalla milagrosa; a continuación, él entró donde se encontraba el enfermo. El Nuncio conocía perfectamente la honradez de carácter del enfermo y su inteligencia, por sus encuentros diarios tenidos con él, y lo estimaba mucho. Le habló como amigo, de la mejor manera. Con profunda convicción le explicó al enfermo la doctrina acerca del Salvador, de la vida futura y de las condiciones para abrazar la santa fe. Entre tanto los presentes, es decir, la esposa del ministro, el secretario, la madre no católica (señora Narahara) y yo orábamos fervorosamente por el enfermo.

    La Reina del género humano llamó a sí al alma del buen señor Kawai. Terminado el coloquio con el Nuncio el enfermo pidió el bautismo. (…)

    Con el santo bautismo experimentó una gran alegría interior, que era evidente también en su cara. Esta profunda alegría y esta paz no puede experimentarlas sino aquel que entra en el camino da la verdad. Esta paz y alegría tan profundas ¿no son, tal vez, una señal de la gracia divina y una consecuencia del hecho de haber abrazado la verdadera religión? Durante las horas que le quedaron de vida, gozó de esta alegría y paz. Nos repitió algunas veces a los que estábamos a su alrededor: “¿Por qué no he abrazado antes esta religión y no he sentido antes esta felicidad?”.

    Aquella misma tarde, víspera de la Asunción de la Virgen, aquella alma resignada y purificada, dejó este mundo, llevada por las manos de la Inmaculada. La señal de esta protección del ministro fue que poco después también la madre (de su esposa) recibió el santo bautismo, así como una criada"

    "Maximiliano Kolbe" - Padre Ángel Peña O. A. R.

  6. #26
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    Re: Testimonios de conversos

    Conversión Pedro Sarubbi (actor de Barrabás).

    "Pedro Sarubbi, siendo apenas un adolescente, huyó de su casa y se unió a una compañía circense. Luego siguió recorriendo el mundo, creyendo dice que "en algún lugar podría llenar aquél vacío espiritual" que lo afligía. Probó ingresando al Monasterio de Shaolin en la provincia de Henan (China) para formarse en artes marciales. No estaba allí lo que buscaba. Recorrió entonces el Tibet, aferrado a un voto de silencio autoimpuesto, durante seis meses, para alcanzar el anhelo budista de la Iluminación, pero su angustia existencial continuaba, inamovible, a pesar de sus esfuerzos. Practicó meditación en la India y, casi al borde del agotamiento, permaneció más tarde en la Amazonia brasileña, donde aprendió a hablar portugués. En paralelo, entre viaje y viaje, continuaba su carrera como actor.

    La había comenzado a los 18 años trabajando en obras de teatro, comerciales y cine italiano independiente. Hollywood, pareció sonreírle cuando tuvo un papel secundario en la película "La mandolina del Capitán Corelli" (2001), pero su minuto de gloria no aparecía ni el vacío existencial le abandonaba.

    Meses después de aquella película cuenta que "un día sonó el teléfono con la oferta para colaborar en una película de Mel Gibson. Siempre en las películas anteriores había desempeñado papeles oscuros, así que pensé que esta sería otra película de acción". Pero el filme narraría la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Estaba sorprendido. "Nunca me imaginé que yo podía actuar en una película sobre la pasión de Cristo, porque en ese entonces estaba muy lejos de la iglesia".

    Deseaba encarnar al apóstol Pedro y no ocultó su decepción cuando Mel Gibson le comentó que lo buscaba para interpretar a Barrabás. "La verdad es que deseaba actuar como el apóstol Pedro no por algo espiritual, sino porque pagaban mejor por día trabajado y Barrabás aparecía muy poco tiempo. Entonces argumenté que yo era una persona famosa y no me podían dar un papel pequeño". No obstante, terminaría aceptándolo.

    Pocos días antes de rodar la escena, señala, tuvo una conversación con Mel Gibson, quien quiso darle más detalles del personaje: Que Barrabás no era sencillamente un bandido, que pertenecía a la casta de los ‘Zelotes’, le comentó; y agregó un detalle que caló profundo en Sarubbi: "Barrabás -le dijo- estuvo preso por años, fue torturado y llevado al límite, comenzó a convertirse en esa bestia que no tiene más palabras. Él se expresa con la mirada. Por eso yo te elegí… después de investigar, tú pareces encarnar bien a ese animal salvaje y, al mismo tiempo, refugiar en el fondo del corazón la mirada del hombre bueno", dice que sentenció Gibson.

    A los pocos días estaba en el set, y por unos minutos se quedó absorto contemplando a su colega Jim Caviezel, quien interpretaba a Jesús. Estaban a minutos de registrar la escena en la que el pueblo perdonaba a Barrabás y condenaba al Mesías. Pedro Sarubbi y Barrabás ahora eran sólo uno. La escena avanzaba y él ya no actuaba, vivía, vibraba los acontecimientos en todo el ser. ¡Por fin los gritos de la multitud habían logrado su anhelo, él, Barrabás, estaba liberado! Avanzó bajando los peldaños y su mirada se cruzó con la ternura infinita de los ojos de Jesús… "Fue un gran impacto. Sentí como si hubiera una corriente eléctrica entre nosotros. Veía al propio Jesús".

    A partir de aquel momento, narra que todo en su vida cambió. Aquella paz, dice, que por años había buscado en decenas de viajes había visitado su alma. "Al mirarme, sus ojos no tenían odio ni resentimiento conmigo, solo misericordia y amor".

    Esta conversión que narra en su libro "De Barrabás a Jesús, convertido por una mirada" ha dado inicio a una etapa de su vida donde el don de la fe toca todo ámbito de su vida. Al finalizar, con una personal exégesis de la historia bíblica, explica la razón de su gratitud con aquél personaje, Barrabás, que había resistido encarnar… "Es el hombre que Jesús salvó de ser crucificado. Es él quien representa a toda la humanidad"."

  7. #27
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    Re: Testimonios de conversos

    Conversión de Alexis Carrell, premio Nobel de medicina.

    "En esos años, en los círculos médicos franceses, tema común de discusión era Lourdes y los milagros que allí ocurrían. Él estaba convencido de que eran falsos “milagros”, que en realidad eran curaciones fruto de la autosugestión. Pero quería ir a verlo por sí mismo y, en 1902, decidió participar como médico en una peregrinación. De este viaje surgió un libro, que él mismo escribiría, que tendría el título de “Viaje a Lourdes”.

    Nuestro protagonista viajaba de incógnito. Él solamente quería constatar lo que allí ocurría y ayudar a los pacientes que pudiese. En su compartimiento del tren había una mujer, Marie Ferrand, cuyo estado era de extrema gravedad: se trataba de una peritonitis tuberculosa, que le producían a la paciente dolores terribles.

    Ella era tuberculosa desde la edad de los 15 años y los médicos que la conocían le habían dicho que estaba en las últimas. Sabiendo que ya no había nada que hacer, decidió ir a Lourdes, convencida de que la Virgen le concedería, si no la salud, al menos la fuerza para morir en paz.

    Al llegar a Lourdes, Carrel se encontró con un viejo compañero de colegio, católico practicante. Su amigo le preguntó “¿Y con qué curación te convencerías de la existencia de los milagros?” El respondió que la curación imprevista de una enfermedad orgánica, como una pierna cortada que vuelve a crecer, un cáncer que desaparece, una deformidad congénita que de pronto desparece, etc… "(..) Hay una chica, Marie Ferrand, que he tenido que atender muchas veces durante el viajes y cuya vida peligra, tiene una peritonitis tuberculosa y su estado es crítico, temo que se me muera entre los brazos. Si ella se curase, sería un verdadero milagro, yo creería todo y me haría sacerdote” Ahí quedó la conversación.

    En la sala de la Inmaculada, reservada a los enfermos más graves, habían puesto a Marie esperando poderla meter en las piscinas. El doctor Carrel se acercó a su camilla, la examinó y vio que su corazón no podía más, se acercaba el final. Le puso una inyección de cafeína y dijo a los médicos presentes: “Es una peritonitis pulmonar en el último estadio. (…) Puede vivir todavía algún día, pero se acerca su fin”. Otro médico del lugar confirmó el diagnóstico y las pocas esperanzas de vida. No fue posible meterla en las piscinas, solamente le lavaron el vientre con el agua de allí y la llevaron ante la gruta, con un aspecto que ya era cadavérico. Eran las 14:30.

    De pronto a Carrel le pareció que el rostro estaba más normal, menos lívido. Le parecía una alucinación, siguió observándola. La examinó y la respiración se estaba regularizando, parecía que mejoraba. Pero lo gordo vino entonces: Alexis Carrel vio cómo la sábana que la cubría se deshinchaba por el vientre. En media hora toda la hinchazón de la paciente había desaparecido y el médico no podía da crédito a sus ojos.

    Carrel escribió sobre este momento, en tercera persona: “El médico no podía hablar, ni pensar. El hecho que estaba ocurriendo era contrario a cualquier previsión. Se levantó, cruzó las filas de los peregrinos que rezaban y se fue. Eran casi las 16:00. Había ocurrido lo inesperado, el milagro” Llegó la noche y nuestro protagonista se acercó a la Basílica, donde vio a su amigo católico, quien le dijo: “¿Te convences ahora, filósofo incrédulo? Ahora te tendrás que meter a cura” Carrel se quedó solo en la basílica y pronunció aquella oración que se ha hecho famosa: “Dulce Virgen que socorres a los infelices, protégeme. Creo en ti (…) Tu nombre es más dulce que el sol de la mañana. Toma a este pecador inquieto de corazón atormentado que se consume en la búsqueda de quimeras”.

    No se hizo sacerdote, sino que siguió dedicando toda su vida a la ciencia. Recibió el Premio Nobel de medicina en 1912 por el descubrimiento de un específico punto de sutura que permitió el trasplante de vasos sanguíneos y órganos."
    ALACRAN dio el Víctor.

  8. #28
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    Re: Testimonios de conversos

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    "El 21 de octubre de 1992, moría un joven monje en la Comunidad de Monteveglio, cerca de Bologna, en Italia. Los periódicos sacaron titulares en primera página, diciendo: Ha muerto un monje de sida. Pero veamos lo que realmente había ocurrido. Aquel joven monje había nacido en 1948; a los 20 años había abandonado su casa, viviendo a la aventura por distintos países, dándose entre otras cosas a la droga. Lo metieron en la cárcel y, al salir, recayó en la droga. En 1986, los médicos le dijeron que tenía sida en último grado. El joven, que era ateo, se desesperó, pensando en suicidarse. Entonces, Umberto Neri, un joven monje de Monteveglio, le dijo: Mira, nosotros somos pobres, si quieres venir con nosotros, te daremos alojamiento. Y el joven se fue a vivir con ellos.

    En aquel convento nadie le dijo: ¿Quién eres? ¿De dónde has venido? ¿Por qué estás enfermo? Quizás algunos ya sabían algo, pero él fue recibido como un amigo entre amigos. Después de unos meses viviendo en el convento, un día les dijo a todos: Ahora he comprendido que Jesús es Dios, porque sólo, si Jesús es Dios, puede explicarse vuestra vida. Vosotros sois pobres y sois felices, sois humildes y sois felices. Vosotros sois pobres y humildes y me habéis acogido con amor. Se convirtió y vivió durante seis años en aquella Comunidad. En el lecho de muerte quiso ser monje y hacer sus votos, y el Superior lo aceptó con el visto bueno de la Comunidad. Murió a los pocos minutos. Monje por pocos minutos. El milagro de Dios estaba concluido (…)”

    "Luces en el camino" - Padre Ángel Peña O. A. R.

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