China, una política dictatorial para la supremacía mundial

Desde el triunfo del régimen comunista, China ha desarrollado con éxito un programa de dominio regional que, una vez cumplido en sus líneas básicas, ha pasado a tener dimensión mundial. El comunismo chino tiene un componente nacionalista y expansionista: los primeros cuadros del PC Chino –y el mismo Mao- proceden del Kuomintang de Sun Yat Sen; Mao usó en la guerra contra Japón el nacionalismo chino de la misma forma que Stalin lo hizo contra Alemania. Desde la victoria de los comunistas en 1949, China ha conquistado un país independiente (Tibet), ha intervenido militarmente en Corea y ha armado al Viet Cong. Como ha creado el segundo ejército del mundo y dispone de un gran arsenal atómico, ha recuperado Hong Kong de Gran Bretaña y Macao de Portugal con sólo con la disuasión. De cuando en cuando, reclama la "reintegración" de Taiwán y crea crisis en la zona con Japón, India y Corea del Sur.


La llegada al poder de dirigentes más pragmáticos ha supuesto un apaciguamiento del expansionismo militar, pero en absoluto ha dado fin a la ambición de convertirse en primera potencia mundial. Cuando Deng Xiaoping abrió el país a la inversión extranjera, a partir de 1989 muchos pensaron –equivocadamente- que se iba a iniciar una "perestroika" china. El Partido Comunista Chino ha creado lo que llama "economía socialista de mercado". En efecto, es una economía socialista, porque las élites comunistas (los capitalistas del mundo socialista) controlan una economía en la que se permite la inversión extranjera en ciertas zonas abiertas al mercado. Estas son las zonas económicas especiales, grandes ciudades de la costa que siguiendo el ejemplo de Hong Komg, tienen régimen económico distinto y libertad de mercado. En estas zonas vive una nueva clase privilegiada asociada al Partido Comunista y una clase media en formación. La enorme población de estas zonas hace que el mercado chino sea hoy tan importante como la Unión Europea. Por otra parte, el bajo coste de los salarios hace que muchas grandes empresas hayan trasladado parte de la producción a China. En estos momentos, cualquier empresa que se precie tiene sucursales en China.

Las grandes reformas económicas están firmemente centralizadas y controladas por el PCCh con un único objetivo: la supremacía económica mundial. El gobierno ha realizado grandes reformas en la educación y en la investigación para ganar la batalla tecnológica a largo plazo. Una batalla que Europa lleva muchos años perdida, por cierto. Con un ritmo de crecimiento económico del 10%, el Producto Interior Bruto de China supera a todos los países europeos excepto Alemania. En la actualidad, China es la cuarta economía mundial. En los próximos diez años, 300 millones de campesinos se convertirán en trabajadores industriales en las ciudades.

La gran batalla por la supremacía mundial tiene hoy como contendientes a Estados Unidos y China. Europa es un continente fragmentario que está quedándose atrás en muchos aspectos y que no ha comprendido aún lo que se está ventilando. Valga como ejemplo el lamentable acuerdo bilateral que Zapatero suscribió en noviembre de 2005 con el presidente chino, Hu Jintao, por el que España se convertía en el principal importador europeo de productos chinos sin recibir contrapartidas comerciales. Quién ganará la partida es una cuestión que el futuro contestará. Lo que está claro es que la casta política española, corrupta y mediocre, es incapaz siquiera de darse cuenta de los retos del presente.

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