Re: Así dejé la masonería
No se cuantos masones hay en el Gobierno de Sarkozy pero 2 no creo.
¿Es cierta esta "historia"? ¿Este libro es bueno? Recomendable, digamos.
¿Así de fácil se sale uno de la masonería mas allá de que luego no se puede conseguir trabajo en casi ninguna parte?
Me parece, igual, interesante esta Historia, conocer ese mundo de tinieblas es llamativo, sólo por conocer al enemigo, claro.
Un saludo en Cristo, no masones y católicos.
Re: Así dejé la masonería
Cita:
Iniciado por
Agustiniano I
¿Así de fácil se sale uno de la masonería mas allá de que luego no se puede conseguir trabajo en casi ninguna parte?
Yo creo que hay 2 tipos de masones, los que creen ingresar en una especie de Club de campo y los que manejan el cotarro (la 4ª columna que llaman)...al estar bien relacionados y tener contactos de amistad en todas partes, no creo que les sea muy difícil encontrar trabajo.
Re: Así dejé la masonería
La Masonería, al descubierto tras el testimonio de un antiguo miembro
Apenas ha visto la calle recién salido de la imprenta, y el testimonio Yo fui masón, de Maurice Caillet (LibrosLibres), ha provocado ya algunas réplicas en blogs vinculados a la Masonería. Se acusa al texto de no ofrecer las revelaciones que promete, pero yo diría que es más bien al contrario: la historia es sumamente reveladora.
Quizá desde ámbitos masónicos se hubiese preferido una obra de largas diatribas faciles de descalificar. No las hay, salvo una exposición final, lúcida como pocas a tenor de lo que antes el autor nos ha contado, sobre la incompatibilidad entre la masonería y el cristianismo, al que se convirtió antes incluso de abandonar las logias.
Quizá se hubiese preferido también que pintara a los masones con cuernos y rabos de demonio, y sus tenidas como acontecimientos delictivos y sangrientos. Pero el autor escribe con absoluta sencillez y verismo, y si bien la descripción de los rituales impresiona por su carácter tenebroso, lo interesante de la narración es cómo los va viviendo un protagonista neófito la primera vez que pasa por ellos.
Quizá, en fin, se hubiese preferido poder catalogar la de Caillet en esa categoría de obras antimasónicas que, incluso con buenos fundamentos, caen en la desmesura y la conspiranoia.
Pero nada de eso hay. Yo fui masón nos dibuja sin embargo, con el testimonio de quien lo ha vivido, una organización muy celosa del secreto sobre sus miembros, muy compartimentada para proteger a los grados superiores de que los grados inferiores conozcan quiénes son, y que obliga a prestar prácticamente a ciegas un juramento de lealtad con graves amenazas para quien lo viole.
Lealtad, ¿a qué? En la práctica, y a tenor de lo que nos cuenta Caillet, al secreto sobre los favores mutuos prestados. De hecho, él entró por simpatía hacia los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad, y hacia los Derechos Humanos que creía ver en la masonería, y se desengañó cuando, con ocasión de un acoso laboral que padeció a manos de su jefe -también masón- comprobó cómo los hermanos a los que acudía olvidaban la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, y los Derechos Humanos, para no enfrentarse entre sí ni perjudicar su futuro en la organización.
¿Quién es Caillet?
Pero es momento de recapitular para presentar al autor, y para que se entienda mejor el sentido de su desengaño.
Caillet era un cirujano de convicciones agnósticas (ni siquiera estaba bautizado), divorciado, militante del Partido Socialista Francés (PSF), y dedicado, entre otras tareas de su área urológica y obstétrica, a las esterilizaciones y a la difusión de los Dispositivos Intrauterinos y del aborto. Llegó a practicar las eufemísticas IVE (Interrupción Voluntaria del Embarazo) antes y después de su aprobación legal en Francia, aunque confiesa cómo al poco tiempo el horror de las intervenciones le hizo comprender que sus manos y su ciencia no estaban para matar seres humanos, sino para curarlos. Así que dejó de provocar abortos muchos años antes de abandonar sus convicciones masónicas.
Su afiliación al PSF, sus conexiones en el Gran Oriente de Francia y su buena situación en la Administración le permitieron comprobar de primera mano qué bien funciona la hermandad masónica en beneficio de sus miembros. Eran los tiempos de Valéry Giscard d´Estaing y de François Mitterrand, ambos rodeados de miembros de la masonería (Caillet da nombres y apellidos), sobre todo en el área sanitaria. Recuerda el autor en este sentido cómo la aprobación del aborto en Francia fue un logro netamente masónico: diputados de derechas o de izquierdas, militantes todos de distintas obediencias de la escuadra y el compás, aplaudieron por igual la ley que lo introdujo en el país vecino.
Y son todas estas pequeñas revelaciones, donde no aparecen demonios sino hombres de carne y hueso, donde no hay diatribas sino exposiciones sencillas de hechos de una vida, las que al final constituyen la gran revelación de Caillet sobre la debatida institución: el secreto como protección e influencia, un poder más allá de cualquier teórico principio, y una Verdad y una Luz que se promete a los iniciados y que apenas llega más allá de conocer quién está por encima de uno. Con un camino abierto, eso sí, a prácticas ocultistas y supersticiosas en las que cayó nuestro protagonista incluso a pesar del racionalismo cientificista que profesaba.
Tolerancia... cero
Caillet cuénta cómo en la masonería que él conoció durante quince años (llegó al grado 18) convivían una teórica tolerancia religiosa con una habitual mofa de la religión. Cuando él se convirtió al cristianismo (en circunstancias que no desvelaremos aquí, y constituyen la segunda parte del texto), lo anunció en su logia y la reacción fue gélida y hostil. No duró mucho más como miembro activo. No recibió presiones, aunque sí una amenaza de muerte vinculada más a su denuncia laboral por acoso -que tocaba a masones de renombre y con futuro- que al cambio de convicciones, por lo demás aún no producido.
Yo fui masón es un testimonio impactante. De los muchos y buenos libros que pueden encontrarse sobre la masonería (el de José Antonio Ullate, El secreto masónico desvelado, es imprescindible para entender sus principios), es el que proporciona un retrato más pegado a la tierra sobre qué persiguen sus miembros y qué puede ofrecerles la institución.
Maurice Caillet escribe con una sencillez sello de la verdad que cuenta: quince años de su vida que empezaron con una venda sobre los ojos, empujado a través de un ruido ensordecedor por personas a las que desconocía, para adquirir compromisos que no pudo romper sin pasar -él y su esposa- un calvario de exclusión y dificultades económicas.
Luego vinieron la Verdad y la Luz, sí, pero no precisamente las que le habían prometido en aquel viejo edificio de Rennes (Bretaña), con una espada amenazante en el pecho.
Re: Así dejé la masonería
Una experiencia en la logia
Hispanidad, viernes, 07 de noviembre de 2008
Me confiesa un compañero de Forumlibertas que la expresión más buscada en su página es la de “fin del mundo”. Para mí que la percepción de final de ciclo está más extendida de lo que suponemos. En cualquier caso, lo que la gente quiere saber sobre el fin del mundo es el cuándo y el cómo. Por contra, el morbo sobre la masonería estriba en el. Quién y en el qué: ¿Quién es masón y qué hacen?
Desde estas pantallas he aconsejado con ganas la obra de mi amigo Ullate Fabo, un periodista serio (no, no es una reiteración, pero...) que lleva por título El secreto Masónico. Ullate destripa ideológicamente La masonería, porque la historia del hombre es la historia de sus convicciones. Satisfizo Ullate, en una maravilla de documentación, la historia de la masonería, pero no nuestro morbo, no el quién y el qué.
Pero ahora llega un francés, Maurice Caillet, venerable del Gran Oriente francés, y sacia nuestro morbo con “Yo fui masón”. Y aquí sí, aquí sí hablamos de personas concretas, rituales concretos y terminales concretos. En la vecina y concreta Francia, y no hasta la Guerra Civil. En España, la historia de la masonería siempre llega hasta la II República. Desde entonces, al parecer no hay datos.
Y si la verdad es una, el error también. Como el bien, como la belleza, las tres patas de la existencia, Por eso Caillet nos explica, con encomiable sencillez, su caso, hechos desnudos pero a través de los cuales se deja ver la deriva mafiosa de las organizaciones masónicas, el intento de control político: Miterrand, Giscard, Chirac-, la relación entre mercado de la muerte y masonería, la conversión de la tolerancia a la violencia si está en peligro el secreto del colectivo -las sociedades secretas son malas para ser secretas, independientemente de que sus fines sean bonísimos-.
Caillet satisface nuestro morbo. Y el mío es de lo más elevado. El médico Caillet casi ni se ocupa de interpretar: simplemente narra. Si fuera periodista, sería de agencia, no editorialista.
Detalles:
1. Relación de Masonería y satanismo: dejando a un lado la blasfema misa de iniciación en el grado 18, uno de los más conspicuos maestros masones, Oswald Wirth escribe en el Libro del Compañero: “La serpiente iniciadora de la desobediencia, de la insubordinación y de la rebelión fue maldecida por los antiguos teócratas, pero ocupaba un lugar de honor entre los iniciados”.
2. Utilización de la masonería como sociedad de mutuo auxilio económico y de corrupción: Elf Aquitaine, aquella petrolera podrida. Cuando se fusiono con Total, decidieron prescindir de un nombre demasiado unido a la corrupción de la alta sociedad francesa: Totalfina-Elf Aquitaine enseguida se convirtió en un sencillo Total. Por otra parte, el protagonista comienza a desligarse de sus hermanos masones cuando es perseguido en su trabajo como médico en la Seguridad Social francesa, controlada por sus hermanos de logia. A los masones les gusta el dinero privado, pero sobre todo el dinero público, el dinero de los demás.
3. Masonería y desmadre sexual y familiar: “Los masones reivindican desde hace mucho tiempo, y lo han obtenido en buena medida en Francia, todas las leyes que favorecen el libertinaje sexual, el divorcio, la contracepción química y mecánica, el aborto, el célebre PACS (pacto civil de solidaridad o figura jurídica de convivencia entre homosexuales), manipulación de embriones y, pronto, legalización de las drogas blandas y de la eutanasia activa”. Como se ve, en España ya hemos superado muchas de esas fases. Y concluye Caillet: “Como pronosticó Pierre Simon, antiguo Gran maestre de la gran Logia de Francia, es todo el concepto de familia el que está derrumbándose”.
Por último, una sutil aclaración, muy necesaria, sobre lo que dice la Iglesia sobre la masonería, algo reiteradamente silenciado y manipulado, además de desconocidos por muchos. Por ejemplo por la Reina de España, que mantiene relaciones con organizaciones de corte masónico, que defiende el carácter tolerante y filantrópico de la masonería. Benedicto XVI, en 1983, entonces presidente de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, dictaminaba lo siguiente acerca de la masonería: “Sus principios se han considerado siempre irreconciliables con la doctrina de la Iglesia. Los fieles que pertenecen a las asociaciones masónicas se encuentran en situación de pecado grave y no pueden acceder a la Santa Comunión. Las autoridades eclesiásticas locales (los obispos) no tienen competencia para pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas mediante un juicio que implique la derogación de lo mencionado en esta declaración”.
La cosa parece bastante clara.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com
Re: Así dejé la masonería
ENTREVISTA A UN ANTIGUO MASON
http://www.elcruzado.org/sites/defau...ce-caillet.jpg
Después de leer el artículo, ¿qué pensar de la democracia liberal, los medios que promueven el aborto, y el ecumenismo conciliar "católico", por ejemplo...?
Maurice Caillet, venerable de una Logia francesa durante 15 años, desvela secretos de la Masonería en un libro recién publicado por "LibrosLibres" con el título "Yo fui masón".
Rituales, normas de funcionamiento interno, juramentos y la influencia en la política de esta organización secreta salen ahora a la luz, en particular las implicaciones del juramento que obliga a defender a otros "hermanos" masones
El volumen desvela también la decisiva influencia de la Masonería en la elaboración y aprobación de leyes, como la del aborto, en Francia, de la que él, como médico, participó activamente.
Caillet, nacido en Burdeos (Francia) en 1933, especializado en Ginecología y Urología, practicó abortos y esterilizaciones antes y después de que gozasen de amparo legal en su país. Miembro del Partido Socialista Francés, llegó a alcanzar cargos de relevancia en la Administración sanitaria.
--¿Cuándo entra usted oficialmente en la Masonería?
--Maurice Caillet: A principios de 1970 me convocaron para una posible iniciación. Yo lo ignoraba prácticamente todo acerca de lo que me esperaba. Tenía 36 años, era un hombre libre y nunca me había afiliado a sindicato ni partido político alguno. Así pues, una tarde, en una discreta calle de la ciudad de Rennes, llamé a la puerta del templo, cuyo frontón estaba adornado por una esfinge de alas y un triángulo que rodeaba a un ojo. Fui recibido por un hombre que me dijo: "Señor, ha solicitado ser admitido entre nosotros. ¿Su decisión es definitiva?, ¿está usted dispuesto a someterse a la pruebas? Si la respuesta es positiva, sígame". Hice un gesto de aquiescencia con la cabeza. Me puso entonces una venda negra sobre los ojos, me cogió por el brazo y me hizo recorrer una serie de pasillos. Empecé a sentir cierta inquietud, pero antes de poder formularla oí cómo se cerraba la puerta detrás de nosotros...
--En su libro "Yo fui masón" explica que la masonería fue determinante en la introducción del aborto libre en Francia en 1974.
--Maurice Caillet: La elección de Valéry Giscard d'Estaing como Presidente de la República francesa en 1974 llevó a Jacques Chirac a ser elegido Primer Ministro, teniendo éste como consejero personal a Jean-Pierre Prouteau, Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, principal rama masónica francesa, de tendencia laicista. En el Ministerio de Sanidad colocó a Simone Veil, jurista, antigua deportada de Auschwitz, que tenía como consejero al doctor Pierre Simon, Gran Maestre de la Gran Logia de Francia, con el cual yo mantenía correspondencia. Los políticos estaban bien rodeados por los que llamábamos nuestros "Hermanos Tres puntos", y el proyecto de ley sobre el aborto se elaboró con rapidez. Adoptada por el Consejo de Ministros en el mes de noviembre, la ley Veil fue votada en diciembre. ¡Los diputados y senadores masones de derechas y de izquierdas votaron como un solo hombre!
--Usted comenta que entre los masones hay obligatoriedad de ayudarse entre sí. ¿Sigue siendo hoy así?
--Maurice Caillet: Los 'favores' son corrientes en Francia. Ciertas logias tratan de ser virtuosas, pero el secreto que reina en estos círculos favorece la corrupción. En la Fraternal de los Altos Funcionarios, por ejemplo, se negocian ciertas promociones, y en la Fraternal de Construcciones y Obras Públicas se reparten los contratos, con consecuencias financieras considerables.
--¿Usted se beneficio de esos favores?
--Maurice Caillet: Sí. El Tribunal de Apelación presidido por un "hermano" se pronunció sobre mi divorcio ordenando costas compartidas, en lugar de ponerlas todas a mi cargo, y redujo la pensión alimenticia a la ayuda que debía prestar a mis hijos. Tiempo después, tras tener un conflicto con mis tres socios de la clínica, otro "hermano masón", Jean, director de la Caja de la Seguridad Social, al enterarse de este conflicto, me propuso asumir la dirección del Centro de Exámenes de Salud de Rennes.
--¿Afectó a su carrera profesional el abandono de la masonería?
--Maurice Caillet: Desde entonces no he encontrado un puesto en ninguna administración pública o semipública, a pesar de mi rico currículum.
--¿En algún momento tuvo amenazas de muerte?
--Maurice Caillet: Tras ser despedido de mi puesto de trabajo de la administración y comenzar a pleitear contra dicha decisión arbitraria, recibí la visita de un "hermano" de la Gran Logia de Francia, catedrático y secretario regional de Fuerza Obrera, quien me dijo con la mayor frialdad que si pleiteaba ante la magistratura laboral ‘ponía en peligro mi vida' y él no podría hacer nada para protegerme. Nunca imaginé que podría estar amenazado de muerte por conocidos y honorables masones de nuestra ciudad.
--Usted era miembro del Partido Socialista y conocía a muchos de sus "hermanos" que se dedicaban a la política. ¿Podría decirme cuántos masones hubo en el Gobierno de Mitterrand?
--Maurice Caillet: Doce.
--Y, ¿en el actual de Sarkozy?
--Maurice Caillet: Dos.
--Para un ignorante como yo, ¿podría decirme cuáles son los principios de la masonería?
--Maurice Caillet: La masonería, en todas sus obediencias, propone una filosofía humanista, preocupada ante todo por el hombre y consagrada a la búsqueda de la verdad, aun afirmando que ésta es inaccesible. Rechaza todo dogma y sostiene el relativismo, que coloca a todas las religiones en un mismo plano, mientras que desde 1723, en las Constituciones de Anderson, ella se erige a sí misma en un plano superior, como "centro de unión". De ahí se deduce un relativismo moral: ninguna norma moral tiene en sí misma un origen divino y, en consecuencia, definitivo, intangible. Su moral evoluciona en función del consenso de las sociedades.
--Y, ¿cómo encaja Dios en la masonería?
--Maurice Caillet: Para un masón, el concepto mismo de Dios es especial, y eso si es que se le menciona, como en las obediencias llamadas espiritualistas. En el mejor de los casos es el Gran Arquitecto del Universo, un Dios abstracto, pero solamente una especie de "Creador-maestro relojero", como le designa el pastor Désaguliers, uno de los fundadores de la masonería especulativa. A este Gran Arquitecto se le reza, si se me permite la expresión, para que no intervenga en los asuntos de los hombres, y ni siquiera se le cita en las Constituciones de Anderson.
--¿Y el concepto de la salvación?
--Maurice Caillet: Como tal no existe en la masonería salvo en el plano terrenal: es el elitismo de las sucesivas iniciaciones, aunque éstas puedan considerarse pertenecientes al ámbito del animismo, según René Guènon, gran iniciado, y Mircea Eliade, gran especialista en religiones. Es, también, la búsqueda de un bien que no se especifica en ninguna parte... puesto que la moral evoluciona en la sinceridad, la cual, como todos sabemos, no es sinónimo de verdad.
--¿Cuál es la relación de la masonería con las religiones?
--Maurice Caillet: Es muy ambigua. En principio, los masones proclaman con firmeza una tolerancia especial hacia todas las creencias e ideologías, con un gusto muy marcado por el sincretismo, es decir, una coordinación poco coherente de las diferentes doctrinas espirituales: es la eterna gnosis, subversión de la fe verdadera. Por otra parte, la vida de las logias, que ha sido mía durante 15 años, revela una animosidad particular contra la autoridad papal y contra los dogmas de la Iglesia católica.
--¿Cómo comenzó su descubrimiento de Cristo?
--Maurice Caillet: Yo era racionalista, masón y ateo. Tampoco estaba bautizado, pero mi mujer Claude estaba enferma y decidimos ir a Lourdes. Mientras ella estaba en las piscinas, el frío me obligaba a refugiarme en la Cripta, donde asistí, con interés, a la primera misa de mi vida. Cuando el cura, al leer el Evangelio, dijo: ‘Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá', se produjo un choque tremendo en mí porque esta frase la oí el día de mi iniciación en el grado de Aprendiz y la solía repetir cuando, ya Venerable, iniciaba a los profanos. En el silencio posterior -pues no había homilía- oí claramente una voz que me decía: ‘Bien. Pides la curación de Claude. Pero ¿qué ofreces?'. Instantáneamente, y seguro de haber sido interpelado por Dios mismo, sólo me tenía a mí mismo para ofrecer. Al final de la misa, acudí a la sacristía y pedí Inmediatamente el bautismo al cura. Éste, estupefacto cuando le confesé mi pertenencia masónica y mis prácticas ocultistas, me dijo que fuera a ver al arzobispo de Rennes. Ese fue el inicio de mi itinerario espiritual. (Fuente: Zenit)
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