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Tema: ¡Comulgad dignamente!

  1. #81
    Avatar de Valmadian
    Valmadian está desconectado Miembro tradicionalista
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    Hace unos años en mi familia hubo una persona invitada de nacionalidad norteamericana. Esta persona no era católica, creo que evangelista, pero quiso asistir a misa en un domingo. Nos preguntó si había algún inconveniente y nosotros no dijimos nada sí iba a escuchar en silencio. Al finalizar la misa nos preguntó nuevamente acerca de sí eran todas así. Dijimos que casi todas desde el CVII pero nos entró la curiosidad acerca del motivo de su pregunta, y literalmente nos respondió: "es que me ha parecido una misa-express" Y, en efecto, es lo que son.

    Pero, además de las prisas, yo también he visto en verano a mujeres asistir, y comulgar, con las chichas bien al aire. Y sí en es invierno, con unas minifaldas y unos taconazos que incitan a la mirada sí o sí. Y todo ello dentro de la costumbre de hacerlo sin pasar por la centrifugadora del confesionario, generalmente vacío. Considero que se ha de comulgar con dignidad y decoro en las formas y las maneras. Con la humildad de la conciencia arrepentida, el agradecimiento por la absolución de los pecados, y la devoción más absoluta ante la presencia de quien va a ser recibido, sino es así, es preferible abstenerse.
    Última edición por Valmadian; 04/03/2020 a las 15:03
    Alejandro Farnesio dio el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  2. #82
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    Cita Iniciado por Beatrix Ver mensaje
    Pues ahora los enemigos de la Sagrada Eucaristía se frotan las manos, precisamente, por el asunto del virus. Para qué queremos la salud del cuerpo si perdemos la Gracia que nos proporciona la salud eterna.
    Se ve que esta histeria generalizada ya ha alcanzado a muchos miembros de la Iglesia, desde el propio pontífice que ha suspendido la reunión para el pacto global sobre Educación.
    https://infovaticana.com/2020/03/03/...oco-francisco/

    Hasta situaciones que ya rozan lo esperpéntico

    https://infovaticana.com/2020/03/04/...-agua-bendita/

    https://infovaticana.com/2020/03/02/...l-coronavirus/


    Y esto por mencionar unos ejemplos. Pero el meollo de la cuestión se encuentra en otros escenarios. Para empezar ¿qué es el coronavirus? Bueno, pues para evitar que algún avispado que no se entera `pueda (fuera de aquí, claro) ir de listillo y descalificarnos, como es habitual en unos cuantos, he tomado la precaución de sacar la información de la "nada sospechosa" OMS, o sea, Organización Mundial de la Salud, y dice ésta:


    Los coronavirus son una extensa familia de virus, algunos de los cuales puede ser causa de diversas enfermedades humanas, que van desde el resfriado común hasta el SRAS (síndrome respiratorio agudo severo). Los virus de esta familia también pueden causar varias enfermedades en los animales.

    Esta cepa de coronavirus se identificó por primera vez en Arabia Saudita en 2012. Hasta ahora solo se ha descrito un pequeño número de casos, y los datos sobre su transmisión, gravedad e impacto clínico son muy reducidos.


    https://www.who.int/csr/disease/coro...infections/es/

    Es decir, para empezar estamos ante una clara tergiversación del lenguaje, porque toda persona que haya padecido un simple resfriado común, ha estado infectada por UN coronavirus. Por supuesto, otro tanto de lo mismo pasa con la denominada gripe estacional, lo que significa que muchas personas se ven afectadas a lo largo del otoño-invierno-primavera, de varios tipos de coronavirus.

    Esto no significa que esta enfermedad, que de nueva no tiene nada pues hace 8 años que se detectó no sea peligrosa, todas las enfermedades que afectan al ser humano, más de 4.000, son susceptibles de ser mortales o, cuando menos, de contribuir a un cuadro general que puede agravar ciertas situaciones según la persona afectada, principalmente por la edad y por su situación socioeconómica y geográfica.

    También, se da una peculiar situación producto de la falta de información veraz, histeria y ausencia de sentido común. Ciertamente, su difusión es más rápida que la de la gripe, al parecer bastante más. Pero no está justificado que todo el mundo se ponga una mascarilla, porque además con una no vale y, en consecuencia, el mercado se ha agotado. Quiénes deberían llevar mascarilla son las personas afectadas, no los demás. Igualmente, hay mucha costumbre de tocarse la cara: boca y nariz. Por ello, los sanitarios recomiendan encarecidamente un continuo lavado de manos que, en realidad, debería ser una costumbre habitual, con enfermedad y sin ella, porque sino estamos ante una porquería. En esta parte de la misa en la que se da la paz, hay que hacerlo a los que están más próximos, es decir, izquierda, derecha y sí acaso delante o detrás, no a media parroquia incluidos los que están a siete bancadas más atrás o más adelante, que suele ser muy frecuente.

    Y yo me pregunto por qué no se hace lo mismo con las personas con gripe estacional, he sufrido muchas y nunca he sabido por donde me llegaron. Pero, en base al número de afectados, tampoco olvidemos los datos: según RTVE, y sigo con los no sospechosos, 95.000 casos en todo el mundo y hay que suponer que en este listado se encuentre el primer afectado en 2012.

    https://www.rtve.es/noticias/2020030.../1998143.shtml

    ¿Cuál es la población mundial?

    Población mundial según el ultimo informe demográfico de las Naciones Unidas (2019) ≈ 7700 millones de personas. Población mundial actual a tiempo real según los datos de Census.gov (2020) ≈ 7625 millones de personas. Población mundial según el World Fact Book de la CIA (2018) ≈ 7500 millones de personas.

    En resumen, personas afectadas hasta el momento: 0'0001233766234 por ciento.

    Y ahora nos deberíamos plantear otra cuestión: ¿cuántas personas mueren en el mundo anualmente por drogas, gripe estacional, tabaco, alcohol, accidentes de circulación, obesidad, diabetes, infartos agudos de miocardio o cerebrales, enfermedades venéreas, mujeres abortando, prácticas deportivas extremas, estrés, suicidios...? Sólo por drogas al año y según las cifras de la OMS: medio millón.

    https://www.eltiempo.com/salud/muert...n-la-oms-67048

    La eucaristía se puede impartir perfectamente en la boca, como debe ser, basta con que el oficiante tenga un lavatorio lleno de agua a su lado.
    Última edición por Valmadian; 04/03/2020 a las 15:55
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

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    Nada sin Dios

  3. #83
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    Yo no recibiré a Dios en mis manos, de rodillas y en la boca.

  4. #84
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    Monseñor Schneider: El rito de la Sagrada Comunión en tiempos de pandemia

    Por
    Mons. Athanasius Schneider -

    06/03/2020





    Nadie puede obligarnos a recibir el cuerpo de Cristo de una manera en que exista el riesgo de que se pierdan partículas o se menoscabe la reverencia, como sucede cuando se recibe la Comunión en la mano. Aunque es cierto que se puede recibir directamente con la boca sobre un paño blanco pequeño y limpio (un purificador o corporal de pequeñas dimensiones), no siempre es factible, e incluso hay sacerdotes que se niegan a hacerlo.
    En tales casos, lo mejor es hacer una comunión espiritual, que colma el alma de gracias especiales. Durante épocas de persecución, muchos católicos no han podido recibir la Sagrada Comunión de modo sacramental por periodos muy prolongados, pero hacían comuniones espirituales que les reportaban muchos beneficios espirituales.

    No es más higiénico comulgar en la mano que en la boca. La verdad es que puede agravar el riesgo de contagio. Desde el punto de vista de la higiene, la mano contiene ingentes cantidades de bacterias. Las manos transmiten numerosos gérmenes patógenos. Ya sea al estrecharle la mano a alguien, al tocar constantemente diversos objetos, como manijas o tiradores de puertas, o al asirse de la barra del bus o del metro, los microbios pasan con facilidad de mano en mano, y luego la gente se lleva con frecuencia esas manos y dedos sucios a la nariz o la boca. No sólo eso; a veces los microbios pueden sobrevivir durante días en la superficie de objetos que se han tocado. Según un estudio publicado en 2006 en el boletín BMC Infectious Diseases, los virus de la gripe y otros semejantes pueden sobrevivir durante varios días en superficies como puertas, barandillas o barras del transporte público.

    Muchos fieles que van a la iglesia y reciben la Comunión en la mano han tocado antes manillas de puertas o se han asido de la barra en el transporte público o de la baranda en una escalera. Llevan virus sobre la palma de la mano y los dedos, y luego durante la Misa se llevan esas mismas manos a la nariz o la boca. Con esas manos y dedos contaminados tocan la Hostia consagrada, con lo que los virus pasan a su vez a la Sagrada Forma, y luego los virus juntamente con ella a la boca.

    Sin duda alguna, comulgar en la boca es menos arriesgado y más higiénico que hacerlo con la mano. Es más, si no se lavan concienzudamente, la palma de la mano y los dedos acumulan muchos microbios.

    Prohibir la Comunión en la boca resulta infundado en comparación con los graves riesgos para la salud que comporta hacerlo con la mano en épocas de pandemia. Tales prohibiciones constituyen un abuso de autoridad. No sólo eso; da la impresión de que algunas autoridades eclesiásticas se aprovechan de la epidemia como pretexto. Pareciera también que algunos se regocijan cínicamente en extender cada vez más el proceso de trivialización y desacralización del Santísimo Cuerpo de Cristo en el sacramento eucarístico, poniendo con ello en riesgo el Cuerpo del propio Señor de graves de falta de respeto (pérdida de partículas) y de sacrilegio (robo de formas consagradas).

    Hay que tener en cuenta además que a lo largo de los 2000 años de historia de la Iglesia no ha habido ningún caso documentado de contagio por recibir la Sagrada Comunión. En la Iglesia Bizantina, el sacerdote da de comulgar a los fieles con una cucharilla, y se utiliza la misma para todos. Terminada la Comunión, el sacerdote o el diácono se bebe el agua o el vino con el que ha purificado la cuchara, la cual tocó la lengua de algunos feligreses mientras comulgaban. Muchos fieles de iglesias de rito oriental se escandalizan por la falta de fe de los obispos y sacerdotes de rito latino cuando prohíben comulgar en la boca; prohibición que, en el fondo, obedece a falta de fe en el carácter divino y sagrado del Cuerpo y la Sangre de Cristo-Eucaristía.

    Si la Iglesia de nuestro tiempo no vuelve a esforzarse con el máximo empeño por estimular la fe, la reverencia y las medidas de protección para el Cuerpo de Cristo, toda medida de protección para los fieles será en vano. Si la Iglesia actual no se convierte y vuelve a Cristo, concediendo la primacía a Jesús, y en concreto a Jesús-Eucaristía, Dios demostrará la veracidad de sus palabras: «Si Yahvé no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. Si Yahvé no guarda la ciudad, el centinela se desvela en vano» (Sal.126, 1-2).
    Recomendamos la siguiente oración para hacer comunión espiritual:

    «Me postro a tus pies, Jesús mío, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, doblegado en su nada y ante tu sagrada presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía. Deseo recibirte en la humilde morada que te ofrece mi corazón. Mientras aguardo la dicha de la Comunión sacramental, anhelo poseerte espiritualmente. ¡Ven a mí, Jesús mío, pues por mi parte me dirijo a Ti! Tu amor abrace mi corazón en la vida y en la muerte. Creo en Ti, espero en Ti y te amo. Amén.»


    +Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la diócesis de Santa María de Astaná




    https://adelantelafe.com/monsenor-sc...s-de-pandemia/





  5. #85
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!




    Breve historia de la Comunión en la mano. Orígenes histórico de su uso y desuso


    Breve historia de la Comunión en la mano.Orígenes histórico de su uso y desusoP. Javier Olivera Ravasi, SE11 de Marzo de 2020



    «La administración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote por tres razones: porque él consagra en la persona de Cristo… porque el sacerdote es el intermediario designadoentre Dios y el pueblo… porque por reverencia a este Sacramento,nada lo toca sino lo que está consagrado”(Santo Tomás de Aquino, S. Th, III, q. 82, a. 13)



    A raíz de varias consultas sobre el tema de la posibilidad o no de la comunión en la mano, nos hemos visto obligados a resumir su historia, su conveniencia e inconveniencia, basándonos, principalmente, en el excelente trabajo de Mons. Juan Rodolfo Laise titulado, La comunión en la mano. Documentos e historia, Vórtice, Buenos Aires 2005, 152 pp[1], al cual remitimos.

    Con las presentes líneas sólo hemos querido acercar al público en general la historia del uso y desuso de esta práctica hoy en día tan extendida que comenzó siendo un permiso excepcional y hoy parece norma general.
    Que no te la cuenten…P. Javier Olivera Ravasi, SE



    1) Contexto del permiso para recibir la comunión en la mano

    En el documento de Pablo VI titulado “Memoriale Domini. De modo Sanctam Communionem ministrandi[2] del año 1969, el Papa planteaba que, en algunos lugares, se venían cometiendo diversos abusos litúrgicos al impartir la Sagrada Comunión en la mano con la excusa de que se seguía, de ese modo, un uso antiguo.
    Puntualmente, la práctica era seguida en diversos países de tradición protestante(Holanda, Alemania, Bélgica, etc.) que, por aquel entonces, sufrían una enorme pérdida de la Fe (recordemos el famoso “Catecismo holandés”, que debió ser corregido por el mismo Pablo VI), poniendo en duda la presencia real de Cristoen la Eucaristía, negando cualquier clase de presencia en las partículas o fragmentos de hostia, al mismo tiempo en que no se distinguía con claridad entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial.

    Es decir: era un tiempo de crisis de Fe, de allí que Roma rogase “prevenir todo peligro de que penetren… falsas opiniones sobre la Santísima Eucaristía”, sostenidas, justamente, por los promotores de la desobediencia.

    2) Una excepción que se volvió regla

    Ante la práctica generalizada en estos países, la Santa Sede se vio obligada a actuar y reafirmar que la comunión en la boca no sólo era la práctica que “ya debe considerarse tradicional” en la Iglesia (MD, 1278) sino que el dar la comunión en la mano podía conllevar ciertos peligros, a saber: “el que se llegue ya a una menor reverencia hacia el augusto Sacramento del altar, ya a la profanación del mismo Sacramento, ya a la adulteración de la recta doctrina” (MD, 1279).

    Se realizó entonces una encuesta entre la mayoría de los obispos del mundo sobre qué convenía hacer ante los abusos: la respuesta fue categórica: la inmensa mayoría determinó que debía seguirse con la forma de administrar la comunión (de rodillas y en la boca), pero… ¿qué hacer en aquellos países donde la costumbre se hubiese, ilegítimamente, arraigado?

    Y se respondía: “si en alguna parte el uso contrario… se hubiera arraigado ya, la misma Sede Apostólica… confía a estas mismas Conferencias la carga y el oficio de sopesar las circunstancias peculiares, si las hay, con la condición, sin embargo, tanto de prevenir todo peligro de que penetren en los espíritus la falta de reverencia o falsas opiniones sobre la Santísima Eucaristía” (MD, 1282).

    Es decir: dejaba en las manos de las Conferencias Episcopales (la reunión de obispos de cada país) que votasen y, luego, comunicasen a Roma su decisión, dejando –eso sí– libertad a cada obispo en su diócesis.
    El documento se completaba con una Carta Pastoral en la que se concedía a las Conferencias Episcopales el indulto (permiso) de distribuir a los fieles la Sagrada Comunión en la mano, siempre y cuando ese modo de recibir la comunión ya fuese frecuente allí por la costumbre, dejando en claro que: “La nueva manera de comulgar no deberá ser impuesta de modo que excluya el uso tradicional… De modo que cada fiel tenga la posibilidad de recibir la Comunión sobre la lengua”(n. 1285, 1) por lo que el “el rito de la Comunión dada en la mano no debe ser aplicado sin discreción” (n. 1286, 2).

    Es decir, se trataba de una excepción y de un indulto (un “perdón” o “permiso excepcional”).

    3) El caballito de batalla: “los primeros cristianos comulgaban así”

    Quienes han argumentado el tema de la comunión en la mano han hecho uso siempre de un arcaísmo litúrgico, es decir, “los primeros cristianos lo hacían así”.

    Sobre el tema, el mismo Papa Pío XII decía, refiriéndose a quienes intentan hacer renacer “lo que se hacía antes”, sin demasiado criterio, lo siguiente: “la liturgia de los tiempos pasados merece ser venerada sin ninguna duda; pero un uso antiguo por el mero hecho de su antigüedad no ha de ser considerado más apto y mejor ya en sí mismo (Mediator Dei, nº 43).

    La vuelta a una forma antigua no es por sí misma un motivo de tranquilidad. Menos aún cuando esa forma fue abandonada en algún momento, desechada luego yfinalmente prohibida por su imperfección.
    Como sucedió con la comunión en la mano…

    Casualmente –y aunque parezca una paradoja– que debe hacerse siempre y en todo lugar lo que se hizo antes son normalmente los primeros en atacar, por ejemplo, la misa tradicional, la comunión de rodillas, el canto gregoriano, etc., etc.


    Además; si debiésemos seguir en todo a los “primeros cristianos”, sin más criterio que “porque antes se hacía así”, deberíamos:

    – Consagrar la Eucaristía sobre la piel de un asno (como algunos nestorianos hacían).
    – Dejar de comulgar habitualmente (antes se comulgaba apenas una vez al año o en fiestas y solemnidades importantes).
    – Sentarnos por separados, hombres y mujeres.
    – Celebrar de cara a Dios.
    – Ayunar desde la noche anterior.
    – Para las mujeres, usar el velo.

    Es decir: “todo tiempo pasado fue mejor”, cuando conviene.

    4) ¿Cómo comulgaban los primeros cristianos y por qué dejaron de hacerlo así?

    Los testimonios antiguos en este sentido son múltiples y no siempre uniformes.

    Uno de los más famosos y más manoseados, quizás resulte el de San Cirilo de Jerusalén (S IV) que narra así el rito de la comunión:

    “Acercándose por lo tanto, no avance con las palmas de las manos separadas, ni con los dedos aparte, pero fabrique con el izquierdo [la mano] un trono para el derecho ya que esta mano está a punto de recibir al Rey. Haciendo el hueco de palma, reciba el Cuerpo de Cristo, añadiendo ‘Amén’… ¿Porque dime: si alguno te diese unas limaduras de oro ¿no las guardarías con toda diligencia procurando no perder nada de ellas? ¿No procurarás, pues, con mucha más diligencia que no se te caiga ninguna migaja de lo que es más precioso que el oro y las piedras preciosas?… “Y después de que usted haya tomado el Cuerpo de Cristo y haya avanzado por el cáliz de la Sangre, no estire sus manos sino inclínese haciendo un acto de reverencia y profunda veneración y diga ‘Amén’ y santifíquese tomando la Sangre de Cristo también. Mientras la humedad esté todavía sobre sus labios, tóquelos con sus manos y santifique sus ojos, su frente, y todos sus otros órganos sensoriales. Finalmente, espere el rezo y dé gracias a Dios, que le ha considerado digno de tales misterios”.
    Hasta aquí, el texto atribuido a San Cirilo que, por lo extraño de la última parte (la de tocarse los sentidos externos) ha sido considerado dudoso o, al menos, con partes interpoladas.

    Otros autores antiguos también narran algo parecido al momento de explicar el rito de la comunión:

    Tertuliano, dice: “cuidamos escrupulosamente que algo del cáliz o del pan pueda caer a tierra”; San Hipólito recomienda: “cada uno esté atento… que ningún fragmento caiga y se pierda, porque es el Cuerpo de Cristo que debe ser comido por los fieles y no despreciado”; San Efrén: “comed este pan y no piséis sus migas… una partícula de sus migas puede santificar a miles de miles y es suficiente para dar vida a todos los que la comen”; y Orígenes: “Con qué precaución y veneración, cuando recibís el Cuerpo del Señor, lo conserváis de manera que no caiga nada o se pierda algo del don consagrado. Os consideraríais justamente culpables si cayese algo en tierra por negligencia vuestra”.

    Todos estos autores, vale decirlo, narraban el rito mientras la Iglesia carecía de libertad, es decir, en tiempos de persecución, antes del Edicto de Milán y la relativa paz que trajo Constantino (313) de allí que, casi por la misma época, otros autores narrasen expresamente el contexto de esa «comunión en la mano», como es el caso de San Basilio Magno (330-379):

    “No hace falta demostrar que no constituye una falta grave para una persona comulgar con su propia mano en épocas de persecución cuando no hay sacerdote o diácono» (Carta 93)

    Esto ha hecho que, algunos estudiosos hayan planteado que la comunión en la mano se dio, en los primeros siglos, con mucha reverencia siempre, a causa de la persecución que se padecía y en tiempos en que no había diáconos o sacerdotes que pudiesen administrarla (vgr. Leclercq, «Comunión» en el Dictionnaire d’Archéologie Chrétienne).

    Sin embargo, ese argumento, no parece convencer del todo pues, como narra el Cardenal Du Perron al refutar al hereje Du Plessis Mornay (quien aducía que, porque antes se comulgaba en la mano, no habría conciencia de la presencia real de Cristo en la Eucaristía entre los primeros cristianos) la eucaristía se daba incluso en tiempos en que la persecución primera había pasado ya, sobre todo, en los lugares alejados de Roma.

    Sin embargo, pasado el tiempo y poco a poco, la Iglesia comenzó mutar al respecto, como se lee ya en el Concilio de Zaragoza (a. 380), otro será el planteo de la Iglesia: «Excomúlguese a cualquiera que ose recibir la Sagrada Comunión en la mano» o el Sínodo de Roma del año 404, celebrado bajo el Papa Inocencio I, en el cual se impone el rito de la Comunión en la lengua, o el Concilio de Rouen (año 650) donde se dice: «No se coloque la Eucaristía en las manos de ningún laico o laica, sino únicamente en su boca” o el de Constantinopla: (680-681): «Prohíbase a los creyentes tomar la Sagrada Hostia en sus manos, excomulgando a los transgresores»; o el Sínodo de Ruán (año 878): “No se debe entregar la Eucaristía en manos de ningún laico, hombre o mujer, sino solamente en la boca. Si alguien transgrediese esto, dado que desprecia a Dios omnipotente, y no rinde honor a cuanto en él hay, que sea excluido del altar”.

    A primera vista, podría decirse que, la comunión en la mano, comenzó siendo el uso normal de la Iglesia que nació en tiempos de persecución. Con el tiempo, sin embargo y a medida que el mundo conocido iba siendo evangelizado el uso se mantuvo pero volcándose, poco a poco, a la praxis de la comunión en la boca por mano de los clérigos y -siempre- con extrema veneración, de allí que Pablo VI, enMD, indique que: “consta que los fieles creían y con razón, que pecaban… si, habiendo recibido el cuerpo del Señor y conservándolo con todo cuidado y veneración, algún fragmento caía por negligencia”.

    Es por todo esto que, a nuestro juicio, sería engañar a los fieles sin contextualizar el cómo se daba esa «comunión en la mano» en la “Iglesia primitiva”.

    Veamos, sin querer abundar, el espíritu con que se hacía; para ello nos puede servir el ejemplo de la secta de los nestorianos, existente aún hoy (quizás los cismáticos más antiguos que existen hoy en día, cuyo origen se remonta al siglo V). Así se narra el rito de la comunión:

    “Todos avanzan con gravedad y con un aire recogido. En la entrada del Santuario, del lado de la Epístola, hay un incensario humeante. Cada comulgante, al pasar delante se perfuma con él las manos, el rostro y el pecho; luego, llegando ante el sacerdote y permaneciendo de pie, le besa la mano y presenta su mano derecha extendida y cruzada sobre la izquierda. El sacerdote deposita allí una partícula de Hostia que el comulgante absorbe enseguida, lamiéndose la mano y pasándola luego por la frente para secarla, luego va delante del subdiácono, le besa la manga del alba, bebe del cáliz, se seca la boca con el purificador y se retira del costado del Evangelio, manteniendo su mano sobre los labios. Las mujeres comulgan del mismo modo, pero al fin de la Misa, después de que los hombres se han retirado”.

    Mons. Athanasius Schneider, experto en Patrística e Iglesia primitiva, explica que hay una enorme diferencia entre la forma de comulgar en la Iglesia primitiva y la actual práctica de la comunión en la mano:

    En la Iglesia primitiva había que purificar las manos antes y después del rito, y la mano estaba cubierta con un corporal, de donde se tomaba la forma directamente con la lengua. Tras sumir la Sagrada Hostia el fiel debía recoger de la mano con la lengua cualquier mínima partícula consagrada. Un diácono supervisaba esta operación[3].

    Nos preguntamos: quienes defienden el comulgar en la mano “porque así se hacía antes”, ¿comulgarán hoy de la misma manera? Pues bien, independientemente de si el uso de la comunión en la mano se dio en tiempos de persecución o no (cosa que, al parecer, es bastante discutida entre los historiadores de la liturgia), el tema más importante es que, la Iglesia, en un momento, cambió de postura al respecto y comenzó a distribuirla en la boca.

    5) Un uso que la tradición interrumpió y hasta prohibió

    Pero, si no constituía (ni constituye per se un sacrilegio); si en los primeros tiempos se hacía con enorme devoción…, entonces: ¿por qué la Iglesia, en un momento de la historia, llegó a prohibir este uso?
    Según señala el gran historiador Jungmann, “esta costumbre de entregar la Eucaristía en la mano traía consigo el peligro de abusos… Con todo, más que el temor a los abusos, influyó, sin duda, la creciente reverencia al sacramento a que se diese más tarde la sagrada forma directamente en la boca” (El Sacrificio de la Misa, B.A.C., Madrid 1963, pp. 942 ss.). Es decir: se trató del desarrollo y profundización del dogma del misterio de la Transubstanciación lo que llevó a que, con el tiempo, la reverencia fuese más y más crecida hasta que la Iglesia, comenzando por Roma y hacia afuera, comenzó a mandar que la eucaristía se diese en la boca.

    Se cuenta que la reverencia era tan grande entre los siglos XIII y XV, que muchos sacerdotes llegaban a comulgar tomando la hostia directamente de la patena con la lengua (uso exagerado testimoniado por San Buenaventura y por las rúbricas de varios misales del siglo XV).

    Es el mismo Papa Pablo VI el que, en Memoriale Domini plantea las causas de este cambio: “después de que la verdad del misterio eucarístico, su eficacia y la presencia de Cristo en el mismo fueron escrutadas más profundamente, por urgirlo ya el sentido de la reverencia hacia este Santísimo Sacramento, ya el sentido de la humildad con la que es preciso que éste sea recibido, se introdujo la costumbre de que el ministro pusiese por sí mismo la partícula de pan consagrado en la lengua de los que recibían la comunión” (MD, 1276).

    Tres razones entonces llevaron a la Iglesia a cambiar el uso anterior:

    – El conocimiento de la verdad del misterio eucarístico.
    – La reverencia hacia el Santísimo Sacramento.
    – La humildad que conlleva recibirlo de esta manera.

    Y este cambio se produjo en la Iglesia universal (es decir tanto en Oriente como en Occidente).

    Tan notorio era el significado de reverencia de recibirlo en la boca que varios “reformadores” protestantes (como Martín Bucero, asesor de la reforma anglicana), se esforzaron rápidamente en cambiar el uso de la comunión en sus países,introduciendo la comunión en la mano para que sus fieles, ni pensaran en la presencia real de Cristo, ni hicieran distinción entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial.

    6) La mejor forma de rendir culto: en la boca

    Uno podría preguntarse: ¿hay una mejor forma de recibir la Eucaristía? Y la Iglesia ha respondido que sí: en la boca. Y esto no hace a una persona más santa que la otra (eso sería fariseísmo), sino simplemente a ser humilde y a recibir el Santísimo Sacramento, como la Iglesia lo ha mandado, incluso al día de hoy.

    La comunión en la mano ha sido, en nuestros tiempos -que no en los antiguos-, una excepción que intentaba subsanar un abuso litúrgico especialmente, en los países de tendencia protestantizante, de allí que según el documento Memoriale Domini, se enseñe que hay un modo que es mejor que otro pues, con la comunión en la boca, “se asegura más eficazmente la distribución reverente, decorosa y digna de la Eucaristía, se aparta todo peligro de profanación y se guarda más perfectamente el cuidado para con los fragmentos de hostia”.

    7) ¿Se puede negar la comunión en la boca?¿Se puede imponer la comunión en la mano, de cualquier modo?

    La respuesta merece una aclaración previa. La normativa vigente impide que se imponga la comunión en la mano así porque sí.

    Así lo dice la misma Instrucción Redemptionis Sacramentum:

    «Todas las normas referentes a la liturgia, que la Conferencia de Obispos determine para su territorio, conforme a las normas del derecho, se deben someter a la recognitio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, sin la cual, carecen de valor legal.[28]

    Por «recognitio», se entiende en derecho canónico, el acto de la autoridad eclesiástica que toma conocimiento de un acto de otra autoridad u organismo subordinado y le da su visto bueno para que pueda surtir plenos efectos jurídicos.

    Y se aclara: «En la distribución de la sagrada Comunión se debe recordar que «los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos» ( cfr. 177). Por consiguiente, cualquier bautizado católico, a quien el derecho no se lo prohíba, debe ser admitido a la sagrada Comunión. Así pues, no es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie» [91].

    Y es por ello que nadie puede ser obligado a recibirlo en la mano y todos pueden recibirlo en la boca y, si quieren, de rodillas, como ha señalado la Sagrada Congregación para el Culto divino al decir que “aún en aquellos países donde esta Congregación ha aprobado la legislación local que establece el permanecer de pie como la postura para recibir la Sagrada Comunión… lo ha hecho con la condición de que a los comulgantes que escojan arrodillarse no les será negada la Sagrada Comunión Los sacerdotes deben entender que la Congregación considerará cualquier queja futura de esta naturaleza con mucha seriedad, y si ellas se verifican, actuará disciplinaramente en consonancia con la gravedad del abuso pastoral”[4].

    8) Objeciones frecuentes y respuestas

    a. Es sólo una vuelta a la práctica primitiva

    Falso: la comunión en la mano, a lo que nos ha llevado, no es a las fuentes de la Iglesia primitiva, reverente y venerante del Santísimo Sacramento, sino una postura cercana al protestantismo, donde el Santísimo Sacramento puede verse devaluado.

    b. Es más acorde a la dignidad del cristiano y corresponde a una etapa de adultez


    La Iglesia, por medio del documento de Pablo VI (MD) dice que es preciso recibir la Eucaristía con humildad (“de los que se hacen como niños es el reino de los cielos”, decía el Señor) y que éste fue, justamente, uno de los motivos para comenzar a comulgar en la boca.

    Además, la dignidad del cristiano ya queda suficientemente destacada por el hecho de poder recibir en la comunión el cuerpo y la sangre del Señor.

    c. Comulgar en la mano trae una mayor conciencia del “sacerdocio común de los fieles”
    El sacerdocio común está ya suficientemente expresado por la posibilidad de participar en la liturgia y recibir la Comunión, cosas que sólo puede hacer un bautizado. Se halla muy difundida, sin embargo, una concepción exagerada del sacerdocio común que ignora por completo la distinción esencial entre éste y el sacerdocio ministerial.

    d. Tan digna la mano como la boca

    Estrictamente hablando todas las partes del cuerpo son dignas pero en cualquier cultura hay partes del cuerpo que son consideradas nobles y otras innobles, pudendas y no pudendas. Y no es necesario ejemplificar.

    Además, las manos del fiel se distinguen de las manos del sacerdote porque estas últimas fueron especialmente ungidas para tocar el Cuerpo del Señor desde su ordenación sacerdotal (así lo decía Juan Pablo II: “El tocar las Sagradas Especies, su distribución con las propias manos, es un privilegio de los ordenados y señala una participación activa en el ministerio de la Eucaristía”; Domin. cenae, 11”).

    e. Respeto a la libertad de los fieles

    Si se propone a los fieles elegir, sin advertir los peligros que este uso conlleva, en realidad se les está ocultando la verdad y, “sólo la verdad os hará libres.f. Está más acorde a la sensibilidad actual en lo que respecta a la higiene

    El punto no tiene ningún apoyo en la tradición o el magisterio.

    Se plantea que el presunto peligro de contagio de enfermedades sólo se evitaría prohibiendo la Comunión en la boca (o permitiendo el “autoservicio”) pues de lo contrario, aun comulgando en la mano, la hostia que se recibe es tocada por los dedos del ministro que pueden haber tenido contacto con una enfermedad contraída por medio de la mano del otro.

    * * *

    Hasta aquí entonces, un simple resumen acerca de este tema tan controvertido que, muchas veces, en vez de ser sopesado con serenidad, embandera posturas ideológicas más que verdades lógicas.
    Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar. Sea por siempre bendito y alabado.

    P. Javier Olivera Ravasi, SE11 de Marzo de 2020



    [1] La mayoría de las citaciones han sido tomadas del libro de Mons. Laise, al cual remitimos.
    [2] Desde ahora, MD.
    [3] https://www.religionenlibertad.com/p...e-ver-con.html
    [4] Congregatio de Cultu Divino et Disciplina Sacramentorum, Prot Nº 1322/02/L.



    https://www.youtube.com/watch?v=6omO...ature=emb_logo





    Breve historia de la Comunión en la mano. Orígenes histórico de su uso y desuso
    Última edición por Hyeronimus; 11/03/2020 a las 14:47
    Patriota Sevillano dio el Víctor.

  6. #86
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    Cardenal Marto: “Cristo dijo ‘tomad y comed’, no dijo ‘abre la boca'”




    Por Fernando Beltrán | 01 junio, 2020

    En el último podcast Ponto de Viragem,publicado por el portal de los jesuitas de Portugal, ha sido entrevistado el cardenal António Marto, obispo de Leiria-Fátima.

    El cardenal Marto reconoció que, a la Iglesia, al igual que la sociedad, le ha sorprendido la crisis que estamos experimentando y, por lo tanto, no estaba preparada para una respuesta. Intentó adaptarse de forma “un poco improvisada” a los desafíos que se planteaban, agregó el prelado, que destacó la importancia de las tecnologías y exaltó la creatividad de los pastores y laicos para vivir la fe y apoyar las necesidades sociales.
    El vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Portugal señaló el ejemplo del Papa Francisco, que puso por encima de todo el imperativo moral de salvar vidas. Para el obispo portugués, la suspensión de las misas públicas fue un “acto evangélico de amor al prójimo”.

    Para argumentarlo, el obispo portugués ha indicado que la comunión en la mano era la forma apropiada de recibir el Cuerpo de Cristo en la Iglesia primitiva. “Cristo dijo ‘tomad y comed’, no dijo ‘abre la boca'”, dijo el cardenal de la Iglesia. Además, explicó que es igual de digno recibir la comunión de una u otra forma.
    Sin entrar en el debate sobre cual de ellas es más digna, el argumento del cardenal es, cuanto menos, peligroso. Me recuerda al ‘Sola Scriptura’ de los protestantes, con el que se acaba entrando en el Jesús dijo o no dijo. ¿No es precisamente la Tradición una de las principales diferencias que nos separan de ellos?
    ¿Por qué lleva ese sombrerito rojo en su cabeza? ¿Se los dio Jesús a los apóstoles? De hecho, la palabra cardenal ni aparece en los evangelios, ¿no? Es más, ¿qué es una conferencia episcopal, de la que él es vicepresidente? ¿aparecen en los Hechos de los Apóstoles? No me suena en absoluto.

    En un momento de la entrevista, el prelado habló sobre la forma de recibir la sagrada comunión, que en muchos sitios ha cambiado debido al riesgo de contagio de la enfermedad. El cardenal Marto apela a una actitud de humildad y de aceptación de las reglas específicas para este tiempo de pandemia, en referencia, evidentemente, a los fieles que desean recibirla en la boca, cuestión que está siendo denegada en muchos sitios.

    Les confieso que no tengo una opinión clara al respecto, y veo a gente sensata y sabia presentar argumentos razonables en ambas direcciones, pero el esgrimido por el obispo de Fátima me ha parecido muy pobre. Además, si entramos en ese ‘juego’, ¿no eran los apóstoles los primeros obispos cuando Jesús les dice ‘tomad y comed’?


    https://infovaticana.com/2020/06/01/...-abre-la-boca/


  7. #87
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    UNA RESPUESTA AUTORIZADA SOBRE LA COMUNIÓN EN LA LENGUA





    San Carlos Borromeo administra el Santísimo Sacramento
    a las víctimas de la peste en Milán. Pierre Mignard (ca 1680)

    E
    n el año 1999 se solicitó a la Sagrada Congregación para el Culto Divino una respuesta aclaratoria sobre si era lícito obligar a los fieles a recibir la Sagrada Comunión exclusivamente en la mano. Eran tiempos en que losdubia solían responderse con presteza y competencia admirables. Por la actualidad que reviste el tema y por la insistencia, a veces poco juiciosa, con que se quiere imponer la comunión en la mano, recojo la respuesta a esa consulta aparecida en la revista Notitiæ, órgano informativo oficial de la Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos.



    RESPONSA AD DUBIA PROPOSITA (Respuestas a las dudas propuestas)

    Pregunta: Si en las diócesis donde se puede distribuir la comunión en la mano de los fieles, es lícito que el sacerdote o los ministros extraordinarios de la comunión obliguen a los comulgantes a recibir la hostia exclusivamente en la mano y no sobre la lengua.

    Respuesta: Consta claramente por los mismos documentos de la Santa Sede que en las diócesis donde el pan eucarístico se coloca en la mano de los fieles, permanece intacto su derecho a recibirlo en la lengua. Por consiguiente, actúan en contra de las normas establecidas, tanto los que obligan a los comulgantes a recibir la comunión exclusivamente en la mano, como los que niegan a los fieles la comunión en la mano, en las diócesis que gozan de este indulto.

    En cumplimiento de las normas sobre la distribución de la Sagrada Comunión, los ministros ordinarios y extraordinarios deben tener especial cuidado de que la hostia sea inmediatamente sumida por los fieles, de tal manera que nadie se aleje con las especies eucarísticas en la mano.

    Recuerden todos que es una tradición secular recibir la hostia en la lengua. El sacerdote celebrante, si existe peligro de sacrilegio, no dé la comunión en la mano a los fieles, y haga que tomen mayor conciencia del fundamento de esto modo de proceder.

    Fuente: Notitiæ 1999, n° 392-393, pp. 160-161





    EL BUHO ESCRUTADOR: UNA RESPUESTA AUTORIZADA SOBRE LA COMUNIÓN EN LA LENGUA

  8. #88
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    La comunión en la mano: historia de un sacrilegio infame desde los orígenes hasta el motu proprio Traditionis Custodes



    El 16 de julio de 2021, fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo, el papa Francisco promulgó el motu proprio Traditionis Custodes que anula con efecto inmediato el indulto concedido en 2007 por el papa Benedicto XVI, que con el motu proprio Summorum Pontificum concedía la posibilidad a cualquier sacerdote de celebrar la Santa Misa según el Rito Romano Antiguo sin el permiso previo del ordinario diocesano. De lo repentino de la medida se puede sacar al menos un aspecto positivo: constreñir a aquella parte del clero que tiene a pecho la sacralidad de la liturgia de la Iglesia de siempre a tomar finalmente una posición neta oponiéndose al último suspiro de un pontificado, que está hoy en descomposición.

    La instrucción se acompaña de una Carta Apostólica en la cual el papa Francisco quita toda ambigüedad a la distinción obrada por el papa Benedicto XVI entre forma ordinaria y forma extraordinaria de la Santa Misa, afirmando que “los libros litúrgicos promulgados por Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, [son] la única expresión de la lex orandi del Rito Romano”. Desde este momento, el Rito Romano Antiguo, despojado hasta de la connotación de la extraordinariedad a pesar de haber sido la forma ordinaria de la lex orandi de la Iglesia católica durante casi dos mil años, se ve literalmente desechado con la falsa, digamos también innoble, argumentación, según la cual, habiendo sido “más veces adaptado a lo largo de los siglos a las exigencias de los tiempos, no sólo ha sido conservado, sino renovado en fiel obsequio a la Tradición”. Siempre según el papa Francisco, “a quien quiera celebrar con devoción según la anterior forma litúrgica no le costará encontrar en el Misal Romano reformado según la mente del Concilio Vaticano II todos los elementos del Rito Romano, en particular el canon romano, que constituye uno de los elementos más característicos”.

    Es evidente a todos los que conocen ambas formas de la Santa Misa que esta afirmación es totalmente falsa. En la Santa Misa Novus Ordo el componente sacrificial, aunque presente, cede el paso a favor del componente eucológico y convivial. En este artículo queremos poner la atención sobre una diferencia no banal entre las dos formas rituales: el modo en que los fieles laicos reciben la comunión. Alguno objetará que la única diferencia entre las dos formas es que, cuando en el Vetus Ordo los fieles reciben la comunión en la boca mientras están arrodillados ante la balaustrada, en el Novus Ordo, que desde ahora asume el rango de Unico Ordo, los fieles laicos reciben la comunión en la boca o en la mano estando de pie. La pregunta que intentará responder este artículo es si la recepción del Cuerpo de Cristo en la mano, práctica no prevista en el Vetus Ordo pero convertida en praxis en el Novus Ordo, consiente respetar el Cuerpo de Cristo o, como veremos, lo expone concreta y frecuentemente a irreverencias y sacrilegios.

    Lo haremos recorriendo la práctica sacramental desde los orígenes a nuestros días. A tal fin utilizaremos un estudio de don Federico Bortoli, sacerdote de la diócesis de San Marino-Montefeltro, con el título La distribución de la comunión en la mano. Perfiles históricos, jurídicos y pastorales, editado por Cantagalli de Siena en 2018 con prefacio del cardenal Robert Sarah, en ese momento Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Se trata de la tesis doctoral en Iure Canonico obtenida por el autor en 2017 en la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. La tesis de fondo, absolutamente compartida con este estudio, que retoma en las conclusiones algunas orientaciones de Mons. Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astana, es que la introducción de la entrega de la comunión en las manos de los no consagrados “se ha desarrollado como un abuso litúrgico (…) en algunos países del norte de Europa, en un clima de contestación que caracterizó el ambiente eclesial (…) en los años que sucedieron al Concilio Vaticano II (…). El hecho de que (…) la comunión en la mano haya sido después disciplinada no anula el modo en que se inició” (p. 241). Antes de adentrarnos en el análisis del texto, hagamos presente que no estamos de acuerdo con don Bortoli en corroborar la continua contemporización de algunos pastores de la Iglesia católica que se dicen preocupados por las irreverencias y los sacrilegios derivados de la práctica de entregar el Cuerpo de Cristo en las manos de los no consagrados, auspiciando por ello la restauración de la comunión en la boca pero gradualmente, “en cuanto una denegación clara y repentina, muy probablemente, no traería los efectos deseados” (p. 235, nota 124). A estos jerarcas que dicen amar la Iglesia y querer recuperar la praxis sacramental de siempre, “no de la noche a la mañana” sino con cautela, San Agustín les recuerda que cuando Noé hizo salir al cuervo, símbolo del herético, éste no regresó al arca, que es la Iglesia, porque su graznido “¡Cras, cras!” significa “mañana”[1]. A estos les recordamos que Pablo VI no tuvo ninguna cautela en desterrar el Vetus Ordo en el espacio de un año, como no ha tenido cautela alguna el papa Francisco al escribir que quiere aplicar el Traditionis Custodesde hoy para mañana. Intelligenti pauca!

    La primera parte del estudio de don Bortoli, titulada Evolución del modo de distribuir la santa comunión y del culto eucarístico en el curso de la historia en relación con la doctrina sobre la Eucaristía, en un análisis atento de las fuentes examinadas, nos parece la parte menos rigurosa, contestable también en la elección de utilizar el término “evolución” como encabezamiento del capítulo. “Evolución” recuerda mucho la evolución del dogma, concepto caro a los modernistas condenados por el papa San Pío X en la encíclica Pascendi Domini Gregis de 1907. Independientemente de las intenciones del autor, el lector, llegado al fin del capítulo, tiene la sensación de que la situación actual sea la evolución natural de una práctica que ha mudado con el correr de los siglos. Pasemos como reseñas los testimonios de los Padres utilizados por los que sostienen entusiasmados la comunión en la mano de los no consagrados, antes que nadie Mons. Annibale Bugnini, en su tiempo Secretario de la Sagrada Congregación para el Culto Divino. Don Bortoli escribe que Tertuliano (muerto en 230), en su De Idolatria (pl. 2, 769), “criticando a los cristianos procedentes de los ídolos, que después se acercaban a la Eucaristía, deja entender que recibían la comunión en la mano” (p. 30). Explica después como “los cristianos, cumpliendo actos de idolatría, utilizaban las manos con las que después se acercaban para recibir el Cuerpo del Señor” (p. 30, nota 10). He aquí el texto de Tertuliano:

    “… y levantar a Dios Padre esas manos que fueron también madres de imágenes idólatras; hacer acto de adoración con las manos que fuera son causa de adoración contraria al Dios verdadero; acercar al Cuerpo del Señor las manos que forman cuerpos de demonios. Y esto no es suficiente: sería todavía poco si recibieran de las manos de otros lo que esos contaminan y gustan, sino que son ellos mismos los que dan a los otros lo que ellos ya han contaminado, porque los fabricantes de ídolos se admiten en las órdenes eclesiásticas. ¡Qué vergüenza y oprobio! Los judíos sólo una vez osaron alzar las manos sobre Cristo; estos, sin embargo, insultan cada día su Cuerpo. ¡Oh, manos que deberían ser cortadas! Que vean ya estos si es el caso de pensar que aquellas palabras del Evangelio fueron pronunciadas así, precisamente para algo semejante: “si tu mano te escandaliza, córtatela”. Pues bien, ¿cuáles son las manos más merecedoras de ser cortadas que las que infieren ofensa al Cuerpo del Señor?”

    Del pasaje en cuestión no se deduce de ningún modo que la comunión se diera en la mano. La referencia a las manos por parte de Tertuliano puede explicarse muy bien por la costumbre de comulgar también con el cáliz que por motivos obvios debía ser tocado con las manos, o como figura retórica. Alzar las manos al Cielo, hacer acto de adoración con las manos, acercar las manos al cáliz para comulgar la Sangre del Señor no implica deducir automáticamente que se diera el Cuerpo de Cristo sobre las manos de los fieles laicos. Don Bortoli, en cuanto al modo de comulgar con base en el testimonio de Tertuliano, habría debido citar este pasaje del De Corona III, 3 (Pl. II, 79), datado en el 211 d.C., que es incontrovertible: “Tomémoslo también en las congregaciones antes del alba. Y no recibamos de la mano de otros si no de la de los presidentes, el sacramento de la Eucaristía que el Señor ordenó tomaran todos”.

    Y después es el turno de San Cipriano de Cartago (muerto en 258): De lapsis, 26 (Pl. 4, 486), del que don Bortoli deduce que “en cuanto al modo de recibir la comunión [San Cipriano ndr] especifica que el fiel, habiendo recibido el pan sobre la palma de la mano abierta, debía a continuación cerrarla, para volverla a abrir cuando, de regreso en su puesto, sumiera el Cuerpo de Cristo” (p. 31). No se entiende dónde y de qué modo el autor haya extraído esta información de los pasajes citados. En el De lapsis 24-26, San Cipriano narra algunos hechos prodigiosos: castigos infligidos a los apóstatas ya en esta vida y signos maravillosos de la condena divina contra los apóstatas, que recibían la Eucaristía sin haber hecho penitencia ni obtenido el perdón de su pecado. Refiere también el caso de una joven apóstata que se atrevió a comulgar la Eucaristía, la sintió descender en el estómago como una espada y sufrió tormentos horribles; otra mujer, abriendo con manos inmundas una caja en que había sido depositada la Eucaristía, vio una explosión de llamas. San Cipriano está hablando de uno de los privilegios concedidos a los cristianos de los primeros siglos a causa de las persecuciones. Se les concedía de hecho conservar la Santa Eucaristía en casa con el fin de la comunión doméstica. En este pasaje describe el modo en que se envolvía la Santa Eucaristía en un orarium o tela de lino, que a su vez era depositado a menudo en un recipiente más precioso. El precioso don se custodiaba en una teca (arca) con tapadera. La frase, por lo tanto, se traduce como sigue: “Cuando buscó con manos indignas abrir su teca, en la cual estaba el santo del Señor, se le impidió tocarla con el fuego que salía de ella”. Y, continúa San Cipriano, un hombre, también manchado de apostasía, osó recibir en el cuenco de la mano su parte de la Eucaristía, y porque lo que estaba consagrado por un sacerdote fue contaminado por ellas, no pudo alimentarse con el Cuerpo del Señor al encontrarlo incinerado. Ahora, si la teca que contenía el Cuerpo del Señor se envolvía en una tela como signo de respeto, de modo que las manos no entrasen en contacto ni siquiera con la teca, con mayor razón es necesario deducir que en el momento de la comunión el fiel tomase el Cuerpo del Señor utilizando una tela de lino. Ciertamente no utilizando las manos directamente, y menos en el caso de que le diera la comunión un consagrado. Si después, del hecho de que este apóstata en estado de pecado mortal tomara el Cuerpo de Cristo en el cuenco de la mano se quiere extraer la prueba de que ésta fuera la práctica habitual, me parece forzado. El otro pasaje de De lapsis 16, citado por el autor, no es otro que un comentario de San Cipriano a la primera carta de San Pablo apóstol a los Corintios X, 21, de la cual no se saca de hecho que la comunión fuese dada en las manos de los fieles no consagrados. La frase latina es: Spretis bis omnibus atque comptemptiis, ante expiata delicta, ante exomologesin factam criminis, ante purgatam conscientiam sacrificio et manu sacerdotis, ante offensam placatam indignantis Domini et minantis, vis infertur corpori eius et sanguini, et plus quam cum Dominum negaverunt, que traducida es: “Ahora, sin embargo, despreciando todos estos preceptos [ndr los recordados por el mismo San Cipriano al final del capítulo 15], antes de hacer la confesión de su delito, antes de que su conciencia haya sido purificada con el sacrificio y con la mano del sacerdote, antes de haber aplacado la ofensa hecha al Señor, que les amenaza desdeñado, esos violentan su Cuerpo y su Sangre; y así cometen ahora con la mano y con la boca mayor fechoría contra el Señor que la que cometieron primero cuando lo negaron”.

    Deducir de la acusación de San Cipriano a los lapsos que fuera costumbre tomar el Cuerpo de Cristo directamente en el cuenco de la mano sólo porque se refiere al término “mano” es insostenible. Dado que en aquel tiempo se comulgaba bajo las dos especies, la frase de San Cipriano se puede explicar tranquilamente en el sentido de que los lapsos contaminaban sus manos tomando el cáliz que contenía la sangre y contaminaban la boca sumiendo ya el Cuerpo o la Sangre de Cristo. Santo Tomás de Aquino, sosteniendo que corresponde exclusivamente al sacerdote en cuanto consagrado distribuir la Eucaristía, hace un razonamiento similar cuando concede que el diácono pueda dispensar la Sangre, pero no el Cuerpo, porque, mientras la Sangre está contenida en el cáliz y no implica un contacto directo, no le está permitido sin embargo dispensar el Cuerpo, que se toca directamente con las manos (Summa Theologiae, III, q. 82, a. 3. c). También es capciosa la objeción por la cual, al decir Jesucristo en la Última Cena las palabras “Tomad y comed” (Accipite et manducate), habría invitado a tomar la comunión con las manos. En primer lugar, porque el Señor se dirigía sólo a los discípulos instituidos en el orden sagrado y no a todos los fieles que por recibir el bautismo son constituidos, sí, sacerdotes, reyes y profetas, pero no son investidos directamente del Ministerio Ordinario. En segundo lugar, porque, como justamente escribe Mons. Schneider (Dominus est. Reflexiones de un obispo del Asia central sobra la sagrada Comunión, Ciudad del Vaticano 2008, pp. 55-56, citado por don Bortoli en la p. 233, nota 119), “también las palabras “Haced esto en memoria mía” (Lc. 22, 19) se habrían dirigido en consecuencia a la totalidad de los fieles, que, en virtud de estas palabras, hoy podrían participar del sacerdocio ministerial. Además, la palabra accipite (…) no significa “tocar con la mano”, sino que más bien indica acción de recibir”. Justamente Mons. Schneider evidencia la contradicción de que, mientras en muchos documentos magisteriales se deplora la falta de respeto hacia la Eucaristía, no se tome sin embargo en consideración la posibilidad de abolir el uso de dar la Eucaristía en las manos de los no consagrados. El deseo del prelado auxiliar de la diócesis de Astana sería ciertamente un inicio, pero, considerando cómo se ha llegado a ese estado de cosas, sería necesario también esperar la supresión de la misa Novus Ordo.

    Otro padre de la Iglesia, citado en apoyo de la convicción de que en la Iglesia de los orígenes la comunión se entregaba en las manos de los no consagrados, es San Basilio Magno (muerto en 379), que en la Epístola 93 (PG 32, 484-485) “habla de cuándo es posible tomar la comunión con las propias manos a falta de sacerdote, haciendo referencia a los períodos de persecución, cuando se lleva la Eucaristía a las viviendas propias, y a quien hace vida eremítica y no es sacerdote” (p. 32). San Basilio escribe: “Cuando, no obstante, en tiempos de persecución, a falta de un sacerdote o de un diácono, alguno piense en recibir la comunión en la propia mano, es superfluo ratificar que ha de ser por cosa grave; esta larga costumbre de las mismas cosas lo confirma”. San Basilio concede, por motivos graves, poder comulgar por sí mismo en ausencia de sacerdote o de un diácono, pero de esto no se puede deducir que el fiel no consagrado pueda tomar el Cuerpo de Cristo directamente en las manos sin adoptar precauciones particulares como un velo de tela. La frase de San Basilio será después retomada por Pablo VI el 3 de septiembre de 1965 en la carta encíclica Mysterium fidei, 62: “Sin embargo, no decimos esto para que se cambie el modo de custodiar la Eucaristía o de recibir la santa comunión (…), sino sólo para congratularnos de la fe de la Iglesia, que siempre es la misma”. Como en el estilo típico del papa Montini, mientras deplora el recurso a los conceptos de transignificación y transfinalización que reducen la “presencia de Cristo en la Eucaristía a simple símbolo, rebatiendo el concepto de transubstanciación”, lo debilita contextualmente al hacer referencia a una praxis citada solamente en la Catequesis mistagógica V, atribuida como las otras catequesis a San Cirilo de Jerusalén y contestada por diversos estudiosos por “la ambigüedad de la tradición griega manuscrita y de las versiones sirio-palestinas y armenia, los silencios o las diversas atribuciones de la tradición literaria hasta el siglo VI, las discrepancias de orden litúrgico percibidas entre las fechas de la mistagógica y otros registrados en la historia contemporánea de la Iglesia de Jerusalén”. Hasta el punto de que “muchos se inclinan a negarle autenticidad” (cfr. Cirilo de Jerusalén. Las catequesis. Città Nuova, 1993, p. 17). Don Bortoli, que obviamente cree en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, parece no darse cuenta de que, mientras cita un estudio de Mons. Athanasius Schneider según el cual “la práctica actual de la comunión en la mano repite (…) la praxis adoptada por los calvinistas” (A. Schneider, Corpus Christi: la santa comunión y la renovación de la Iglesia, Ciudad del Vaticano, 2013, citado en la p. 73, nota 168) que, sin embargo niegan la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía en Espíritu, Cuerpo, Alma y Divinidad, contextualmente, sobre la base de pocos y controvertidos testimonios, afirma convencido que “en los primeros siglos era habitual recibir la Eucaristía bajo las dos especies, recibiendo el pan consagrado en la mano y bebiendo la Sangre consagrada en el cáliz” (pp. 72-73), debilitando así desde la raíz la necesidad de volver exclusivamente a la comunión en la lengua. Examinemos ahora el caballo de batalla de todos los sostenedores entusiastas de la comunión en la mano de los no consagrados. Se trata del hoy mal afamado pasaje de San Cirilo de Jerusalén (muerto en 387), contenido en la Catequesis Mistagógica V, 21-22 (PG 33, 1101) que constituyó la osamenta de un artículo aparecido el 15 de mayo de 1973 en el Osservatore Romano, con la firma de Mons. Annibale Bugnini, con el título En la mano “como en el trono”. Es cierto que don Bortoli, criticando la notificación Le Saint-Siege del 3 de abril de 1985 que legitimaba la entrega de la comunión en la mano de los no consagrados, afirma que “la cita de San Cirilo parece desviada, en cuanto parece ser un elogio de la práctica de la comunión en la mano, vista como enseñada directamente por los Padres de la Iglesia, cuando éstos simplemente describían la práctica en uso entonces” (p. 168), pero no discute en absoluto la autenticidad de la catequesis atribuida a San Cirilo de Jerusalén, que presenta al menos dos aspectos problemáticos. En la Catequesis Mistagógica V, 21-22 (PG 33, 1123, 1126) está escrito:

    “Al acercarte, no procedas con las palmas de la mano abiertas, ni con los dedos separados, sino haz un trono con la izquierda a la derecha, porque vas a recibir al Rey. Con el cuenco de la mano, recibe el Cuerpo de Cristo y di “Amén”. Con cuidado, santifica los ojos al contacto del Cuerpo santo y tómalo buscando no perder nada de él. Si pierdes alguna partícula, es como si se amputara un miembro tuyo. Dime, si alguno te regalase virutas de oro, ¿no las cogerías con mucho cuidado, mirando no perder ninguna de ellas y no estropearlas? ¿No guardarías mayormente lo que es más precioso que el oro y más estimado que las piedras preciosas, para que no caiga ni una miguita? Después de la comunión del Cuerpo de Cristo, acércate al cáliz de la Sangre. Sin extender las manos, sino inclinándote y con un gesto de adoración y de veneración, di “Amén” y santifícate tomando la Sangre de Cristo”.

    En realidad, la exhortación atribuida a San Cirilo de Jerusalén no termina aquí, sino que continúa como sigue:

    “Después de que con cautela hayas santificado tus ojos poniéndolos en contacto con el Cuerpo de Cristo, acércate también al cáliz de la Sangre, no teniendo las manos relajadas, sino hacia delante y en modo de expresar sentido de adoración y veneración, diciendo “Amén”, te santificarás tomando también la Sangre de Cristo. Y, mientras tienes aún los labios humedecidos por ella, tócate las manos y, después, santifica con ellas tus ojos, la frente y todos los demás sentidos”.

    Ya esta extraña exhortación a tocarse los labios aún humedecidos por la Sangre de Cristo con las manos para después tocar todos los demás órganos de los sentidos es problemática y poco creíble. Y, procediendo al capítulo que sigue inmediatamente, el 23 de la misma Catequesis Mistagógica V, que los defensores de la comunión en la mano se guardan bien de citar, se abre la vía a la sospecha de que el autor, en la parte relativa la modalidad de comulgar el Cuerpo de Cristo netamente en contraste con la disciplina seguida en Roma y ya atestiguada bajo el pontificado de San Sixto I (muerto en 125), no pueda ser San Cirilo de Jerusalén. De hecho, el presunto San Cirilo de Jerusalén hace la siguiente exhortación desconcertante (PG 33, 1126, 1128): “Conservad estas tradiciones invioladas y conservadlas vosotros mismos incorruptas. No os separéis de la comunión, no os privéis de estos sagrados y espirituales misterios tampoco si estáis contaminados de pecado”. La exhortación contenida en este pasaje está evidente contradicción con cuanto afirma San Pablo apóstol en I Cor. XI, 27-29: “Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación”. Por lo tanto, varios patrólogos como Swaans y Bihain (cfr. Cirilo de Jerusalén. Las catequesis, op. cit., p. 17) han sostenido la hipótesis de que el autor de estas interpolaciones pueda ser Juan II, el sucesor de Cirilo en la cátedra episcopal de Jerusalén (386-417), que tuvo deslizamientos origenistas y pelagianos; o bien que el autor pudiera haber sido un redactor cripto-arriano que hubiera añadido las interpolaciones dentro de la catequesis de Cirilo de Jerusalén para dar apariencia de rigor a sus propias y desconcertantes afirmaciones en contraste con la fe católica de siempre. Mientras que para don Bortoli la convicción de que fuese una práctica común dar la comunión a los fieles depositando el Cuerpo de Cristo en sus manos, sobre la base de tres fuentes de una de las cuales (San Cipriano) la extrae no se sabe bien cómo, de otra (San Basilio) la dicta como concesión a causa del peligro de las persecuciones y de la otra (San Cirilo de Jerusalén), de dudosa atribución, cuando pasa revista a los testimonios en sufragio de la práctica de la comunión en la boca, no parece dar el peso justo al hecho de que ya el papa Sixto I (muerto en 125 d.C.) estableció que a los laicos no les estaba permitido tocar los vasos sagrados (p. 38). Si no se les permitía tocar los vasos sagrados porque el contenido (Cuerpo y Sangre) es más sagrado que el continente, podemos sin duda deducir que en la diócesis de Roma a los laicos no se les permitiera tocar la Eucaristía con las manos.

    Siglo y medio después encontramos una prescripción del papa San Eutiquiano (muerto en 283), que excluía que los laicos pudiesen llevar la comunión a los enfermos: Nullus presuma tradere Communinen laico vel foeminae ad referenda infirmo(Eutiquiano, Exhoratatio ad presbyteros, PL 5, 165) (p. 38). Una vez más, se excluye que un laico pueda llevar el continente con la comunión, cuanto menos habría podido tocar con las manos el contenido. Por lo tanto, cuando el papa San Inocencio I (muerto en 417) establece que en la Iglesia de Roma el pan consagrado se reciba directamente en la boca, el Romano Pontífice no hace más que ratificar lo que algunos de sus predecesores ya habían ordenado. No se trata por tanto de una nueva praxis sino de la exigencia de custodiar con cuidado lo que se ha recibido. No obstantes estas comparaciones, don Bortoli sostiene más adelante que “a partir del siglo V en algunos lugares, principalmente en Roma, se empieza a distribuir el pan consagrado directamente en la boca para evitar más fácilmente la dispersión de los fragmentos y como señal de mayor respeto y reverencia” (p. 73). Es paradójico que, al avalar la práctica de la comunión en la mano, los arqueólogos de la práctica eucarística aduzcan como prueba sólo tres testimonios controvertidos y no quieran ver, sin embargo, los testimonios de la Iglesia de Roma que atestiguan incontrovertidamente como, desde el papa Sixto I (muerto en 125) en adelante y sin solución de continuidad, se practicaba seguramente en Roma el uso de la comunión en la lengua. Para completar los testimonios del cristianismo de los orígenes no podemos eximirnos de citar la Traditio Apostolica, que no cita don Bortoli. De este testimonio importantísimo, datado en el 215 d.C. y en el pasado atribuido a San Hipólito de Roma (170-235 d.C.), se ha descubierto en 1999 una nueva versión etíope, traducción del griego de una antología canónico-litúrgica egipcia que hace referencia al Patriarcado de Alejandría, y después traducida y publicada en italiano en 2011 (cfr. Alessandro Bausi, La nuova versione etiopica della traditio apostolica: edicione e traduzione preliminare, en Christianity in Egypt: literary production and intelectual trends studies in honor of Tito Orlandi, editado por Paola Buzi y Alberto Camplani, Institutum Patristicum Agustinianum, Roma 2011). El capítulo 22, 1-3 de la versión etíope describe el momento de la distribución de las sagradas especies:

    “El día del sábado [el dies prima sabbati coincide con el primer día de la semana y, por tanto, con el domingo ndr], el obispo, si es posible, con sus propias manos, mientras los diáconos fraccionan, lo administre él mismo a todo el pueblo; y los presbíteros fraccionen el pan “cocido”; si un diácono ofrece a un presbítero, alargue sus funciones y, en consecuencia, lo reciba: al pueblo, le rinda otro. Para los otros días, éstos rendirán, una vez que el obispo lo haya ordenado”.

    La versión latina, coincidente casi íntegramente con el texto etíope, establece (cfr. Pseudo Hipólito. La tradizione apostolica, Città Nuova, Roma 1996, pp. 85-86) en el mismo capítulo 22:

    “El domingo, el obispo, si puede, distribuya personalmente (el pan de la comunión) a todo el pueblo, mientras los diáconos lo fragmentan. También los sacerdotes fragmentarán el pan. Cuando el diácono entregue el pan al sacerdote, lo ponga sobre un plato, y el sacerdote tome el pan y lo distribuya de su mano al pueblo. Los otros días, hágase la comunión según las instrucciones dadas por el obispo”.

    En ambos textos, los fieles comulgan directamente de la mano bien del obispo o bien del sacerdote. Está claro, por lo tanto, que se comulgaba el Cuerpo en la boca y no en las manos de los fieles. En ambas versiones latina y etíope, en los capítulos 33-34 se recomienda el máximo cuidado en no hacer caer las especias eucarísticas. En la versión etíope está escrito (A. Bausi, op. cit. p. 57):

    “33 Respecto al hecho de que la Eucaristía sea conservada con atención. Todos se ocupen de que quien no cree no guste de la Eucaristía y que no caiga ni siquiera un poco y no sea estropeada, porque es el Cuerpo de Cristo, alimento para los fieles, que no se ha de malgastar. 34 Respecto del cáliz, que no se vierta. En verdad, habiendo bendecido en el nombre de Cristo, has recibido como la imagen de la Sangre de Cristo. Por esto, no verterla, porque un espíritu extraño, como si lo hubieras despreciado, no lo lamas: serás culpable de la sangre, como si hubieras despreciado su precio, con el que te ha rescatado. Todos los diáconos con los presbíteros se reúnan donde ha ordenado el obispo, por la mañana temprano, y no falten cada vez los diáconos a estar presentes, si no estuvieran impedidos por una enfermedad. Una vez reunidos, comuníquenlo a la iglesia y, así, después de haber orado, cada uno haga lo que es justo”.

    La frase “habiendo bendecido en el nombre de Cristo” y la referencia a los diáconos y a los presbíteros, después de las prescripciones sobre el cuidado máximo con que distribuir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, no deja ninguna duda de que los destinatarios de tan severas prescripciones fueran los Ministros Ordinarios y no los fieles, a los cuales por tanto no estaba en absoluto permitido tocar la Eucaristía con las manos.

    En el excursus histórico que ha llevado al protestantismo a negar la transubstanciación, mencionando a Zwinglio y a Calvino, don Bortoli subraya que éstos introdujeron “la comunión en la mano y de pie, justo para evitar que se pudiese dar lugar a creer en la presencia real de Cristo en la Eucaristía” (p. 59). Notemos que ya los herejes arrianos, queriendo negar con tal postura la divinidad de Jesucristo y la presencia real en la Eucaristía, comulgaban de pie y tomaban la comunión en la mano. También el exdominico Bucero (muerto en 1551), que se adhirió al anglicanismo y fue uno de los difusores del Book of Common Prayer, consideraba la comunión en la boca un gesto supersticioso pues “lleva a hacer pensar a los fieles que sea de verdad la presencia de Cristo en la Eucaristía (…) y un modo a través del cual los sacerdotes ejercitarían un dominio sobre los laicos” (p. 60). Don Bartoli considera que no hay ahí elementos para considerar que los padres conciliares, durante el Vaticano II, quisieran introducir la comunión en la mano porque, si así hubiera sido, habrían hecho juntos mención a la posibilidad de que los fieles comulgaran bajo las dos especies en la encíclica Sacrosantum Concilium. Pero el argumento de silentio no parece valer. Ya el 12 de octubre de 1965 el Consilium ad exequendam Constitutione de Sacra Liturgia, instituido un año antes por Pablo VI con el motu proprio Sacram Liturgiam, concede a la Conferencia Episcopal Holandesa el permiso para que religiosos, religiosas e incluso laicos oportunamente instruidos pudieran distribuir la comunión, prohibiendo, sin embargo, que la Sacra Partícula fuera depositada en la mano. La concesión no es sólo contraria a la praxis sacramental hasta la época apostólica, sino que va incluso contra toda lógica. No puede haber ahí buena fe ni explicación plausible, si no la de iniciar una ventana de Overton que, si de un lado consiente que manos no consagradas distribuyan el Cuerpo de Cristo, del otro prohíbe depositarlo sobre otras manos igualmente no consagradas.

    La concesión a la Conferencia Episcopal Holandesa no puede tampoco ser considerada un deslizamiento aislado en la práctica sacramental porque en 1967 la instrucción Eucharisticum Mysterium, proponiéndose dar indicaciones prácticas acerca de la Eucaristía a la luz de la Sacrosantum Concilium, establece que “según la costumbre de la Iglesia, la comunión puede ser recibida por los fieles de rodillas o de pie”. Está claro que, si el fiel se pone de rodillas, recibe la comunión naturalmente sobre la lengua, mientras que, para poder recibirla en las manos, debe por fuerza ponerse de pie. Por ello, si es verdad que la instrucción no da lugar a la posibilidad de recibir la comunión en la mano, haciendo al fiel ponerse de pie, lo lleva progresivamente a la posibilidad de recibir el Cuerpo de Cristo en la mano. El 29 de mayo de 1969 la Sagrada Congregación para el Culto Divino publicó la instrucción Memoria Domini que, para explicar el paso de la comunión de la mano a la lengua, dado por cierto y consolidado a partir del siglo IX, pone la motivación de una mayor comprensión del misterio eucarístico, como si en los primeros siglos la Iglesia aún no hubiera comprendido totalmente la naturaleza de las sagradas especies. Ya bastaría la Traditio Apostolica que hemos examinado para desmentir esta mistificación. Pero era tanta la prisa por autorizar a las Conferencias Episcopales de Centroeuropa (Bélgica, 31 de mayo de 1969; Francia y Alemania, 6 de junio de 1969) a distribuir la Eucaristía en las manos de los no consagrados, que el indulto fue concedido antes incluso de que la instrucción fechada el 29 de mayo de 1969 fuera publicada en las Acta Apostolicae Sedis el 8 de agosto de 1969. Justamente don Bortoli plantea la validez de estos indultos. Las preocupaciones del cardenal Bafile, nuncio apostólico en Alemania de 1960 a 1975, de cuya correspondencia preciosa de la década sobre esta delicada cuestión confluida en el Fondo Ghiglione don Bortoli ha extraído a manos llenas, son múltiples: por una parte, la desaparición del uso de la patena en la comunión y la constatación de que, cuando se recibe la Hostia consagrada, casi ningún fiel controla si han quedado fragmentos en la palma de la mano. En ambos casos es casi inevitable que caigan al suelo fragmentos eucarísticos, sean pisados después y terminen en la basura. Pero, aún más grave, por otro lado, está la constatación siguiente: “Constituye para algunos sacerdotes, a los que repugna profundamente depositar la partícula en la mano, una verdadera y cierta imposición a su conciencia (…). El sacerdote se ve colocado en la necesidad de cumplir un acto que repugna a su conciencia y que no era siquiera plausible en el momento en que aceptó recibir las órdenes sagradas” (p. 100).

    Don Bortoli distingue indebidamente la responsabilidad que el cardenal Knox, prefecto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, y de Mons. Bugnini, secretario de la misma congregación, tuvieron en disminuir las preocupaciones de muchos obispos y sacerdotes acerca de las profanaciones derivadas de la consigna de la comunión en manos no consagradas, de las de Pablo VI. Conocemos el modus operandi del papa Montini: provocar cambios desacralizantes para después manifestar dolor, desconcierto, preocupación por los cambios introducidos por él mismo. Se imputan todas las culpas al cardenal Knox, que consideraba la nueva práctica de la consigna de la comunión en manos no consagradas como parte integrante de la revolución litúrgica, como si Pablo VI no hubiese estado al corriente. Algún obispo, de manera lúcida, tomó papel y pluma y lo denunció. Es el caso del obispo belga de la diócesis de Gand, Mons. Van Peteghen, que captó exactamente a qué conduciría la comunión en las manos no consagradas de los laicos: “Ser considerados adultos y, por ello, no hacérsela dar en la boca como a los niños y estar en el mismo plano que el sacerdote: la distribución de la Eucaristía por parte de los laicos lleva de hecho a no considerar ya al sacerdote ni al diácono ministros ordinarios de la santa comunión” (p. 114). El obispo de San José de Costa Rica, Mons. Quirós, no considera oportuno autorizar la entrega del Cuerpo de Cristo en las manos no consagradas. Pero el nuncio que transmite su carta al cardenal Knox aseguró que las perplejidades del obispo Quirós serían superadas con el alineamiento a las otras circunscripciones eclesiásticas (p. 128). En Brasil, la situación descrita por don Vicente Zioni, arzobispo de Botucatú, superó toda previsión imaginable y terrible: fieles (¡mejor infieles!) que se metían la Hostia en el bolsillo junto con los billetes y los cigarrillos, otros que las coleccionaban. Se dio incluso el caso de una joven que, después de haber metido una Hostia en el bolso, y habiendo visto que se había manchado, la tiró al inodoro. Muchos años después refiere don Bortoli (p. 186) se dio también el caso de un americano que, una vez recibida la Hostia consagrada por Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro, con ocasión de su 20º aniversario de pontificado, la puso en venta en el sitio de compraventaonline eBay. Por otra parte, hubo también obispos entusiastas que, como Mons. Kavanagh, obispo de Dunedin en Nueva Zelanda, llegaron incluso a sostener que no era necesario preocuparse excesivamente por los fragmentos porque, según una extravagante hermenéutica suya sobre el pensamiento de Santo Tomás de Aquino (Summa Theologiae III, q. 77, a. 4. C.) en ellos no estaría la presencia eucarística. Evidentemente Mons. Kavanagh había leído sólo el comienzo de la respuesta del Doctor Communis. También liturgistas como Paolo Croci y Luigi Della Torre (La comunión en la mano: historia, rito, catequesis, en Rivista di Pastorale Liturgica, n. 156, 5/1989, p. 23) utilizan el mismo argumento del obispo Kavanagh.

    Muchos laicos despiertos, a propósito de la entrega del Cuerpo de Cristo en manos no consagradas, escribieron al obispo de su diócesis y, temiendo no recibir respuesta o que sus desesperados gritos de dolor no fueran tenidos en cuenta como era debido, también a la Sagrada Congregación para el Culto Divino. Algunos de ellos se lamentaron de la remoción de los bancos de comunión, de los reclinatorios y preguntaron incluso si la comunión en la boca había sido abolida del todo. Un sacerdote salesiano de Padua escribió a Mons. Bugnini temiendo repercusiones vocacionales al haber oído a algunos muchachos decir: “No es necesario que me haga sacerdote, ya toco al Señor con mis manos”. La respuesta del prelado al sacerdote fue que se esforzara en apreciar los frutos de la renovación litúrgica (p. 147). No faltó quien, como el cardenal Wright, Prefecto de la Sagrada Congregación para el Clero, lamentara haber presenciado en la misma Basílica de San Pedro que dos laicos, después de haber recibido la comunión en la mano, se la metieron en el bolsillo (p. 148). Frente a estas señalaciones, la más eminente y circunstanciada fue la del cardenal Corrado Bafile que entregó en persona un pro-memoria a Pablo VI el 7 de enero de 1977. Tres meses después, el cardenal Knox envió una respuesta al cardenal Bafile minimizando los episodios de abuso que, según Knox, no fueron “más numerosos de los que se verificaban antes de la concesión”, que “retirar la concesión [del indulto, ndr] no parecía demandado por la situación general ni posible, y heriría sobre todo a los sacerdotes y a los laicos que se emplean mayormente en una renovación litúrgica de la disciplina”. Knox concluyó su respuesta tachando de “integrismo” a los sacerdotes que no aceptan la reforma y el espíritu del Concilio Vaticano II (p. 154).

    Un año después, siempre el mismo cardenal Knox, habiéndole solicitado el cardenal Villot una específica petición a Pablo VI del cardenal Siri, en un juego surrealista de las partes en que Pablo VI no tomaba nunca una posición neta sobre las cuestiones más ardientes sino que era su hábito hacerlas tomar a otros cardenales que desarrollaban el papel de minimizar las preocupaciones de los otros cardenales, llegará a decir que, así como el cristiano después del bautismo se convierte en templo del Espíritu Santo, el gesto de tomar en la mano la comunión subraya la dignidad de cada fiel como miembro del Cuerpo místico de Cristo (p. 156). Con la llegada al solio pontificio de Juan Pablo II, el cardenal Bafile vuelve a la carga y obtiene una ralentización del proceso de desacralización de la comunión, primero con la publicación de la cartaDominicae Cenae el 24 de febrero de 1980, en la cual el papa, remontándose a Santo Tomás de Aquino, estigmatiza los abusos de la comunión en la mano y pone en evidencia cómo “tocar las sagradas especies, su distribución con las propias manos son privilegio de los ordenados, que indica una participación activa en el ministerio de la Eucaristía” (p. 159). Para el Doctor Angélico ni siquiera el diácono, que a tenor del canon 845 del Código de Derecho Canónico de 1917 era sólo ministro extraordinario de la Eucaristía, mientras que con la nueva praxis es considerado como ministro ordinario (Pablo VI, Carta Apostólica Motu Proprio Sacrum diaconatus ordinem, 18 de junio de 1967), debería distribuir el Cuerpo de Cristo sino sólo la Sangre en cuanto que no la toca directamente sino sólo a través del cáliz (Summa Theologiae, III, q. 82, a. 3.). “De hecho, recibiendo la Eucaristía de quien ofrece los dones y los consagra actuando en la persona de Cristo, se recibe el Cuerpo de Cristo de Cristo mismo” (p. 217). Esta clara toma de posición de Juan Pablo II no debió recibirse bien, pues es verdad que en 1982 el cardenal Cassaroli escribió al Pro-prefecto de la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino, cardenal Casoria, pidiendo sugerencias inherentes a la comunión en la mano de los no consagrados. Se extendió una carta que sufrió al menos tres redacciones, la última de las cuales confirmó la posición ya tomada en su tiempo por el cardenal Knox. Aún en 1984 el obispo de Ivrea, Mons. Luigi Bettazzi, en esa época presidente internacional de la asociación pacifista Pax Christi, escribió una carta a Juan Pablo II lamentado que la Conferencia Episcopal Italiana no hubiera obtenido todavía el indulto para entregar el Cuerpo de Cristo en las manos de los no consagrados. Además, presentaba el hecho de que en la diócesis de Turín esta praxis era seguida largamente y el cardenal Michele Pellegrino había obtenido el permiso oral (¡sic!) de Pablo VI y que tal práctica se había extendido también a otras diócesis del Piamonte. Bettazzi tuvo incluso la osadía de acusar al papa de abuso de autoridad al oponerse a la entrega del Cuerpo de Cristo en las manos de los no consagrados y de no comprender cómo había podido conceder a los desaparecidos manípulos de los “nostálgicos” el indulto para la celebración de la misa según el Misal Romano de 1962.

    Después de alternarse los hechos, entre los que contamos una votación contraria de los obispos de la CEI el 15 de octubre de 1974 y después de que entre el 15 y el 19 de mayo de 1989 el episcopado votara favorablemente la petición del indulto en la XXXI Asamblea General de la CEI, llegó el decreto del cardenal Ugo Poletti, vicario de Roma, n. 571/89 del 19 de julio de 1989, que concedió la entrega de la comunión en la mano también a las diócesis italianas a partir del 3 de diciembre de 1989, primer domingo de Adviento, sin la previa autorización del ordinario diocesano como establecía la InstrucciónMemoriale Domini, vaciando ulteriormente la potestad del obispo individual sobre su propia diócesis a favor de la Conferencia Episcopal a que perteneciera. Como justamente subraya don Bortoli, esta es la principal paradoja jurídica de todo el caso: de una parte, la Sede Apostólica exhorta a conservar la comunión en la boca, pero al mismo tiempo deja a las Conferencias Episcopales individuales decidir de forma diversa, favoreciendo así la difusión generalizada de la comunión en las manos de los no consagrados. En sustancia, escribe don Bortoli, se llega a legalizar un abuso, digamos también a un verdadero y propio sacrilegio legalizado. Pero, mientras don Bortoli excusa lo operado por Pablo VI y particularmente por Juan Pablo II, que (en la edición del Misal Romano aprobada el 11 de febrero de 2000 y publicada en 2002) subraya que “No está permitido a los fieles tomar por sí mismos el pan consagrado o el sagrado cáliz, y aún menos pasárselo de mano en mano”, al mismo tiempo consentía al movimiento Neocatecumenal de Kiko Argüello hacer exactamente aquello que prohibía. También la prescripción de que los fieles pudieran comulgar de rodillas o de pie se deja a la decisión de las Conferencias Episcopales individuales, determinando casos en los que fuese negada la Eucaristía al fiel puesto de rodillas. En 2003 Juan Pablo II publica la encíclica Dominicae Cenae en la que lamenta la expoliación del valor sacrificial del misterio eucarístico, reducido a un ágape fraterno y el abandono del culto de la adoración eucarística.

    También aquí nos vemos de frente a un análisis que, mientras arroja luz sobre el problema, no pone ningún acto litúrgico para hacerle frente. A esta encíclica sigue el año siguiente la Instrucción Redemptionis Sacramentum que reafirma la posibilidad de los fieles de recibir la comunión en la lengua o en la mano, excepto en el caso de peligro de profanación, que viene limitado al caso de faltar a la consumición del pan eucarístico. Ninguna mención a los fragmentos que pueden quedarse en la mano y no supone ningún problema el hecho de que manos consagradas puedan distribuir según necesidad la comunión en las manos de otros no consagrados. Los llamados ministros extraordinarios con sus manos no consagradas “en muchos lugares, además de distribuir habitualmente la Eucaristía como si fuesen “ministros ordinarios”, antes de la distribución de la comunión, toman el copón del sagrario en lugar del sacerdote”, nota de don Bortoli (p. 213, nota 51). Esta confusión de los roles, insertándose en un proceso más amplio de clericalización de los laicos y de secularización de los sacerdotes, en la práctica ha llevado a no distinguir de modo adecuado el sacerdocio ministerial del común y, en consecuencia, la identidad específica de los ministros ordinarios respecto de los laicos. Con Benedicto XVI y el motu proprio Summorum Pontificum el 7 de julio de 2007, la celebración con el Misal Romano de 1962 no necesitaba ya indulto, sino que pasaba a ser un derecho de todos los sacerdotes. Dado que en el Rito Romano Antiguo no está prevista la comunión de pie y mucho menos en la mano, a muchos, también a continuación de la decisión de Benedicto XVI de dar la comunión a los fieles exclusivamente en la boca a partir de la solemnidad delCorpus Domini de 2008, les pareció una señal, recibida positiva o negativamente según los casos, hacia la restauración de la comunión exclusivamente en la lengua. No obstante el entusiasmo de quien siempre ha tenido bien claro que la comunión se recibe en la lengua después de arrodillarse, este acento dado por Benedicto XVI sobre la sacralidad de la Eucaristía, aunque compartido, aparecía ya entonces, más allá de ineficaz en ausencia de medidas jurídicas vinculantes, sospechoso de esteticismo litúrgico en sí mismo.

    Llegamos a nuestros días con la Carta Apostólica del motu proprio Traditiones Custodes del 16 de julio de 2021 del papa Francisco. Si alguien hubiese nunca alimentado dudas sobre las intenciones reales de los pontífices reinantes desde Pablo VI a Francisco acerca de la misa celebrada según el Rito Romano Antiguo, no puede hacer más que leer negro sobre blanco las motivaciones que, según el papa Francisco, indujeron a Juan Pablo II a publicar el motu proprio Ecclesia Dei en 1988 y a Benedicto XVI a publicar el motu proprio Summorum Pontificum en 2007: la “voluntad de favorecer la recomposición del cisma con el movimiento guiado por Mons. Lefebvre” (cfr. Carta del Santo Padre Francisco a los Obispos de todo el mundo para presentar el motu proprio Traditionis Custodes sobre el uso de la Liturgia Romana anterior a la reforma de 1970, del 16.07.2021). No el amor a la misa de la tradición apostólica, no el deseado, aunque bizarro (digamos imposible) enriquecimiento recíproco entre la forma extraordinaria (ahora Rito Romano Antiguo) y la forma ordinaria (Novus Ordo) de la Misa, alentado por el papa Benedicto XVI en la Carta de Acompañamiento del motu proprio Summorum Pontificum y esperado por muchos tradicionalistas fingidos. ¡No! El único objetivo era y es el de eliminar toda bolsa de resistencia que se obstine en querer vivir la fe católica de siempre celebrando la misa como Jesucristo la quiso, recibiendo la comunión según el propio estado de vida de consagrados o laicos e induciéndonos a todos, fieles católicos, a escribir con ellos la historia de un sacrilegio infame. Una cosa es cierta: ¡no les seguiremos! Non praevalebunt!

    Ferdinandus


    Traducido por Natalia Martín

    [1] Cras significa ‘mañana’ en latín y coincide con la onomatopeya del graznido (n. de la T.)




    https://adelantelafe.com/la-comunion...onis-custodes/


    Última edición por Hyeronimus; 21/09/2021 a las 11:27
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  9. #89
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    Los católicos de la II República defendieron la Eucaristía con su vida... así que no me hagan comulgar en la mano. Por Javier Paredes
    5 Dec 2021

    Los católicos de la II República
    defendieron la Eucaristía con su vida...
    así que no me hagan comulgar en la mano.
    Por Javier Paredes
    5/12/21
    Hay pasajes en la documentación de la persecución religiosa de la Guerra Civil que me han paralizado el alma. A veces esa paralización se ha debido a la crueldad y a la saña con que los verdugos martirizaron a sus víctimas


    Hay pasajes en la documentación de la persecución religiosa de la Guerra Civil que me han paralizado el alma. A veces esa paralización se ha debido a la crueldad y a la saña con que los verdugos martirizaron a sus víctimas. Y en alguna ocasión hasta he decidido no contarles con detalle en estos artículos lo que había leído, porque el relato traspasaba con creces los límites de lo que se puede soportar.


    Pero han sido muchas más las veces en que ha sido la emoción, provocada por el comportamiento heroico de los mártires, la que ha detenido mi lectura de los documentos. El ejemplo de tantos sacerdotes, religiosos y laicos que se jugaron la vida y que muchos la perdieron…, ese ejemplo llama todavía más la atención por el contraste que produce el lamentable espectáculo de la cobardía y el aburguesamiento de este catolicismo moderadito actual, que se ha vuelto estéril porque le falta la vida en Cristo y por eso no atrae a nadie.


    Decía en un artículo anterior que el martirio de las personas hay que estudiarlo a la vez que el martirio de las cosas sagradas, porque así es como se hace visible el carácter radical y total de la persecución religiosa que los socialistas, los comunistas y los anarquistas al descubierto y los masones a escondidas llevaron a cabo, para arrancar la fe de España de raíz y para siempre. Esa era su intención, y la hubieran llevado a cabo si hubieran ganado la Guerra Civil.

    La historia de España quedó signada
    por el heróico comportamiento de los martires
    de la Guerra Civil, en defensa de lo sagrado


    La documentación da cuenta de cómo los católicos defendieron heroicamente imágenes, ornamentos y vasos sagrados. Y cuando no pudieron preservarlos del odio satánico de sus perseguidores, los archivos custodian el dolor que eso les supuso, como fue el caso de las carmelitas descalzas de Cuerva, según describe el libro de López Teulón, La profanación de la clausura femenina. Esto es lo que pasó y así lo cuentan las monjas en dicho libro: “Más, a pesar de nuestra actividad laboriosa, no respetaron nada que pudiera servirnos de alguna mortificación y un día, todos los santos que había en nuestro convento, fueron trasladados al hospital y hechos astillas, llegando su crueldad a tal punto, que nos fueron entregados a nosotras mismas para que hiciéramos fuego, para que con este combustible ahorrásemos carbón”.


    Todo lo sagrado lo defendieron como pudieron nuestros antepasados y hasta hubo católicos de algunos pueblos que enterraron las imágenes de los santos de la iglesia, para que no los quemaran. Pero de todo lo que he leído, nada me ha sorprendido y emocionado más que el cuidado, la defensa y la veneración de la Sagrada Eucaristía. Y también aquí el contraste es llamativo por el maltrato que Jesús Sacramentado está recibiendo desde hace unos años y muy notoriamente desde que estalló la epidemia del coronavirus.


    Y todo esta indiferencia y maltrato de las sagradas especies eucarísticas, a mí me choca tanto, ya que de niño recibí una buenísima formación. Porque así como se decía de mi barrio de Vallecas “pobres, pero honrados”, también es cierto que éramos “proletarios, pero piadosos”.


    Desde muy niño formé parte de la escolanía de la parroquia de San Diego, que organizó fray Damián. No cantábamos, pero todos revestidos con nuestras sotanitas rojas y nuestros roquetes blancos, contribuíamos a la solemnidad de la misa mayor. También hacíamos muchas actividades con fray Damián y hasta nos llevó un verano a todos a Menorca. Fuimos hechos unos pinceles, todos chulos y rechulos, con pajarita en el cuello como “niños de papá”. La prueba gráfica de lo que les cuento la tienen en una foto que nos hicieron, yo soy el del centro de los siete de la primera fila, que nos agachamos rodilla en tierra.


    Pues bien, de fray Damián recibí unas enseñanzas que no se me han olvidado nunca y que sigo viviendo siempre que puedo o me dejan. Por ejemplo, en el momento de la comunión había que poner un mantel en el comulgatorio, y los dos monaguillos que ayudaban a misa, mientras el sacerdote daba la comunión, uno le acompañaba con una palmatoria encendida y el otro con una bandeja seguía la trayectoria de la sagrada forma desde que salía del copón hasta que llegaba a la boca de quien comulgaba, por supuesto arrodillado, para así recoger las partículas que siempre se caían o en ocasiones la sagrada forma, para evitar que se fuera al suelo. Comulgatorio para arrodillarse, mantel, bandeja y palmatoria… Todo nos hacía caer en la cuenta de la grandeza admirable de la Sagrada Comunión.


    Cuando ya todos habían comulgado, los monaguillos le dábamos la bandeja al sacerdote para que la purificara sobre el cáliz. Y de todas las veces que he ayudado a misa, y han sido unas cuantas de niño y de mayor, no recuerdo ni una sola en la que no hubiera partículas en la bandeja, en las que por muy pequeñas que fueran, seguía estando presente Jesucristo con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad. Eso fue lo que me enseñó fray Damián, doctrina de la buena porque era verdad entonces y lo sigue siendo ahora.


    Y por aquellas enseñanzas que yo he recibí de pequeño, que tuve y sigo teniendo por verdaderas, siempre he comulgado en la boca, incluso durante los tiempos del Covid, y si hay comulgatorio lo hago arrodillado, porque operadas como están mis dos rodillas yo no puedo hincarme en el suelo a capella. Además, haciéndolo así, cumplo con lo establecido porque que yo sepa, de momento, la norma es comulgar en la boca y lo permitido es hacerlo en la mano.


    Hay pasajes en la documentación de la persecución religiosa
    de la Guerra Civil que me han paralizado el alma.
    A veces esa paralización se ha debido a la crueldad y a la saña
    con que los verdugos martirizaron a sus víctimas


    Pues bien, por comulgar en la boca últimamente, menos contagiarme de Covid, me ha pasado de todo: los católicos moderaditos me han criticado y me han llamado “raro y engreído” y hasta me han dicho: “te creerás mejor que todos”; en más de una ocasión cuando me tocaba el turno de comulgar el sacerdote me ha indicado que me apartara y que me esperara de pie, delante de toda la iglesia hasta que todos los de la mano hubieran comulgado, una mamera de ponerme en evidencia ante todo el mundo; varias veces me han negado la comunión como si fuera un pecador público; hace unos meses, un sacerdote quiso darme de comulgar en la mano después empapar la sagrada forma en cáliz, a lo que me negué rotundamente. Y ha habido una ocasión en la que además de negarme la comunión, el religioso que ayudaba al celebrante a repartirla me abordó a la salida de la iglesia y con malas formas me dijo de todo, a lo que respondí cuando acabó con un “buenos días” y nada más, para no decirle todo lo que se me estaba ocurriendo…


    Por eso, cuando leo lo que ocurrió en la Guerra Civil y lo comparo con lo que sucede ahora…, que por muy ministros de la eucaristía que se llamen algunos, para mí que no llegan ni a la categoría de subsecretarios... Y sin entrar en su interior y mucho menos juzgarlos, pero me duele haber visto cómo algunos se lamen las manos después de comulgar, señal de que había partículas entre sus dedos, y a juzgar por lo que se ve por fuera, no son pocos los que por no querer recibir al Señor en la boca, comulgan a la remanguillé.


    Nada que ver las prácticas de hoy con el ejemplo que nos han dado nuestros mártires de la Guerra Civil, a la hora de tratar la Eucaristía. Porque si por lo que se ve por fuera, pudiera parecer que algunos no creen en la presencia real de Jesucristo en la Sagrada Forma, por el contrario de lo que no cabe duda es que nuestros mártires trataron el Pan Eucarístico de aquella manera, porque creían en la presencia real de Jesucristo en las especies sacramentales, hasta el punto que muchos dieron la vida por impedir las profanaciones.


    Y como muestra bien vale un botón, les voy a contar lo que sucedió en Villanueva de la Jara (Cuenca). Hace mucho tiempo en esta localidad había una ermita bajo la advocación de Santa Ana, en torno a la cual se congregaron un grupo de mujeres con la intención de formar una comunidad religiosa. El cura de la ermita y el Concejo de la villa propusieron a la mismísima Santa Teresa de Jesús que orientara a estas mujeres y las acogiera bajo la regla de su nueva orden. Y así lo hizo la santa de Ávila. Villanueva de la Jara es la decimotercera fundación de Santa Teresa, que comenzó a ser convento de Carmelitas Descalzas el 21 de febrero de 1580.


    Y, para que atendiera a las monjas, sus superiores destinaron a Villanueva de la Jara, pocos años antes de que estallara la Guerra Civil a un carmelita descalzo, el padre Andrés Corsino de la Virgen del Pilar (1896-1936). El padre Andrés tenía una cabeza privilegiada y cuentan sus biógrafos que “la mayor parte de su vida la pasó desempeñando cátedras, de Teología alguna vez, pero de Ciencias casi siempre. Se había especializado en las Ciencias Físicas, en las cuales se hallaba como pez en el agua”.


    Al estallar la Guerra Civil, las carmelitas descalzas fueron expulsadas de su convento, las obligaron a despojarse de los hábitos y las metieron presas en una casa de Villanueva de la Jara. Al padre Andrés, antes de asesinarlo, también le detuvieron en otra casa, de donde se escapó jugándose la vida para llevar la comunión a las religiosas. Y lo que pasó lo cuentan mejor que yo las propias carmelitas descalzas. Les copio su relato:


    “El arriba mencionado padre Andrés se llevó a Jesús Sacramentado a su residencia y en la mañana del mismo día sobre las ocho, vino a casa a donde nos hallábamos las religiosas y nos comulgó (sic), sin tener ni un roquete ni estola para tan santo ministerio lo que al padre le produjo una amargura tan intensísima y profunda viéndose a la vez de seglar y a todas las religiosas disfrazadas con aquellos trajes, que sus lágrimas corrían a torrentes por sus mejillas y apenas podía articular palabra. Se fue el padre llevándose a su casa a nuestro dulce Jesús Sacramentado y aunque sumidas en la mayor amargura nos dejó consoladas y resignadas con la amorosa y deseada visita de Jesús a nuestra alma, que nos comunicó nueva confianza en él y fortaleza para los duros sufrimientos que nos aguardaban”.


    Queridos lectores, estarán de acuerdo conmigo en que después de leer ejemplos como el del capellán de las monjas de Villanueva de la Jara, ya no se puede comulgar a la remanguillé. O al menos a mí me resulta imposible.

    Javier Paredes
    Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.





    Píldoras Anti-Masonería: Los católicos de la II República defendieron la Eucaristía con su vida... así que no me hagan comulgar en la mano. Por Javier Paredes
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  10. #90
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    Lo de la comunión en la mano es un nuevo paso de los "autodemoledores" de la Iglesia para continuar con su siniestra tarea de destruir el Culto Tradicional.
    Consiente o inconscientemente sirven al padre de la mentira.
    Si los católicos nos negáramos a recibir la comunión en la mano (como deberíamos hacerlo), se terminaría con el despotismo tiránico de esa medida inicua.
    Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
    ALACRAN dio el Víctor.

  11. #91
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    Comulgaremos en la mano, qué falta de solidaridad hacerlo en la boca…


    5/03/2022

    No es un enemigo el que me reprocha, sino tú, mi íntimo amigo, con quien tenía dulce intimidad…”

    Hace unos meses publiqué en esta misma página un escrito sobre los abusos de la obligatoriedad de la comunión en la mano. Sobre como sacerdotes y fieles, estos últimos con la inocencia propia de la ignorancia, se saltaban a la torera las mínimas y claras normas del Magisterio de la Iglesia sobre la recepción de la Eucaristía, en aras de una pandemia de la que “cuesta mucho salir”, porque no nos conviene salir. Más vale tener asustado al Pueblo de Dios, pero no con el pecado, que es real y propio del ser humano, ni con la condenación eterna, que también es real y no es castigo de Dios, sino propia elección, sino con un virus que, cambiando constantemente de nombre, mantenemos vivo y en formol según nuestro propio interés.

    Entonces escribí sobre lo abusivo. Hoy quiero escribir sobre lo asombrosamente absurda que ya resulta esta práctica inventada por aquellos que niegan o dudan de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.

    Pero antes de abordar el tema quiero agradecer de todo corazón a tantos, a muchos, a la mayoría de esos sacerdotes estupendos que se han cruzado en mi camino, que me han instruido y me han cuidado. Que me han entendido, que me han dado la comunión respetando mi derecho y mi sensibilidad y que andan por la Iglesia haciendo únicamente el bien. Hay tantos, son tantos, que no podría enumerarlos a todos. Son esa mayoría silenciosa y generosa de sacerdotes entregados a su Iglesia a los que tan agradecidos debemos estar los fieles. Yo, la primera.

    No va por ellos lo que hoy quiero compartir. Ni va por esa cantidad de jóvenes que de repente nos encontramos en muchas iglesias arrodillándose para comulgar en la boca con muchísima devoción, al final de las filas de comulgantes… Jóvenes ejemplares, valientes y devotos de la Eucaristía.

    (Por cierto… ¿De dónde han salido?)

    No va por ellos, no, va por las situaciones asombrosas y absurdas que aún hoy estamos viviendo.

    Hace meses que llenamos bares y cines, metros y aviones, colas de supermercado, aglomeradas procesiones y multitudinarios partidos de futbol. Parece ser que para esas y otras determinadas actividades ya no nos da miedo el contagio. Sin embargo, aún no nos atrevemos a comulgar en la boca.

    Dentro de nada será la Feria de Sevilla, y nos aglomeraremos unos junto a otros, apretados, en las pequeñas casetas que, cuanto más pequeñas, más divertidas, a bailar y a cantar muy fuerte, sin pensar en los aerosoles que soltamos en cada olé, a comer y beber sin mascarillas ni geles, y a abrazarnos todos con mucho afecto, pues cuando llega la Feria, en Sevilla, todos nos queremos una barbaridad. Pero todo sin miedos, seguros de que el ómicron no nos atacará, pues tendremos la prevención de comulgar en la mano el domingo de Feria.
    Comulgaremos en la mano, cómo si no, qué falta de solidaridad hacerlo en la boca…

    Y, además, que difícil se ha puesto hacerlo en la boca. Porque no deja de ser asombrosa la costumbre que se han ido inventando poco a poco no se sabe quien y que consiste en decirnos que el que quiera comulgar en la boca se coloque el ultimo de la fila. Lo cual es imposible, porque ¿cómo se puede ser el último de la fila cuando quizás somos diez o doce personas las que queremos comulgar en la boca y cada una de nosotras debe ser la última de la fila?

    Entonces se provoca una especie de atasco de rotonda, y los del final de la fila nos empezamos a dar paso unos a otros, pendientes del que viene detrás, en vez de estar pendientes de Aquel a quien vamos a recibir. Pasa tú, no pasa tú, no, es que yo comulgo en la boca, ah, yo también… Pero como el sacerdote no lo sabe, cuando abres la boca te hace una señal para que te pongas el último, entonces sales de la fila y te pones, obediente, detrás del último que también comulgaba en la boca como tú… Y que en ese momento deja de ser el último.

    Porque es que a veces hay diez o doce personas disputándose el último lugar de la fila, lo cual no deja de ser una situación absurda y una norma dificilísima de cumplir.

    Ayer precisamente me pasó. Quedábamos dos últimos para comulgar, dándonos el paso el uno al otro como en un semáforo amarillo, hasta que yo pasé, pues soy una señora y el comulgante un caballero. Y al abrir la boca, el sacerdote me dice que me haga a un lado. Me hice a un lado, comulgó en la boca el caballero y luego comulgué en la boca yo.

    Fue una especie de teatrillo.

    A mi a mi edad no me importa quedarme de pie al lado de un sacerdote que quiere asegurarse de si el verdadero último de la fila soy yo o el que viene detrás, pero quizás a una persona más joven le da un poco de apuro, toda la gente te ve allí, de pie, habiéndosete negado la comunión, para luego dártela, o no, dependiendo del sacerdote.

    Más asombroso aún es que ante la duda de sí eres o no el último de la fila el sacerdote cambie de mano. Es una práctica nueva. Te da la comunión a ti con una mano, luego cambia de mano, la da con la otra… Y la vuelve a cambiar…. Gracias a Dios que los sacerdotes tienen solo dos manos, sino se pasarían la misa haciendo juegos malabares.

    Todo esto provoca asombro, risa amarga, y mucha pena.

    Pero todavía hay situaciones más inverosímiles. Vamos a ver. El sacerdote me para a mí, para que espere a ser el ultimo en comulgar, y así se cree que cumple una ley que se ha inventado él. Y sin embargo no para al 80% de comulgantes que se llevan la Sagrada Forma y comulgan por el camino al banco, incumpliendo así las leyes del Magisterio de la Iglesia sobre la comunión en la mano.

    El comulgante se acerca a comulgar. El sacerdote le entrega la comunión sin pedirle que se quite la mascarilla y comulgue delante de él. El fiel se lleva la comunión en la mano, y de camino al banco, comulga, o, al menos, eso es lo que se espera de él, porque nadie lo comprueba.

    El sacerdote comprueba con exquisito interés si el que comulga en la boca es el último de la fila, pero ya no pone tanto interés para comprobar si el que comulga en la mano, comulga. Es imposible que lo ponga, si el comulgante ya le está dando la espalda, camino de su banco.

    No exagero. Lo he visto en varias iglesias desde la primera fila, y me ha espantado la cantidad de personas que lo hacen. Pero a ellos no los para el sacerdote. Me para a mí, que, en el uso de mi derecho, quiero comulgar según las normas de nuestra Santa Iglesia.

    Lo que está pasando es increíble.

    Pero todo esto no es lo peor. Lo peor de todo es la humillación. Pero no la de las personas que al ser tratadas de una manera injusta y señalada se sienten humilladas. Para nada. A mí, particularmente, esa humillación me importa un bledo.

    Lo peor es que lo estamos humillando a Él. Lo peor es que el humillado aquí es el mismo Jesucristo. Y lo están humillando sus propios sacerdotes, su propia Iglesia.

    Los fieles son inocentes. Los fieles se dejan guiar como buenas ovejas… Pero ¿y los pastores?

    Pues así es. A Nuestro Señor no lo está humillando una pobre gente ignorante que saca en procesión una blasfemia, que eso es horrible, sí, y nos llevamos las manos a la cabeza cuando pasa. No. No lo están humillando sus enemigos. Es que aquí, quien está humillando a Nuestro Señor, es su propia Iglesia, aquellos que momentos antes, en la consagración, han actuado en la Persona de Cristo.

    Lo está humillando aquel del que el mismo Señor se queja en el salmo 55: “…Porque no es un enemigo el que me reprocha, si así fuera, podría soportarlo; ni es uno que me odia el que se ha alzado contra mí, si así fuera, podría ocultarme de él; sino tú, que eres mi igual, mi compañero, mi íntimo amigo; con quien tenía dulce intimidad…”

    Gracias a Dios, todo esto pasará. La Iglesia no naufragará. Porque, como termina ese mismo salmo: no dejará Dios que el justo se hunda para siempre.

    CRISTINA GONZÁLEZ ALBA




    https://adelantelafe.com/comulgaremo...lo-en-la-boca/


  12. #92
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    «Primeras» comuniones: la burla a Jesús de cada año


    Por
    Padre Ildefonso De Asís

    25/05/2022


    Un año más en el mes de María Santísima y en pleno tiempo de Pascua de Resurrección: la burla a Jesús que se repite y se ha convertido ya en un tremendo bucle cronificado en nuestras comunidades parroquiales: las “primeras” comuniones. Todo un signo representativo de la falsedad que se vive internamente en nuestra Iglesia Católica cuya jerarquía avala, en su mayoría, este infame abuso del sacramento para convertirlo en mera fiesta pagana sin apenas fondo religioso.


    ¿Exagero en el párrafo introductorio?; sencillamente abramos los ojos (de la cara y del alma) y contemplemos con estupor el esperpento instalado y repetido que confirma, por un lado, la falta de FE en Jesús Sacramentado, y, por otro, la debilidad vergonzante de una jerarquía incapaz de poner coto a esta imponente burla sacrílega. Abramos los ojos y veamos lo que sucede (salvo honrosas y escasísimas excepciones) en la praxis habitual que nos sonará muy cercana:

    1) Preparación catequética de nivel ínfimo. Se alargan los plazos y se acortan cada vez más los contenidos religiosos. El niño está hasta tres cursos…..con la catequesis y el día de la primera comunión su conocimiento está repleto de pedagogía modernista (juegos, eventos, canciones…) sin tener idea de a QUIEN recibe y a QUE se compromete.

    2) Perfil cada vez más extendido de “catequista de temporada”, o sea, que va a Misa los domingos mientras dure la catequesis y/o mientras sea catequista. Conozco muchas personas no practicantes que me dicen que fueron catequistas. Aparte también bastantes catequistas que viven en situaciones de pecado mortal (como parejas de novios conviviendo) y no obstante son catequistas sin sentido moral alguno.

    3) Padres de niños: capítulo aparte. En su gran mayoría no son practicantes. Por tanto todo lo que reciban de bueno en la parroquia se pondrá en duda, o abiertamente en broma, en la casa. Los niños se quedan siempre con lo que digan sus padres y no lo que le enseñen en la Iglesia. Imagen denigrante es ver a los padres en la puerta del templo: sueltan a sus niños con los catequistas sin entrar ellos en Misa y los recogen luego (todo un “testimonio”).

    4) Misas de primera comunión con aberrantes abusos litúrgicos donde solo prima la diversión amena. No me refiero solo a las Misas donde reciben la comunión sino a las llamadas “misas de niños” a las que han asistido en todo el periodo catequético. Misas con faltas de respeto y unción al Misal y a las normas más elementales de la liturgia. Misas donde, a veces, los niños salen muy cercanos al cura (con su simpatía y originalidad) pero nada cercanos a Cristo.

    5) Celebraciones de las “primeras” comuniones convertidas en inmensos dispendios y parafernalia más parecida a bodas civiles que a hechos religiosos. Regalos y más regalos (a veces es utópico encontrar un solo presente religioso).

    6) Contundente falta de continuidad en la vida sacramental. Pasa una sola semana de la primera comunión y apenas siguen los niños viniendo a Misa, si acaso uno o dos de cada cien (y casi me quedo corto en la apreciación). Este punto es la mayor demostración de la falta de autenticidad, calidad y coherencia de lo descrito en este artículo. De hecho ya en el mismo lenguaje popular no se dice “primera comunión” sino “LA comunión” (porque no hay la más mínima intención de seguir).

    7) Unido al punto anterior: la impresionante apatía de la jerarquía en este tema. Pasan los años, las décadas….y ¿donde encontramos una sola carta de denuncia al respecto firmada por un obispo o un departamento de la conferencia episcopal?; nada de nada.

    8) Por supuesto señalar el horror que supone celebrar Misas “solemnes” de primera comunión donde el sacerdote omite recordar a los asistentes (en su mayoría no practicantes que ni saben responder a las oraciones de la Misa) que deben estar en Gracia de Dios para comulgar. Se observa con espanto el espectáculo sacrílego a nivel colectivo de tantos y tantos que se ponen en la fila de comunión como simple gesto de unión fraterna con los niños y/o incluso solo por salir en fotos o películas.

    A partir de aquí se formulan preguntas fuertes a la conciencia de:

    A) OBISPOS: ¿Hasta cuando van a estar pasivos ante esta barbaridad que ya es un bucle cronificado en la mayoría de las comunidades parroquiales?

    B) PADRES: ¿Porqué lleváis a vuestros hijos a hacer la primera comunión si no tenéis la más básica intención de seguir llevándolos a la Iglesia? ¿Y porqué los lleváis a catequesis si vosotros no sois practicantes?

    C) CATEQUISTAS: ¿Os dais cuenta que solo vais a transmitir la FE en la medida que la viváis sacramentalmente y con actitud de perseverancia?

    E) SACERDOTES: ¿Nos damos cuenta de que este bucle deja una apariencia de vitalidad en nuestras parroquias pero en realidad no es más que una rueda que gira sobre si misma sin avanzar?
    Obispos, sacerdotes, catequistas, padres…..URGE una profunda reflexión que nos lleve al examen de conciencia y enmienda a la totalidad. Por los frutos se conoce al árbol y NO por el brillo de sus hojas cuando les da el sol. A buen entendedor…





    https://adelantelafe.com/primeras-co...s-de-cada-ano/


  13. #93
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    ¿Comunión en la mano? No, gracias

    Por Padre Ildefonso De Asís


    22/08/2022


    En los últimos años, por desgracia, y con la excusa del covid-19, se ha impuesto de forma arrolladora la recepción en la mano del Cuerpo de Cristo. En España, y fuera de España, son muy pocas las Iglesias donde en la Santa Misa apenas unos pocos fieles comulgan con reverencia en la boca (y menos aún de rodillas) siendo en muchos casos observados como “extraños” por los demás fieles y por no pocos sacerdotes. Es un terrible cáncer que se ha hecho viral, nunca mejor dicho, y se ha convertido en algo así como una “pandemia espiritual”.
    Ante el mencionado hecho no vale solo lamentarse y orar: es necesario dar argumentos sólidos desde la moral, la liturgia y el derecho canónico ante esta ofensiva diabólica contra la Eucaristía gestada, sorprendentemente, en el interior de la misma Iglesia. Vemos:

    Desde el derecho canónico: denunciar el tremendo ABUSO clerical que supone obligar a los fieles a comulgar en la mano en bastantes templos. Un abuso contrario al derecho canónico ante el cual nadie forma “comisiones” para luchar contra dicho abuso y a la vez se multiplican los “perdones” en relación a otra clase de abusos en mucha ocasiones nada demostrados.

    Desde la liturgia: recordar que solo el sacerdote tiene las manos ungidas para tocar el Cuerpo de Cristo, y añadir que la comunión en la mano es un elevado riesgo de profanación de las formas eucarísticas así como de su destino final al suelo de la Iglesia, bolsillo o guantes de los fieles…etc.

    Desde la moral: porque así como el sacerdote, por muy amigo que sea de un matrimonio, no tiene potestad para acariciar a la mujer del amigo al ser ello cosa única del esposo, cualquier laico por muy fervoroso que sea no tiene potestad para tocar el Cuerpo de Cristo (salvo caso excepcional)

    Pero en este breve artículo quiero compartir otro argumento que me vino de un fiel laico quien, con nula formación teológica y mucha sabiduría popular, me expresó en una ocasión y que con gusto repito aquí: “¿Comulgar en la mano? No, gracias; porque yo quiero que la comunión me la de CRISTO y no otra persona, ni siquiera yo mismo. Si el sacerdote es CRISTO durante la Misa, solo Él debe darme la comunión. No quiero que me la de nadie más: ni monja ni catequista ni sacristán…ni yo quiero tomarla en mano porque entonces me la daría yo mismo y quiero recibirla de CRISTO”.

    He pensado muchas veces en ese argumento de un laico cuyo anonimato respeto y que personalmente, como sacerdote, me parece acertadísimo. Hagamos eco del mismo en esta oleada demoníaca que pretende, y consigue, protestantizar la liturgia, adulterar la fe católica y sobre todo consigue ofender a DIOS.




    https://adelantelafe.com/comunion-en...no-no-gracias/


    Patriota Sevillano dio el Víctor.

  14. #94
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    Re: Respuesta: ¡Comulgad dignamente!

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    El modo católico de comulgar

    por Tomás I. González Pondal
    22/11/2023


    Sabemos que en la ‘Última Cena’ Cristo instituyó el sacerdocio y el sacramento de la Eucaristía. Por tanto, en dicha Cena hallamos al Señor acompañado solamente de sacerdotes. Los Evangelios nos precisan, por caso, las palabras de la consagración, lo que el Maestro refirió sobre el traidor de Judas. Si los Apóstoles consagrados tocaron o no el Cuerpo del Cordero, nada dice a favor de la comunión en la mano, pero sí dice mucho en contra de ella, comenzando por el hecho de que –quede bien de manifiesto- estamos delante de ‘manos consagradas’.

    Mas ahora quisiera que nos adentremos en el espíritu que animó a los Apóstoles en la Última Cena, espíritu que también animó siempre al comulgante católico desde los tiempos apostólicos.

    Un espíritu que tiene mucho de Belén. Cuando nace Jesús el universo todo se inclina ante él: ángeles gozosos lo adoran y lo anuncian a los pastores; una estrella se pone en movimiento como guía de los magos; y unos magos que al ver al Niño con su Madre “prosternándose lo adoraron” (Mateo 2, 11).

    Pensemos que el Precursor de Cristo, San Juan Bautista: antes de nacer saltó de gozo en el vientre de Isabel cuando fueron visitados por María, la cual llevaba al Niño en su vientre, y ya de grande, al gozo y al amor que el Profeta sentía por el Señor, se sumaban las máximas muestras de reverencia: “yo no soy digno de llevar sus sandalias” (Mateo 3, 11); o: “Viene en pos de mí el que es más poderoso que yo, delante del cual yo no soy digno ni aun de inclinarme para desatar la correa de sus sandalias” (Marcos 1, 7); en Juan 1, 27): “No soy digno de desatar la correa de sus sandalias”. Y pensar que la moderna comunión en la mano, inflada de petulancia y orgullo azufroso, reclama no ya el llevar un calzado divino, sino el sentirse digno de tomar al Dueño del calzado y desperdigar su Cuerpo bendito. Recibamos a Cristo Eucaristía con amor confiado, pero a su vez con la más exquisita de las reverencias.

    Me detengo brevemente en el milagro de la multiplicación de los panes. Es muy significativo. Cristo hace sentarse a la muchedumbre que, cansada, lo seguía para oírlo, y alimenta a cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, y de lo que sobra nada se tira. La Biblia nos alecciona con toda precisión que se juntaron “doce canastas de pedazos” (9, 17). De la segunda multiplicación se nos dice que eran cuatro mil hombres sin contar mujeres y niños, y con lo que sobró se juntaron “siete canastos llenos” (Mateo 15, 37). Bellísima lección que la aplico a la Eucaristía. Dejamos de lado lo figurado y pasamos a la realidad: Jesús nos alimenta no ya sentados sino de rodillas, no ya físicamente sino espiritualmente, nada se tira, todo se cuida.

    En muchas lecciones y milagros del Señor, vemos que los favorecidos y los asombrados caen a sus pies. En la pesca milagrosa lo vemos a Pedro arrojarse anonadado a los pies del Buen Pastor. Las Sagradas Escrituras expresan: “Pedro se echó a los pies de Jesús” (Lucas 5, 8). El leproso que sería curado por el Maestro “al ver a Jesús se echó rostro en tierra” (Lucas 5, 12 cf. También: Mateo 8, 2 y Marcos 1, 40). La pecadora, movida del amor y el agradecimiento, se colocó detrás del Mesías, “a sus pies, y llorando con sus lágrimas, bañaba sus pies y los enjugaba con su cabello” (Lucas 7, 38). Narra la Biblia que “Jairo se echó a los pies de Cristo” (Lucas 8, 41. En Mateo 9, 18, se lee: “un magistrado se le acercó, se prosternó y le dijo: mi hija acaba de morir”). La mujer que padecía de flujo de sangre desde hace doce años, al quedar curada por el Cordero, “vino temblorosa a echarse a sus pies” (Lucas 8, 47). Del papá del lunático se cuenta: “un hombre se aproximó a Él, y doblando la rodilla le dijo: Señor, ten piedad de mi hijo porque es lunático” (Mateo 17, 14). Y bien, si ante milagros como los referidos los favorecidos caen a los pies de Cristo, ¿cómo no caer a Sus pies, al ser favorecidos por el milagro de milagros, esto es, el tenerlo a Jesús presente en la Eucaristía para nuestro bien espiritual? La pecadora, fruto del amor, el dolor y el agradecimiento, cae y llora: la soberbia comunión en la mano se yergue, trata con indignidad y arroja.

    Cristo elogia al espíritu reverente: “Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas esta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos” (Lucas 7, 44). La Iglesia nos manda recibir al Divino Redentor de rodillas y en la boca. El viene a la casa de nuestra alma: de rodillas reverenciémosle a imitación de la pecadora.

    El espíritu del comulgante católico no torna mera palabrería la expresión del centurión. Pues, ¿qué dijo el centurión?: “No soy digno de que entres bajo mi techo” (Lucas 7, 6. Cf. También: Mateo 8, 8). El comulgante católico repite de rodillas: “Domine, non sum dignus ut intres sub tectum meum sed tantum dic verbo et sanabitur anima mea («Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una sola palabra tuya bastará para sanarme»). La comunión en la mano, en su soberbia y espíritu de presunción, al tiempo que dice “no soy digno”, al menos utiliza una exteriorización que se cree no solo digna sino superior. Un modo que es hijo de la soberbia demoníaca.

    Cuando Cristo resucita, les sale al paso a las mujeres que iban rápido a avisar a los discípulos lo que el ángel les dijo en el sepulcro. El Salvador las saluda diciendo: “Salud”. Y “ellas acercándose, se asieron de sus pies y lo adoraron” (Mateo 28, 9).
    Si Cristo se indignó contra quienes hacían de la casa de Dios un templo de ladrones, al punto de echarlos a latigazos: ¿alguien por ventura cree que es coherente pensar que el Redentor estaría contento con trato tan vil como el que se le prodiga con la comunión en la mano? No olvidemos que al Maestro se aplican las siguientes palabras: “El celo de tu Casa me devora” (Juan 2, 17).

    Por el Evangelio de San Juan sabemos de un ciego curado por Jesús y despreciado por los fariseos. Pasado un tiempo tras el milagro, Cristo y el curado se vuelven a encontrar, y el Redentor del mundo le dice: “¿‘Crees tú en el Hijo del hombre’? Él respondió y dijo: ‘¿Quién es, Señor, para que crea en Él?’ Díjole Jesús: ‘Lo estáis viendo, es quien te habla’. Y él repuso: ‘Creo, Señor, y lo adoró’.” (9, 35-38).

    Antes de que el Salvador resucite a Lázaro, nos cuentan las Escrituras que María, hermana del difunto, salió corriendo al encuentro de Cristo, y “al verlo se echó a sus pies” (Juan 11, 32).

    Luego de que Jesús murió en la Cruz, sabemos que un discípulo de Él, José de Arimatea, pidió a Pilato llevarse el cuerpo. Y sabemos que Nicodemo “trajo una mixtura de mirra y aloe, como cien libras. Tomaron pues el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en fajas con las especies aromáticas, según la manera de sepultar a los judíos” (Juan 20, 38-39). Y luego de la resurrección se lee: “Llegó luego Simón Pedro (…) entró en el sepulcro y vio las fajas puestas allí, y el sudario, que había estado sobre su cabeza, puesto no con las fajas, sino en lugar aparte, enrollado” (Juan 20, 6-7). Comentado esto último, el gran exegeta, Monseñor Juan Straubinger anota: “Es de notar la reverencia especial para con la sagrada Cabeza de Jesús que demuestran los ángeles. No quiso Dios que el sudario que envolvió la Cabeza de su Hijo muy amado quedase confundido con las demás vendas”. Viendo tales tratos exquisitos, ¿cómo acaso tolerar el trato objetivamente denigrante de la moderna comunión en la mano? No son ya vendas o un sudario, es Cristo todo el que está en la Eucaristía.

    Sin rodeos enseñó San Pablo que “el que comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor” (I Corintios 11, 27). Saben los hombres que se dicen de iglesia que la moderna comunión en la mano es abusiva, que fue engendrada en vertientes y por simpatías lutero-calvinistas, entonces: ¿cómo creer sin que sea una burla, que dicho modo de comulgar sea algo digno?

    Si San Pablo dice en su Carta a los Filipenses que “toda rodilla en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra se doble en el nombre de Jesús, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre” (2, 9-11); y si así se pide para el ‘nombre’, ¿cómo acaso no se doblará toda rodilla ante Cristo presente realmente en la Eucaristía? ¡Qué las lengua lo reciban con exquisita dignidad!

    San Pedro dirá cómo acercarse a Cristo: “Arrimándonos a Él, como a piedra viva, reprobada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa” (I Pedro 1, 4). De ahí que sea también San Pedro el que, dirigiéndose a los presbíteros, les diga que apacienten la grey velando “según Dios” (5, 2). Y es velar según Dios tratar a Cristo Eucarístico como piedra “escogida y preciosa”, no como algo peor que una basura a la que con indiferencia se la deja caer por ahí.

    En el Apocalipsis de San Juan se lee: “los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero, teniendo cada cual una cítara y copas de oro llenas de perfumes” (5, 8). De nuevo: “los ancianos se postraron y adoraron” (5, 14). Y en otro lugar: “Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron sobre sus rostros ante el trono y adoraron a Dios” (7, 11).

    Los liturgistas serios bien dicen que la moderna comunión en la mano es algo, abusivo, de origen protestante y que nada tiene que ver con lo que antiguamente pudo haber sucedido en algún momento y lugar particular. La comunión en la mano fue el gran deseo del protestante Butzer, el cual sostenía que debía ser “retomada la simplicidad de Cristo, de los apóstoles y de las antiguas iglesias, el sacramento ha de ser puesto en la mano del fiel”, así, de este modo, “las buenas gentes serán fácilmente conducidas hasta el punto de que todos recibirán los símbolos sagrados en la mano, se mantendrá la uniformidad en la recepción y se tomará precauciones contra todo abuso furtivo de los sacramentos. Pues, aunque por un tiempo puede hacerse una concesión a aquellos cuya fe es débil, dándoles los sacramentos en la boca cuando así lo deseen, si son cuidadosamente instruidos pronto se pondrán en consonancia con el resto de la Iglesia y tomarán el sacramento en la mano” (Davies, Michael, Un Privilegio de los Ordenados (Algunas precisiones sobre la comunión en la mano), Buenos Aires, 1996, págs. 9 y 10). El discípulo del Padre Pio de Pietrelcina, R.P. Dr. Luigi Villa, en una obra contra la manera de comulgar criticada, expresa: “Por esto, decimos nuevamente: es teológicamente obligatorio negar la ‘Comunión en la mano’, porque constituye ‘sacrilegio’ la dispersión y la consiguiente profanación de las Sagradas Especies, aun bajo la forma de pequeñísimos fragmentos, ¡pero que son también el Cuerpo santísimo de N. S. Jesucristo!” (¿Comunión en la mano? ¡No! ¡Es Sacrilegio!, ed. Civilta, Brescia, p. 50). También dirá: “De aquí, por tanto, nuestra seguridad para denunciar como ‘sacrílego’ este permiso de dar la ‘Comunión en la mano’, justamente porque los ‘fragmentos’, que aún contienen la ‘Persona de Cristo entero’, son arrojados inevitablemente a la basura y, en consecuencia, ¡se realiza un verdadero y propio ‘sacrilegio’!” (ob. cit. p. 51).

    A nadie se le oculta que por Tradición, la prohibición de cierto modo de comulgar en la mano fue por lo abusivo, es decir, por el ultraje a la Eucaristía, a las partículas, y hoy, contrariamente a eso, a nadie se le oculta que por el Progresismo, la permisión de un moderno modo de comulgar en la mano nunca antes visto es a favor de lo abusivo, esto es, en ultraje a la Eucaristía, a las partículas. El espíritu de la Iglesia siempre buscó la reverencia y atacó la irreverencia. Hoy, en cambio, hombres que se dicen de iglesia, por doquier buscan afanosamente la irreverencia y condenan la reverencia. ¡Cuán extendida esa nefasta costumbre de obligar a los fieles a comulgar en la mano y de pie, obligando a no ponerse de rodillas!

    El comulgante en la mano, consciente o inconscientemente, lleva a cabo lo que ni el mismísimo Satanás pudo conseguir. El maligno tentando al Hijo de Dios le promete la tierra, “si tú te prosternas delante de mí” (Lucas 4, 7). Satanás quería tenerlo a Cristo a sus pies. Y bien, quien comulga en la mano hace caer las partículas consagradas al suelo, donde son pisadas, ultrajadas, olvidadas. De alguna manera se logra ir más lejos que Lucifer. Y allí en el piso, el Rey de Reyes, el Redentor del mundo, el Amigo sin igual, la Caridad misma, el Cordero inmolado, vuelve a escuchar aquellas palabras burlescas de quienes herían al Pastor en la Pasión, solo que esta vez las oye por parte de indiferentes comulgantes: “adivina, quien es el que te golpea” (Lucas 22, 64).




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