¿Puede un católico ser militar y al mismo tiempo vivir conforme a Cristo?

¿Puede un católico ser militar y al mismo tiempo vivir conforme a Cristo?
Marta Sordi

Los cristianos, durante los primeros siglos, pronto llegaron a tocar todos los campos de la sociedad, a pesar de ser poco numerosos. Uno de ellos fue el ejército. Pero la polémica surgió pronto entre algunas iglesias. ¿Podía el cristiano vivir su fe en medio de un ambiente de violencia y muerte como era el ejército y las batallas?





En el Nuevo Testamento no hay señal de condena a los soldados de la época. Fue la herejía montanista a teorizar el rechazo a la milicia para los cristianos, pero ésta no fue nunca la doctrina de la Gran Iglesia.
En los dos primeros del Cristianismo ninguna objeción de principio se opuso al servicio militar. La exhortación del Bautista (Lc 3, 14) era de contentarse con su sueldo sin buscar ganancias abusivas por medio de la violencia y la calumnia. La alabanza de Cristo a centurión romano de Cafarnaún (Lc 7, 1-10) va sobre todo a su fe, pero no hay duda para quien examina el comportamiento y los argumentos del mismo centurión, que su fe es, en cierto sentido, preparada y provocada por la actitud, adquirida en el ejército, de la disciplina romana.
Una alabanza explícita de esta disciplina se encuentra en la carta a los Corintios de Clemente Romano (cap. 37): "Pensamos en los soldados que militan bajo nuestros jefes, con qué disciplina, sumisión y subordinación siguen las órdenes. No todos son procónsules, ni tribunos, ni centuriones...pero cada uno en su lugar sigue las órdenes del emperador y de sus superiores". Y no olvidemos que el primer converso del paganismo al cristianismo es justamente un centurión romano, Cornelio, según los Hechos de los Apóstoles. Tertuliano, ya montanista, es el primero en tomar posición contra el servicio militar de los cristianos.
Entre los textos más citados de parte de los modernos para demostrar el antimilitarismo de los cristianos desde los primeros siglos- y la continuidad en el Cristianismo de los orígenes de la objeción de conciencia al servicio militar- recordamos tres: el De corona militis de Tertuliano, escrito en los primeros decenios del siglo III para celebrar el rechazo de un soldado cristiano de colocarse la corona con ocasión de la liberalitas imperial; la Tradición Apostólica de Hipólito, del mismo período; y los Actos de Maximiliano, primer y único seguro "objetor de conciencia" de la antigüedad cristiana, del 295 d.C.





No hay duda que en estos textos el rechazo y la condena de la militia son claros e inequívocos: el soldado del De Corona en realidad no había rechazado a la militia sino la corona, a la que consideraba un signo de idolatría. Pero Tertuliano toma nota del episodio para preguntarse (11,1) an in totum Christianis militia conveniat ("si a los cristianos se adjudica en general el servicio militar") y para responder, con una serie de argumentos che ipsum de castris lucis in castra tenebrarum nomen deferre transgressionis est ("escribir el propio nombre pasando del campamento de la luz al de la tiniebla es ya una transgresión") (11, 4). Para Tertuliano un cristiano no puede ser soldado sin cometer pecado: es diferente para él el caso de quien, siendo ya soldado, se convierte al Cristianismo. La misma postura se encuentra en el capítulo 16 de la Tradición de Hipólito: el catecúmeno o el fiel que quieran ser soldados deber ser expulsados por que han despreciado a Dios; aquellos que son ya soldados no deben matar a nadie, ni si quiera si reciben órdenes, y no deben jurar. Una reelaboración tardía de la Tradición Apostólica son los así llamados Cánones de Hipólito, parece ser que datados en el siglo IV (cfr. en particular Can. 71, 72, 74, 75). En los Actos (o Passio) de Maximiliano, definitivamente, el joven, hijo de un veterano, y por ello obligado a alistarse, rechaza el servicio militar afirmando que a él no le es lícito militar por que es cristiano. Después de haber confirmado más veces su rechazo frente a la insistencia del procónsul Diones, éste le condenó a muerte quia indevoto animo militia recusasti (ya que con ánimo irrespetuoso has rechazado el servicio militar). La radicalidad de la posición de Tertuliano y de Hipólito y del testimonio personal de Maximiliano, sin embargo, no parece compartida por los demás cristianos: ya sea en el De Corona, como en la Passio de Maximiliano parece claro que en el momento en que se verifican los dos episodios, en un arco temporal de unos 80 años, los cristianos que militaban en el ejército romano eran muchos. En el De Corona (1,4), comentando el gesto del soldado, Tertuliano dice: solus scilicet fortis, inter tot fratres commilitones, solus Christianus ("de hecho el único fuerte, entre tantos compañeros en el ejército, el único cristiano"). Y a Maximiliano, que declara no poder prestar servicio militar en el mundo pagana por que es cristiano, Diones responde tranquilamente: In sacru comitatu dominorum nostrorum Diocletiani et Maximiani, Costantii et Maximi, milites cristiani sunt et militant ("En la Sagrada Corte de nuestros señores Diocleciano e Maximiano, Constancio y Máximo hay soldados cristianos que prestan servicio").
De hecho el suceso de Maximiliano es un poco antes de la depuración militar con la que Diocleciano, inspirado por Galerio, obligó a los militares cristianos a sacrificar a los dioses o a abandonar el ejército, con una decisión que después de cuarenta años de tolerancia abría de nuevo el camino a la persecución anticristiana y era el primer aviso. Lactancio (De mortibus pers. 10) y Eusebio (H.E. VIII, 4, 3) refieren que hubo muchos que dieron testimonio de su fe abandonando el ejército con la renuncia de la honesta missio y a los privilegios que derivaban de ella. La depuración militar revela claramente que había muchos cristianos que, a diferencia de Maximiliano, no sentían la militia como incompatible con su fe y que, al mismo tiempo, no estaban dispuestos a compromisos con la fe cuando la petición de sacrificio a los dioses les ponía frente a una elección definitiva. En línea con estos soldados está el caso de Marino, bien probado históricamente, no viciado con elementos legendarios y datable entre el 253 y el 257 (Eus. H.E., VII, 15). Pero hay más: la posición radical de Tertuliano y de Hipólito (el caso de Maximiliano es diverso por que él no pretende absolutizar la propia elección) no es ciertamente la de la Gran Iglesia: de Hipólito es conocida su posición rigorista que lo indujo a la polémica contra el Papa Calixto y lo llevó a alimentar en Roma un cisma contra él; en cuanto al De Corona de Tertuliano, se sabe que exprime, como otros escritos polémicos contra la Iglesia del mismo período (por ejemplo, el De Idolatria) su elección montanista del escritor africano. Es decir, en el De Corona, Tertuliano exprime su postura y la de su grupo, no la convicción de los cristianos de su tiempo y de la Iglesia, con la cual incluso polemiza abiertamente. En el fragmento ya citado, después de haber dicho que rechazando la corona el soldado se había mostrado como el único cristiano entre tantos compañeros (que habían aceptado la corona sin protestar), Tertuliano añade "plane superest, ut etiam martyria recusare meditentur, qui prophetias eiusdem spiritus sancti respuerunt" (ib. 1,4) ("Queda claro que se preparan a rechazar el martirio también aquellos que han rechazado las profecías del Espíritu Santo"). La anotación a las profecías permite encuadrar el episodio en la atmósfera de tensión alimentado por el montanismo y dirigida contra la Gran Iglesia. Por otro lado, el soldado rechaza la corona reteniéndola un símbolo idolátrico, pero no rechaza la militia. El rechazo del servicio militar al que dirigía el montanismo no era de hecho una de las condiciones que la Gran Iglesia imponía a sus fieles.




La mejor prueba nos la presenta el mismo Tertuliano, que algunos años antes, entre el fin del S. II y los inicios del S. III, no siendo todavía montanista, proclama en su Apologetico con orgullo delante de los paganos que los cristianos llenan ya urbes, insulas, castella, municipia, conciliabula, castra ipsa, tribus, decurias, palatium, senatum, forum. Sola vobis reliquimus templa (Apol. 37, 4) ("ciudades, barrios, pueblos, municipios, lugares de reunión, los mismo campamentos militares, las tribus, las decurias, el palacio, el senado, el foro. Sólo os hemos dejados los templos"). Las menciones de los castra, los campamentos militares en los cuales están presentes los cristianos, mientras desertan de los templa,, confirma la ausencia de prejuicios militares en el cristianismo preconstantiniano.



http://www.elsentidobuscaalhombre.co...dage=310&vap=0

El peso de la espada nunca debe estar por encima de la fe y el honor, cuando se empuña sin esos valores carece e legitimidad humana su uso, pues no esta exenta de codicia.
la espada defiende todo lo que hoy somos.
toda la libertad que conocemos y disfrutamos se la debemos a la espada.

Cita:

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Iniciado por TerciodeSarmiento

toda la libertad que conocemos y disfrutamos se la debemos a la espada.

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Eso es cierto. Si estamos como estamos hoy día, es gracias al ejército. No sólo a ellos, pero sí en una grandísima medida.

Cita:

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Iniciado por Donoso

Eso es cierto. Si estamos como estamos hoy día, es gracias al ejército. No sólo a ellos, pero sí en una grandísima medida.

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No puedo estar más de acuerdo con esa sentencia llena de irónica realidad. Mas el Ejército, como institución en regímenes burgués-parlamentarios (todos esos que sufrimos desde la traición liberal y la usurpación del trono) son elementos burocratizados, pacifistas, estrechos, sin agudeza ni visión histórica. El militar, que es el que tiene espíritu de milicia, hombre de entereza probada, de fidelidad probada y de angustia profunda y verdadera por el destino histórico del pueblo y de la Patria, en cambio, está en la sociedad, es decir, todo ejército tiene, en más o en menos medida, militares, pero no todo militar está en el ejército. Y más hoy. Hay más militares fuera del ejército que dentro de él.

Dejando eso claro en cuanto a las virtudes cardinales, no hay que olvidar que un cristiano es ante todo soldado de Cristo, es decir, posee lo que humanamente tiene todo militar, pero además, como dice San Pablo, pelea en el buen combate de la Fe.