Aquí os expongo algo del nuevo número de esta linda revista que se elabora en mi tierra, a la cual tengo acceso por la suscripción de mi señora madre. Son los franciscanos de la Iglesia de San Antonio, donde desde la Calle Zaragoza se enlaza allá por la Calle Albareda, que es cuando ya se avista la estatua del Rey Fernando III el Santo en la Plaza Nueva; en frente del Horno de San Buenaventura, y al otro lado la sinuosa Calle Bilbao. De las partes más románticas y bonitas del trazado urbanístico hispalense, de lo poco que le dejaron de sus maneras tradicionales. Allá he ido con mi familia no pocas veces a escuchar la Santa Misa Dominical. De la revista, a mí, humildemente, el que más me impresiona es Fray Gabriel de la Dolorosa Calvo; con su pluma concisa y realmente veraz sobre la historia católica. Sea como fuere, acá os dejo algunas señas y el artículo correspondiente de Fray Gabriel, animando a todos a que la adquiráis en cuanto pudiereis.
Revista “ La Voz de San Antonio “
- Director: Eduardo Calero Velarde.
- Colaboradores: Fray Gabriel de la Dolorosa Calvo, Cronista Merulano, María Jesús Flores, María Dolores Fernández-Villamarciel, Alfonso García Araya, Vidal Rodríguez López, David Ortiz García, Jorge Ruiz de Torremilano, Francisco Ruiz de la Cuesta.
- Administrador: Tomás Gallego Carro.
- Redacción y Administración: Carlos Cañal, 15. Teléf.954216812
41.001 SEVILLA
- Edita: Provincia Bética Franciscana – Dep. Legal: SE-22-1958
Imprime: Gráf. San Antonio, S.C.L. – Almansa, 7
Tel.954222747 – 41.001 Sevilla
Número 1.794 ( Julio-Agosto´2006 ) de “ La Voz de San Antonio “
- Editorial
- Oración oficial para el Encuentro Mundial de las Familias
- Palabras del Papa sobre la Familia
- San Francisco imagen perfecta de Cristo
- En la Fiesta de Santa Clara
- Deca de San Antonio
- Los monasterios: Escuelas de Fe en el corazón de la Iglesia y del mundo
- Un nuevo monasterio de Concepcionistas Franciscanas
- Boanerges y la elección
- Bodas de Oro Sacerdotales ( 1956-2006 )
- Festividad de la Asunción María
- Primeras Comuniones
- Rimas y haikais a Santa María
- De los escritos de San Antonio
- Devociones Antonianas
- Lugares y Santuarios Marianos en Tierra Santa
- Primeras Comuniones
- Cruz de Cruz
Fray Gabriel de la Dolorosa Calvo
( XXXV )
La grandeza de un Pontífice:
“ Setenta y nueve años tiene el Santo Padre y aún el Señor le daría otros siete más de vida. Siete años que, como un bello colofón completarían su vida, su pontificado, su gobierno pastoral. Siete años, verdaderamente extraordinarios, como esos crepúsculos en los que se van acumulando las sombras interrumpidas de pronto por los rayos luminosos e imparables de la gloria.
La gran fortaleza de espíritu de que está dotada su alma, conservará tanto su fuerza de ánimo como su capacidad de lucha. Es el Papa presto para la pelea, sin descanso; luchador implacable, quien denuncia en sus 556 discursos a los “ Atila y los Acab “ de los tiempos modernos con exuberante elocuencia, con pleno vigor, con una fecundidad insuperable y siempre con un nuevo celo por la causa de Dios y del Evangelio.
Alma llena de confianza en el Señor esperaba tanto el triunfo de la Iglesia tras la confusión de sus enemigos, como el feliz acontecimiento en cada conflicto europeo. Y así esperanzado decía a sus íntimos: “ La Santa Sede ha presenciado otras tempestades “….
Los que le rodeaban contemplando su entereza mantenían en su persona la esperanza de un milagro y otro tanto los que le exaltaban como hijos espirituales en el mundo entero, porque el ímpetu de amor que había llevado a tantos católicos del mundo entero hacia el Santo Padre no cesaba de manifestarse por doquier. Raro era el día en que no llegaran al Vaticano miles de personajes de fidelidad tanto de clérigos como de laicos, tanto frutos de congresos como de asambleas. Las celebraciones del VIII Centenario de Gregorio VII, el VII Centenario de la Batalla de Legnano, sus bodas de oro episcopales en el 1877 y las grandiosas ceremonias, ocasión de verdaderos triunfos, nos hablan bien a las claras, del prestigio sin precedentes hasta entonces alcanzado por la Sede de Pedro y su representante. Pero, no olvidemos, que esta glorificación del Papado, no era suficiente para alejar del corazón del Papa la inmensa melancolía que lo llenaba. De una parte, le embargaba el dolor desgarrador del pasado y de otra la espera ansiosa de un milagro, que ponían al Santo Pontífice y a sus colaboradores en una actitud de nostalgia muy especial.
En consecuencia, era necesaria e indispensable la reorganización de la Curia, la renovación de los equipos responsables de la política pontificia para dejar así abierto el camino de poder afrontar con mayor firmeza aún los futuros nuevos destinos.
La situación era tan crítica, que el Cardenal Enrique Eduardo Manning, Arzobispo de Westminster y tan romano de corazón, escribía después de una de sus visitas al Vaticano en 1876: “ ¡ Qué impresión de letargo ! Han pasado siete años y la organización de la Curia ha fracasado año tras año. Parece que en Roma hay una absoluta carencia de hombres jóvenes y de porvenir….”. ¿ No se daría cuenta el mismo Pontífice de tal situación ? Cuenta en sus memorias, el Cardenal Ferrata, uno de sus colaboradores, que hablando el Santo Padre con uno de sus visitantes le hizo esta reflexión: “ Mi sucesor deberá inspirarse en mi adhesión a la Iglesia y mi deseo de hacer el bien; en cuanto a lo demás, todo ha cambiado en torno a mí; mi sistema y mi política han cumplido su tiempo, pero me siento ya demasiado viejo para cambiar de orientación: Eso será tarea de mi sucesor “. El Papa estaba convencido de asistir al final de una época; lo sabía ciertamente, y de ahí, que su alma estuviera angustiada.
Ciertamente, que no fueron sólo los Dollinger, los Passaglia o los Loción, ni siquiera el político y literato Montalembert, quienes se enfrentaran al Papa contra los principios en que se había establecido su obra, sino que hasta hombres, que habían sido fieles, entre los fieles, se manifestaron en contra suya. Así, en pleno Colegio de la Sapiencia, el Canónigo Audicio, maestro estimado, llegó a proponer la reconciliación de la Iglesia con la sociedad laica. Pero mucho más sorprendente fue aún que el P. Carlo María Curci, fundador y director de la famosa revista “ Civiltá Cattòlica “, de la Compañía de Jesús, una de las cabezas del partido intransigente, lanzara sin compasión una carga de fondo contra el “ Vaticano real “ reclamando reformas y hablando también de acuerdo con el mundo moderno.
¿ No eran todas estas conductas, motivos suficientes para inquietar y llenar de dolor y angustia el corazón del anciano Pontífice ? Sin embargo, Pío IX no tuvo valor para castigar al P. Curci, por consideración a sus pasados servicios; fue expulsado de la Compañía, el libro publicado en el Índice, pero bajo León XIII, y el jesuita se sometió, siendo readmitido en la Compañía.
Y, ¿ no era también propicia a llenar de angustia su corazón, ya tan herido, la situación en que veía a la Iglesia ? Por cualquier parte que mirara, veía redoblarse el asalto enconado e inmisericorde de las fuerzas enemigas dispuestas a acabar con la Iglesia, y no era ya en Francia, ni en España, sino que en la misma Italia, precisamente los más anticlericales eran los que conducían la política; en Roma y en menos de 18 meses se expropiaron nada menos que 32 conventos; en las universidades se suprimieron de un plumazo las facultades de Teología; los francmasones ocuparon todos los puestos de mando y, para más tormento, de Francia le llegaban noticias por demás tristísimos y pavorosas como las nuevas atrocidades de la Comuna, la ejecución del Arzobispo de París, senador y consejero de Napoleón, Monseñor Darboy y de otros religiosos y sacerdotes. El Papa temía, y con razón, que un día, no muy lejano, el régimen pensara, según aquella célebre frase: “ El clericalismo: He ahí mi enemigo “.
Por si fuera poco, todo esto, en Alemania, Otto, Príncipe de Bismarck, estadista prusiano y Canciller de Guillermo I, comenzaba la “ Kulturkampf “, expulsando del Imperio a las Órdenes Religiosas, castigando a los sacerdotes que se le resistían con penas, que llegaban hasta la pérdida de la nacionalidad y encarcelando a varios obispos y hasta un cardenal. Fue implacable en la lucha contra los católicos y ante la avanzada de los socialistas opuso un programa de reformas sociales.
¿ De dónde no llegaban hasta el Vaticano tristes noticias ? “ La guerra universal contra Roma “, que el Canciller de Alemania soñaba con establecer en toda Europa iba ganando terreno día tras día en Suiza, donde el Presidente del Consejo de Estado llegó a decir que quería ver a la Iglesia Católica “ marcharse con el bastón y las alforjas “ y, donde además, la “ Ley de Reorganización “ sometía al clero a las autoridades laicas, incluso hugonotes y donde el Cardenal Gaspar Mermillod, Obispo de Lausana y Ginebra fue expulsado.
También en Austria se votaban leyes destinadas a reemplazar el Concordato, pero tan desfavorables a la Iglesia que el Papa Pío IX no tuvo más remedio que protestar enérgicamente contra ellas. No cabía la menor duda, que el gobierno de Francisco José de Austria se acercaba palpablemente al de Víctor Manuel de Italia, el Expoliador. En Bohemia se permitía que los liberales quemaran las efigies del Papa. En Bélgica comenzaba la lucha enconada entre católicos y liberales; como éstos últimos tenían el poder, estaban resueltos a acabar con la Iglesia ante las respuestas no menos violentas de los católicos, que veían como querían aniquilarlos y….hasta más allá de los mares, en Méjico, el indígena zapateca Benito Juárez iniciaba una verdadera época de terror contra la Fe.
En España, la revolución se orientaba claramente en sentido antirreligioso, pero….Esto merece capítulo aparte.
- Año Santo en Liébana
- ¡ Oh sol de las Canarias !
- Medalla de Oro de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria
- Primeras Comuniones
- Gracias y favores
- De interés para suscriptores
- Herman Muerte
* Portada: Imagen de S. Antonio que se venera en la Parroquia de San Sebastián, de Pedrera ( Sevilla ). Nos envía la foto Mª Josefa Guillén Nogales.
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores