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Tema: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episcopado

  1. #1
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    El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episcopado

    Texto totalmente extraído (aunque formateado para el tema concreto) del libro «Sentido y causas de la tragedia española» del P. Antonio José Gutiérrez, 1942.

    INTRODUCCIÓN

    ...Sin negar a nuestra guerra el carácter de antagonismo y pugna entre naciones extrañas, se la calificaba en círculos extranjeros de rebelión simplemente, de sedición y levantamiento fascista contra el Gobierno legítimo.

    - La concepción del grupo Maritain y sus afines

    No podía hablarse en favor de los rebeldes de movimiento religioso, de lucha contra el Bolchevismo ni de nada grande y patriótico parecido, sobre todo ante el hecho de que los vascos, la porción menos contaminada en las costumbres y más intransigente con el error de la España católica, peleaba y moría con libre y espontánea decisión en defensa del Gobierno.

    Italia y Alemania habían logrado promover una “militarada”, uno de tantos “pronunciamientos”, tan frecuente en la Península, y estaba justificado que otras naciones cultas, contra quienes se dirigiría encubiertamente la maquinación de los agresores, cooperasen con sus fuerzas y recursos a destruir el mal en su origen.

    Esas naciones cultas, arteramente agredidas, eran las grandes democracias, obedientes como la República española a las inspiraciones pacíficas de Ginebra; obtendrían infaliblemente la victoria con sus medios inagotables y harían en los sediciosos y en sus cómplices ejemplar y provechoso escarmiento.

    Si era de sentir, era también explicable que los leales, súbditos fieles de su Gobierno, irritados por lo injusto del ataque y por la brutalidad de los crímenes cometidos por los fascistas, incurriesen en algún que otro exceso, nunca de las proporciones propaladas por la propaganda mentirosa de los facciosos, y deplorado, desde luego, por el Gobierno democrático, único legal y legítimo de los españoles...


    Citar una por una las publicaciones donde todas estas cosas se proclamaban, equivaldría a revocar del olvido personas y papeles sin derecho para volver a ocupar la atención de las gentes.

    Esa interpretación de nuestra contienda, cristalizada como en un poliedro regular y difundida en hipócritas propagandas, con variedad de matices, circulaba como verdad inconcusa por el extranjero.

    Como lo que se imita y falsifica son las cosas de verdadero valor, se pretendía envolver esa indiscutible verdad en una atmósfera mística, de donde las pasiones de partido y el interés material, según se protestaba, estaban ausentes en absoluto. Naturalmente, las pasiones de partido y el interés material eran el secreto agente, urdidor, tenaz y codicioso, de toda la trama.

    Puede figurarse el lector la impresión que produciría esa manera jansenística de razonar en gentes de buena fe, no enteradas por sí mismas de los sucesos, cuando periódicos ultraderechistas y cenáculos intelectuales católicos se la inculcaban entre apelaciones a la concordia y a la caridad, casi como un mensaje del cielo.

    No es fácil imaginar el fanatismo de los seducidos sin haberles visto, mezclados con la hez marxista, haciendo gestos de indignación ante los escaparates de París y en los salones y museos, donde de modo plástico o en fotografías iluminadas se exhibían, atribuyéndoselos a los fascistas, los crímenes perpetrados precisamente por los bolcheviques.

    - Los verdaderos católicos franceses y nuestra guerra

    Lo mejor de Francia en todos los órdenes, exponiéndose a recelos y represalias, estuvo caballerescamente con la España nacional desde el principio al fin de la lucha.

    No citamos nombres por temor fundado a incurrir en omisiones sensibles. Los Prelados, los Generales, los Almirantes, los Académicos, los Profesores, los Diplomáticos, los Aristócratas, los Publicistas... más ilustres y conocidos nos testimoniaron su amistad sin inmutarse ante las iras de un Gobierno insensato.

    No lo puede todo la opinión más culta de un pueblo, que suele ser la menos ruidosa y de menor volumen. Fueron políticos chovinistas, liberales hasta la medula, disfrazados con antifaces de sentimentalidad religiosa, quienes dieron a la conciencia cristiana el triste espectáculo con su estridente y no previsto desentono.

    La terquedad y la equivocación de esos grupos no era cosa sin importancia, y por mucho que se las execre, nunca será lo bastante, porque traducidas en hechos significaban una cruel ayuda a las sacrílegas destrucciones y a la inhumana carnicería.

    Constituían esos chovinistas, poco señores de sus nervios y de su pluma, el llamado “grupo o círculo Maritain”, que puede tomarse, para fusionar los similares, como el símbolo más representativo de la tendencia y como el adversario más contumaz y concreto...
    Última edición por ALACRAN; 31/05/2019 a las 13:52

  2. #2
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    Re: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episco

    ... - La significación de Maritain

    Es indiferente para nosotros que Maritain, tan irritable con todo lo antisemita, sea judío o que no lo sea; puede buscar su ascendencia, pues proclama con orgullo racial su estirpe, en la tribu y en el personaje bíblico que más le plazca.

    En nosotros al juzgar no es la raza nunca el argumento decisivo. Le contamos un día en la turba de nuestros enemigos más sañudos, no por judío, sino por sus campañas y enormidades contra la España Nacional, y por la gravísima responsabilidad que contrajo defendiendo a los bolcheviques, destructores de la civilización y en su plana mayor judíos.

    Tampoco inspira estas breves consideraciones el genio inaudito del escritor, a quien se deba dedicar un trabajo ex profeso para refutarle.

    Era en el movimiento cultural del occidente europeo un publicista, un obrero de la pluma, a quien la alteza y los prestigios de la causa por él defendida prestaban una importancia superior a la novedad, al ingenio y al estilo. Esa causa, mantenida por él a vueltas de un apasionamiento a veces más tribunicio y sectario que filosófico-ascético, en cuya órbita parecía tender a circunscribirse, era sencillamente la influencia y difusión en todo el orden social de las doctrinas católicas.

    No trajo él para elevar ese orden ninguna sorprendente revelación ni algún nuevo sistema: pero nada tan a propósito como la materia objeto de sus afanes para hacer respetable el nombre de un escritor culto y dinámico.

    Lejos hoy mismo de nuestra intención mermarle los méritos que en ese campo haya podido conquistar, ni quererle impedir la adquisición de otros más sólidos y extensos en lo futuro. Detestando sus desdichadas intrusiones como es obligación detestarlas, no conservamos el menor resentimiento contra su persona.

    Pero nos hallamos con que su acción, desplazada de una esfera donde dignamente se movía, ha invadido sin suficiente competencia y malinformada otra peligrosa, donde fue piedra de escándalo y autor de una aportación, prohibida, a planes y designios siniestros. No podemos omitirle y pasar por alto la resonancia de un extravío.

    Para replicar a la injusticia y malignidad de sus agresiones, nuestras mismas autoridades religiosas se creyeron, prudentemente,en la obligación de criticarle y desenmascararle en sus discursos.


    - Maritain y la Iglesia docente

    Lo más característico de este grupo intelectual es su punto de vista con respecto a los vascos. A este punto nos concretaremos.

    Sin negar explícitamente la autoridad del Papa ni de los obispos, pero desentendiéndose de ellos y no dándoles oídos, como si no hablasen ni existiesen, pretendía Maritain a todo lo largo de su campaña conservarse en plan de correcto y respetuoso católico.

    No igualaba su táctica por la agudeza dialéctica, aunque el equívoco no fuese menor, a la célebre jansenística. Hacerse el sordo a cuanto decían y hacían el Papa y los obispos, y proteger al mismo tiempo al grupo beligerante por ellos reprobado, era una ruin manera de discurrir y de profesar el acatamiento católico.

    Los vascos, por él admirados y defendidos, eran núcleo componente del bloque contra el cual llovieron desde el principio las reprobaciones de la Iglesia.

    En su trabajo «La Iglesia católica y las civilizaciones», parte integrante de «Cuestiones de conciencia», aparecidas en septiembre de 1938, donde analiza implacablemente los sistemas totalitarios y escribe las actitudes que ante ellos pueden adoptar los católicos, escribía Maritain:

    Si se trata de dar reglas y preceptos para la formación de la conciencia cristiana, es la Iglesia a quien corresponde dar estas reglas y estos preceptos, y particularizados, según los casos. Y digo a la Iglesia docente, sin que nadie, clérigo o laico, se tome la autoridad de agravarlos por su cuenta. Pero allí donde la Iglesia no prescribe, de manera obligatoria en conciencia, una línea de conducta particular en tal caso concreto contingente, es natural que la diversidad de que acabo de hablar se manifieste (JACQUES MARITAIN: Questions de conscience, pags 37-38. Desclée, Paris, 1938).

    Ignoramos la interpretación exacta que en su caso personal daría el escritor a esa doctrina. No es temerario suponerla harto subjetiva y caprichosa. Porque el Papa había hablado ya muy claramente antes de cumplirse los dos meses de lucha, el 14 de septiembre de 1936, del caso concreto y contingente de la guerra de España; y el Episcopado español, siguiendo la inspiración y el criterio del Papa, había negado carácter sedicioso al alzamiento de la España Nacional, y bendiciéndole y apoyándole por su espíritu cristiano y patriótico le había declarado legítimo y salvador a la faz de Europa y del mundo.

    ¿Es que el Papa y los obispos, en la fracción más de cerca afectada, bendiciendo públicamente con su sagrada autoridad un movimiento bélico y execrando simultáneamente los crímenes y el espíritu de su antagonista no eran Iglesia docente, y hubiera sido necesario que a cada fiel en concreto y en particular le hubiesen obligado en conciencia a huir lo reprobado y a respetar lo bendecido?...
    Última edición por ALACRAN; 31/05/2019 a las 12:46

  3. #3
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    Re: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episco

    ...- Actitud de S. S. el Papa Pío XI ante el Movimiento de la España Nacional

    No dio el Papa en el tejido de su oración el 14 de septiembre del 36 en Castelgandolfo una definición ex cathedra o un mandato severamente imperativo Urbi et Orbi, ni había por qué darlos; pero Urbi et Orbi declaró valientemente su sentir y su deseo; desenmascaró a los bolcheviques anunciando las tenebrosidades de sus propósitos y previniendo contra sus insidias y su táctica:

    https://w2.vatican.va/content/pius-xi/it/speeches/documents/hf_p-xi_spe_19360914_vostra-presenza.html

    http://www.generalisimofranco.com/martires/obispos/16.htm

    Los estigmatizó con espíritu evangélico y arrojó a la indignación universal sus crímenes y su barbarie; bendijo a la vez a los debeladores de los bolcheviques; comprometió en todo ello su autoridad apostólica y expuso en todo el mundo, fiado solo en Dios, los sagrados intereses del Catolicismo y de la Iglesia a terribles represalias.

    Los discursos de los Pontífices en el asunto que los motiva son siempre por su intrínseca naturaleza, aun los más estrictamente dogmáticos, intervenciones dirigidas a la formación y esclarecimiento de la conciencia cristiana.

    Dos partes fundamentales netamente perceptibles integran el discurso de Castelgandolfo, y las dos son guía, luz y perfeccionamiento de esa conciencia.

    En una parte denuncia, cuando pretendían ocultarlos,describe y condena el Papa los designios y los crímenes de los bolcheviques en el caso concreto y contingente de la guerra de España.

    En otra parte se conduele con las víctimas, porción visible de su auditorio, las toma bajo su protección paternal, haciéndoles levantar el pensamiento a las misteriosas, pero santas, finalidades de un gobierno más alto, y con palabras solemnes, elegidas y pesadas, dirige especialmente su bendición a cuantos se han impuesto la difícil y peligrosa tarea de contener y destruir en España el avance del bolchevismo.

    Habiendo oído esas manifestaciones, ¿quedaba libre la conciencia de un católico para entorpecer tranquilamente en España la acción de los antibolcheviques y para cooperar los designios y brutal empresa de los bolcheviques? El buen sentido rechaza por frívolas y quiméricas las respuestas evasivas.

    No era quien hablaba un obispo in partibus infidelium, ni un misionero africanista que viniese a intervenir en las contiendas de Europa. Era el Vicario de Jesucristo, el Jefe de la Iglesia Católica con súbditos e intereses espirituales y materiales en todo el orbe, cargado de responsabilidades y próximo (por su avanzada edad) a comparecer ante el tribunal de Dios, como él mismo advertía, quien en medio de una horrible conflagración tomaba en cierto modo partido y anatematizaba los crímenes y las insidias de un bando, al mismo tiempo que enaltecía, consolaba y estimulaba al otro, dándole a él, y singularmente a sus caudillos, la bendición apostólica.

    ¿Qué reglas y preceptos, qué definición ex cathedra, ni qué aplicación particular a caso concreto contingente necesitaba un católico para saber adónde debía inclinarse después de oír hablar de ese modo al Supremo Jerarca?

    (...)

    Si el grupo Maritain hubiese considerado con serenidad esos dos hechos para toda conciencia reflexiva terminantes y decisivos: que el Sumo Pontífice Pío XI había bendecido a los caudillos de la España Nacional, y que el Primado de España, mons. Gomá, con su alta y compleja significación,( La Silla Primada de Toledo en nuestra Historia épica y en la cruzada de 1936-39 ) marchaba como un cruzado al frente del Movimiento, no hubiera dado el risible, pero homicida y lamentable espectáculo.

    Las propagandas y actitudes de ese grupo excitando a los vascos disidentes a la resistencia, aún después de vencidos y arrojados de sus posiciones del Norte, influían en que la matanza de españoles en la Península fuese más duradera y más grande.

    ¿Qué significaban en ningún sentido ante la actitud firme y clara del Sumo Pontífice Pío XI y del Primado de España, monseñor Gomá, “los católicos vascos”, con cuya exaltación llenaban las columnas de la prensa de estruendo y de humo? ¿Que “los católicos vascos” defendían al gobierno legítimo?

    Pero, ¿es que le iban a enseñar “los católicos vascos” ni el grupo Maritain moral y derecho al Sumo Pontífice y al Primado de España?

    ¿Podían estos jerarcas, supremos en su línea, bendecir una causa que no tuviese en su favor la Moral y el Derecho? Hasta este extremo tan elemental y rudimentario es preciso descender tratando con hombre de juicio tan infatuado.

    - El magisterio de Mons Pla y Deniel, obispo de Salamanca

    El 30 de septiembre de 1936, a los tres días de haberse liberado el Alcázar de Toledo, salió una pastoral de mons. Pla y Deniel, obispo de Salamanca respondiendo con gallarda lucidez a ese punto concreto.
    https://es.slideshare.net/el--exclaustrado/la-iglesia-bendice-y-apoya-a-franco-y-su-rgimentextos-193645

    El docto y profundo documento, titulado “Las dos ciudades” era, por su ciencia, por su erudición, por su lógica, por su entereza cívica, digno en todos conceptos de las tradiciones inmortales de nuestras Escuelas y de nuestro Episcopado.

    ... Por una mutilación, cobarde y sin ingenio, hecha modernamente en las doctrinas generosas de la Iglesia, añade el gran prelado de Salamanca lo que sigue:

    “Creemos que ha sido de lamentar no sólo la falta de estudio profundo y escolástico de esta cuestión (de Derecho público, pero que plantea en ocasiones a millares de católicos un caso de conciencia, como ha sucedido actualmente en nuestra España) en muchos autores de compendios de Teología moral, que con excesiva generalidad y ligereza han enseñado que nunca era lícita la rebelión y que, en los casos de tiranía, sólo había el remedio de acudir a la oración; sino aun la timidez de muchos autores católicos de filosofía moral de no afrontar radicalmente la cuestión quedándose sólo en la resistencia activa defensiva, o en la resistencia activa ofensiva no violenta, distinciones que muchas veces en la práctica son insuficientes. Esta desviación de la doctrina de los más grandes doctores de la Iglesia la juzgamos por nuestra parte perjudicial; porque, es el caso, que cuando concurren circunstancias de gravísima tiranía, como actualmente en España, no creemos que se hayan suscitado dudas casi en ningún católico, ni mucho menos en los directores de conciencias”.

    Ese “casi” alcanzaba a “los católicos vascos” apoyados en el extranjero por el grupo Maritain. Si sobre este grupo y sus patrocinados hubiese influido para algo la cuestión doctrinal, diríase que en ellos habían ejercido sus efectos los moralistas y filósofos censurados por el obispo de Salamanca.

    Pero nada más lejos de la prosaica y triste realidad; no se trataba de cuestiones doctrinales, sino de una fea y absurda posición política, para cuya defensa se recurría a los sofismas más disparatados.

    Otro profesor ilustre de Salamanca había probado clarísimamente en un folleto accesible a todas las inteligencias (La guerra nacional española ante la Moral y el Derecho, por el R. P. Ignacio Menendez Raigada,O. P.), cómo todas las condiciones exigidas por Santo Tomás para la legitimidad y licitud de la guerra se cumplían con creces en favor de la España Nacional.

    Era predicar en el desierto. Los “católicos vascos” planteaban un caso de conciencia inaudito, y ni el Papa ni los Obispos ni toda la teología podían impedir a un católico la libertad de apoyarles con la conciencia tranquila.

    Pues vamos a ver más de cerca qué había en ese enigma, en ese caso inaudito de “los católicos vascos”.

    (continúa)
    Última edición por ALACRAN; 31/05/2019 a las 13:50
    Valmadian dio el Víctor.

  4. #4
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    Re: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episco

    Brevemente, esta situación no se dio sólo entre algunos católicos vascos (muchos vascos católicos entendieron perfectamente cual era el sitio adecuado), sino que es extensivo a otros muchos sectores en el resto de España. Afectando igualmente al estamento militar, como es el caso del general Escobar que antepuso su lealtad republicana a su fe, pese a que fue consciente de la barbarie anti-católica del bando al que sirvió. El Alzamiento no se produjo a causa de ir los ricos contra los pobres, paupérrima idea pero muy extendida, sino de la España católica contra la barbarie marxista anti-cristiana, pero eso no lo entienden muchos católicos que hoy siguen empeñados en justificar aquél periodo ilegal, ilegítimo y criminal.
    ALACRAN dio el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  5. #5
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    Re: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episco

    “LOS CATÓLICOS VASCOS”, SOFISMA DE MARITAIN

    No existía en el fondo ningún enigma; pero si lo hubiese, lo reservaríamos como dijimos antes a los naturales del País Vasco, suficientemente cultos y patriotas para poner las cosas en su punto.

    La expresión ponderativa “los católicos vascos” como contrapuesta a “España Nacional”, según insistentemente se repetía, no pasaba de pobre y frágil sofisma. Era hacer sinónimos y enfrentarlos la parte y el todo. Era como si se diesen por cosas equivalentes “los católicos de Francia” y el “grupo Maritain”.

    “Los católicos vascos” unidos a los bolcheviques, constituían en conjunto una porción exigua de los católicos componentes de la nación española.

    Con todo el estrépito promovido para enaltecerlos como vascos, eran solo una fracción, no la mejor indiscutiblemente en calidad ni en cantidad, de todos los vascos existentes en nuestro país.

    En la agrupación política formada por esos “católicos vascos” había un ala reclutada y reconocida sin ideal religioso o completamente arreligiosa.

    La inclusión de esa ala en el partido nacionalista era lógica, porque siendo el partido representación de la comunidad vasca no se podía excluir de ésta a ningún vasco aunque fuese comunista o ateo.

    1º- Los vascos de Navarra

    Vascos eran los navarros, que acudieron como un solo hombre con entusiasmo y decisión inolvidables, con la fe y la abnegación más sublimes al llamamiento de la Patria común.

    En una región esencialmente agrícola y ganadera y en plena recolección dejaron los ganados y las cosechas esparcidas por los campos al cuidado de las mujeres para presentarse los varones de la familia, todos, desde el viejo patriarca hasta los nietos, solicitando armas y puesto donde pelear y morir.

    ¿Qué impulso les transformaba y les impelía? No el ansia de honores ni de riquezas soñadas en el rebato de la convulsión. Todo eso sabían ellos alcanzarlo pacíficamente con su infatigable y acrisolada honradez. Empezaban por abandonar y desprenderse de cuanto poseían.

    No buscaban siquiera como en otras edades, movidos del remordimiento religioso, una indulgencia plenaria para sus pecados. No eran rústicos sin letras; integraban uno de los núcleos donde hay en España menos analfabetos.

    Se descolgaban de sus montañas, salían de sus villas y ciudades en bloque compacto, como la ola de un pueblo unánime, que avanza impetuosa a realizar algo grande e ineludible.

    Grande y urgente era la empresa que les convocaba y les encendía: someter sus personas a los sacrificios y a la muerte para salvar a la Patria y defender los derechos de la civilización cristiana en trance de perecer.

    Tuvieron dignísimos émulos e imitadores en todos los ámbitos del patrio solar; pero eso eran los vascos, los vascos auténticos no infatuados en toda su noble y magnífica genuinidad.

    Ni en la misma cruzada predicada por San Bernardo es fácil descubrir a través de las Crónicas un espíritu religioso tan sincero y una magnanimidad tan espontánea y emocionante.

    Mientras España sea España estimará como uno de sus timbres más claros ser madre de tales hijos. ¡Por algo los amaba ella siempre en su instinto de madre con afecto tan entrañable y tan hondo!

    Echar sobre todos los vascos la nota infamante de separatistas y aliados de los rojos, por no hacer una distinción terminante como no la hacía el grupo intelectual francés, era una injusta e injuriosa inexactitud.

    “Los católicos vascos”, unidos en monstruoso contubernio con los rojos, y celebrados del grupo Maritain por esa absurda aberración, eran sólo los del Partido Nacionalista Vasco, quien no reconocía por Patria a España, sino a Euzkadi.


    2º. Euzkadi, inexistente en la Historia

    No ha existido nunca en la historia Euzkadi como nación y menos como Estado autónomo e independiente.

    No hay en el mundo una cultura, unas empresas, unos monumentos, una civilización de Euzkadi.

    Si existieron, hecho que sin pruebas no se puede imponer, el tiempo se los tragó; y los deglutió con tal voracidad, que desde tres o cuatro mil años antes de Jesucristo hasta nuestros días nadie cita ni recuerda vestigio de ninguna de esas cosas. Ya es notable, que de las antiguas civilizaciones de Egipto y Mesopotamia tengamos noticias, y aun de los mismos trogloditas del Paleolítico, y no sepamos nada de las grandezas de Euzkadi. Se dirá que de Euzkadi, como tal, no se puede saber nada por ser nombre moderno, y que los encomios y aspiraciones se refieren al contenido significado por el término.

    Conformes, desde luego; Euzkadi se elaboró al borde de la ría bilbaína no hace mucho tiempo en horas de ignorante y rencoroso divagar; porque amamos sinceramente al país, queremos que la responsabilidad de ese rencor y de esa ignorancia recaiga sobre sus autores y no sobre todo él, que no merece ese borrón. Hablamos del contenido aprisionado en el vocablo como se manifestaría en el espacio y en el tiempo; y sobre ese contenido la historia antigua y la ciencia moderna no dicen absolutamente nada de donde pueda deducirse la grandeza nacional pretérita de Euzkadi como Estado independiente o como potencia y fuerza expansiva o cultural.

    Las glorias de Euzkadi, es decir, de los vascos conocidos en los tiempos históricos, no son ficciones quiméricas y arbitrarias de aldeanos envidiosos medio leídos; son hazañas legítimas y verdaderas consumadas como miembro de la gran Patria española, cuando ésta, sacándola de los horizontes del caserío y del pobre ambiente tribal, la impulsó a empresas universales unida a los otros hermanos de la gran familia, ilustrados ya miles de años antes con los timbres culturales bélicos y religiosos más esclarecidos.

    No se deslustraba Euzkadi, no se interrumpían sus providenciales y misteriosos destinos porque incorporasen la vida rústica de sus montes al claro raudal de aquellos que habían producido un Trajano, un Séneca, un Osio, un San Gregorio Bético, un Teodosio, un Prudencio, un San Leandro y un San Isidoro, con todo un mundo triunfal de mártires, de vírgenes y de confesores orgullo de la Iglesia, de la Civilización occidental y de España. La ignorancia es muy atrevida, y al leer a ciertos euzkadianos desvanecidos acude a los labios un remedo de la súplica evangélica: ¡Perdónalos, Dios mío, porque no saben lo que dicen!

    En esa hipotética y gratuitamente forjada Euzkadi, en la actual y combatiente de nuestros días, no contaban los nacionalistas vascos con mayoría absoluta.

    Ya hemos citado a los navarros. Vascos eran también los alaveses, militantes en su integridad con la España de los nacionales. Vascos, muchos guipuzcoanos y vizcaínos, que pudieron saltar el cerco donde se les retenía para correr a batirse heroicamente en las filas del Ejército Libertador...
    Última edición por ALACRAN; 11/06/2019 a las 17:56

  6. #6
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    Re: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episco

    3º- La fuerza real de los vascos separatistas

    En las elecciones de 1936 volcaron en las urnas Navarra y las tres provincias Vascongadas el censo electoral casi íntegro. Estaban convencidos sus habitantes, inspirados por motivos racionales opuestos, de la trascendencia de la jornada.

    Querían unos, con la más noble aspiración, apuntalar y sostener la Patria que se hundía; maquinaban otros, indiferentes al hundimiento, construir otra patria con materiales sustraídos a los escombros.

    De un total de 555.000 votos emitidos, obtuvieron los nacionalistas vascos 153.000, contra 402.000 de todas las organizaciones contrarias. Ese resultado para los nacionalistas no era un triunfo envanecedor, pues equivalía a un 28% escaso del censo.

    Las derechas sacaron 236.000 votos y 165.000 las izquierdas. Con todas sus pretensiones y con todo su estruendo eran los nacionalistas la minoría en el conjunto de las cuatro provincias vascas, pero sumando sus votos con los de la izquierda, en vez de haberlos sumado con las derechas, como era su obligación moral, reunieron unos 320.000 votos, fuerza suficiente para prescindir de las derechas y alzarse unidos a la hez de la comarca con la hegemonía en el país.

    ¡Pero a qué precio tan subido y con cuan indigna esclavitud pagaron su predominio!

    Agrupados en un haz los nacionalistas y las derechas hubiesen constituido una fuerza invencible, y el curso ulterior de los acontecimientos hubiera sido muy otro.

    El resultado de las elecciones ponía a la vez de resalto que los grupos más densos nacionalistas radicaban en Vizcaya y en Guipúzcoa, donde habían tenido 79.000 y 50.000 votos, respectivamente, contra 55.000 y 45.000 de las derechas. La mayoría de éstas en Álava y en Navarra era aplastante: 25.000 y 112.000 frente a 10.000 y 15.000 escasos de los nacionalistas.

    Extraemos estas cifras del cuadro inserto por el escritor vasco Sierra Bustamante en su obra, digna de reposada lectura “Euzkadi” (Editora Nacional, Madrid, 1941). Este mismo escritor indica otro medio ingenioso menos expuesto al fraude que el de los votos para descubrir la fuerza real de los nacionalistas, consistente en computar la cantidad de papel consumida al año por la prensa diaria de los partidos.

    Según datos bien aquilatados en su poder, muy próximos sin duda a la realidad, la prensa nacionalista consumía en 1933 y 1935, un millón dieciséis mil kilogramos, y la no nacionalista dos millones doscientos veintiséis mil.

    Es evidente, añade con razón, que más de dos tercios del país rechazaban la prensa nacionalista y que, por consiguiente, solo una tercera parte del pueblo vasco aceptaba atentados contra la unidad nacional. No era lo mismo, por tanto, hablar en nombre de Euzkadi que en nombre del pueblo vasco” (pág. 218).

    Esa pretensión en el aspecto territorial, en su relación con el terruño y el caserío contrapuestos a la vida urbana, tan exaltados por el nacionalismo, hubiera sido no menos inadmisible. De 17.621 kilómetros de territorio vasco español, 13.550 pertenecen a Navarra y Álava, y sólo 4.050, poco terreno para experimentos de nuevas naciones, a Vizcaya y Guipúzcoa, sede principal del nacionalismo. Si a éste se le hubiesen restado los contingentes seducidos en la zona industrial donde circulaba con profusión la sangre maketa, hubiera aparecido menos vasco todavía.

    Pero si se soñaba de veras, y no sólo de palabra, con la incorporación a Euzkadi del suelo y de los vascos franceses, entonces el sueño de Euzkadi se convertiría en delirio de proporciones más complicadas... la empresa no era tan fácil como pudiera juzgarse en un merendero de Archanda o de Monte Igueldo, sino que era preciso sacudir el yugo unitario y centralista francés.
    ...

    4º- La Religión y el nacionalismo vasco

    Ente los “católicos nacionalistas vascos” y la España Nacional, puestos frente a frente como instituciones inconciliables, no había dudas para elegir, según el grupo Maritain. Los católicos nacionalistas vascos eran en España la sal de la tierra, la levadura que impide la corrupción. No podía obligarse a nadie a ir en contra de esa realidad.

    La terquedad y la deficiente información de ese grupo obligan a detenerse en observaciones no pretendidas.

    Con anterioridad a su unión con los bolcheviques no eran conocidos de los españoles como fenómeno memorable los méritos y dones específicos de los católicos nacionalistas vascos. Nadie sentía la necesidad de imaginarse una tribu aparte para representarse la elevación del catolicismo nacionalista, consagrado con un etéreo desinterés al servicio de Dios. No había empresas, monumentos, sistemas ni conductas del catolicismo nacionalista vasco que le distinguiesen y colocasen a un más alto nivel que el catolicismo de los demás.

    Una agrupación política dista por naturaleza de una cofradía piadosa. Por eso, el afán de mezclar la política y la religión en contiendas terrestres, sin causas y circunstancias muy graves, resulta cosa tan repulsiva.

    No la evitó siempre en su táctica partidista el nacionalismo vasco para sostenerse y abrirse camino por el país. Después de unirse ese catolicismo nacionalista a los bolcheviques, es cuando empezó la gente a tamizar con atención muy circunspecta todos estos pormenores.

    Había razón para el empleo del tamiz. Era verdaderamente escandaloso que un partido, con lema de católico, se uniese, habiendo presenciado los horrores de España, al gobierno aborrecido perpetrador de tantos crímenes, contra el cual se había levantado para no perecer del todo lo más sano y noble de la nación.

    La conducta de los nacionalistas era doblemente execrable por meter con engaño en una guerra deshonrosa al país, que no les dio sus 150.000 votos para fines bélicos en apoyo de comunistas y masones, sino para la gestión recta de asuntos puramente administrativos.

    Ante hecho tan absurdo y tan bochornoso, los nacionalistas de más seso, los seducidos por sentimentalismos regionales en quienes no estaban todavía extintos el respeto y el amor a España, desaprobaron, no sin peligros, la actitud de los dirigentes y se eliminaron como pudieron.

    Veían entonces esas personas, durante tanto tiempo ofuscadas, las consecuencias de una actuación disolvente, monopolizada para colmo de males, en los momentos más críticos por hombres sin solvencia y sin sentido común.

    Esos dirigentes, estadistas en miniatura, con ansias ingenuas de figurar, no curtidos por los años y la experiencia, eran en su mentalidad inextensible y visionaria terriblemente lógicos. Obedecían con instinto ciego a la dañina esencia depositada por el fundador del partido nacionalista en el plasma originario. Eran ante todo y sobre todo saltando por la religión y la ley moral furiosos separatistas.

    Como tales, al creer llegada su hora, se conducían. ¿No les había dicho su fundador que lo más terrible para el País vasco sería el engrandecimiento y la prosperidad de España? Por eso se fundían con gentes detritus de la civilización, y peleaban contra la España señoril, legendaria y caballeresca.
    Trasladados del ambiente de la oficina o del chacolí al pináculo del gobierno, ¿qué sabían ellos de todos esos grandes valores de la historia y del alma?

    Muy pocos, el núcleo de abogados a lo sumo, podrían dar razón de la vida secular y de la cultura de la Península Ibérica. Abominaban de lo que no conocían. Encerrados en su egolatría, rústica y altanera, creían que el mundo se cifraba en las cuatro imágenes del almacén o de la mina aprisionadas en su cerebro.

    Es preciso recordar en prueba de estos asertos cosas desagradables. El escritor al reproducirlas, pues andan divulgadas a los cuatro vientos, cumple una función penosa, pero la España Nacional, católica ante todo, tiene necesidad de dar una explicación sucinta y veraz a los extranjeros de cómo y por qué pelearon tan enconadamente contra ella masas del país que se gloriaban de ser y de llamarse católicas. Por haberle sido necesario sostener contra toda su voluntad esa pelea, fue calumniada y combatida y se hizo su tragedia más prolongada y dura.

    (continúa)
    Última edición por ALACRAN; 11/06/2019 a las 18:11

  7. #7
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    Re: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episco

    EL FUNDADOR DEL NACIONALISMO VASCO. SUS RASGOS CARACTERÍSTICOS

    Esos “católicos vascos”, cuyas exiguas dimensiones y menor representación quedan someramente indicadas, habían sido engendrados a la vida pública por el fundador del partido nacionalista vasco en el odio más grotesco y brutal a España.

    Muy lejos de nuestro ánimo pretender abrumar con citas mortificantes a los vencidos; todo lo contrario, deseamos que con ellas recapaciten y abran los ojos los que sean todavía [año 1942] capaces de abrirlos. Quisiéramos nosotros poder decir del fundador nacionalista muchas y grandes cosas; para bien o para mal si las hubiese poseído las consignáramos, porque las prendas del espíritu tienen por sí mismas un valor independiente de su empleo; pero nos hallamos con que el sujeto no da de sí y se acaba tan pronto como se empieza su análisis.

    Si su acción nefasta en un ambiente local político no hubiese parado en arrastrar a una porción de sus paisanos a la tragedia, no habría motivo para mencionarle.

    Nada menos parecido que ese fundador a un hombre brillante, con rasgos de ingenio y puntos de vista orientadores en sentido vario; nada en él que os eleve y engrandezca en vuestro ser íntimo y os haga fecunda y deseable la vida. Entrar en su alma a través de sus escritos es internarse por un paisaje lunar, pedregoso y estéril.

    No es la ausencia de simpáticas y luminosas cualidades falta en él criticable. Cada uno ostenta los talentos que el Padre de familias le confiara en la distribución de la madre naturaleza, pero es un hecho y un dato digno de valorarse.

    Todo en él era aldeano y pueblerino; sus gustos, sus ideas, su estilo y sus sentimientos.

    Si él lo hubiese podido hubiera vuelto otra vez su país a la vida rural de tribu como en el periodo Neolítico, sin gobierno, sin Estado, sin grandes instituciones ni vida urbana civilizada.

    El caserío, el monte, la aldea, los bailes y las meriendas al aire libre parecían ser sus ideales.

    No era hombre de pocas ni de muchas ideas: era una sola idea, si no es más exacto decir una manía, una pasión loca servida por sus músculos y sus nervios.

    Los discípulos que le llaman “genio inmortal” ignoran el valor del uno y del otro vocablo. No fue el fundador ni un ignorante analfabeto ni un talento espontáneo; fue un pensador hipocondríaco poco leído, entregado con fervor proselitista a la idolatría de su única idea.

    Presentaba todas las notas distintivas del sectario por temperamento: la dureza de juicio, la estrechez mental y la constancia para seguir sin desmayo revolviendo su tema.

    El mismo escribió de sí: “Soy poco aficionado a leer; mucho,en cambio, a meditar; y más que estudiar las cosas en los autores me gusta estudiarlas en sí mismas, si las tengo al alcance de mi examen” (Euzkadi, pág. 29).

    Nadie tachará esta segunda inclinación si va precedida de la información indispensable para hacer el examen siquiera con alguna elemental competencia.

    El fundador, inocente y ayuno de sólida cultura, carecía en las materias elegidas por él para el examen de esa información introductoria.

    En pleitos de historia y derecho político, y mucho menos en la investigación de orígenes y vicisitudes de razas y pueblos antiquísimos, no se improvisa ni se finge. Son los hechos bien entendidos y bien interpretados los que deciden, no las alucinaciones del solitario monómano.

    El fundador, falto de autocrítica y satisfecho de sí, daba por hechos reales al tratar de la raza vasca las alucinaciones de su mente, no contrastada con la selecta lectura.

    Como la refracción de la luz hace ver desfigurados los objetos sumergidos en el agua, las ideas introducidas en su espíritu padecían por una especie de refracción intelectual una deformación completa.

    La raza vasca, las instituciones históricas del país, la noción y la vida de España sufrieron en su cerebro las más sorprendentes y caprichosas torturas.

    ¡Cualquiera le metía en la cabeza a un hombre tan hermético y tan seguro de sí que en el orden científico-histórico no llegaban ni a novela legible las divagaciones y fantasías de su ingenio!

    Su fuerza pensante y emotiva, a juzgar por su actuación y sus escritos, era el odio; el odio feroz a España, sin que pueda justificarse la causa racional y objetiva que lo inspirara.

    Para amar con todo su corazón a su pequeño país, no era obligado “odiar a España con toda el alma”, como él mismo decía.

    España no había perseguido ni maltratado nunca a su país, sino que en el proceso histórico de integración nacional le había asociado a su vida, como han asociado todos los grandes países a otras regiones, y le había hecho partícipe de sus sentimientos y de sus glorias.

    Tal vez para suerte suya vivió poco: desde el 26 de enero de 1865 hasta el 25 de noviembre de 1903, lo suficiente para merecer el título de funesto a su pueblo, al cumplir la misión que a sí mismo se impusiera exactamente al revés.

    Todo el odio que a ese pueblo le hayan podido tener, no le ha hecho el daño que él con su fanático apasionamiento le hizo. Ese apasionamiento se ha convertido y se ha revelado patéticamente en las dolorosas escenas de una guerra atroz...

    Hemos hablado de odio al pueblo vasco solo en hipótesis; jamás se ha oído decir que a ese pueblo tan amable le haya odiado nadie en el mundo. En España era querido y lo es con el afecto más cordial y sincero.

    El daño inferido por el fundador del nacionalismo a su Patria imaginaria, en cuanto la contraponía a la Patria común, no estaba compensado con la extensión y fecundidad de su herencia.

    No dejó ni una sola idea grande y constructiva. No busquéis en su prosa híspida horizontes de más diáfana anchura, ni concepciones sentimentales que templen con el vigor de la suave esperanza las arideces y conflictos del vivir cotidiano.

    Agitador seco y bronco, fue su actividad sin atractivo calor del alma una continua excitación destructiva. Su pueblo para ser completamente feliz tenía que ver primero con fruición el despedazamiento de España. En seguida aduciremos sus palabras textuales.

    Brote atávico, tal vez, de alguna agrupación prehistórica, presentaba todos los caracteres de un enfermo o de un monomaníaco sin percepción del alcance real de sus desatinos.

    Poseída esa percepción, es de suponer que su fe religiosa, no bastante eficaz para apartarle de su actuación política delictiva, le hubiera servido en el orden moral de freno...

    Lanzarse un vasco a construir una nueva nación en las condiciones en que se hallaban los vascos, pacífica y secularmente distribuidos entre España y Francia, era un intento de locos...
    Última edición por ALACRAN; 16/06/2019 a las 16:43

  8. #8
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    Re: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episco

    EL FUNDADOR DEL NACIONALISMO VASCO. SUS RASGOS CARACTERÍSTICOS (2)

    ... Vea ahora el lector unos cuantos textos del jefe nacionalista, donde subrayamos algunas frases:

    - Algunos conceptos inexplicables o inverosímiles delfundador del nacionalismo

    “Si a esta nación latina -España- la viésemos despedazada por una conflagración intestina o una guerra internacional, nosotros lo celebraríamos con fruición y verdadero júbilo así como pesaría sobre nosotros como la mayor de las desdichas, como agobia y aflige al ánimo del náufrago el no divisar el horizonte ni isla ni embarcación, el que España prosperara y se engrandeciera”. (Semanario Bizkaitarra, número 5).

    Esas palabras son todo un programa, revelación total de un espíritu: el de su autor no dio más de sí. Podría tener escondidos tesoros de caridad, pero no es posible compaginarlos con esas enormidades.

    Aun cuando España poseyese sin título y sin darle nada en compensación el País vasco, y no como le posee: como miembro integrante adquirido en el proceso histórico de su organismo, no sería lícito alimentar esos brutales deseos.

    No hay amor por alto que se le suponga que justifique dentro de los Mandamientos cristianos celebrar con fruición y verdadero júbilo la ruina y el despedazamiento del pueblo con quien milenariamente se vive como parte integrante. Esos sentimientos son odios de selva, cuya ferocidad no llegó a debilitarse con el crisma de Jesucristo.

    El País Vasco no es una colonia sometida a la Metrópoli por el terror y la violencia; lo mismo puede decir el País Vasco que España es suya, como España decir que es suyo el País Vasco.

    España y el País Vasco forman un todo orgánico, donde Castilla fue en la evolución histórica el centro atractivo hacia la cual para ayudarse mutuamente y constituir un pueblo poderoso se fueron agrupando las demás regiones.

    De amar y reverenciar como a cosa grande y gloriosa la agrupación obtenida de hecho, dieron pruebas prácticas en miles ocasiones los vascos. Pero al surgir “la conflagración intestina” y “la guerra internacional” los discípulos del fundador, para cumplir con exactitud las enseñanzas de su maestro, volvieron la espalda a la moral y a la historia y se fueron con los bolcheviques huyendo “la desdicha” de que “España prosperara y se engrandeciera”.

    Y ahí tiene el grupo Maritain una de las razones porque los católicos vascos saltando sobre su catolicismo pelearon contra la España Nacional fundiéndose con los rojos.

    Pero hallaban reforzada esa razón de táctica con otras intrínsecas aprendidas en la dogmática del maestro. Decía éste: “Vuestra raza, singular por sus bellas cualidades, pero más singular aún por no tener ningún punto de contacto o fraternidad ni con la raza española, ni con la francesa, que son sus vecinas, ni con raza alguna del mundo, era la que constituía a nuestra patria Vizcaya; y vosotros, sin pizca de dignidad y sin respeto a vuestros padres, habéis mezclado vuestra sangre con la española o maketa, os habéis hermanado y confundido con la raza más vil y despreciable de Europa y estáis procurando que esta raza envilecida sustituya a la vuestra en el territorio de vuestra Patria”.

    Los peores enemigos de España no han ido nunca en sus insultos más lejos. Sólo un labriego ignorante, dirigiéndose a otros entendimientos más toscos e ignorantes todavía, puede permitirse con impunidad tales excesos.

    ¿Que la raza vasca no tiene punto de contacto con ninguna otra del mundo? Pues, ¿de dónde viene la raza vasca? ¿Es que Dios creó al género humano y antes o después, aparte, a la raza vasca? Una cosa es que no sepamos con precisión el punto de contacto, y otra que no exista el punto.

    Esto último lo afirmaba muy en serio con otra porción de cosas pintorescas sobre su raza vasca nuestro héroe; y lo más extraño es que sus secuaces boquiabiertos se lo creían.

    Casóse con una aldeana, y respondiendo a los que temían que desprestigiase al partido con el casamiento, decía: “Es una vizcaína originaria: todas las familias originarias eran en Vizcaya nobles; todos los vascos descendemos de aldeanos, de caseríos”.

    ¿Cómo se prueba que en Vizcaya fuesen nobles todas las familias originarias? ¿De dónde les venía la nobleza? ¿De haber nacido en la aldea o en el caserío?

    La nobleza viene de las grandes y claras acciones, no de los adobes del caserío ni de las matas del campo. El fundador la derivaba de su orgullo racista intemperante y colérico.

    Los nacionalistas vascos sus discípulos eran tan racistas como Maritain, furioso racista judío; y los nacionalistas y Maritain, más racistas que Hitler.

    Y acaso por eso, por que las cargas eléctricas del mismo signo se repelen, son tan enemigos [1942] de Hitler Maritain y los nacionalistas vascos.

    - Los discípulos del fundador denigran a la raza vasca pretendiendo enaltecerla con encomios extravagantes

    Si esa raza no fuese estimada con más profundidad y juicio que por los vascos nacionalistas por los verdaderos españoles, serían esos conceptos como para perderle la estima.

    En el prólogo de los Pensamientos del fundador, no en el brindis de un banquete ni en la algazara de un merendero, escribe uno de los más conspicuos filósofos: “Ahí tienes ahora las palabras de... el maestro; palabras luminosas, tras la ceguera secular de la raza; profundas como el silencio racial durante siglos, ... palabra, que no acertó a sacar durante siglos nuestra raza del fondo de su alma... Euzkadi”.

    ... Como las distancias estelares se miden por años y milenios de luz, la pereza de la raza vasca para conocer su bien o su mal tiene por unidad de medida, según sus panegiristas, siglos o milenios.

    Cuatro mil años gastados por una raza que no es precisamente la amarilla por su número, para descubrir que debe unirse, son muchos años. Dicho eso en elogio suena más bien a difamación o injuria...

    El fundador del nacionalismo nos ha dicho antes que “esa raza singular es más singular aún por no tener ningún punto de contacto con raza alguna humana del mundo", de donde forzosamente se sigue que, siendo la más antigua de la tierra hubo de ser creada antes de la creación del género humano...

    ... lo difícil es comprender cómo el pueblo vasco pudo contraer el pecado original si no tiene “ningún contacto con el género humano”,cuestiones que llevan a una revisión del dogma católico, planteada por la original sabiduría del nacionalismo vasco. Para estas cuestiones remitirse al capítulo VI de la obra de Pedro Altabella (El catolicismo de los nacionalistas vascos. Prólogo del excmo. señor A. A. de la Diócesis de Vitoria. Editora Nacional. Madrid,1939).

    - El odio persistente del fundador a España y el telegrama al presidente T. Roosevelt

    Infunde tedio pensar que pudiese trastornarse a parte no escasa de ese pueblo vasco tan noble con tejido tan burdo de insensateces. De ellas vamos eligiendo sólo las estrictamente indispensables a nuestro tema. Véanse otras dos del Maestro y Fundador del partido:
    Nosotros odiamos a España con toda nuestra alma, mientras tenga oprimida a nuestra Patria con las cadenas de esa rotunda esclavitud.” (Semanario Bizkaitarra, número 16).

    “Ahora, para concluir, daré, como testigo presencial, un dato para la historia contemporánea: el día de San Roque de 1893 se oyeron por primera vez en Guernica y Bilbao los gritos de ¡Viva Euskeria independiente! Y ¡Muera España!” (Semanario Bizkaitarra, número 2).

    Cualquiera diría que sobre el pueblo vasco hacia España pesara una dominación como la ejercida sobre Irlanda por Inglaterra, y que el Jefe nacionalista era la encarnación y la expresión auténtica del pueblo vasco.

    El Jefe hablaba en nombre de cuatro ilusos llenos como él de ignara e insolente soberbia; y el pueblo vasco, protegido por el Arancel, por un concierto económico benevolente y por la seguridad de expender sus manufacturas en la Península, era en la nación una de las regiones más florecientes.

    Desde tiempo inmemorial quería a España con hidalga adhesión, sin considerarse contradistinto ni en pugna con ella. Se creía con razón parte del cuerpo nacional, como Galicia, Asturias o Andalucía, y jamás pensó que en ese conjunto fuese un país o dominio extraño sujeto por la violencia.

    Ahora el fundador del nacionalismo le excitaba a la guerra y llamaba “malditos por el espíritu de sus antepasados, malditos por sus hijos”...a los que oyendo ese grito santo no le diesen oídos.

    Ese ¡Muera España! recogido como un dato para la historia,procuró depositarlo el Maestro en el corazón de sus seguidores. ¡Triste papel el del hombre que se emplea en sembrar odio como simiente de futuro grano! La Mística Doctora de Ávila, cuando quiso definir al demonio, dijo con frase imperecedera: “Es el ser que no pudo amar”. Uno de los Apóstoles, el que percibió con íntimo contacto los latidos del corazón del Señor, para definir a Dios dijo: “Dios es amor”.

    Cuanto más se aproxime el hombre en sus intentos y afecciones a la definición del demonio es más bajo y miserable. El Fundador del Partido Nacionalista, impulsado tal vez por alguna tara ingénita, cuya existencia le servirá de atenuante, se trazó a sí mismo, el más lamentable de los destinos: cultivar el afecto que más aproxima a la definición del diablo.

    No fueron en él esas propagandas, vehemencias de la juventud, irreflexivas y pasajeras. El 2 de mayo de 1902, año y medio antes de su muerte, ya en su madurez, y en momentos de angustia y terrible depresión moral para España, dirigió al Presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, el siguiente telegrama:

    “Roosevelt, Presidente Estados Unidos. - Washington. Nombre Partido Nacionalista vasco felicito por independencia Cuba, Federación nobilísima que preside, que supo libertarla esclavitud. Ejemplo magnanimidad y culto Justicia y Libertad dan vuestros poderosos Estados, desconocida Historia e inimitable para potencias Europa, particularmente latinas. Si Europa imitara, también nación vasca, su pueblo más antiguo, que más siglos gozó libertades, rigiéndose Constitución, que mereció elogios Estados Unidos, sería libre”. Siguen a continuación los dos apellidos del Jefe nacionalista. (Euzkadi,pág. 36)

    Asaltan el ánimo al considerar esa composición, infatuada y pedestre, muy serias dudas sobre si sería un hombre normal quien las redactara. No han de morir en posesión de sindéresis todos los seres humanos; mueren muchos en agraz y en verde. El juicio de este agitador político era todavía casi al fin de su carrera como “la vid cuyo fruto no madura”.

    No podía concebir iniciativa más estéril e insensata; con ella no había de conseguir nada práctico, y daba, en cambio, la medida de su talla mental y de sus sentimientos. Dentro de las mismas malas inspiraciones del odio, constituía ese telegrama una acción incalificable. Sentimos de corazón que un español descendiera tanto.

    (continúa)
    Última edición por ALACRAN; 16/06/2019 a las 11:58

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    Re: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episco

    ...
    Última edición por ALACRAN; 21/06/2019 a las 17:21

  10. #10
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    Re: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episco

    ACTITUD INCONGRUENTE DE “LOS CATÓLICOS VASCOS”, PROTEGIDOS POR MARITAIN

    Si el grupo Maritain se hubiese tomado la molestia de investigar un poco los orígenes y las aspiraciones concretas del Partido Nacionalista vasco, no hubiera cometido, al menos por evitar el ridículo, tantas injusticias e insensateces. Esos “católicos vascos”, como miembros componentes del Partido Nacionalista, eran por su origen, por su mentalidad, por sus sentimientos y objetivos, españoles de filiación muy discutible.

    Esos hombres buscaban un Estatuto autonómico como preliminar y paso para su independencia, o si fuera posible, la independencia directamente. Se fingían, en los momentos de prueba, ajenos y desligados de la vida y de la suerte general de España, con cuyos enemigos se unían en apretado haz.

    1º- Publican sus objetivos de lucha y fingen después el silencio ante la Jerarquía eclesiástica

    El Jefe del Gobierno de Euzkadi hizo el 1º de octubre de 1936 la siguiente declaración en las Cortes: “Señores diputados: Planteado el problema, nuestra posición fue clarísima: luchando las democracias contra el fascismo, el imperialismo contra la libertad vasca, el nacionalismo había de colocarse, como siempre en nuestra historia se colocó, al lado de la democracia y de nuestra libertad. Estamos enfrente de este movimiento subversivo contra el Poder legítimo y la voluntad popular, porque a ello nos impelen nuestros principios honrados y profundamente cristianos”. (Euzkadi, pág. 165)

    Estaban en esas palabras perfectamente claros los motivos porque se unían a los rojos los católicos nacionalistas vascos: porque la España Nacional era para ellos el imperialismo, que no había de consentir la destrucción de la Patria dejando al País Vasco erigirse según las pretensiones nacionalistas en Estado autónomo o independiente. Apoyábase la convicción nacionalista en seguro presentimiento.

    La España Nacional era la continuación, la unidad, el instrumento forjado a costa de sacrificios para cumplir la misión histórica señalada por la Providencia a nuestro pueblo, y antes de permitir el desglose del País Vasco no quedaría en el territorio español piedra sobre piedra...

    El 22 de diciembre de 1936 decía en un desatinado discurso el Jefe del Gobierno de Euzkadi: “Cuando la juventud vasca..., siendo esta juventud cristiana en buena parte, quiere encontrar allí donde la justicia tiene su asiento una voz que apruebe una conducta ajustada al derecho, ¿por qué calla la Jerarquía? En nombre del pueblo vasco, guardador del orden, de la justicia y del derecho..., apelo al Padre de la cristiandad para que haga cesar este silencio”. (Euzkadi, pág. 15)

    Pedir con afectos de afectada reverencia un veredicto de la Jerarquía Eclesiástica en favor de la conducta adoptada, somo si la Jerarquía se hubiese desentendido de sus deberes, era otra astucia sin sentido ni congruencia.

    Enseguida recordaremos cómo se guardaba el orden y la justicia en el pueblo vasco, cuya representación se atribuía ese iluso y enfático personaje. No se atreve a decir que toda la juventud, a cuyo nombre recurre, sea cristiana, porque se lo hubiesen impedido los aliados sin religión, masones, comunistas y judíos, con quienes andaba en mísero maridaje.

    Nadie había hablado tan pronto, ni tan a tiempo, ni tan aguda y resueltamente como la Jerarquía Eclesiástica, establecida en el territorio donde la orientación y el veredicto se pedía.

    2º Los obispos del País Vasco habían reprobado, siguiendo la dirección pontificia, la conducta de los separatistas católicos

    Ni los separatistas vascos, ni sus jenízaros intelectuales -los del grupo Maritain- a quienes ahora nos dirigimos, podían ignorar que el 6 de agosto de 1936, al iniciarse el Movimiento Liberador, habían intimado en una Pastoral conjunta los obispos de Vitoria y de Pamplona [Vizcaya y Guipúzcoa dependían entonces del obispo de Vitoria] estos terminantes preceptos:

    Lo que conturba y llena de consternación nuestro ánimo de prelados de la Iglesia es que hijos nuestros, amantes de la Iglesia y seguidores de sus doctrinas, han hecho causa común con enemigos declarados, encarnizados de la Iglesia; han sumado sus fuerzas a las de ellos, han fundido su acción con la de ellos y acometen fieramente, con todo género de armas mortíferas, a los enemigos de ellos, que son sus propios hermanos...

    “Nos, con toda la autoridad de que nos hallamos investidos, en la forma categórica de un precepto que deriva de la doctrina clara e ineludible de la Iglesia, os decimos: Non licet.

    “No es lícito en ningún terreno, y menos en la forma cruentísima de la guerra..., fraccionar las fuerzas católicas ante el común enemigo... Menos lícito es, mejor, absolutamente ilícito, después de dividir, sumarse al enemigo para combatir al hermano, promiscuando el ideal de Cristo con el de Belial, entre los que no hay compostura posible; y el ideal, prescindiendo de otros que quizá quieran conservarse incontaminados, es el exterminio del enemigo, del hermano en este caso, ya que la intención primera de toda guerra es la derrota del adversario.

    “Llega la ilicitud a la monstruosidad cuando el enemigo es este monstruo moderno, el marxismo o comunismo, hidra de siete cabezas, síntesis de toda herejía, opuesto diametralmente al cristianismo en su doctrina religiosa, política, social y económica. Y cuando el Sumo Pontífice, en documentos recentísimos, dice anatema al comunismo, y previene contra él todos los Poderes, aun no cristianos, y le señala como ariete destructor de toda civilización digna de tal nombre, dar la mano al comunismo en el campo de batalla, y esto en España, en este cristianísimo país vasconavarro, es aberración que sólo se concibe en los ilusos que han cerrado los ojos a la luz de la verdad, que ha hablado por su Oráculo en la tierra...

    “No es lícito hacer un mal para que de él derive un bien, ni se puede anteponer la política a la religión: antes que la Patria está Dios, a quien debemos amor sobre todas las cosas...”

    Para entender la fuerza de estos preceptos episcopales, tan sensatos y tan precisos, bastaba con el sentido común; por escaso que fuese el de los separatistas constelados por el grupo Maritain, vieron la imposibilidad, confesándose católicos, de eludir la obligación moral dimanante de esa doctrina; recurrieron entonces a la pobre ficción de negar la autenticidad de ese documento eclesiástico.

    Cortóles la huida el Sr. Obispo de Vitoria [mons. Mateo Múgica] el 8 de septiembre, proclamando por radio la autenticidad del documento y haciéndoles paternalmente las más apremiantes y juiciosas reflexiones:

    ALOCUCIÓN DE VUESTRO OBISPO

    (Fue radiada por la Emisora de Vitoria en la emisión de la noche del ocho de septiembre del mes en curso).

    “Por conducto autorizado se nos dice que en Bilbao niegan que sea auténtico Nuestro documento Pastoral que, de acuerdo con mi Venerado Hermano, de Pamplona, se publicó en la Prensa y se radió el día 6 del próximo pasado mes de Agosto, condenando la incomprensible conducta de algunos católicos de Nuestra diócesis que, combatían a metralla despiadada a otros hermanos suyos católicos, levantados en armas a una con la inmensa mayoría del ejército español, para defender los intereses religiosos y a España.

    “¿No había de ser Nuestro, si lo hemos enviado en folleto a cuantos Párrocos ha sido posible, como vamos mandando cada día, sellado con el sello ordinario-oficial Nuestro?... ¡Qué responsabilidad la de aquellos que impiden con esa clase de funestísimas artes que llegue a sus ovejas la voz auténtica y salvadora de su Pastor!

    “No ha faltado, tampoco, quien nos ha dicho que los católicos, que los nacionalistas, a los que en el documento nos referimos, no han cometido actos de violencia; no han disparado metralla contra los otros hermanos católicos; pero otros, dignos de crédito, nos aseguraron todo lo contrario; y de todos modos, amadísimos Hijos nuestros, están demasiado comprobadas la connivencia, la inteligencia, ciertas funciones que algunos han desempeñado de acuerdo con los elementos marxistas.

    Católicos vascos, oíd, escuchad a vuestro Prelado que, sin distinción de partidos, supo amar a todos sus Hijos diocesanos.

    “No podéis de ninguna manera cooperar ni mucho ni poco; ni directa ni indirectamente al quebranto del ejército español y cuerpos auxiliares, requetés, falangistas y milicias ciudadanas que, enarbolando la auténtica bandera española, bicolor, luchan heroicamente por la Religión y por la Patria.

    “Oh!: si triunfaran los marxistas, rotos los diques todos de la religión, de la moralidad, de la decencia; la ola arrolladora hundiría a todos en su furioso ímpetu: no habría salvación para los católicos, y procurarían por todos los medios borrar hasta el último vestigio de Dios.

    “¡Qué diferencia, amadísimos Hijos, con lo que sucede en las provincias que resueltamente se adhirieron al salvador movimiento del ejército español! Allí no se oye ya el satánico estallido de la blasfemia; el Crucifijo ha sido restituido a su puesto de honor en las escuelas: la imagen veneranda del Sagrado Corazón de Jesús ha retornado al trono que ocupaba en Diputaciones y Ayuntamientos; son respetados los derechos de la Santa Iglesia; sacerdotes, religiosos y religiosas son respetados, apoyados y amados; funcionan fábricas y talleres; trabajan tranquilamente los labradores, y se prometen oficialmente soluciones cristianas ventajosísimas a los obreros.

    “Pero, además, vascos, Hijos Nuestros, ¿no decís que amáis con encendido amor a vuestro bello país; a vuestras provincias, ciudades, villas, casas, industrias, centros de enseñanza, campos, etc. Pues, si es así, y no lo dudamos; evitad a todo trance que por vuestras estériles resistencias se repitan casos tan dolorosos como los de Irún, ciudad tan amada por vuestro Obispo: ciudad desgraciada que, al fin, fue incendiada y reducida a pavesas en gran parte por los que se decían sus defensores y en realidad han sido sus destructores, los marxistas; como serán destructores de otras ciudades, si unidos todos los buenos, como lo han hecho en el resto de España, no aplastan a ese monstruo, al marxismo, ruina de toda civilización. El ejército español y sus cuerpos auxiliares están resueltos a triunfar, cueste lo que cueste y hay que apoyarles decididamente.

    “En fin, amados diocesanos, hay prisioneros, rehenes en uno y otro campo: no seríamos Padre de Nuestros Hijos, si no nos interesara la vida de ellos: el asesinato de tantos caballeros cristianos, de Tolosa... Guadalupe, perpetrados por los rojos nos ha destrozado el corazón: muchos fueron conocidos y amigos Nuestros: basta de sangre; dejad de combatir al ejército español victorioso; apoyadlo, cooperad con él, y sálvese la vida de todos, para que todos, olvidando furores, odios y rencores podamos convivir en paz y en santa libertad.

    “Y vosotros, sacerdotes y religiosos, haced llegar Nuestra voz a los fieles de la diócesis en vuestras Iglesias respectivas: secundad en estos gravísimos m omentos dócil y lealmente todas nuestras actuaciones; rezad, orad, pedid, organizad cultos; aconsejad penitencia y mortificaciones a las almas; aportad y haced aportar los recursos económicos que os sean posibles; todo ello, para cooperar por todos los medios viables al triunfo del ejército salvador de España. ¡Viva España!

    MATEO, Obispo de Vitoria.”

    Todo inútil; las palabras episcopales cayeron en el vacío. Inventaron los separatistas la leyenda de que el señor Obispo hablaba preso y rendido a la violencia de los Nacionales.

    El caso no era de los que exigen para su comprensión un auxilio especial del cielo... Los separatistas y sus auxiliares mezclaban en sus odios y pretensiones la Religión y la Jerarquía de modo pueblerino y grotesco. Convertirlas en instrumento para sus fines era el propósito inspirador de su táctica.

    Fracasado el propósito, cesaban en ellos automáticamente la reverencia y la sumisión a la Jerarquía. Por esa disposición del espíritu, no siéndoles favorables sino adversas y comminatorias, no obedecieron las normas tan autorizadas y clarividentes de entrambos Obispos vascos.

    Tampoco consiguieron hacer mella en su mentalidad de católicos las exhortaciones de S. S. el Papa del 14 de septiembre [1936] cuando habló por primera vez en Castelgandolfo, ni la conducta del Cardenal de Toledo seguido por todo el Episcopado de España, ni la Encíclica terminante y precisa del Sumo Pontífice contra el comunismo publicada el 19 de marzo del 37, ni la Pastoral colectiva de los Obispos españoles correspondientes al 1 de julio del 37 con la sentida aprobación de 900 Obispos de todo el orbe católico, comentada nobilísimamente de modo especial por los Eminentísimos Cardenales de París y de Westminster...

    (continúa)
    Última edición por ALACRAN; 21/06/2019 a las 17:36

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    Re: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episco

    3º - Obcecación partidista del grupo Maritain. Protesta al Papa por Guernica y no condena los crímenes cometidos bajo el Gobierno de Euzkadi

    A cualquiera persona accesible al sentimiento de la más elemental modestia le hubiera hecho reflexionar ese impresionante y unánime consentimiento con sus colegas españoles de los Obispos dirigentes del mundo católico.

    Pero el grupo Maritain era en su criterio infalible ¡Capitaneado por un judío converso, autor de unos cuantos ensayos y discursos de propaganda religiosa, sabía más derecho, más ética, más política y teología moral que toda la Jerarquía Eclesiástica presidida por el Jefe de la Cristiandad, representante de Jesucristo y sucesor de San Pedro!

    Atrevióse en su terca obcecación ese grupo a dirigir con motivo de Guernica al Soberano Pontífice un telegrama cuyo tenor, por mucho que la benévola comprensión lo disculpe, no era en el fondo sino un incivil y despechado reproche:

    Cardenal Secretario de Estado.-Ciudad del Vaticano. Comité francés por la paz civil y religiosa de España, filialmente consagrado Silla Apostólica, profundamente emocionado bombardeos Durango, Guernica, peligro exterminio pueblo católico vasco, suplica Santo Padre hágase recordar principios cristianos y proteja no combatientes.-Por el Comité, Maritain, Pezet, Bourdet (Secretario)” (Euzkadi, pág. 15).

    Con este estilo tan ordenancista y congruente, “hágase recordar y proteja no combatientes” hablaban al Sumo Pontífice como si hablasen al prefecto de Policía en un departamento francés, los que a sí mismos se tenían por la crema de la cultura.

    Si en asuntos tan dolorosos sirviese la venganza de reparación o de remedio, quedarían los agredidos con ese inverecundo telegrama perfectamente reparados. Con sólo exhibirle pondrían a plena luz la alteza intelectual y moral de sus enemigos. Refutarlo de propósito sería conceder a sus autores una importancia no merecida.

    ¿”Filialmente consagrados a la Silla Apostólica” los que en una convulsión bélica de incalculable trascendencia para la civilización y el Catolicismo empezaban a negarse a obedecer los preceptos y orientaciones de la Silla Apostólica?

    ¿Es que eran ellos más rectos, más puros, más clarividentes que el Jefe del Catolicismo para discernir en qué bando estaba la razón y de dónde podría seguirse mayor daño o más grande bien para la Iglesia Católica?¿No hubiese sido mejor que ese “Comité francés para la paz civil y religiosa de España” hubiera consagrado, desentendiéndose de ajenas preocupaciones, todas sus luces y actividades a los problemas de su país, donde tal vez la paz civil y religiosa reclamase la concentración de tan eximios talentos?

    En España no hacía ese Comité falta ninguna; por lo menos en la España Nacional, no se acostumbraba a pedir el concurso gratuito de nadie, ni a expender en propagandas las riquezas y tesoros nacionales.

    - Responsabilidad mayor de Maritain e inconsistencia de su raciocinio

    Oír de un Mauriac, por ejemplo, escritor completamente profano sin competencia en cuestiones morales, “que los vascos no hacían sino defender la libertad que les negaban los rebeldes”, no extraña (Euzkadi, pág. 228); pero que Maritain con humos y pretensiones de moralista tomase la desgracia de Guernica como pretexto para sus insensatas declamaciones, era inexcusable. En un discurso clamaba:

    Estamos seguros y lo hubiera querido decir aquí Mauriac, si nuestro amigo no estuviese retenido lejos de nosotros, que quienes han de refutar más tarde a los malignos historiadores dedicados a calumniar al catolicismo por sus contactos con las potencias de la carne, no hallarán grandes dificultades al revolver los archivos en dar con algunos católicos que elevaron un día su voz contra la destrucción de Guernica...” (J. MARITAIN: Questions de conscience, pags 37-38. Desclée, Paris, 1938).

    Lo que no debieran querer esos católicos es que un día al revolver los archivos se dé con ellos. Porque ellos, y no el Catolicismo, serán los juzgados duramente por haber tenido contactos y connivencias con el error y con el mal.

    Después de haber dicho sobre Felipe II unas cuantas inexactitudes reveladoras de insuficiente cultura, agita lo de Guernica con ese acento suyo lacrimógeno, que pretende ser ascético y queda sólo en una mezcla inadmisible de religión y de política:
    Nada, dice, tan grave y escandaloso como ver, según vemos desde hace algunos años en ciertos países, medios inicuos y bárbaros empleados por hombres que dicen pertenecer al orden y civilización cristiana”

    “El ejemplo ofrecido por los aviones que bombardearon a Guernica y Granollers no es un buen ejemplo; al mismo tiempo que mataban niños y mujeres herían para mucho tiempo la conciencia humana”

    “Aldus Huxley ha denunciado también esta locura que consiste en perseguir fines buenos por medios malos. Henry de Man ha explicado cómo en los medios va ya preformado el fin. Querrán por fin comprender los cristianos?”

    ¡Qué congruencia y solidez de conceptos! ¡Qué doctrina tan original y aplastante la de Man y Aldus Huxley! La verdad es que si con ella no acaban de comprender los cristianos, no se sabrá de qué echar mano para hacerles comprender.

    Toda esa mezcolanza de religión y de política la utilizaba el lógico y el moralista para sostenerse en una posición anticristiana. Era anticristiano colaborar con el comunismo, “que es intrínsecamente perverso”, según había declarado el Papa.

    Pero con hombres de la complexión mental de Maritain no era posible la reflexión serena. Todo el Episcopado del mundo con su prudencia y su saber, presidido por el Sumo Pontífice, no fue de eficacia suficiente para inducirle a cesar en la defensa de una causa injusta. Cualquier calificativo que se use para designar esa actitud ha de parecer, si es exacto, duro y agresivo. Renunciamos a emplearlo.

    5º- El caso de Guernica.

    Lo de Guernica fue un caso sensible, consecuencia dolorosa de la guerra. Estaba situada a cinco kilómetros de un frente en evolución y desplazamiento; poseía fábrica de armas: era lugar de conjunción o de retén de fuerzas enemigas; se interponía al paso de los Nacionales. Sufrió la dureza de las armas modernas por caer dentro del área de los movimientos bélicos, como en el desarrollo de las operaciones había caído antes Durango.

    No tenían interés ni provecho ninguno en destruirla de propósito los Nacionales, que habían de ser sus dueños. No podían tampoco detener su marcha o dirigirla por los senderos que placiese a sus adversarios.

    No insistimos en este hecho, del cual ha dado ya la crítica competente explicación razonable, pero no es posible olvidar que ese Maritain, tan escandalizado por las duras operaciones de la zona de fuego, no levantó su voz contra los crímenes y bombardeos efectuados lejos del frente sin objetivo militar por el Gobierno compuesto por separatistas vascos, masones y bolcheviques.

    Toda le emoción moral de Maritain era indignación ficticia, empleada indebidamente como táctica de combate y reducida en esencia a rencorosa contrariedad por el triunfo de los Nacionales.

    Crímenes horrendos se cometían en toda la España roja bajo un Gobierno donde tenían con su ministro representante participación los separatistas vascos; crímenes horrendos se cometían también en el País Vasco bajo un gobierno presidido por el Jefe separatista.

    Por ninguno de esos crímenes, multiplicados en serie, se dirigieron al Sumo Pontífice en telegrama apremiante los piadosos componentes del “Comité francés por la paz civil y religiosa en España”.

    Esos crímenes eran ante la conciencia humana incomparablemente más horrorosos que un ataque trágico en la línea de fuego. “El peligro de exterminio del pueblo vasco” (Maritain) no era una hipótesis, sino una pavorosa realidad con los martirios y feroces asesinatos perpetrados en las cárceles, en los barcos prisiones, en los campos y caminos del territorio sometido al gobierno separatista vasco.

    Las personas de más representación del país opuestas al separatismo iban cayendo sacrificadas metódicamente en matanzas sucesivas durante el imperio del gobierno separatista. Eso era bajo, repulsivo y cruel.

    Es preciso dejar bien sentado que es mucho más horrible ante la ética asesinar a los presuntos enemigos inermes e indefensos aprisionados en una cárcel, que atacar en campo abierto una ciudad con el espanto de las armas modernas.

    Esto segundo será duro y hecho sin perentoria necesidad militar, bárbaro; pero lo primero, asesinar, después de ultrajarles y martirizarles, a las personas de la población civil reducidas a indefensión completa, es acción de vulgares asesinos, eternamente infamante y vil. Y contra esa vileza no telegrafió en súplica-orden de “hágase recordar principios cristianos y proteja no combatientes” el culto y sensible Comité francés...

    (continúa)
    Última edición por ALACRAN; 26/06/2019 a las 17:13
    Valmadian dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episco

    6º. Profanaciones y asesinatos horrorosos en el País Vasco con el presidente católico y paternal de Euzkadi

    El escritor vasco Altabella trae una lista de los sacerdotes y religiosos asesinados en las tres provincias vascongadas. Ascienden a 471; de ellos 15 aparecen sacrificados tras suplicios o tratamientos crueles en el fatídico barco “Cabo Quilates”; 9 en la prisión de los Ángeles Custodios; unos cuantos en las cárceles de Larrinaga y Ondarreta; otros en el “Altuna-Mendi”, en Ceánuri, Mañaria, Múgica, Ciérvana y Gorocica, o en los caminos y carreteras donde se les encontraba abandonados (Altabella: o.c.)

    Las salvajes matanzas de Ondarreta, Guadalupe, Polloe, Ángeles Custodios, el Carmelo, Larrinaga, La Galera, “Cabo Quilates” y “Altuna-Mendi” serán padrón de ignominia para el inepto y cobarde gobierno separatista vasco.

    Fueron asesinadas con brutal refinamiento, “en Ondarreta 47 personas, en el Fuerte de Guadalupe,18; en Polloe, 81; en los Ángeles Custodios, 102; en el Carmelo, 5; en Larrinaga, 54; en la Casa Galera, 51; en el “Cabo Quilates”, 83; en el “Altuna-Mendi”, 29; en Derio, 20. En total, solamente en estos lugares, 490. (Altabella: o.c.)

    La noción del valor de la vida humana, tratándose de sus adversarios o no simpatizantes, se había borrado para esos caníbales. No había sorpresa ni imprevisión que pudiese excusar al gobierno vasco: los vascos separatistas llamándose católicos se habían unido a los criminales y eran cooperadores y responsables de su criminal conducta.

    El Informe Oficial hecho con perfecto dominio de la materia por catedráticos de la Universidad de Valladolid aporta datos terribles. La pretensión de que en la Euzkadi separatista no se interrumpió la normalidad religiosa es una fábula.

    “En la provincia de Vizcaya, sede del separatismo, dice el Informe, han sido profanadas el 90 por 100 de las iglesias, ermitas y conventos. Ha sido regla general, como puede deducirse de la lectura de las actas, el establecer en ellas cuarteles, parques de Intendencia, depósitos de municiones, refugios para los huidos, etc. Como consecuencia natural, quedaba suprimido el culto, habiendo lugares en los que esta supresión ha durado todo el tiempo de la dominación roja, y como los ocupantes de los lugares sagrados, que unas veces eran separatistas y otras comunistas, socialistas o anarquistas, no tenían ningún respeto a los objetos religiosos, han dejado en los lugares ocupados las más patentes huellas de su salvajismo e irreligiosidad”.

    Pueden verse los pasajes más importantes del Informe en “Euzkadi”,de Sierra Bustamante.

    ¿Cuántas serían las iglesias profanadas? Las relaciones del Informe comprenden 240; el escritor P. Altabella, por su parte, enumera toda una serie indignante, y entre muchos pormenores dolorosos consigna éstos: En Lezama colocaron de centinela a un Cristo con uniforme y un fusil. En Ibarra de Aramayona rompieron la Purísima a machetazos, profanaron las Sagradas Formas y las imágenes de las procesiones las pusieron simulando un baile. En Anguiozar degollaron la imagen de San Miguel Arcángel y colocaron la cabeza en la punta de un palo; revestidos luego con los ornamentos sagrados se pasearon por las trincheras.

    En Ochandiano convirtieron la iglesia en salón de baile; persona constituida en alta autoridad que entró en ella recién tomada la población, le refirió pocos días después del suceso a quien esto escribe, que sintió al verla profanada e indignamente sucia indecible tristeza. En Dima llegaron a bailar en el templo catorce parejas desnudas. En Berriz destinaron la iglesia a muladar y a dormitorio de milicianos y milicianas.

    El Informe de Valladolid cita las persecuciones contra las personas civiles y eclesiásticas, la destrucción o el saqueo de casas señoriales, edificios religiosos y artísticos, el arrasamiento y pillaje del país y acaba por formular acerca de los sentimientos católicos de los jefes separatistas vascos un juicio muy severo. Está perfectamente fundado con los efectos a la vista de la tétrica sucesión de horrores. Esos horrores no producían impresión en el ánimo de Maritain y su grupo, aunque no faltaban en Francia periódicos que los denunciasen.

    (Aquí se hace referencia a lo asesinatos con datos de la época: http://limpia.centroeu.com/revolucion-guerra-civil-vizcaya-asesinatos-presos/ )

    7º. El expolio del País Vasco jurídicamente reprobado en el extranjero

    El inmenso expolio llevado metódica y ávidamente a cabo por los nacionalistas vascos consistente en títulos de valores, dinero, alhajas, obras y objetos de arte sustraídos de iglesias, bancos, museos, cajas de ahorro y demás centros públicos no tiene precedente comparable en la historia de los pueblos civilizados.

    Sistemáticamente iban empaquetando los separatistas la riqueza del país para llevársela al extranjero.
    En 9.573 cajas enviaron en una sola expedición al puerto de La Pallice [Francia] el fruto de la universal rapiña. Lo que sacaron en envíos o viajes particulares es incalculable. El valor de lo expedido a La Pallice representaba una suma enorme; tal vez de 7 a 8 mil millones de pesetas [de 1937), de los cuales eran legítimos dueños, no los jefes separatistas que huían cobardemente, sino todas las clases sociales del país, sin exclusión de las más modestas.

    El tribunal de La Rochelle, atento a su decoro profesional, embargó tesoro tan ingente y tan sospechoso y negó el derecho de libre disposición a los secuestradores separatistas. Acudieron éstos en apelación a Poitiers, cuyo tribunal confirmó el fallo de La Rochelle sin intimidarse por las influencias del Gobierno francés frentepopulista.

    Si los separatistas hubieran querido únicamente, según protestaban, poner a cubierto de peligro aquellas fabulosas riquezas, debieran no apelar contra la sentencia de La Rochelle, sino darse por satisfechos de que se reintegrasen a sus legítimos dueños exentos ya de peligro. Escapóseles la presa de entre las garras.

    El Gobierno de la España nacional, con sus desvelos, pudo devolver a la querida región valores tan cuantiosos y salvarla de la ruina completa.

    http://limpia.centroeu.com/asi-fue-expolio-revolucionario-1936-pais-vasco/


    8º. El secuestro de los niños. Juicio del Comité Inglés de Repatriación

    Pero con ser ese monstruoso intento de saqueo del país, arrebatado en su parte más substanciosa como botín transportable, acción tan baja y tan deplorable, lo fue mucho más el secuestro y traslado de los niños vascos arrancados con engaños y con amenazas del seno de sus familias.

    Se quería dañar a España en su arquitectura material y en lo más sensible e inefable de su espíritu.

    La cifra exacta de los niños robados no se sabe: algunos escritores la hacen ascender a 15.000 en conjunto. Dispersos por Europa y llevados en proporción considerable a la Rusia soviética, con los peligros de todo orden fáciles de percibir, sirvieron de escándalo y de objeto de propaganda grotesca y odiosa.

    Eso buscaban los separatistas para dar a su insignificante pequeñez dimensiones y resonancia; ruido, tumulto y que en el mundo se hablase de ellos como fuese.

    Se habló de veras en los tonos y sentidos más contradictorios. Es preciso haber estado por esa época en países extraños para conocer la impresión y los juicios que el hecho producía.

    La emoción en Francia con la presencia de los enfermitos de Gorliz fue honda y deprimente. Unos atribuían la emigración en masa de un sanatorio a la ferocidad de los Nacionales; otros, tal vez los menos, a la estúpida impudencia del Gobierno separatista vasco.

    Todos perdíamos; nuestro crédito yacía en jirones por el suelo, y España se proyectaba en la bruma rojiza de lontananza como una nación siniestra, de instintos sanguinarios medio salvaje.
    ...
    Dato interesante del Spanish Children Repatriation Comitee, bajo cuya vigilancia estuvieron los niños vascos deportados residentes en Inglaterra, que decía en una carta inserta el 10 de septiembre de 1938 en el «Times»:
    “No había ninguna necesidad de enviar estos pobres niños a Rusia, a Méjico, a Francia y a Inglaterra, porque el general Franco había ofrecido para ellos un refugio seguro lejos de la línea de fuego, bajo la inspección de la Cruz Roja, y esta solución fue rechazada por sus exportadores por razones de propaganda política, según creemos. Tres miembros de nuestro Comité han inspeccionado personalmente y con gran detenimiento las organizaciones de beneficencia social de Franco, y pueden atestiguar que serán acogidos como se debe y con afecto por dichas organizaciones de Auxilio Social, sin tener para nada en cuenta los actos realizados por sus padres.”

    ***
    Última edición por ALACRAN; 30/06/2019 a las 12:36
    Valmadian y DOBLE AGUILA dieron el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: El insólito caso de los “católicos vascos” (Maritain) frente a Pío XI y al Episco

    Libros antiguos y de colección en IberLibro

    El Primado de España, cardenal Isidro Gomá, replica a José Antonio Aguirre, titulado presidente de la “República vasca”, que se quejó por el "asesinato de numerosos sacerdotes y religiosos beneméritos por el mero hecho de ser amantes de su pueblo vasco” (sic).


    El Primado de España contesta al titulado presidente de la “República vasca”


    10-1-1937

    Con el título de “Respuesta obligada”, el cardenal arzobispo de Toledo, doctor Gomá, ha dirigido a D. José Antonio Aguirre la siguiente carta abierta:

    Carta abierta al Sr. D. José Antonio Aguirre

    Por el Emmo. Sr. Dr. D. Isidro Gomá Tomás
    Cardenal Arzobispo de Toledo

    "Una mano amiga interesadísima, como de buen cristiano y patriota, en que termine la cruentísima lucha en que se consume España, hace llegar a las mías un ejemplar del periódico “Euzkadi”, de Bilbao, número 7.485, en que se inserta el discurso pronunciado por V. el 22 de Diciembre último. Por las reiteradas alusiones que hace al silencio de la jerarquía sobre determinados puntos cuya gravedad no puede ocultarse en estos momentos, me creo en el deber de contestarle, como representante más alto que ha querido la Santa Sede fuese, en mi insignificancia personal, de la gloriosa jerarquía eclesiástica española.

    No creo salirme de mis atribuciones de Prelado, ya porque estoy comprendido dentro de la apelación general que V. hace a la conciencia universal y a la jerarquía, ya porque tengo la seguridad de que interpretaré el sentir de su Prelado, el venerable y queridísimo Hermano de Vitoria, hoy ausente de la Diócesis. Ni quiero deje de tener este escrito el carácter de Instrucción Pastoral dirigida a mis diocesanos, por cuanto las cuestiones que en el discurso de V. se tratan y que son objeto de esta carta afectan a todos los españoles, que nunca como hoy necesitan luz que les oriente en las gravísimas cuestiones de orden político-religioso.

    Un doble ruego me permito hacerle antes de entrar en materia. Esta carta no es polémica. Me sitúo en ella en el plano a que llama V. a la jerarquía, no para entablar un diálogo en que difícilmente llegaríamos a un pensamiento concorde, sino para contestar, con toda caridad, a sus requerimientos, con la fundada esperanza de que, por ley misma de caridad, que no busca el bien propio sino el de todos, llegaremos a la coincidencia de criterio, disipadas las dudas que encierran sus interrogantes dirigidos a la jerarquía. Por lo mismo, no se imponga V. por cortesía el deber de contestar mi pobre escrito, que yo no podría corresponderle.

    MI otro ruego es que V. que tiene ahí fáciles medios de propaganda, dé a estas cuartillas la máxima publicidad. Me tortura la idea, señor Aguirre, de que ese querido pueblo vasco no ha conocido toda la verdad en los problemas de doctrina y de hecho que ahí se han agitado estos últimos tiempos; y que cuando la verdad, por el magisterio categórico de los Pastores de la Iglesia, ha querido abrirse paso e iluminar las inteligencias, ha quedado entre veladuras por la interposición de humanas conveniencias, más atentas a las conquistas de orden político que a los altísimos intereses de orden sobrenatural, que deben tener siempre la primacía en todo.

    Hechas estas indicaciones, he de decirle, señor Aguirre, que leí su discurso de un tirón. Ha dejado en mi alma la impresión de haber oído la voz de un católico convencido que ama su tierra con el amor que sigue al de Dios y que se ha empeñado nobilísimamente en labrar la felicidad de su pueblo. Si el orador es el Vir bonus dicendi peritus, V., señor Aguirre, es un buen orador. Dios le ha dado un alma buena, y V., por su parte, la ha puesto, con toda su fuerza, al servicio de lo que juzga una buena causa, que defiende bravamente con todos los recursos de su inteligencia, de su corazón y de su palabra.

    Algunos reparos al discurso

    Este es usted. Del fondo de su discurso, aun reconociendo las muchas verdades que contiene, tal vez no podría decir igual. Tendría que oponerle serios reparos. Pero no es mi objeto hacer del mismo un análisis, ni una censura de los puntos de discrepancia con mi criterio, y sí sólo buscar coincidencias en el fondo claro y tranquilo del pensamiento cristiano que nos informa, a usted y a mí, para derivar de ello consecuencias que podrían ser provechosísimas para todos en estos graves momentos.

    Dejo la parte de su discurso en que expone realidades logradas y delinea proyectos para el engrandecimiento del pueblo vasco. Todos anhelamos el bien máximo para todas las regiones españolas, del que derivaría el bien máximo para la gran patria, España, multiplicación, más que suma, del bien parcial de cada país. Es lamentable equivocación hija del amor, que ciega cuando se desvía, creer que un enjambre de pequeñas Repúblicas pudiesen labrar para todos los españoles un bien mayor que el que podría venirnos de un gran Estado bien regido, en que se tuviera cuenta de los relieve espirituales e históricos de cada región. Reconcentrarse en los pequeños egoísmos comarcales es reducir el volumen y el tono de la vida, del Estado y de la región. Un gran diamante que se quiebra en varios pierde automáticamente la mayor parte de su estima.

    Pero esto es cosa de derecho político, que no es de este sitio. Siguen a ello dos afirmaciones, rotundas, que usted intenta probar sin conseguirlo, y que encierran una flagrante contradicción con los hechos y con la conciencia de gran parte de la nación. “La lucha se ha planteado –dice usted- entre el capitalismo abusivo y egoísta y un hondo sentido de justicia social. La guerra que se desenvuelve en la República española, sépalo el mundo entero, no es una guerra religiosa, como ha querido hacerse ver. Permítame una sencilla glosa a las dos afirmaciones.

    Cuanto a la primera, no creo que haya una docena de hombres que hayan tomado las armas para defender sus haciendas. Ni para defenderse de los vejámenes de los que las tienen y administran. Admitimos un fondo de injusticia social como una de las causas remotas del desastre; pero negamos en redondo que esta sea una guerra de clases. Un pretexto no es una razón; y las reivindicaciones obreras no han sido más que un pretexto de la guerra. Esta ha sido más cruel y más dura donde razón y pretexto eran menores, en Asturias, en Vizcaya, en Cataluña, donde el obrero está económicamente al nivel, o sobre, de los más retribuidos de Europa.

    Más; una razón no se impone por la suprema de las razones, que es la guerra, sino cuando han fallado todos los recursos de orden legal y moral para dirimir las querellas sociales de clase; y la guerra estalló cuando una tupida red de leyes protegía al obrero y facilitaba su acceso a la propiedad y a la participación en los negocios. Ni ha cesado la guerra, antes se ha convertido en querella intestina entre los obreros, en las regiones que paulatinamente se sovietizan. Como procedimiento, la guerra ha sido un gran expolio de ricos y pobres, no en bien de la comunidad, sino en provecho de los vivos, de los audaces, de los fuertes. Quien lleva la guerra, Franco, no ha hecho las partes de los ricos, sino que predica en todos los tonos la necesidad de una mayor justicia social. Se cuentan, por fin, por docenas de millares los que se han alistado en la guerra sin más haber que el fusil que se ha puesto en sus manos, ni más ideal que su Dios y su patria.

    La afirmación segunda, que pudiese contener una alusión a mi folleto “El caso de España”, y que es una apelación al mundo entero, no concuerda con la realidad. Es en el fondo, guerra de amor y de odio por la religión. El amor al Dios de nuestros padres ha puesto las armas en mano de la mitad de España aun admitiendo motivos menos espirituales en la guerra; el odio ha manejado contra Dios las de la otra mitad. Ahí están los campamentos convertidos en templos, el fervor religioso, el sentido providencialista, de una parte; de otra, millares de sacerdotes asesinados y de templos destruidos, el furor satánico, el ensañamiento contra todo signo de religión. Ahora vienen de Rusia ciento dos ateos para dar la forma doctrinal a esta gran ruina religioso-social.

    La misma Euzkadi no podría justificar el consorcio de católicos y comunista sin el factor religioso. ¿No se ha afirmado que este contubernio era la única manera de salvar la religión en Vizcaya y Guipúzcoa, cuando las hordas rojas la hubiesen eliminado de España? De hecho no hay acto ninguno religioso de orden social en las regiones ocupadas por los rojos; en las tuteladas por el ejército nacional la vida religiosa ha cobrado nuevo vigor. Un pacto político y militar, frágil como las promesas en labios informales, conserva en Vizcaya sacerdotes, templos y culto. ¿Qué ocurrirá cuando venga la conveniencia de romper los pactos, o el desorden de una derrota, o la hegemonía de una victoria comunista? Leemos que han ardido ya algunos templos en Vizcaya. A última hora anuncia la radio el asesinato de sacerdotes por los comunistas...

    Sacerdotes asesinados y desterrados

    Y vamos a lo más grave de su discurso, señor Aguirre, a la angustiosa invocación que hace usted a la conciencia universal.

    Afirma usted que los sublevados “han asesinado a numerosos sacerdotes y religiosos beneméritos por el mero hecho de ser amantes de su pueblo vasco”.

    No discuto sobre adjetivos; sólo hago una reflexión sobre el hecho de la muerte violenta de unos sacerdotes vascos. Más que nadie hemos lamentado el hecho. El fusilamiento de un sacerdote es algo horrendo, porque lo es de un ungido de Dios, situado por este hecho en un plano sobrehumano, adonde no debiesen llegar ni el crimen, cuando lo hay, ni las sanciones de la Justicia humana que suponen el crimen. Pero también lamentaríamos, profundamente, la aberración que llevara a unos sacerdotes ante el pelotón que debiese fusilarlos; porque el sacerdote no debe apearse de aquel plano de santidad, ontológica y moral, en que le situó su consagración para altísimos ministerios. Es decir, que si hubo injusticia, por la parte que fuese, la deploramos y la reprobamos, con la máxima energía. No creemos que la haya en amar bien al propio pueblo: por esto nos resistimos a creer que algunos sacerdotes hayan sido fusilados por el mero hecho de ser amantes de su pueblo vasco.

    Y aquí el Presidente del Gobierno de Euzkadi –sigue el discurso- católico, pregunta con el corazón dolido: ¿Por qué el silencio de la jerarquía?

    Yo le aseguro, señor Aguirre, con la mano puesta sobre mi pecho de sacerdote, que la jerarquía no calló en este caso, aunque no se oyera su voz en la tribuna clamorosa de la Prensa o de la arenga política. Hubiese sido menos eficaz. Pero yo puedo señalarle el día y el momento en que se truncó bruscamente el fusilamiento de sacerdotes, que no fueron tantos como se deja entender en su discurso. Y como el lamentable hecho se ha explotado en grave daño de España –nos consta- y conviene, en estos gravísimos momentos, que se pongan las cosas en su punto, yo le aseguro, señor Aguirre, que aquellos sacerdotes sucumbieron por algo que no cabe consignar en este escrito, y que el hecho no es imputable ni a un movimiento que tiene por principal resorte la fe cristiana de la que el sacerdote es representante y maestro, ni a sus dirigentes, que fueron los primeros sorprendidos al conocer la desgracia. Deje a la jerarquía, señor Aguirre, para la cual el sacerdote es la niña de sus ojos y la prolongación de su propio ser oficial y público.

    En cambio, deje que le pregunte a mi vez, señor Aguirre: ¿Por qué su silencio, el de usted y el de sus adictos, ante esta verdadera hecatombe de sacerdotes y religiosos, flor de intelectualidad y santidad de nuestra clerecía, que en la España roja han sido fusilados, horriblemente maltratados, por muchos miles, sin proceso, por el único delito de ser personas consagradas a Dios? ¡Sólo en los seis arciprestazgos reconquistados de Toledo, señor Aguirre, de los dieciséis que tiene mi Diócesis, han sucumbido doscientos y un sacerdotes, de los quinientos y pico que ejercían santamente su ministerio! Cuente los miles que han sido villanamente asesinados en las tierras todavía dominadas por los rojos.

    Es endeble su catolicismo en este punto, señor Aguirre, que no se rebela ante esta montaña de cuerpos exánimes, santificados por la unción sacerdotal y que han sido profanados por el instinto infrahumano de los aliados de usted; que no le deja ver más que una docena larga, catorce, según lista oficial –menos del dos por mil- que han sucumbido víctimas de posibles extravíos políticos, aun concediendo que hubiese habido extravío en la forma de juzgarlos.

    ¿Por qué el silencio de la jerarquía, -sigue preguntando usted-, cuando es notorio y de público conocimiento que son desterrados violentamente sacerdotes vascos, llevándolos a tierras alejadas de la suya natal?

    ¿Quién los ha desterrado?, pregunto yo. La mayor parte ellos mismos, prudentemente y según costumbre universal en momentos de conmoción política popular. A veces los superiores religiosos legítimos, es decir, la jerarquía, que nada tiene que hablar, porque no tiene que razonar en público sus decisiones: son contadísimos casos. Tal vez, lo ignoramos, ambas jerarquías de acuerdo, la eclesiástica y la civil, para evitar mayores males; y en este caso no es ante el presidente del Gobierno de Euzkadi donde deban justificarse. Quizás la autoridad militar o la civil, con el derecho –salvando la forma debida en un Estado católico- con que se aparta de la República un ciudadano nocivo –es simple hipótesis-; porque una autoridad española no tiene el deber de agradar ni de requerir el consentimiento del presidente de un Gobierno políticamente heterodoxo, y sabe por otra parte que ninguna jerarquía, que no es más que la forma organizada de la autoridad social, puede ignorar que el más grave peligro de una sociedad es el ciudadano que trabaja en desorganizarla.

    La jerarquía y la defensa del régimen

    Y cuando numerosos católicos de la República española han preguntado si está obligado el católico a defender el régimen legalmente constituído, ¿por qué silencia la respuesta la jerarquía?

    Señor Aguirre: si se refiere usted a la jerarquía eclesiástica –creemos que sí- la pregunta, a más de superflua, encierra una imputación tácita, que un católico no debe lanzar contra los representantes del magisterio de la Iglesia. Sobra, ante todo, la pregunta; porque, usted, católico, abogado, diputado y amigo de sacerdotes, sabe que es doctrina tan vieja como el Cristianismo que el católico viene obligado a defender el régimen legalmente constituído. Usted sabe que cuando España se dio su régimen actual la Iglesia oficialmente lo reconoció, y se prodigó la literatura pastoral del acatamiento al régimen, aun doliendo a muchos el tener que sacrificar de momento principios políticos que se consideraban más en consonancia con la vida y la historia de nuestro pueblo. Usted sabe que la jerarquía, aun a trueque de desagradar a impacientes y ultrancistas, sostuvo el principio intangible del respeto al régimen, por más que ella, la jerarquía, fué la primera víctima de las intemperancias doctrinales y de los excesos legales de los hombres que lo representaban. Es esta una gloria de la jerarquía, sin que le sean imputables los yerros de unos hombres que no supieron llevar con honor ni con justicia la representación que el pueblo les había confiado.

    ¿A qué viene, señor Aguirre, su impertinente pregunta, sino a confundir nociones, enredar hechos e infundir recelos contra los jerarcas a quienes parece tener usted en tanta estima? Confunde nociones, porque aún no ha aparecido nadie que se haya alzado contra el régimen, que sigue siendo en sustancia el que el pueblo se dio: y adoptó esta fórmula, tan democrática como falaz, porque ya la Historia ha fallado sobre un momento de alucinación de nuestra vida política que ha llevado a España al borde del abismo. Enreda hechos, porque promiscúa usted lastimosamente el gesto viril de un gran pueblo que quiere salvarse con la travesura política que trata de erigir en cantón independiente a la antes españolísima Vizcaya. E infunde recelos contra la jerarquía, que se ha mantenido en las alturas de la verdad y de la caridad y que usted quisiera ver enzarzada, a lo menos en el concepto de ese cristianísimo pueblo, en una querella que forzosamente le llevará a la ruina, de la paz idílica en que vivió durante siglos y del bienestar que se había conquistado con el esfuerzo de su inteligencia y de sus brazos.

    La defensa contra la agresión injusta

    Increpa usted, por fin, a la jerarquía por su silencio ante el gesto de la juventud vasca que, “siendo en gran parte cristiana, e interpretando rectamente la doctrina cristiana del derecho de defensa e incluso con las armas en la mano contra la agresión injusta, hubiese querido encontrar allá donde la Justicia tiene su asiento –es decir, en la jerarquía- una voz que apruebe una conducta ajustada al Derecho”.

    Este lenguaje, doblemente injusto, porque prescinde de un hecho ruidoso como lo fué la intervención de la jerarquía en el movimiento vasco hace cinco meses, y porque quisiera coaccionarla, arrastrándola a la consagración pública de un disparate y de una injusticia, no es digno de un hombre que se dice a sí mismo presidente de un Gobierno.

    Señor Aguirre: hay situaciones de orden social que reclaman la circunspección máxima en el hablar. Usted es rector de un pueblo; a lo menos se arroga usted este nombre y oficio. Por lo mismo, es su ordenador y legislador, su mentor y su padre, que tales oficios ha asignado siempre la doctrina cristiana a un presidente político de un pueblo. Y estos oficios son incompatibles con el disimulo y la astucia.

    Lo que ocurre, señor Aguirre, es que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Más: tratándose de un católico, no hay peor situación espiritual que la que crea la conveniencia de cerrar los oídos a la verdad. Porque esta conducta ajustada a derecho de las juventudes vascas, la jerarquía la condenó, al cuajar el contubernio vasco-comunista, con todos los pronunciamientos desfavorables. Oiga usted otra vez la misma voz de la jerarquía, contenida en el Documento pastoral que tenemos a la vista, publicado en agosto último.

    No es lícito –decían en el mismo los excelentísimos señores obispos de Vitoria y de Pamplona-, en ninguna forma, en ningún terreno, y menos en la forma cruentísima de la guerra, última razón que tienen los pueblos para imponer su razón, fraccionar las fuerzas católicas ante el común enemigo...”

    “Menos lícito, mejor, absolutamente ilícito es, después de dividir, sumarse al enemigo para combatir al hermano, promiscuando el ideal de Cristo con el de Belial, entre los que no hay compostura posible...”

    “Llega la ilicitud a la monstruosidad cuando el enemigo es este monstruo moderno, el marxismo o comunismo, hidra de siete cabezas, síntesis de toda herejía, opuesto diametralmente al cristianismo en su doctrina religiosa, política, social y económica...”

    ¡Doctrina cristiana clásica del derecho de defensa!

    No entramos en la cuestión política que insinúa en su última pregunta sobre la agresión injusta, de la que deriva la otra cuestión moral del derecho de defensa contra el injusto agresor. También la jerarquía, por la pluma de un sabio y venerable Prelado, ha hablado sobre este punto, dando luminoso criterio y segurísimas normas; y no hace todavía un mes que en la Universidad Gregoriana de Roma, -el gran centro de estudios eclesiásticos del mundo-, se aplicaba la lección moral al caso de España por un sabio profesor español de esta asignatura. Concretando la censura a la coalición vasco-comunista, pactada, seguramente, para el ejercicio del derecho de defensa contra la agresión injusta, un conspicuo nacionalista, tan buen vasco como ferviente católico, cara a la muerte ocho días después de estallar el movimiento militar, la calificaba de “heterodoxa, indiscreta e insincera”. Es voto de calidad emitido en hora solemne de la vida.

    ¡Una voz que apruebe una conducta ajustada a derecho! Nada más ajustado a derecho que decir la verdad, Sr. Aguirre; y cuando la verdad se ha pronunciado desde el sitial sagrado donde –según expresión de usted- la justicia tiene su asiento, es un deber de todos difundirla a los cuatro vientos, más por quienes son rectores de los pueblos, no ocultarla entre sofismas e insinuaciones tendenciosas.

    No, Sr. Aguirre; no se trata de una cuestión de derecho ni de moral. O mejor, se trata de la moralidad de un procedimiento para el logro de reivindicaciones políticas que constituyen un anhelo popular. Comprendemos el ansia de un pueblo, maduro y fuerte, y hasta dentro de nuestro concepto político personal del Estado español, la aplaudimos y quisiéramos verla cristalizada en una fórmula que lo fuera a la vez de unión irrompible con la gran Patria y de reconocimiento público de las virtudes y de la Historia del pueblo vasco. Hace pocas semanas concretábamos nuestro pensamiento en un pobre escrito en que decíamos: “El verdadero CASO DE ESPAÑA sería este: Que dentro de la unidad intangible y recia, de la gran Patria, se pudieran conservar las características regionales, no para acentuar hechos diferenciales, siempre muy relativos ante la sustantividad del hecho secular que nos plasmó en la unidad política e histórica de España, sino para estrechar, con la aportación del esfuerzo de todos, unos vínculos que nacen de las profundidades del alma de los pueblos iberos y que nos impone el contorno de nuestra tierra y el suave cobijo de nuestro cielo incomparable. Así, los rasgos físicos y psicológicos distintivos de los hijos traducen mejor la unidad fecunda de los padres”.

    Pero se ha tomado el mal camino, Sr. Aguirre; para la defensa de la tradición y de la Patria se ha pactado una alianza con gente sin tradición y sin Patria, o que laboran contra ambas por un postulado de su doctrina política; y en el ansia de conservar en el fondo del pueblo vasco las puras esencias de nuestra Religión santísima, sentida y practicada en Vizcaya tal vez más que en región alguna del mundo, se ha cometido la locura de andar del brazo, ambos armados, de quienes tiene como punto primero de su programa –acaban de decirlo los obispos alemanes- la extirpación del nombre de Dios de la vida pública y del fondo de las conciencias. Antes que lo hubiese dicho el Episcopado alemán, los aliados de usted lo habían hecho, en forma horrenda, en el suelo sagrado de la España sometida al cetro de hierro de los comunistas. Ahí están Cataluña y Valencia, Murcia, Castilla la Nueva y gran parte de Andalucía: sin templos, sin sacerdotes, sin culto, sin Cristo, sin Dios.

    Invitación a la reflexión serena: Conclusión

    Yo le invito a la reflexión serena, señor Aguirre, y toda vez que es usted católico ferviente, este pobre prelado de la Iglesia española, que siente como nadie el desgarro profundo que una equivocación política ha producido entre los hijos de nuestras Madres, la Iglesia y España, le invita a una meditación ascética en la que, puestos el pensamiento y la conciencia ante Dios, ante sus justos juicios, ante el momento supremo en que quisiéramos haberlo hecho todo bien, resuelva lo que juzgue mejor para el bien espiritual y material de su pueblo.

    No tema rectificar el camino andado, señor Aguirre. Queda todavía mucho por salvar en esa bella y rica Vizcaya. Quedan sus hermosas ciudades, sus industrias florecientes, millares de vidas que deberán sucumbir en una lucha fratricida o víctimas de la miseria y del desamparo. Queda el honor, que nunca es más limpio que cuando es hijo de una rectificación heroica. Queda la paz, hoy profundamente alterada por una guerra feroz y por los odios más feroces que de ella derivan, y que se hubiese abrazado ya con la justicia, hace semanas, si en los montes de Guipúzcoa se hubiesen dado la mano los hermanos de esta bella tierra para la fácil conquista de las costas del Cantábrico, desde Irún la desgraciada a Oviedo la mártir.

    Y queda Dios y tantas cosas como tiene Dios en esa bendita tierra de Vizcaya. Ayude a su pueblo, señor Aguirre, a conservar a Dios que peligra en él. Es forma humana de hablar, porque Dios ha querido someterse, sin pérdida de su tremendo dominio, a la voluble libertad del hombre. Sus aliados no le ayudarán a salvar a Dios, porque Vizcaya no será una excepción en el mundo comunista. Y yo tiemblo por Dios en Vizcaya –como temblaría por una España sin Dios, que tal fuera una España comunista-, el día en que unos barcos rusos depositaran en las calas rocosas del Cantábrico unos millares de esos hombres rubios sin Dios que alteraran el equilibrio en que se mantienen hoy las fuerzas aliadas. Porque, Sr. Aguirre, -acaba de decirlo en una pastoral el Episcopado alemán- “entre el comunismo y nuestro catolicismo –que es el de Vizcaya- hay la misma separación que entre el día y la noche, el fuego y el agua: y si los comunistas llevan la bandera roja a través de la Europa central y occidental, no quedará más que un campo de escombros, y la Iglesia católica se hundirá en el caos y en la desolación”.

    Termino esta larga carta, señor Aguirre, y con ella las molestias que le ocasiono. Ofrézcalas a Dios en caridad. Me dicen que estos días se nota en toda Vizcaya una intensificación de la vida religiosa. Nunca se piensa más en Dios que cuando se palpa la impotencia del hombre en estos terribles azotes generales que la humanidad no ha podido barrer de su Historia: el hambre, la peste, la guerra, que suelen andar juntos... Señor Aguirre; he predicado en los templos de Bilbao; me he postrado muchas veces ante la bendita Virgen de Begoña; he admirado la fe religiosa y las virtudes cristianas de ese pueblo, siento veneración y amor para esa clerecía de Vizcaya, de espíritu tan sacerdotal, inteligente y celosa, tan íntimamente compenetrada con el pueblo, al que puede decir lo del Apóstol: “Yo te engendré para Jesucristo”. Y me escalofría el pensamiento de que un día, quizás no lejano, pudiese apearse de los altares la Cruz bendita de Cristo, y ser convertidos los templos en almacenes y cuarteles, y callar el sacrificio y la oración pública, y ser asesinados los sacerdotes o buscar un refugio en esos montes y extinguirse esa sonrisa de la Madre de Begoña que es el encanto de la gran ciudad. No es una pesadilla inverosímil, porque es un hecho en gran parte de España.

    Señor Aguirre: yo le invito en el nombre de todos estos amores, que usted tiene, como buen vasco, arraigados en su corazón; por la caridad de Dios, que quiere que todos seamos una cosa con El, a que, como padre y rector de ese pueblo, busque coincidencias y excogite medios y halle una fórmula eficaz y suave de devolver a su pueblo la paz perdida. Cuando no se lograra más, se tendría el mayor bien que pueden apetecer los pueblos, porque es el fundamento y corona de todo bien. ¿Quién sabe si con la paz, y a más de ella, se podrían lograr anhelos legítimos de ese noble pueblo!

    Píénselo, señor Aguirre, mientras quedo de usted affmo. amigo y siervo en Cristo, que le bendice a usted y a ese querido pueblo".

    El Cardenal Arzobispo de Toledo

    Pamplona, 10 de enero de 1937







    Última edición por ALACRAN; 23/11/2020 a las 19:41
    ReynoDeGranada dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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