Como madre de dos jovencitos “teenagers”, estoy harta. No importa la época, esta etapa de la maternidad ha sido siempre dificultosa, pero en nuestra actual cultura la crianza de adolescentes puede ser extremadamente agotadora. No me estoy refiriendo a los frenéticos horarios de las actividades deportivas, bailes, tareas y clases preparatorias para la universidad. A lo que refiero aquí es al incesantemente exigente trabajo de formación.
Recuerdo cuando mi hijo tenía unos 11 años y tenía que explicarle que no podía ver otra película más aún porque no era apropiado para él. Se enojo mucho conmigo y sin pensarlo me dijo:” ¡Por qué tienes que ser tanto una (corta pausa) MAMÁ!” Que podía decir yo excepto que era mi deber en la tierra guiar su alma hacia el cielo y que eso es lo que una madre debería hacer.
Temprano aprendí que la disciplina y constancia, unidas con el amor y cariño, eran componentes necesarios para la exitosa crianza de los niños. Si en los primeros años, los padres no hacen ese esfuerzo, en los años posteriores pagarán un alto precio en el momento en que su hijo tenga apenas cuatro años. Los niños necesitan límites y disciplina, mucho más que caramelos e indulgencia. Elegir como modelo del “padre como amigo”, seguramente se volverá en contra en algún momento de la crianza. Los niños necesitan que sus madres (y padres) articulan claramente lo que es un comportamiento bueno y uno malo, y en la medida que crecen y se desarrollan intelectual y emocionalmente necesitan ser enseñados del por qué, de acuerdo con plan que Dios tiene para ellos.
Dado el clima cultural actual entre los adolescentes, los padres devotos están realmente frente a una batalla. Satanás está trabajando horas extras en cada aspecto individual de la vida de los teenagers. Nuestra tarea se vuelve tan pesada que nos sentimos como David frente a Goliat. El hondazo de la verdad parece a veces tan inadecuado ante la consistente barrera de mugre que prevalece en su mundo. Nunca en la historia ha sido la pornografía tan ampliamente accesible. Desde los comerciales por televisión de Victoria’s Secret (una marca de ropa interior femenina) y los porno-mercaderes que infiltran los emails, hasta la contemplación de las tapas de revistas con temas y poses sexuales mientras hacemos fila en las tiendas de comestibles – hay un interminable bombardeo de basura. Y este es el material liviano.
Por todo esto, nosotros las mamás nos afanamos todo el tiempo, nuestros hombros combándose mas cada año, tratando de proporcionar a nuestros hijos las herramientas necesarias para vencer al enemigo que quiere sus almas para él. Rezamos por ellos y con ellos: rezamos ante el sagrado corazón, rezamos el rosario cada día. Pensamos en los niños cuyas madres no les están prestando atención, que no están luchando y rogando por las almas de sus hijos. Estos padres quieren ser los amigotes de sus hijos, rechazan el trabajo esforzado y exigente que realmente requiere ser padre. Pero sin la guía de una mano firme, los niños perderán seguramente su alma, sucumbiendo a las tentaciones del mundo.
Al contemplar la crisis de la iglesia (litúrgica, teológica y moral), se puede ver una correlación directa entre la erosión del catolicismo (incluida la fe de sus pastores) y el cambio de la iglesia de “santa madre iglesia” a, desde el Vaticano II, nuestra “amigota”. La iglesia post-conciliar aparece haberse asimilado al humanismo de los psicólogos Carl Jung, Abraham Maslow y Carl Rogers. Ahora es el tipo de iglesia de “Yo estoy bien, tu estás bien” – tolerante y sensiblera. ¿Es esto lo que el papa Juan XIII tenía in mente para la iglesia y sus hijos cuando convocó el concilio y prometió “aggiornamento”? El aire fresco que introdujo también dejó pasar una enorme ráfaga de psicología popular.
La influencia del psicólogo Jung es fácilmente detectable en muchas casas de retiro y en programas de “desarrollo espiritual”, donde una combinación de “new age” y hinduismo mascarada como veneración católica. Los psicólogos Carl Rogers y Abraham Maslow tienen el honor de haber destruido las escuelas católicas con su modelo de auto-actualización secular-humanista. La mayoridad de las escuelas católicas, desde que fueron infectadas por la psicología popular en los años 60, son ahora poco más que escuelas públicas con un crucifijo en las paredes.
En su reciente búsqueda para recrearse a sí misma como moderna y amigable (nuestra “amigota”), la iglesia católica se ha vuelto flácida y débil, al igual que muchos padres modernos. ¿Dejaría un verdadera y devota madre que sus hijos se involucraran en espeluznantes prácticas “new age” y/o glorificaran si mismo por sobre Dios? Una madre que coloca la salvación de sus hijos por sobre todo lo demás no pondría sus almas en tal peligro. Entonces ¿por qué la iglesia se ha dejado impregnar por estas influencias? Las influencias de la psicología moderna (o de las filosofías que conducen a estas teorías) fueron formalmente condenadas por muchos papas pre-conciliares, pero ahora son aceptadas. ¿Dónde esta nuestra madre?
Antes del Vaticano II, la santa madre iglesia era concurría a la instrucción de sus hijos. Los católicos sabían lo que era la fe y entendían las obligaciones que se derivaban de esas enseñanzas. No todos los católicos anteriores al Vaticano II eran obedientes a la fe, pero al menos muchos sabían lo que era el pecado. La santa madre iglesia demandaba obediencia, tal como lo hace una buena madre, de modo que cuando caían en pecado sabían que tenían que ir a ella y, humildes y apenados, admitir sus faltas en confesión a fin de limpiar sus almas, del mismo modo en que una madre cariñosa enjuga la lágrimas de sus hijos.
Porque la santa madre iglesia es una madre amorosa, es muy sucinta en sus instrucciones para que los católicos no sean confundidos e inadvertidamente se extravíen. Los pronunciamientos papales fueron directos y firmes, advirtiendo sobre los peligros de herejías, masonería y comunismo y guiándonos amorosamente a Cristo. Esta es la misma táctica que una madre diligente emplea con sus hijos: normas claras e formación amorosa. ¿Es sorprendente que, en nuestra época, los católicos queden confundidos cuando tratan de encontrar sentido a los documentos del Vaticano, frecuentemente ambiguos y cargados de frases esotéricas, y por lo tanto confundidos acerca de lo que la iglesia exactamente enseña? ¿Es sorprendente que muchos adultos jóvenes abandonen la iglesia porque nunca han tenido una clara comprensión de lo que se supone deben creer y hacer como católicos?
En semejante orden, los padres de hoy que eluden su sagrado deber y en cambio asumen el rol de “amigotes”, sólo ofrecen a sus hijos reglas confusas, que usualmente no se cumplen, con poco o ninguna enseñanza moral. Porque durante su infancia estos niños no son fundados en la verdad, en breve ellos están teniendo experiencias mundanas, poniendo sus almas en grave peligro. Lo que necesitan es una madre.
Los católicos de hoy imploran a su madre, la santa madre iglesia, que saque el fajo y comience a reasumir su rol de disciplinadora principal. Incluso los católicos desinformados darían la bienvenida a alguna instrucción catequística en las homilías. (Los católicos quieren ver a sus obispos flexionar sus atrofiados músculos y convertirse nuevamente en padres viriles, amonestando a las comisiones litúrgicas díscolas, sacando de las escuelas diocesanas los textos heterodoxos y entregando los sacerdotes criminales a las autoridades). Somos hijos de Dios y necesitamos que la santa madre iglesia se restaure a sí misma a lo que fue una vez: la increíble fuerza maternal que tan hábilmente anunció la simple e inambigua verdad por dos mil años. Necesitamos una santa madre iglesia, como los niños necesitan a sus madres, para que nos guíe a Cristo a través de sus enseñanzas, su disciplina y su amor.
Eileen Spatz es madre de tres niños y reside en San Clemente, California. Es defensora de la educación en el hogar y aún imparte enseñanza en su hogar a su hijo menor. Ha escrito para numerosas publicaciones, incluidos The Washington Post y Los Angeles Times. Es una “retornada” a la iglesia católica (desde el 1998).
Fuente: New Oxford Review
http://www.newoxfordreview.org/artic...id=1003e-spatz
Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.
Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI
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