Los medios ¿españoles? y la huelga "xenófoba"

Los medios españoles sacan el papel de fumar con la "huelga xenófoba"

De "El País" a "El Mundo" pasando por los de derechas y los de ultraizquierda, nadie ha sido capaz de analizar friamente un hecho como ejemplo de lo que se nos viene encima.


Este último jueves, los trabajadores de la planta de Lindsey, propiedad de la multinacional "Total", votaron terminar la huelga por la contratación de trabajadores extranjeros. Lógicamente, la contratación de trabajadores extranjeros implicaba la exclusión de los británicos. Según declaró Tony Ryan, representante local del mayor sindicato británico, Unite, "hemos acordado volver a trabajar el lunes porque hemos alcanzado nuestro objetivo". Su objetivo, por increíble que parezca en alguien que se supone que es ciudadano británico, es, según las propias palabras de Ryan, "conseguir los mismos derechos para nuestros trabajadores".

Es decir que parece que no es ni mucho menos evidente que el fin de todo gobierno tenga que ser garantizar el bienestar del pueblo. Más bien parece que en este caso el fin del gobierno británico debiera ser garantizar los máximos dividendos a la multinacional "Total". ¿Cómo es esto? Pues a juzgar por el trato unánime que Ryan y sus colegas han recibido en los medios de comunicación, no parece caber muchas dudas. En El País, un tal Walter Oppenheimer escribía el pasado día 5 de febrero un artículo titulado La huelga xenófoba de Reino Unido se acerca al fin tras ceder la empresa. En su mortal enemigo, El Mundo, Eduardo Suárez nos ilustraba en el mismo sentido el día 31 escribiendo un artículo con titular y contenido casi idéntico: Huelga xenófoba en el Reino Unido.. Este artículo era reproducido por el órgano de la extrema izquierda digital Rebelión y, en el otro extremo del espectro, el pasado miércoles, en Telemadrid, también se nos informaba de la huelga "xenófoba". Por último, La Razón, algo más sofisticada que el El Mundo, Rebelión y El País en su defensa del ultracapitalismo, el 31 de enero, una tal Celia Maza nos informaba de que "El miedo amenaza la libertad de comercio" y de que, a causa de ello, surgían "manifestaciones de carácter xenófobo". Peter Mandelson, que abogó por no gastar energías en "la política de la xenofobia" para aprovecharlas mejor en la lucha contra la recesión económica.

Así que el asunto está claro: de un lado Tony Ryan y los trabajadores de la planta Lindsay, de otro todas las multinacionales que, como "Total", hacen fortunas astronómicas a costa de deslocalizar empleos al sudeste asiático o a costa de deslocalizar trabajadores en el Reino Unido, que viene a ser lo mismo. Claro que mientras que el sindicato "Unite" cuenta con el exiguo recurso de la huelga, creemos que sus contrincantes tienen algunos recursos más. A medio plazo, no creemos que les valga de mucho la cantinela marxistoide de aludir a la lucha de clases, en un intento de difuminar el carácter étnico del conflicto: Derek Dimpson, también dirigente del sindicato "Unite" alegó que "las acciones no oficiales que están teniendo lugar en todo el país no tienen que ver con raza o inmigración, sino con clase (social)". Dimpson parece no percatarse de que lo que precisamente están alegando para desprestigiar su lucha es la "xenofobia".

El caso es que, le guste o no, su sindicato se está oponiendo a la balcanización multiétnica de su país y no le va a salvar del chaparrón la ridícula vulgata "progresista". Si "Unite" va a la huelga por razones "de clase" o de "discriminación" eso es indiferente, porque lo que realmente importa es que al capital global le estorban las naciones y las comunidades étnica y culturalmente homogéneas a la hora de corregir al alza sus fabulosas ganancias. Y están dispuestos a lograr su destrucción a costa de los trabajadores británicos y de los trabajadores extranjeros… o de lo que sea. Cómo se logre es indiferente porque aquí nadie gana salvo ellos. Pero ganan mucho.

No es de extrañar pues la sorprendentemente unanimidad de los medios. Esta semana se ha sabido que Carlos Slim, que ya posee el 6% de The New York Times, va a invertir 250 millones de dólares más en ese medio para salvarle de la crisis. Que Slim sea el hombre más rico del mundo y que haya ganado cantidades fabulosas no es tema de este artículo, pero sí que la llegada de los 250 millones de dólares a The New York Times ha coincidido sorprendentemente con un editorial histérico de Andrew Rosenthal titulado The Nativists are restless (Los ´nativistas´ no descansan, The New York Times, 31.1.2009).

Rosenthal arremete contra todo lo que no quiere que los EEUU se conviertan en la colmena multiétnica que es Nueva York. Así, en el tono habitual delatorio y para-policial de los esbirros, se cuida muy mucho de la confusión en las acusaciones y de la imprecisión en los términos definitorios. El Ku Klux Klan, el "racismo", numerosos websites conservadores y críticos con la estrategia de destrucción de los pueblos a golpe de cupo migratorio, todos ellos digo, aparecen en una especie de totum revolutum donde nadie sabe exactamente qué es qué, pero sí que queda claro que todos son peor que el mismo Satanás. Según Rosenthal, "el racismo nos rodea" y por ello "es necesario permanecer vigilantes", aún incluso en esta "era Obama".

Para el editorialista de The New York Times, todos los que defienden la herencia cristiana y europea de los EEUU son poco más que enfermos mentales, cuyas motivaciones quasi-psiquiátricas se deben al visceral y patológico mecanismo de la "xenofobia". El problema es que esta vía Rosenthal hacia el ultracapitalismo no es una excepción, sino que ha sido adoptada por todos los juntaletras que pululan por la prensa occidental.

Cui prodest? ¿A quién beneficia? Sinceramente, no creo que en páginas y en canales donde se insta por sistema a preservar las peculiaridades de culturas de pueblos de otras latitudes no quepa racionalmente la defensa de la cultura cristiana y europea en la que estamos, una cultura que –guste o no y pese a quién pese- es la nuestra y es hacia ella hacia la que muchos sentimos un profundo deber de servir. Por todo ello, por su falta absoluta de racionalidad, con Rosenthal y con sus colegas españoles y europeos hay que emplear la filosofía de la sospecha.

Solo al ultracapitalismo, que juega la carta del "racismo" porque desprecia a los pueblos, puede interesarle la destrucción de las fronteras y los agrupamientos naturales que ha gestado la Historia con sufrimiento y dolor. Que un montón de periodistas, catedráticos y políticos –en el fondo profundamente desprestigiados por su falta de sentido crítico-, les sirvan con lealtad perruna solo debe indicar que hoy, en los comienzos del siglo XXI, la libertad y la dignidad del hombre están con la causa de los pueblos y de sus derechos y la esclavitud está con aquellos que no se ponen de acuerdo en nada pero a los que une una misteriosa concordia a la hora de defender lo que solo importa a los hiper-ricos.

La prensa, cuando arde, sirve de algo.

Excelente artículo, Juan, pero la pregunta de siempre es ¿a quien beneficia? ¿quien puede sacar beneficio de un mundo "cafe con leche" homogeneo en cuanto a gustos, y con una población desarraigada?
¿por qué el término "globalización" es como un mantra salvifico? ¿por qué Zapi comentaba que el proteccionismo es la antesala del fascismo? (yuju!!)
Adjunto te envío un artículo sobre la situación actual, que espero te guste y esta vez espero tus observaciones
Un saludo
Kurt

Es un muy buen resumen teniendo en cuenta además que nos encontramos ante un tema del que podrían escribirse volúmenes enteros...

Entonces yo o soy un ser anacronico y desfasado de mi tiempo, o soy una especie en en vias de extincion.
alto, fuerte varonil, catolico, militar, casado como Dios manda, y Español.
Si es asi que me metan en una hurna y que no me saquen jamas, no quiero vivir en un mundo amariconado, feminista, y quien sabe que mas cosas.

A esta España nuestra le estan dando la vuelta como a un calcetin.
Se estan perdiendo los valores de antaño, valores catolicos, militares, etc...
Solo viven bien los rojos, lesbicos y feministas, apegados a un sueldo a cambio de un voto esclavo