Respuesta: Esgrima y pelota
DON LUIS PACHECO DE NARVÁEZ, MAESTRO DE ESGRIMA ESPAÑOLA
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EL ARTE DE LA ESPADA EN LA ESPAÑA ÁUREA
PRELIMINARES A ESTA MODESTA EDICIÓN DIGITAL
El noble arte de la esgrima contó con valiosas personalidades de la España Áurea. Uno de estos maestros en el arte marcial de esgrima española fue el baezano D. Luis Pacheco de Narváez, soldado profeso que alcanzó el grado de Sargento Mayor y que, una vez licenciado, se dedicó con pasión a la reforma de la esgrima. Se cuenta que, en cierta tertulia de la Academia que había establecido D. Pedro Manso, presidente del Consejo de Castilla y patriarca de las Indias, D. Francisco de Quevedo cruzó su espada con D. Luis, siendo vencido el teórico y maestro espadachín de Baeza por el genio y Señor de la Torre de Juan Abad. De aquella humillación nació una profunda enemistad entre Pacheco de Narváez y Quevedo que duraría tanto que en 1636 aparecería en Madrid un libelo difamatorio contra Quevedo: “El Tribunal de la Justa Venganza”, firmado por Arnaldo de Franco-Furt, pseudónimo de Pacheco de Narváez, pero en el que habían colaborado muchos enemigos de Quevedo que se habían juramentado contra él.
Al ser D. Luis Pacheco de Narváez hijo del Reyno de Jaén, no podía ser que su figura hubiera podido pasar desapercibida a los talentos que se reunían en la redacción de la prestigiosa revista DON LOPE DE SOSA, dirigida por D. Alfredo Cazabán. Así, en 1929, dicha revista daba a la estampa una serie de artículos que arrojan luz sobre la figura del afamado espadachín. Su autor era D. Fermín Vegara Peña. Por lo curioso e interesante de estos artículos vamos a ofrecer una aproximación al perfil de D. Luis Pacheco de Narváez, que será excusa para acercarnos a esos años en los que todavía, a duras penas y con los primeros gérmenes de la corrupción, España era un poderoso Imperio. Por su carácter divulgativo prescindimos de hace constar las notas que acompañan el artículo original, publicado, como ya decimos, en el tomo de DON LOPE DE SOSA -CRÓNICA MENSUAL DE LA PROVINCIA DE JAÉN, correspondiente al año 1929.
Esperamos que sea del agrado de todos los amantes de la Espada y de la España imperecedera. Y queremos que ésta sea nuestra contribución a la renacencia de este Noble Arte Marcial, deporte nacional que sería óptimo ver resurgir para superar a otros deportes que nos vienen del extranjero.
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El espadachín y teórico del Arte Marcial de la Espada Española, bravo soldado de los Tercios y polemista alacrán de Carranza y de Quevedo, el baezano Don Luis Pacheco de Narváez. (A este grabado se refiere el mismo texto que presentamos)
EL BAEZANO DON LUIS PACHECO DE NARVÁEZ
NOTAS PARA SU BIOGRAFÍA
Por D. Fermín Vegara Peña
De las muchas figuras interesantes que en nuestra provincia de Jaén se pueden espigar, para dedicarles una biografía -ese género literario que ahora vuelve a renacer-, una es la de D. Luis Pacheco de Narváez, baezano, célebre y muy diestro en la esgrima, autor de varios libros sobre este arte y maestro de armas de Felipe IV. Sin salir de la misma ciudad, en Baeza, también un Becerra, un Bonilla, un Nicuesa, reclaman la suya. ¿Habrá alguna pluma autorizada que eche sobre sí esta tarea? Mientras este momento llega, permítasenos que, como simple aprendiz de historiador, modesto operario en la obra, alleguemos algunos materiales para la biografía de D. Luis Pacheco.
Muy pocas palabras le dedicaron los historiadores de la provincia. Cózar Martínez se limita a decir que nació en Baeza y que fue autor de un libro –¡y escribió diez!- sobre el manejo de las armas y táctica militar, muy apreciado en el siglo XVI; Lozano Muñoz tampoco añade más datos. Bien es verdad que no debieron investigar mucho para estudiar su personalidad. El primero, sobre todo, advierte lo muy estimado que fue en el siglo XVI, siendo así que su celebridad no empezó hasta principios del siglo XVII, después de haber publicado su primer libro, aparecido en 1600.
Fue su cuna Baeza, pero nada se sabe con exactitud sobre la fecha en que nació. Por otro lado, sus obras carecen en absoluto de noticias autobiográficas. Solamente en “Nueva ciencia y filosofía de la destreza de las armas, su teórica y práctica”, libro escrito en 1625 y publicado en 1672, después de muerto Pacheco, dice el prólogo: “Nací con marcial inclinación, no en todo desfavorecido de Minerva, ni mirado con malos aspectos de Júpiter, y Mercurio, y apenas puse los pies en los umbrales, y las potencias aliviadas de las prisiones de la puericia…”.
Nosotros nos atrevemos a proponer, como año de su nacimiento, cualquiera de los comprendidos entre 1553 y 1555. En el título de Maestro mayor de armas, del que más adelante hablaremos, se dice que Pacheco había solicitado dicho cargo “en consideración de treynta años que le sirvió (al Rey) en la guerra, donde hizo particulares servicios…” Como el ejercicio activo de la guerra lo abandonó en 1599, año en que sale de Canarias, y suponiendo que entrara al servicio de las armas cuando tuviese de catorce a diez y seis años, edad en la que entonces era corriente hacerse soldado, resulta como fecha probable de su nacimiento, la que más arriba apuntamos. Por otro lado, el retrato suyo que aquí publicamos, hecho en 1600, nos lo representa como teniendo alrededor de cuarenta años.
Esta es la etapa más oscura de su vida: desde su nacimiento, hasta 1599, aparece en Madrid. Sabemos que en esa época, “en la Isla de Canaria, Lanzarote, fue Sargento Mayor con mucha aprobación de aquella Audiencia…” El cargo de Sargento Mayor venía a ser entonces algo así como lo que hoy es el de Comandante Mayor en un regimiento. Al agruparse las compañías sueltas para constituir el tercio, el Sargento Mayor pasó a ser como el intendente de él, interviniendo e inspeccionando todo lo relacionado con la administración, alojamiento de las tropas, etc. También existía el empleo de sargento mayor de provincia, que era el jefe militar que en las indias mandaba después del gobernador y teniente de rey. Muy bien pidiera ser que en Canarias, tuviese el cargo ese carácter.
Como hemos dicho antes, en 1599 llegó Pacheco a Madrid. Traía el original de su primer libro: “Grandezas de la espada”, del que sabemos que fue escrito en Canarias, por el siguiente soneto, puesto, entre otros varios, al frente de la primera edición de la obra, según era costumbres de la época:
SONETO DE SERAFÍN CAYRASCO DE FIGUEROA, ALCAYDE DE LA FORTALEZA DE GRAN CANARIA, AL LIBRO DEL AUTOR
Aunque nunca se ven Minerva, y Marte,
Concurrir igualmente en un sugeto,
Los podrá ver aquí el lector discreto
Mezclar las armas con ingenio y arte.
Dichosa fue Canaria en esta parte,
Pues se descubrió en ella tal secreto,
Escrita con estilo el más perfeto,
Que vio quién más levanta el estandarte.
Y aunque engendró Baeza al que ha ilustrado
Tan alta empresa con espada y pluma,
Como canta la fama, y suena el eco,
Se de mucho al suelo fortunado,
Donde redujo a regla, cuenta y suma,
El bélico furor don Luis Pacheco.
Nuestro escritor venía con la noble ambición de que sus teorías se hicieran célebres en la corte de Felipe III. Madrid era llamado entonces por los más preclaros ingenios, Anfiteatro del mundo. En él destacaban los Quevedo, los Lope de Vega. Desde las antecámaras de su regio Alcázar, se distribuían, por validos poderosos, órdenes y pragmáticas que habían de observarse y ser cumplidas en medio mundo, lo mismo que favores, encomiendas, altos cargos. En él corría de boca en boca la última sátira contra el de Lerma, y, lo que para Pacheco importaba más, en Madrid era donde las doctrinas de Carranza sobre la esgrima, tenían más apasionados adeptos. Y él aspiraba a convencer, con las reformas que había introducido en dicha materia, a los carrancistas.
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D. Francisco de Quevedo y Villegas, teólogo seglar, filósofo, poeta, novelista... Genio de las Españas, Caballero del Orden de Santiago y Señor de la Torre de Juan Abad, en el santiagueño Campo de Montiel, vencedor de Pacheco de Narváez y conspicuo detractor de su obra.
No bien llegado a la corte, nuestro autor se esforzó por dar a conocer sus enseñanzas. Veamos lo que sobre el particular dice D. Aureliano Fernández Guerra: “En los primeros días del siglo XVII aspiró a eclipsar la gloria de Carranza D. Luis Pacheco de Narváez, caballero de Baeza, hombre presuntuoso y avalentado, que al fin vino a ser maestro de Felipe IV y mayor en todos sus reinos. La audacia que mostraba, la ambición mal encubría, el desdén con que solía mirar los escritos de su famoso antecesor, ocasionárosle rivalidades, odios y acaloradas contiendas. Tuvo entre sus apasionados a Cristóbal Suárez de Figueroa, historiador, filósofo y poeta, al ingenioso y galano Luis Vélez de Guevara, y al profundo dramático D. Juan Ruiz de Alarcón; entre sus adversarios, a D. Luis Mendoza de Carmona, caballero de Écija, defensor acérrimo de la doctrina de Carranza, y a D. Francisco de Quevedo. Ya tenemos a nuestros D. Luis en acción. Las reformas introducidas por él en las reglas de Carranza, habían sido dadas a conocer, y los más encendidos apasionamientos se despertaron en torno a su persona y a su teoría. ¿Qué otra cosa, sino la controversia, busca todo innovador? Lee sus escritos ante graves señores, y explica científicamente las dudas que le presentan sus impugnadores. Hace demostraciones en público, y lleva su cátedra hasta el patio de Palacio, lugar que, con el de los cómicos en la calle del León y las Gradas de San Felipe el Real, era uno de los mentideros madrileños. Calderón, en “Antes que todo es mi dama”, dijo de aquél lugar.
Un mes en Madrid viví,
Siendo estancia de mis pasos
Las gradas de San Felipe
Y las losas de palacio.
Pacheco no le temió a la abigarrada multitud que allí se reunía; el desocupado que iba a enterarse de los últimos correos de Italia; el soldado que, pretendiendo un empleo, llegaba con su memorial lleno de servicios heroicos y cuchilladas, y el poeta mordaz que allí iba a buscar motivo para sus sátiras. Él tenía fe en sus doctrinas, y no sentía temor de exponerlas ante concursos de tan varia condición.
Hemos visto la opinión, nada favorable, que de Pacheco tuvo D. Aureliano Fernández Guerra. Este sabio polígrafo hacía la biografía de Quevedo, y, por lo que veremos luego, está justificado que para él careciera de simpatía la figura de uno de los enemigos de D. Francisco. Pero por lo pronto, y declarado por el mismo Fernández Guerra, vemos que el número de apasionados de Pacheco, era mayor que el de sus enemigos y de no menor mérito. Destaquemos ahora lo que D. Cristóbal Suárez de Figueroa dijo de nuestro autor: “Últimamente D. Luis Pacheco de Narváez, natural de Baeza, se señaló tanto en sus escritos, que con singular elocuencia pudo comunicar el nombre de ciencia, a quién apaenas le tenía de arte… veinte y más años de continuo estudio le cuesta este general beneficio; habiendo leído en Madrid a instancia de hombres nobles y doctos, la Filosofía de la misma destreza, que, como primer acto en este género, fue oído con singular aplauso; y para verificación de su verdad tomó la espada en este y otros particulares, con casi infinitas personas en el mismo lugar, con la mayor duración, tesón y paciencia que se vio jamás, haciendo las más destas experiencias en la Corte, donde reside de diez y seis años a esta parte, con la admiración de los doctos de todas las naciones”.
Maestro Gelimer
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