El Camino A Seguir

Del centro-derecha a la centralidad de la derecha
por el Dr. Pascual Tamburri

A quien esperaba o deseaba, en el debate interno de la mayoría política que gobierna Italia desde 2001, una nueva "marcha hacia el centro" los afiliados y simpatizantes han respondido, en las pasadas semanas, reclamando para la derecha un papel central en la política del país vecino. No es lo mismo, aunque las palabras puedan parecerse. Es, de hecho, todo lo contrario.

Para los políticos profesionales, y, por razón de la conservación profesional de los cargos remunerados e influyentes, a veces profesionalmente anclados en un "centro" gris y cómodo, la situación de la derecha italiana es preocupante. Las bases piden identidades claras y fidelidad a los principios. Ellos prefieren, a veces, limar asperezas con el adversario, confundiendo el centro social con la adopción del lenguaje y de las políticas de los rivales. Y tienen miedo de situar a la derecha (de la política) en el centro (de la sociedad).

Ahora bien, resulta que una derecha como la italiana ha demostrado gran capacidad de síntesis y la voluntad de representar, movilizar e implicar al pueblo entero, desde su centro, en toda su amplitud, con todas sus sensibilidades, sus matices y sus diversos orígenes. Una derecha plural que, por serlo, no tiene miedo de ser ella misma, de llamar a las cosas por su nombre y de proponer respuestas atrevidas.

Tanto las encuestas como el resultado del referéndum italiano sobre la manipulación genética y los derechos de los embriones han supuesto para muchos devotos "centristas" una sorpresa. La derecha, fiel a sí misma, a su esencia y a sus valores, planteó dentro de la mayoría parlamentaria y ante el país, la defensa de la vida humana desde la concepción. Una apuesta muy poco moderada, nada prudente para lo que hoy es políticamente correcto, no tan sutil ni matizada como lo que la vieja y carcomida DC solía defender. La misma claridad que en parecida circunstancia, en España, sólo tuvieron unos pocos diputados y senadores del PP –los centristas, ucedarras y democristianos de pata negra no estaban entre ellos-, fue allí asumida por una parte esencial de la coalición gubernamental y, sobre todo, por la gente. Vencieron.

Vencieron, alterando para siempre tanto el equilibrio de fuerzas en el entorno de Berlusconi como en el país. Han vuelto a vencer, demostrando la inocencia de Luigi Ciavardini, Valeria Mambro y Giusva Fioravanti en la masacre de Bolonia de hace 25 años, tramada por la izquierda comunista y por los poderes más "centristas". Una derecha social, sin falsos pudores, no es una secta excluyente sino un punto firme de encuentro entre muchas fuerzas diversas con principios comunes. Una derecha social es, como se ha visto, una identidad fuerte que, precisamente por serlo, puede responder a las necesidades profundas de una mayoría. No se trata de ir a buscar el centro en la izquierda o en el vacío cósmico, y menos aún entre los separatistas, sino de darse cuenta de que esos principios están en el centro de la vida de España. Como en Italia, bien gestionados, pueden dar más victorias electorales que cualquier centro político.

Una derecha democrática que no sea, como ha dicho Marcello De Angelis, ni subalterna ni periférica: tal es la necesidad de hoy, en Navarra y en España. Ya hay un modelo para que Mariano Rajoy actúe, y para que lo haga sin miedo. El miedo a una derecha que sepa centrarse así lo deben tener todos sus adversarios, de los que cabe esperar todo tipo de maniobras, internas y externas. Estemos atentos.

(http://www.elsemanaldigital.com)