La fallida autonomía provincial de Segovia, veinticinco años después (Dedicado a los regionalistas segovianos, baluartes de la dignidad de esta tierra)

por Joaquín Gonzalez Herrero

El 31 de julio de 1981, hoy hace veinticinco años, la Diputación Provincial de Segovia decidió ejercer el derecho a la autonomía que contempla el artículo 143 de la Constitución Española.

Inició así un proceso de proporciones históricas comparable a las Guerras de las Comunidades. Animaba a los provinciales el mismo espíritu de independencia de los viejos foramontanos, que un día repoblaron estas tierras al sur del Duero. Imaginaban ahora una Diputación foral de Segovia, encarnadura institucional de los pueblos y comarcas de la Extremadura de Castilla.

Parecía que las puertas de la autonomía regional se le abrían de nuevo a nuestra tierra. Estaba presente el precedente de la Segunda República, el "Proyecto de Estatuto de la circunscripción o provincia autónoma de Segovia", de julio de 1931, al que dieron vida Luis Carretero y Nieva, Celso Arévalo, Ignacio Carral, Alfredo Marqueríe, Antonio Bernaldo de Quirós y Mariano Quintanilla.

El acuerdo de nuestra Diputación forma parte del complejo avatar que se llamó "estado de las autonomías". En lo que afectaba a Segovia se había iniciado tres años antes, con el "Consejo General de Castilla y León", órgano provisional de las once provincias de las regiones históricas de León y Castilla (León, Zamora, Salamanca, Valladolid, Palencia, Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Ávila), creado por Real Decreto de 13 de junio de 1978.

Este Consejo fue un producto frankensteiniano. Como en los peores tiempos afrancesados, tan funestos para Segovia, y en sintonía con prácticas no muy lejanas de ordeno y mando, el cartabón se impuso a la razón histórica y el decreto real a la voluntad popular. Una geometría hecha de mitos y falsedades vino a concebir una región basada en la cuenca del Duero. Del malhadado parto surge una criatura que gira en torno a Valladolid, permanente amenaza para Segovia.

La respuesta no se hizo esperar. Cantabria y la Rioja siguieron el camino de la autonomía provincial. Y Segovia se opuso a su inclusión en el Consejo de Castilla y León. En efecto, de los 203 municipios que contaba la provincia, solo 9 expresaron su apoyo al engendro. Los representantes segovianos se retiraron del Consejo en 1979 y la Diputación formalizó en fecha 23 de abril de 1980 su rechazo a la iniciativa. La incorporación de Segovia a Castilla y León fracasó de manera rotunda.

Diluida y desnaturalizada Castilla en el híbrido, Segovia se volcó en su propia autonomía. Y así, la Diputación dispuso de numerosos apoyos, de entre los que destacó el acuerdo de las corporaciones segovianas. En efecto, el 12 de junio de 1981 1a Cámara de Comercio e Industria, la Cámara de la Propiedad Urbana y la Cámara Agraria Provincial, en acto público y solemne proclamaron su oposición a "Castilla y León" e instaron a la Diputación el inicio de los trámites para lograr la autonomía provincial. Cuatro parlamentarios nacionales, veintidós diputados provinciales, nueve concejales de la ciudad de Segovia, ciento sesenta y cuatro municipios representados por sus alcaldes y concejales se unieron a esta iniciativa.

Impulsor intelectual de esta empresa fue Manuel González Herrero, ilustre representante del regionalismo en nuestra tierra y comprometido continuador de la obra de sus predecesores republicanos. Llevó a cabo, infatigable, una tarea de concienciación y divulgación de las ideas autonomistas, de pedagogía y enseñanza del ser de Castilla, a la que liberó de su disfraz imperial, de los mitos y falsedades con que la historia oficial y la tradición noventayochista nos la presentaron. Reflejo de ello serán, en lo que aquí interesa, algunos de sus trabajos más notables: el "Memorial de Castilla" en 1978 y "La entidad histórica de Segovia" en 1981. Propició al mismo tiempo la creación de "Comunidad Castellana", asociación muy activa y cauce de expresión del reverdecer regionalista. Y se expresó con idéntico propósito a través del "Colectivo Juan de Solier".

Con la decisión de la Diputación se inicia un trepidante proceso para alcanzar lo exigido por el artículo 143.2 de la Constitución Española: dos tercios de los municipios que representen la mayoría absoluta de la población de la provincia habrían de adherirse al acuerdo en el plazo de seis meses.

Segovia bulle y su pueblo se echa a las calles. Convocados por los líderes del movimiento autonomista miles de segovianos, por lo común desengañados y reacios a participar en la cosa pública, se manifiestan ahora de forma masiva. Desde Fernández Ladreda invaden la Plaza del Azoguejo, suben por la calle de Cervantes, atraviesan lo que en tiempos fuera puerta de San Martín, saludan a la estatua de Juan Bravo, esculpida por las manos de Aniceto Marinas. La cabeza de la manifestación se presenta en la Plaza Mayor, abarrotada de gentes. José Luis Salcedo se dirige a la multitud. Son muchos los que quedan arremolinados en la plaza del Corpus, en las calles adyacentes, en la Judería.

Uno tras otro los municipios de la provincia van desgranando sus apoyos, hasta un total de 179, que representan el 87,7 por ciento de los ayuntamientos segovianos y el 56,69 por ciento de su censo electoral. La lucha continúa, no obstante, en la villa de Cuéllar, cuyo acuerdo a favor de la autonomía no fue notificado a la Diputación hasta el 4 de diciembre. La víspera, sin embargo, contradiciendo lo adoptado, la corporación decide instar de las Cortes Generales la incorporación de Segovia a Castilla y León. La incertidumbre se adueña de la situación, pues el nuevo acuerdo situaba por bajo del 50 por ciento el censo electoral representado. Ello era así dada la actitud del ayuntamiento de la ciudad de Segovia, 12 de cuyos concejales dieron la espalda a la iniciativa de la Diputación.

El acuerdo del 3 de diciembre fue posteriormente declarado nulo de pleno derecho por la justicia contencioso-administrativa, ante la que se planteó el oportuno recurso. Restablecida la validez del apoyo cuellarano a la autonomía de Segovia los requisitos de artículo 143.2 quedaron debidamente cumplidos.
Sin embargo, los poderes centrales no permanecieron inertes. En realidad, en el mismo mes de julio de 1981, escasas fechas antes de la iniciativa que aquí tratamos, los dos principales partidos políticos del momento habían urdido la integración de Segovia en el ente "vallisoletano centrista”, al margen de los representantes segovianos. Y no cejaron hasta la aprobación de la ley orgánica 5/83, de 1 de marzo, por la que se incorpora Segovia a Castilla y León. Se niega a nuestra tierra lo que se reconoce a otras provincias. La discriminación es flagrante. Segovia, víctima de otro desafuero.

Cincuenta y cuatro senadores interpusieron recurso de inconstitucionalidad contra la ley de la imposición y el trágala. Desgraciadamente, el Tribunal Constitucional, en fecha 8 de noviembre de 1984, desestima el recurso y declara que la ley orgánica 5/83 no vulnera la Carta Magna. El mito de la soberanía única e indivisible de las Cortes, que pretende poderlo todo, dicta la sentencia. Entre aromas jacobinos, destila el fallo una aparente seguridad, con el halo de soberbia que acompaña a la razón de Estado. Es, sin embargo, pura debilidad, que no acierta a ocultar la verdad simple y desnuda de la democracia: el respeto a la voluntad del pueblo y a las minorías que integran la nación.

He aquí la crónica sucinta, los rasgos más sobresalientes de unos sucesos que pudieron haber cambiado el destino de Segovia. En verdad acariciamos con los dedos el ser dueños de nuestro futuro, tras siglos de constantes abusos e injusticias. No pudo ser. Se invocaron las mismas razones que sometieron Segovia de Isabel o de su nieto Carlos. Y cabalgó de nuevo el alcalde Ronquillo. Un leonés, Rodolfo Martín Villa, se entregó a los objetivos estatales o imperiales de siempre, ahora caracterizados de "interés nacional" por nuestra Constitución. Muy malamente sirvió, sin embargo, a los intereses de Segovia y de su tierra natal.
Resonaban en las esquinas de las plazas de Segovia, en sus corralillos y callejuelas, los ecos de la amenaza isabelina, de alguna manera presente en el proceso: "Os mandamos que... os conforméis con lo que sobre esto tenemos mandado... que si después de sabida de esta nuestra voluntad algunos otros movimientos o alteraciones sobre ello hacéis, que por vuestra persona y bienes nos lo pagaréis".

Veinticinco años después debemos hacer balance. No cabe dudar de la buena fe de quienes se opusieron a nuestra autonomía. Creo que en general actuaron movidos de buenas intenciones. Simplemente se equivocaron. Y estoy convencido de ello incluso desplazando el análisis al plano sociopolítico, que aquí no pretendo abordar, aunque de ello habrá de hablarse un día.

"Se le negó a nuestra tierra lo que se reconoció a otras provincias"

EN LA ACTUALIDAD Un cuarto de siglo más tarde resulta muy difícil sostener lo contrario. Baste una mera comparación con las autonomías provinciales, como es el caso de La Rioja o Cantabria, dotadas de la plenitud institucional y organizativa de las
Comunidades autónomas: Gobierno regional, Cortes autonómicas, Tribunal Superior de Justicia, Universidad pública regional... Sin embargo, Segovia, carente de gobierno propio, ha de conformarse con una administración autonómica delegada y se relaciona con el Gobierno de España a través de Valladolid, por subdelegación. Las leyes que afectan a Segovia son aprobadas por procuradores bercianos o de las Batuecas, llamados a pronunciarse' por ejemplo, sobre el titulado "Parque de cumbres" del Guadarrama. La justicia ha de pedirse en Burgos. Se inicia ahora la construcción de un campus de la "UVA", esto es, la Universidad de Valladolid, con facultades, programas académicos y profesores decididos o nombrados por quienes tienen poder para ello. Entre tanto, nuestra Diputación' la institución verdaderamente representativa de la provincia y de sus comarcas y sus pueblos, heredera de la legitimidad histórica de la Extremadura de Castilla, languidece bajo las tenazas del nuevo centralismo.

No es lo dicho con todo lo más grave, sino que Segovia fue incorporada a Castilla y León a la fuerza, por imposición estatal, en contra de la voluntad de su pueblo. Quede constancia de mi protesta, que se une a la de los regionalistas que defendieron los intereses de nuestra tierra. Es éste uno de los episodios más tristes y profundamente antidemocráticos, de nuestra transición; suma de luces y sombras, que en nuestro caso mostró su lado más oscuro. Segovia fue de nuevo víctima del Estado, sacrificada en el altar de un supuesto interés nacional, que resultó ser a la postre falso.

Los muñidores de aquel entonces, con harta ingenuidad y no sobrado entendimiento, pretendieron acabar con el inveterado problema de la vertebración del Estado extendiendo la autonomía de las nacionalidades históricas al resto de España. Y se convirtieron en urgentes hacedores de regiones; es decir, cortar aquí, unir allí, separar acullá; para recomponer la historia y reducirla al patrón de sus ideas, prejuicios y caprichos. El tiempo ha puesto de manifiesto, por otra parte, los errores de este planteamiento, que abrió la vía a una espiral exponencial, cuyo futuro se presenta en gran medida incierto. Nada está, al día de hoy, definitivamente cerrado.

Inevitable resulta que nos preguntemos: ¿qué es Segovia?, ¿dónde su identidad y futuro? ¿Eran fundados los temores que de manera lúcida denunciaba Pedro Altares en 1981; es decir, Segovia convertida en merendero de Madrid?

La libertad ha de ser el fundamento político de las naciones y los pueblos. Y los segovianos debemos seguir reclamando el derecho a decidir nuestro futuro, a partir de nuestra identidad.

¡Que no nos organicen los demás! Éste es el legado de nuestros regionalistas, de entre los que destaca, singularmente por lo que aquí se trata, Manuel González Herrero, desaparecido ese año. Sus testimonios humanos, intelectuales, morales y políticos deberían conmover la conciencia de esta sociedad, hoy un tanto adormecida.

Queda por conocer el relato preciso, la intrahistoria; sus protagonistas, los hombres y sus nombres; las reuniones y conjuras; las lealtades, sumisiones, rebeliones y traiciones; los intereses de unos y otros; las estrategias y los pactos; las ideologías y demagogias; las ideas, los valores, los principios. La grandeza en suma de este episodio singular de nuestra historia.

Debemos hacer frente al futuro sabiendo lo que aconteció; es decir, lo que somos. La crónica está por escribir y Segovia ha de conocerla. Alguien tiene los datos. Jesús Fuentetaja tiene la palabra.