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El alma de Castilla
Hay quien dijo en su día, que destruyendo Prusia, conseguirían destruir Alemania. Frase que es perfectamente aplicable a Castilla y España, cuya veracidad comprobamos tristemente observando el presente y el pasado de siglos. Y es que un vistazo rápido a la realidad, basta para que se nos caiga el alma a los pies a los que amamos incondicionalmente a Castilla, nuestra patria chica.
Patria destruida administrativamente, dividida en 5 Comunidades Autónomas artificiales. Destruída históricamente, olvidando su rico pasado, sus héroes, sus poemas. Destruída educativa y mediáticamente, siendo obviada sistemáticamente en sus mecanismos de lavado de cerebro y anulación de voluntades. Y lo que es más importante, destruída espiritualmente, con sus pueblos abandonados, sus campos yermos, su identidad negada, insultada y olvidada, mientras que como único centro vital se desarrolla esa megalópolis sucia y gris, esa ciudad superpoblada de solitarios sin arraigo, ese espacio de multiculturalidad donde hay lugar para todas las identidades, culturas y lenguas, para todas menos para una: la autóctona, la auténtica.
Vemos día a día como el débil estado español consiente y cede ante chantajes, amenazas y privilegios de los politicastros de algunas otras regiones españolas, ante los cuales siempre Castilla paga. Vemos adoctrinamiento y falseamiento de la historia en aulas catalanas y vascas, mientras en las castellanas nadie conoce a Fernán González, al Mester de Juglaría, o los bellos ecos de las dulzainas. Vemos como trapos inventados a imitación de banderas extranjeras sustituyen impunemente a la española, mientras en Castilla la gente mira con una mezcla de asombro e ignorancia a la vista de un pendón castellano. Tras cinco siglos de decadencia y olvido, acentuados especialmente tras la llegada de los Borbones y sus Decretos de Nueva Planta, podemos constatar el estado de coma crónico de Castilla, coma que también ha sido inducido a España. Y es que sólo destruyendo a su corazón podían conseguir acabar con España. Esa falsa dicotomía Castilla-España que solo ha servido para acabar con la identidad castellana y potenciar los separatismos periféricos, es la base de la total falta de empatía, ilusión y voluntad de proyecto común de los distintos pueblos de España.
Pero no podemos olvidar, que aunque hoy Castilla duerma profundamente, tras un letargo de más de cinco siglos, no está muerta. Mientras haya castellanos dispuestos a recordarla, a vivirla, a soñarla y a lucharla, Castilla vivirá. Aunque el panorama sea el más desesperanzador posible, aunque sólo una extrema minoría empuñe la bandera de la identidad y la libertad, Castilla tendrá un futuro. Hay que recordar que jamás las mayorías crearon la historia.
Desde la montaña de Cantabria hasta los páramos de La Mancha, esta tierra clama su lugar en la historia, en la España marchita del presente, y en la Europa por venir. El futuro pertenece a la identidad y la tradición, y no a la modernidad y la globalización. Sobre las ruinas de Castilla, volverá a brillar el sol, y esta tierra sufrida y austera volverá a recuperar su esplendor perdido.
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