Revista FUERZA NUEVA, nº 102, 21-Dic-1968
LAS EXTRAÑAS IDEAS DEL NUEVO RECTOR DEL SEMINARIO DE BARCELONA
Ha sido nombrado el reverendo doctor don Juan Antonio Ventosa Aguilar nuevo rector del Seminario Conciliar de Barcelona. A las pocas horas de su nombramiento ha concedido una entrevista a “El Correo Catalán”, publicada en 26 del pasado noviembre (1968). No se puede negar que el nuevo rector se ha desenvuelto con franqueza, aunque no con la ponderación ni en la línea en que el magisterio eclesiástico normalmente se expresa de cara al pueblo cristiano. Marginalmente notemos solamente que el doctor Ventosa afirma con rotundidad, sin matices, que él es “partidario siempre del equipo”.
Casi simultáneamente, el cardenal Garrone, prefecto de la Sagrada Congregación para la Educación Católica, valoraba críticamente el fetichismo del “equipo”. “No hay que dejarse engañar del mito del equipo -dice el cardenal Garrone-. El equipo no puede ser nunca un centro de donde nace la verdad. La verdad no se crea ni se da como una limosna al pobre. La verdad es fruto de una lucha entre quien la da y quien la recibe, y para ser transmitida presume siempre la aceptación responsable de parte de alguno. Nace siempre de un espíritu de renuncia como un don auténtico. A los jóvenes de nuestro tiempo hay que ofrecerles maestros de nuestro tiempo”. Luego el doctor Ventosa, el flamante rector del Seminario de Barcelona, comienza su actuación ya de espaldas con las orientaciones del cardenal Garrone.
Dejando aparte muchos aspectos vulnerables de tal entrevista, centraremos nuestro comentario en algunas afirmaciones cuyo juicio contrasta con las enseñanzas de la Iglesia, de las que el doctor Ventosa tan ligeramente prescinde.
Iglesia y Estado en España
El periodista pregunta al doctor Ventosa si “resulta beneficiosa la ligazón de la Iglesia al Estado”. Ya a primera vista se demuestra la poca propiedad en el lenguaje eclesiástico que utiliza el periodista de “El Correo Catalán”. Se habla de la unión de la Iglesia y el Estado y no de la “ligazón”, como en sentido peyorativo y anticlerical parece darse a entender. El doctor Ventosa, en vez de recordar a su poco ilustrado entrevistador que la doctrina católica quiere la armonía de las dos sociedades, responde con la mayor espontaneidad y léxico de desafío: “No lo creo; la Iglesia no debería estar enfeudada en una situación política concreta. Todo “compromiso temporal” no es beneficioso. Tengo esperanza de que la revisión del Concordato llevará a una clarificación en este sentido”.
Por tanto, nos encontraríamos, según el doctor Ventosa, en una situación en que la Iglesia estaría condicionada por el Estado. El Concordato sería causa de confusionismos y la Iglesia debería vivir totalmente aislada o separada de una situación política concreta… Si esta respuesta fuera dada por Miret Magdalena (seglar progresista), sería perfectamente inteligible. Pero que proceda de un rector de Seminario, la cosa ya es más grave. Acusar al Concordato, tan elogiado por nuncios, cardenales, obispos y teólogos, de someter a la Iglesia a una tutela o intromisión intolerable, resulta verdaderamente escandaloso. Preconizar que la Iglesia no debe tener tratos con una situación política concreta significa lo mismo que propugnar la separación de la Iglesia y el Estado, doctrina claramente anatematizada en todo el magisterio eclesiástico.
Monseñor Guerra Campos, secretario del Episcopado español (1968), cuya solvencia, preparación y altura nada tienen que aprender del recién nombrado rector del Seminario de Barcelona, resumía así las proposiciones que se desprenden de la declaración episcopal “La Iglesia y el orden temporal” (1966), carta magna de las orientaciones que ante las realidades políticas deben guiar a los católicos españoles. Decía así monseñor Guerra Campos:
“1. Proclamación del respeto a la legítima autonomía de la sociedad civil.
-2. Aprecio de la tradicional concordia y cooperación entre la sociedad civil y la Iglesia, con las condiciones debidas para que sea sanamente evangélica.
-3. Confianza en el buen juicio práctico del pueblo español para el ejercicio de su ciudadanía bajo la inspiración superior del Evangelio.
–4. Invitación a perfeccionar las instituciones políticas y sociales de España, conforme a ciertas direcciones subrayadas por el Concilio, las cuales, sin embargo, no prefabrican ni prejuzgan las fórmulas diversas que pueden nacer de la raíz histórica, de la diferencia de las estimaciones o de la variación de las circunstancias.
–5. Ninguna objeción de principio a que dicho perfeccionamiento se haga, si así lo quieren los ciudadanos, manteniendo la trayectoria y la estructura fundamental de las instituciones vigentes contra ciertos radicalismos doctrinales que pretenden imponer una interpretación excluyente en nombre del Concilio.
-6. Compete a la prudencia y a la experiencia de gobernantes y gobernados recibir qué fórmula consideran mejor, en definitiva, teniendo en cuenta, con amoroso respeto, los anhelos y las indicaciones de todos los conciudadanos.
-7. Ante el hecho evidente de que la tarea de conservar la paz y de ordenar la comunidad temporal en España estaba principalmente en manos del Jefe del Estado, se pedía al Señor que lo iluminase y asistiese, juntamente con sus colaboradores, para que pudiesen realizar su obra según Dios y “según los legítimos deseos de todos los españoles”.
¿Qué garantía tiene y ofrece el nuevo rector del Seminario de Barcelona para la educación de los seminaristas en materia tan delicada como la doctrina política, cuyas concreciones pastorales y doctrinales contradice el doctor Ventosa, con doctrinarismos tan ajenos a la realidad y al juicio del Episcopado? El Seminario de Barcelona, ¿puede tener un rector enfrentado con el Episcopado español?
Sobre los sacerdotes encerrados en Derio (Bilbao)
Para que sea explícita y sin tapujos la mentalidad del rector del Seminario de Barcelona, el periodista se permite preguntarle “qué haría el nuevo rector si, por motivos similares a los de Bilbao, se encerraran cuarenta sacerdotes en su Seminario”. El doctor Ventosa, jacarandoso, sin morderse la lengua, contesta: “¡Ah!, pues nada; dejaría que estuvieran dentro. No haría de policía. Si son sacerdotes, pueden estar dentro, ¿no le parece?” Si algún día los grupos de presión y de provocación del clero progresista de Barcelona necesitan un golpe teatral y espectacular para amenizar un ataque a su obispo, como los de Derio han amargado la vida y agonía del ejemplar doctor Gúrpide, ya saben que tendrán las puertas abiertas en el Seminario de Barcelona. No importa que hayan recibido censuras canónicas, la pública desaprobación del Episcopado español, del nuncio monseñor Dadaglio y de la Santa Sede (…)
El nombramiento de los obispos
Para ahorrarse ninguna idea genial, ya por parte del periodista como del nuevo rector, la cosa se redondea con este notición: “Para el nombramiento de los obispos auxiliares no se hicieron (consultas) y 300 sacerdotes han hecho constar colectivamente su disconformidad mediante una carta al nuncio. ¿Deberían haberse hecho las consultas?” A esta pregunta tan “inocente”, el doctor Ventosa contesta: “De aquí en adelante las consultas deberían hacerse incluso para el nombramiento de obispos… Hay una conciencia, un ambiente, un clima con ganas de llegar a una democratización de los procedimientos, pero lo difícil resulta hallar la concreta manera de realizarlos”.
En realidad, esta respuesta descalifica a un sacerdote. Demuestra una ignorancia tal o un “enfeudamiento” con ideologías no compatibles con la actual disciplina de la Iglesia, que le hacen incompetente, ya que carece de las mínimas garantías de vinculación con las enseñanzas de la Iglesia. La maniobra de protestar de los nombramientos de los obispos responde a los procedimientos coactivos que la infiltración marxista introduce dentro de la Iglesia para manejarla y destruirla.
Por esto, Pío XII, en su encíclica “Ad apostolorum principis” (1958), condenaba lo que ciertos sacerdotes de Barcelona y el doctor Ventosa, con tanto desenfado, proclaman se debe hacer. Pío XII hablaba así:
“Sabemos bien que, por desgracia, para legitimar sus usurpaciones, los rebeldes se amparan en la práctica seguida en otros siglos; pero a todos es patente a dónde llegaría la disciplina eclesiástica si, en una o en otra cuestión, fuese lícito a cada uno acogerse a disposiciones que ya no están en vigor, puesto que la suprema autoridad según los tiempos, ha dispuesto cosas diferentes. Por el contrario, precisamente por el hecho de apoyarse en una disciplina diversa, lejos de estar excusados de sus acciones quienes la aducen, demuestran su intención de sustraerse deliberadamente a la disciplina que rige y deben seguir; disciplina que vale no sólo para la China y los territorios de reciente evangelización, sino para toda la Iglesia; disciplina que ha sido sancionada en virtud de aquella universal y suprema potestad de apacentar, dirigir y gobernar que fue conferida por Nuestro Señor a los sucesores del Apóstol Pedro… de cuanto hemos expuesto se sigue que ninguna otra autoridad que no sea la del Supremo Pastor puede revocar la institución canónica dada a un obispo; ninguna persona o asamblea, sea de sacerdotes o de laicos puede arrogarse el derecho de nombrar obispos”.
Esta doctrina, tan elemental, es olvidada por el doctor Ventosa. ¿Sería por esto que su nombre aparecía en los panfletos de la campaña “Volem bisbes catalans”, cuando el nombramiento del arzobispo, doctor Marcelo, para Barcelona?
Lo que quiere saber el doctor Ventosa
Al preguntarle el divertido periodista de “El Correo Catalán” sobre la disminución de las vocaciones sacerdotales y su causa, el doctor Ventosa atajó: “¡Eso querría saber!... Yo creo que antes los sacerdotes, sobre todo en pueblos, tomaban más iniciativa en la pastoral de vocaciones. Otra causa quizá sea la poca vida que tienen actualmente las obras apostólicas de juventud, así como la cantidad de problemas pastorales que tiene el clero más joven”.
Da la casualidad que el doctor Ventosa, ni por carambola acierta una… Estas razones que señala se podrían fácilmente volver contra él y los de su “equipo”… Pero resulta que su eminencia el cardenal Garrone, con una visión mucho más amplia y certera que el doctor Ventosa, ha hablado de la razón disminuidora de las vocaciones, fijándose en que su causa está “en una orientación de servicio al mundo” que toma un carácter netamente antropológico, inmanente, puramente humano, en el cual el elemento religioso y sobrenatural es casi imperceptible. Esto es afirmar que el problema ha propuesto no puede ser más importante”. El cardenal Garrone se fija en esta miseria espiritual con que el progresismo está desmedulando la vida cristiana y dañando gravemente a los propios sacerdotes, lanzándolos a aventuras y experiencias fatalmente secularizadoras y descristianizadoras. Parece extraño que algo tan notorio escape a la perspicacia que debe tener un rector posconciliar de Seminario.
Si ahora (1968) los sacerdotes tienen poco interés en reclutar vocaciones, si los movimientos juveniles de apostolado andan anémicos y los sacerdotes jóvenes problematizados hasta el delirio, ¿no podría ser, doctor Ventosa, que algo tuvieran que ver con estas concausas los profesores y superiores que han tenido las promociones sacerdotales de los doce o quince últimos cursos? En este sentido, nos parece mucho más clarividente -y profético, ¿por qué no?- el escrito que un numeroso grupo de sacerdotes de Barcelona, en 1966, presentara al arzobispo sobre la situación y soluciones para un funcionamiento adecuado del Seminario de Barcelona. Exactamente en las antípodas de las afirmaciones con que actualmente, en declaraciones a la prensa se estrena el nuevo rector.
¿Crisis de crecimiento? ¿Democracia dinámica?
Es moda, cuando se presenta un problema, una rebelión, responder con una frase hecha y quedarse risueño y satisfecho: es una “crisis de crecimiento” se dice. Esto me recuerda cuando en 1959 me encontraba en Buenos Aires, en mi corresponsalía de prensa. Gobernaba entonces el doctor Arturo Frondizi. Era ministro del Interior el doctor Vitolo. Tuvieron lugar unos sensacionales disturbios y desmanes que tuvieron por escenario la Facultad de Medicina y la Plaza Miserere, allá en Buenos Aires. El doctor Vitolo nos declaró a los periodistas: “De todos modos es evidente que entramos en una vigorosa democracia dinámica que se expresa por todas partes”. Tan “dinámica” que de aquella Universidad salió el “Che” Guevara…
Ahora, al rememorar aquellos acontecimientos un poco lejanos, hacemos un paralelismo mental con las afirmaciones del doctor Ventosa: un rector de Seminario, amigo de los encerrados de Derio, alérgico al Concordato, ignorante de los motivos del descenso vocacional e identificado con postulados demagógicos en la elección de los obispos, según ciertas formas al uso, debe ser un exponente de la “crisis de crecimiento” y de la “democracia dinámica”…
Pero nosotros, cuando escuchábamos al doctor Vitolo, nos reíamos y bromeábamos ante tanta insensatez. Pero situado este planteamiento en un Seminario como el de Barcelona, no podemos menos que decirnos: ¿qué ocurriera en nuestra diócesis, si al frente de su Seminario figura un rector que habla con ese lenguaje?
Jaime TARRAGÓ
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